
UN PASEO IMAGINARIO
Saliendo desde el pozo roero, por delante de las escuelas, hacia las “cañadas” de la médica hasta la finca del “Hoyuelo”.
En la entrada de la finca encuentro una cancela (a pesar de que es camino real) con un cartel que dice… “atención reses bravas”, paso y vuelvo a cerrar la cancela, al principio voy con precaución, pero conforme avanzo veo que por allí no hay más señales en el suelo, que las de haber pasado algunas ovejas o cabras.
Continúo caminando entre encinas centenarias, hasta llegar al barranco el “molinillo”, descanso un momento y giro a la izquierda siguiendo su cauce, salvando los obstáculos que encuentro, dirección a su desembocadura en la “Ribera de Huelva”.
El margen del arroyo está cubierto de grandes adelfas, acebuches y chaparros, los juncos y el poleo cerca del agua, son refugio de ranas y pececillos, en algunos recodos se forman pequeñas charcas, (que suelen haber sanguijuelas) y se ven huellas de animales en la orilla del agua.
Este arroyo me trae muchos recuerdos, pues la primera vez que lo atravesé, fue con mi amigo Quico Collado (el guitarra) camino del cabezo, en el “burro” donde su familia estuvo guardando ganado una temporada.
También recuerdo cuando mi madre iba a rebuscar cascarillas de carbón, una vez recogidos los “boliches” o carboneras, mientras yo me entretenía cazando ranas en el arroyo o buscando pájaros por las encinas.
Pero algo que me gustaría saber, donde fue apresado mi padre, junto a varios paisanos mientras cogían bellotas del arroyo, antes que la corriente las llevara a la ribera, para sacar algún dinero en unos tiempos que había más necesidad que trabajo.
Cada recodo, charca o grupo de adelfas y juncos, los imagino con el agua hasta la cintura, de noche y rodeados de guardias civiles apuntándoles con las armas para que no escaparan.
¿Qué crimen estaban cometiendo? Cuando lo hacían para poder dar de comer a sus familias, con el dinero que sacaran de vender las bellotas, que se llevaba la corriente y se perderían en la ribera, donde solo servirían para alimentar a los peces…
Con lágrimas en los ojos, continuo bajando con el corazón encogido, hasta llegar a la ribera cerca del puente del empalme, en la antigua vía del tren de Cala, donde desemboca este arroyo.
Sigo ribera abajo y tras pasar dos cancelas que cortan el paso, llego a la carretera de cantarranas, descanso en los merenderos junto a los aparcamientos, para comer y refrescarme un poco, antes de emprender la subida de casi cuatro km. hasta el pueblo.
Este último trayecto podría hacerlo con los ojos cerrados, por las veces que lo hice desde niño y cada vez que visito el pueblo.

***Una vez me llevó a una mina donde trabajaba, en el camino vimos subiendo por una loma, a una loba y sus cachorros, cuando yo me di cuenta le abracé muerto de miedo a él, pero me dijo…
¡No temas, porque la loba no nos hará nada, solo quiere irse para proteger a sus cachorros!
Los lobos solo atacan cuando tienen hambre y van en manada, a los animales más débiles e indefensos.
¡De los que tienes que temer, es de las malas personas, que te encontraras en la vida, ellas son las que te pueden hacer daño, si no sabes con quien te relacionas, no te fíes nunca de aquellos que te dan algo, que no hayas ganado honradamente!
Estas palabras no las olvidare nunca, aunque tengo que decir que las he llevado siempre muy presente, aunque no he sabido transmitirlas de forma que otros las tengan en cuenta.
*** Cuando volvía de sus continuas ausencias me gustaba mirar en las alforjas, por si me tría algo que hubiese encontrado en el campo, alguna chuchería o los cortadillos de azúcar que iba reuniendo del café que tomaba y que él solo le ponía la mitad.
Recuerdo cuando mi madre me mandaba algún domingo, al salir de misa a buscar a mi padre para comer, iba recorriendo por los bares del pueblo, hasta que lo encontraba, (normalmente en La Punta el Verde) me gustaba el olor que salía de las distintas cocinas, de las tapas que ofrecían a sus clientes para comer o acompañar las bebidas, en cada sitio tenían su especialidad.
Me encantaban las costillas fritas de la Punta el Verde, mi padre cuando me veía entrar le pedía a su primo José «el cateto» que me pusiera un platito, que siempre me sabía a gloria.
Si tengo que decir como recuerdo a mi padre, diría que fue un hombre con dos personalidades muy diferentes.
La primera que era una persona buena y cariñosa con nosotros.
Pero cuando estada ebrio cambiaba totalmente el carácter y se volvía irritable por cualquiera cosa y no se le podía contradecir.
Él estaba acostumbrado a frecuentar lugares de todos los ambientes, a tratar con gente de toda índole y no dar explicaciones a nadie, durante toda su vida había sido así, por pasar mucho tiempo fuera de casa.
Eso me hizo comprender su forma de ser y las, consecuencias que le acompañó toda su vida.




















