Nostalgias de un emigrante-Maltrato-Antonio Miguel Oliveros Quiroga

Se oye la sirena de una ambulancia que se acerca, hay mucha gente reunida junto al portal del edificio donde vive y no sabe que es lo que está ocurriendo, pero algo por dentro le dice que no es normal tanta curiosidad por un enfermo. Cuando llega a una distancia que ya puede ver entre el gentío, la ambulancia llega a su altura y es cuando se da cuenta de quién se trata la persona que está tendida en el suelo la conoce muy bien, porque es (Adela) su madre. A Juan algunos lo reconocen y se dirigen a él queriendo explicarle lo sucedido, pero no necesita que se lo expliquen porque sabe lo ocurrido sin que nadie se lo diga, pues lo ha oído muchas veces sin que eso llegara a producirse, hasta que al final ese día lo ha cumplido. Cuando llegaron a la ciudad después del entierro de su padre en el pueblo, se instalaron en un pequeño piso de un barrio humilde, pues el dinero que les quedó después de pagar los gastos de la grave enfermedad de su padre era escaso y la paga de viudez muy pequeña. Juan no tenía edad para trabajar y tenía que retomar los estudios en un instituto nuevo, así que Adela tendría que buscar algún empleo. Encontró trabajo en una cafetería del centro y pasaba todo el día fuera de casa, al cabo de un tiempo conoció a un hombre (Vicente) con el que empezó a salir, al principio sin decirle nada al hijo y cuando se lo dijo él no reaccionó muy bien pero lo aceptó, pues comprendió que su madre se merecía rehacer su vida, después de todo lo sufrido y lo joven que era. Todo iba bien hasta que decidieron Adela y Vicente vivir juntos en la misma casa de ellos, Vicente era mucho mayor que ella, pero al parecer la trataba con mucho cariño y amabilidad. Eso fueron los primeros meses, pero poco a poco fue cambiando la amabilidad se perdió y llegaron los malos modos, el cariño se convirtió en celos y los regalos en exigencias de dinero. Las broncas con Juan eran diarias cada vez que llegaba del colegio y encontraba a Vicente en casa sin hacer nada más que beber. Las discusiones con Juan provocaban con riñas en la pareja cuando Adela llegaba de trabajar, hasta que un día llego más lejos y en una de esas riñas Vicente le dio un puñetazo tirándola al suelo, esto hizo que Adela lo echara del piso y le pidió las llaves, él rogó que no lo hiciera pidiéndole perdón y prometiendo que no volvería a suceder. Adela accedió y lo dejó continuar con ellos, los primeros días todo pareció cambiar, Vicente buscó trabajo y casi no aparecía por casa hasta la noche, eso hizo que las peleas con Juan acabaran de momento. Pero los celos que sentía Vicente por el trabajo de Adela fue en aumento, pues los insultos y malas maneras volvieron otra vez, Juan no lo soportaba y así se lo hacía saber, lo que terminaba en peleas entre ambos. Adela cuando llegaba de trabajar tenía que soportar las riñas y los escándalos, hasta altas horas de la noche, así que tomó la decisión de volver a echar a Vicente de casa y esta vez no cedió a sus ruegos ni consintió que permaneciera más con ellos. Esto provocó una reacción en Vicente que no podían imaginar y se pasaba todo el día merodeando por la cafetería donde trabajaba Adela, cuando salía la seguía hasta la puerta de la casa sin dejar de molestarle y pidiendo que lo dejara volver, como ella no lo consentía le insultaba e increpaba hasta que los vecinos salían para que se callaran o llamarían a la policía. Un día coincidió Juan con la llegada de su madre a la casa y como Vicente le estaba molestando quiso defender a su madre se enfrentó a él y se organizó una pelea en la que tuvo que intervenir la policía a la llamada de los vecinos. A Vicente se lo dejaron detenido después de prestar declaración, al cabo de una semana en la que no apareció ni volvió a molestarles, creyeron que podían estar tranquilos y reanudaron su rutina habitual, porque desde el incidente Juan había estado acompañando a su madre al trabajo y en las salidas por el barrio. Habían pasado dos semanas y ahora su madre esta tendida en el suelo, sin saber si está viva pero sabe quién es el culpable de lo ocurrido, pues en unas de las discusiones con Vicente éste le advirtió, que si su madre lo dejaba algún día la mataría. Mientras los servicios sanitarios intentaban reanimar a su madre, después de caer del tercer piso, Juan subió a la vivienda junto con un policía y allí se lo encontraron, con un cuchillo clavado en el pecho en medio de un charco de sangre junto a la ventana y los muebles por el suelo destrozados. Vicente aun respiraba pero la vida se le iba por segundos, de sus labios solo se le oyó decir que Adela no sería para nadie si no era para él. Ahora ella se recupera de las lesiones en un hospital a las afueras de la ciudad, le dicen los médicos que con un poco de suerte pronto dejará la silla de ruedas y podrá tener la misma movilidad que tenía antes. Desde el accidente han pasado casi dos años y él está estudiando una carrera universitaria, con lo que gana trabajando como le prometió a su madre cuando estuvo convaleciente. De lo ocurrido en la vivienda nadie lo sabe, Vicente ya no está y Adela solo dijo que solo quería escapar de él.

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