Reseña literaria por Juan A. Herdi

Ota Yoko

Ciudad de cadáveres

Traducción de Kuniko Ikeda y

María Añorbe Mateos

Satori Ediciones, 2025

 

No ha podido ser más oportuna, cuando la amenaza de la guerra se extiende todavía más, la publicación en España, a principios de año, de este libro, un testimonio escrito en 1945. En él, la escritora Ota Yoko, que estaba en Hiroshima el 6 de agosto de 1945, nos narra las consecuencias en esa ciudad de la primera bomba atómica lanzada contra la población civil, las repercusiones terribles entre los habitantes, la cantidad de muertos que provocó y el sufrimiento entre quienes sobrevivieron a la explosión, a la radiación y a las consecuencias físicas que siguieron en algunos casos matando y, en otros,provocando enfermedades y traumas terribles. Es imposible, mientras se afronta el horror de aquel hecho, no pensar en las víctimas de todas las guerras que ha habido a lo largo de la historia, de las que siguieron a la bomba lanzada contra esa ciudad, hace ochenta años, y de las que se dan ahora mismo, mientras se lee este texto testimonial, en Gaza o en Ucrania, en cualquier conflicto presente.

De un modo claro y directo, sin ornamentos, con una prosa concisa, a retazos, vamos cruzando por una ciudad destruida, asistimos a imágenes terribles de hombres, mujeres y niños destrozados por los efecto de la bomba, sentimos el desconcierto de aquellas primeras horas en las que la autora ni siquiera sabe qué ha pasado ni comprende la envergadura de tanta desolación. No hay un análisis sesudo de aquel lanzamiento que se intentó justificar como un avance de la rendición definitiva de Japón, simple y llanamente se habla de lo importante, de las víctimas de la guerra, de unas víctimas que nunca suelen coincidir con quienes deciden, gestionan y resuelven las guerras y cada una de sus etapas. No en vano escribe la autora que «no solamente debemos lamentarnos por la miseria de la guerra, sino también por aquellos que nos han llevado a ella». Entendemos aquí que nos habla de los dirigentes de todos los bandos, la de los países enfrentados y que deciden que sus ciudadanos maten y mueran, siempre en beneficio de intereses espurios que no coinciden con las grandes proclamas. Pero también deberíamos pensar en quien saca provecho de las guerras, aunque no las declare. 

En el prefacio de su segunda edición, Ota Yoko reconoce su deber de escribir el libro. Escritora antes de la guerra, esta necesidad de dar testimonio de la tragedia vivida la convierte en una de las autoras más importantes relacionadas con la bomba atómica, hubo incluso una literatura adscrita a esta tragedia. Lo cual la encasilló años después e incluso le afectó en su carrera literaria. Lo explica Patricia Hiramatsu en el prólogo del libro. El tema causó no poca incomodidad en Japón, hubo incluso durante unos pocos años cierta censura de los libros y de los artículos que hablaron de las dos bombas atómicas, de allí que se tardara en publicar éste, se publicó por vez primera en 1948,censura que existió también en los países vencedores, en especial en los Estados Unidos, que ha sido el primer país, y de momento único, en emplear este tipo de armasnucleares, aunque utilizó otras de consecuencias tal vez menos graves, pero no por ellos menos trágicas para sus víctimas, a menudo civiles.

De este modo, esta obra de la autora japonesa, fallecida en 1963, se convierte en una declaración clara contra la guerra. No necesita de grandes frases para serlo, basta la descripción veraz de una situación que a todas luces avergüenza a todo el género humano.

Reseña literaria por Juan A. Herdi

Aitor Jiménez

Enemigos del Imperio

Los orígenes coloniales, fascistas

y opresores del Estado español

Verso, 2025

 

Nada surge de cero. Nada de lo que ocurre en la sociedad, a nuestro alrededor, es ajeno a ese proceso de acumulación que es la historia. Acumulación de hechos, de ideas e ideologías, de intereses que van conformando las sociedades actuales. También de métodos de opresión y de poder que se van afinando. Por tanto, conocer lo que ocurrió en el pasado nos permite conocer y comprender lo que ocurre en el presente. Nunca podemos dar por acabados los mecanismos que se dieron antaño, en las diferentes etapas históricas. Ser conscientes de ello nos dará las claves para entender lo que tenemos hoy. Sólo así nos daremos cuenta de los mecanismos que perduran, aunque estén muchas veces refinados, adaptados, encubiertos.

Por eso este libro no es un libro de historia, sino que explica la España actual a partir de ese hilo rojo que nos vincula con el pasado imperial, sangriento, cruel que posee toda estructura estatal. Resulta muy oportuna su aparición, justo cuando de nuevo resurge, como lo ha denominado el propio autor en alguna entrevista, la melancolía postimperialque nunca se ha ido del todo y que reaparece en discursos que siempre han estado vigentes de un modo u otro. En este sentido, hay quien reivindica de pronto la toma de Granada como nuevo horizonte patrio. 

Así, el Estado español se vuelve el objeto de estudio de esa construcción del Estado moderno, que requirió de reinvenciones y procesos que desembocaran en un modelo social basado en la unicidad, una patria, una ley, una lengua, una religión. No fue fácil, la realidad a veces choca frontalmente con los intereses económicos y mercantiles que latieron en ese proceso de globalización que se inició en 1492, año en que coincidieron, por cierto, es muy simbólico, esa toma de Granada y la llegada de Colón y sus marineros a tierras de ultramar. 

A partir de ese año mítico, la población se convirtió en buena medida en campo de batalla. La pluralidad –ideológica o religiosa, cultural o lingüística, racial o comunitaria– se volvió un obstáculo, una molestia que se intentó por un lado combatir –persecución de los moriscos o expulsión de los judíos (expulsados, por cierto, de Castilla en 1492, el año mítico; de Aragón, unos lustros antes; de Navarra, en 1498, cuando todavía no estaba subsumida a la monarquía de Castilla y Aragón)–, pero al mismo tiempo se “exportó” población negra a América para trabajar como esclavos, un trato no muy distinto al que recibieron las poblaciones amerindias. Seres humanos convertidos en mercancía. No puedo dejar de traer a colación, en este punto, a Alejo Carpentier, que describió en algunas de sus novelas y cuentos la situación de los negros esclavos en los territorios del Caribe. 

Esa historia colonial y esclavista incidió en el modelo de Estado, en los debates teóricos tanto políticos como económicos y jurídicos que se dieron mientras España fue un imperio, pero también después, en el largo proceso de adaptación a una democracia en la línea de los sistemas de esta Europa del capital, que intenta mostrarse distinta a lo que fue, aunque late en su seno las prácticas ignominiosas de cosificación y opresión. Prácticas que, por cierto, también sufrió y sufre la población local, la de los diferentes territorios del Estado, pauperizada, explotada y oprimida. 

Estamos, pues, ante un análisis de lo que es España, con todo ese magma acumulado, capas de políticas cruentas que aún perduran, a menudo en forma de argumentos empleados hoy contra varios colectivos, los más desfavorecidos, algunos de tales discursos se presenta incluso ya sin la careta con que se intentaba ocultar el racismo o el clasismo que antaño avergonzaban o se disimulaban y que hogaño se muestran bien a las claras, imbuidos incluso de orgullo. Aviso a navegantes: el caso español no es muy diferente al de otros Estados. Perdura lo esencial, cambian algunos aspectos más o menos importantes. Pero es el Estado español un bueno ejemplo para conocer los mecanismos del poder, de cualquier poder y sus diferentes formas de expresión. Se vuelve a su vez imprescindible este análisis para reflexionar en qué punto estamos en estos tiempos extraños.

Documental-Roberto Bolaño (2016)

Ignacio Aldecoa

Nevando en la Guinea les desea un feliz año 2025