Réquiem del crisantemo funeral (Cecilio Olivero Muñoz)

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No puedo negar que te tuve a ratos presente

en mi sofá, en mi mirada, en el paladar;

la vanidad suele ser morada frecuente,

¿No sabes que es corto el camino por andar?

A veces yacemos rezando por el ausente;

renuncio al cemento, prefiero el oquedal,

echar de menos la incógnita latente

de si es la nada o si la nada es adimensional,

el alegre palpitar que deja el sí reciente,

la mortaja fría en un triste hospital,

déjame la paz, déjame ser calma decente,

no ser mentira, tampoco ser verdad,

déjame partir de este baile para siempre

donde se respira el réquiem del nunca jamás,

réquiem es la vida un uno de noviembre,

quizá acuda al lecho un ejército del mal

liderado por el esqueleto de la muerte,

acude este réquiem como prisa vegetal

y que ya no expliquen ¿¡quién fuese suerte!?

Para derramar el gran milagro del pan

que consagra su espiga y su sal al quererte,

te dirán que fuiste bueno, una, y otra vez más,

que fuiste cobarde y que fuiste valiente,

la gente habla porque es muy fácil hablar,

reposo final de dar un paseo inocente

como un paso al frente, y no regresar atrás,

la vida es parte del negro luto solemne,

la vida es beso que se evapora de aguarrás,

siempre quedará ese paseo total pendiente,

siempre habrá sonrisas partidas por la mitad,

siempre caerá el diente antes que la simiente,

siempre habrá lugar y una última soledad.

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