
Leoncio Evita Enoy (1929-1996) y Chinua Achebe (1930-2013) tienen algo muy bonito en común para mí: que los conozco a los dos, es decir, les he leído. Uno es conocido por ser el autor de la primera novela en Guinea Ecuatorial y el otro lo es como uno de los mejores escritores a nivel mundial. Ambos escribieron unas novelas de lectura obligatoria en sus países y algunos extranjeros: Cuando los combes luchaban y Todo se desmorona. En el caso del nigeriano Chinua Achebe, todo se desmorona no es su única obra relevante, sino todas las que se conocen. Ambas novelas, Cuando los combes luchaban y Todo se desmorona, tienen varios aspectos en común, el primero es que los protagonistas son guerreros, la segunda es la llegada de los europeos en forma de misioneros que luego les secuestran en sus propias tierras, y la tercera es la recepción o las opiniones que tuvieron estos trabajos. Estos mismos aspectos hacen que ambas novelas resulten diferentes.
Okonkwo es el protagonista de “Todo se desmorona”, una novela de más de doscientas páginas que forma una saga junto con otras tres que, a mi parecer, son muy independientes. En cuando a la novela de Evita Enoy, muchos estudios que se pueden encontrar por internet afirman que el protagonista de la historia es el misionero cristiano desde cuyo punto de vista se narra la historia; para mí, el protagonista es Upolo. Okonwo y Upolo son dos guerreros o luchadores. El primero lucha y pelea para ser respetado por su clan y ostentar los títulos más altos, defiende los valores de su pueblo y se diría que al final se mata al ver que ya no queda nada que hacer por salvarlos ante el enemigo europeo. Por su parte, Upolo es como el hijo de Okonkwo u otro joven que se pone del lado del hombre blanco y lucha para combatir las absurdas practicas dañinas que existen en su clan con la ayuda del hombre blanco.
En ambas novelas, el primer contacto con el hombre blanco en las aldeas es a través de los misioneros. Estos llegan hablando de un nuevo dios que a veces encuentra a su homólogo entre los dioses locales; al mismo tiempo desprecian las costumbres y creencias locales que incluso definen como oscuras o muy malignas. En la novela del nigeriano, la acción civilizadora del misionero se retrata como un plan astuto que evoluciona hasta la absorción de la vida de los anfitriones llegando a despreciar su cultura, creencias y practicas hasta prohibirlas y clasificar a la gente por buena o mala según su inclinación religiosa. Evita por su parte, muestra la llegada del colono como una oportunidad de librarse de la aflicción.
Ambas novelas han sido leídas más allá de sus fronteras y ambas son dos historias que vale la pena conocer. Mientras que el trabajo de Achebe se percibe como revolucionario y tremendamente bueno, la de Evita Enoy, a pesar de todos los aplausos, se ha quedado enmarcada en la categoría de cobarde: literatura de consentimiento.