25º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

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25º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

NEVANDO EN LA GUINEA

NºXXV    07-02-2.009

 

EDITORIAL XXV

De nuevo, la inmigración

 

El Senado Italiano ha aprobado un proyecto de ley del Gobierno de Berlusconi que exige a los médicos de la sanidad pública de Italia denunciar a aquellos inmigrantes sin documentación que acudan a los servicios sanitarios. Pretende también, de aprobarse definitivamente el proyecto, criminalizar con castigos de prisión hasta de cuatro años a aquellas personas que incumplan la orden de expulsión decretada. De paso, se quiere crear un registro de vagabundos.

 

Berlusconi, sus ministros y los senadores que los apoyan no deben de conocer parte de la literatura italiana y extranjera que desde Edmundo de Amicis, autor de «Marco, de los Apeninos a los Andes», relato incluido en su novela «Corazón», hasta el guatemalteco Dante Liano con su «Pequeña historia de viajes, amores e italianos» han tratado de la emigración italiana en el mundo y, sobre todo, en América Latina. Deben de ignorar que en Argentina o en Uruguay, en el Estado brasileño de Paraná, en Venezuela, Guatemala o los Estados Unidos abundan los nombres italianos. Han olvidado seguramente que en los años cincuenta y sesenta Francia, Gran Bretaña o Alemania se llenaron de trabajadores italianos que, junto a españoles, portugueses y griegos, acudían a los grandes centros industriales a ofrecer su fuerza de trabajo.

 

Enriquecerse individual o colectivamente tiene este riesgo, el olvido. Se procura borrar de la memoria aquellos momentos de pobreza que se consideran innobles o que puedan ensombrecer el señorío actual. Además, el momento invita a no poca demagogia. La crisis nos insensibiliza ante los problemas ajenos. El populismo nos lleva a medidas que bordean el autoritarismo. Y el silencio, como ha recordado un juez italiano, es el peor cómplice del fascismo.

 

La historia, que tiene sus momentos irónicos, ha hecho coincidir el inicio del trámite de aprobación de la ley italiana con una huelga de trabajadores británicos que exigía la contratación de nacionales en unos trabajos de ampliación de una refinería en Grimsby frente a trabajadores extranjeros de nacionalidad … italiana.

 

Nos dirán que al fin y al cabo estos trabajadores se mueven en el marco legal de la Unión Europea a la que pertenecen Gran Bretaña e Italia y que las olas de la emigración a América Latina o a Europa actuaban siempre dentro de la legalidad. Claro que las leyes de extranjería eran o bien inexistentes o bien no tan duras como las que se aprueban hoy en los países de Europa, además de haber habido casos, sin la menor duda, de irregularidad que no se quieren recordar. La memoria tiene estas cosas y a veces se fomentan los olvidos.

 

Pero resulta todavía más grave querer asociar a ciertos colectivos con la criminalidad. Los inmigrantes o los gitanos no son delincuentes aun cuando haya casos de delincuencia en su seno, del mismo modo que los italianos no son todos mafiosos aun cuando se hayan desarrollado estas bandas en Italia y las hayan exportado a los Estados Unidos. Es tan evidente que nos avergüenza afirmarlo.

 

No sabemos cómo resolver el problema de las oleadas migratorias que huyen de la miseria. Pero desde luego no es con tópicos ni criminalizaciones injustas cómo se van a afrontar de verdad los problemas, más bien al contrario, los empeoran. Nadie duda de la capacidad de un Estado para legislar sobre la extranjería, pero es legítimo exigir que los problemas humanos se puedan regular con criterios humanos. Y por de pronto no nos parece muy humano que alguien se enferme o llegue a dejarse morir sólo por miedo a ser denunciado.

 

 

NOS MEAN ENCIMA

Y LOS DIARIOS DICEN QUE LLUEVE

 

A Eduardo Galeano, por su visión real

de América-Latina.

 

Se tiende a hablar entre dientes

cuando es profunda la cobardía,

se tiende a mentir siempre

por intereses sin ningún escrúpulo.

Los chupatintas bailan la murga

tediosa del laberinto circunstancial.

Los hombres somos los inocentes

del siglo de la barbaridad,

donde el ser humano deja de serlo

y se convierte en títere y esclavo.

Todos al servicio global

de la sandía universal

dejamos al hambre personificada

por los rincones del planeta.

Debemos discutir la vida,

debemos afrontar la cara siniestra

de una vida sin vida.

Hoy desperté y quise cambiar al mundo,

hoy desperté y dije no,

quise quitarles a los hombres sus cadenas,

quise mitigar el hambre y el dolor,

quise acabar con las guerras,

quise acabar con la miseria,

quise acabar con la mentira,

quise ser eterno sustento en la mirada,

en el corazón, en las palabras,

y también en el caminar.

Quise acercar estrellas con mi mano,

quise soñar un mundo diferente,

quise ver la paz en las almas sufrientes,

y me creí por un momento Dios,

un Dios perfecto y compasivo,

un Dios eterno y justo,

pero todos me mataron

como a un pobre diablo.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

La fuga

 

 

         Tuve suerte. Mi vecino me avisó a tiempo y a dos calles de distancia: la policía había ido a casa y no me había encontrado. Aparentemente, me dijo, se han marchado, pero es probable que te estén esperando, no vayas.

         La verdad es que me sorprendió que fuera él justamente, Julio se llamaba, no recuerdo el apellido, quien me diera el aviso. Lo vi venir de frente, algo nervioso, cosas de él, pensé sin darle demasiada importancia, al fin y al cabo no lo conocía apenas y no podría saber si en su vida cotidiana era un hombre nervioso o tranquilo, pero entonces se paró ante mí para hablarme, y esto sí que me extrañó porque nunca habíamos conversado él y yo, todo lo más nos saludábamos como personas de buena educación que viven en el mismo edificio, que se ven en el portal no con excesiva frecuencia, y sobre quien tenía alguna impresión superficial, yo lo catalogaba más bien como el hombre que no se mete nunca en problemas, el hombre masa, que no se plantea la realidad, menos aún la realidad política, y si se la planteaba era para apoyar por encima de cualquier otra consideración el orden y la ley, o sea, al gobierno, sin importarle en exceso su forma o los atropellos que pudiera éste cometer, algo habrán hecho si los han detenido, la política para los políticos, me imaginé que sería a lo que él siempre se ceñiría cuando en los noticieros se hablaban de redadas o de los interminables debates en las Cortes, eran sus principios y me lo imaginaba reafirmándose en ellos las veces que me lo cruzaba en las escaleras o en la calle, cerca de casa, cuando salían temas políticos en las tertulias del bar que frecuentase o ante el televisor, y además confirmaba su carácter rutinario el hecho de convivir con su mujer amantísima y una hija ejemplar, eran la familia modelo, y los domingos sin duda vería el partido de fútbol y tendría un trabajo estable, de los de toda la vida, no sabría cuál a ciencia cierta, ni siquiera me imaginaba cuál podía ser su profesión, trabajaría en un banco o un despacho, consideré sin hacerme mucha idea. Era al fin y la cabo una imagen que yo tenía de él, absolutamente preconcebida.

         Por eso me quedé sin saber cómo reaccionar cuando me soltó aquello casi en un susurro y a bocajarro, como si le fuera la vida también a él, la policía, repetí, en mi casa, pensé, y él me lo volvió a  decir una vez más, de nuevo en susurros, con temor, sin duda arriesgando incluso su seguridad, porque debía imaginarse, si me avisaba, que yo era un militante político, uno de esos opositores de una organización clandestina, aunque era también posible, si me avisaba sin conocerme, que fuera porque en el fondo simpatizaba con algo, con nuestra causa tal vez, con los objetivos que perseguíamos, incluso llegué a considerar que quizá compartíamos algo más que un edificio de apartamentos. Suerte, murmuró a modo de despedida, apenas lo pude escuchar, y se alejó mirando a todas partes, temeroso de que algún policía camuflado pudiera haber visto la escena, el vecino que advierte al sospechoso de la presencia de los agentes de la ley, que deviene de pronto un cómplice imprescindible en la huida de aquel, porque a todas luces yo hubiera vuelto tranquilamente a casa de no haber recibido la indicación que me advertía que podía ser detenido sin predecirlo ni imaginármelo siquiera y gracias a él me iba a poder escapar de los agentes del orden, y entonces podría recaer sobre él, sobre el cómplice imprescindible, todo el peso de la ley, porque se había puesto por lo menos al mismo nivel que el perseguido, o sea, yo.

         Me quedé parado un buen instante sin saber reaccionar. Y ahora qué, me pregunté. Tuve que esforzarme por recordar lo que debía hacer en estos casos. No podía volver a casa, no sólo lo sabía porque me lo acababa de decir aquel hombre, sino porque mil veces habíamos repetido en mi grupo las medidas de seguridad. En mi caso, recordé, lo obligado era acudir a la tienda de Manuel, si era antes de las ocho, o al bar de Ortigueira, si era después o muy temprano, y decir la clave pactada, ellos sabrían cómo actuar. Por la hora fui a la tienda de Manuel, una frutería. No le conocía mucho, habíamos coincidido dos o tres veces, era a todas luces un tipo francote, simpático, pasaba por completo desapercibido y tal vez por ello le habían elegido para casos un tanto complicados, por ejemplo las fugas. Por suerte, la tienda no estaba muy lejos. Entré. Dos mujeres compraban naranjas. Iban juntas. No había nadie más. Él me miró y pareció que no me conocía. Le pregunté si tenían manzanas asturianas y me dijo que esperara un momento. Cobró a las mujeres y luego entró en la trastienda. Me quedé solo, rodeado de cientos de frutas. Me agobié de pronto por la cantidad de cosas que dejaba pendientes, temas personales, de mi trabajo, de la organización. Creo que por un momento pesaban más los asuntos sin resolver que el peligro que estaba corriendo. Manuel salió de la trastienda y me dijo que diera una vuelta, pero que no me acercara a casa, y que en una hora volviera, vería una camioneta gris justo delante de la tienda, pidió que memorizara una matrícula, por suerte no era muy complicada y siempre he tenido además buena memoria, y que montase en ella con normalidad, como si trabajara en la empresa de la que dependía el vehículo. Pero debía ser justo en una hora, ni un minuto antes, ni uno después.

         Hay que ver lo que cambia el tiempo cuando vivimos distintas situaciones. Aquella hora me pareció larguísima. Contemplé escaparates, tomé un café, entré en una papelería para comprar un cuaderno y un bolígrafo y aún faltaba tiempo. Tuve que esforzarme los últimos diez minutos para no apresurarme mucho. A la hora exacta regresé. Vi la camioneta. Comprobé la matrícula. Me subí a ella con la absoluta normalidad demandada, como si en los últimos años no hubiera hecho otra cosa que subirme a aquella camioneta gris. En el asiento de conductor un muchacho que nunca antes había visto encendió el motor y nos pusimos en marcha. La frontera no está muy lejos, me dijo. Y fue lo único que le oí decir, porque durante el trayecto no volvió a pronunciar palabra. Llegué a sospechar que todo era un estratagema para entregarme a la policía.

         No fue difícil pasar la frontera. Durante dos años viví en el exilio y con frecuencia recordé a Julio, que sin duda había sido quien me salvara de una detención a todas luces segura. Me pregunté una y mil veces por qué había adoptado aquella decisión y en más de una ocasión pregunté a mis compañeros de asilo si sabían quien podría ser aquel hombre que vivía dos pisos por encima del mío, pero nadie pudo darme razón. Si alguna vez volvía, cosa que no siempre contemplaba como seguro o inminente, iba a pasar por su casa no sólo por agradecerle su gesto, sino también, y sobre todo, para saber la motivación del mismo. Pasó el tiempo. Cuando cayó el régimen y se decretó la ley que permitía el regreso de los refugiados con ciertas garantías, creí ver el momento de resolver aquel misterio. Volví al edificio donde había vivido. La portera se alegró al verme. Siempre le había caído bien y en su momento se asustó al ver a todos aquellos agentes que iban en mi busca. Se horrorizó al no volverme a ver e imaginar que algo terrible podía haberme sucedido. Agradecí sus sentimientos. Le pregunté por el vecino en cuestión. Julio, me preguntó no sin cierta sorpresa por su parte porque yo preguntara por él.

– Ya no vive aquí. -me comentó dubitativa.

– ¿Sabe dónde vive?

– Pero, ¿no te enteraste allí fuera?

         Mi rostro debió de señalarle que no sabía nada. Me contó que era policía y que lo mataron en un atentado hacía seis meses. Su esposa y su hija se marcharon sin dejar una dirección. Al parecer era un mando de la policía, un fiel al régimen, en la escalera nadie lo sabía y supuse que en aquellos tiempos mucha gente tendría razones para entender una acción así. No pude menos que sentirme extraño. Me había salvado la vida sin conocerme de nada. Tal vez por ser policía estaba al tanto de mis actividades, sin duda me consideraría un enemigo. Pero algo le movió a cambiar mi destino. Lamenté no saber por qué me salvó, algo que sin duda ni llegaría a saber nunca.

 

Juan A. Herrero Díez  

 

 

 

 

EL OTRO 11 DE SEPTIEMBRE

 

A Ariel Dorfman,

por su obra “La muerte y la doncella”

y por las víctimas de esos “otros septiembres”.

 

La vida exige una justicia blanca

que va más allá de lo jurídico y lo humano,

la vida exige un justo destino

que recorre nuestro esqueleto

y lo hace la materia más desvalida que existe

en la faz de la Tierra,

aunque algunos se rían de la justicia blanca

y se rían también de unas víctimas encadenadas al destino

del ¿dónde están?

Pero más allá de los silencios

existe un viento invisible que todo lo vió.

La mar se tragó a miles de ahogados arrojados

de aviones de la muerte,

pero los verdaderos ahogados no son los arrojados

ni tampoco los que morirían en un estadio;

los verdaderos ahogados son ellos,

los asesinos.

Por que se los tragó el olvido

y el destino los ahogó en una mar de olvido justo.

La historia sabe quienes fueron,

la historia ésta vez no la escribirían los vencedores,

la escribirían los vencidos.

Los vencidos, muertos o vivos,

llevan su muerte grabada en los rincones de la memoria.

Llevan una muerte que grita los nombres

de todos los vencidos

que escribieron su mensaje en la mortaja y en su testamento

pusieron como herederos

a los hijos de los otros onces de septiembres

que no quiso la mar tragarse.

La mar se hizo ira eterna y expulsó de su grandeza

a todos sus ahogados y se tragó

a esos ahogadores vestidos de muerte desgarrada

para componer la justicia

que no vieron los pueblos erguirse y ponerse en pie

desde sus restos de ceniza y sangre.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

SEMENTERIO DE METÀFORAS

Versos de pasión de según un cronopio menor

 

I

 

Como dos pájaros de fuego, nos bronceamos desnudos con el frío y la luz de los faroles. Se desprende de una estrella, la oscuridad de la sangre de tus ojos: Verdes como el esplendor de la saliva que se goza los labios, el falo y los testículos. No sé si amor es el tumulto de las marcas carmines de este vergonzoso y delicioso espectáculo. Es una delicia comer pústulas de rosas de tus fatigados pechos. Quiero hablar del amor que seguimos cual practicantes los locos: los bipolares, los anarcos, los blancos y los grises. Quiero hablar de ese amor que desgarra… y pulveriza… y amalgama como masa de arcilla que gime y suspira. Sé que nunca has fingido movimientos furiosos ni has aullado como una loba, cuando alcanzas a tocar las estrellas en un éxtasis amoroso. Te he perseguido como un ciego, porque la culpa ha sido de la cobardía de los silencios y del azul en lontananza de esa esperanza, que nunca más regresará a mis brazos. Deja que mi alma llore, todo el dolor por el tiempo perdido. Mi corazón furioso es de barro y vive como el sereno, en eterna vigilia. Nunca volvamos a reñir; calla como una noche perfecta, mientras te desnudo. Te amo como el mar ama a sus gaviotas, que conviviendo tan cerca, coexisten en un idilio eterno, sin traspasar al reflejo del espejo de sus mundos. Eres impura como el fósforo o la mirada de los pechos que me persiguen. ¡Regálame un verso de desasosiego! ¡Regálame un beso! Me siento como la basura del vino, del atribulado desvelo. Observo en la saliva murte, a los desechos de las fiestas de los burdeles. Por amor a ti, me siento como un gaviero de faro. ¡Mira mis llagas y el dolor remalero de mis testículos!

 

 

Por Héctor J. Cediel Guzmán

 

ONCE DE MARZO DE 2004

 

 

ME resigno a ser mayor,

 

a pensar que hay tanta gente

 

que pasado el siglo XX

 

muere y mata por ideas

 

que no pueden defender.

 

Mi patria es la bandera

 

que con nombre de Mujer

 

ondea en el corazón.

 

 

AQUEL jueves de matanza

 

yo viajaba en el vagón

 

de aquel tren de Cercanías

 

que llevaba cada día

 

mi Futuro y tu Esperanza,

 

tu rutina y mi Ilusión.

 

 

Empezaba bien el día,

 

el Madrid ganaba al Bayer,

 

pero inquieta en el andén

 

tu esperabas a ese tren

 

que nunca llegó a Entrevías

 

y yo ya llegaba tarde.

 

 

 

 

 

 

 

Me gustaba despertar

 

con el hechizo sonoro

 

que del tren se desprendía

 

mientras alguien repetía

 

por el hilo musical:

 

“Próxima estación: El Pozo”

 

 

No recuerdo nada más.

 

Solo sé que en el vagón

 

de aquel tren de Cercanías

 

mi Vida se despedía

 

de este mundo al que jamás

 

entendí ni me entendió.

 

 

No recuerdo nada más.

 

Solo sé que aquel vagón

 

de aquel tren de Cercanías

 

se llevaba mi Alegría,

 

mis ganas de llorar,

 

la cabeza, el corazón,

 

la Pasión y la Ansiedad,

 

la Mentira y la Verdad,

 

los milagros, las postales,

 

los pecados capitales,

 

las estrellas, los colores,

 

el aroma de las flores,

 

los recuerdos, la Poesía,

 

los fracasos, la ironía,

 

el Olvido y la Memoria,

 

el querer hacer historia,

 

las arcadas y las flemas,

 

el final de este poema.

 

 

Sólo quiero que alguien lleve

 

mi mensaje a la estación

 

donde espera un corazón

 

a que yo algún día llegue.

 

 

AMADO STORNI

(Jaime Fernández)

 

 

 

 

PALABRAS PARA LIDIA

 

 

HAS nacido entre algodones

 

con el alma prendida a la Esperanza,

 

con el alma encharcada de futuros.

 

 

Has nacido entre algodones y aún así

 

serás testigo de que el mundo

 

gira más deprisa que tus sueños,

 

que la vida se descose de promesas,

 

que la vida se desangra de ilusiones.

 

 

Andarás por caminos sin atajos

 

con el alma hipotecada en cada huella,

 

tendrás octubres,

 

tendrás otoños,

 

sentirás que la traición

 

viaja siempre sin billete.

 

 

Aquí te espera el miedo,

 

la ansiedad,

 

el vértigo,

 

las dudas,

 

la soberbia,

 

los labios enfermizos de “te quieros”,

 

la luz artificial,

 

los arañazos.

 

Aquí te espera el día,

 

la razón,

 

las drogas,

 

el silencio,

 

las arcadas,

 

los besos con sabor a despedida,

 

el sexo sin Amor,

 

la indiferencia.

 

 

Aprenderás que la pasión tiene nombre y apellidos,

 

que la verdad es una linda mariposa

 

que no sabe volar.

 

Descubrirás que la vida se te escapa a cada instante,

 

morirás todos los días con el humo del tabaco,

 

con el ruido de los coches,

 

con las prisas,

 

los horarios,

 

con el lento caminar de la ignorancia.

 

Sentirás que el cielo del que ya eres parte

 

se te nubla muy de vez en cuando,

 

muy de cuando en vez,

 

que el cielo del que ya eres parte

 

ni calienta ni ilumina,

 

y te anula

 

y te agota

 

 

y te yerma de impotencia

 

porque tienes alas

 

pero no puedes volar.

 

 

Verás que el desengaño nunca llama antes de entrar,

 

que el orgullo y la inocencia se marchitan con los años,

 

que el olvido se pasea por las calles del deseo,

 

de un deseo que no dormirá nunca en tu cama.

 

 

O tal vez sí.

 

 

Y aún así

 

comprobarás que haber vivido

 

es lo mejor que ha podido sucederte.

 

 

AMADO STORNI

(Jaime Fernández)

 

 

LA MITAD DE LA MITAD

 

 

LO mejor que ha podido sucederte

 

es que tus labios se encontraran

 

con los labios que buscaban,

 

que tus labios se encontraran

 

con los besos que querían.

 

 

Y esos besos,

 

como esquelas de pasión

 

que ahora te llaman y después te olvidan,

 

un día se despiden de tus labios

 

y deambulan impacientes

 

por el mundo de los labios

 

en busca de otros labios

 

a los que violentar

 

con su lengua los “te quiero”,

 

otros labios que encharcar

 

de deseo y de saliva.

 

 

Y de todos esos besos

 

engominados de ansiedad

 

y sofocados de caricias,

 

de todos esos besos

 

que creías que eran tuyos para siempre,

 

tan solo quedan la mitad.

 

 

La mitad de la mitad.

 

De la mitad.

 

 

De

 

la mitad.

 

 

De

 

la

 

mitad.

 

 

De

 

la

 

mi_

 

tad.

 

                                      AMADO STORNI

(Jaime Fernández)

 

 

FRIDA KAHLO

 

 

LA dama de semblante cejijunto,

 

abanderada de los desencuentros,

 

del Méjico moderno, independiente,

 

de los barcos que no llegan a puerto.

 

 

La dama que encontró en Diego Rivera

 

la pincelada a todas sus desdichas,

 

el sueño de volar sin tener alas,

 

el corazón voraz y narcisista.

 

 

Del genio prisionero en una cama,

 

del alma embotellada y diferente,

 

la dama de la portada del Vogue,

 

del sueño comunista hasta la muerte.

 

 

Del saber que morir no cuesta tanto

 

cuando la vida deja de ser Vida,

 

la dama del Amor y del Dolor,

 

del Arte y de la Muerte sigue viva.

 

 

Si el mundo ya era un mundo doloroso

 

lo es mucho más desde que tú no estás.

 

 

Si piensas que volver vale la pena

 

yo te estaré esperando en Coyoacán.

 

 

AMADO STORNI

(Jaime Fernández)

 

 

ASÍ FUE

 

 

Me llevaste a dar un paseo por las nubes
como si fueras el dueño del mundo,
en un día claro y radiante.
¡Y toqué la suavidad de la ilusión!

Sentí tu fuego y pasión
pero me dijiste ¡me estoy quemando!
¡Alejémonos!

Te fuiste rápidamente
y me cogiste de la mano
pero para mí ya era tarde
¡porque yo también me había quemado!

Y en tu rápida carrera por buscar
otros mundos sin explorar
me indicaste las estrellas al pasar.
Sentí tal serenidad en aquellos instantes
que quise allí quedarme, pero contigo.

Mas al girar la cabeza para buscarte
y alargar mi mano queriendo tocarte
solo encontré el vacío porque..
Tú…. ¡tú ya te habías ido!

Me dejaste, de repente y sola
buscando un sol que se ocultó
una luna que no asomó
Y ese sabor dulce de la miel
que pusiste en mis labios
se truncó en el de la hiel, tan amargo.

¿Dónde estás amor?
porque yo aún estoy aquí
buscando un camino para volver
mas es tan profunda mi ceguera
que nada puedo ver.

Con mis lágrimas estoy construyendo
una escalera de cristal
que quiero que sea también espejo
para mirarme al bajar.
Iré dejando peldaño tras peldaño
mi gran desengaño.

Para tus manos vacías, mi olvido.
La carga de mi desconsuelo,
la arrojo en tus brazos caídos.

Para tu boca esos besos
que nunca te pude dar.
Para tu cara una caricia suave
con mis dedos.

A tu corazón yo le dejo
mis gemidos,
mi hambre y mi sed de ti..

Y para tu alma…
para tu alma yo entrego
todo lo bello que sentí contigo
y lo cambio por tu gran soledad.

Te dejo partir
con mi mudo reflejo,
con la alegría de mis noches y días.

Te dejo partir
hacia ese mundo inventado
de amores, de mujeres jóvenes
y del buen vivir que tú tienes.

Pero al final de la escalera
no olvides recoger
tu gastada fotografía
de tanto mirarla durante noches y días
y la caja de las cenizas
de ese fuego que durante todo este tiempo
me consumió
porque no quiero que se reaviven jamás
y sé que contigo
¡bien seguras estarán!

 

 

 

Por Ascensión Rivera

 

 

 

 

 

EL ESCRITOR

 

Soy pájaro de noche

surcando los cielos

con gran esfuerzo

en busca de signos y letras

que se dibujan en la mente

y haciéndome reproches

porque ya perdí mis alas.

La luna tenue ilumina

las hojas de papel escritas,

llenas de pensamientos inventados

donde la imaginación se desliza

y los hilos se entrelazan

en la historia real o ficticia

que trae a la memoria

los sentimientos anhelados

los recuerdos perdidos y los encontrados.

Mi mano tiembla dudando ante el deseo

de estremecer o herir

hacer soñar o sufrir

pero sólo son segundos de duda

¡antes de empezar a escribir!

 

 

Por Ascensión Rivera

 

 

TRISTEZA

 

 

 

Rota la tierra,

resquebrajada,

árboles caídos,

maleza,

que todo lo atrapa.

 

Enseres abandonados,

muebles raídos,

apilados en un rincón

atrapados en el tiempo

de ausencias.

 

Un todo que el viento

arrastra

junto con las hojas

desprendidas

de un otoño que viene

y sin embargo

nada cambia..

 

Huellas de pasos,

tímidos,

flor aplastada

y un olor que se esparce

de primaveras pasadas

por todas partes.

 

Un árbol con dos raíces

una más corta,

la otra más larga,

y  dos ramas rotas.

 

Cerrada la verja

y también la puerta

cortinas echadas,

deshilachadas,

una silla vieja.

 

Una mujer de negro

vestida,

con ojos hundidos,

abatida

y  falta de sueño,

viene a recibirme.

Las lágrimas se funden

y queman,

junto con los abrazos.

 

¡Qué frío siento!

¡y qué triste es venir aquí

sin ellos y casi sin ti!

¡madre!.

 

 

Por Ascensión Rivera

 

 

 

TUS PALABRAS

 

 

A través de tus palabras
y sin darte cuenta
¡¡Yo puedo leer tu alma!

Entre puntos suspensivos
adivino que eres seductor
y posesivo.

Entre subrayados
sé cuándo estás enfadado
aunque digas que no.

Tu desprecio y desdén
abraza los paréntesis
con frenesí.
¡Apasionado eres, sí!

A través del interrogante
tras mis preguntas
veo que eres arrogante
¡y te gusta!

Nunca podrás engañar
a quien entre palabras se desliza
por mucho que luches
porque desnudo tus sentimientos
y quedas ante mí
vulnerable y triste.

Entre mis dedos
arrastro tu sufrimiento
y tocando las letras
¡te acaricio!

Con tu mayúscula
me gritas
y me tiras a la cara tu desamor
con la «negrita»

¡Es inútil! ¡Ya no!
Para mí el color negro de tu palabra
machacada con rabia
¡de tu amor me habla!

 

25/09/2008

 

Por Ascensión Rivera

 

 

 

TU CABELLO Y DOS LUCEROS

 

  

ESE  VIENTO, QUE HOY ALBOROTA TU PELO,

ES EL MISMO QUE SE TROPIEZA CON MI TRISTEZA

EN EL ESPACIO Y EL TIEMPO…

CABELLO SEDOSO Y NEGRO ADORNADO

POR DOS LUCEROS.

 

ESE VIENTO QUE ACARICIA TU PELO

ES EL MISMO QUE LLORA EN SILENCIO

AL RECORDAR LOS ENCANTOS Y ALEGRÍAS

QUE ADORNABAN CON ESPERANZA

 AQUELLOS DOS LUCEROS.

 

ESA BRISA QUE ENTRA POR MI VENTANA,

ES LA QUE ME ARRULLA Y ME HACE DORMIR

CUANDO MIS PENSAMIENTOS SE CANSAN,

Y OTRA VEZ ME HACE SOÑAR

CON EL VIENTO,

EL SUSURRO DEL MAR,

 EL AZUL MARINO,

  LA BRISA QUE BAÑABA TU CARA

Y LA ROSA QUE ADORNABA

TU PELO Y DOS LUCEROS.

-Luis chinchilla Elizondo-

Grecia, Alajuela, Costa Rica

Correo electrónico:  luischin_63@hotmail.com

 

Primer Ganador del 1er Concurso

de poesía de la Revista Cultural

“Espíritu Literario”.

 

 

ESAS MIRADAS QUE CAMINAN

 

“Mas en los días el vuelo desgarrador de la paloma

embriaga mis ojos con la gracia cruel de las distancias”.

 

ELISEO DIEGO

 

Esas miradas que caminan

con pasos de desgarradas nostalgias

en senderos de intangibles jirones

que pesan como la luz de la isla.

Esas miradas de cristalizadas lágrimas

aún antes de manar del surtidor

de sus perdidas cuencas de distancias.

Esas miradas que se sumergen

buscando las antípodas de sus entrañas

en su fondo, en el fondo más hondo

donde el dolor es más polvo.

Esas miradas que como géiser amanecen

del mismísimo centro de si mismas.

Allí, allí donde está el magma de sus ojos.

Esas miradas de suspiros silenciosos

mudos, devorados de sus silabas

secas de rodeada impotencia,

calladas frustraciones de memoria.

Esas miradas de luz del atardecer

frente al mar de los sueños

evaporaciones densas de luz de poniente.

 

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

 

 

 

EL PAPEL ARRUGADO

 

Sé que un papel resiste

cualquier mentira,

sé que las canciones

son refugio de poeta y lira,

sé que mi mejor canción

de tu mismo aire respira.

El papel arrugado

soporta violencia e ira,

el corazón maltratado

soporta al mundo que gira,

ese ser tan lastimado

que en pena oscura delira,

ese ser tan maniatado

también sufre y respira,

ese ser equivocado

sin que nadie lo corrija,

ese ser tan despistado

qué canción tan distraída…,

ese ser asustado

sin que nadie lo redima,

ese ser despreciado

sin verso que le haga rima.

Quisiera empezar de nuevo,

contigo amor, en otra vida,

quisiera no ser malevo,

quisiera encontrar salida,

a este corazón de perro,

a este caminar deprisa,

a esta soledad de encierro,

a este corazón hecho trizas.

Quisiera contar contigo

en este deambular sin guia,

en esta habitación del recuerdo

en este miedo a la desidia,

quisiera por que yo quiero

cantar esta canción de vida,

quisiera por que lo merezco

otro punto de partida,

quisiera, sí no enloquezco,

una vida a color y divertida.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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