Lita Cabellut y Federico (Cecilio Olivero Muñoz)

Sin duda el poeta granadino y la pintora catalano-aragonesa Lita Cabellut forman un tándem atractivo y sugerente. Nadie hubiera predicho que Lita, nacida en un pueblo de Huesca, aunque vivió su infancia en el Raval de la Barcelona tan emblemática como entonces marginal, tendría un destino tan beneficioso en el arte posmoderno. La pintora de almas, es como la llaman en los ámbitos prestigiosos. Su obra es más conocida en el extranjero que en su país de origen. Es la pintora más exquisita en el arte contemporáneo. Aunque acabara residiendo en Holanda, nunca ha dejado de sentirse identificada con el arte de España y en especial con Catalunya.

Acaba de cumplir años recientemente. Presentó en 2020, en la Feria de Arte contemporáneo internacional ARCO, su nuevo trabajo más significativo, ya que dejó sus grandes lienzos, que son casi murales, por un libro de artista de tamaño menor. Un libro de artista que mezcla la obra de Lorca Bodas de Sangre, impresa en castellano e inglés para ilustrarla en un tamaño que ha revolucionado su manera habitual de pintar para crear un arte maravilloso para paladares que gusten de la mezcla de literatura y plasticidad. Estamos ante una obra que ha creado desde la obra teatral trágica lorquiana y ha sabido llevarla a un terreno de talento exclusivo. La obra se compone de 1998 ejemplares. 1898 en numeración arábiga y 100 en numeración romana, todos firmados por la artista y los de numeración romana con un estilo igual aunque retocados por la virtuosa artista española.

Algo de menor relevancia es su raza gitana, lo que tiene verdadera importancia es su gran carisma y su gran cultura. Una artista que ha pintado retratos, desde Charles Chaplin a Camarón de la Isla, usando como modelo a su propio hijo y con una brillantez extrema. Es sin duda una de las artistas más cotizadas en el panorama pictórico. En esta obra publicada por ARTIKA ha incorporado toda su pasión y su admiración por Federico García Lorca y ha realizado un trabajo excelente. Ha cambiado lienzos de gran tamaño por otros más pequeños en formato de litografía de papel. Y ha quedado un trabajo hermoso que vale la pena incorporar en la colección de amantes de la belleza.

Lita Cabellut es la confirmación moderna de la obra del maestro Goya, de Zurbarán, de Sorolla desde una impronta personal. A veces abstracta. Hay que remarcar su obra en otros cuadros de mayor tamaño donde expone el alma y con ciertas características que la definen por su estilo personalísimo y peculiar. En su obra hay craquelados y una mezcla de varias capas anteriores a la obra en sí. El estuche completo pesa 12kg. y contiene una lámina retouché à la main llamada Amor en los 100 ejemplares de numeración romana retocados por Lita, basados todos en la obra de teatro, y el libro de arte junto al libro de estudio contenidos en un estuche escultura con las ilustraciones en las dos caras en la parte superior, llamadas La Luna acompañada de la parte posterior donde simboliza desde su interpretación personal exponiendo unos rodillos pintados y trabajados de estilo abstracto. El pack contiene un libro de estudio de grandes estudiosos del arte contemporáneo, y “la joya de la corona”, el libro de artista donde hay 31 láminas. En total incluye 90 ilustraciones creadas por la artista. 41 rostros y 49 rastros creados para esta edición. Y todas firmadas por la artista española. No hablaremos de precio, aunque ¿qué valor tiene un Van Gogh? ¿Qué valor podemos dar al talento?

Nostalgias de un emigrante-El niño y el enterrador-Antonio Miguel Oliveros Quiroga

El niño después de hacer un recado a una vecina, recibió como compensación una perra gorda (10 cm. de peseta) y con ella se disponía a comprarse una chuchería en la tienda de caramelos. Al entrar no había nadie, el dueño había entrado a la trastienda y dejado solo el mostrador, donde tenía en varios botes de cristal con todo tipo de golosinas. El niño llamó varias veces al tendero y este no contestaba, el chiquillo insistía, pero sin resultado alguno, así que alargó la mano hacia uno de los botes que tenía más cerca, pues apenas llegaba al mostrador y cogió una bola de caramelo, con la mala fortuna de ser descubierto por el dueño, que en ese momento aparecía de detrás de la cortina, cuando aún tenía la mano dentro de dicho bote… ¡hay ladrón! ¿qué pretendes robarme? El pobre niño se quedó sin palabras, no sabía qué decir y soltó lo que tenía en la mano sacándola de inmediato. – ¿no te da vergüenza robar a un pobre hombre que se gana la vida honradamente con su tienda? – ¿qué educación te están dando tus padres? -Voy a llamar a la guardia civil para que te den un buen escarmiento… Todo esto se lo decía mientras lo tenía cogido por un brazo y lo sacaba hacía la calle gritando… ¡¡ Guardia!! ¡¡guardia!! El niño mientras tanto lloraba y le pedía que lo soltara, que él no pretendía robar nada, que tenía el dinero para pagarle (y le enseñaba la mano donde tenía el dinero) pero aquel hombre no se calmaba y cada vez gritaba más alto, como si quisiera que todo el mundo se enterara del «crimen» que había cometido aquel niño. ¡Perdóneme! le rogaba entre sollozos… le prometo que no volveré a hacerlo más… quédese con el caramelo y el dinero… -pero deje que me vaya y deje de llamar a los civiles. Pero no había manera que dejara de gritar y zarandearle ¿tan grave era lo que había hecho? ¿era normal el tratamiento que estaba recibiendo? el pobre niño no salía de su asombro y se orinó encima. El hombre cuando se cansó de gritar y no aparecía nadie lo soltó, el chiquillo dejó su «perra gorda» en el mostrador y salió corriendo hacia su casa, sin su dinero ni la chuchería que quería comprar.

Nunca más volvió a entrar en aquella tienda y cuando veía a aquél hombre procuraba no cruzarse con él y cambiaba de acera.

Del enterrador no era miedo lo que le tenía, pero no le gustaba cruzarse con él, cuando veía a aquel hombre con barba sin afeitar en varios días, el pitillo en los labios y la boina negra de medio lado en la cabeza, la camisa descolorida medio remangada y los pantalones de pana manchados de cal, igual que las alpargatas en su día serian negras, pero ya no se sabía el color que tenían, era el enterrador que bajaba por la calle.

Cuando iba con la pequeña escalera de madera al hombro, camino del cementerio a las afueras del pueblo, seguramente a preparar la sepultura de alguien que se había muerto, pues se oían doblar las campanas igual que cuando murió su abuelo. Siempre lo miraba con recelo, pero desde la muerte de su abuelo había ido en aumento, pues solo con recordar como tapiaba el nicho, le culpaba de no poder volver a verlo. A él le dijeron que su abuelo estaba dormido, cuando lo vio tendido inerte en la caja, que luego metieron en aquella pared del cementerio y ese hombre tapó con ladrillos.

No comprendía porque la gente le saludaban, pues te quitaba a los que más querías y le metía allí dentro, que cuando despertara no podría salir. Lo peor fue el día que con un grupo de niños, entraron en el cementerio y vieron en un rincón, un montón de huesos dispuestos para incinerarlos, cogieron algunos para bromear entre ellos y el enterrador los vio, salió corriendo tras ellos increpándoles (con intenciones que ellos desconocían) hasta el centro del pueblo.

Desde entonces este niño no entró al cementerio, hasta después haber pasado muchísimos años, con el enterrador no se volvió a encontrar.

Reflexiones de una ondjundju-Jardín de Fresas-Juliana Mbengono

JARDIN DE FRESAS

Sería muy ingenuo de mi parte pensar que el mundo está atravesando un periodo exageradamente crítico por la guerra ruso-ucrania, las manifestaciones por el asesinato de Mahsa Amini, la violación de los derechos de las mujeres en Iran, el aumento de la violencia en mi país acompañado de las desapariciones forzadas y un largo etcetera como la llegada del covid y lo mucho que ha favorecido la corrupción y los asesinatos. Digo que sería ingenuo pensar que todo eso es nuevo y muy grave porque, aunque no es lo mismo para el mundo una guerra europea que una guerra en África, estas situaciones siempre se han dado y son constantes en el mundo, pero no en todas partes al mismo tiempo.

 

Sería aún más ingenuo creer que todo el caos que se vive en Guinea ahora mismo es “el no va más”. Recuerdo que las noticias  de muertes misteriosas con mutilaciones de genitales y otros órganos de los cuerpos hallados recorrían las ciudades y barrios saturando los canales del congosá (de boca en boca) cuando se acercaban las elecciones políticas; poco antes, durante y poco después de que cada candidato haya hecho su campaña que podría incluir repartos de vasos de arroz acompañados de un chicharro, un par de alas de pollo y algún litro de aceite o lata de tomate en pasta. Ahora que todo cuesta el triple en el país y se acercan las elecciones, tengo miedo de que se vuelvan a producir aquellas escenas surrealistas en las que varios vecinos se peleaban por un chicharro o un litro de aceite; en todo caso, no será nada nuevo. Los acontecimientos que han tenido lugar en Guinea durante los últimos años se podrían recoger en temporadas para una serie de televisión.

 

Hay quienes intentan ser buenos y traen buenas políticas al mundo y a mi país, gente que intenta apoyar causas colectivas que por ahora oprimen más a unos que a otros; gente como las mujeres que se cortan las puntas del cabello para solidarizarse con las mujeres iraníes que están arriesgando sus vidas o políticos que perforan los muros de sus mansiones para dejar pasar una manguera que apacigüe la sed de los ciudadanos que viven a su alrededor. Lo que no creo que sería tan ingenuo es pensar que esta misma gente o, por lo menos gente como esta, aportó su granito de arena para que Guinea Ecuatorial aboliera la pena de muerte; los medios lo han celebrado, algo tan bueno debe ser noticia. Sin embargo, nada podría impedir que en estas fechas se saboteen intentos de destruir la paz reinante en nuestro suelo patrio ni que se detenga por un tiempo o por el resto de sus vidas a aquellos que podrían incitar a los jóvenes y los jóvenes mayores a votar en contra del Gran Movimiento de Masas.

 

Creo que viene bien perderle el miedo al futuro por un momento y desahogarse en un 15% como lo acabo de hacer. Sería ingenuo pensar que las palabras más simples no podrían llevar a consecuencias mayores sobre todo cuando se es tan consciente de que hay muchas hienas sedientas de poder queriendo demostrarle Al Hombre su lealtad.

 

Antes era tan ingenua que creía que en mi país fingimos no darnos cuenta de la pantomima producida, pero lo mismo veo en Italia y…, habría dicho que en Rusia si miles de rusos como los que festejaban el éxito de su país en Ucrania no estuvieran huyendo de la muerte ahora mismo.

 

Llega el fin de semana…

Llega el fin de semana… Mañana iremos a la playa; pero hoy, es el cumpleaños de Celia y tenemos que estar en su casa a las cinco de la tarde. Así …

Llega el fin de semana…

Nostalgias de un emigrante-La dignidad de un hombre-Antonio Miguel Oliveros Quiroga

Fue un hombre hecho a sí mismo creció y vivió en libertad, sin tener que dar explicaciones a nadie y esa libertad marcó su existencia, era serio, leal a sus principios y orgulloso. Se había quedado sin padre muy niño, su madre le puso a trabajar en lo que salía y por las noches tenía que ir a la escuela. Siempre anduvo de un sitio para otro, tratando con toda índole de personajes, visitando ventas y tabernas donde se realizaban todo tipo de tratos… (trabajos, cambios, compras, etc.) siempre delante de una botella de vino, unas veces salían bien las cosas y otras no, pues en más de una ocasión podían terminar en riñas y peleas, rodeado de gente que iban con engaños o malas intenciones, le hicieron tener muy mal genio cuando se enfadaba . Las injusticias de la guerra y los años posteriores aun empeoraron su carácter y lo hizo más desconfiado e independiente, ni el hecho de contraer matrimonio le hizo encontrar una estabilidad y atención hacia su familia. (¿Se casó por amor? Eso nunca lo sabremos, porque incluso estando comprometido nunca dejó de hacer a lo que estaba acostumbrado y si tenía que irse varios días fuera del pueblo, se iba sin dar explicaciones, como siguió haciendo una vez casado y después de que llegaran los hijos. Su forma de ser y orgullo le dieron muchos problemas, nunca consintió la humillación de caciques, capataces o con quienes contrataba el trabajo. Solía trabajar por su cuenta y no soportaba que alguien le controlara o le mandara hacer algo con lo que no estuviese de acuerdo. Jamás se le vio de paseo con su esposa o los hijos, los días que no trabajaba los dedicaba a reparar o acondicionar los aparejos de los animales que utilizaba para trabajar, o en las tabernas de “tratos”. Era delgado con un cuerpo menudo y cuando llegaba borracho a su casa apenas comía, si las cosas no le habían salido bien su mal genio lo pagaba con la familia, hasta que se quedaba dormido y cuando despertaba se volvía a marchar, a trabajar o a la taberna para seguir bebiendo. ¿No quería a su mujer ni a sus hijos? No les tenía maltrato físico, pero con su mirada infundía mucho respeto, en una época de tanta necesidad no parecía que le importara mucho las de su familia, cuando tenía dinero antes de pagar las deudas de la casa, pagaba las contraídas con los proveedores de piensos y aperos para sus animales, le daba mucha importancia a su cuidado y siempre decía que “eran lo que tenía como medio de vida y no podía faltarles de nada”. Las necesidades del hogar siempre eran problema de la mujer, el mantenimiento de la casa y los hijos para él pasaban a un segundo plano.

A veces se iba del pueblo durante varios días o semanas a trabajar y cuando volvía podía ser que no llegara con dinero y apenas cubrían algunas deudas.

No era mala persona, ayudaba a quien se pidiese cualquier favor, aunque le faltase para él o su familia.

Por estar trabajando desde muy joven, conocía infinidad de actividades, del campo… agrícolas, ganaderas, o la minería, también conocía toda la comarca próxima y las provincias limítrofes. Igual que conocía las ventas y tabernas donde eran habituales todo tipo de personas, que eso le dio una visión de la vida diferente al resto y no fiarse de lo que le dieran sin haberlo ganado con su esfuerzo, no le gustaba los juegos de cartas o similares donde el interés por ganar se convierta en adicción, su único vicio era la bebida que no la dejó hasta su muerte.

Reflexiones de una ondjundju-Malabo podría ser Houston-Juliana Mbengono

                        MALABO PODRÍA SER HOUSTON

 

Recuerdo que una persona me dijo que no podía contarme cómo es vivir en los Estados  Unidos de América, que yo misma ya vendría a verlo cuando llegase. De eso hace ya unos diez años; en ese momento sentí que solo era una forma de consolarme, decirme con menos nostalgia que volvería estar con mi “mamá tía” y mi prima con quienes llegué a Malabo con solo dos años.

 

La esperanza de visitar América era una neblina, nunca estuve segura del todo. A veces era tan positiva que daba por hecho que empezaría mi carrera en una universidad de Atlanta, otras era tan negativa, pero optimista por un lado, que me veía graduandome en la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial sin muchas dificultades y viniendo a empezar el máster en América sólo unos meses después. La idea de una vida aquí era tan grande no veía el día en el que tendría que ir a pedir la visa, llevar una vida de  estudiante aquí era tan excitante que diría que vivía en modo “espera” mientras estuve en Guinea. Después de denegarme el visado una vez intenté darle al play; “mejor así, que lo importante es estudiar y vale un título de aquí que de allá para abrirme camino en el mundo laboral”, pensaba o me consolaba. 

 

Ahora que estoy aquí, no me atrevería a decirle a  nadie como es la vida en mi nueva ciudad o en mi barrio (sin tener en cuenta que no llevo más de un mes y dos semanas aquí y todavía no me ha dado tiempo a explorar la ciudad), todo es muy diferente y similar al mismo tiempo, la calle Westheimer, donde vivo me recuerda mucho a Santa María II, mi barrio, sobre todo a la calle que lleva a caracolas o Pequeña España. Algunas zonas se parecen a Malabo dos, el de los ministerios, (con esa referencia, en Guinea hacemos la diferencia entre Malabo dos, que solo es un barrio más detrás del mercado Semu; y Malabo dos donde están las sedes de la mayoría de los ministerios o algunas empresas como las petroleras americanas). La diferencia entre aquí y allí es que hasta ahora no he visto ningún cartel con la foto del presidente u otro miembro de su familia sonriente en alto en alguna calle.

 

Al principio creía que América no tiene ninguna diferencia con Guinea, y confieso que le dije a mucha gente que si se repartía un par de carteles enormes con las fotos de nuestro presidente por las calles de aquí yo pensaría que sigo en Malabo; pero, ahora que escribo estas líneas, estoy recordando que en Guinea uno no se cruza con tanto latinoamericanos, gente de pelo lacio y piel blanca; en mi país, por más que se diga, no hay tanta gente con sobrepeso por las calles ni casi todos los hombres huelen a tabaco, tampoco hay gente sana y cuerda viviendo en la calle o pidiendo limosna. Por otra parte, los pasos de cebra, los semáforos y la circulación son muy diferentes a los de ahí: la vida es diferente y similar.

En cualquier ciudad de Guinea podía coger un taxi en cualquier esquina y llegar a mi destino en minutos, aquí necesito aplicaciones como la de uber, tarjetas de débito o crédito y cuentas bancarias para coger un taxi. En Guinea tenía que ir hasta el banco para ingresar o recibir 2500 francos cfa. Aquí me los envían o los recibo haciendo zell en un minuto. Allí tenía fruta fresca y rica mucho más barata que la del super, grandes espacios para hacer deporte al aire libre y ver la naturaleza en estado puro, aquí todo parece de plástico y la fruta sabe a “cartón”; la primera vez que probé unas fresas me decepcioné: sabían a piña sin azúcar.

Se cree que en África vivimos con los monos y otros animales, pero es aquí donde he visto tortugas, mofetas y ardillas libres por primera vez. todos los servicios y productos variados que hacen de Houston una ciudad muy cómoda y agradable para los ecuatoguineanos que venimos a este país también se podrían ofrecer a los que se quedan allá, pero no es así y esto me ha dolido igual que la desaparición del artivista Ganster Adjoguening

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Sara Mesa

La familia

Anagrama. 2022

 

Hay una imagen preciosa que trasmite en gran medida, de un modo preciso, el tema de esta novela. Al hijo pequeño, Aqui, se le cuenta en la escuela la importancia de la unión social y la profesora acude a la idea de las ramas atadas, unas junto a otras, afirma, se vuelven irrompibles, no como cuando están aisladas y se pueden romper con facilidad. Una niña dice que su madre le ha contado lo de las ramitas atadas aplicado a la familia. Entonces, Aqui pregunta si no es posible que las ramitas que quedan en medio del manojo terminen asfixiadas.

De este modo comprendemos que lo que se narra en la novela de Sara Mesa es justamente eso, esa atmósfera familiar que a veces deriva en asfixia, esta institución que es el inicio de la socialización, pero al mismo tiempo constituye la causa de heridas profundas y de fragilidades que nos acompañarán siempre. También es fuente de algunas fortalezas, qué duda cabe, y al final también determina lo que somos, lo bueno y lo malo, conforma ese interior con el que habremos de enfrentarnos a la vida. Pertenecer a una familia u otra puede ser puro azar, lo es para los tres hijos biológicos, pero también para Martina, cuyas circunstancias la llevan a que se le adopte, aunque su suerte, lo sabemos en el transcurso del relato, hubiera podido ser otra. Pero tal vez no sea exactamente el azar lo que mueve ese mundo de relaciones y todo esté fijado de antemano, determinado.

En toda familia, es evidente, «hay silencios insoportables, preguntas que se hacen y hechos que no se cuentan», es evidente también que hay tantos tipos de familia como unidades de familia, no podríamos decir por tanto que la descrita por Sara Mesa sea una familia-tipo, puede que cualquier definición resulte arbitraria, pero sí que cualquier lector se va a sentir de algún modo u otro identificado, va a intuir en esta novela reflejos de la experiencia propia. Porque al final es la experiencia vital ese poso que compartimos todos.

Y todo ello nos lo cuenta la autora con ese estilo habitual en ella, con sencillez aparente y una serenidad que no es en absoluto distancia, todo lo contrario, los retazos que son cada capítulo, con sus saltos de personajes y de momentos, capítulos cerrados y perfectos por sí mismos, como relatos redondos, van componiendo, casi como si estuvieran cosidos, una novela que a todas luces atrapa. Consigue transmitir un mundo, una atmósfera, gestiona siempre a la perfección las anécdotas y los misterios, lo contado y lo que se transmite por medio de silencios y entre líneas. La sorpresa adereza el relato entero y nos muestra, por ejemplo en el capítulo último, lo frágil que es todo, una fragilidad que explica muchas cosas.