Federico García Lorca-un poeta para todos-Cecilio Olivero Muñoz

En poeta en Nueva York Federico García Lorca nos habla del desprecio hacia los negros, pero también de la valía de esta comunidad que enriqueció la cultura americana actual y también la internacional. En esta imagen totalmente fascista que muestro se hace sátira aberrante, tanto como de Lorca y los negros que aparecían en los comienzos del cine hollywoodiense. Eran blancos que se pintaban la cara y se ponían labios blancos para reflejar su carnosidad típica de sus labios. Un negro limpiando los zapatos de Lorca aunque sea una alegoría al racismo de cuándo Federico visitó Nueva York en el 1929 antes de ser asesinado en el 1936 por lo más despreciable de la España gris y fascista.

Sin lugar a dudas, Federico resultaba mágico en su defensa del pueblo oprimido, quizá fuese esta la razón de su asesinato, aunque también influyeran otros factores. El franquista Valdés, que era gobernador civil en la Granada del verano de 1936, ejecutó la orden proveniente del fascista y general Queipo de Llano, pero las palabras que lo sentenciaron fueron que le den café, mucho café. El café es negro y es un deleite, pero con esa fórmula se dio muerte al grandísimo poeta y dramaturgo. Lo ordenó el amo y señor de la Andalucía por aquellos años, que era paupérrima y estaba sometida a los caciques. Lo que se mantuvo después de la guerra.

Los años cuarenta en España fueron años de miseria y podredumbre para unos y buena vida para los defensores del régimen dictatorial franquista. Ya lo denunciaba Jaime Gil de Biedma cuando, irónico, afirmaba: a los ricos ni tocarlos. Esa era la manera de pensar en una dictadura que se mantuvo durante cuarenta años.

Resulta fundamental la aplicación de la ley de memoria histórica. Se dice que Lorca fue enterrado por decisión de su padre en la Huerta de San Vicente, en Fuentevaqueros. Es una hipótesis. Pudiera ser verdad. Lo que sí es cierto que, como él mismo predecía en uno de sus textos:

(Quiero dormir un rato

Un rato, un minuto, un siglo

Pero que todos sepan que no he muerto

Cuando se hundieron las formas puras

Bajo el cri-cri de las margaritas

Comprendí que me habían asesinado

Recorrieron los cafés y los cementerios

Y las iglesias, abrieron los toneles y armarios

Destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro

Ya no me encontraron

No me encontraron

No, no, no me encontraron

No, no me encontraron

No, no, no me encontraron

Pero se supo que la sexta luna huyó

Torrente arriba y que el mar recordó de pronto

Los nombres de todos sus ahogados)

Este es un poema tan profundamente premonitorio que pone los vellos de punta; no se sabe dónde está enterrado. El hecho es que Federico ha sido reconocido como el gran poeta de su época, de su generación por antonomasia. Federico es símbolo de libertad y compromiso social. Quizá por eso lo mataran. El caso es que la figura poética del (…Destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro…) es, sin duda, la que más estremece. Pues se sabe que lo mataron junto con dos banderilleros y un maestro cojo. En el verso habla ya de tres esqueletos, ¿y el cuarto? Y luego otro fragmento a señalar es: (…Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba y que el mar recordó de pronto los nombres de todos sus ahogados…). Es sin duda misterioso, premonitorio y todo un símbolo de su propia muerte. Ya que la metáfora que dice …el mar recordó de pronto los nombres de todos sus ahogados… es tan certero como su asesinato. Ya que parece que nos hablara simbólicamente de la Ley de memoria histórica tan necesaria para curar, dentro de lo malo, aquello que no debemos olvidar. “Los nombres de todos sus ahogados”, más claro no se puede decir. Federico era poeta visionario y gran artista. Demos este homenaje que hace recordar a cada muerto en las cunetas de España enterrados.

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Valeria Correa Fiz

Hubo un jardín

Páginas de espuma. 2022

 

Hay algo perturbador en cada uno de los sietes cuentos que componen este libro, como un elemento un tanto díscolo que procede de confrontar lo bello y lo siniestro, el orden natural y ese desbordamiento que contiene también toda naturaleza, sea la naturaleza del mundo, sea la naturaleza de cada uno de nosotros. Sin duda la autora tenga razón al colocar en el mismo plano todos esos elementos que creemos escindidos, pero que al final, como ocurre en cada texto, se entremezclan sin ningún pudor, para conformar eso que llamamos realidad, aquello que es tal vez la normalidad, lo que asumimos como tal, y que siempre reubicamos a través de la memoria, tal vez porque nos damos cuenta que lo normal es algo dudoso. Sobre todo si reflexionamos sobre ese jardín del título del libro, que nos remite a tantas cosas.

A todas luces los relatos también se nos presentan como una reflexión lírica sobre la pérdida de la inocencia, alcanzando algunos de ellos incluso una sensación de horror, consecuencia de la muerte o del puro caos, parte integrante también de toda identidad. Rememorarlo produce reparo y tal vez por ello la necesidad de reestablecer el pasado, el recuerdo, la evocación. El escenario de los sucesos, una zona desbordante de naturaleza en Argentina, ayuda a comprender lo que ocurre, alcanza incluso un papel protagonista al mismo nivel que los personajes. En el cuento Hotel Edén es sin duda, en mi opinión, donde se plasma hasta el extremo esta fina construcción que la autora nos ofrece. El cuento que le sigue, El invernadero de Eiffel, posee por su parte una belleza que sin duda acentúa el lenguaje cuidado, refinado y poético de la escritora, sin que pierda por ello fuerza la historia que se narra, mientras que percibimos las imágenes de un modo incluso sensorial, tal vez porque, como se dice en él, «los objetos son huellas del pensamiento». Esa misma sensación la encontramos en los demás relatos.

Una vez más estamos ante una escritura minuciosa, precisa y primorosa, que es algo que nos llama siempre la atención de los autores latinoamericanos. Consigue de este modo la autora que el horror estremezca, pero de otro modo, con un poso de lirismo que sin duda no dejará indiferente al lector. Valeria Correa Fiz es argentina, de Rosario, y aun cuando lleve tiempo residiendo fuera de Argentina, mantiene en sus textos el atractivo del castellano de su país, con un lenguaje ágil que es además otra de las características de este libro. Toda una invitación a estar atento de esta autora.

 

Reflexiones de una ondjundju-Muros-Juliana Mbengono

Que sea Aristóteles quien dijo que el humano es un ser social; es decir, que necesita vivir en comunidad, relacionarse con los demás y no estar aislado, a menos que sea un dios o una bestia es suficiente para entender que los muros raras veces serán la solución a los problemas de convivencia que podamos tener con los vecinos, familiares, nuestras emociones, nuestros objetivos e intereses o incluso con países vecinos.

Hay gente como el expresidente americano Donald Trump que quiere construir muros como el de Berlín para evitar que otros entren o salgan de su territorio; muchas veces estos muros solo esconden aquello que de alguna manera se le quitó a aquel a quien se pretende cerrar la entrada. En algún momento de nuestras vidas llegamos a construir estos muros divisorios, como cuando dejamos de hablarle a alguien porque hemos hecho algo malo contra él a sus espaldas. Estos son los mismísimos muros que construyeron los países del primer mundo después de expoliar continentes enteros; otros países que fueron invadidos hoy son potencias, pero también es cierto que algunos gobernantes van tan cortos de cultura y valores que además de oprimir a los ciudadanos obligándolos a cruzar muros de agua, viento y tierra a costa de su vida, son los títeres de los gobernantes del primer mundo. Los muros divisorios son los mismos que estarían en la mente de algún candidato a presidente, diputado, senador o lo que sea que creen ciegamente en el derramamiento de sangre humano mediante rituales para lograr sus objetivos; también están en la mente del joven que comete un acto tan repulsivo. No encuentra muchas explicaciones para entender la frecuencia con la que se están encontrando cadáveres de mujeres y hombres jóvenes con órganos y genitales mutilados a pocas semanas de las elecciones presidenciales. Estos muros alimentan las rejas que cubren las torturas y han visto morir a activistas, artivistas, lideres de la oposición y otros tantos ciudadanos que se osaron a expresar su realidad a viva voz o exigir algo tan fundamental como su pasaporte.

Algunos construyen muros de carga con piezas amargas y dulces del pasado. Esos muros les permiten ser estoicos ante situaciones de humillación y dolor, también les permiten elegir sonreír en todo momento: truene, llueva, solee, sople o lo que quiera que el dios de sus vidas elija para el día. Estos son los muros que construyen muchos de mis guerreros que, sin tener mucho para comer, pero sí algo que llevarse a la boca a diario, aunque sea lo mismo, se pintan una sonrisa en la cara y agradecen por el muslito de pollo, la latita de tomate, el bultito de aceite y el vasito de arroz que recogen literalmente del suelo como un regalo que hace un antorchista durante su campaña electoral. Estos son los muros que construyeron mis guerreras para seguir poniéndole la mesa con una sonrisa al hombre que las golpea. Los muros de carga descansan sobre nuestras experiencias pasadas, nos permiten seguir de pie al recibir el mismo golpe una y otra vez, lo malo es que podrían volvernos coprófagos.

Otros prefieren los muros de contención, como cuando elegimos no casarnos ni tener hijos a pesar de todo y cuando elegimos casarnos y tener hijos a pesar de todo y cuando simplemente no logramos casarnos ni tener hijos a pesar del deseo. He visto estos muros en las vidas de mujeres activistas, hombres obsesionados con el éxito, jóvenes ansiosos de fama y dinero. Estos son los muros que intentamos levantar cuando nos declaramos neutrales ante situaciones que nos matan por dentro y nos afectan, cuando sentimos que no somos suficientes para cambiar el sistema solos y nos limitamos a cambiar el sistema en el pequeño mundo que nos rodea.