10º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

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10º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

NEVANDO EN LA GUINEA

NºX 28-10-2.008

 

 

EDITORIAL X

Reedición de clásicos

 

 

Esta semana se ha presentado un nuevo proyecto editorial de la Fundación Biblioteca de Literatura Universal y de la editorial andaluza Almuzara que, bajo el nombre de Colección Minor, pretende publicar obras clásicas de la literatura universal a un precio accesible. De momento han sacado a la luz dos libros, «Veintiún sonetos de amor y otros poemas», de Sor Juana Inés de la Cruz, y «Navegación a Oriente y Noticia del Reino de China», de Bernardino de Escalante.

 

Ni que decir tiene que proyectos como éste son imprescindibles, además de una muy buena noticia. Sabemos que en momentos de crisis es difícil que vean la luz proyectos de esta importancia. Además, como venimos comentando en algunos editoriales, parece a veces que la cultura no sea prioritaria en nuestra sociedad, que sólo aparezca como un ornamento que luzca en momentos de bonanza, pero que se deja de lado cuando las cosas van mal o hay otras prioridades. No ayuda tampoco la marginación de las humanidades en los planes de estudio de la educación secundaria y nos tememos que el Plan Bolonia de Reforma de las Universidades tenga más que ver con una mercantilización de los estudios universitarios, lo que con frecuencia no es compatible con según qué ramas del conocimiento en un modelo económico que ha dado prioridad a los beneficios rápidos.

 

Todo esto vuelve más loable el proyecto de la Fundación BLU y Almuzara. No negamos que las editoriales, por su carácter de empresas, procuran y necesitan un balance positivo en sus cuentas de resultados, pero es también evidente que dichas empresas poseen un compromiso social de primer orden, la cultura, y que no pueden ser frívolas con los contenidos ni con sus políticas empresariales. No estamos afirmando, evidentemente, que se homogenicen las colecciones y que todo sea serio e intelectual, hay cabida a todo tipo de obras y a todo un mundo de públicos distintos, con intereses diferentes y plurales. La cultura es poliédrica. Pero sí creemos que hay que apostar por colecciones no siempre rentables desde un punto de vista económico, aunque deberían de buscar al menos no ser deficitarias y para ello, a veces, sin duda es necesaria la ayuda pública.

 

Sabemos que otras editoriales de obras clásicas han tenido problemas para sacar adelante sus colecciones. Los costos de distribución y de difusión dificultan mantener en ocasiones las mismas. Pero la pérdida de estas colecciones produce un daño enorme a la cultura de un país, que en el caso español no podemos permitirnos. De ahí nuestro interés con que proyectos de este tipo salgan adelante.

 

Para más información:

 

www.fundacionblu.org

www.editorialalmuzara.com

 

 

ODA A LA SAGACIDAD BURÓCRATA

 

No tengo enfermedades contagiosas

ni taras en lo físico o mental

ni soy adicto a drogas ni las tomo.

No he ido a comisaría ni a prisión

por burlar la moral establecida

ni por tomar sustancias indebidas.

 

Jamás se me ha arrestado o condenado

por dos o más delitos ni he sufrido

prisión de cinco años ni de más.

No trafico con estupefacientes.

No pretendo enrolarme en su país

en bandas criminales ni emprender

actividades contra la moral.

 

No soy espía o saboteador.

Tampoco terrorista o genocida.

No he socorrido a la Alemania nazi

ni a sus compinches en sus malandanzas.

No voy a trabajar allí y jamás

me habéis negado acceso y deportado.

No he procurado entrar en su país

con pasaporte ajeno o ilegal.

 

No he retenido nunca criaturas

cuya custodia le correspondiera

a alguno de sus muchos compatriotas.

He obtenido el visado sin problemas

y no me ha sido cancelado antes.

¡Ah! Tampoco pretendo me asiléis.

Puesto en claro ya todo lo anterior,

to the best of my knowledge and belief,

señorita azafata amabilísima,

¿podría usted servirme más café?

 

Por Andreu González Castro

 

 

 

 

 

UNA MAGDALENA POR EL 11 S

 

Blancas como las panzas de las ranas

en la charca azul cielo,

las pecheras en cruz de los aviones.

 

Oh, my God! –repetían

llevándose las manos a la boca.

Dios mío, no el dolor

en abstracto: el dolor

que viene a la oficina

con legañas y un donuts y café.

 

Croan las ranas dentro de la charca.

La primavera trenza el terciopelo

del ruiseñor con el croar de ranas.

 

Llamando a Dios. Cambio.

Todas las unidades a Dios. Cambio.

Toda América llamando a Dios. Cambio.

Todo el mundo llamando a Dios. Cambio.

 

Por Andreu González Castro

 

 

 

 

El fin de semana

 

 

Nada más verle me di cuenta de que algo le pasaba, algo tremendo. Tenía la cara compungida, como si de repente hubiera caído sobre él toda la desgracia del mundo. Estaba sentado a la mesa junto a otros colegas, pero advertí que no se sentía bien porque su rostro reflejaba la mayor de las desolaciones posibles. Me senté a su lado y antes de que pudiese interesarme por él ya me hizo la pregunta: qué vas a hacer este fin de semana. Deduje que ya se la había formulado a los demás y que todos, saltaba a la vista, le habían dicho que se marchaban de la ciudad. Cuatro días de fiesta y el inevitable desabrigo de una ciudad tan funcional como Bruselas hacían ineludible la huida, llevábamos también muchas semanas dedicados casi en exclusiva a nuestros estudios, así que lo que menos queríamos era vivir, ahora que llegaba la primavera, la soledad más absoluta de un lugar que tan pocas ofertas nos brindaba cuando llegaban esos días de descanso. Para él cuatro días eran pocos días para poder volver a su casa, las comunicaciones eran escasas. Además, como su beca era ínfima, no tenía dinero suficiente para la vuelta en avión, única alternativa para aprovechar los cuatro días, o para marchar a otro lado. Había que añadir un horror casi enfermizo a la soledad, de ahí que su rostro mostrara bien a las claras el pozo de angustia al que estaba cayendo minuto a minuto.

Desde que le conocí me di cuenta de que padecía un íntimo terror a estar solo. Recuerdo que me fijé en él por la angustia que reflejaba su cara. Coincidimos la primera vez en unas jornadas sobre historia europea al que fui casi por casualidad y vi que llevaba un pequeño diccionario francés-español que consultaba con bastante frecuencia. En un descanso me acerqué a él y le pregunté si era español. Fui como una puerta que se abría de pronto tras una semana, que era el tiempo que llevaba en Bruselas, en la que había vivido en la más absoluta soledad. Por entonces apenas hablaba francés y no sabía ni inglés ni tampoco holandés, así que pocas oportunidades había tenido de conocer gente. Nos fuimos a tomar un café y en apenas media hora nos habíamos contado la vida.

Le habían dado una beca para un doctorado en historia moderna y era la primera vez que salía de España, si exceptuamos alguna estancia de horas en Portugal, cuya frontera quedaba a escasos treinta minutos del pueblo zamorano del que era oriundo. A medida que percibí ese terror íntimo que le aquejaba de un modo tan drástico fui reconociendo el valor que tuvo al salir de su provincia e ir a una ciudad a primera vista tan fría y poco amable como era Bruselas, aunque luego uno descubría su alegría interior, algo secreta, sin duda, y que costaba lo suyo descubrir, pero que existía. Ni que decir tiene que si no me hubiera conocido y no se hubiese cruzado con cualquier otra persona, habría podido caer en una depresión profunda o hubiese tomado tal vez una decisión errónea. Faltaba aún unos días para que comenzaran los cursos en la universidad, estaba llegando al límite en su estado de ánimo y además había tenido la mala suerte de alojarse en una de aquellas residencias universitarias tan lúgubres y sombrías que abundan en los centros universitarios y que quedaba a las afueras de la ciudad.

Como yo llevaba un año ya en Bruselas me había formado un núcleo de amistades y conocidos al que se incorporó él al principio como una tabla de salvación. Pronto se fue relajando y poco a poco desapareció la ansiedad que le había causado ese primer impacto de sentirse tan solo. Comenzaron las clases de la universidad y los logros que iba consiguiendo en el dominio del idioma le dieron confianza y recobró incluso el sentido del humor.

Hasta esa tarde, en que de nuevo aparecieron los nubarrones de la soledad. No contaba con que el jueves fuese festivo y que el viernes no había clase. Supuso, al saberlo, que los estudiantes belgas, holandeses, alemanes e incluso franceses de los departamentos más cercanos a la frontera volverían, muchos de ellos, a sus casas después de tantos meses sin apenas moverse de Bruselas, pero no contaba con que los españoles, portugueses, italianos y latinoamericanos íbamos a aprovechar esos días para nuestros propios planes de fuga. Isabel marchaba a Londres para visitar a su hermana que vivía allí con su marido y su hija. Sergio se iba a París con una enamorada reciente. Manoel visitaba Luxemburgo donde tenía familia. Y así uno a uno todos los amigos que iban pasando por el bar. Cuando yo llegué era prácticamente el último y el único recurso que le quedaba. Ver su mirada suplicante y sentirme responsable de él fue casi lo mismo. Además yo, que había sido la primera persona a quien había conocido allí. Me vi en la obligación de ser de nuevo su tabla de salvación. Lamenté por ello haber llegado tarde a nuestro habitual encuentro de las tardes. Si hubiera llegado antes, me dije, le habría podido decir que tenía planes y no me sentiría tan culpable. Pero, cómo decírselo ahora, cuando sus rasgos se iban descomponiendo por la ansiedad.

No le respondí en ese momento. Me levanté y dije que tenía que llamar a Raquel. Me dirigí al teléfono del café preguntándome cómo le plantearía a mi novia que tal vez no le acompañaría ese fin de semana a La Haya o que habría una tercera persona en nuestro viaje, planeado unos días antes. Sabía que no se lo tomaría muy bien. Pero era incapaz, maldita sea, de dejar a mi amigo en la estacada.

 

Juan A. Herrero Díez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INICIACIÓN AL LABERINTO

LA CIUDAD

 

No es sólo una ciudad: es la ciudad,

como el libro de libros es el Libro.

Es malla de avenidas y de luces,

Argos sin sueño pero con más ojos,

San Sebastián herido por los taxis,

Gran Cloaca cegada por el humo.

 

En su Downtown trafican con el humo

las corbatas de toda la ciudad.

Rascacielos insomnes como taxis

custodian los balances en el libro,

te uncen los aguijones de sus ojos

inyectados de sombras y de luces.

 

En China Town, con las primeras luces,

desaparece Fu Manchú entre el humo

para encarnarse en mil pares de ojos.

Y se revoluciona la ciudad,

en vez de tras de Mao y tras su libro,

tras el dólar sobado por los taxis.

 

Baja el río revuelto de los taxis

desde la Diamond Row lleno de luces,

brillos que le robó al pueblo del Libro,

y halla la 5ª un hombre casi humo

mendigando a los pies de la ciudad

con la angustia del frente entre los ojos.

Es Central Park un intermedio en ojos

de ardillas tan esquivas como taxis.

En el pulmón azul de la ciudad

la claridad no necesita luces:

se ha descorrido la cortina de humo

y la naturaleza se abre como un libro.

 

La miseria no cabe en ningún libro,

prefiere hacer su nido entre los ojos

que ha roto el crack y ahora vela el humo.

Donde no se aventuran ni los taxis,

no llegan los destellos de las luces

que deslumbran a toda la ciudad.

 

A nadie la ciudad mira a los ojos.

Plena de taxis, te dará en su libro

las luces, el embauco, el sueño, el humo.

 

Por Andreu González Castro

 

ODAS A MI HERMANA

(Escuchando a Alessandro Marcello-Oboe concerto

in C minor- Adagio- 4ª pista).

 

Hermana, mi delicia chiquita,

Mi antojo, mi primavera,

Mi tesoro, mi enjambre cargado de mieles,

Mi exquisita lucha ferviente,

Mi hermosa flor del agua,

Mi emotiva gardenia,

Mi romero espinoso,

Mi luciérnaga avispada.

Pequeña eres,

Pequeño es el lucero

Pero con una grandeza en la noche

Que alumbra el camino de los andurriales en tiniebla.

Pequeña eres,

Pequeño es el mundo

Y parece eterno.

Pequeña eres,

Pequeño es un pensamiento absorto

Y es el incansable ritmo de la libertad.

Pequeña eres,

Pequeñas son las canciones pequeñas

Y hermosas y con un mensaje triunfal.

Pequeña eres,

Pequeños son los niños y son la alegría

Del viejo mundo que da vueltas y más vueltas.

Pequeña eres,

Pequeños son los jazmines

Y es la flor más olorosa y embrujadora.

Pequeña eres,

Pequeños son los garbanzos y es la vitamina

Del pobre.

Pequeña eres,

Pequeños son los grillos

Y están cegados y plagados de noches.

Pequeña eres,

Pequeños son los placeres sencillos

Y sin ellos la vida no tendría sentido.

Pequeña eres pero con el corazón

Embelesado por los rumbos misteriosos

De la luna y las estrellas,

Y abrumada siempre por el designio

De la aurora que cierra su pestillo

Para exclusividad tuya.

(De su hermana menor).

Eres una azucena escogida para ser madre,

Eres tenaz e incorruptible

Pero eso son cosas que sólo sabemos tú y yo.

Recuerdo mis correrías a tu lado

Las bromas que te gastaba con tu maestra.

El aroma impregnado en tu piel

Cuando naciste.

Tu cabezonería al no querer besarme.

Tus juegos de niña graciosa.

Tus salidas de cuadro y tus fueras de tonos

Para hacer reír.

(Quien hace reír salva al mundo de la más

grande de todas las oscuridades).

Ten cuidado con el cornetín del infierno

Que anuncia altercados con tus seres queridos.

Yo sé que tu sueño es una profundidad

que nadie puede entender. Pero yo si entiendo.

Por que yo también la tengo.

Una profundidad donde todo cae

Hasta el vino cae a lo profundo del ser,

¿No va a hacerlo el sueño?

No pienses en los cobardes que un solo mundo quieren

Ni en los cabrones que a las cabras enseñan a ser ovejas.

Yo te puedo contar lo que quieres.

Quieres que el litigio entre la luz y la tiniebla

Sea un saludo cordial y termine con un apretón de manos.

Quieres que la noche desarrolle otro amor y se lo cuente

A los crepúsculos para que ellos sueñen con otra mañana azul.

Quieres coger distintas flores y unirlas todas en una armonía

Espectacular.

Quieres coger el bastón de tu abuelo y dibujar su silueta

Como un dibujo animado y bailar con él la canción de la felicidad.

Quieres hacer a la gente más bella por fuera

Para que sean bellos por dentro.

Quieres iluminar con focos de alegría los sueños marchitos.

Quieres reconstruir el rompecabezas de la vida.

Quieres pegar con pegamento escolar las ilusiones

Que se rompieron como copas de cristal.

Quieres sentenciar justicias para las injusticias.

Quieres alternar con un mundo en technicolor

Y pintar sin grises los días de lluvia.

Te quiero hermana. Te quiero como se quiere

A una hermana mayor aunque eres la pequeña.

Te quiero como se quiere a las fuentes del pensamiento purísimo.

Te quiero como se quiere a las mañanas blancas.

Te quiero como se quieren a los ríos trucheros.

Te quiero siempre. Y te quiero para siempre.

Eres una niña ya adulta furtiva de ansias de libertad.

Tus enfados son mis derrotas y tus sonrisas mi triunfo.

Entre hermanos no existen las discordias

Y se sufre cuando tu hermano sufre, por eso yo he querido

Escribirte esta oda cuando mi corazón tenía miles de mariposas

Felices dentro de él.

Dos hermanos se quieren por encima de todo.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

AMERICA THE BEAUTIFUL

 

América, he llegado hasta tu nombre

desde un cansancio hereditario

para traerte desde Europa

la fruta amarga del insomnio.

 

La pobreza harapienta se hacinaba

en camarotes de tercera

rumbo a la tierra prometida.

La flor de las axilas exhalaba

un aroma de sueño mutilado.

 

Fueron días y noches una noche

perpetua en las sentinas

de la desesperanza.

Fueron días y noches una noche

multiplicada por el hambre

y la sal encrespada del océano.

 

Pero ahora digo “fueron”

y los conjuro “fueron”

porque el ojo bullente del naufragio

no se fijó en nosotros.

 

América, he llegado hasta tu nombre

con este cuerpo por que trepan

la miseria de mis antepasados,

el ansia de justicia,

la luz del porvenir.

 

Rusia, Italia y Polonia son palabras

cuya música suena en la distancia,

tan solo en la distancia,

con bello acento de melancolía.

 

Pero, América, América,

hasta los lamparones de mi traje

se alegran con la magia

de tu hermosa bandera constelada.

 

 

Por Andreu González Castro

 

 

 

 

 

PASO A PASO

 

Me sirves un primer plato

Y luego me acuesto un rato,

Paso por escenarios

Paso por chungos tinglados.

Paisajes desfigurados

Los cambio por tabaco,

Mogollones de escarnios

Los cambio por un pasado.

Sonrisas de prestado

Las cambio por altercados,

Murmullos muy cabizbajo

por sermones muy caducados.

Cambiadme un vocablo

Por un ensimismado morado,

O ¿Me cambias la caspa de antaño

Por un minuto de talento enojado?

No quiero darte bocados

En la cuenca aquella del callo,

Cambiadme este alegato

Por pringue para un yo desgajado.

Sé tú, y yo miro de soslayo,

Sé yo y te muestro el culo blanco,

Desmigájame el yo cabreado

Y te limpiaré tu culo pardo.

No quieras que no me quede harto

Si de alpiste me da el desmayo

Y el alambique lleva el multigrado;

Dame el yo que es mío y de mi paso.

No me des lenteja lenta del tejado

Y dame sopa a toca teja soterrado,

Dame la letra y comete el gajo,

Yo partiré muestras y daré abasto.

Toma esta pelea de gatos

Y vete a abrir la puerta al borracho,

Saca tu lengua de gorila bigardo

Y cabréate con quien te saca el ancho.

Vete donde den canelones baratos

Y comete del pollo hasta el cartílago,

Cuidado, no te atragantes, cuidado,

No te vaya a dar la del “pata de palo”.

O te quedarás desnuda y sin guisado,

Aunque tú quieres un marido esquilado,

Y que cada mes te suelte en metálico

Y por la noche esté esperando empalmado.

Preferir, prefieres al bueno de Jairo,

O al que antes llamabas tu cuñado,

O aquel que se quedó loco de tanto chasco,

O el pelele del tercero que se tiró del cuarto.

Un día tus hijos se habrán casado

Y tu marido estará esperando de buen año

En que tú cambies tu pensamiento pesado

Y cambies la remuda por un camisón descotado.

Invítame al baile del mal palabro,

Invítame con mi mal paso,

No traeré ni vela ni candelabro

Traeré una cruz y un yo escalabrado.

¿Para qué quiero yo morir gritando

Si muero poco a poco y silenciado?

¿Para qué quiero yo vivir cantando

Si canto día y noche y musitando?

¿Para qué quiero morir tumbado

Si doy tumbo a tumbo, mil portazos?

¿Para qué quiero yo mirar a un lado

Si me ven en los reflejos del charco?

¿Para qué quiero morir fracasando

Si mi muerte es aquel fracaso?

¿Para qué quiero mirar el rastro

Si mirando yo no veo mi parpado?

¿Para qué quiero seguir mirando

si sin mirar no veo nada cercano?

¿Para qué quiero sentirme lejano

Si mi derrota es eso, ser mundano?

¿Para qué quiero levantarme temprano

Si mi pena es vivir siempre solitario?

¿Para qué quiero vivir soñando

Si mi realidad es verme despreciado?

¿Para qué quiero soñar amando

si mi amor es amor soñando?

¿Para qué quiero morir amando

si al amar muero por descontado?

¿Para qué vivir de amores pasados

si mi gozo en un pozo y no lago?

¿Para qué quiero sentirme amado

si cuando pase un rato sólo fue rato?

¿Para qué quiero de flores un prado

si no hay flores ni hermoso prado?

¿Para qué quiero ser un milagro

si no hay milagro tras este fracaso?

¿Para qué quiero ser cuento soñado

si el cuento se sueña y no hay milagro?

¿Para qué más llantos y tantos tratos

si no hay trato malo sin llanto sano?

¿Para qué quiero rumores de vecindario

si los vecinos sólo hablan murmurando?

¿Para qué quiero puentes hacía mi ocaso

si el ocaso es muerte sin sol y ser anciano?

¿Para qué quiero yo mi voz sonando

si es sonido mi voz y un todo claro?

¿Para qué quiero yo fuegos fatuos

si son fuegos de artificio ya enterrado?

¿Para qué quiero yo canciones denotando

si la nota la doy sin cantar demasiado?

¿Para qué quiero yo morir cantando

si cuando muero yo ni siquiera canto?

No quiero más hacer caso del gargajo

Por que lo lanza el puro populacho,

No quiero hacer caso del clavo

Si me clavan lo oscuro de ese muchacho.

No quiero serpentinas del cigarro

Si son luces y volantinas del diablo,

No quiero más clemencias si pillado

Yazgo seco y mutilan al garbanzo.

No quiero bofetadas por colgado

Si voces doy contra lo estipulado,

No quiero frenos contra el cotarro

Si el coto para unos pocos está vedado.

No quiero gargantas esperando

Y estómagos vacíos sonando,

Quiero para el pueblo el caldo

Y tiren el candado del dispensario.

Quiero para el pueblo que esté harto

De lenteja, alubia y sancochado,

Quiero para el pueblo arroz guisado

Y no del señoritingo lo que ha dejado.

Quiero hacer el amor hasta mareado

Y no marearme a paso lento, despacio,

Quiero vivir con plenitud y volando

Y no caer en los portales del llanto.

 

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

LLAMADAS DESESPERADAS

 

A las victimas del 11-M.

 

Da la llamada y tú no lo coges,

Las noticias son tan desalentadoras

Que en un chasquido de dedos

Me pongo el abrigo y me lo quito

en otro chasquido de dedos.

Da la llamada y tú no lo coges.

Dan ganas sólo de llamarte

Y tu no lo coges, ¿Lo cojerás?

La desesperada voz del duelo

Se cierra como un torrente

De oscuridad y llanto desgarrado;

Yo tengo que hacer algo pero

No sé el qué. Ni por qué

Pero necesito saber lo que es de ti

Por que te quiero como a nadie.

No hay en ti respuesta, sin embargo:

Yo te llamo y te llamo y amo

Una voz que es la tuya y vuela

Como un colorido ave por mi

Corazón que ansía, poder tenerte,

En mis brazos y aliviar lo que sólo

Puede aliviar tu corazón a mi lado.

Da la llamada y tú no lo coges

Luz de mi corazón, ¿Dónde estás?

 

Por Cecilio Olivero Muñoz