
Si tuviera que elegir un par de discos de Alba Molina, escogería Despasito y Nuevo día. Ambos son discos que le vienen como anillo al dedo, también los más sensatos. Todos sus discos me gustan. Unos más que otros. Pero su flamenco-fusión, cuando lo fusiona con pop-rock y algo de jazz, son muy buenos. No se le puede quitar mérito, el flamenco lo domina bien. Muy bien.
Canciones como Se alquilan años, o como, por ejemplo, Despacito son canciones que muestran su autenticidad. Ella lleva la fusión en las venas. Y todo lo que se diga acerca de su estilo y temple en su voz suave, nada chillona, ni tampoco superficial o lineal, tampoco empalagosa, es poco. Tiene algo que la hace precursora, si se me permite el término, y es en definitiva la fusión. Tiene la fuerza de sus progenitores. Pero con un sentimiento a flor de piel que la hace decantarse por otros caminos.
Pero en sus discos encontrarán otra voz, otro estilo.
Como anécdota diré que tiene energía suficiente, lo mismo para cantar, como la valentía suficiente de irse a hacer un bolo enferma. Y eso es de valorar y de agradecer.
La canción 25pts. es pura poesía que nos llena de nostalgia. Pero su disco llamado 25 años resulta muy difícil, aunque ambicioso, mezcla géneros como el soul y el hip hop aflamencado, pues versiona a cantantes conocidos junto a sus propias composiciones. Pero es buen disco, aunque se echa de menos la fuente flamenca de la que en discos anteriores hizo alarde. Sinceramente, es un disco ambiguo entre el ámbito pop, el soul, el rap y el jazz. Me gusta su base flamenca, pero el jazz es un camino difícil y distinto aún más que el flamenco, ya que el flamenco es de compás binario y el jazz es puro swing e improvisación, tanto en la melodía, como en el swing, un ritmo que ofrece placer y en esa parcela también anda el flamenco. Aunque su trabajo tiene swing y fuerza jazzística, solo basta con escuchar Vida Nueva es un directo totalmente a piano, y es ahí donde innova. Recuerda a las grandes divas enamoradas del piano.
No seré yo el que le aconseje. Pero con lo enferma que estuvo en un concierto este año en Santa Coloma de Gramanet, hizo protagonista al público que la sigue en la red social como Instagram. Sabe cómo manejarse porque tiene tablas. Recuerdo un video en que recordaba su infancia junto a Camarón de la Isla. Ella ha vivido el flamenco en primera persona. Recuerda a su madre y versiona a su padre (gran poeta), a Federico y a otros.
Es una precursora con una voz suave y sin cambios inoportunos. Y sin ambages, pues lo que más se valora de ella es la originalidad. No esperen en un concierto encontrar a Lole y Manuel, aunque los haya cantado y los seguirá cantando. Es una cantante distinta que sabe llevar el compás en una bulería como pocos, pero no la busquen en los recónditos rincones de la pureza flamenca. Lo suyo no es ni ser flamenco ni una dama del jazz, ella es fusión a raudales, y en eso está.
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