Reseña literaria por Juan A. Herdi

Santiago López Petit

Tiempos de espera.

Marx y Artaud y la fuerza de dolor

Verso. 2025

Han pasado cinco años del confinamiento y poco más de dos desde que la OMS decretara oficialmente el fin de la pandemia de Coronavirus. Apenas un lustro. Sin embargo, para una gran mayoría, para quienes no sufrieron tan de cerca la pérdida de vidas de familiares o amigos, para la sociedad en su conjunto, parece que haya pasado mucho más tiempo o incluso se recuerda como un mal sueño pasajero, diluido, lejano. Tampoco queda memoria de aquella promesa colectiva de futuro surgida de quién sabe dónde: «saldremos mejores». En este caso, el incumplimiento evidente de lo que fue más bien un deseo compartido justifica en gran medida el olvido. Volvimos a la crispación de siempre, aumentó incluso; de nuevo escuchamos discursos de odio y se han levantado muros inmorales contra colectivos humanos; también nos olvidamos bien pronto de los aplausos a los sanitarios y otra vez asistimos a los recortes, a la precariedad de las condiciones laborales y de servicios en este sector. Por no hablar del empeoramiento en otros ámbitos, como el de la vivienda. Tampoco ha mejorado el escenario internacional, con tambores de guerra generalizada y un aumento de los aranceles, contraviniendo los principios de ese neoliberalismo globalizador que dominó la economía mundial desde el último decenio del siglo pasado. 

Ni nos acordamos de la pandemia ni hemos salido mejores, salta a la vista. Sin embargo, esa parada del tiempo por un tiempo ha tenido consecuencias, ha reportado cambios, ha trastocado en cierta forma nuestras vidas, aun cuando no somos del todo conscientes de ello. Al propio sistema se le han saltado los plomos. Porque nuestra cotidianidadresquebrajada en aquellos meses de confinamiento y limitación de movimiento se vio removida por completo. El elemento disciplinario (y represivo) que todo Estado posee tuvo la posibilidad de experimentar con el miedo. La pandemia puso la enfermedad, la vida y la muerte en el centro de nuestras preocupaciones cotidianas. Cuestionó también nuestra Vida, la realidad en la que estamos imbuidos y que vimos tan vulnerable. Nosotros mismos lo éramos, vulnerables. El estado anímico y la salud mental dejaron de ser problemas de unos pocos para darnos cuenta de que el dolor, el sufrimiento, el miedo, el malestar o la impotencia social nos afectaban a todos. Claro que hemos vuelto a una mirada individualizada, como si fueran sólo problemas personales y no problemas colectivos. 

Santiago López Petit hace tiempo que se preocupa por estas cuestiones, y así el malestar, la enfermedad y el deseo de vida han centrado su reflexión con relación a ese vínculo no siempre fácil entre sociedad e individuo. Estuvo presente en sus libros Entre el ser y el poder. Una apuesta por el querer vivir (1994) y El gesto absoluto (2018). Ahora, a raíz de esa pandemia que paralizó nuestras vidas, nos propone una nueva mirada, siempre crítica, radical y a todas luces emancipadora. Tiempos de espera surge así primero como una especie de dietario de aquel tiempo detenido en el tiempo, un no-tiempo, unas reflexiones a partir de la cotidianidad vuelta al revés. Acude a Marx y a Artaud para recuperar algunos conceptos que son aplicables a este momento. Tanto la imposibilidad de vivir y de pensar que sufrimos durante la pandemia como la incomprensión de aquella anomalía global nos remiten al impoder definido por Artaud como aquel proceso de pérdida de sí y de expoliación del mundo al que la vida nos somete. Lo vivimos en el 2020. Sigue latente hoy.

De este modo, el malestar es el tema de este ensayo, el malestar individual que se convierte en miedo, que nos restringe en un dolor que nos incomunica, que nos convierte en seres pasivos y aislados, incapaces de actuar, de politizar nuestras vidas, de plantearnos como seres libres, inermes a la hora de socializar. Pero al fin el sufrimiento individual es compartido, se convierte en malestar social. Resulta fundamental vislumbrar dicha relación ente el individuo, el yo, y la sociedad, el nosotros, en este entramado que define la vida, en esta situación de post-pandemia que está cambiando, y no en un sentido emancipatorio, ya se ha dicho, nuestra existencia, lo que nos obliga a plantearnos qué hacer ante el nuevo panorama, cómo vivir. 

Porque el vivir es el centro principal de nuestra preocupación, el tema que debe centrar nuestra acción política. Mantenemos de este modo esa expresión repetida varias veces por el taxista José, el protagonista de una película, El taxista ful (2004), que trata muchos de los temas de este libro, «quiero vivir», nada menos, y que es una reivindicación en toda regla que hemos de mantener hoy, una proclama revolucionaria. De esto trata, al fin, este libro, de ese querer vivir en un mundo y un momento en que se nos impone la política de la muerte.

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Santiago López Petit

Tan cerca de la vida

Rayo Verde Editorial

Quien conozca la trayectoria de Santiago López Petit, sobre todo en los últimos años, sabrá hasta qué punto los temas de la vida, el malestar o la necesidad de cuidar los afectos y las emociones en las relaciones interpersonales han ido ganando más y más espacio en su reflexión. No ha perdido por ello radicalidad en su análisis de la sociedad ni en la defensa de un modelo emancipatorio, o al menos de su búsqueda, con todas las contradicciones que supone el pensarse a uno mismo también en lo colectivo, algo que ya no sólo es social, sino que es sobre todo vital. Porque al final la vida lo incluye todo. 

Su bibliografía es amplia y desde luego muy recomendable, fundamental diría yo en un momento como éste, en el que la enfermedad no sólo se halla en el centro de nuestras vidas, sino que además se ha vuelto el eje político central de esta nueva y extraña época que nos ha tocado vivir. 

Por si no fuera poca su aportación ensayística, ahora nos propone ahondar de nuevo en todos estos temas por medio de una novela, cuyo título es ya por sí muy ilustrativo, Tan cerca de la vida, y en la que, en gran medida, son las ideas las protagonistas del relato, pero no las ideas entendidas como algo externo a cada uno de nosotros, las de la mera especulación extemporánea, sino como herramientas que nos permiten comprender lo que nos rodea y lo que somos. Los personajes que pueblan este relato buscan responderse a las dos preguntas clásicas de la filosofía: cómo debemos vivir y, sobre todo, qué puedo hacer. 

El lector se enfrentará a lo largo de este relato con planteamientos que sin duda le tocarán muy de cerca y de los que no podrá ser ajeno. Porque es la propia vida lo que se anhela, sin excluir el vacío, la soledad o la catástrofe que anida en ella en todo momento y que conforman ese ángulo a partir del cual reconocerse. Este libro es, para quien lo lea con atención y con intención de seguir reflexionando, una invitación para pensarse uno mismo y aprender a encontrar aquellas grietas que le permita, sobre todo, vivir, con todas las dosis de pasión y de dolor que requiere perseguir la vida.

Por lo demás, el planteamiento literario de la novela ya es de por sí curioso, que nadie espere un relato convencional con los elementos clásicos que a veces dicta la teoría de la literatura. Ya intuimos muchos de nosotros que la única norma de la literatura es, al final, la ausencia de normas. Y sin duda esto debería guiar la propia vida. De este modo, la propia literatura queda incluida en ese artefacto de reflexión creado por Santiago López Petit, autor que suele emplear también en sus ensayos una gran dosis de poesía en su forma de afrontar la escritura. Porque incluso la más ruda reflexión sobre uno mismo y sobre el nosotros requiere de poesía para poder comprenderse y asumirse, fundamental en una época tan rancia como la actual.