Reseña Literaria de Juan A. Herdi

Marianne Wiggins

Las propiedades de la sed

Traducción de Celia Filiopetto

Libros del Asteroide

En febrero de 1942 el presidente Franklin Roosevelt expidió la Orden Ejecutiva 9066. Por medio de ella, se obligó a emigrantes japoneses y a ciudadanos norteamericanos de origen japonés que residían en la costa del Pacífico de los Estados Unidos a reagruparse en diez campos denominados de reasentamiento, lo que levantó no poca polémica en todo el país sobre la naturaleza de tales centros. El motivo esgrimido fue el ataque japonés del 7 de diciembre de 1941 a Pearl Harbor y la medida afectó a cerca de ciento veinte mil personas.

Uno de esos centros fue el de Manzanar, en el valle de Owens, al este de California. A partir de este hecho, la escritora norteamericana Marianne Wiggins nos propone una novela coral, épica, en la que despliega la vida en el valle, ya afectada por las medidas gubernamentales respecto al agua, drenada para su suministro a Los Ángeles y cuyo principal opositor será Rocky Rhodes, el patriarca de la familia Rhodes. Con él y sobre todo con su hija Sunny se relacionará Schiff, el responsable del campo de reasentamiento de japoneses que turbará todavía más aún la vida del valle. 

Asistiremos a las respectivas historias de varios personajes centrales, entre otras las de Sunny y Strykes, hijos gemelos de Rocky, las de Schiff y Svevo, este último militar ayudante de Schiff, las de Snow o las de Cas, la hermana de Rocky. Todos ellos, junto a los otros personajes presentes en el relato, compondrán un retrato de un periodo complicado e intenso, se establecerán vínculos entre ellos y habrá incluso ocasión para estrechar lazos de amistad y de amor, todo ello en un ambiente de conflicto y tensión.

Este mosaico narrativo, además, se va desarrollando de un modo ágil, a golpe de párrafos que son a todas luces retazos de realidad y frases rotundas que no dejan indiferentes. Hay entre líneas una reflexión profunda sobre la realidad individual y sobre la sociedad, con ecos evidentes de H. D. Thoreau, de Walt Withman o de Ralph Waldo Emerson, pensadores que plantean otro modelo de sociedad, un contrapunto a ese sueño americano que al final, visto lo que estaba ocurriendo con la comunidad japonesa, no era tan triunfal ni glorioso como se pintaba. Nos confronta a una visión de conjunto con demasiados claroscuros, una época que determinará la vida de millones de personas que se verán confrontadas a cuestiones éticas. 

Esta novela nos traslada por tanto a un momento determinado de la intrahistoria norteamericana en un rincón del país, es un mapa de hechos y afectos que conforman una sociedad, el eslabón de una realidad que sigue estando vigente, porque al fin y al cabo el pasado nos explica siempre el presente, se integra en él.

Reseña literaria de Juan A. Herdi

Eduardo Halfon

Tarántula

Libros del Asteroide

 

A menudo escribir es evocar y evocar es buscar la explicación de las cosas que fueron, la razón por ejemplo de ese «andar de alguien que no quiere llegar a su destino» o la explicación de esa necesidad de todo niño por «deshacer el mundo heredado» para luego construir el propio, que es en gran medida de lo que nos habla Eduardo Halfon en su nuevo libro. En esta ocasión, además, el tema del mismo es el de la huida. O más bien el de la imposibilidad de toda huida, que es lo que parece indicarnos entre líneas.

Una vez más nos encontramos a un narrador enfrentado a un capítulo concreto del pasado. En este caso el del campamento de niños judíos en Guatemala al que acude a los trece años, cuando ya era protagonista, aunque involuntario, de una primera huida, la de su familia que sale unos pocos años antes de este país por el clima de inseguridad que se vive en él. También su paso por el campamento anuncia otro intento de huida, eldel judaísmo que ese narrador intentará al poco de salir corriendo, literal, del mismo. No es casualidad que reconozca en un momento dado que no haya leído la Torá, libro esencial de sus lazos judaicos, ni tampoco el Popol Vuh, fundamento de la cultura maya, uno de los componentes esenciales de la sociedad guatemalteca, o al menos de una parte importante de ella. Pero está imbuido, es consciente de ello, de ambos relatos míticos. Aunque huya, lo intente al menos, esa huida no deja de ser un ansia heredada, como anuncia la cita de Alejandra Pizarnik con que se inicia este relato, y por lo demás un ejercicio imposible: ambos libros míticos le conforman al fin como individuo.

De este modo, Eduardo Halfon nos confronta de nuevo a los fantasmas del narrador, el pasado individual y familiar que es imposible desligar del pasado colectivo. O de la historia, que tanto determina la vida de los antepasados, los mueve, los delimita. Pero ese mismo pasado colectivo se convierte en un peso a veces insoportable, como lo puede llegar a ser el pasado judío, el lejano, una y mil veces evocado en la liturgia anual, un eterno retorno simbólico, o el reciente, necesitado también de reproducirse una y otra vez, quién sabe si por justificar incluso lo injustificable, o al menos la búsqueda de justificación. 

Es así como Eduardo Halfon nos propone esta composición de momentos muy distintos, de tiempos entrelazados, un puzle que nos permite contonear la atmósfera emocional e intelectual en que se mueve el narrador, para quien las palabras se vuelven en una tela de araña por la que moverse, el pilar esencial con que volver a la vida. En todos los sentidos.