Reflexiones de una ondjundju-Los colores no son el problema-Juliana Mbengono

Hay verdades y realidades que solo aceptamos y entendemos al vivirlas. Lo de ponerse en los zapatos de otro sólo es un dicho para despertar la empatía. Me quedé con las ganas de reírme cuando una afroamericana soltó no le gustan los africanos porque “nosotros vendimos a sus antepasados a los esclavistas”; vamos, que en África seguimos siendo los mismos que hace doscientos años y ninguno de nosotros sufrió la pérdida de sus seres queridos por la colonización. Quería reírme para no soltar un comentario grosero u ofensivo.

Durante todos los años que viví en mi país que, a pesar de todo, era mi hogar y mi lugar de confort, nunca fui realmente consciente de la discriminación, pese a que mucha gente vivía marginada y esclavizada a mi alrededor. Los colores de la piel no son el problema, las diferentes lenguas tampoco lo son, ni los territorios ni las costumbres. El problema está en nosotros, en nuestros miedos más absurdos, en la ambición más salvaje y en el odio nacido de la envidia.

En los libros de historia y las revistas leemos como la gente negra fue esclavizada durante siglos o cómo los judíos fueron asesinados cruelmente por los nazis. Estas lecciones necesarias en las escuelas que, a veces, acaban despertando sentimientos de odio e impotencia hacia la gente blanca, quizás debería quedarse en eso: lecciones de la historia para no repetir esas atrocidades. Por desgracia, las heridas del colonialismo en África siguen tan abiertas como las del holocausto judío. Pero lo más triste de todo es que el racismo, la discriminación y los prejuicios siguen encontrado justificaciones y espacio en nuestras sociedades por el egoísmo y la ambición de algunos.

Si a nivel mundial una persona negra se siente en desventaja frente a una blanca, en un país como Los Estados Unidos de América o Francia un ciudadano de origen africano se sentirá en desventaja frente a otro negro nativo. Este rechazo de un negro a otro negro ya no se puede llamar racismo, afortunadamente alguien ya lo describió como discriminación interseccional y esta confirma lo que pienso: el problema no son los colores de la piel.

Dos africanos en el extranjero se llaman hermanos, lo que en realidad les une es la miseria por la que temen pasar; porque si estuvieran en el país de uno este llamaría al otro extranjero, le robaría y trataría de abusar de él: ya no serían hermanos.

Dentro de una familia con las puertas de la casa abiertas para los primos y sus hijos, pese a que todos somos hermanos, también encontraremos la diferencia en el trato que les damos a los que nacieron del mismo vientre que nosotros. Incluso golpearemos y marginaremos a los primos sin una excusa razonable.

Las diferencias siempre existirán. Yo ya no creo que alguien me discrimina porque soy negra africana, la discriminación, desde mi punto de vista, es síntoma de algún problema mental propio de quienes también sufren de ignorancia forzada.

Reflexiones de una ondjundju-El bol de ensalada- Juliana Mbengono

El mundo es como un bol de ensalada con una diversidad de vegetales que forman un todo delicioso. A veces trato de imaginarme un mundo sin razas, sin variedades, colores, ni países: sería tan aburrido y simple… No podría hacerme una buena ensalada y, seguramente, existiríamos con unas sensaciones de tedio y carencia insaciables. La libertad de la que disfrutamos inconscientemente al elegir entre una manzana roja y una verde o amarilla, debería ser la misma que cuando hablamos de nuestras preferencias sexoafectivas o de las características físicas e intelectuales que nos gustaría que tenga nuestra pareja, o cuando comparamos varias ciudades y nos identificamos más con la vida en una determinada.

La diversidad nos permite organizarnos y clasificar las cosas, ideas, personas o animales por grupos, ¿si no? ¿cómo le indicaríamos a alguien que necesitamos teñirnos el pelo de rubio y rizarlo, en vez de teñirlo de rojo y alisarlo?

Tras visitar África, un europeo puede llevarse un traje estampado o hacerse unas trenzas para mostrar “lo exótico” que “descubrió en África” o porque, simplemente, disfrutó de lo diferente con lo que se encontró. De igual manera, constantemente, las chicas negras nos alisamos el pelo y lo teñimos con químicos o usamos pelucas para vernos diferentes, “cambiamos de look” de cada mes.

Tristemente, la diversidad se convierte en un gato con una quinta pata cuando empezamos a usar etiquetas como blanco o amarillo cómo únicas herramientas para definir a otros. Quizás no tengamos una mala intención, que mi madre me llame negra no me molesta, recuerdo haber tenido una amiga llamada Negra y otra llamada Llorona, esta última hacía llorar a otras niñas con tanta frecuencia que muchas preferían alejarse de ella.  Mi amigo Marques se llama Blanco y tiene la piel aún más achocolatada que yo.

Las diferencias entre unos y otros han sido utilizadas para hacer tanto daño que a veces creo que habría sido mejor que todos fuésemos iguales; pero estoy segura de que, igualmente, habríamos encontrado otras diferencias. Y, en el peor de los casos, quizás no sería tan sencillo encontrar a una persona desaparecida.

Que unos sean alto y otros bajos; unos negros y otros menos negros o blancos; nunca debería haber sido motivo de discriminación, miedo, rechazo u odio. Al contrario, esas diferencias deberían habernos ayudado a vivir extasiados, plenos de felicidad porque son muestra de la abundancia con la que nos bendice la madre naturaleza; son una prueba de que el mundo está diseñado para que disfrutemos de él mientras vivamos.

Veo a mis hermanas quejándose porque una mujer blanca presumió de unas rastas en Instagram o una negra se dejó tocar el pelo; la verdad es que es realmente incómodo que te toquen el pelo así sin más, como si alguien se tocara la libertad de tocar cualquier parte de cuerpo porque sí, porque le llamó la atención. Que alguien nos haya ofendido en algún momento, ya sea por odio o ignorancia, no debería privarnos de compartir y disfrutar la riqueza y diversidad de la naturaleza.

Para terminar, el egoísmo y la ambición seguirán alimentando el racismo y la xenofobia mientras las cele bridades se apropian de otras culturas para “crear tendencias”. Pero no debemos pagarlo con otros inocentes que simplemente amaron algo diferente a lo que ya conocían. Creo que ayudaría mucho que compartiéramos positivamente en vez de criticar y atacar pensando que estamos defendiendo lo nuestro.

Reflexiones de una ondjundju-Empatía 2.0-Juliana Mbengono

Empatía 2.0

Hace poco, leí el cuento de uno de los ganadores del certamen “Guinea Escribe”, el cuento de tres hojas habla de unos aldeanos que descubrieron una mota que, al consumirla les hacía muy felices; pero cada vez que la tocaban se extendía y acabó por invadir la aldea y el planeta. Creo que la mota es internet, pero el cuento no lo dice.

Por lo menos en África, todavía tenemos la certeza de que en caso de peligro los vecinos o quien quiera que esté cerca acudirá a socorrernos. Pero en muchas partes, parece que la empatía se ha limitado a los comentarios que hacemos en las redes por miedo, indiferencia y desconfianza.

Muchas veces hemos visto noticias sobre personas que acabaron muertas o gravemente heridas al intentar socorrer a otras que estaban en peligro. Creo que esto influye tanto en la gente que muchos prefieren mirar hacia otro lado cuando se encuentran con alguien que está en peligro. Recuerdo que, cuando estaba en Houston, un perro enorme salió de la nada y empezó a seguirme. Me asusté tanto que me puse nerviosa intentado alejarme. La gente que pasaba miraba hacía el otro lado y fingía no entenderme. Por desgracia, el perro fue atropellado por un Toyota y entonces algunos se molestaron en mirarlo con lástima. Si aquello hubiera sido grabado, seguro que muchos habrían hecho comentarios como “¿Dónde estaba el dueño del perro y por qué nadie la ayudó?”.

Por otra parte, la gente está tan centrada en sí misma que sólo se detiene a mirar la velocidad a la que va el mundo cuando les detiene una enfermedad o una desgracia. Mientras estamos sanos, los problemas de los demás son sus problemas, nosotros ya tenemos bastante como para preocuparnos por otros. En América echo mucho de menos a mis amigos y conocidos en Guinea, tantas actividades desinteresadas y tantos jóvenes valientes comprometidos con mejorar su comunidad. Durante la primera semana de febrero tuve que empezar a levantarme de mi cama a las cuatro de la mañana para poder llegar menos tarde a la escuela, una vez me quedé dormida y en el bus y al despertarme, estaba en la estación de los autobuses con las puertas del auto cerradas. ¡Menos mal que no me robaron el móvil o la mochila! El chico que limpiaba la marquesina evitó mirarme mientras golpeaba la ventana intentando llamar su atención. En Instagram, seguro que él habría sido el primero en preguntar si nadie tuvo cinco segundos para despertarme.

Por último, en un mundo donde la gente se aprovecha de la buena voluntad de otros para robarles o herirles, no es de esperar que nadie se crea que realmente estamos en peligro, a menos que hayamos tenido un accidente grave como que un terremoto sacude nuestro país o nos atropella un auto.

Es triste, pero real. Cuando leo los comentarios que hace la gente en las redes sociales, me da la impresión de que el mundo está lleno de empatía. Pero, al salir a la calle y ver las noticias, confirmo que estamos en la era de la empatía 2.0.

Reseña Literaria- Juliana Mbengono

El Poemario Verdinegro (iBookStore, 2023) es un trabajo conmovedor y valiente de Cecilio Olivero Muñoz en el que, con sus hemorragias de propósitos/ unidos a los amaneceres rojos, el autor vuelve a ser su propio muso presentando temas como la teoría del “luser o loser” con la que el sistema capitalista intenta convencer a sus víctimas de que son culpables de su desgracia. Olivero Muñoz llega a preguntarse si ¿Acaso no hay águilas que padezcan/ la crisis en sus picos y garras?

Otros temas que cuestiona y aborda el artista son: el amor, la inmigración, la importancia del éxito ante los demás, la felicidad, la necesidad de aceptación, el autodominio, la valentía, la salud mental, el nacionalismo, la justicia, la amistad, la familia, la discriminación, la inmigración y la maternidad, entre otros. Los 60 poemas del libro, algunos escritos en prosa, se leen en un momento y algunos lectores como yo se quedan sin palabras.

Pese a que la mayoría de los poemas son breves y sencillos, requieren un poco de concentración de parte del lector, ya que no difieren mucho de los que en “El necio” el autor menciona como poesía hermética [que se escapa de las manos del lector como un pájaro].

Uno de los poemas más conmovedores y tiernos de los tantos que hay en el libro es “El perdedor”, en estos versos donde Cecilio se define como presencia inútil/ como una jaula donde mueren pájaros y no se camufla al decir: a las mujeres les resulto repelente/ a los suegros les parezco un perdedor; se lee a un hombre que no pierde la esperanza en el amor ni se vuelve mezquino por no coincidir con lo que la sociedad define como hombre exitoso y qué es precisamente aquel al que cualquier mujer desearía presentar a sus padres.

En su intento de averiguar el secreto de la amistad, Cecilio Olivero entiende que se trata de un jardín /que debes cuidar con mimo y esmero; sin embargo, es una persona solitaria buscando su destino.

Otro poema que para mí no podría pasar desapercibido es “Hacia otra tierra con más oportunidades” en el que el poeta habla de la inmigración que lleva a cientos de jóvenes africanos a perder la vida en el mar y nos recuerda que cualquiera podría verse en esa situación algún día. La muerte de estos hijos, hermanos y padres que iban en busca de una vida mejor donde nadie les prometió nada acaba siendo, como lo dice el poeta “relleno televisivo” para Europa y el mundo mientras es una noticia amarga y dolorosa para los familiares que se quedaron quizás dudando o quizá esperando a que todo salga bien.

En varios poemas como “La revolución no será televisada” o “Nueva York” el autor invita al lector a ver lo sobrevalorados que están los Estados Unidos de América donde él no encuentra nada realmente interesante, sino injusticia, absurdos y vidas vacías atrapadas en las rutinas.

Cecilio Olivero es todo un poeta, es tan poeta que, incluso, cuando quiso hacer novela le salió una novela en poemas. La lectura de Poemario Verdinegro es para todos los que puedan leer; la variedad de temas, la brevedad de los poemas y el estilo usado en los versos libres pueden arrastrar al lector hasta el final del libro sin que este se dé cuenta.

Reflexiones de una ondjundju-Todo se desmorona-Juliana Mbengono

Yo también creo que Chinua Achebe (1930-2013) fue un genio. No solo porque alguien le considere padre del renacimiento de la literatura africana ni mucho menos por todos los méritos que logró a lo largo de su vida como escritor. Su narración prolija deja poco o nada que desear; y, sin importar el orden, diría que cada obra suya que se lee gusta más que la anterior.

Lo último que leí del nigeriano fue “Todo se desmorona”. Esta novela me maravilló por su contenido antropológico, por la visión imparcial sobre la llegada de los colonos a África y el desarrollo de la trama.

Desarrollar la trama de la historia en un espacio imaginario dentro del continente, sin duda alguna, fue un acierto; pues, si no supiera quien escribió la novela y si esta no usara palabras tan concretas como igbo, bien podría creer que Umuofia es Guinea Ecuatorial, Gabón o Camerún. Las jerarquías sociales, las creencias, los valores, los juicios y otros aspectos que retrata la obra hacen que me resulte demasiado familiar, quizás porque soy de África Central y Nigeria no queda muy lejos de Guinea Ecuatorial. Un fragmento concreto es el que muestra como las mujeres de la aldea se coordinan para ayudar a la esposa de Obierika, amigo del protagonista, a organizar la comida para la recepción de la boda de su hijo; si no es en todo el continente, el procedimiento es el mismo entre los fang de Guinea Ecuatorial.

La novela del nigeriano no sería clasificada bajo ningún concepto como “de consentimiento”, como se hizo con “Cuando los combes luchaban” del ecuatoguineano Leoncio Evita; sin embargo, “Todo se desmorona” muestra con suficientes detalles y quizás con demasiada crudeza las atrocidades que las sociedades africanas cometían por ignorancia en nombre de sus dioses. Además de refranes que resaltan el machismo de la época, un caso muy expuesto en la novela es la alta tasa de mortalidad infantil explicada como brujería: los niños obange son demonios que se meten en el vientre de una mujer para afligirla y morirse una y otra vez. Otros aspectos son el miedo a los gemelos y los asesinatos por orden de dioses. Sin embargo, Achebe nunca los juzga; no los confirma ni los desmiente, tampoco deja claro si le parecen buenos o malos: simplemente los expone del mismo modo que expone valores como la unidad, el respeto, el derecho al honor, etc. en esas sociedades.

Por último, el desarrollo de la trama es cautivador y sutil. La novela me resultó demasiado corta teniendo más de doscientas páginas y, sin embargo, me quedé satisfecha con el final: sentí que la historia estaba completa. Pues, todo lo que el autor va sembrando entre la primera y la segunda parte, se va cosechando a finales de la segunda y la tercera. El protagonista, Okonkwo tiene el fuerte deseo de ser una persona de valor en su sociedad y ser reconocido como tal, y este fuerte deseo no nace de la nada, sino que se explica por el tipo de padre que tuvo. Como un guerrero decidido a honrar a su pueblo y ser honrado por su pueblo, todo cuánto hace Okonkwo se puede juzgar como exagerado o prepotente y al mismo tiempo resulta verosímil, porque el autor nos ayuda a entender cómo piensa Okonkwo y cuáles son sus motivaciones. Después del capítulo en el que el protagonista participa en el asesinato a machetazos de un niño que estaba bajo su custodia, a pesar de que se le advirtió de que no participara porque el muchacho le llamaba padre, llegué a desear la muerte de Okonkwo; sin embargo, me conmovió el hecho de que su propio hijo lo abandonara para convertirse al cristianismo al considerar a Okonkwo demasiado cruel.

En la novela de Achebe se puede intuir que los colonos se aprovecharon de las desigualdades y la ignorancia en los pueblos africanos para engañarlos y dominarlos. No diría que es un aplauso a la llegada de los europeos ni un intento de reestablecer el sistema social clásico o un llanto por las costumbres perdidas: sencillamente, es una historia intrigante con conocimiento antropológico, una visión imparcial acerca de la llegada del invasor europeo a África y una trama llena de suspense.

Reflexiones de una ondjundju-autobuses- Juliana Mbengono

Si digo autobuses, creo que todos o cualquiera podría hacerse una idea de aquello a lo que me refiero: un coche largo en el que pueden viajar más de seis personas sin sentarse unas sobre otras ni apiñarse. Mi definición puede no ser la más certera, pero creo que se acerca a la imagen que tengo en mi mente cuando tecleo las letras que forman las palabras bus, autobús, minibús, cien-cien, dina sang, wawa, awawa, guagua, Kassav express, car rapide y cincuenta-cincuenta.

Entre el año 2000 y el 2007, los autobuses o cincuenta-cincuenta como se llamaban entonces por lo que cuestan solo hacían la ruta entre los mercados. Así que uno se ahorraba cuatrocientos cincuenta francos si quería trasladarse desde un mercado a otro. Las mayores beneficiarias de esta red de autobuses eran las mujeres del bayamselam que compran hortalizas y otros productos en los mercados para venderlos al detalle más mínimo en los barrios. Y ese detalle es tan mínimo que recuerdo haber comprado un cuarto de cebolla a cien francos muchas veces en la mesa de alguna mujer en Santa María. Con el tiempo, los cincuenta-cincuenta se transformaron en cien-cien y antes del 2008 ya no existían. Ahora, los autobuses que cualquiera se encuentre en el mercado Central sólo pueden llevarle a los poblados que se encuentran fuera de Malabo como Riocopua, Lubá, Rebola, Sampaka, etc, y sus tarifas más bajas ya ascienden a trescientos francos pudiendo llegar a mil. En los viajes del cincuenta-cincuenta y los posteriores, lo más normal es compartir el espacio con pollos, patos, cestas de tomate, etc: una experiencia que odio cuando la vivo y recuerdo con nostalgia.

Para viajar entre Bata y Ebibeyin, el medio de transporte por excelencia hasta ahora es el Cassav Express, una línea de autobuses del empresario Chuchu Cassav. En estos autobuses los viajes duran horas, te duermes, te despiertas, abres los ojos y miras a tu alrededor, el llanto de un bebé con la voz afónica hace que el calor sea aun más sofocante. La voz ronca y amenazante de un policía preguntando los Documentos de Identidad Personal y los nombres desde alguna venta despierta nervios, emoción y rabia. Un barrera significa que todos los viajeros mayores de edad y el conductor tendrán que bajarse del bus y pasar el control en la choza para subirse otra vez al otro lado de la barrera; una barrera significa que si tienes un nombre fang como Luís Mbomio Ondó Nchama el policía no perderá mucho tiempo contigo, pero si tienes un nombre bubi, bisio o annobonés como Hinestroza Seriche Losoa puede que tengas que justificar que eres ecuatoguineano y si eres turista pues tendrás que mojarle la barba al poli y a otros tantos hijos de la patria que decidan sacar su parte de provecho amenazándote o queriendo orientarte. Viajar en un guaugua como el cassav express es tener la oportunidad de disfrutar de los “aprovechah”, mercadillos que las mujeres crean junto a las barreras para vender comida y agua a los viajeros. Algunas vendedoras esperan desde sus puestos y otros se acercan con sus productos a las ventanas del bus. Algunos viajeros pagan y se van antes de que se les sirva, otros comen y se van antes de pagar.

En Senegal los car rapide son coloridos, llamativos y un símbolo de Dakar. A veces tienes que subirte a la chatarra destrozada en marcha y soportar que tu nariz se pegue a un sobaco sudoroso por cualquier lado que gires la cabeza, antes de subirte debes preguntarles el destino a los enganches y en ellos disfrutas, sonríes te enojes y tienes una de las mejores experiencias como turista que desea vivir la experiencia de la gente local.

 

En ciudades como Houston, los autobuses con como los aviones, todo es cómodo, casi tan cómodo como en un avión barato. Wifi a bordo, indicaciones, guardias, cajas para pagar, conductores uniformados, silencio, gente diversa y olor a marihuana.

Reflexiones de una ondjundju-Muros-Juliana Mbengono

Que sea Aristóteles quien dijo que el humano es un ser social; es decir, que necesita vivir en comunidad, relacionarse con los demás y no estar aislado, a menos que sea un dios o una bestia es suficiente para entender que los muros raras veces serán la solución a los problemas de convivencia que podamos tener con los vecinos, familiares, nuestras emociones, nuestros objetivos e intereses o incluso con países vecinos.

Hay gente como el expresidente americano Donald Trump que quiere construir muros como el de Berlín para evitar que otros entren o salgan de su territorio; muchas veces estos muros solo esconden aquello que de alguna manera se le quitó a aquel a quien se pretende cerrar la entrada. En algún momento de nuestras vidas llegamos a construir estos muros divisorios, como cuando dejamos de hablarle a alguien porque hemos hecho algo malo contra él a sus espaldas. Estos son los mismísimos muros que construyeron los países del primer mundo después de expoliar continentes enteros; otros países que fueron invadidos hoy son potencias, pero también es cierto que algunos gobernantes van tan cortos de cultura y valores que además de oprimir a los ciudadanos obligándolos a cruzar muros de agua, viento y tierra a costa de su vida, son los títeres de los gobernantes del primer mundo. Los muros divisorios son los mismos que estarían en la mente de algún candidato a presidente, diputado, senador o lo que sea que creen ciegamente en el derramamiento de sangre humano mediante rituales para lograr sus objetivos; también están en la mente del joven que comete un acto tan repulsivo. No encuentra muchas explicaciones para entender la frecuencia con la que se están encontrando cadáveres de mujeres y hombres jóvenes con órganos y genitales mutilados a pocas semanas de las elecciones presidenciales. Estos muros alimentan las rejas que cubren las torturas y han visto morir a activistas, artivistas, lideres de la oposición y otros tantos ciudadanos que se osaron a expresar su realidad a viva voz o exigir algo tan fundamental como su pasaporte.

Algunos construyen muros de carga con piezas amargas y dulces del pasado. Esos muros les permiten ser estoicos ante situaciones de humillación y dolor, también les permiten elegir sonreír en todo momento: truene, llueva, solee, sople o lo que quiera que el dios de sus vidas elija para el día. Estos son los muros que construyen muchos de mis guerreros que, sin tener mucho para comer, pero sí algo que llevarse a la boca a diario, aunque sea lo mismo, se pintan una sonrisa en la cara y agradecen por el muslito de pollo, la latita de tomate, el bultito de aceite y el vasito de arroz que recogen literalmente del suelo como un regalo que hace un antorchista durante su campaña electoral. Estos son los muros que construyeron mis guerreras para seguir poniéndole la mesa con una sonrisa al hombre que las golpea. Los muros de carga descansan sobre nuestras experiencias pasadas, nos permiten seguir de pie al recibir el mismo golpe una y otra vez, lo malo es que podrían volvernos coprófagos.

Otros prefieren los muros de contención, como cuando elegimos no casarnos ni tener hijos a pesar de todo y cuando elegimos casarnos y tener hijos a pesar de todo y cuando simplemente no logramos casarnos ni tener hijos a pesar del deseo. He visto estos muros en las vidas de mujeres activistas, hombres obsesionados con el éxito, jóvenes ansiosos de fama y dinero. Estos son los muros que intentamos levantar cuando nos declaramos neutrales ante situaciones que nos matan por dentro y nos afectan, cuando sentimos que no somos suficientes para cambiar el sistema solos y nos limitamos a cambiar el sistema en el pequeño mundo que nos rodea.

Reflexiones de una ondjundju-Jardín de Fresas-Juliana Mbengono

JARDIN DE FRESAS

Sería muy ingenuo de mi parte pensar que el mundo está atravesando un periodo exageradamente crítico por la guerra ruso-ucrania, las manifestaciones por el asesinato de Mahsa Amini, la violación de los derechos de las mujeres en Iran, el aumento de la violencia en mi país acompañado de las desapariciones forzadas y un largo etcetera como la llegada del covid y lo mucho que ha favorecido la corrupción y los asesinatos. Digo que sería ingenuo pensar que todo eso es nuevo y muy grave porque, aunque no es lo mismo para el mundo una guerra europea que una guerra en África, estas situaciones siempre se han dado y son constantes en el mundo, pero no en todas partes al mismo tiempo.

 

Sería aún más ingenuo creer que todo el caos que se vive en Guinea ahora mismo es “el no va más”. Recuerdo que las noticias  de muertes misteriosas con mutilaciones de genitales y otros órganos de los cuerpos hallados recorrían las ciudades y barrios saturando los canales del congosá (de boca en boca) cuando se acercaban las elecciones políticas; poco antes, durante y poco después de que cada candidato haya hecho su campaña que podría incluir repartos de vasos de arroz acompañados de un chicharro, un par de alas de pollo y algún litro de aceite o lata de tomate en pasta. Ahora que todo cuesta el triple en el país y se acercan las elecciones, tengo miedo de que se vuelvan a producir aquellas escenas surrealistas en las que varios vecinos se peleaban por un chicharro o un litro de aceite; en todo caso, no será nada nuevo. Los acontecimientos que han tenido lugar en Guinea durante los últimos años se podrían recoger en temporadas para una serie de televisión.

 

Hay quienes intentan ser buenos y traen buenas políticas al mundo y a mi país, gente que intenta apoyar causas colectivas que por ahora oprimen más a unos que a otros; gente como las mujeres que se cortan las puntas del cabello para solidarizarse con las mujeres iraníes que están arriesgando sus vidas o políticos que perforan los muros de sus mansiones para dejar pasar una manguera que apacigüe la sed de los ciudadanos que viven a su alrededor. Lo que no creo que sería tan ingenuo es pensar que esta misma gente o, por lo menos gente como esta, aportó su granito de arena para que Guinea Ecuatorial aboliera la pena de muerte; los medios lo han celebrado, algo tan bueno debe ser noticia. Sin embargo, nada podría impedir que en estas fechas se saboteen intentos de destruir la paz reinante en nuestro suelo patrio ni que se detenga por un tiempo o por el resto de sus vidas a aquellos que podrían incitar a los jóvenes y los jóvenes mayores a votar en contra del Gran Movimiento de Masas.

 

Creo que viene bien perderle el miedo al futuro por un momento y desahogarse en un 15% como lo acabo de hacer. Sería ingenuo pensar que las palabras más simples no podrían llevar a consecuencias mayores sobre todo cuando se es tan consciente de que hay muchas hienas sedientas de poder queriendo demostrarle Al Hombre su lealtad.

 

Antes era tan ingenua que creía que en mi país fingimos no darnos cuenta de la pantomima producida, pero lo mismo veo en Italia y…, habría dicho que en Rusia si miles de rusos como los que festejaban el éxito de su país en Ucrania no estuvieran huyendo de la muerte ahora mismo.

 

Reflexiones de una ondjundju-También se puede aprender a amar-Juliana Mbengono

Algunas de las mujeres mayores que fueron entregadas en matrimonio por sus tutores cuando apenas eran unas niñas solían decir que se puede aprender a amar. Saben que no se casaron por amor, pero sienten que han acabado amando a sus esposos. Podría depender de lo que cada uno entienda por amar, porque yo siempre tengo la impresión de que ellas, en realidad, se acostumbraron a una persona, asumieron que pasarían el resto de sus vidas junto a ella y construyeron sus vidas entorno a esa persona.

No quiero hablar de la posibilidad de que surja el amor en un matrimonio por conveniencia o forzado, No. De lo que quiero hablar es del amor a los gatos.

Desde pequeña yo tenía claro que no soporto a los perros ni a los gatos, porque andan soltanto pelos por todas partes y a veces huelen fatal, hay que dedicarles demasiado tiempo para que estén bien y enseñarles lo que uno quiere que hagan y lo que no deben hacer puede tomar demasiado tiempo. Hace meses que mi hermana pequeña adoptó a unos gatitos a los que mima y cuida tanto que incluso se enfada cuando alguien los echa del sofá. Confieso que al principio trataba a los gatos con respeto por mi hermanita, no quisiera hacer nada que la haga llorar o sentirse mal. Con el paso del tiempo, fui cogiéndole un poco de cariño a los gatitos Juan Ondó, Juan Edú y Canina.

Cada uno de esos gatos eran tan singular como lo es cada ser humano. Juan Ondó era cariñoso, atento, juguetón y una fiera con las ratas, sabía sentarse en el sofá y acudía a todas las reuniones familiares, además de saludar por las mañanas. Lo más gracioso de Juanito, como le llamábamos, es que cada vez que cazaba un bicho traía las sobras a casa como quien quisiera compartir. Un gato muy amable con la gente, pero cazaba pajaritos y largartijas: era un poco paradójico para mí. desgraciadamente, en Malabo y en toda Guinea Ecuatorial, la carne de gato es considerada una delicia y alguien se aprovechó de la amabilidad de Juanito Ondó para atraparlo y comérselo. Giselita lo buscó durante semanas hasta que descubrimos que un vecino lo había secuestrado y asesinado.

Juan Edú, por su parte, conoce su nombre, responde si le llamas y acude aunque no tengas comida para él. No es tan fiera como lo era Juanito y todos los días vuelve a casa con arañazos y mordiscos de otros gatos y perros del barrio. Tambien es amable, pero a veces responde con mordiscos si se intenta tocarle o hacerle masajes, es todo lo contrario a Juan Ondó: es un poco antipático, perezoso y no desaprochecha ninguna oportunidad para robar comida.

Canina, la pequeña canina, era dulce, glotona, juguetona, inquieta y con unos ojazos brillantes que se volvían completamente negros por las noches. Cuano canina llegó a casa, mi hermano no quiso que se quedara, la encerró en un mochila y fue a echarla a la basura. Giselita la buscó bajo lluvia hasta que por fin la encontró. Meses después, unos perros la mataron en el patio durante la noche y tuvimos que enterrarla antes de que Giselita se levantara. La niña cree hasta hoy que el asesino de Canina fue nuestro hermano, que nunca quiso a la gatita en casa.

Escribo sobre estos gatos porque todavía me extraña lo mucho que he llegado a quererlos, tanto que por las mañanas les daba de comer. Y, aunque parecen no enterarse de nada y viven únicamente para comer y dormir, han logrado ser una de mis preocupaciones: ahora duermo mucho más tranquila si sé que Juan está en casa y no corriendo el riesgo de que los perros lo maten por allí o que alguien se los coma.

Reflexiones de una ondjundju-Entre falsos defensores de la cultura-Juliana Mbengono

Durante la presentación de mi poemario “Cosas que no debería escribir una niña: molde para mujeres imperfectas” en el Centro Cultural de España en Malabo, la primera persona que levantó la mano para hacer una pregunta fue un joven de unos 26 años. Según él, tanto Melibea (que me acompañaba en la mesa junto con Francisco Ballovera) como yo, estamos más occidentalizadas que africanizadas y se nota que hemos leído muchos libros [europeos].

No es nada nuevo para mí que a una africana que se siente con derecho a ser respetada como ser humano, sin distinciones por sexo, sea señalada como una fanática de las “ideologías feministas europeas”. Pero me resulta un tanto sorprendente que los hombres quieran seguir escudando su egoísmo con la cultura y la tradición.

Resulta incluso gracioso que los hombres vean faltas en contra de la tradición y la cultura cuando una mujer anima a otras a vivir para alcanzar lo que realmente desean (no importa si es casarse y tener tantos hijos como lo desee su marido o ser una solterona y comer arroz con sardina todas las tardes, mientras sea eso lo que les hace felices y no un estilo de vida que hayan decidido llevar para complacer a otros…), estos mismos hombres no ven faltas en contra de la tradición mientras siguen viviendo en las casas de sus padres con más de veinte años, además de estar solteros y en paro o cuando deciden mantener relaciones sexuales de día y, para el colmo, con una chica de su tribu.

Para un hombre fang defensor de las tradiciones ancestrales, seguir viviendo en casa de sus padres después de los veinte años es malísimo, y seguir soltero a esa edad es exageradamente vergonzoso. Mantener relaciones sexuales de día es un tabú para muchas tribus y mantenerlas con una chica de la misma tribu se considera incesto. Todos esos aspectos parecen haber perdido importancia igual que las prohibiciones del Antiguo Testamento, porque el mundo actual es muy diferente al de nuestros ancestros. Sin embargo, las mujeres debemos seguir las reglas ancestrales dentro de este nuevo mundo cambiante, más inteligente que fuerte. Lo más irónico es que estos hombres solteros y dependientes, por su edad y condición no serían considerados hombres en una sociedad africana anterior a la invasión europea, por lo que no podrían tomar la palabra en público ni entrar en espacios como el abaha: porque todavía no son hombres. Actualmente, se levantan en público para decir que las mujeres estamos actuando en contra de los valores culturales de nuestros ancestros.

Tanto los que defienden la desigualdad de género como los racistas, no persiguen ningún interés patriótico ni mucho menos tratan de conservar las culturas y tradiciones. Todo lo que tratan de evitar es que pierdan los privilegios tras los que esconden su mediocridad, sus miedos y carencias.

Cuando entendamos que las mujeres no tienen por qué estar en pelea constante contra los hombres seremos más felices. Cuando entendamos que este mundo ya no necesita que uno se haga el duro mientras la otra le besa los pies iremos más rápido. Siempre diré que no soy feminista, no me hace falta ser feminista para saber que soy libre de estudiar medicina o secretariado si es lo que deseo.

Cuando me encuentro con gente como aquel joven, ya no lamento la desigualdad y el machismo, sino la ignorancia y la falta de empatía.