
Sara Mesa
La familia
Anagrama. 2022
Hay una imagen preciosa que trasmite en gran medida, de un modo preciso, el tema de esta novela. Al hijo pequeño, Aqui, se le cuenta en la escuela la importancia de la unión social y la profesora acude a la idea de las ramas atadas, unas junto a otras, afirma, se vuelven irrompibles, no como cuando están aisladas y se pueden romper con facilidad. Una niña dice que su madre le ha contado lo de las ramitas atadas aplicado a la familia. Entonces, Aqui pregunta si no es posible que las ramitas que quedan en medio del manojo terminen asfixiadas.
De este modo comprendemos que lo que se narra en la novela de Sara Mesa es justamente eso, esa atmósfera familiar que a veces deriva en asfixia, esta institución que es el inicio de la socialización, pero al mismo tiempo constituye la causa de heridas profundas y de fragilidades que nos acompañarán siempre. También es fuente de algunas fortalezas, qué duda cabe, y al final también determina lo que somos, lo bueno y lo malo, conforma ese interior con el que habremos de enfrentarnos a la vida. Pertenecer a una familia u otra puede ser puro azar, lo es para los tres hijos biológicos, pero también para Martina, cuyas circunstancias la llevan a que se le adopte, aunque su suerte, lo sabemos en el transcurso del relato, hubiera podido ser otra. Pero tal vez no sea exactamente el azar lo que mueve ese mundo de relaciones y todo esté fijado de antemano, determinado.
En toda familia, es evidente, «hay silencios insoportables, preguntas que se hacen y hechos que no se cuentan», es evidente también que hay tantos tipos de familia como unidades de familia, no podríamos decir por tanto que la descrita por Sara Mesa sea una familia-tipo, puede que cualquier definición resulte arbitraria, pero sí que cualquier lector se va a sentir de algún modo u otro identificado, va a intuir en esta novela reflejos de la experiencia propia. Porque al final es la experiencia vital ese poso que compartimos todos.
Y todo ello nos lo cuenta la autora con ese estilo habitual en ella, con sencillez aparente y una serenidad que no es en absoluto distancia, todo lo contrario, los retazos que son cada capítulo, con sus saltos de personajes y de momentos, capítulos cerrados y perfectos por sí mismos, como relatos redondos, van componiendo, casi como si estuvieran cosidos, una novela que a todas luces atrapa. Consigue transmitir un mundo, una atmósfera, gestiona siempre a la perfección las anécdotas y los misterios, lo contado y lo que se transmite por medio de silencios y entre líneas. La sorpresa adereza el relato entero y nos muestra, por ejemplo en el capítulo último, lo frágil que es todo, una fragilidad que explica muchas cosas.