22º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

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22º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

NEVANDO EN LA GUINEA

NºXXII     16-01-2.009

 

EDITORIAL XXII

Sobre razas, racismos y

obviedades varias

 

Dos hechos han vuelto a poner el tema del racismo en el candelero: la elección de Obama como primer presidente negro de los Estados Unidos y la ofensiva de Israel en Gaza que nos ha devuelto los fantasmas del antisemitismo. No es que el racismo hubiese estado adormecido todo estos años, por desgracia hemos asistido con frecuencia en todo el mundo a actos vandálicos que tenían como origen la voluntad de diferenciar a los seres humanos en etnias y darles a éstas una valoración negativa o positiva, según la perspectiva del descerebrado de turno, como si pesadilla del nazismo o del apartheid pudiera recomponerse en estos inicios del siglo XXI, lo que nos indica que por desgracia la inteligencia no abunda en nuestros días.

 

Respecto a la elección de Obama como presidente de Estados Unidos, que le llevará el 20 de Enero a ocupar el cargo, ya mostramos en nuestro editorial XII un cierto escepticismo hacia las posibilidades de cambio bajo su presidencia. No es que no reconozcamos la fuerza simbólica de que una persona negra llegue a la Casa Blanca, pero mucho nos tememos que el color de la piel nada tiene que ver con la mayor o menor grandeza de una persona. A esta altura de la historia cuesta trabajo creer que alguien pueda darle tanta importancia a pertenecer a una raza o a una etnia. Pero es así. El lamentable silencio del presidente electo ante lo que pasa en Próximo Oriente muestra bien a las claras las contradicciones y las dificultades con que se va a enfrentar para superar ciertos obstáculos, si es que hay voluntad de superar algo, sin importar cual sea su raza.

 

Y es en el conflicto de Gaza donde se nos aparecen muchos fantasmas dolorosos. Que parta por delante algo que ya hemos manifestado en nuestro editorial número XX (pedimos perdón por tanta auto referencia): nuestro horror ante la desproporción de un ataque que por ahora ha dejado alrededor de mil muertos entre los palestinos. No podemos entender la lógica de la guerra, ni siquiera de una guerra defensiva que causa semejante masacre entre la población civil. Pero sin ánimos de ser equidistantes, no lo somos, tampoco entendemos algunas reacciones que nos parece asimismo fruto del lado más tenebroso del ser humano, como la de responsabilizar a todos los judíos que en el mundo haya de la política de Israel, responsabilidad única y exclusiva de su gobierno (y en todo caso de quienes lo apoyan) y menos aún lanzar discursos de maquinaciones judías que nos recuerdan a las referencias de un contubernio judeo-masón al que hacía referencia el dictador español surgido de la Guerra Civil.

 

También nos cuesta trabajo tener que diferenciar hoy que una cosa es la política de un gobierno y otra muy distinta una población. Los ataques sufridos por comunidades judías en todo el mundo, aun cuando no sean tan graves como las sufridas por los palestinos de Gaza, suponen una ignominia imperdonable. ¿Acaso habrá que responsabilizar a todos los negros del mundo si Obama llegase algún día a atacar a algún país, como ha hecho su predecesor? Es tan obvio que cae por su propio peso. Es evidente que rechazaríamos con la misma fuerza cualquier violencia que tuviera como objetivo la población civil de Israel. Atacar a personas indefensas como venganza de las políticas de los gobiernos nos resulta cuanto menos criminal, y como ejemplo tenemos Madrid.

 

Si nos ocupamos levemente de este tema es porque creemos que la base de toda cultura es la relación de todas las personas. El intercambio entre seres humanos de razas, idiomas, pueblos, culturas y expresiones distintos ha enriquecido a lo largo de toda la historia a todos. Nada es patrimonio de nadie. Quien no quiera verlo así él se lo pierde. Entendemos la cultura como algo vivo, que está en la calle, que forma parte de la cotidianidad y no requiere de grandes palabras ni discursos elevados. No hace falta tampoco acudir a las listas de artistas judíos o negros que han enriquecido eso que llaman el acerbo cultural, cualquiera de quienes nos leen no le costará dar con más de un nombre, pero también creemos que desde el momento en que han dado a conocer su obra ésta ha dejado de pertenecerles para formar parte de cada uno de nosotros. Y una vez más tenemos que decir que preferimos mil veces el arte y la palabra que la brutalidad de las armas. Hasta nos da un poco de vergüenza tener que escribir tanta obviedad.

 

 

 

LA PATRIA DEL MESTIZAJE

 

La noche está pariendo al hombre del mañana

bajo los vestigios virginales de la desnudez.

El primer párrafo lo escribió el evangelio nocturno

de hombres marcados por la estrella ciega de una mar

infinita y salvaje.

 La verdad la escriben los que están entre la mitad

de la virtud de la raya de en medio

y entre la mitad del crepúsculo azul que los tiempos sombrean.

El Inca Garcilaso

nació después de los sangrientos cruces de rabia y cólera

entre los hijos del sol y los dueños de la madrugada inocente,

 pues al alumbrarlo su madre, llamada Chimpu Ocllo,

logra desenmarañar abriendo su quijada a la entraña de luz

que el sendero y el rumbo conocen.

Los mundos son una espiral vencida.

Los mundos son vegetal prisa de desengaños tardíos.

La aurora sorprendida da de mamar a los perros

que pretenden ladrarle a la sombra chinesca

que proporciona la luz de la lumbre.

Los niños del mañana son una sangre que merecen

los amantes que despiertan del letargo y del fugitivo sueño.

El papagayo es la alondra que sostiene la selva en su seno.

La alondra es un lucero que se apaga como una luciérnaga

ardiendo de cara a un sol enajenado.

El sol es heredero de un mestizo pueblo

que sembró Gonzalo Guerrero, un andaluz-maya,

que emergió de una esclavitud rota por el sentir

magno de la amistad y la tolerancia.

Yucatán te recuerda en todo grano de arena,

en toda mota de polvo, en todo sueño esfumado,

en toda hebra de pluma, en todo suspiro liberado,

en todo inmortal alumbramiento.

Yucatán es un “no os entendemos”

que esa ignorancia ridícula señala nombrando

futuros en las arrugas profundas de la flor del tabaco,

y la palidez del viento,

que a nada ni nadie comprende,

 y su fuerza traicionera,

es ímpetu hecho de ira y soberbia

que siembra su miedo entre los huracanes de la Tierra.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

Un día cualquiera

 

 

            Tomaste la decisión casi sin pensarlo. Hay momentos, barruntaste, en los que no puedes ponerte a pensar en los detalles porque entonces no decides nada y te quedas inmóvil, estancado, dominado por el pánico. Y no estabas para eso. Había que coger el toro por los cuernos, de una vez, y con aparente firmeza entraste en la joyería, encañonaste a los empleados y te llevaste el dinero de las cajas y algunos anillos de oro que sería fácil vender en algunas tiendas que no pedían datos. Disimulaste el pavor que te entró al comenzar, sabías que de ello dependía que te tomaran en serio. Y te tomaron en serio porque sentiste el miedo en los tres dependientes. Fue rápido. Metiste el dinero en la cartera y los anillos en los bolsillos de la americana, escapaste por transitadas calles que ya conocías de sobra. Habías dejado el coche cinco calles más allá, la chaqueta y la cartera las colocaste en uno de los asientos de atrás y saliste de la zona con calma, sabiendo que ya nada torcería tu salida del centro, que te habías confundido perfectamente con toda la gente que avanzaba por las calles, que no era poca, y que podías respirar tranquilo.

         Al llegar a tu casa contaste el dinero. Era un buen botín. Con eso tenías de sobras para pagar las deudas y aún te quedaba un buen pellizco para ir tirando. Además, estaban los anillos. Te preguntaste si era mejor venderlos ya, aquel mismo día, o si era mejor esperar un tiempo, unas semanas o algunos meses incluso, y acudir a algunas de las tiendas del puerto. No dependías tanto del dinero de los anillos, podías esperar, pero pronto te preguntaste si no serían una prueba en caso de que la policía llegara a sospechar de ti, que aunque creías que lo habías hecho bien, no las tenías todas contigo al fin y al cabo. Era mejor que te los quitaras de encima. Tu aspecto era lo bastante normal como para que nadie se acordara de ti, había miles de tipos que coincidían con tu cara, que por otro lado habías ocultado tras una bufanda, tu altura, tu forma de vestir. En definitiva, nada llamaba la atención, de hecho mucha gente te encontraba parecido con amigos o familiares suyos, así que si no había pruebas, mejor, siempre podías argüir que se confundían en caso de que la policía te visitara, aunque te sosegaste inmediatamente, si no te habían pillado en la misma joyería o cerca de allí era más que probable que ya no te pillarían, y los anillos te los ibas a sacar de encima ahora.

         Te cambiaste de ropa y fuiste al puerto en metro. Es verdad que al principio te sentiste extraño, mirabas a todos los lados, viendo en cada persona cuyo comportamiento resultase algo extraño un ápice de sospecha. Sin embargo, nadie te seguía. No te costó nada vender los anillos. Acudiste a varias tiendas, en cada una de ellas ofreciste dos o tres anillos, y en todas te dieron sin duda un precio más bajo del que correspondía, pero aceptaste porque la gente que iba a esos establecimientos era poco dada a discutir el precio, necesitaba el dinero y cualquier cantidad era bienvenida. Así que no te quejaste ni intentaste que te pagaran más. Por otro lado se trataba de evitar que se acordaran de ti, así que cuando menos trato, mejor. 

         Decidiste volver a tu casa a pie. Te apetecía andar, relajarte. Pensaste en pasar por la oficina de empleo a ver si había alguna oferta que te pudiera interesar. Había que mantener ciertos hábitos para no levantar sospechas, aunque era poco probable que los funcionarios de la oficina de empleo sospecharan de ti y ni siquiera se les pasaría por la cabeza que tú pudieras ser el hombre que atracó una joyería aquella mañana. Pero decidiste no pasar ese día, no te apetecía, tenías dinero para pasar dos o tres meses, así que habría tiempo para encontrar trabajo y aquel día, decidiste, sería sólo para ti y lo vivirías como un nuevo hombre.

         Te sentiste liberado de la tensión y la ansiedad de los últimos días. Estabas sin un chavo, literalmente, ni para café, ni para llenar la nevera, pobre de solemnidad. No sabías a quien pedirle dinero. No tenías trabajo. Con tu familia hacía tiempo que no había tratos. Te pasabas el día sentado en la butaca de casa, de una casa que no sabías si ibas a poder mantener porque no tenías ni idea de cómo pagar el próximo alquiler. Te viste de pronto en la calle, viviendo en la explanada de la estación o en cualquier esquina de la ciudad donde se arremolinaban los vagabundos. Te planteaste dejar de vivir.

         Entonces fue cuando se te ocurrió lo del atraco. Dicho y hecho. Y ya estaba, realizado, aunque hubo un momento de pánico escénico en que no te creíste capaz de entrar en el local, no te veías encañonando a aquellos desconocidos, y sonreíste al pensar lo fácil que hubiera sido para ellos evitar el atraco, cualquier gesto de resistencia, el más tibio, te hubiese causado tal temor que te hubieras largado corriendo de allí. A veces las cosas ocurren de un modo bien estúpido, pensaste.

           Te entró el hambre y comiste en un pequeño restaurante. Todo el mundo se movía a tu alrededor sin fijarse en ti. Soy el hombre que ha atracado una joyería esta mañana, dijiste para ti, y quienes te rodeaban no lo sabían. Habías sido capaz. Por fin habías hecho algo en tu vida, por ti, para ti. Pensaste en tu padre y te hubiera gustado poderle preguntar qué pensaba ahora de ti, a él, que te consideraba un inútil, que no escondía su frustración por tu vida malograda porque no habías llegado a ser lo que él pretendía que fueras. Te hubiera encantado restregarle tu logro de hoy.

         Mientras tomabas un café pensaste en Lara. La voy a llamar, decidiste. Hacía tiempo que no la veías, hubo un tiempo en que la visitabas una o dos veces al mes. Tenías trabajo, ganabas dinero, confiabas en ti. Iba a ser hoy tu pequeño regalo: una tarde de amor, ahora que te lo podías pagar. Sonreíste. Era un día grande aunque pareciera un día cualquiera.

 

Juan A. Herrero Díez

 

 

DIVINO SER

 

Un poco de paz no nos haría ningún daño,

¿por qué contradecir a la realidad?

¿por qué buscarle cinco pies al gato?

Me gusta tu bolero negro

encadenado a mi sonrojo,

me gusta el azúcar de tus besos,

me gusta el laberinto de tu cabello.

Hay estrellas en nuestra noche,

hay rumor en tu mirada,

hay albahaca en tu piel impreso,

hay luz en tu sonrisa.

Las noches son juegos sencillos,

es jugar al escondite en la pulpa

de tus hermosos sueños,

es jugar a pelearnos sin hacernos daño,

sin hacernos daño.

Me gusta cuando estás a mi lado

y te vuelves chiquilla que mira al abismo,

tienes miedo, tienes corazón,

tienes antojizo suspiro que mi pensamiento

guía con nervioso metal que suena.

Tu sexo es un límite de agua,

mi boca es una espesura roja,

tu deseo es mi balcón abierto,

mi canción es tu caricia.

Llevo allí en mi sentimiento

una nota conmovida por tu recuerdo

de tu piel pegada a mi piel

y los dos sudando en la noche.

Llevo allí en mi corazón

las cinco letras de tu nombre,

los veinte pasos hacia mi camino

y las sábanas calientes en mi sueño

son el calor que solo anhelo contigo,

pues el momento que sacudes

en mi cielo de orgasmos

es la respuesta que yo daría al mundo,

para que sepan que tú sobrevives

a mi mirada de ángel caído.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

 

EN CARNE VIVA
 
Una vez más
los buitres
desgarrarán el centro
de su figura rota.
 
Desde la piedra falsa que grita y descontrola,
se estremece la celda
que llaga sus espaldas.
 
Entre los ojos de agua
del cautivo inocente,
se postra una mirada
peregrina
y ancla una mueca sorda
en el muelle de sus labios.
 
Se agotaron las fuerzas,
y el estupor
ha derribado el túnel
que lo llevaba
al día.
 
Un labrador de tinieblas
venda
los ojos de los atardeceres.
 
Siempre es de noche sobre todas las noches.
 
Una intención de fuga
se alerta entre derrotas
y despojada de horizontes
se extravía.
 
El terror a la muerte
le trunca los caminos
y escarba por raíces y pies de otros hermanos,
el hueco de algún sueño
entre voces ajenas.
 
En el templo ruinoso de la duda,
brazos de fuego y golpes
lo rodean.
 
Alucinan recuerdos
sobre las horas lentas
y la granada
explota
del fondo de la tierra.
 
En la selva los nidos
apenas
se sostienen.
 
Desde el alma del monte
se levanta el aullido de la bestia
que alienta
en la metralla la hoguera del rencor .
 
La espera se hace estéril,
y una cornisa de vidrios astillados
descompone la luz y la esperanza.
 
Ya urge la agonía
por los negros espacios.
 
El prisionero encubre
retazos manoseados
y vuelven de la nada
a enredarse
entre sobras
sus dedos de ceniza.
 
 
en el génesis lejano
de sus días,
para robar de sus propias entrañas
otra silueta pura,
una imagen decente
que logre levantarse.
 
 
Entre ideales mancillados,
clama
un hastío de tiempos
y llora la impotencia.
 
 
Teresa Palazzo Conti
Cónsul de POETAS DEL MUNDO en Buenos Aires
Medalla de Oro Academia Mundial de Arte y Cultura-UNESCO

 

Al fin dejaron de tronar los obuses a la puerta de mi casa,

en la calle donde juego y en la escuela en la que aprendo.

Al fin mis rodillas se ven libres del duro asfalto que las daña,

cuando el hambre las empuja tras ese pan que cae al suelo.

Al fin vuelvo a ver a mis padres, hermanos y amigos,

después de tanta soledad, vuelvo a ser bien recibido.

Al fin el miedo ya se fue, y con él el desconsuelo,

no más lágrimas vertidas, no más gritos nunca oídos.

Al fin el cielo amanece limpio, sin humo y sin ruido,

aunque ya no necesito el sol, porque ahora todo es mío.

Al fin la sonrisa vuelve a surgir en mi rostro compungido,

hundida en un charco de sangre quedó la tristeza y el olvido.

Al fin dejo de ser víctima o verdugo, para convertirme en ángel divino,

allá quedaron los jueces, que ellos decidan su sino.

Al fin puedo entender palabras como justicia o esperanza,

muchos las usan, ¡cuántas veces las habré oído!

Y a esa bala maldita que me arrebató el futuro

le debo mi libertad, mi dicha… y mi agrio destino.

 

 

Por Pedro Estudillo Butrón

 

 

Lejanía. Por Cristian Claudio Casadey Jarai.
 
Errante en su eco infinito,
Sin patria, sin libertad y sin cariño
Oponiéndose a raudos torbellinos
Cae el valiente ante el dardo del destierro.
 
No pudo abrazar su bandera
Ni sentir la brisa de su tierra,
Las voces de su memoria
Se esfumaron ante extraños sonidos.
 
Más allá de las crestadas sierras,
Ahí donde acaba el horizonte,
Es la última morada austral
De los recuerdos de su alma.

 

 

 

MUJER ADORACION
(Poemas de un hombre para una mujer)
Por Jorge RODRIGUEZ LAGOS

Mujer adoración
Tú que me doblas y desdoblas
Con tu ternura que has botado mis máscaras
Que me desnudas
Dime algo
Que arme
El terco rompecabezas
De los deseos

Ángel divino / dulce de mis anhelos
Caprichosa

Humedece
Con tu agua fresca
El oscuro animal de las dudas
Empieza
Por creer
Que la belleza es una lágrima
En las manos de una niña
Deja que mis pájaros
Se ajusten de tu cuerpo
A su tibio barro
Vivamos el momento
Olvidemos el ayer

INSOMNIO Y DELIRIO
Por Jorge RODRIGUEZ LAGOS

Con quien mi vacío llenará
Con la transparencia definitiva
Toco
En mi piano
Una marcha nupcial
¡Quién grita!
La realidad en las aceras del mundo
Entre el bambú
De un cuadro
Un ciervo
Corre
Leo una fábula sobre duendes y hadas / tiro
Todo por la ventana

¿Qué haces?
Mientras te encuentro
En esta selva de pájaros y jaulas
Lanzo anzuelos a peces imaginarios
Mi alma
Esta temblando
De soledad

 

 


INTIMA SATISFACCION
(El mejor premio mujer es compartir…)
Por Jorge RODRIGUEZ LAGOS

Te sigo
Con mis lámparas encendidas
Y las abejas
Que emigran de tus pechos
Fugitivas
Se guardan
Del horizonte
En mis manos

Ángel desnudo

Palabra húmeda

Circulo de fuego y lava

Sirena de gemidos y llanto

Mariposa de neptuno

Transparente y lúdica
En una maravillosa cadencia rítmica
Te quiebras
Sobre mi susurrante universo

Soy
Tu esclavo
Mujer

 

 

 

 

 

FUI LEVEDAD

 

¿Qué voy a hacer? ¿Ordena los paisajes?

¿Ordenar los amores que luego son fotografías?

FEDERICO GARCÍA LORCA

 

 

Fui raya en el agua, leve rastro en pasto quebrado

bajo sol azulado acunado por frondosos ramos

de verdes intensos y seres enfrentados.

Fieles que navegan en la concavidad de la mano,

ríos que desecan en la mitad irredimible

de miradas de otras mañanas y voces que callan.

 

 

 

¿Cuántos soles por Maisí amanecen a diario?

¿Cuántas patrias son necesarias?

para que no haya otra mitad ignorada.

¿Acaso los versos del apóstol criollo

no es cauce que llega a todos?

porqué esa doble cerrazón de colmillos.

¿Hasta cuándo la salobre montará la caña?

en tierra estremecida por rayos vomitados

en enfrentadas orillas de un mismo escenario.

¿Hasta cuándo las voces de Colón

seguirán desgajándose en barrancos ahuecados

y sus vistas de ayer seguirán cegadas?

¿Acaso el caballo que luchó contra el español

se bebió la mitad de las arterias de Maceo?

si fue así ¿cuál de las partes quedó y es cubana?

¿Cuándo nacerán puentes de los intereses enfrentados

que sustituyan a las miradas de las madres?

a las que les huyen sus días en vómitos de tristeza.

 

 

Fui levedad, raya en el aire

no recolector de amores de fotografía,

respiré miradas de espaldas destinadas a encontrarse.

 

 

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

 

 

(21)AL FINAL

 

QUIERO  EL DOLOR DE LA VIDA,

 EN PEDAZOS,

QUE LAS AGUAS QUE FLUYEN POR ESTE RÍO

TRANQUILICEN  MIS PENAS.

TOMARÉ SÓLO UNA GOTA DE SU SABIDURÍA;

PARA EMBORRACHARME  EN LAS TINIEBLAS ANGELICALES

DEL MAS ALLÁ.

 

ROSA QUE ESTÁS QUIETA SIN MIRAR A NADIE,

PORQUE NO DEJAS QUE EL SUSURRO DEL AIRE

BAÑE TUS VESTIDOS,

LLORANDO LA SORPRESA DE NO ESPERAR A NADIE.

 

LUCHA POR NUESTRA PERMANENCIA RUIDOSA,

 DESTELLOS INSIGNIFICANTES QUE LLAMAN LAS HORAS

LENTAS DE LA AGONÍA.

 

AGONÍA EN UN LECHO DE ESPINAS YA ROJAS

PENETRANTES HASTA EL ALMA.

TANTOS RECUERDOS DE HABER QUERIDO SER MEJOR.

Y YA NO HAY TIEMPO.

 

SUEÑO DE SOÑADORES,

TODO NO ESTA SOÑADO,

AUN BRILLA LA LUZ AL FINAL

DEL CAMINO,

MIENTRAS TANTO

SEGUIRÉ DORMIDO EN ESTA VIDA

DE SUEÑOS PERDIDOS.

 

26/08/2001  -Luis Chinchilla Elizondo-