34º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

E-MAIL: nevandoenlaguinea@hotmail.com

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34º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

NEVANDO EN LA GUINEA

NºXXXIV  02-08-2.009

 

Número dedicado a todos los participantes de todos los números de la revista literaria Nevando en la Guinea.

(Con motivo del primer aniversario de la revista).

 

EDITORIAL XXXIV

Vacaciones y turismos en la aldea global

 

 

Para una parte del mundo Agosto se asocia a las vacaciones. Está bien. Las vacaciones han sido y son una conquista obrera que dignifica el trabajo, permite sosiego, cambiar por unos días el mundo que nos rodea y estabilizar la existencia personal, no siempre grata. Nada más lejos de nuestra intención que criticar esta costumbre social tan sana, mucho menos en un momento de crisis global que aprovechan las diversas patronales de todo el mundo para recortar derechos tan duramente conseguidos.

 

Sin embargo, en esta mercantilización de la vida cotidiana que impone el capitalismo moderno el ocio se ha convertido en un negocio. En un negocio, además, simplificador, que potencia una diversión superficial, rápida, vacua. Se ha vuelto incluso un tema recurrente, una imagen tópico, la de la pretendida y pretenciosa clase media enseñando hasta la saciedad las fotos de sus viajes por el mundo, lo que le permite alardear de hasta que punto la economía le va bien (o le iba bien), se ve claro su pretensión de imitar modelos sociales preestablecidos y el deseo de despertar de paso la envidia de amigos, vecinos y parientes. No es que estemos contra que la gente viaje: como afirmaba Baroja, viajar nos vacuna contra el nacionalismo y la estrechez de miras. El problema estriba en que el mundo se va pareciendo estrepitosamente a un gran mercadillo, un parque temático gigantesco para que se consuma inconscientemente y nos quedemos con meros tópicos de otros pueblos y lugares -los saltarines masais, los camellos sonrientes del desierto, los multicolores indígenas amerindios-, o sea, para que volvamos a la cotidianidad del trabajo con una sensación de “haber hecho mundo”.

 

Pero el mundo no es una mercancía. O al menos no deberíamos considerarlo como tal. La cultura nos debe servir para darle la vuelta a las cosas e intentar mirar la realidad de otro modo. En primer lugar, con curiosidad. Y después sin tópicos ni ideas preconcebidas. En este sentido, la literatura de viajes que vivió un esplendor sin igual a finales de la Edad Media y el Renacimiento nos muestra una visión sin duda ejemplificadota de cómo aprender a mirar la naturaleza y, sobre todo, a los demás, al otro. La literatura portuguesa es un ejemplo de ello, nos ofrece todo esa maravillosa saga del descubrimiento ajeno de viajeros que veían otros lugares por primera vez, sin tener una idea previa, y desarrolló lo que se llamó literatura de cordel que reúne las crónicas de sus cronistas que llegaban por primera vez a otros rincones del planeta y aprendieron que el mundo no es como se lo habían explicado. Fue un aprendizaje que duró años.

 

Algo así necesitamos hoy. Nos creemos que lo hemos visto todo, y en cierto modo es verdad que los medios de comunicación nos dan cierta idea de que todo está ya visto, pero faltan los detalles, y sin duda los detalles son lo más importante. Hay que empezar a mirar la realidad con otros ojos. Tal vez así quienes puedan disfrutar de las vacaciones, que siguen siendo en estos tiempos modernos una minoría, podrán acercarse a su cotidianidad con una actitud renovada. Esto es, con una cultura más desarrollada y sin duda más satisfactoria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A LOS ASESINOS ETARRAS

 

Para conseguirla hay que merecerla,

aplicaros la ley del gota a gota.

La patria nadie quiere perderla

Y vosotros la dejáis medio rota.

 

Poned a mi juventud varicela,

Mojaros las ideas con coca-cola,

Luchad por vuestra parcela

Y para matarnos hacéis cola.

 

No llaméis para comer mortadela

No nos invitéis a la Ikastola

pero si llamad a pedir la pela.

 

No llamadnos para la gran perola

No hagáis ruido con la papela,

Otro muerto y hacéis carambola.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

El boxeador

 

 

         El incidente fue rápido y casi nadie, salvo los implicados, y quizá ni ellos mismos, supo muy bien la razón del mismo. Un hombre se puso a gritar. Era difícil entenderlo, no sólo porque hablaba una mezcla de árabe, francés e italiano, sino sobre todo porque no había aquello que los especialistas llamarían un discurso elaborado, más bien soltaba palabras inconexas, decía frases que dejaba a medias y rezongaba sonidos que procuraban ser insultos y ante los que el mesero, un paquistaní que llevaba años trabajando en el bar y al que todos conocíamos y sabíamos de su infinita paciencia, mostraba la más absoluta indiferencia. Fue Pedro, el dueño, quien salió al fin envalentonado y le dijo al susodicho que se fuera de una vez, a gritos se lo ordenó, que nos dejara en paz, añadió con un más que evidente mal tono que acompañaba de forma ineludible con el taco, o sucesión de tacos más bien, correspondiente al que ya estábamos bastante acostumbrados en aquel barrio por ser hábito del patrón y de muchísimos vecinos acompañar con los mismos cualquier conversación que se entablara, cualquiera que fuese el tono.

         El hombre se fue no sin parar su retahíla de palabras violentas, incomprensibles, amenazantes. Su actitud, por el contrario, no pudo ser más dócil, no hizo falta más actuación de Pedro, que se quedó quieto en su sitio, junto a la barra, con los brazos cruzados y mirando fijo al hombre que chillaba y al que parecía horadar con su mirada amenazante y sin más instrumento de defensa que ésta ante una posible reacción, sin duda por muchos esperada, del bravucón que una pose no menos hosca y pendenciera que la que el anterior mostraba. Salió éste con pendenciero griterío pero con la cabeza gacha del local.

         Cuando hubo desaparecido de nuestro campo de visión, Ahmed me dijo que aquel tipo había sido nada menos que campeón de boxeo en Argelia dos años seguidos. No pude menos que sorprenderme un poco.

– Y cómo es que ha acabado aquí. -pregunté.

– Los años del integrismo no fueron buenos para nadie, entre ellos para los boxeadores, se les veía como diablos vendidos al enemigo.

         Miré a la calle y vi gente que cruzaba frente a la puerta. El mundo ignoraba aquel incidente, del mismo modo que todos los parroquianos del bar habíamos retomado nuestras comidas. Nadie se acordaría ya del hombre en aquel barrio en el que los incidentes y la vida se sucedían sin parar.

– Tampoco se le ve muy centrado. -comenté.

– No, en su caso además se le conocían ya entonces las borracheras -me dijo-, la mala vida, como suele ser habitual por otro lado, hasta es incluso un tópico, ya sabes, procedía de una familia humilde y el éxito se le subió a la cabeza de un modo brutal.

         Me vino a la cabeza la película de Ricky Ricardo protagonizada por Paul Newman. Claro que a la inversa. Este hombre había acabado siendo uno de esos marginales que vemos en las ciudades grandes hablando solo por las calles y sin nada que hacer. Seguramente le habrían detenido más de una vez. Varias, me confirmó Ahmed, que parecía bastante enterado de la vida de su compatriota. Durante años ha entrado y salido con frecuencia de las comisarías, siempre por incidentes o pequeños hurtos en los supermercados, me informó. A saber lo que habrá hecho sin que nadie quisiera enterarse, añadió mi amigo, su aspecto da aún bastante miedo, tú lo has visto, es enorme, y claro, no invita a meterse con él ni a chivarse de lo que pueda haber hecho.

         Aquella noche pensé en aquel hombre. Se hallaba lo bastante ajado como para que su edad resultara a todas luces indefinible. Sin duda, estaba perturbado y vagaba por las calles cuando no tenía dinero para mantener un cuartucho en alguna pensión del casco viejo. Además, no tendría papeles y ni siquiera se plantearía pedir ayudas. Simplemente viviría, sin más.

         Varios días después me lo crucé. No me costó reconocerlo. Decidí ir detrás de él para contemplar en directo un detalle de su vida. Por otro lado, nada en él me sorprendió, andaba por la calle cabizbajo, protegiéndose de la llovizna con una chaqueta bastante deslustrada, las manos en los bolsillos, el pelo graso, despeinado, y un aspecto general que era el mismo aspecto del fracaso. Parecía reconcentrado en sus pensamientos y en ocasiones movía un brazo, como si intentara sacar la mano del bolsillo o discutiese con alguien imaginario a su lado.

         No parecía tener ningún lugar al que ir, por lo que al final desistí y me metí por otras calles para llegar a mi casa. Por suerte, me lo fui cruzando con no poca frecuencia, siempre con una actitud similar, a veces hablando solo, siempre con un aspecto desesperado o ido. No fueron pocas las veces que a punto estuve de acercarme a charlar con él. Nunca me atreví. Supongo que temí molestarle, Ahmed me advirtió que esta gente con frecuencia son orgullosos y toman cualquier acercamiento como una ofensa. 

         Una mañana se lo encontraron muerto en un calle estrecha y maloliente. Le habían asestado varios navajazos. Vi temprano varios coches de la policía detenidos al inicio de la calle y supuse que sería un drogadicto que había aparecido muerto por una sobredosis, en aquella época era frecuente. Por la noche, cuando me reuní con Ahmed para nuestra charla amistosa en el café, me lo dijo, han matado al boxeador, y de inmediato relacioné la imagen de la mañana. Apareció cosido a navajazos, me dijo. Me dio una cierta ansiedad. Me arrepentí de no haberme acercado a él. Pero pronto se me olvidó.

 

 

Juan A. Herrero Díez

 

 

 

Dulce Milagros Guillén Moreno

7:23 p.m

Le escribo al viento

Por que me ayuda a respirar cuando no puedo

Le escribo a la lluvia

Por que disimula mis lágrimas  al estar frente a ti

 

Le escribo al sueño

Que me consuela en silencio

Y al mismo silencio

Que me aleja de ti

 

Le escribo al cielo

Que alijera  los pensamientos

Le escribo a la noche

Que me acompaña por ti

 

Le escribo al viento

Que se ha llevado mis recuerdos

Le escribo al tiempo

Por irse, dejándome aquí.

 

Le escribo al miedo

Por ser mi peor consejero

Y al pesimismo

Por adueñarse de mí.

 

A mi locura

por susurrarme “quedito”

Y a mi cordura

Por no cumplir mi delito.

 

Le escribo a la soledad

Por compartir mi tiempo conmigo

Por hacerme reflexionar

Y demostrarme lo que he vivido

 

 

Te escribo a ti

Por inspirarme a escribir

Y a la vida

Que me enseña a vivir

 

7:41 p.m

Cuando de repente

Vuelves a mi mente.

 

Tu voz viene aquí

Como un tenue susurro

Pasas como un ser que vaga

En un extraño mundo

Es un susurro

Que deja ecos espantosos

Que hacen palpitar mi corazón

Es un susurro

Parecido a un rayo

Deslumbrante y veloz

Así, tan extraño

Tan lejano y feroz

 

Cuando creí  haberte  borrado

para siempre de mi mente

Recuerdo, muy debilmente

Es que tu voz parece

Como una pesadilla

Como un “dejá vù”

¿Te he visto alguna vez

o eres sólo parte de mi imaginación?

 

Tu rostro es casi como un sueño

Y un dibujo es tu sonrisa.

Tu presencia me hace falta

Tu imágen casi se me olvida

 

Pero te quiero mirar junto a mí

Por eso vuelvo hacia los rincones

Que me rodean

Te busco en los recovecos

En los escombros de mi cerebro

 

Y la desesperación me reduce a agonía

Lenta agonía

¿Es esta soledad

la que me hace desvariar?

O ¿es tu recuerdo que me persigue

verdugo que por las noches me sigue?

Ahí estás tú, custodiando mis días:

(Lenta agonía)

¿Es esta soledad la que me hace desvariar

o tu recuerdo?

El verdugo de mis pensamientos

Que me reduce a agonía

Que nunca termina

Pues nunca me miras.

 

[Domingo, 12-marzo-2006] 12:10 am.

3:46 pm.

 

Cuando una mirada te hable

No mengües sus palabras

Es sabido, que tus ojos hablan…

Y es difícil entender qué dicen en realidad

Pues dentro de mí también hay voces

Que no puedo escuchar

Que están cansadas de gritar

A mi sorda ingenuidad

(30-05-2008)  4:06pm

Mi cuerpo encierra la verdad

Alrededor de esta soledad que no desagrada

Quiere que le escuche y me habla

Para quitarme esta ignorancia

Que confunde

Que enferma

Que se manifiesta

Causando heridas

Y malestar

Produciendo figuras

Donde no las hay

 

Este cuerpo encierra la verdad

Pero yo sólo busco pretextos

Busco embusteros

Para no sentir dolor

Sólo busco pretextos

Por que no quiero ver mi error.

No es que no sea responsable,

Pues lo soy,

La culpa es mi peor postor

 

Cuando una mirada te hable

No mengües sus palabras

 

Cuando tus ojos me hablaban

No lo sabía como ahora

Necesito saber más

Quiero que me hablen más

Sé que tu cuerpo

Me encontrará… regresará

Sé que a donde me dirija, irá.

Esta vez

No necesito palabras

Solo las voces que salen desde dentro

A la superficie…

¡¡Esas voces!!

Te hablarán.

Por fin podremos conversar

 

Sabrás todo lo que mi cuerpo guardó

Todo este tiempo

Enfermo de olvido

Y de recuerdo.

Ya nadie te reemplaza

Porque a todos he quitado tu disfraz.

 

04:33 pm

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A MI MUJER

 

A menudo tu boca es mi deseo

A menudo menudo es tu genio

A menudo ya no hay privilegio

A menudo sin ti no me encuentro.

 

A menudo me como tus gachas

A menudo te bebo el sendero

A menudo finges no tanto serlo

A menudo de fingir no se trata.

 

A menudo es ser con la plata

A menudo es jugar al veo-veo

A menudo de ti no hay ni rastro.

 

A menudo tu risa se me mata

A menudo tú rezas por dentro

A menudo yo pago el pato.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

 

A MIS PADRES

 

Recuerdo vuestro dolor dolorido

Vuestro ayuno mudo de costado

Vuestro paso harto desgastado

Vuestro latido recién parido.

 

Recuerdo vuestro corazón pelado

Vuestra desgracia tan de mi casa

Vuestra comida me dio su “brasa”

Y vuestro consejo tan recordado.

 

Recuerdo a mi padre “cara triste”

(Su recuerdo me mata por dentro)

A pesar de todo me tuvo en alto.

 

Recuerdo a mi madre que insiste

En recordar su camino al colegio

Saltando a su paso el gran charco.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

 

A MIS ANTIGUOS AMIGOS

 

Esos hijos del gran monte de Venus:

Juan Herrada, los Rollings, Ferretero,

El Indio, Gabri, Físico, Albertuz,

Miguelillo, Largo y algún Berrio.

 

El Puertos, el Víctor, el Verruga, Kim,

El Molina, el Fenoill, Baldomero,

Santiago, Juanillo, Antonio. En fin…,

Charly, Manel, Cris, Oscar y el Pedro.

 

Perdón si me dejo en el tintero

a los que lo merecen por favor flaco,

De otros guardo un recuerdo fugaz.

 

Yo sé que fui un poco pendenciero

Pues tanta soledad me ha brotado

Que rezo menor debe ser disimular.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

AL BOCAZAS DE TURNO

 

Mejor ser un maricón pendenciero

Que el mata palomas del rellano.

Antes que un gran poeta usurero

Mejor ser aprendiz de hortelano.

 

Mejor ser un hippie aburguesado

Y comunista con traje de marca

que andaluz un tanto afrancesado

Y ser anfitrión del gran monarca.

 

Mejor ser casca pajas cascabelero

Y tener en la cara un gran letrero,

Que criticar al mundo en tu plaza.

 

Mejor ser lame culos con olfato

Y ser un traga pelos cucufato,

Que ronco-tonto cantante bocazas.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

 

A LAS COSAS QUE SE DICEN CON IRA

 

A veces te digo cosas que pesan,

Me contestas con cosas que duelen.

Al hacer las paces todos se besan,

Nosotros recordamos quien nos repele.

 

Tú no me perdonas ni por asomo

Yo casi me humillo al disculparme

Yo todos mis reproches me como

Tú con la mirada intentas matarme.

 

Después del granizo está la calma

Yo me revuelco en tus feas palabras

Otros por mucho más nada de nada…

 

Tú sonríes a todos los seres sin alma

Y para mí ración de abracadabras,

Yo luego solo consulto a la almohada.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

AL AMOR COMO REVÉS

 

Me río de todos tus tristes “noses”,

Ya que tú te ríes de mis “síes”,

Me río también de tus poses

Y me río también de lo que píes.

 

Me río de todos los acaboses

Me río de lo que tú te ríes

Me río de tus novios “Joses”

Me río por mucho que se líe.

 

Me río si me dices -no me acoses-

Me río quien de ti se empile

Me río del ¿Por qué me toses?

 

Me río de quien por ti no ríe

Me río cuando me llamas a “voses”

Me río y me queda mucho por reírme.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

AL PÚBLICO LECTOR

 

Siempre me quedo sin pobre de mí

Y digo siempre verdades patateras,

Siempre me alejo de mi capullín

Y me vengo a mi casa en patera.

 

Siempre pregunto: ¿Qué queréis de mí?

Dios y yo son cuatro, no salen las cuentas.

Siempre admito: Quiero de mí salir

Y me encuentro erratas de imprenta.

 

Soy atrevido, un ángel querubín,

me rasco los huevos de patas abiertas.

Me digo: ¿Qué haría yo sin ti?

 

Tú respondes: Bajarte bien la bragueta.

Yo me digo: ¿Qué soy yo para ti?

Y tú me dices: un pobre poeta.

 

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz