
Paola Caridi
La morera de Jerusalén
Traducción de Melina Márquez
Errata Naturae, 2025
La civilización va más allá de lo propiamente humano. Es evidente que hemos alterado la naturaleza según los intereses dominantes en cada momento, no hay más que echarle una ojeada a lo que nos rodea, más cuando percibimos, tal vez de un modo trágico, de la repercusión de las acciones humanas en el medio natural. Lo vivimos ahora mismo, en la más rabiosa actualidad. Quizá sea hasta cierto punto baladí afirmar que la formación de nuestras sociedades ha trastocado la naturaleza no siempre de un modo correcto, respetuoso. Pero a todas luces es preciso repetirlo cuantas veces sea necesario y así asumir, tarde sin duda, todo lo negativo que se ha realizado hasta ahora. Quién sabe si será posible cambiar sus consecuencias, la de un ecocidio que nos amenaza y que ha formado parte de la opresión y de la guerra. Sigue siéndolo aún.
Así, no sólo hemos utilizado los recursos, en ocasiones de un modo abusivo, también hemos modificado el medio ambiente, también hemos querido imponer un imagen, transformarlo por completo, sin preocuparnos que la naturaleza también tiene vida propia, sus propias reglas, ajena a los intereses humanos, y cuando chocan naturaleza y civilización mucho nos tememos que ésta va a salir perdiendo.
La historiadora y periodista Paola Caridi hace hincapié en el modo en que la acción humana y sus conflictos han repercutido en la naturaleza y afecta en la manera de contarnos a nosotros mismos. Afirma que «en el instante en que la historia humana se «libera» de los árboles, nos deshacemos también de una parte importante de la narración». De este modo, se vuelve imprescindible contar la historia ya no desde el punto de vista sólo humano, sino a partir de esos árboles que contemplan el quehacer de la humanidad y a menudo lo padecen.
Residente en el Próximo Oriente desde 2001, investigadora y analista en varios foros de la política de la región, ha querido trasladarnos en este libro la historia de la misma, analizar más en concreto el conflicto actual a partir de la historia de su naturaleza, de los árboles más característicos, del intento de acomodar el medio natural a los deseos y necesidades, muchas veces ideológicos, del sionismo, así como pretende contradecir la autora ciertos tópicos interesados, por ejemplo el que Palestina era una tierra yerma y desértica antes de la fundación de Israel. No lo fue, hubo una agricultura, un comercio de sus productos, una vida que se debe reivindicar, no en vano contar la historia y sus detalles se vuelve también una necesidad imperiosa para impedir relatos interesados que nada tienen que ver con la historia y de la valoración que realicemos de ella. Las naranjas de Jaffa se vuelven un símbolo de ello. El lenguaje y la descripción del pasado, no se olvide, son también campo de batalla.
De este modo, tanto la agricultura como la formación del jardín, tan importante como aquella, expresan formas de concebir la realidad, reflejan intereses coloniales o de clase, responden de forma clara a estrategias políticas. A través de la historia de los árboles, conocemos también la historia de la región, Paola Caridi nos da las claves para permitirnos entender toda la benevolencia que posee un árbol y cómo el tratamiento que proyectemos sobre él va a reflejar y nos va indicar no pocas cosas de los fines de toda política.












