Reseña Literaria-Juan A. Herdi

Mariana Sández

La vida en miniatura

Editorial Impedimenta, 2004

 

Dorothea decide en el último momento no regresar a la Argentina con sus padres y con su prima inglesa, tras unas vacaciones en el Reino Unido. Se atreve a los cincuenta y nueve años a vivir a salto de mata en casas ajenas, al cuidado de los animales domésticos cuyos propietarios parten de viaje y le confían el cuidado de los mismos, actividad habitual entre jóvenes y no tan jóvenes en algunos países europeos, aunque no en Argentina, lo descubre un día por casualidad en un folleto y por sorpresa da ese salto. Hasta entonces, ha sido la asistente personal, biógrafa y secretaria de su padre, conocido pintor inglés que partió de joven a la Argentina por amor.

A partir de ese momento, Dorothea se cruza con personajes singulares, reflexiona sobre su presente, su vida actual, sus logros y carencias, pero también sobre su pasado, la relación con sus padres, sobre todo con su padre, que tanto le ha influido, para bien o para mal es algo que habremos de discernir, y con su hermano gemelo, tan distinto a ella. Nos habla de su relación con Ricardo, un hombre acomplejado que se esconde tras una máscara –¿acaso no ocurre lo mismo con los demás personajes, aun cuando en su caso resulte más extremo?–, y percibe la necesidad de afrontar su realidad, de asumir su vida, su presente.

Su prima Mary ha sido y es su interlocutora, la persona con quien trata y analiza toda esta situación circundante, buscando un sentido a todo ello.

El resultado es una narración dotada de no poca belleza, acerca de la vida y de las decisiones, con sus aciertos y sus errores, y de los temores y la forma cómo resolvemos cada momento, cada circunstancia, y tomamos aquellas resoluciones que nos conforman. Trata en definitiva de la identidad propia en medio del caos, aunque sea ordenado, que nos circunda. Pasado y presente se enmarcan a la perfección y le dan el contexto a todo el relato de ese deambular suyo por varias casas y localidades británicas, confrontándose a las personas que va conociendo y al momento emocional en que se encuentra. Pasado y presente –acaso no hay una línea clara que separe ambos, salvo el hilo que es el tiempo– se cosen de un modo preciso y sin duda el lector no podrá evitar ver en el espejo de Dorothea algunas cuitas propias.

La novela se convierte así en un relato vivaz, con un tono grato, poético, casi un paseo, que nos va envolviendo por completo a medida que se avanza en su lectura.

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