Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Miguel Martínez del Arco

Memoria del frío

Hoja de Lata Editorial, 2021

Da la sensación de que la literatura posee ahora mismo una mayor idoneidad que otros ámbitos para llevar a cabo esa labor de memoria comunitaria, mucho más que el político por ejemplo, sin ir más lejos. Tal vez por una capacidad mayor de aportar esa intrahistoria tan necesaria de recuperar y conocer con toda su amplitud lo que pasó, con lo que a todas luces cumple mejor con una función testimonial. Por su parte, el debate político actual con respecto a la memoria, y más en concreto a la memoria de esos años terribles de guerra civil y dictadura franquista, está muchas veces afectada, aún ahora, cuando ya han pasado unos cuantos años, por intereses partidistas o por esa necesidad de establecimiento de un relato que tiene mucho más, me temo, con la imposición de versiones oficiales que ayuden a tales intereses.

De ahí que resulten tan necesarios libros como este de Miguel Martínez del Arco, Memoria del frío, que nos muestra, novelada, la historia de sus padres, que pasaron años en la cárcel o atosigados en los periodos de libertad, la historia propia también, como afectado indirecto, personaje secundario, se presenta a sí mismo, aunque al final directo, de una represión atroz, cruelmente caprichosa. Es una novela, hay ficción, o como aclara el autor situaciones ficcionadas, pero los personajes y las circunstancias sucesivas y concretas son reales, la narración viene intercalada además por la búsqueda de datos y de la percepción de sensaciones del narrador, no se ocultan por otro lado las posiciones y compromisos de cada cual, eso forma parte al fin y al cabo también de nuestra Historia colectiva, las diferentes ideologías presentes, pero no hay ni un juicio al respecto, el eje del libro no es ese, el acierto o no de las opciones de cada persona, sino las consecuencias terribles de una dictadura para las personas desafectas al ideario oficial, incluidas aquellas que disintieron desde el mismo, pero también para la sociedad en general, mucho más pobre si se cercenan las ideas. Huye también, todo hay que decirlo, de equiparaciones absurdas o equidistancias. Escandaliza ahora en todo caso, y no debería de importar la posición política del observador actual, que estas cosas hubieran ocurrido.

En cuanto a la novela, destaca su estilo directo, cuasi impresionista, con esos retazos que son sus frases cortas y que se van clavando en el lector, al que le costará salir de la historia a medida que avanza en la lectura. Señal inequívoca de que estamos ante buena literatura, la de esta primera novela de Miguel Martínez del Arco. Imprescindible en todos los sentidos.

Reflexiones de una ondjundju-vida sin planes-Juliana Mbengono

ALGUNOS DISFRUTAMOS MÁS DE LA VIDA SIN PLANIFICARLA

Cuando empezó el 2020, no me esperaba conocer a Capplannetta ni a Juan Herdi, dos amigos muy majos, ni mucho menos empezar a escribir para la revista y la web. Mi plan era poner en marcha los proyectos con decenas de objetivos y miles de metas que venía arrastrando desde que mi plan de ser completamente independiente a los 18 años se accidentó; desde entonces, prometo repararlo cada año nuevo. Pero, al final, me limito a redactar el plan de reparación.

Ahora que se aproxima el 2022, igual que mucha gente que andará por ahí, echo la vista atrás y siento que me he olvidado de mis objetivos en varias ocasiones. Y no solo lo siento, también lo reconozco: no he sido constante en mis blogs personales, no he leído un libro cada mes ni he ahorrado. Sin embargo, he cumplido con esta web y la revista; a pesar de que nada de eso figuraba en ninguna de mis listas de objetivos para el 2021.

Con las listas de objetivos y proyectos para el año nuevo, muchas veces, me pasa lo mismo que con los libros de autoayuda y motivación: me deprimen y hacen que me sienta como un fracaso total. Tantos ejemplos de gente exitosa y metas que podrían convertir mi vida en un sueño no hacen más que dejarme claro que otros han trabajado mejor y están en una situación mejor. No hace falta ser envidiosa ni avariciosa para que este tipo de pensamiento nos provoque un malestar repentino. 

“No hay excusas, sigues en el mismo lugar porque no has hecho nada o porque no has hecho las cosas bien. La falta de recursos y las circunstancias no valen como excusa para justificar que no hayas progresado. Otros lo han logrado en situaciones peores”. Eso es lo que me dicen los libros de motivación que leo. Me hacen compararme con otros, aunque digan que sólo debo compararme conmigo misma.

Para este año nuevo, no quiero hacer listas de propósitos ni promesas, aunque esto ya es un propósito… 

Cada vez que leo algún recordatorio en el espejo o en el móvil, siento que todo el peso del aire se acumula sobre mis hombros e inmediatamente me entran ganas de relajarme y descansar. Me resulta mucho más fácil y divertido realizar los trabajos sin haberlos puesto en una agenda. 

Quizás me preocupo demasiado por el después y el mañana. Las agendas me hacen sentir constantemente que tengo trabajo pendiente y eso me agota sin haber hecho nada. Si, estando en la calle, recuerdo que al llegar a casa debo fregar los platos, se me estropea el día. Pero, si llego a casa y simplemente hace falta fregar los platos, lo hago escuchando música y tarareando. Y lo más probable es que acabe haciendo otras tareas de la casa. 

No creo que debamos vivir improvisando; pero, observándome a mí misma, tampoco creo que debamos vivir programados como máquinas. Las agendas, sean diarias, semanales o anuales convierten nuestras metas y actividades en tareas y, desde la escuela donde nos castigaban con tareas, estas nunca me han gustado mucho. Quizás la palabra mágica sea flexibilidad. 

Ya me resulta difícil concertar citas con amigos y pretendientes. Y cuando lo hago, es muy difícil que no la cancele dos o un día antes. Porque, de repente, me doy cuenta de que tengo muchas cosas más importantes. Pero a veces me cruzo con alguien en la calle y me quedo charlando con él durante diez minutos o más. Con los planes para el año nuevo me pasan tres cuartos de lo mismo; prefiero empezar sin pensar en el mañana y, al final, en la mayoría de las ocasiones, los resultados son buenos.

Sé que este año haremos muchas cosas, pero prefiero no pensar en ellas ni ponerlas por escrito. Por ejemplo, sé que escribiré todos los meses para esta web, pero no me pondré el reto de hacerlo durante la primera semana de cada mes. Sencillamente, lo haré y sé que lo haré porque siempre he encontrado el momento para hacerlo y lo disfruto. De eso se trata: ser felices y disfrutar con lo que sea que hagamos. 

¡Felices fiestas!

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Walter Benjamín

«Infancia berlinesa hacia mil novecientos»

Traducción de Richard Gross

Editorial Periférica, 2021

Stefan Zweig y Walter Benjamin son los dos autores que sin duda mejor han evocado el ambiente centroeuropeo previo a la primera gran guerra y que desapareció cuasi por completo con ella. No otra cosa es este libro delicioso del filósofo alemán, «Infancia berlinesa hacia mil novecientos», una evocación breve en apariencia, pero al final un retrato delicado y certero, todo lo certero que puede ser la memoria, de un pasado en que Europa era diferente a la actual, poseía otro ritmo, otras formas. Se trata en definitiva de un libro que ha recuperado para ofrecérnoslo la editorial Periférica.

En apenas treinta capítulos breves, cada uno de ellos con un talento enorme de seducción, Walter Benjamin nos retrotrae a ese mundo propio, cuando era un niño que comenzaba a asomarse al mundo y se preguntaba «¿por qué había algo en el mundo, por qué había mundo?». El autor nos evoca de este modo, con pequeñísimas anécdotas, a la vez que nos lo muestra, aquel Berlín que tanto cambió después. Hoy Berlín parece recuperada de su trágica historia, vuelve a brillar social y culturalmente, aunque ya no es el Berlín de entonces, el que nos rememora el filósofo como espacio físico de su infancia, aportándonos respecto a ésta algunas de las raíces de su propio pensamiento, el inicio primigenio de su proceso reflexivo, como por ejemplo la alusión, tan bella y poética, a la placidez que le proporciona el calor de los calcetines guardados en una cómoda y que le enseñó que «la forma y el contenido, lo envuelto y el envoltorio son idénticos» y de este modo pudo extraer la verdad que hay en toda poesía, apenas un brevísimo incidente en la vida de un niño pero que sin duda volvería una y otra vez a su mente, permitiéndole entender también algunos aspectos claves de la realidad y la vida.

Estamos por tanto ante una pequeña joya poética, una muestra de hasta qué punto las palabras poseen una capacidad enorme para la reflexión, algo que sin duda hoy resulta imprescindible recuperar, en esta Europa que vive otra vez una crisis profunda en todos los ámbitos, pero sobre todo en el cultural. Por ello es de agradecer que recuperen libros como este de Walter Benjamin, quien, al igual que el aludido Stefan Zweig, no ha perdido vigencia.

15º Número de la revista literaria Nevando en la Guinea.pdf

Don Francisco Umbral (Cecilio Olivero Muñoz)

DON FRANCISCO UMBRAL

Después de haber visto el documental Anatomía de un dandy sobre la vida de Francisco Umbral, me quedo parado en el momento en que se habla de su libro Mortal y Rosa, que nos habla de su episodio cuando su hijo fallece y me da cierta lástima, ya que un niño tan precioso y lo que se deduce de la felicidad de su padre, aquel que tenga corazón que tenga pena, porque muy poca sensibilidad debe tener aquel que no se emocione tras la muerte del pequeño y la gran pena de sus padres. Hago esta parada en esta sección del documental ya que yo de niño fui testigo de lo que puede llegar a ocurrir cuando en cualquier persona se le cruza el maldito cáncer. No importa la edad, pero en los niños, qué dolor tan inmenso debieron sentir sus padres. 

Cuando yo era niño me diagnosticaron una simple anemia, todos sabemos a lo que conduce. Si no lo saben se lo diré, conduce hacia la leucemia, es decir, cáncer en la sangre. No tengo hijos de momento. Pero yo cuando iba a las consultas de la doctora Abadía veía niños de mi corta edad sin pelo y con juguetes caros. Yo le preguntaba a mi madre qué les pasaba a esos niños, mi madre siempre me contestaba con evasivas. Quizá para protegerme de lo dura que puede ser la vida en ocasiones. Porque esos niños, esas criaturas encerradas en un hospital, con su cabeza sin pelo. Niños, niños, niños. Ahora a estas alturas comprendo las pocas explicaciones sobre el asunto. Yo me curé de la anemia, pero ¿y esos niños? ¿Qué habrá sido de ellos? Me solidaricé con el maestro Francisco Umbral. 

En el documental pude ver la fotografía de la gran tristeza que sufrió y que llevó en toda su vida como una condena, pues perder un hijo es un dolor indescriptible. Ahora estamos lamentando la muerte de la escritora Almudena Grandes, y pienso en Luis, en sus hijos. Debo decir que lo siento, lo siento por todos. Tengo sobrinos pequeños y me horroriza que pasen por ese amargo trago. No damos importancia a la vida hasta que nos arrancan la alegría, y llamemos tragedia, desgarro profundo, dolor infinito, lo siento, por aquellos a los que se llevó la parca, por los niños inocentes, por las personas válidas que he conocido. Tiene razón la viuda de Francisco Umbral cuando parafrasea los versos de Lorca, aquello de que la vida no es buena ni sagrada. Quisiera dar este homenaje en estas palabras que pesan. No por lo que supone la muerte de un adulto, que también, sino por la muerte que segara la vitalidad de aquellos niños en la sala de espera de la doctora Abadía. Este mundo se entiende desde el interior del alma, y en tanto debe ser interior, porque exterior el consuelo de los demás puede no ser suficiente. Tampoco creo que no deje a nadie indiferente, tengan Salud. 

Reflexiones de una ondjundju-El amor para hombres pobres-Juliana Mbengono

¿Dónde está el amor para los hombres “pobres”?

Para evitar las generalizaciones, empezaré reconociendo que el amor existe para todos y cualquiera puede encontrarlo y disfrutarlo independientemente de su riqueza, color de piel, inteligencia, belleza o algún otro condicionante absurdo. Sin embargo, también voy a decir que todos sabemos que muchos hombres sienten que el dinero es un factor imprescindible para encontrar el amor o que nunca encontraran el amor porque las mujeres van tras el dinero. No están locos ni tienen la autoestima dañada: lo que sienten y piensan es real.

Nadie negaría que muchas mujeres se casan por conveniencia y no por amor. Se casan con quien tienen garantizada una estabilidad económica y, si es posible, cierto nivel social. Pero ellas no son las únicas, los hombres también ejercen su poder de elección usando criterios que están muy lejos del amor. Se dejan guiar por los criterios retrógrados de una sociedad fiel al patriarcado. Una gran cantidad de hombres casados no comparte su cama con la mujer a la que ama y no siempre es porque les hayan dado calabazas; sino porque otra era la “buena” como esposa, porque les daba miedo no poder “mantenerla” o porque se trata de una mujer con la mente tan abierta que se diría que es un “hombre”. Decir o pensar que “una mujer se parece a un hombre” ya es un indicio del porqué muchos hombres sin dinero no creen que podrán encontrar el amor.

 Por poner dos ejemplos, tuve una larga conversación con un conocido que, prácticamente, “se tira todo lo que se menea”. Vamos, se acuesta con toda aquella que se deje y con eso siente que se está vengando o está ganando. Por otro lado, un amigo del barrio conoció a una compañera de la universidad a través de mí. Intimidado porque la chica es universitaria y se ve bien cuidada, me pidió ayuda. Al comentarle a mi compañera que el chico estaba interesado en ella, lo primero que me preguntó fue “¿Dónde trabaja?”. Supongo que la siguiente pregunto habría sido ¿cuánto cobra? o ¿qué tan generoso es con sus amigas?

El chico que se acuesta con todas se justifica diciendo que, antes de trabajar, estuvo buscando el amor; pero ya que no tenía dinero, ninguna le valoró. Suena triste y deprimente, pero él está convencido de que nunca encontrará el amor porque las mujeres se acercan a él por interés. 

Mi compañera, por su parte, se justificaba diciendo que si va a cederle a un hombre el derecho de tenerla bajo su techo “cumpliendo con las funciones de una mujer” ella debía estar segura de que tendrá sus necesidades económicas cubiertas; porque no sabe qué otra cosa puede pedirle a un hombre.

Ni mi compañera es tonta, materialista o de mente cuadrada ni el chico es un idiota insensible. Ambos son víctimas del patriarcado, sí, lo he dicho: EL PATRIARCADO Y LA FALTA DE UNA EDUCACIÓN DE CALIDAD FORMAN LA RAÍZ DEL PROBLEMA. Que hombres y mujeres piensen que las relaciones se basan en un intercambio de sexo por dinero y mantenimiento del hogar sólo puede significar que todos somos víctimas del patriarcado.

Nosotras somos las más afectadas por este sistema, pero los hombres también serían mucho más felices y libres si esta forma de vida tan dañina y retrógrada sólo se pudiera descubrir leyendo libros tan antiguos como el Antiguo Testamento. Sí, sería de mucha ayuda para todos que los casos de desigualdad entre hombres y mujeres solo se puedan encontrar en historias tan antiguas y fantasiosas como la de Eva y la serpiente o Moisés y las aguas del mar rojo.

Desgraciadamente, las niñas siguen siendo educadas para encontrar a un marido que las pueda mantener, mientras que los niños son motivados a trabajar duro para ser hombres capaces de mantener a una familia. ¿No sería más sencillo formar sociedades en las que la gente esté dispuesta a conocer y vivir el amor?