Franco Battiato (Juan A. Herdi)

¿Podemos equiparar la labor de un cantautor y de un poeta, y que aquel reciba en consecuencia un premio literario? Es lo que se preguntó mucha gente cuando en 2016 le otorgaron a Bob Dylan el Premio Nobel de literatura. Lo fundamental, desde luego, es responder la primera parte de la pregunta, lo de los premios no es ni de lejos tan crucial, y decidir por tanto si un cantautor realiza la misma función que un poeta, pero de otro modo. Recuerdo que a José María Valverde, el gran maestro de la Teoría de la Estética y poeta encomiable, no le gustaba que le pusieran música de fondo a los poemas, a los suyos o a los de cualquiera, decía que la poesía tenía ya su tono, que la música molestaba. No sé si esto incluía las versiones cantadas de algunos poemas.

Escucho al mencionado Bob Dylan, al canadiense Leonard Cohen, y más cerca de nosotros por cantar en castellano a Luis Pastor, a Silvio Rodríguez, a Luis Eduardo Aute o a Rafael Berrio, por citar a los que me entusiasman, hay muchos otros, desde luego, y al final no puedo dejar de pensar que sí, que hay una labor común a cantautores y a poetas, puede que a la larga sean lo mismo ya que esa labor consiste en la palabra como base, como herramienta y como elemento clave de comunicación, a pesar de los formatos distintos.

Viene este tema a colación porque acaba de morir Franco Battiato, que es otro de esos cantautores que se pueden equiparar perfectamente a los poetas, con esas letras que se te quedan grabadas en la cabeza cuando las oyes y que repites una y otra vez. Para muchos, Franco Battiato forma parte de una banda sonora, la banda sonora de nuestras propias vidas. Ha estado presente a lo largo de estos últimos lustros. Ni qué decir tiene que nos ha embelesado el tono de sus canciones desde que en 1971 se dedicó a experimentar con varios estilos, música electrónica incluida, en un minimalismo conceptual que no dejó indiferente a nadie. 

Antes, había probado un poco de todo, desde las canciones románticas, ganó en 1965 el Festival de San Remo, al rock psicodélico de la banda que ayudó a fundar, Osage Tribe, pasando por diferentes versiones de canciones pop. Pero fue en la década de los setenta cuando empezó a llamar la atención por ese tono tan personal y polifacético en lo musical y también en lo artístico. Al igual que Luis Eduardo Aute, era pintor, empleaba un pseudónimo: Süphan Barzani, y se adentró a su vez en el lenguaje cinematográfico. Cantó en castellano –en todo caso, entendíamos sus letras en italiano– y también en árabe, idioma que estudió de joven y en el que cantó en Bagdad en 1992 como gesto de solidaridad hacia un pueblo que padeció el mal de la guerra y que, por desgracia, volvió a sufrirlo después de este concierto.

A pesar de ese gesto, no podemos decir que fuera un autor/cantautor comprometido, al menos en el sentido más clásico: nunca habló de política en público, a pesar de su época tan intensa y de su país, tan extremo en tantas cosas. Su ámbito era la música y ese choque con la realidad que suponían las letras de sus canciones. Quizá porque el verdadero compromiso es darle la vuelta a la realidad, a la vida, y pensar la existencia a partir de las palabras y de los huecos que dejan entre sí en nuestro interior. Su propuesta era crear una atmósfera con sus letras, el tono de su voz, sus melodías.

Es un tópico, sin duda: seguirá vivo si seguimos escuchando su música. Pero es cierto, estará con nosotros mientras suene Centro di gravità permanente y su voz melosa nos permita imaginar mundos posibles transmitidos por Radio Tirana. 

Joan Margarit, en catalá y castellano (DEP)

Hace bien poco Joan Margarit declaraba que Franco le inculcó el castellano a patadas, pero que no pensaba devolvérselo. Por eso mismo, tal vez, nos haya dejado tan bellos poemas, con imágenes agradables y galácticas, tanto en castellano, la lengua impuesta y adoptada, como en catalán, su lengua materna. 

Solía decir que la poesía era un arte de acero inoxidable, que podía con todo. Hace poco también se publicaba un volumen con su poesía completa, la escrita entre 1975 y 2017. Fue antes de que le concedieran el Premio Cervantes, en 2019, cuyo acto no pudo celebrarse por la pandemia. Pero Joan Margarit, poco afín a los actos de marcado protocolo, prefería ofrecer su poesía «a pecho descubierto» a las damas y caballeros que iban a verle y a escucharle, como magnífico orador que era. Ahora se anuncia una edición nueva de su obra completa.

Sin duda, de Joan Margarit nos queda su luminosa obra poética. Quienes le hemos leído no olvidaremos sus imágenes y metáforas fascinantes que permanecerán como parte privilegiada de nuestras lecturas preferidas. El poeta Luis García Montero, gran admirador y amigo del autor catalán, sin duda se refería a él, a su estilo, cuando afirmó en una entrevista que «si la poesía muere, habrá que reinventarla».

Cabe destacar su profundísima manera de ver la vida, pese a haber sufrido tragedias en su vida como aquella posguerra tremenda o la muerte de su hija. Como bien dijo una amiga al enterarnos de la mala noticia de su fallecimiento a la edad de ochenta y tres años, la muerte siempre es una tragedia. Joan Margarit, a través de su poesía, nos mostró el sentido profundo y bello de la vida. 

Desde Nevando en la Guinea queremos rendir homenaje a este gran poeta catalán bilingüe. Era admirado en esta España plural y difícil a veces, que tiende a mostrar cierta solemnidad sólo por sus poetas fallecidos, aunque bien valdría el reconocimiento en vida.  

Gracies Joan.