24º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

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24º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

NEVANDO EN LA GUNEA

NºXXIV     30-01-2.009

 

EDITORIAL XXIV

Ideas banales, debates espurios

 

 

Asistimos estos meses en algunas ciudades europeas -en Londres, Barcelona, Madrid o Roma- a un debate teológico a golpe de cartel publicitario. Grupos de ateos y grupos cristianos -tanto católicos como protestantes- se dedican a contratar carteles en los autobuses públicos para exponer y defender la existencia o inexistencia de Dios y tal vez con esta publicidad intentan ganar adeptos como quien vende cualquier producto de mercado.

 

Estamos convencidos que, de asistir a tal espectáculo, Lutero, Marx o San Agustín, Calvino, Hegel o Eckhart, Müntzer, Darwin o el Cardenal Cisneros no se sentirían muy cómodos. Algo no funciona en el viejo continente cuando tema tan apasionante y que tantos ensayos, estudios y disertaciones ha producido a lo largo de los siglos se dirime a base de frases más o menos ocurrentes. Evidentemente, hubo peores épocas en los que la disidencia religiosa, pero también ideológica, se procuraba ahogar mediante métodos brutales que llegaban a la muerte. Sin embargo, mucho nos tememos que esta guerra de carteles publicitarios es el último indicio de una crisis profunda en el pensamiento europeo, tanto más profunda que la crisis de la economía.

 

Porque el religioso no es el único ámbito donde el debate se decanta hacia el terreno de lo banal. Ahí están las campañas electorales en las que la foto o el lema resultan más importantes que el contenido o la discusión. Es un debate espurio con el que se intenta ocultar, en realidad, la falta de ideas, de programas, de perspectivas. La imagen se impone sobre el concepto y al final vence quien muestra una figura más atractiva o quien pronuncia la frase más ingeniosa, eso sí, falta de cualquier significado que trascienda lo superficial. Se ha acabado frivolizando sobre cualquier tema o concepto, la libertad sólo te la brinda una compañía de móviles o la revolución es poder conducir determinado coche.

 

Resulta evidente que al poder siempre le ha gustado poco los debates públicos en los que hubiera realmente un intercambio de ideas, no hacía gracia que se expandieran tesis que formularan críticas hacia quienes detentaban cargos de responsabilidad. Lo que el poder ha descubierto ahora es que mediante la banalidad de cualquier asunto, desde la religión al modo de producción, desde la justicia a las creencias íntimas, se homogeniza mejor la sociedad y no es necesaria aplicar entonces políticas represivas con las que mancharse las manos ni llevar a cabo campañas para convencer a los ciudadanos de la bondad de las políticas oficiales.

 

Sin embargo, una sociedad sin ideas es una sociedad sin alternativas. No planteamos aquí una sociedad hiperintelectualizada, pero tampoco una sociedad en la que el pensamiento se agote en los carteles publicitarios. No queremos un modelo en el que el poder lance a los cuatro vientos unos lemas gestionados por expertos creativos de publicidad, este sería al fin y al cabo el modelo que Orwell o Huxley presagiaron en sus novelas «1984» o  «Un Mundo Féliz».

 

 

 

 

 

DESESPERADOS SOLLOZOS

DESDE

ABU GHRAIB

 

Existe un espacio

recortado a plomada,

existe un vacío,

existe un infierno.

Las vidas se apelotonan

todas en un suspiro

de carcelero.

Las injusticias

se amontonan todas

en las calientes

plantas de los pies,

y parten en mitades

los corazones

que fueron uno sólo.

Llagas de años

suspendidos como

fantasmas de agonía

y sombra perdida.

Las medias lunas

son parte

de soles que apuntan

con sus fusiles de luz

y fuego resplandeciente.

¡Qué lejana está

la Meca de mis días!

¡qué lejana está mi aurora!

¡qué esperanza tan rota!

Celdas de dos por dos,

torturas de dos en dos,

con corazones de dos sin dos,

y dos mitades y dos mundos

que lanzan

su cáscara vacía

al desolado mundo sin

esperanza.

Soy Mohamed Almudd

Muwallad Bal-lhadí

y habito la voz encarnada

 de la flor y el poema.

Soy el hombre insurrecto

ante la mortal brevedad

de la vida.

Soy la desembocadura del río,

por que todo es río

que acaba en su mar

y todo mar se acaba

en su cielo.

El río avanza paciente

y logra la proeza inevitable

de llegar a la mar.

Podrán evitar la arribada

del agua estancada

pero el río se abrirá paso

hacia una mar de libertad

abierta hacia el océano.

El río llegará.

Tarde o temprano llegará.

La naturaleza del río

es avanzar sin pensar

en sí mismo.

Es continuar como lo hace

el hombre que no piensa,

que no habla,

que vive y avanza.

Se deja llevar hasta

que arriba, arriba

y se mezcla

entre sustancia y olvido,

sin memoria y sin tierra,

se mezcla y se muere

y con él acaba lo dulce,

y otro mundo le espera,

aunque el cambio

es su meta y su meta

es ser cambio y ser cambio

es su vida.

Solamente el salmón

es testigo de tanta

vergüenza,

de tanta injusticia,

de tan cruel sacrificio.

Por eso mis cerrojos y mis barrotes,

mi puerta blindada,

y mi prisión de hormigón

no pueden ni podrán

parar a mi río

que es fuerza suprema

y se deja llevar

entre nostalgia e ilusión,

entre pureza y pasión,

entre inocencia y vehemencia,

entre pulso y suspiro,

entre voluntad y paciencia,

entre latido y mirada,

entre pensamiento y viento,

entre ruido y silencio,

por que es agua que cabe

por toda ranura y frontera,

por toda rejilla y vacío,

por todo agujero y linde,

por todo mundo pequeño,

por todo mundo gigante,

por toda semilla que germina

a su paso

y por todo puente

que de orilla a orilla

transforma su anhelo

en causa sin querer evitarlo

y sin poder quererlo.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

 

 

 

Sueños

 

 

         Recorrer de nuevo aquellas calles fue extraño. Había pasado mucho tiempo, veinte años tal vez, no te exagero. Las cosas habían cambiado, pero no todo, aún se mantenían pequeñas cosas, detalles, ornamentos, algunas tiendas o el color de alguna pared, algunos olores, un aire de entonces, aunque fuese todo diferente. No sé cómo explicarte. Allí delante, por ejemplo, compraba los lápices, por decirte algo de lo que me acuerdo ahora y que recordé mientras paseaba solo, luego recorría la calle, daba una vuelta hasta la plaza y regresaba. Me gustaban esos breves paseos, me sentía libre por un momento. Me paraba en el parque. Contemplaba la bahía. Luego otra vez a casa y a la rutina. Claro que entonces no era consciente de la rutina, sea lo que sea ésta además de un recurso poético. Las cosas ocurrían, nada más, supongo que todavía no había pasado tiempo suficiente como para que todo adoptara un aire conocido. No había pasado ni futuro: es justo eso, dicen, lo que constituye de veras la niñez, la inocencia es no ser consciente del paso del tiempo, nada menos.

         Tampoco te puedo decir si era feliz o no. No lo recuerdo. Quizá me lo invente todo, no existió realmente nada de las imágenes que de pronto brotaron de no sé dónde, de mi fantasía, tal vez, o quizá de mi deseo de decirte algo poético. Pero no soy poeta, al menos no ahora, simplemente soy la persona que recién llego de un paseo por el tiempo. O por las calles que atravesara un niño que pudo haber acabado por ser yo. Ni siquiera soy capaz de aclararme yo mismo.

         Pongamos que soy aquel niño que solía ir a recoger cangrejos a un río no muy lejos del lugar del paseo. Pero no, es verdad, no puedo ser el niño, ni siquiera aquel niño, no ahora, en este mismo momento, mientras te cuento mi paseo e intento saber si era cierto o no que existió él y si guarda alguna relación conmigo. Yo soy el que soy, ni más joven ni más viejo. Quizá algo de ese niño que fui puede que perviva en mí, no lo sé. Aunque a veces no lo creo. Has de saber que a veces me invento mi pasado, lo reescribo y entonces todo es distinto. Claro que es una invención para consumo interno, nunca trasciende ni se lo cuento a nadie, nunca he hablado nada de esas vidas soñadas, tú eres la primera persona a la que le digo algo de las varias infancias que me inventé. Que invento todavía. Por eso puede que todo esto que te cuento, lo del niño al que le gustaba ir a atrapar cangrejos, lo del niño que compra lápices y se da una vuelta, breve, para sentirse un poco libre, no sea del todo cierto, porque vamos a ver: si a lo largo de los años me he inventado varias infancias, quién te dice que lo que recordé esta tarde no era más que una ensoñación más. Puede que inventar tanto me haya creado un marasmo que me impide distinguir realidad y ficción. Ya ves lo que da de sí un paseo: descubrir de repente que ni yo mismo puedo separar lo que fue de lo que invento. Y quizá todo esto te permita entenderme un poco, aunque ya sé que no necesitas entenderme, no quieres entenderme, sólo deseas estar conmigo, reír conmigo, hablar conmigo, amar conmigo. Me lo has dicho una y mil veces, no puedo olvidarlo, evidentemente. Pero volvamos al hecho en sí, no me permitas desviarme un ápice de lo que te quería contar, que tampoco sé muy bien lo que era.

         El hecho es que no había vuelto en veinte años. Y volví no sé muy bien en busca de qué. Tú bien sabes que no soy dado a la nostalgia, más bien al contrario, huyo de todo sentimentalismo. Pero soy humano, al fin y al cabo, no escapábamos al recuerdo. Claro que todo esto puede ser otra cosa: quién te dice, y no niego que me gustaría, que todo fuera al revés, soy yo un hombre soñado por un niño que se ve a sí mismo regresando veinte años más tarde a las calles que un día dejé. Claro que eso significaría que tú no existes y en esto no estoy dispuesto a transigir, no quiero que te disipes al despertar, que desaparezcas de mi vida como un sueño que se olvida. Pero es verdad que ese niño que fui a veces se soñaba de mayor y alguna vez, al comprar los lápices y caminar hasta la plaza, me imaginaba mayor y componía uno tras otro todos los recovecos de mi vida. Tal vez todos los niños hagan lo mismo, no lo sé. Pero de ser así hay un sinfín de hombres y mujeres creados por las mentes de niños que se ven a sí mismos regresando a esa misma infancia, tal vez creyendo que son víctimas de la nostalgia. Son cosas de Borges o de Cortazar, sin duda, demasiadas lecturas por mi parte tal vez.

         Sea lo que fuera, fue extraño recorrer aquellas calles. Quizá no fuera buena idea haber ido. Era mejor no haber salido de casa y sumergirme entre tus brazos libres del tiempo.

 

 

Juan A. Herrero Díez   

 

 

 

 

ESPERANZA CIEGA

 

A las madres y a sus hijos

nacidos con discapacidad intelectual.

 

Todas las madres

     que están en estado

de buena esperanza

caminan a ciegas

esos nueve meses,

todas anhelan un hijo sano.

El capricho del destino

rueda sus dados de azar en la espera,

mientras la naturaleza,

es libre voluntad su semilla.

Lotería del cromosoma,

rosa rojiza de la vida y la ciencia

entre espina doliente

y amor orgánico y pureza concebida

busca sendero de hormiga y presencia,

la misma pregunta de incógnita

y misterio tras la cáscara

es la prisa del sueño ligero

dejando siempre claro

que

nadie quiere sufrir

esa oscura crueldad del hombre

y ninguna madre

desea sufrir por un hijo

tras el momento de peligro que existe

en esta vida de locura temporal

y enfermedad fulminante.

Las madres sufren la llaga

entre el péndulo niquelado

y la azarosa célula

de pulpa y de escondrijo

que crece y se multiplica

hacia la vida misteriosa

que parte de la luz y el témpano efervescente.

El embarazo

viene como agua en silencio

y la madre

coge su gran manojo

de ilusiones blancas y fugaces

y se contempla viva

en la silueta redonda

de efluvio y origen.

Un hijo es siempre un hijo

pues lo ganas tú a él,

y si eres buena madre,

él a ti.

Por eso duele

cuando él sufre,

cuando pasa hambre o tiene frío,

cuando es derrotado,

cuando cae,

y la muerte es un espanto,

del cual, se le aparta de ella,

intentando disimular

el preocupado aliento

que te empuja a la sombra.

De esa muerte,

nadie nunca preparado,

brota el caliente suspiro

y se ruega a un Dios del desorden

la tediosa alegría

que todo el mundo merece.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

POEMA CAREY AMOR

 

Para que veas hasta el final la pasión de mis versos

 

 

 

No sé cómo arrancarle la piel a mi tristeza

o morderle los labios al filo del abismo.

Te siento volando hacia un planeta extraño

recuerdo desnudo los te amos sobre tu piel

y esos amaneceres resucitadores

después de bebernos la saliva del fuego.

Creo que estamos hechos el uno para el otro.

Por ti aprendí a aguardar semana tras semana

para amarte y poseerte como a una rosa sin espinas.

Me aferro a la amorosa tormenta de tus cabellos.

A los delirios necios por la celosía de tus ¡te amos!

¡Te extraño! ¡Amada mía!  ¡Te extraño, putamente!

Déjame rellenar con besos este absurdo abismo.

Deseo buscar tus brazos y recorrer el mismo camino,

así tenga que correr sobre el mar o volar sobre la tierra.

¡Te amo! Por ti le pondré alas a los sueños discapacitados,

porque ya no puedo concebir la vida ni las noches, sin ti.

¡Te amaré siempre! ¡Mi adorada amante voladora!

¡Te adoro! ¡Te amaré! ¡como a una potra o una hembra!

¡Te amaré como un salvaje y sediento caníbal! ¡Te amaré!

¡Venderé mis poemas por las calles o en los buses…

ofreceré mi sangre a un vampiro-muerte ¡si es preciso!…

¡Compartiré dolores, sueños y alegrías con las sombras!

¡Te amaré siempre! Porque sin ti: ¡que se escape la vida!

Me cansé de borrar nombres de amantes fugaces…

de enamorarme para sentir vivos y apasionados los versos.

El tono de las palabras de amor es sublime, si se siente

y la energía con la que se embiste a la vida es única.

¡Te amo! Eres la samaritana que supo sanar mis heridas

la que siempre estuvo ahí, cuando más la necesitaba.

¡Por ti resucité del culo del infierno! y reaprendí a volar

¡Te amo! ¡Mi adorada putica burguesa! ¡Te amo!

porque gracias a tus besos: ¡Volví a nacer!

 

Héctor “El perro vagabundo” Cediel

2008-09-17

 

 

 

 

 

 

 

 

SILENCIO

 

Me siento ciega como el vacío del silencio;

como cuando taladras mis sentidos y mi carne.

¡Silencio! Escucha el amanecer… ¡la aurora se despierta!

croan las ranas, cantan los pájaros… graznan los patos

y nuestras desnudeces como las pinceladas de un poema,

se acarician mudas cual sombras de un arrebol alegre.

¡Silencio! Escucha los versos que mi corazón le canta a tu piel

¡Silencio! Deja que pase de largo el tiempo… ¡Silencio! Silencio…

 

Por Héctor Cediel para Mariluz Martínez Vidales

 

 

LA REALIDAD Y LA UTOPIA

 

   SALIÓ corriendo la Utopía huyendo de la Realidad. Sus pasos parecían firmes y seguros pero su huída era una huída desesperada y sin control. A cada paso que daba la Utopía la Realidad daba dos más.

   En su afán de no ser alcanzada la Utopía buscó ayuda. Fue así como se encontró con un banquero pero éste, preocupado por la bolsa y las divisas, interesado de interés y capital, ni siquiera la escuchó.

   En su atropellado caminar la Utopía se encontró con un clérigo que al principio puso interés en escucharla. Parecían hablar el mismo idioma aunque a veces no se entendían. Y es que la vida espiritual de la que hablaba el sacerdote no era la misma que la de la Utopía. Su vida era una vida que después de la vida se construía con los cimientos de una fe en la que ni el mismo clérigo creía.

   La Utopía siguió huyendo y fue entonces cuando se encontró con un político al que la Utopía reconoció enseguida. Ambos, en un tiempo pasado no muy lejano, habían caminado juntos y cogidos de la mano. Pero terminada la campaña electoral y cuando aquél consiguió el status que buscaba, la Utopía volvió a quedarse sola. Y el político, creíble y diplomático, le dio la espalda.

   La Utopía también se encontró con un hombre. Un hombre que fue adolescente. Un adolescente que fue niño. Y ese hombre al que la Utopía ilusionó de niño y también de adolescente, ni siquiera la saludó porque no la conocía.        

   Al tiempo de ser alcanzada por la Realidad la Utopía se encontró con un poeta, atropellado de versos e indómito de sueños incurables. El poeta parecía distante, pero cuando la Utopía se detuvo a hablar con él éste la escuchó. Ambos se entendieron y se saludaron porque ambos se reconocían. Y vio la Utopía que con el poeta se sentía segura. Al oir llegar a la Realidad la Utopía se escondió. La Realidad se detuvo ante el poeta y le preguntó si había visto pasar a la Utopía. Pero ni el poeta entendía a la Realidad ni la Realidad se entendía con el poeta porque a lo que la Realidad llamaba Utopía era la realidad del poeta. Y cansada de ese mal entendimiento la Realidad se tuvo que marchar. Fue entonces cuando la Utopía se metió en el cuerpo del poeta porque sintió que ese era su verdadero hogar.

   Es por eso que los poetas saben tanto de sueños y los sueños se llevan tan bien con los poetas.  

 

AMADO STORNI

(Jaime Fernández)

 

 

 

 

 

 

ERNESTO “CHE” GUEVARA

 

 

LA flor que siempre es flor de Primavera,

 

el néctar que a los sueños da la vida,

 

el humus de la tierra prometida,

 

el triunfo de la lucha guerrillera.

 

 

El mundo galopante de ilusiones,

 

la rosa que ha nacido sin espinas,

 

tu voz la voz de América Latina,

 

tu luz la luz de nuestros corazones.

 

 

El tiempo descosido de futuros

 

recuerda en cada gesto al comandante,

 

romántico, bohemio, reflexivo.

 

La vida es un enfermo prematuro,

 

la muerte es la más fiel de las amantes

 

y Ernesto “Che” Guevara sigue vivo.

 

 

AMADO STORNI

(Jaime Fernández)

 

 

 

FUE EL BESO SIN AMOR DE UNA PRINCESA

 

 

FUE el beso sin Amor de una princesa

 

de alguna monarquía sempiterna,

 

de una princesa alocada y traviesa

 

que escondía el Amor entre las piernas.

 

 

Fue un beso sin Amor, adulterado,

 

dormido de pasión y sentimiento,

 

anémico, fugaz, interesado,

 

de esos que al soplar se los lleva el viento.

 

 

De besos enfermizos, de hojalata,

 

se pintan tantas bocas caprichosas

 

llenamos la ilusión con tantas cosas

 

que un beso siendo un beso a veces mata.

 

 

Ayer en los jardines de palacio

 

un príncipe se convirtió en batracio.

 

 

AMADO STORNI

(Jaime Fernández)

 

 

 

A JOAQUIN SABINA

 

 

ANARCOTRAFICANTE de la duda

 

Jilguero al que no calla la afonía

 

Osado que dice: “Esta boca es mía”

 

Apóstol de Serrat y de Neruda.

 

Quijote de los sueños de la gente

 

Ufana de morir de mal de amores

 

Indicio de que aún quedan soñadores

 

Nadando siempre contra la corriente.

 

 

Sírvanles la elegancia de tus versos

 

A los que quieren dejarse la piel

 

Buscando Poesía en la basura.

 

Incluso hasta a los pétalos dispersos

 

Nacidos de las flores más oscuras

 

Acuden las abejas a por miel.

 

 

AMADO STORNI

(Jaime Fernández)

 

 

 

 

 

ALGUNOS POETAS

 

 

ALGUNOS poetas escriben

 

creyendo que su soledad es compartida.

 

 

Otros porque piensan que su voz

 

es la voz de los que sufren,

 

de los que no saben hablar o no pueden hacerlo.

 

 

Los más se atreven a escribir sobre el Amor

 

sin haber amado nunca.

 

Y empachan de pasión

 

esos amores que siempre soñaron

 

y que no tuvieron nunca.

 

 

Incluso los hay que se pierden en vocablos,

 

ridículos pleonasmos,

 

epítetos absurdos,

 

redundancias mil veces redundantes.

 

Y ensucian las palabras

 

derramando sin sentido sobre lo que ya tiene sentido.

 

¡Y nadie les entiende!.

 

 

Algunos son poetas de salón,

 

poetas sumergidos

 

en las aguas siempre gélidas del éxito,

 

del éxito que efímero les da

 

el haber ganado un premio.

 

Poetas que se bañan

 

en las vanidosas aguas

 

de ver sus escritos viajando en Internet:

 

versos olvidados descansando

 

en foros literarios que ya nadie visita.

 

 

Hay poetas que cuando el compromiso y la verdad

 

incansables llaman a sus puertas

 

acaban por mirar hacia otro lado.

 

 

Poetas que enmarcan la poesía

 

con títulos que decoran

 

las paredes blanquecinas de un despacho.

 

 

Poetas que se pierden

 

en noches siempre oscuras

 

esperando que una musa

 

con forma de bombilla

 

por fin les ilumine.

 

Y a oscuras… siguen esperando.

 

 

He leído versos aburridos,

 

poemas que despliegan horizontes,

 

que tropiezan

 

y acaban desplomándose en el suelo.

 

 

 

 

 

Y mientras mis poemas,

 

perfumados muchas veces de espejismos

 

y otras tantas de ilusiones,

 

esperan en silencio

 

que el tiempo los rescate

 

de ese olvido tantas veces olvidado,

 

que huérfanos de sueños

 

alguien los adopte como suyos.

 

 

Versos incompletos,

 

dislocados,

 

repartidos,

 

versos infectados de esperanza,

 

preñados de futuros,

 

insomnes de pasiones,

 

compartidos,

 

inmortales,

 

para siempre.

 

 

Pero Bécquer solo hay uno.

 

 

AMADO STORNI

 

(Jaime Fernández)

 

 

La canción del oprimido

 

La canción del oprimido

no puede ser escuchada

porque sufre la censura

del ser que esta sometido.

 

Con la pasión acendrada

y la ilusión más potente

escribe, canta entre dientes

sus arpegios más logrados.

 

Con la sensación más pura

de llegar hasta su gente

las cuerdas de la guitarra

le desvanecen la duda.

 

Sabe que en cualquier instante

de su vida desgraciada

llegará la compasión

hasta su espíritu errante.

 

Lucila Soria
Santiago del Estero – Argentina

 

 

 

 

 

EL ÁRBOL

 

 

En los anales de la historia se puede encontrar una leyenda de un hecho que ocurrió en un lugar muy lejano, quizás incluso en otro mundo, y en otro tiempo también muy, pero que muy, remoto. Nadie puede asegurar que se trate sólo de un relato de ficción o, por el contrario, de unos hechos que aconteciesen en la realidad, pero se me antoja que eso es algo que carece de toda importancia, si no juzguen por ustedes mismos.

 

Por aquellos tiempos, toda la humanidad estaba constituida por dos familias que vivían relativamente cerca la una de la otra, aunque no lo suficiente como para evitar el que cada una tuviese hábitos de vida diferentes. Por ejemplo, mientras una de ellas se dedicaba casi exclusivamente al pastoreo y la caza para subsistir, la otra ocupaba su tiempo en las labores de la tierra y la recolección de alimentos silvestres.

Sus distintas ocupaciones no impedían que ambas se mostrasen amistosas. Es más, mantenían una relación muy cordial y se intercambiaban sus bienes constantemente y sin ningún compromiso. Los pastores solían ofrecer algo de carne a sus vecinos, mientras que éstos les correspondían con frutas y hortalizas que cultivaban. Siempre había sido así, y no había ningún motivo por el que esta situación tuviese que cambiar.

No hasta aquel aciago día que transformó la historia de esta pequeña humanidad para siempre.

Varías lunas habían recorrido ya el cielo estrellado desde la última vez que tuvieron un encuentro, así que el patriarca de los agricultores decidió hacerle una visita a su amigo y vecino pensando que aprovecharía también la ocasión para alguno de sus intercambios. Pero conforme se acercaba a su destino, su sorpresa fue en aumento. Por todo el camino de entrada aparecían una serie de imágenes echas en madera o barro, todas muy parecidas, que representaban una especie de tronco de árbol o algo así, aumentando su número a medida que se acercaba al hogar. Por las paredes de la vivienda aparecía también esta misma imagen pero pintada de diversos colores y tamaños y justo a unos metros de la entrada principal se encontraba la mayor de todas, una gran talla de varios metros de alto y de un grosor desproporcionado fabricada con retazos de madera apuntalados y también coloreada de forma extraña.

Cuando los dos hombres se dieron al encuentro, esta es la conversación que se registró:

 

–¡Amigo Mel! –saludó el agricultor efusivamente–. ¿Pero qué es todo esto que te traes entre manos, algún tipo de reclamo nuevo para tus bestias?

–No digas bobadas Roy –contestó Mel, el pastor–. Y muestra un respeto, haz el favor. Estás ante el Gran Árbol del Guananí.

–¿Cómo dices, el gran árbol de qué? –preguntó de nuevo Roy con una gran sonrisa en el rostro pensando que su vecino le tomaba el pelo.

–No te hagas el tonto, ¿quieres? He dicho el Gran Árbol del Guananí. –en esta ocasión Mel se mostró más serio y tajante en su aseveración.

–Perdón, perdón, no quise ofender, pero es que no entiendo nada. ¿Qué es eso del árbol del guananí? Es la primera vez que lo escucho en mi vida.

–Lógico, ya que sólo a mí me ha sido revelada su existencia –respondió Mel con aires de superioridad–. Pero no te preocupes, eres una persona afortunada por ser mi amigo. Yo te lo contaré todo al igual que hice con el resto de mi familia.

–¿Qué tienes que contarme? –le interrogó Roy muy intrigado.

–Presta atención porque esto que vas a oír es sumamente importante para nuestra futura existencia, amigo. Esta imagen representa al Gran Árbol del Guananí, un árbol de inmensas proporciones que se encuentra al otro lado de las montañas, allá donde ningún ser humano ha sido capaz de llegar. Es único en el mundo y, a pesar de la distancia que nos separa, tiene la capacidad de poder resolver todos nuestros problemas con la caprichosa y tiránica naturaleza que tantos quebraderos de cabeza nos produce, ya lo sabes.

–Un momento, un momento –interrumpió el agricultor algo desconcertado–. No entiendo nada. En primer lugar, ¿cómo es posible que conozcas tú la existencia de ese árbol milagroso si habita en un lugar donde nadie ha llegado? Y en segundo lugar, ¿qué es eso de que puede resolver todos nuestros problemas con la madre naturaleza? Nadie está por encima de ella, es imposible.

–¡Ah, hombre de poca fe! Ya sabía yo que te mostrarías reticente. Algo me dice que la envidia por no haber sido tú su descubridor te reconcome.

–¡Pero qué tonterías estás diciendo! Contesta a mis preguntas si puedes –atajó Roy algo malhumorado por el comentario de su vecino.

–Pues claro que lo haré. Es cierto que nunca he estado en el lugar del que procede, pero eso no es necesario; hace muchas jornadas soñé con él. Se mostró ante mí con una claridad reveladora, su belleza y la luz que de Él emanaba no era comparable a nada conocido. Desde ese preciso momento supe que debía consagrar toda mi vida y la de los míos a Él. Y tú deberías hacer lo mismo si quieres salvarte –concluyó el pastor con rotundidad.

–¿Salvarme de qué? Nada de lo que dices tiene sentido. Pero mira, no importa, ya me lo explicarás otro día, es que ahora tengo un poco de prisa, mi familia necesita algo de carne, como sabrás, y aquí te traigo estas verduras y algo de fruta también para tus animales –el agricultor intentó cambiar de tema al comprobar la insistencia de su amigo en algo que carecía de sentido para él.

–No tan rápido vecino. Ya no podré ofrecerte lo que acostumbraba.

–Pero ¿por qué? –quiso saber Roy sorprendido.

–Es obvio, ¿no? Para que el Árbol del Guananí pueda protegernos de todos los elementos maléficos, hay que cuidarlo, igual que a cualquier otra criatura. Necesita alimentos, agua, compañía. Necesita saber que sus protegidos están aquí respetándolo y adorándolo. Es lógico, tú también lo harías. Parte de lo que te daba a ti tengo ahora que ofrecérselo a Él para que siga cuidando de nosotros. Todos los nuestros se deben ahora a su culto y manutención, no creo que tengamos mucho tiempo para nada más, lo siento.

–¡Pero sí es sólo un trozo de madera! Cómo puedes…

–¡Alto ahí blasfemo! –interrumpió visiblemente enfadado Mel–. No permito que hables así del Él; arrepiéntete de lo que has dicho o todas las calamidades del mundo caerán sobre ti.

–Creo que te has vuelto loco, no puedo creer que toda tu gente piense como tú –exclamó Roy desesperado.

–Pues claro que todos piensan como yo, ¿qué insinúas, que no me respetan? Yo sólo quiero proteger a mi familia, al igual que tú, y haré todo lo que esté en mi mano. Ellos lo saben, por eso creen lo que les digo y se muestran temerosos del poder del Gran Árbol, como deberías de hacer tú y los tuyos. Y por eso mismo no puedo consentir que una presencia turbadora ande por aquí, entre mis hijos. Así que si te niegas a doblegarte a la fuerza de nuestro Gran Protector Árbol del Guananí será mejor que te vayas y no vuelvas, o tendré que tomar represalias contra ti –sentenció Mel.

–Si eso es lo que quieres, así será. Pero procura no acercarte tú tampoco a mis tierras, porque allí ningún estúpido árbol podrá salvarte de mi furia. Hasta nunca, vecino –terminó diciendo Roy al tiempo que se daba media vuelta y volvía por donde había venido.

 

Y así fue como estas dos familias jamás volvieron a dirigirse la palabra amistosamente. Obviamente sí que volvieron a verse en infinidad de ocasiones, ya que ambos necesitaban algunos de los bienes que el otro disfrutaba, pero sus encuentros siempre fueron furtivos, terminando en violentas confrontaciones y batallas interminables donde las dos familias terminaban perdiendo algo importante a cambio de conseguir algo menos importante.

Al menos eso es lo que cuenta la historia. Como ya he dicho, si ocurrió en realidad o no, es algo que todos desconocen. Aunque si está escrito por algo será, y si no lo estaba, ahora sí que lo está. ¿Quién sabe? puede que incluso me lo esté inventando todo, pero…. ¿qué importancia podría tener?

 

 

 

Por Pedro Estudillo Butrón

 

 

 

RECUERDOS

 

 

TANTAS LÁGRIMAS ESCONDIDAS

RECORDANDO LOS VIAJES EN TREN A OROTINA,

AL MIRAR LOS BRILLANTES CELAJES

CUANDO CAE LA TARDE.

 

Y EN MI MENTE EL PUNZANTE RECUERDO

DE AQUEL AMOR QUE SE DESVANECIÓ

A ORILLAS DE TU ESPERANZA.

 

LOS JARDINES QUE RETOÑARON

A LA LUZ DE TU ENCUENTRO

YA LOS SECÓ EL VERANO.

 

PALOMA QUE VUELAS LEJOS DE MI NIDO

CÓMO MENOSPRECIARTE

SI ERES PARTE DE MIS SENTIDOS.

 

PROFUNDOS RECUERDOS ADORMECEN MI MENTE,

SON LOS QUE LLORAN EL SILENCIO DE TUS PALABRAS.

 

FALSAS ILUSIONES MARCARON ESTA VIDA,

BUSCANDO EN LAS LETRAS DE MI POEMA,

EL AMOR DEL ALMA,

AMOR, QUE NO SE OLVIDA.

 

  -Luis Alberto Chinchilla Elizondo-

Autor del Libro “Amor Platónico”

Ganador del 1er concurso de poesía

ofrecido por la Revista Cultural “Espíritu Literario”.

Grecia, Alajuela, Costa Rica

 

 

 

 

EL FINAL DE LAS COSAS

 

Las cosas tienen un fin

escondido en los huesos.

Las cosas buscan auroras

que les recuerden lo efímero,

lo que nada es eterno,

lo que nada perdura.

Vivimos nuestra vida

de momentos marchitados

y los convertimos

en alegrías poliformes,

en desdichas del ambiente,

en desiertos de soledad.

El final de las cosas

está metido en los cuerpos,

nosotros les damos vida,

los hacemos vida

que acompaña la ilusión

perdida de esperanzas.

Somos lo único que resiste

la cuesta sin norte,

el ocaso en el horizonte,

el mañana sin rostro.

Andamos lo caminado,

miramos un alba bajo el tedio,

la espesura sudada

del sufrimiento es un reloj

sin alma desnudo en el sueño.

Somos mortaja y equinoccio,

somos sencilla reconciliación,

somos perplejidad compleja,

somos astros orgánicos.

La poesía es lo único

que nos queda.

Por que es lo único

que no está podrido

por los dotes que el hombre

inventó para sobrevivir.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

23º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

nevandoenlaguinea@hotmail.com

E-MAIL: nevandoenlaguinea@hotmail.com

23º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

NEVANDO EN LA GUINEA

NºXXIII   24-01-2.009

 

EDITORIAL XXIII

Porvenir en blanco y negro

 

El pasado 20 de Enero Obama fue nombrado oficialmente presidente de los Estados Unidos con una puesta en escena espectacular. Parece que en épocas de crisis se acentúa la necesidad de luchar por abrir espacios a la esperanza, aunque nos puede dar la impresión de que haya algo forzado en ese intento. Ya en su momento, sin embargo, expresamos nuestro escepticismo por este nuevo líder que, aun cuando aporte aires nuevos, y frente a Bush no resulta difícil que cualquier cosa parezca esperanzadora, no obstante muchos nos tememos que no va a aplicar ninguna política nueva a favor de los oprimidos, de los pobres, de esa mayoría silenciosa que asiste a la crisis no sin cierto pánico. Que quede claro que nos gustaría equivocarnos.

 

Pese a todo, aceptamos que la presidencia de Obama ya tiene en el ámbito de lo simbólico un aspecto positivo: es el primer presidente negro en un país cuya esclavitud quedó abolida el 1 de Enero de 1863 mediante una Declaración de Emancipación que se ratificó en Diciembre de 1865, esto es, hace 144 años. No podemos menos que recordar la tragedia de la esclavitud en general y la de los negros en particular. Millones de hombres y mujeres africanos fueron transportados a América para trabajar como esclavos y no creemos exagerado afirmar que en gran medida la riqueza acumulada en Occidente durante los tres siglos siguientes a la llegada de Cristobal Colón a América descansa en buena medida sobre los hombros de millones de esclavos. La riqueza en América y Europa costó demasiado sufrimiento y el de los negros es desde luego una de las expresiones más trágicas.

 

Por tanto, reconocemos que la llegada de Obama a la Presidencia de los Estados Unidos es un homenaje a todos aquellos esclavos que trabajaron en aquel país, y por ende en todo el continente, y supone un pleno reconocimiento a todo aquel movimiento abolicionista que durante años luchó por la dignidad de la humanidad, movimiento que tuvo sus nombres, entre los que destacamos los de John Brown, William Lloyd Garrison y el de la escritora Harriet Beecher Stowe, autora de “La Cabaña del Tío Tom”, pero en el que participaron muchas personas cuyos nombres, hoy, no conocemos. Nos parece justo recordar que en una historia tan horrible hubo, sin embargo, personas que levantaron su voz para clamar contra la barbarie y actuaron, como los cuáqueros u otros movimientos de emancipación, por un mundo de justicia.

 

Evidentemente, nosotros vinculamos también el abolicionismo al movimiento de emancipación africana que un siglo después luchó por la libertad y la dignidad de los pueblos de África. Amílcar Cabral, Thomas Sankara, Agostinho Neto o Nelson Mandela, entre otros muchos, aportaron su lucha y su conocimiento para que la ignominia de la esclavitud y el colonialismo quedaran definitivamente abolida. Hubo también un gran movimiento cultural que se desencadenó a partir de esta corriente liberalizadora, un movimiento que no fue, desde luego, homogéneo, y para ejemplo la polémica sobre la Negritud defendida por Léopold Sédar Senghor, Berago Diop o Aimé Césaire, pero rechazada por Wole Soyinka. A todas luces, las discrepancias fueron resultado de la amplitud de una realidad que debe tener hoy su continuación.

 

Hablar de una cultura negra o blanca (o china, o india) nos parece hoy limitar la expresión del ser humano. Sin embargo, puede ser una referencia más para un magma de autores y artistas en general que, en buena lógica, han de influirse unos a otros. Esta es nuestra apuesta.

 

 

 

 

 

 

MERA COMPAÑIA

 

   Hoy hemos discutido,

por nada, por memeces, por tonterías.

Te miro con el rabillo del ojo y te veo desolada,

solitaria, desamparada, gimiendo vacíos delante de la televisión.

Te veo cambiar de canal,

perdida, aburrida, buscando luces en los rayos catódicos,

vas recorriendo todos los canales.

No te paras en ninguno,

ninguno te satisface, ninguno te gusta.

Te paras en uno de cocina, pero no, no te quedas,

sigues con uno de cantantes, te vas por los bulevares de la risa,

pero tienes muy pocas ganas de reírte, pasas hacia otro de bricolaje, pero no, no te satisface.

Te vas a la cocina  coges un vaso de mazamorra,

te lo comes con pesadumbre, te incorporas suspirando,

cambias de canal constantemente.

Terminas la mazamorra.

Dejas el vaso vacío en la mesita.

Cambias de canal huyendo de la monotonía,

escapas de las crónicas rosas sumergida en un bostezo,

vuelves a cambiar, te levantas, te vuelves a sentar,

te cruzas de piernas, te rascas la barbilla,

miras un programa de noticias, pero uff,

demasiada sangre y violencia.

Me miras de reojo, yo finjo no mirarte.

Disimulo en mi ordenador haciendo no sé qué cosa.

Sigues buscando una aurora descalabrada a pedradas de alegría,

sigues cansada el camino hacia la luz,

te veo desvalida, derrotada, indefensa, miras y no ves,

haces como que miras.

De pronto, disimuladamente te miro,

te has dormido.

Te veo plácida durmiendo entregada a la cúspide

de un sueño efímero y transitorio, de paso, por si acaso, fugaz.

Entonces me quedo solo. Ya no tengo tu mirada.

Ya no estás conmigo. Estás como un ángel.

Estás totalmente esparcida en el sofá.

Estás como un niño lactante durmiendo su nada.

Estás entregada a la súbita derrota como en un manantial de tranquila presencia y efluvio de paz sencilla.

Y yo me pregunto: ¿qué soy en tu noche de televisión?

Y suspiro mi verdad desnuda tragando la cruda realidad

de tus noches sin fondo, tus noches opacas, tus noches vacías.

¿Y qué soy?

Pues soy una mera compañía que está a tu lado.

Una mera compañía que te discute, que te increpa, que te quiere.

Tú mientras, babeas tu noche vacía.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

La Isla

 

 

         La niña apuntó con el dedo hacia el mar. Dirigí mi mirada al lugar que Suzette me indicaba. Vi aproximarse un velero. Estaba todavía lejos. Distinguí a dos hombres y una mujer, los tres blancos, que realizaban maniobras para aproximar la embarcación al atracadero. Tardarían un rato. Nos acercamos nosotros también hacia el embarcadero cruzando la playa por la que habíamos paseado toda la mañana y que tanto nos gustaba porque en ella hablábamos largo y tendido, nos quedábamos a veces embelesados ante el mar, nos inventábamos historias y sin duda era el lugar más hermoso que conocíamos. Claro que yo conocía más mundo que la niña, que apenas había salido de la isla pero tampoco creo que se planteara vivir en otros parajes.

         Suzette me preguntó si esperaba gente, le respondí que no. Estaba ansiosa y emocionada por saber quienes eran aquellos extraños. No eran frecuentes las novedades entre nosotros. Pocas veces llegaba gente a la isla, menos aún blanca. Creo que durante mucho tiempo al único blanco que muchos en la isla habían visto era yo y no sé si me gustaba por una vez romper aquel monopolio. Ellos nos vieron cuando estaban a pocos metros del embarcadero y se quedaron también extrañados al descubrirme. Evidentemente no se esperaban encontrar a un europeo, llegaban con el deseo de ser los descubridores de aquel archipiélago tan apartado del resto del mundo, los primeros en llegar, y de repente se daban de morros conmigo. Imagínense por un momento que Colón, al alcanzar las playas de la que sería La Española, descubriera a un feliz castellano recibiéndole con total parsimonia. Claro que en estos tiempos nuestros ya ningún sitio del mundo está por descubrir, no se puede comparar.

         Terminaron de atar su embarcación. De cerca ésta era más grande de lo que nos había parecido un rato antes, desde luego no era un simple velero. Bajaron los tres y se acercaron a nosotros, que les esperábamos en la playa. Nos saludaron. Intentaron hablar en portugués, pero apenas lo chapurreaban. Noté que eran franceses. Yo me dirigí a ellos en su lengua. Hacía años que no la hablaba y me sorprendió gratamente la fluidez con que conseguí hablarles. Mi vida casi monástica, lejos de Europa, parecía no haber mermado mis capacidades de antaño, pensé. Me dijeron que estaban de turismo, querían probar el yate nuevo, nos lo apuntaron con el dedo como si de pronto nos lo enseñaran, no sin orgullo, y se habían atrevido a llegar al archipiélago. Por un momento temí que pudieran ser contrabandistas o alguna cosa así, pero su aspecto les delataba. Les pregunté si pensaban quedarse mucho tiempo y les ofrecí mi morada para pasar la noche si lo deseaban, pero me dijeron que tenían intención de salir a media tarde, regresar al continente, pero agradecieron vehementemente mi siguiente oferta, a la que Suzette se añadió con esa amplia sonrisa suya que impedía muchas veces a cualquier persona negarse a cumplir sus deseos, oferta que no era otra que enseñarles el lugar. No es una isla grande, les anuncié no sin la afectación de quien se identifica plenamente con un lugar pequeño, una patria chica, aun cuando fuera de adopción, se ve en medio día, añadí.

         Mientras nos acercábamos a la aldea noté que sentían curiosidad por mí. Sin embargo, yo no estaba dispuesto a satisfacérsela. Tendría que hablarles de mi vida antes de aposentarme en el archipiélago y me esforzaba ya mucho por olvidar mi pasado, por olvidarme por completo del hombre que fui. Por suerte, su buena educación les vedaba formularme preguntas directas. Supe por contra que la mujer estaba casada con uno de los hombres y el otro era un buen amigo de ambos. Se quedaron sorprendidos por la aldea cuando llegamos a ella. Todo, dijeron, estaba muy ordenado y muy limpio, nada que ver con el continente donde todo resultaba caótico. No pude menos que darles la razón. Aquí todo es diferente, les dije reafirmándoles el dictamen. Casi el paraíso, murmuró la mujer. Recordé que yo también había pensado lo mismo cuando llegué. Sin embargo, les comenté como si fuera necesario incluir una nota negativa, muchos de los habitantes habían marchado, habían emigrado a Europa. Era como decirles que no todo era lo que parecía a primera vista era como lo pensábamos, que aunque no nos lo creyéramos, y yo mismo no me lo creía del todo a pesar del tiempo que llevaba en la isla, o a veces no me lo quería creer, había puntos flojos que había empujado a algunos a marchar. No obstante, me callé que sin duda bastantes, por no decir todos, de los que marcharon no serían felices allí donde estuvieran, que recordarían con añoranza la isla. Pero era algo que yo tampoco sabía con certeza.

         Pronto nos entró hambre. Propuse comer en mi casa y aceptaron. Se añadió Nemas, que parecía apenas preocupada porque Suzette y yo no habíamos vuelto de nuestro largo paseo matutino y nos había esperado como todos los sábados. Sin embargo, no pareció sorprendida porque llegáramos acompañados por aquellos desconocidos. Hubiéramos podido haber sido secuestrados por piratas, bromeé. Rió. Aquí no hay piratas, me dijo en la lengua local, en todo caso ellos serían más atractivos para los piratas. No pude menos que darle la razón. Suzette, por su parte, parecía encantada con la mujer, jugaba con ella como si se conocieran de toda la vida.

         Mientras comimos supe que eran profesionales, abogados los dos hombres, arquitecta la mujer, que vivían en París. Me hablaron de sus vidas y de cómo de pronto se habían visto sumergidos en una existencia sin sentido. De repente, se dieron cuenta de que no podían continuar así y habían decidido buscar alternativas. Les escuchaba quejarse y me pregunté cómo era posible que cuando se alcanzaba un cierto nivel material uno descubría que faltaba algo que impedía la felicidad, la ansiada felicidad tan deseada y tan poco lograda. Y usted aquí de qué vive, me preguntó el marido. Seguían  interesados en conocer mi historia, saber por qué había terminado en aquella isla. Pero yo no quería remover el pasado, el mío, sólo a mí me correspondía bregar con mi vida. Doy clases a los niños, me justifiqué, al fin y al cabo tampoco sentía mi vida allí como algo ligado al trabajo. Un maestro, dijeron a la vez. Sonreímos. Ahí quedó todo.

         Les acompañamos hasta el barco después de una muy grata sobremesa. No querían que se les echara la noche en alta mar, por lo menos querían ver las luces de la costa. Habíamos charlado como si fuéramos viejos amigos que pasan juntos un sábado por la tarde. Les vimos partir y alejarse de la isla poco a poco. Mientras volvíamos a casa, Suzette me preguntó a qué me dedicaba yo en Europa. Le acaricié el pelo. Le propuse una carrera y sin avisar salí corriendo mientras ella, detrás de mí, se reía a carcajadas.  

 

Juan A. Herrero Díez

 

 

 

CRÓNICA NEGRA

DEL GRAN HERMANO XIII

 

Vamos todos a ver el escaparate repulsivo

del raiting vencedor arropados en el filo frío del cuchillo

en el horario masivo de media noche de gala.

Veamos el espectáculo inofensivo

de ver a la presentadora del reality show en pleno ejercicio

de una moral pachorra y viejarrona

resumida en unas breves notas de petulante prepotencia.

Todos verán el edredoning mascachapas

de la puta de España con el machito musculado

que se envalentona solamente cuando va borracho.

Siéntense y vean la burda mentira de la realidad estupefacta.

Acomódense sin hacer zapping

 y vean como los viciosos productores televisivos

 usan a la juventud,

con la varita mágica de la ley del embudo,

como si fuesen monigotes de trapo que golpear como a un saco.

Apresúrense a ver la tórrida escena de la chabacana

del extrarradio pelear con la mentira del mundo

en una ordinaria riña de verduleras pregonando carencias.

No se asombren de nada.

Esto es el pan de cada día.

El Amén es una escalera de luz

que buscan los chicos deseosos de fama efímera y rentable

 desnudando su alma si fuere preciso,

perdiendo la dignidad si se lo piden, humillándose si encarta.

Cuando junten los cuatro duros para montar un pub donde

las chiquillas se abran de piernas y los afortunados sean alcurnia,

de nobleza de bambolla y ralea con aire de grandeza,

se impartirá la lección magistral y elitista de la estrategia

inteligente de brincar como un mono.

Vean y disfruten del orgasmo hecho sueño de oropel

con que engañan a los niños tontos y torpes.

¡ATENCIÓN, ATENCIÓN!

Conectamos en directo con la casa:

¡Se ha producido un subidón de audiencia!

Y es que el muchacho musculado se le ha ido la olla

y ha lanzado un aparato conectado a la electricidad al jacuzzi

lleno de agua y espuma de jabón

donde estaban sumergidos varios concursantes del programa.

¡Han quedado totalmente achicharrados!

¡Señoras y señores!

¡Qué buen invento el de la vida en directo!

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

 

 

AMOR PLATÓNICO

                       (Canción)

NAVEGANDO EN EL MAR DE MIS RECUERDOS

MIRANDO CAER LA LLUVIA EN LA ARENA

RECORDANDO AQUELLOS OJOS BELLOS

Y SU LINDA PIEL MORENA.

 

AQUEL DÍA LA BUSQUÉ EN SU PUEBLO

PUES SU NOMBRE CONOCÍA

Y AÚN LA SIGO YO BUSCANDO,

SU RECUERDO ES MI AGONÍA.

 

¿DÓNDE ESTÁS?

¿POR QUÉ NO ME RESPONDES?

Y CUANDO EN SUEÑOS TE LLAMO

NADIE CONOCE TU NOMBRE.

 

PORQUE ESTE AMOR CALLADO

ME AHOGA EN SILENCIO,

SOÑANDO ESTAR A TU LADO

AUNQUE TÚ YA TIENES DUEÑO.

 

¿DÓNDE ESTÁS?

MUJER DE MIS ENSUEÑOS

PARA ESCRIBIRTE LINDOS VERSOS

COMO ANTES YO LO HACIA               (coro)bis

PORQUE TE SIGO AMANDO

CADA NOCHE, CADA DÍA.

 

CON ANSIAS PIDO AL CIELO

BORRAR DE MIS ADENTROS

ESTE PUNZANTE RECUERDO

ES AMOR, QUE NO SE OLVIDA.

 

-Luis Chinchilla Elizondo-

 

 

DEMOCRACIA

 

Otro de los grandes problemas que tienen las democracias actuales es el siguiente: necesitan contentar a todo el mundo, incluso a las minorías.

¿Por qué pienso que esto supone un problema? Como ya comenté en el artículo anterior, es algo obvio el hecho de que todos no somos iguales ni pensamos de la misma forma. Vivimos en una sociedad excesivamente poblada y diversificada; esta situación conlleva dos problemas: el primero es que cualquier corriente de pensamiento que se nos ocurra, por estrafalaria que sea, será seguro que encontrará cientos de adeptos y personas que darían cualquier cosa, incluso la vida en algunos casos, por defenderla, teniendo en cuenta el nivel tan alto de exigencia que estamos alcanzando los ciudadanos de a pie (en muchos casos injustificada), tal y como predijo Ortega y Gasset en su libro La rebelión de las masas.

Si este primer problema deriva de la diversidad a la que hacía referencia, el segundo es consecuencia del exceso de población tan brutal a que está sometido el planeta, que hace que cualquier minoría esté compuesta por miles de individuos. Y, como todos sabemos, tal cantidad de personas hacen mucho ruido e, incluso, pueden hacer mucho daño si se lo proponen. De ahí que cualquier gobierno que se precie se vea en la necesidad de contentar a cualquier minoría que pueda causarles problemas.

¿Pero qué ocurre cuando aparecen grupos con ideas contrarias? Sería lógico pensar que se tratará de complacer a aquél que pueda ser más problemático, es decir, al que haga más ruido. Si no existen grandes diferencias al respecto, lo normal sería satisfacer las necesidades de aquellos que presenten una ideología más cercana a la de los líderes de turno, o algún otro tipo de acercamiento con estos, ya sea de amistad, familiar o por intereses económicos. Lo cual provocará el enojo de los partidos en la oposición que, inmediatamente, tomarán partido por la minoría más desfavorecida, ocasionando las consiguientes divisiones en la población y la alteración de la vida pública por problemas que a priori sólo eran competencia de unos pocos.

Se me ocurre un ejemplo ficticio (un poco tonto, pero sólo es eso, un ejemplo). Pongamos que a alguien le da por constituir una asociación en defensa del escarabajo de la patata, alegando  que éste se encuentra en peligro de extinción debido al uso de pesticidas. Por lo ya expuesto, pronto, dicha asociación crecerá en integrantes, consiguiendo formar un numeroso grupo de personas preocupadas por el futuro de dicho coleóptero, aunque sin dejar de ser una minoría poco importante en el conjunto de la sociedad.

Pues bien, no tardará en aparecer otra sociedad de individuos equivalente que se declaren detractores del escarabajo de la patata, por el mucho daño que éste hace a los cultivos, por ejemplo. De la misma manera, también esta última asociación se verá pronto aumentada en número de asociados, convirtiéndose así en otro importante grupo, aunque, al igual que el anterior, también de escasa relevancia para el interés general de la población.

Hasta aquí todo transcurriría de un modo normal, pero es de suponer que llegará un momento en el que la administración general deba tomar partido por uno de estos grupos, por ejemplo, cuando llegue la hora de conceder alguna subvención. Llegado el caso, se decantará por uno o por otro a consecuencia de alguno de los motivos ya expuestos (personales, familiares o económicos). Pongamos que se inclina a favor de la asociación que defiende al bicho. Inmediatamente, la oposición lo hará a favor del grupo contrario, aunque hasta ahora no hayan oído hablar de ellos ni le importe en nada el futuro de semejante criatura.

Y ya tendríamos el lío formado; debates públicos, improperios de todo tipo por ambas partes, exaltación general de la clase política,… En poco tiempo, un problema que sólo afectaba a una minoría de la población, habrá llegado, a través de todos los medios de comunicación, a la vida de todos los ciudadanos, obligándolos a tomar partido de alguna forma en dicho debate, y ocasionándose como resultado la consiguiente división entre una población que, hasta este momento, se encontraba totalmente ajena a semejante disyuntiva.

Como ya he dicho, el ejemplo es un poco tonto, y puede parecer exagerado; pero si lo extrapolamos a otros asuntos más relevantes de la vida pública, comprobaremos que así es como funciona la política, al menos en este país, donde, gobierno y oposición (y con ellos el resto de la población) se encuentran continuamente enfrentados por supuestos problemas en los que, en la mayoría de los casos, es un simple cambio de punto de vista el que origina la división, en vez del grave problema que nuestros líderes pretenden hacernos ver, justificando así su “importante” e “imprescindible” labor en esta nación.

Como dije al principio, este es otro de los grandes problemas con los que se enfrenta la democracia que todos conocemos y que, por supuesto, a todos nos afecta. Y es así porque, al tener tanto peso una oposición, si ésta se lo propone, puede dar al traste fácilmente con cualquier proyecto político que pretenda implantar el gobierno de turno, elegido libre y democráticamente por la mayoría de los ciudadanos, sea éste mejor o peor, atrasando de esta manera el desarrollo social de todo el país. Esto es algo inevitable, ya que, como todos sabemos, el principal interés de todo partido político siempre será llegar al poder (o mantenerse en él), a costa de lo que sea, incluso, del bienestar de la población. Quizás su segunda preferencia pueda ser la felicidad de los ciudadanos, pero mientras siga siendo sólo la segunda, nada tendremos que hacer, porque la lucha por el poder es algo que siempre estará presente en una democracia, donde cada cuatro años se deben de enfrentar los diferentes partidos en las urnas.

Con esta forma de proceder es muy difícil, por no decir imposible, que una persona justa, imparcial y cuya única intención sea mejorar la calidad de vida de sus conciudadanos, pueda optar siquiera a llegar a lo más alto del poder gubernamental, tal y como auguró en su día el filósofo ateniense Sócrates cuando dijo: “Es de todo punto necesario que aquel que combate francamente por la justicia, si ha de salvarse por algún tiempo, viva como un simple particular, y no como hombre público.” Si tengo razón (y ojalá no sea así), nos encontramos en la terrible situación de que nuestro destino siempre se encontrará en manos de personas sin escrúpulos y sin visión de futuro, más allá de los cuatro años pertinentes que les toque gobernar. Para probar dicho argumento basta con escuchar los discursos de los diferentes líderes políticos cuando se encuentran en campaña electoral y durante cualquier otra época del año; apenas difieren. Para ellos, los cuatro años de legislatura suponen una continua campaña electoral, es decir, están constantemente preocupados por ostentar el poder, mantenerlo, o desprestigiar al contrario. Como todos sabemos, durante una compaña electoral, nadie gobierna, así que, si ésta dura cuatro años, saquen sus propias conclusiones.

Por si todo esto fuera poco, nos encontramos aún con otra dificultad añadida. Hay dos formas de ganarse un electorado: una de ellas sería convenciéndolo de que somos mejores que los demás, demostrándolo con hechos. Pero esta es una forma cara, complicada y que sólo da resultados a largo plazo. La otra sería convencer a los ciudadanos de que los demás son peores que nosotros. Esta forma resulta más sencilla, rápida y barata, ya que nuestro lenguaje y nuestra justicia permiten, con facilidad y total impunidad, el engaño, la exageración y la tergiversación de los hechos y de las palabras. Ni que decir tiene cual es la forma que eligen nuestros líderes, porque, si en algo son unos expertos, es en el uso y la práctica de la dialéctica y la retórica, que, dicho sea de paso, es prácticamente el único requisito que se le exige a una persona para aspirar a un alto cargo político (aparte de la falta de escrúpulos).

Por todo lo expuesto, y teniendo en cuenta la tendencia educativa del momento, que Dios nos coja confesados cuando lleguen las futuras generaciones de gobernantes al poder, máxime, considerando el ejemplo que están dando los actuales.

 

 

Había llegado en ellos (los doctrinarios) a convertirse en un instinto la impresión radical de que existir es resistir, hincar los talones en tierra para oponerse a la corriente. En una época como la nuestra, de puras “corrientes” y abandonos, es bueno tomar contacto con hombres que no “se dejen llevar”.

Guizot

 

 

Aparte las doctrinas particulares de pensadores individuales, existe en el mundo una fuerte y creciente inclinación a extender en forma extrema el poder de la sociedad sobre el individuo, tanto por medio de la fuerza de la opinión como por la legislativa. Ahora bien, como todos los cambios que se operan en el mundo tienen por efecto el aumento de la fuerza social y la disminución del poder individual, este desbordamiento no es un mal que tienda a desaparecer espontáneamente, sino, al contrario, tiende a hacerse cada vez más formidable. La disposición de los hombres, sea como soberanos, sea como conciudadanos, a imponer a los demás como regla de conducta su opinión y sus gustos, se halla tan enérgicamente sustentada por algunos de los mejores y algunos de los peores sentimientos inherentes a la naturaleza humana, que casi nunca se contiene más que por faltarle poder. Y como el poder no parece hallarse en vía de declinar, sino de crecer, debemos esperar, a menos que una fuerte barrera de convicción moral no se eleve contra el mal, debemos esperar, digo, que en las condiciones presentes del mundo esta disposición no hará sino aumentar.

John Stuart Mill

 

La misión del llamado “intelectual” es, en cierto modo, opuesta a la del político. La obra intelectual aspira, con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban.

Ortega y Gasset

 

 

 

Por Pedro Estudillo Butrón

 

 

Elaboré un avión de papel para escapar lejos y no volverte a ver; sentía explotar de dolor el alma y recordé tus abrazos… y me acordé de tus besos… recordé tu aroma y tu piel…y tu pubis… y rememoré que nunca te he podido olvidar… evoque la brisa que arrastró el perfume de nuestros besos y palideció el carmín de mis labios, al no respirar tu aroma. Se marchitaron las horas y el color de los ojos por la agonía ¡Se que tu amor, nunca volverá! El pasado será: el profeta de nuestro futuro. Deja que los besos de mis caricias, vuelen como alcatraces sobre tu cuerpo desnudo. Soy el chupaflor de la luna llena de tu corazón y de las esencias de la flor del placer. Dentro de tu carne, aún palpitan las huellas de los silencios de tus malos pasos. Te enseñé a soñar como un caudaloso río brillante y a palpitar como la sangre errante, saltando de errores a aciertos y algunas veces a la inversa… A veces intento alejarme, fatigado por tus necedades. Te extrañaré… pero el solo imaginar con no encontrarte, hace que recule mi alma, baje la cabeza y se olvide del daño. Es fácil aprender a amar y difícil…casi imposible: ¡Olvidar!

 

 

Por Héctor J. Cediel Guzmán

Bogotá (Colombia)

 

 

 

¡Amada amante! ¡La culpa siempre es del primer beso! Me acostumbre a revivir los versos de las canciones contigo… me enamoré beso a beso de las palabras amorosas de tu piel… creí que Desiderata era la máxima maravilla para ablandar sentimientos… transcribí en versos las imágenes que me inspiraba tu cuerpo; me acostumbré al verde de tu mirada, al rojo de tus caricias, al azul de tus besos… no imagino el frío de la oscuridad sin ti… se pregona un otoño y ya me siento triste… Necesito sentir tus labios, para que broten los versos que invernan en mi corazón… ¡Hay tanto amor, dentro de mí! ¡Hay tanto amor, que me exploto! ¡Deja que tus caricias, abran las exclusas! ¡Déjame inundarte y sospecharte preñada! ¡Déjame imaginarte hasta la perplejidad de la madrugada!

 

 

Por Héctor J. Cediel Guzmán

Bogotá (Colombia)

 

 

YO SOY UN HOMBRE SINCERO

 

“Esa marcha hacia la desintegración

que ha sido el vivir nacional cubano”.

JOSÉ LEZAMA LIMA

 

Yo soy un hombre sincero

de donde no nace la palma

mediterráneo del mundo soy

a los mágicos palmares voy

y de su glorioso sitio retorno

a mi entorno de radiantes soles

y azules bucles de espumas

de sales que besan arena dura.

Mi verso desea ser surtidor

de gargantas de intramuros

que venza los silencios mudos

y sea expresión hermosa

de corales breves y sencillas

enarbolada bandera de azules

que acaricie como manto de flores

los caminos de ambas orillas.

No oculto en mi pecho bravo

el tremendo dolor que me hiere

la desintegración de la nobleza

y el entendimiento engullido por sierpes

que creen que el resplandor de la belleza

es la señal terrible del enemigo.

¡Ay!, ese crisol tan joven

que no sabe definir su hermosura.

 

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

 

22º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

nevandoenlaguinea@hotmail.com

E-MAIL: nevandoenlaguinea@hotmail.com

22º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

NEVANDO EN LA GUINEA

NºXXII     16-01-2.009

 

EDITORIAL XXII

Sobre razas, racismos y

obviedades varias

 

Dos hechos han vuelto a poner el tema del racismo en el candelero: la elección de Obama como primer presidente negro de los Estados Unidos y la ofensiva de Israel en Gaza que nos ha devuelto los fantasmas del antisemitismo. No es que el racismo hubiese estado adormecido todo estos años, por desgracia hemos asistido con frecuencia en todo el mundo a actos vandálicos que tenían como origen la voluntad de diferenciar a los seres humanos en etnias y darles a éstas una valoración negativa o positiva, según la perspectiva del descerebrado de turno, como si pesadilla del nazismo o del apartheid pudiera recomponerse en estos inicios del siglo XXI, lo que nos indica que por desgracia la inteligencia no abunda en nuestros días.

 

Respecto a la elección de Obama como presidente de Estados Unidos, que le llevará el 20 de Enero a ocupar el cargo, ya mostramos en nuestro editorial XII un cierto escepticismo hacia las posibilidades de cambio bajo su presidencia. No es que no reconozcamos la fuerza simbólica de que una persona negra llegue a la Casa Blanca, pero mucho nos tememos que el color de la piel nada tiene que ver con la mayor o menor grandeza de una persona. A esta altura de la historia cuesta trabajo creer que alguien pueda darle tanta importancia a pertenecer a una raza o a una etnia. Pero es así. El lamentable silencio del presidente electo ante lo que pasa en Próximo Oriente muestra bien a las claras las contradicciones y las dificultades con que se va a enfrentar para superar ciertos obstáculos, si es que hay voluntad de superar algo, sin importar cual sea su raza.

 

Y es en el conflicto de Gaza donde se nos aparecen muchos fantasmas dolorosos. Que parta por delante algo que ya hemos manifestado en nuestro editorial número XX (pedimos perdón por tanta auto referencia): nuestro horror ante la desproporción de un ataque que por ahora ha dejado alrededor de mil muertos entre los palestinos. No podemos entender la lógica de la guerra, ni siquiera de una guerra defensiva que causa semejante masacre entre la población civil. Pero sin ánimos de ser equidistantes, no lo somos, tampoco entendemos algunas reacciones que nos parece asimismo fruto del lado más tenebroso del ser humano, como la de responsabilizar a todos los judíos que en el mundo haya de la política de Israel, responsabilidad única y exclusiva de su gobierno (y en todo caso de quienes lo apoyan) y menos aún lanzar discursos de maquinaciones judías que nos recuerdan a las referencias de un contubernio judeo-masón al que hacía referencia el dictador español surgido de la Guerra Civil.

 

También nos cuesta trabajo tener que diferenciar hoy que una cosa es la política de un gobierno y otra muy distinta una población. Los ataques sufridos por comunidades judías en todo el mundo, aun cuando no sean tan graves como las sufridas por los palestinos de Gaza, suponen una ignominia imperdonable. ¿Acaso habrá que responsabilizar a todos los negros del mundo si Obama llegase algún día a atacar a algún país, como ha hecho su predecesor? Es tan obvio que cae por su propio peso. Es evidente que rechazaríamos con la misma fuerza cualquier violencia que tuviera como objetivo la población civil de Israel. Atacar a personas indefensas como venganza de las políticas de los gobiernos nos resulta cuanto menos criminal, y como ejemplo tenemos Madrid.

 

Si nos ocupamos levemente de este tema es porque creemos que la base de toda cultura es la relación de todas las personas. El intercambio entre seres humanos de razas, idiomas, pueblos, culturas y expresiones distintos ha enriquecido a lo largo de toda la historia a todos. Nada es patrimonio de nadie. Quien no quiera verlo así él se lo pierde. Entendemos la cultura como algo vivo, que está en la calle, que forma parte de la cotidianidad y no requiere de grandes palabras ni discursos elevados. No hace falta tampoco acudir a las listas de artistas judíos o negros que han enriquecido eso que llaman el acerbo cultural, cualquiera de quienes nos leen no le costará dar con más de un nombre, pero también creemos que desde el momento en que han dado a conocer su obra ésta ha dejado de pertenecerles para formar parte de cada uno de nosotros. Y una vez más tenemos que decir que preferimos mil veces el arte y la palabra que la brutalidad de las armas. Hasta nos da un poco de vergüenza tener que escribir tanta obviedad.

 

 

 

LA PATRIA DEL MESTIZAJE

 

La noche está pariendo al hombre del mañana

bajo los vestigios virginales de la desnudez.

El primer párrafo lo escribió el evangelio nocturno

de hombres marcados por la estrella ciega de una mar

infinita y salvaje.

 La verdad la escriben los que están entre la mitad

de la virtud de la raya de en medio

y entre la mitad del crepúsculo azul que los tiempos sombrean.

El Inca Garcilaso

nació después de los sangrientos cruces de rabia y cólera

entre los hijos del sol y los dueños de la madrugada inocente,

 pues al alumbrarlo su madre, llamada Chimpu Ocllo,

logra desenmarañar abriendo su quijada a la entraña de luz

que el sendero y el rumbo conocen.

Los mundos son una espiral vencida.

Los mundos son vegetal prisa de desengaños tardíos.

La aurora sorprendida da de mamar a los perros

que pretenden ladrarle a la sombra chinesca

que proporciona la luz de la lumbre.

Los niños del mañana son una sangre que merecen

los amantes que despiertan del letargo y del fugitivo sueño.

El papagayo es la alondra que sostiene la selva en su seno.

La alondra es un lucero que se apaga como una luciérnaga

ardiendo de cara a un sol enajenado.

El sol es heredero de un mestizo pueblo

que sembró Gonzalo Guerrero, un andaluz-maya,

que emergió de una esclavitud rota por el sentir

magno de la amistad y la tolerancia.

Yucatán te recuerda en todo grano de arena,

en toda mota de polvo, en todo sueño esfumado,

en toda hebra de pluma, en todo suspiro liberado,

en todo inmortal alumbramiento.

Yucatán es un “no os entendemos”

que esa ignorancia ridícula señala nombrando

futuros en las arrugas profundas de la flor del tabaco,

y la palidez del viento,

que a nada ni nadie comprende,

 y su fuerza traicionera,

es ímpetu hecho de ira y soberbia

que siembra su miedo entre los huracanes de la Tierra.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

Un día cualquiera

 

 

            Tomaste la decisión casi sin pensarlo. Hay momentos, barruntaste, en los que no puedes ponerte a pensar en los detalles porque entonces no decides nada y te quedas inmóvil, estancado, dominado por el pánico. Y no estabas para eso. Había que coger el toro por los cuernos, de una vez, y con aparente firmeza entraste en la joyería, encañonaste a los empleados y te llevaste el dinero de las cajas y algunos anillos de oro que sería fácil vender en algunas tiendas que no pedían datos. Disimulaste el pavor que te entró al comenzar, sabías que de ello dependía que te tomaran en serio. Y te tomaron en serio porque sentiste el miedo en los tres dependientes. Fue rápido. Metiste el dinero en la cartera y los anillos en los bolsillos de la americana, escapaste por transitadas calles que ya conocías de sobra. Habías dejado el coche cinco calles más allá, la chaqueta y la cartera las colocaste en uno de los asientos de atrás y saliste de la zona con calma, sabiendo que ya nada torcería tu salida del centro, que te habías confundido perfectamente con toda la gente que avanzaba por las calles, que no era poca, y que podías respirar tranquilo.

         Al llegar a tu casa contaste el dinero. Era un buen botín. Con eso tenías de sobras para pagar las deudas y aún te quedaba un buen pellizco para ir tirando. Además, estaban los anillos. Te preguntaste si era mejor venderlos ya, aquel mismo día, o si era mejor esperar un tiempo, unas semanas o algunos meses incluso, y acudir a algunas de las tiendas del puerto. No dependías tanto del dinero de los anillos, podías esperar, pero pronto te preguntaste si no serían una prueba en caso de que la policía llegara a sospechar de ti, que aunque creías que lo habías hecho bien, no las tenías todas contigo al fin y al cabo. Era mejor que te los quitaras de encima. Tu aspecto era lo bastante normal como para que nadie se acordara de ti, había miles de tipos que coincidían con tu cara, que por otro lado habías ocultado tras una bufanda, tu altura, tu forma de vestir. En definitiva, nada llamaba la atención, de hecho mucha gente te encontraba parecido con amigos o familiares suyos, así que si no había pruebas, mejor, siempre podías argüir que se confundían en caso de que la policía te visitara, aunque te sosegaste inmediatamente, si no te habían pillado en la misma joyería o cerca de allí era más que probable que ya no te pillarían, y los anillos te los ibas a sacar de encima ahora.

         Te cambiaste de ropa y fuiste al puerto en metro. Es verdad que al principio te sentiste extraño, mirabas a todos los lados, viendo en cada persona cuyo comportamiento resultase algo extraño un ápice de sospecha. Sin embargo, nadie te seguía. No te costó nada vender los anillos. Acudiste a varias tiendas, en cada una de ellas ofreciste dos o tres anillos, y en todas te dieron sin duda un precio más bajo del que correspondía, pero aceptaste porque la gente que iba a esos establecimientos era poco dada a discutir el precio, necesitaba el dinero y cualquier cantidad era bienvenida. Así que no te quejaste ni intentaste que te pagaran más. Por otro lado se trataba de evitar que se acordaran de ti, así que cuando menos trato, mejor. 

         Decidiste volver a tu casa a pie. Te apetecía andar, relajarte. Pensaste en pasar por la oficina de empleo a ver si había alguna oferta que te pudiera interesar. Había que mantener ciertos hábitos para no levantar sospechas, aunque era poco probable que los funcionarios de la oficina de empleo sospecharan de ti y ni siquiera se les pasaría por la cabeza que tú pudieras ser el hombre que atracó una joyería aquella mañana. Pero decidiste no pasar ese día, no te apetecía, tenías dinero para pasar dos o tres meses, así que habría tiempo para encontrar trabajo y aquel día, decidiste, sería sólo para ti y lo vivirías como un nuevo hombre.

         Te sentiste liberado de la tensión y la ansiedad de los últimos días. Estabas sin un chavo, literalmente, ni para café, ni para llenar la nevera, pobre de solemnidad. No sabías a quien pedirle dinero. No tenías trabajo. Con tu familia hacía tiempo que no había tratos. Te pasabas el día sentado en la butaca de casa, de una casa que no sabías si ibas a poder mantener porque no tenías ni idea de cómo pagar el próximo alquiler. Te viste de pronto en la calle, viviendo en la explanada de la estación o en cualquier esquina de la ciudad donde se arremolinaban los vagabundos. Te planteaste dejar de vivir.

         Entonces fue cuando se te ocurrió lo del atraco. Dicho y hecho. Y ya estaba, realizado, aunque hubo un momento de pánico escénico en que no te creíste capaz de entrar en el local, no te veías encañonando a aquellos desconocidos, y sonreíste al pensar lo fácil que hubiera sido para ellos evitar el atraco, cualquier gesto de resistencia, el más tibio, te hubiese causado tal temor que te hubieras largado corriendo de allí. A veces las cosas ocurren de un modo bien estúpido, pensaste.

           Te entró el hambre y comiste en un pequeño restaurante. Todo el mundo se movía a tu alrededor sin fijarse en ti. Soy el hombre que ha atracado una joyería esta mañana, dijiste para ti, y quienes te rodeaban no lo sabían. Habías sido capaz. Por fin habías hecho algo en tu vida, por ti, para ti. Pensaste en tu padre y te hubiera gustado poderle preguntar qué pensaba ahora de ti, a él, que te consideraba un inútil, que no escondía su frustración por tu vida malograda porque no habías llegado a ser lo que él pretendía que fueras. Te hubiera encantado restregarle tu logro de hoy.

         Mientras tomabas un café pensaste en Lara. La voy a llamar, decidiste. Hacía tiempo que no la veías, hubo un tiempo en que la visitabas una o dos veces al mes. Tenías trabajo, ganabas dinero, confiabas en ti. Iba a ser hoy tu pequeño regalo: una tarde de amor, ahora que te lo podías pagar. Sonreíste. Era un día grande aunque pareciera un día cualquiera.

 

Juan A. Herrero Díez

 

 

DIVINO SER

 

Un poco de paz no nos haría ningún daño,

¿por qué contradecir a la realidad?

¿por qué buscarle cinco pies al gato?

Me gusta tu bolero negro

encadenado a mi sonrojo,

me gusta el azúcar de tus besos,

me gusta el laberinto de tu cabello.

Hay estrellas en nuestra noche,

hay rumor en tu mirada,

hay albahaca en tu piel impreso,

hay luz en tu sonrisa.

Las noches son juegos sencillos,

es jugar al escondite en la pulpa

de tus hermosos sueños,

es jugar a pelearnos sin hacernos daño,

sin hacernos daño.

Me gusta cuando estás a mi lado

y te vuelves chiquilla que mira al abismo,

tienes miedo, tienes corazón,

tienes antojizo suspiro que mi pensamiento

guía con nervioso metal que suena.

Tu sexo es un límite de agua,

mi boca es una espesura roja,

tu deseo es mi balcón abierto,

mi canción es tu caricia.

Llevo allí en mi sentimiento

una nota conmovida por tu recuerdo

de tu piel pegada a mi piel

y los dos sudando en la noche.

Llevo allí en mi corazón

las cinco letras de tu nombre,

los veinte pasos hacia mi camino

y las sábanas calientes en mi sueño

son el calor que solo anhelo contigo,

pues el momento que sacudes

en mi cielo de orgasmos

es la respuesta que yo daría al mundo,

para que sepan que tú sobrevives

a mi mirada de ángel caído.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

 

EN CARNE VIVA
 
Una vez más
los buitres
desgarrarán el centro
de su figura rota.
 
Desde la piedra falsa que grita y descontrola,
se estremece la celda
que llaga sus espaldas.
 
Entre los ojos de agua
del cautivo inocente,
se postra una mirada
peregrina
y ancla una mueca sorda
en el muelle de sus labios.
 
Se agotaron las fuerzas,
y el estupor
ha derribado el túnel
que lo llevaba
al día.
 
Un labrador de tinieblas
venda
los ojos de los atardeceres.
 
Siempre es de noche sobre todas las noches.
 
Una intención de fuga
se alerta entre derrotas
y despojada de horizontes
se extravía.
 
El terror a la muerte
le trunca los caminos
y escarba por raíces y pies de otros hermanos,
el hueco de algún sueño
entre voces ajenas.
 
En el templo ruinoso de la duda,
brazos de fuego y golpes
lo rodean.
 
Alucinan recuerdos
sobre las horas lentas
y la granada
explota
del fondo de la tierra.
 
En la selva los nidos
apenas
se sostienen.
 
Desde el alma del monte
se levanta el aullido de la bestia
que alienta
en la metralla la hoguera del rencor .
 
La espera se hace estéril,
y una cornisa de vidrios astillados
descompone la luz y la esperanza.
 
Ya urge la agonía
por los negros espacios.
 
El prisionero encubre
retazos manoseados
y vuelven de la nada
a enredarse
entre sobras
sus dedos de ceniza.
 
 
en el génesis lejano
de sus días,
para robar de sus propias entrañas
otra silueta pura,
una imagen decente
que logre levantarse.
 
 
Entre ideales mancillados,
clama
un hastío de tiempos
y llora la impotencia.
 
 
Teresa Palazzo Conti
Cónsul de POETAS DEL MUNDO en Buenos Aires
Medalla de Oro Academia Mundial de Arte y Cultura-UNESCO

 

Al fin dejaron de tronar los obuses a la puerta de mi casa,

en la calle donde juego y en la escuela en la que aprendo.

Al fin mis rodillas se ven libres del duro asfalto que las daña,

cuando el hambre las empuja tras ese pan que cae al suelo.

Al fin vuelvo a ver a mis padres, hermanos y amigos,

después de tanta soledad, vuelvo a ser bien recibido.

Al fin el miedo ya se fue, y con él el desconsuelo,

no más lágrimas vertidas, no más gritos nunca oídos.

Al fin el cielo amanece limpio, sin humo y sin ruido,

aunque ya no necesito el sol, porque ahora todo es mío.

Al fin la sonrisa vuelve a surgir en mi rostro compungido,

hundida en un charco de sangre quedó la tristeza y el olvido.

Al fin dejo de ser víctima o verdugo, para convertirme en ángel divino,

allá quedaron los jueces, que ellos decidan su sino.

Al fin puedo entender palabras como justicia o esperanza,

muchos las usan, ¡cuántas veces las habré oído!

Y a esa bala maldita que me arrebató el futuro

le debo mi libertad, mi dicha… y mi agrio destino.

 

 

Por Pedro Estudillo Butrón

 

 

Lejanía. Por Cristian Claudio Casadey Jarai.
 
Errante en su eco infinito,
Sin patria, sin libertad y sin cariño
Oponiéndose a raudos torbellinos
Cae el valiente ante el dardo del destierro.
 
No pudo abrazar su bandera
Ni sentir la brisa de su tierra,
Las voces de su memoria
Se esfumaron ante extraños sonidos.
 
Más allá de las crestadas sierras,
Ahí donde acaba el horizonte,
Es la última morada austral
De los recuerdos de su alma.

 

 

 

MUJER ADORACION
(Poemas de un hombre para una mujer)
Por Jorge RODRIGUEZ LAGOS

Mujer adoración
Tú que me doblas y desdoblas
Con tu ternura que has botado mis máscaras
Que me desnudas
Dime algo
Que arme
El terco rompecabezas
De los deseos

Ángel divino / dulce de mis anhelos
Caprichosa

Humedece
Con tu agua fresca
El oscuro animal de las dudas
Empieza
Por creer
Que la belleza es una lágrima
En las manos de una niña
Deja que mis pájaros
Se ajusten de tu cuerpo
A su tibio barro
Vivamos el momento
Olvidemos el ayer

INSOMNIO Y DELIRIO
Por Jorge RODRIGUEZ LAGOS

Con quien mi vacío llenará
Con la transparencia definitiva
Toco
En mi piano
Una marcha nupcial
¡Quién grita!
La realidad en las aceras del mundo
Entre el bambú
De un cuadro
Un ciervo
Corre
Leo una fábula sobre duendes y hadas / tiro
Todo por la ventana

¿Qué haces?
Mientras te encuentro
En esta selva de pájaros y jaulas
Lanzo anzuelos a peces imaginarios
Mi alma
Esta temblando
De soledad

 

 


INTIMA SATISFACCION
(El mejor premio mujer es compartir…)
Por Jorge RODRIGUEZ LAGOS

Te sigo
Con mis lámparas encendidas
Y las abejas
Que emigran de tus pechos
Fugitivas
Se guardan
Del horizonte
En mis manos

Ángel desnudo

Palabra húmeda

Circulo de fuego y lava

Sirena de gemidos y llanto

Mariposa de neptuno

Transparente y lúdica
En una maravillosa cadencia rítmica
Te quiebras
Sobre mi susurrante universo

Soy
Tu esclavo
Mujer

 

 

 

 

 

FUI LEVEDAD

 

¿Qué voy a hacer? ¿Ordena los paisajes?

¿Ordenar los amores que luego son fotografías?

FEDERICO GARCÍA LORCA

 

 

Fui raya en el agua, leve rastro en pasto quebrado

bajo sol azulado acunado por frondosos ramos

de verdes intensos y seres enfrentados.

Fieles que navegan en la concavidad de la mano,

ríos que desecan en la mitad irredimible

de miradas de otras mañanas y voces que callan.

 

 

 

¿Cuántos soles por Maisí amanecen a diario?

¿Cuántas patrias son necesarias?

para que no haya otra mitad ignorada.

¿Acaso los versos del apóstol criollo

no es cauce que llega a todos?

porqué esa doble cerrazón de colmillos.

¿Hasta cuándo la salobre montará la caña?

en tierra estremecida por rayos vomitados

en enfrentadas orillas de un mismo escenario.

¿Hasta cuándo las voces de Colón

seguirán desgajándose en barrancos ahuecados

y sus vistas de ayer seguirán cegadas?

¿Acaso el caballo que luchó contra el español

se bebió la mitad de las arterias de Maceo?

si fue así ¿cuál de las partes quedó y es cubana?

¿Cuándo nacerán puentes de los intereses enfrentados

que sustituyan a las miradas de las madres?

a las que les huyen sus días en vómitos de tristeza.

 

 

Fui levedad, raya en el aire

no recolector de amores de fotografía,

respiré miradas de espaldas destinadas a encontrarse.

 

 

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

 

 

(21)AL FINAL

 

QUIERO  EL DOLOR DE LA VIDA,

 EN PEDAZOS,

QUE LAS AGUAS QUE FLUYEN POR ESTE RÍO

TRANQUILICEN  MIS PENAS.

TOMARÉ SÓLO UNA GOTA DE SU SABIDURÍA;

PARA EMBORRACHARME  EN LAS TINIEBLAS ANGELICALES

DEL MAS ALLÁ.

 

ROSA QUE ESTÁS QUIETA SIN MIRAR A NADIE,

PORQUE NO DEJAS QUE EL SUSURRO DEL AIRE

BAÑE TUS VESTIDOS,

LLORANDO LA SORPRESA DE NO ESPERAR A NADIE.

 

LUCHA POR NUESTRA PERMANENCIA RUIDOSA,

 DESTELLOS INSIGNIFICANTES QUE LLAMAN LAS HORAS

LENTAS DE LA AGONÍA.

 

AGONÍA EN UN LECHO DE ESPINAS YA ROJAS

PENETRANTES HASTA EL ALMA.

TANTOS RECUERDOS DE HABER QUERIDO SER MEJOR.

Y YA NO HAY TIEMPO.

 

SUEÑO DE SOÑADORES,

TODO NO ESTA SOÑADO,

AUN BRILLA LA LUZ AL FINAL

DEL CAMINO,

MIENTRAS TANTO

SEGUIRÉ DORMIDO EN ESTA VIDA

DE SUEÑOS PERDIDOS.

 

26/08/2001  -Luis Chinchilla Elizondo-

 

 

 


 
 

 

 

21º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

nevandoenlaguinea@hotmail.com

E-MAIL: nevandoenlaguinea@hotmail.com

21º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

NEVANDO EN LA GUINEA

NºXXI      10-01-2.009

 

EDITORIAL XXI

Sobre premios literarios, tradiciones

culturales y espectáculos mediáticos

 

El año ha comenzado con la concesión de uno de los premios más emblemáticos de la literatura en España, el Premio Nadal que concede la Editorial Destino, una de las más importantes hoy y, cómo no, perteneciente al Grupo Planeta desde los años noventa. Sin duda es uno de los grandes premios literarios y no hay más que recordar algunos de los escritores galardonados para darse cuenta de la influencia literaria que tuvo tras la guerra civil y en los años oscuros del franquismo: Carmen Laforet, José María Gironella, Miguel Delibes, Elena Quiroga, Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Ana Maria Matute o Ramiro Pinilla, entre quienes lo obtuvieron bajo el franquismo. Tras la restauración de la democracia nuevos nombres se incorporaron a la lista: entre otros muchos, a sabiendas de olvidar injustamente algunos nombres, Raúl Guerra Garrido, Fernando Arrabal, Manuel Vicent, Juan José Millás, Alejandro Gándara y muchos otros que son escritores, muchos de ellos, conocidos tanto en España como en países latinoamericanos. Mención especial merece Francisco Casavella, premiado el año pasado y fallecido hace pocas semanas. Este año el galardón ha recaído en Maruja Torres.

 

Sin duda, premios hay muchos en España, algunos reconocidos, como el Nadal que forma ya casi parte de la tradición navideña, otros con una deriva más publicitaria, mientras que existe un verdadero alud de premios, algunos conocidos, otros muchos desconocidos para el público lector ya sea por su carácter local o por apenas tener eco en los medios de comunicación. Hay desde luego quien critica la existencia de un número excesivo de premios debido, dicen, a que degrada la literatura y porque se dan sospechas de corruptelas varias, algo que afecta seguramente a todo tipo de premios. No obstante, también es verdad que supone para algunos escritores en ciernes la única forma de salir a la palestra e intentar un cierto reconocimiento, mínimo sin duda en una mayoría de premios, aunque importante en la autoestima de quien se inicia en las letras.  

 

Tenemos la sensación, por otro lado, de que hay cada vez más personas que escriben. Sospechamos sin embargo que se ha extendido un enfoque más mediático del trabajo literario, las bambalinas de las letras que como cantos de sirena parecen embelesar a espíritus atraídos más por la fama que por la labor literaria en sí. No nos extrañaría que, como ocurre en los últimos años en el mundo de la música, se montasen concursos televisivos a la manera de Operación Triunfo o Fama para contemplar a personas que pretenden sin apenas esfuerzo y en cuatro días de estudio convertirse en escritores. Hemos de decir, ante cualquier tentación en este sentido, que escribir es una carrera que requiere mucho tiempo, dedicación, bastante paciencia y qué duda cabe mucha discreción, algo que parece contradecir la cultura del espectáculo que se ha impuesto en nuestros días.

 

Nada más lejos de nuestra intención que convertir a todo narrador o poeta en una especie de monje moderno que asuma el ejercicio de la escritura como una labor mística o teológica. Pero la superficialidad es un peligro que afecta hoy a todos los ámbitos en esta sociedad que durante los últimos años se ha decantado por la comodidad y el “nuevorriquismo“, y en esto, nos tememos, la literatura no ha podido escapar del todo. Lo fashion ha entrado con fuerza en el mundo de las letras y los premios, parece ser, no son ajenos a ello.

 

 

 

 

 

 

 

EN EL HUERTO

 

Cavando bajo un sol

te mirabamos los dos,

mientras la tierra, toda tuya,

la domabas dando bulla.

Eras sudor de estrella

y eras la voluntad aquella

que extrañaba vernos

entre tomates y ajos tiernos.

Todo tú eras campesino,

tu domingo era don divino,

y entre semana era hierro

tu labor de paz y encierro.

Trabajador del sí rotundo,

hombre fiel al viejo mundo,

anhelas sólo lo tranquilo

del laurel y el tilo.

Buscas la raíz del consuelo

cuando cavas en el suelo,

donde pisa la lombriz

con toda tu verdad motriz.

La acequia es tu gran obra

que al momento y a su hora

sigue el agua pertinaz

ese rastro de antigua faz.

Tu hoz es enorme corazón

que busca una razón

donde se corta la mitad

de esa luz en contrariedad.

La cabaña es sombra vieja

y tu mirar sin la queja

corta la caña y con maña

deshace teleraña y maraña.

Agacha el lomo de hombre

pues cosechas tu nombre

entre la llaga y el callo,

pues sigue tu mirar el rayo

del sol que distraido

encuentra en tu tierra ruido,

con la entraña sumergida

de tu carne morena sufrida.

Eres campesino por que veo

en tus ojos el pestañeo

del escozor que da el sudor

y te escuece aquel dolor

que la tajada y el tajo sembró

aunque tienes tornasol

que en tus manos dice no

cuando llora seco el sol.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

 

 

La relación

 

 

         No sé por qué se fijó en mí. Como yo, tal vez, se debía de sentir muy sola en una ciudad poco amable donde la soledad es muy áspera. Se convirtió en mi amante. No sé si era esa su intención, pero yo, en aquella época, no me preocupaba mucho de los demás. Me había acostumbrado a estar solo y mi vida se reducía en gran manera a pasarme el día leyendo fuera de las pocas horas de trabajo. Cuando llovía, me quedaba en casa, pero cuando el tiempo lo permitía me iba a un jardín cercano, cuidado, silencioso y discreto, poco importaba que hiciese frío.

         Es verdad que la soledad, en ocasiones, me hacía daño. Miraba a mi alrededor y no veía a nadie. A veces pasaba alguna madre con su hijo, una pareja de novios o dos ancianos que paseaban en compañía. Cuando veía a alguien que se acercaba en soledad deseaba que se sentase cerca para poder así iniciar una conversación. No ocurrió nunca. Salvo cuando ella llegó. No me di cuenta, sin embargo, de su arribo, sólo la descubrí cuando levanté la vista de mi libro con intención de reflexionar sobre lo que acababa de leer. Estaba delante de mí. Me miró y creo que no sonreía. Quise empezar a hablar, pero me faltaron las palabras. Fue ella quien habló primero. Hizo una pregunta sobre el parque, el tiempo ha hecho que se desvanezca la pregunta de mi recuerdo. Después se levantó y vino a sentarse a mi lado. No recuerdo apenas de que hablamos. Ni cuando tardamos en besarnos, que no fue mucho. Pero sí que recuerdo la humedad de sus labios y el anhelo de sus caricias. Fuimos a mi casa y por un momento temí que todo fuera una trampa. No me creía del todo que aquello me estuviese sucediendo.

         Lo dicho: se convirtió en mi amante. Era ella quien venía a buscarme. Cuando hacía bueno nos citábamos sin quedar en el jardín. Cuando llovía acudía a mi casa. Hablábamos un rato, a veces nos manteníamos en silencio. Cuando yo la besaba ella se dejaba hacer y al cabo de un rato sentía las palmas de sus manos moverse en mi rostro, en mi cuello, en mis hombros. Yo nunca le pedí que me visitara. Temí que, si hablábamos de aquello, ella se desvaneciera para siempre. Me había acostumbrado a su presencia e incluso la echaba de menos cuando no estaba conmigo. A veces paseábamos por el parque, por la ciudad. También le leía párrafos de aquellos libros que a mí me habían impresionado. Nunca hablamos de nosotros.

         Llegó la primavera y se intensificó nuestra relación. Nos veíamos todos los días. Ella no parecía cansarse, como pensé que acabaría ocurriendo. Yo, mucho menos. Muchas veces, cuando ella se marchaba, pensaba en ella y en lo extraño que era todo. Retenía en mis dedos la suavidad de su piel.

         Dejamos de vernos el primer día de verano. No vino a mi encuentro, no hice nada por saber de ella. Esperé, eso sí, que apareciera de nuevo. Pero nunca lo hizo. Tampoco me vi en la obligación de un mínimo esfuerzo por buscarla. Volví a la rutina de mis libros y de mi soledad. Paseaba más, el calor y la nostalgia me llevaron a andar sin destino alguno. Acabé por aceptar que nunca volvería. Al final del verano me marché para siempre de aquella ciudad.

 

 

Juan A. Herrero Díez

 

 

 

VALS DE LOS OTOÑOS

 

A mi suegra, Zoila Rosa Villar Otero,

luchadora y madre de otoño a otoño.

 

En todo duro otoño tu piel

huye del sendero de hiel

y recuerda allá tan lejos

lo que pudo haber sido

y no fue,

vuelan pájaros sin nido,

huyes de todo ese ruido,

huyes con fiesta y despido

cogiendo un camino cualquiera,

buscas tu paso en otra acera.

En el otoño tu piel

y tu sangre se ponen de pie,

y un ángel del cielo ha caído

debió de ser ángel herido,

por que la luna nunca es fiel

aunque le da una llave al ser,

da una ruina y da una calle,

da sonrisa al corazón que vale,

da un laberinto y da una ciudad,

da un vals que por necesidad

tú encontraste sin buscarlo,

tú hallaste sin esperarlo.

Conoce la noche un lugar,

conoce la luna este vals,

este vals de perla y sangre,

este vals de patria y coraje,

este vals de espuma y oro,

este vals que poro a poro,

respira de tu mismo aire

sin la culpa donde nadie

puso testigo a tu querer

y coge rumbo hasta volver,

y lleva esperanza, zapatos y traje

y lleva ilusiones en su viaje.

En los otoños golpea el viento

y todo un año sin tu aliento,

dejando atrás familia sin casera

su lugar es una patria cualquiera,

sin descanso es soledad,

lo sentido es todo humanidad,

toda esta canción de fuego

es pura lucha que jamás niego,

porque en el otoño tu piel

huye del sendero de hiel,

pues no pretende descansar

tan lejos de su hogar,

halló tan repleto el motel

y todo ese recuerdo aquel,

que le pregunta tanto por ti

y vive casi sin poder dormir.

Esa nostalgia es también

esa risa que en toda tu sien

retumban mil cascabeles

y huelen a sombra tus mieles,

pues llegando todo a ti huele

y el recuerdo también duele.

Este vals es llaga y remedio

para ocultar todo tu tedio,

por que dejar tu patria hiere

y algo adentro se te muere,

te golpea el dolor en medio

y el alma es un incendio,

donde perdura sólo un recuerdo

y el olvido camina lerdo,

por que la patria es la madre,

la patria adentro te nace

y en ella está la casa, el amigo,

todo un mundo que es testigo

de tus pesares y correrías,

de todos tus mejores días,

de los años contados con dedos,

de todos tus mejores recuerdos,

en ellos se resume tu vida

y toda una vida vivida y sufrida.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

Los ojos de Juan Santamaría. (Relato).
Por Cristian Claudio Casadey Jarai.
 
Jacinto Gabriel García y Nuñez era un hombre aventurero, acostumbrado a las vicisitudes de la vida. Periodista, militar, músico, filósofo y carpintero eran oficios que hacían de este personaje un individuo muy particular. Los alborotados años que siguieron a 1850 tiñeron de amargas experiencias a Jacinto. Rosista de alma y defensor de la Santa Federación confundía su sentimiento patriótico con tintes ocultistas. La influencia que ejercían sobre él sus amigos masones cambiaría por completo su propia historia. Argentina se desangraba en una lucha fratricida. El traidor de Urquiza vencía a las fuerzas del Restaurador en la infame batalla de Caseros de la que Jacinto salió milagrosamente ileso. Con lágrimas en el corazón Jacinto acompañó a don Juan Manuel a la casa de Mr. Robert Gore, encargado de negocios de Gran Bretaña. Esa misma fatídica noche el gran héroe argentino partía hacia el exilio junto a su noble hija en la fragata
Centaur. A pesar de la caza de brujas desatada por la crueldad de Urquiza muchos lograron sobrevivir no sin grandes dificultades.
La vida en la campiña inglesa no era del agrado del fiel servidor. Largas veladas en Londres avivaban su sed de viajes y aventuras. Entusiasmado, seguía de cerca los nuevos acontecimientos latinoamericanos. Extraños sucesos en Nicaragua atraparon su atención. La lucha entre los conservadores de Granada y los liberales de León sumió al país en una guerra civil. El caudillo liberal Francisco Castellón recurrió al auxilio extranjero de un audaz mercenario norteamericano llamado William Walker.
Jacinto participaba activamente en la logia masónica Gran Oriente Argentino que en ese momento funcionaba en la capital inglesa contando con una filial hermana en San Francisco de California. Recién el 22 de abril de 1857 abriría sus puertas en la Reina del Plata.
Con gran motivación Jacinto cruzó nuevamente el Atlántico para integrarse a la Falange Americana que desembarcó en el sufrido país centroamericano dominando ampliamente la caótica situación.
Walker, «dueño» de Nicaragua, concibió la maléfica idea de apoderarse de las cinco repúblicas centroamericanas para anexarlas al sur esclavista norteamericano. El proyecto era visto con buenos ojos por los masones quienes financiaban la ambiciosa campaña.
Los indómitos encantos de Guanacaste maravillaron a Jacinto. La ronca voz del coronel Schlessinger irritaba al aventurero.
El presidente de Costa Rica, Juan Rafael Mora, reforzó su ejército con valientes campesinos y artesanos voluntarios proclamando una guerra de exterminio contra Walker.
El 20 de marzo de 1856 la impetuosa carga a la bayoneta de los costarricenses obligaron a los extranjeros a retirarse de la hacienda de Santa Rosa. Los prisioneros fueron pasados por las armas en Liberia lo que inquietó al argentino. Las lánguidas ramas del «árbol de los orejones» ofrecían sus sombras para el refugio del sofocante calor. Las condiciones de la pelea eran muy sacrificadas. Un enemigo silencioso hacía estragos entre las tropas. El cólera cobraba numerosas vidas.
Mora invadió el sur nicaragüense ocupando los puertos de San Juan del sur y el de La Virgen sobre el gran lago como así también la hermosa ciudad de Rivas en donde estableció sus cuarteles.
Jacinto logró tomar por sorpresa a Rivas y se atrincheró junto con sus feroces guerreros en una casa conocida como el Mesón de Guerra. Sus espías le habían informado sobre los planes del enemigo de sacrificar a un soldado de Alajuela conocido como «el Erizo» para incendiar la construcción. El aventurero esperó pacientemente durante la noche logrando atrapar al enemigo que estaba provisto de elementos inflamables. Interrogado el prisionero dijo llamarse Juan Santamaría. Confesó a Jacinto su plan suicida y las intenciones de Walker de esclavizar a Centroamérica. El argentino, sorprendido por las revelaciones del abnegado cautivo vio en sus ojos negros el espejo de la verdad. Juntos prendieron fuego al lugar. Mientras se inmolaban los mártires, una virgen chorotega lanzaba pétalos de orquídeas al mar.

 

 

 

 

El pasado


Soy el ave de tus sueños,
Mariposas que vuelan con tu mirar
Golondrina sin alas al atardecer
Tornado de sueños secos de dolor.
 
Nostalgia de un corazón amarrado al despecho
Sin saber que la flor y la miel
Ya se fueron al amanecer.
 
Pero seguimos unidos en el silencio,
En espera del día en que nos conozcamos
Otra vez.
 
Por Luis Alberto Chinchilla Elizondo,

 nació en Sabanillas de Acosta, San José, Costa Rica, Poeta contemporáneo,

escritor del libro “Amor Platónico”

editado en noviembre del 2008
Correo del autor
Luischin_63@hotmail.com

 

 

 

JORGE RODRIGUEZ LAGOS
HONDURAS C.A.

 
AJEDREZ JUDICIAL
(la historia de un desalojo)

 
las madres solteras
en los labios llevan una mariposa
que tiembla
y en el silencio
de sus manos
una ahumada cruz
de madera
tractores / desploman
una tras otra
la fragilidad de las casuchas
en la invasión
(¡NO! /no, en la invasión /en la recuperación
de tierras)
de tu cara
el alborotado pelo apartas
miras al cielo
y murmuras
unas palabras
que no logro escuchar
pero no es DIOS el culpable
son las leyes del hombre
que no comprenden
tus necesidades
es la corrupción
y la propiedad
privada
 
      II
 
con una inclinada incertidumbre
los padres suspiran
los niños impávidos / sus océanos
                                 derraman
bulliciosos pájaros
a los que cortan su habitat
sombras derrotadas
y oprimidas
enjambre de indefensos pájaros
de cartón
dibujados por un bebe
sobre páginas de alambre
y tierra
 
JORGE RODRIGUEZ LAGOS
 
 
EBRIA SEÑORA
(calles teg.1988)

 
sé que una botella
llevas en la mano / para quitarte
esas canastas de lúpulo
que toda la vida
han respirado en tu espalda
con amor
cargas una vieja silla mecedora
que del basurero recogiste
notas que te observamos
y nos dices:
¡EN MI CASA PUEDE SERVIR!
sólo falta una pata y el sentadero
pero tiene arreglo…
señora
que con ternura / la mugre
que ensucia tu pedazo de silla
limpias
en los desaliñados caracoles de tu pelo
en tu cara y en cada arruga
de tu cuerpo
llevas colgado como un crucifijo
el llanto de tus necesidades
como pueblo
puedo entenderte
y siento el ancla
de la impotencia
arrastrando
desde
mi alma
 
JORGE RODRIGUEZ LAGOS
HONDURAS C.A.
 
ANTIGUEDAD DE LA MISERIA
(noche comayaguela 1978)

 
como un cuervo borracho
que escupe
de la noche el frío / se pasea
por estas viejas
ventanas de madera
la observo
como quien observa
«los lirios» de Van Gogh
al hospedaje
 
tres o cuatro entradas
muestra su escote generoso
y sus bien formadas piernas
levantando
aún más
el pedazo de tela
de su limitada falda
insinúa…
como una pegajosa copa de miel
que se derrama
 
la madrugada
dos pedazos de luna
deja caer en el agua marchita
de sus pechos
su hija de trece años
lejos de ahí
cerca de mí
espera
que por la puerta entre el bosque
y sus luciérnagas
guardan al resto de sus hermanos
hijos
de un padre irresponsable
(aun me parece escuchar su llanto)
el cuarto
tiene el beneficio de las sombras
es hediondo
y huele a soledad.

 

 

LA CABINA

 

Escribo estas líneas con pulso tembloroso porque estoy convencido de que esta noche ocurrirá algo. Aún no sé el qué… pero temo por mi vida.

Todo empezó hace ahora aproximadamente un año. Cada noche de luna llena, en la madrugada, cuando más profundo es el sueño, suena el teléfono. Lo cojo sobresaltado y una voz ronca me dice: “Te estoy observando”. Tres palabras que se me clavan como puñales donde más duele. Con el corazón desbocado salto de la cama y abro la ventana de mi cuarto para toparme con una gran luna acechante, y bajo la lúgubre luz de la farola solitaria que reina en la calle, veo una sombra mirándome con ojos felinos mientras sujeta el teléfono de la cabina. Seguidamente me despierto con una angustia que me recorre toda la espina dorsal y las sábanas empapadas de un sudor frío y penetrante.

Los primeros días no podía reprimir la tentación de levantarme y abrir la ventana. Sólo me encontraba esa maldita e inmensa luna riéndose de mí y una calle desierta tenuemente iluminada por una única y envejecida farola, bajo la cual nunca ha habido una cabina telefónica.

Nunca…. hasta ahora. Hace tres días que los operarios de la compañía se marcharon dejando colocada una reluciente cabina…. justo como la que aparece en mis pesadillas… justo debajo de aquella farola solitaria.

Y justo esta noche la luna cumplirá un nuevo ciclo y lucirá plena y reluciente frente a mi ventana… como cada mes… sólo que en esta ocasión será diferente… lo sé.

 

 

Por Pedro Estudillo Butrón

 

Demagogia

 

 

Me dicen que hay que luchar con fiereza

Otros disfrutan mientras muchos lloramos,

Involuntariamente.

No decidimos donde nacer.

 

Me dicen que hay que cambiar al mundo;

Que está de cabeza y sin fuerzas.

Nuestra cabeza esta bajo los pies de los que ríen.

¿Por qué entregar mi vida a sueños que no alcanzo?

 

Soportar las bofetadas que nos da la vida;

Eso nos enseñan en las iglesias,

Ellos comen tres veces al día

Eligen pescado y carne,

Nosotros nada.

 

La maquina rueda, y en las escuelas

Nos enseñan el himno nacional.

La felicidad de estos tiempos les pertenece a ellos

Los que nacen en el mundo que todos deseamos.

 

Por Eder Hernán, Sarao

 

 

 

 

 

 

 

Stand by

 

 

 

Somos o estamos

Ni estuvimos ni seremos

Solo asientos ocupados

-mas la comparsa del cirquero

Derrite los llantos del que aplaude-

 

Ni miramos ni escuchamos

Nunca heredamos las hazañas

Del San o el Alguien

Ni vela ni esperma

Nunca tú, nunca yo.

 

Por Eder Hernán, Sarao

20º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

nevandoenlaguinea@hotmail.com

E-MAIL: nevandoenlaguinea@hotmail.com

20º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

NEVANDO EN LA GUINEA

NºXX   02-01-2.009

 

 

EDITORIAL XX

Deseos de paz

 

Comenzamos el nuevo año y un conflicto ya de todos conocidos vuelve a estar presente en los medios de comunicación, el conflicto Palestino-Israelí. Muchos hemos crecido asistiendo a sucesivos capítulos de un enfrentamiento que por desgracia no tiene visos de solucionarse, más allá de momentos concretos en los que parece que las cosas van a mejorar y que por fin la paz se convierte en una posible realidad. Pero luego resulta que todo es un espejismo y de nuevo la violencia regresa a las portadas de los diarios y lo que es peor, a la calle, llenando cada esquina con cadáveres y con la sangre de víctimas cuyos nombres nunca sabremos, pero que son tan reales como cualquiera de nosotros.

 

Sin duda hay teorías y análisis políticos, sociales, religiosos y estratégicos que expliquen este conflicto y el motivo por el que Israel ha iniciado un nuevo ataque. A nosotros, cualquiera que sea la explicación que se nos dé, nos parece injustificable el sacrificio de vidas humanas. Lamentamos la muerte de cualquier ser humano, sea palestino, judío o de cualquier otra adscripción étnica o religiosa, atacar a una población indefensa con el argumento de defender a otro colectivo humano nos parece cuanto menos tan execrable como colocar artefactos explosivos en locales públicos donde mueren personas, por mucho que el Estado que represente a éstos oprima al pueblo de quienes colocan la bomba. A la larga lo único que hay son víctimas anónimas que nunca pueden considerarse como víctimas colaterales, sino como seres humanos cuya muerte es una tragedia.

 

También es verdad, como señalábamos en el editorial anterior, que en el mundo hay veinte conflictos armados, muchos de los cuales ni siquiera aparecen en un rincón marginal de los medios de comunicación y ante cuya tragedia no tenemos palabras de consuelo. No podemos ser optimistas ante un mundo que parece desmoronarse con la violencia palpable y con aquella violencia no tan evidente pero que, tal vez, sea más venenosa porque se ampara en la normalidad de los hechos en sí. Esta violencia no tan palpable es la que sustenta las injusticias de este mundo. No podemos aceptar la normalidad de la pobreza -nada más horrible que afirmar sin escandalizarse que “siempre ha habido pobres”- ni de las restricciones de movimiento de las personas por su origen, porque sean pobres, porque sean distintos. No podemos aceptar la normalidad de las guerras con su rutina de muertos anónimos.

 

Pero el conflicto palestino-israelí tiene para nosotros un simbolismo especial. No en vano esa tierra posee una fuerza inmensa en el imaginario colectivo, numerosos mitos imperantes hoy se desarrollaron en la zona que va desde la costa mediterránea al Eufrates, desde el Sinaí al monte Ararat. En esas tierras se originaron las tres religiones monoteístas que después se expandieron por el mundo. Se trata de una tierra cuyos habitantes han hablado numerosas lenguas, que se han expresados en formas variadas, posee los testimonios escritos más antiguos y sin duda han conformado una base que, de un modo u otro, ha influido en todo el planeta. No podemos aceptar que esa tierra siga siendo hoy un lodazal de violencia y odios invencibles. Si para algo sirve nuestra palabra, es para expresar nuestro horror ante los acontecimientos y nuestro rechazo a quienes toman ciertas decisiones. Ellos deciden las guerras, los pueblos ponen los muertos.

 

Ya hemos dicho más de una vez que Nevando en la Guinea es ante todo una revista literaria. Pero no vamos a callar en ciertas ocasiones nuestro rechazo a realidades que nos resultan sangrantes. Cada uno de nosotros tendrá luego sus simpatías por unos o por otros, defenderá una u otras políticas. Pero todos compartimos el rechazo a la violencia, sobre todo cuando la sufren los más indefensos, los más débiles.

 

 

SIEMPRE AGRADECIDO

 

Imploro tu sonrisa día y noche,

la aurora es espesa y busca luna,

busca un pasado sumergido

en un vaso de disculpa con anís.

Si tus ojos no me buscaran

qué perdido estaría entre mí,

qué vacío inmenso busca espacio,

qué dolor en la ceniza se consuma.

Tu perdón es una mano abierta

ciega, pura y confiada que da

más que recibe y es caliente

su caricia entregada siempre.

Soy paz porque tu paz es amor,

un amor que da la calma

y es derrota el pozo de mi tedio,

y es blancura tu sonrisa de luz.

Tu perdón es un dulce manjar

que saboreo en los límites

de parques y paseos al sol,

tu perdón es todo lo que tengo.

No te vayas criatura celeste,

no te vayas de mi miedo a Dios,

pues se queman las virtudes

en el fuego infravalorado.

Cuando rozamos las estrellas

buscando redondo epitafio

también buscan los astros una voz

tranquila en la guerra de la calle.

También se buscan elixires

trepados en el azúcar de diamante

que en tus te quieros revientan,

soy malo por llevarte sin carabina

ni custodia que vigile tu azul.

Soy mal hombre que pertenece

a tu sendero desnudo

que sentencia un cenit sólo visto

por nuestra cópula de galaxia.

Existe un cielo en tu mirada,

una mirada que busca fuente

rodeada de besos y abrazos,

de te amos rotos en los labios.

Vas pasando frío en la cloaca

del mundo y te arrojan salvajes

despistes de metal en el silencio,

eres mujer sencilla y frágil

que te conformas con poca cosa,

quizá una cama, una ventana,

y un pantalón vaquero,

quizá un verso que te saque

de tu cocina, quizá un suspiro

oportuno y cercano, quizá

la comprensión y la calma

en anaqueles pulcros y neveras

repletas de calidad de vida,

quizá un desmaquillador

de barba de tres días y pasión

en el romanticismo fucsia

de tu pintalabios alocado.

Pero todos los perdones son

una cadena que acaba pesando,

son meses de economía austera

y cigarrillos baratos sin filtro,

son torpes peldaños que se derriten

con las disputas y los gritos,

son resbalones en la bañera

y un vuelco el corazón que cae solo,

son ratas que en la noche callada

renuncian a su mundo invisible,

son todo eso que sabes

que marchita los sentimientos,

son todos esos perdones

por los que debo estarte agradecido.

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

Un hombre normal

 

 

         Tuvo que ocurrir para que muchos nos diéramos cuenta de lo poco que le conocíamos. Ya suele pasar, comentó María José, hasta que no hay una desgracia no sabemos nada de quien tenemos al lado. Aunque esa persona haya pasado diecisiete años atendiéndote día sí y día también. Porque diecisiete años son muchos años, fíjense si no que yo era un niño cuando empecé a ir a esa sucursal bancaria con mi padre y Antonio María Gálvez Saldaña ya estaba trabajando en ella y fue él quien abrió, con el tiempo, la cuenta en la que domicilié mi primera nómina, quien me informó algunas veces, cuando mi economía mejoró algo, de los productos del banco que mejor me convenían, aunque para esto, él mismo me lo decía con suma discreción, sabían mucho más los sucesivos directores que fue conociendo, y en diecisiete años conoció varios, y tampoco era infrecuente que nos saludáramos atentamente por las mañanas cuando nos cruzábamos por la calle Navarra camino de nuestros respectivos trabajos o coincidíamos en el café de la esquina. Sin embargo, nada sabía de él. Por no saber no he sabido nunca ni como se llamaba, que apenas me fijaba en su nombre, escrito con letras doradas en una plaquita que había en su mesa, la del fondo a la derecha, y sólo ahora me he enterado de su nombre completo por aquello de la sorpresa, y si no sabía esto, fundamental, no digamos otros detalles, si estaba casado o era soltero, si nació en nuestra ciudad o en otra provincia, si le gustaba el fútbol, los bolos, el cine o la filosofía medieval, que también podía gustarle, que aficiones más raras sin duda debe de haber.

         No niego que en este desconocimiento influya que su aspecto era más bien anodino. No destacaba por nada. Su tipo o su rostro, su forma de vestir, su manera de hablar, la voz que poseía, la sonrisa que te dirigía, todo se te olvidaba al poco de dejar de verle, como si se difuminara su imagen cuando no lo tenías delante. Incluso ahora soy incapaz de recordar al detalle su aspecto.

         Puedo decir que era amable. No creo que nadie pueda afirmar que haya tenido algún percance con él: exquisito en el trato, nunca había una palabra de más, ni un mal tono, ni siquiera los posibles días, que seguro que los hubo, en que podía estar afectado por cuestiones o problemas personales. Nada traslucía en él, ni el mal humor, ni las cuitas de la vida, ni el cansancio por la rutina. Llegabas al banco y allí estaba, nunca falló un día, salvo las cuatro semanas previstas de vacaciones todos los años, siempre atento, educado y sobrio, tan normal como cualquier elemento que siempre ha estado a tu alrededor y en el que nunca te fijas, un hombre de quien sin duda apenas se podía decir mucho más, que ni siquiera inspira una historia para un relato, nada más lejos de un héroe o de un antihéroe literario. Era ni más ni menos un hombre normal que llevaba diecisiete años trabajando en la misma sucursal bancaria y que iba a pasar con toda seguridad los próximos veinte años en su mismo puesto, hasta ese día en que se jubilaría con un reloj de regalo y una ronda en la tasca de toda la vida.

         Una mañana noté movimiento alrededor de la sucursal. Había mucha gente. Observé tres coches policiales, dos agentes impedían la entrada y varios periodistas esperaban en la acera, los curiosos se agolpaban atraídos por toda aquella anómala actividad y cuando me acerqué nadie supo darme razón de lo que ocurría. Reconocí algunos empleados dentro de la oficina bancaria. Hablaban entre sí o con unos hombres que yo no conocía. Pensé en un atraco. Por suerte, me dije, la ausencia de ambulancias indicaba que no había heridos. Supuse también que tal vez se tratase de alguna estafa, no en vano los informativos se habían hecho eco aquellos días de algunos desfalcos que habían ocasionado el registro de algunas entidades de crédito.

         No tardaría en enterarme. Los desconocidos se marcharon, los policías desmontaron el cordón de seguridad establecido y los periodistas partieron también a sus redacciones poco después. María José salió de la sucursal y se topó conmigo. Qué ha pasado, pregunté. Me miró un tanto despistada aún, como si no acabara de creerse lo que recién había sucedido. Fue cuando me comentó lo poco que conocemos a quienes tenemos al lado. Me dijo que Antonio María se había llevado todo el dinero de la oficina. Me costó asociar aquel nombre con el modélico empleado.

 

Juan A. Herrero Díez

 

 

 

EL VIENTO


EL VIENTO SUAVEMENTE
ACARICIA MIS CABELLOS,
TUS MANOS DULCEMENTE
VAN DESPRENDIENDO
LOS BOTONES DE MI CAMISA
DEJANDO MIS SENOS
AL DESCUBIERTO.
TUS LABIOS HUMEDOS
LOS RECORREN SIN PRISA
SON DOS LUNAS QUE SE VAN
PONIENDO BRILLANTES
AL CONTACTO  DE TU PIEL.
NOS DEJAMOS CAER DESPACIO
SOBRE LA HIERBA DONDE TUS SUEÑOS
Y MIS ILUSIONES  SE HARÁN REALIDAD,
TE MUEVES ONDEANTE SOBRE MI CUERPO,
CUAL OLAS EN MOVIMIENTO
QUE SURCAN LOS MARES
FORMANDO MAREJADAS
DE DESEOS Y PASIÓN.
NOS SORPRENDEN LOS PRIMEROS
RAYOS DEL SOL, EN NUESTROS ROSTROS
SE DIBUJAN OJERAS ,PERO TAMBIÉN
LA FELICIDAD  DE UNA NOCHE DE AMOR .
 
Por María Isabel Bugnon
Santa Fe (Argentina)

 

 

SHANGAI &  KABUL &  FRANCISCO

 

Transito espacios

colapsados y convulsos,

vértigo de hordas fragmentarias

enclavadas en ciudades e iconos,

 

escenarios de emociones

proporcionalmente inversos,

forjadores indisolubles

de mi visión periférica,

 

queriendo entender el mundo

 

el sonido del chasquido

expandiendo sus ondas

perforadoras de tímpanos,

anunciándome mi depositario gesto.

 

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HAY  EXCEDENTES  DE  CRETINOS

 

Hay excedentes de cretinos

igual con el cambio climático

se estropean las cosechas

y se extinguen como los dinosaurios,

 

lo malo es que mueren matando.

 

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LAS  GUERRAS  SE  ESCRIBEN

 

Las guerras se escriben

con letras torcidas

de silencios y ausencias,

escritos de sangre

y mala letra.

 

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

 

 

 

 

 

 

 

 

ONDULÁNDOSE  SOBRE  SI  MISMA

 

Ondulándose sobre si misma

envuelve su cercano espacio

con el atrayente sabor

de su perfumada estética,

desprendiendo aromas

por los perfiles de sus rasgos

retenida estática

de íntima percepción.

 

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

TRASLÚCIDO  E  INCOLORO  ME  HE  VUELTO

 

Traslúcido e incoloro me he vuelto

quizás ya sea indoloro e insípido,

parece que ni vivo ni padezco

tumbos sobre mi mismo procuro.

 

Amalgama de colores desecho

sin razones ni valores ciertos

quizás la sinrazón desbroce

la inopia de mis días sin norte.

 

Trazar un arco y romper el empeño

cansino y ausente de riesgos,

quizás pase de guatemala a guatepeor

pero sembraré mi erial de sueños.

 

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

 

 

 

 

TUS OJOS

 

Tus ojos.

¡Oh! tus ojos puros.

Esos dos luceros quietos.

Esos dos peregrinos de luz y clemencia.

Esos dos viejos sabios que callan.

Esos dos poetas mudos que abrazan

por no hacer daño al látigo que los flagela.

Esos dos laberintos de estrellas lucientes.

Esos dos átomos de rosa y jazmín que los cubre.

¿Qué han hecho tus ojos que tanto callan?

qué espesura de sol y árbol que nace.

Qué tormenta que poco a poco se calma.

Qué rosada piel crece de tu mirada.

Tu mirada:

esa flor de silencio y comprensión

que emerge de ella para mí.

Ese silencio de noche sin grillos.

Ese silencio de anticipado rayo.

Ese silencio de gato que anda.

¿Qué culpa tiene tu mirada que otros ojos la miren?

si tu mirada es oscura,

son dos Ángeles que callan por amor.

Son dos hemisferios que ruedan juntos hacía el amor.

Son dos monjes en un escriptorium.

Son dos flores que abren su belleza.

Son dos tesoros sumergidos en un mar de silencio.

Son dos estrellas desnudas.

Son dos lamentos sin voz.

Son dos llagas que fingen ser lunares.

Son la belleza de tu mirada y el refugio de mí ser.

Son la tregua de tu corazón.

Son el agua en el desierto.

Y las estrellas de luz en lo oscuro.

Son mi redención y mi calma.

Son dos abejas que vuelan con el viento.

Son lo que tú eres: PUREZA.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

TE ENCONTRÉ

 

¿Cómo podré pagarte

que me hayas hecho ver

la irrealidad de todo,

la vanidad de todo?

 

José Corredor-Matheos

 

Te encontré entre la piel y la cáscara.

Te busqué en bares, discotecas y pubs,

hallé restos de ginebra seca en las barbillas

babeantes y presencié el sacrificio de los astros.

Eliminé vacíos redondos de galaxias

y descubrí los secretos de la madre noche.

Pero jamás vi un corazón igual al tuyo.

Me asomé al balcón de los otoños

y vomité los caldos que la locura me dio.

Esculpí batallas en mi corazón

y motivé a los transeúntes a huir de mí mismo.

                                                  -Caro me salió-

Me enamoré de estrellas prepotentes

y caí en las cuentas de la banca internacional.

Me emborraché de emociones y virtudes

de luz a todo color.

                                          -Pero al fin te encontré-

Te encontré entre rumores colgados del ciprés,

te hallé entre océanos infinitos y falsas treguas

de contraste y rareza con apellido europeo.

                                                   -Me hallaste-

Tras la espesura de la niebla blanca de mis canciones de invierno,

hallé una música que hablaba de nuestro amor.

Tú buscabas paz y encontraste la armonía

de una cópula cósmica en paz con Dios.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

SITIADO  POR  IMPERTURBABLES

MUROS  INVISIBLES

 

Esa necesidad de ser futuros que llamamos vida.

DÁMASO   ALONSO

 

Sitiado por imperturbables muros invisibles

inmunes al abrazador incendio

que da hervor al centro de mi mismo,

apenas rescoldo de un sordo bullicio

que roncamente exhalo de mis entrañas

imperceptible para los monstruos de mis mañanas,

apenas un desgarrador y miserable vaho

que forma condensadas figuras extrañas

en la transparente tiniebla de mis pasos,

esos que no cesan con bastones de palabras

de apoyarme e hendir las oscuras luces

que aísla el incesable sentir de mis voces,

esas que quieren encaminarme entre feroces

y desgraciadas criaturas contemporáneas

deudoras de estériles angustias,

frenéticamente ordenar mis limitaciones

y en campo abierto indagar lo inexplicable

caminando, buscando ser futuro.

 

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

 

 

EL ROLLO QUE ARROLLA

 

(Soneto)

 

Desde diciembre a enero

Siempre hay rollo que arrolla

Cuando hasta en bisiesto de febrero

Olla mogolla a mi andorga solla.

 

Desde marzo a abril, yo severo,

Parto ilusiones en guerras con Troya

Desde el nocturno al mañanero

Mucho bla, bla, bla con mucha farfolla.

(Ídem de Ídem)

Desde el novato al tabernero

Desde el tan beato al tan gilipolla

Desde el maragato al liguero.

 

Desde el mojigato a toda la colla

Desde el califato a los tinte-cabrero

Desde el mentecato al cagalaolla.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

nevandoenlaguinea@hotmail.com

E-MAIL: nevandoenlaguinea@hotmail.com