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13º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
DIGITAL MENSUAL
NEVANDO EN LA GUINEA
LVIIº de la 2ª etapa/01-07-2011
EDITORIAL LVII
Un mundo en el que quepan todos los mundos
En nuestro anterior editorial comentábamos con ilusión la aparición, no por esperada menos sorprendente, del denominado Movimiento 15 de Mayo que ha irrumpido con fuerza en el panorama político, social y también cultural de España. Ha supuesto -supone y esperamos que siga suponiendo durante mucho tiempo- una bocanada de aire fresco en el panorama español, un país cuya sociedad parecía desmovilizada por completo. El mensaje ha sido claro y radical. No somos mercancía, se les ha dicho a los políticos, a los empresarios, a los banqueros, a los medios de comunicación, y de paso también a los responsables culturales, somos seres humanos con vidas, ideas, intereses, pasiones, defectos, contradicciones, esperanzas, frustraciones. Y queremos participar en todos los ámbitos en los que, hasta ahora, hemos sido meros espectadores. Entre ellos, el de la cultura. Ni que decir tiene que el mundo de la cultura no era y no es ajeno a unas reglas capitalistas en las que el objeto de arte –ya sea la pintura, la escultura, el cine o la literatura- había devenido y sigue deviniendo –ya que no hemos superado este modelo económico- un mero producto de intercambio, un valor. El arte se ha cosificado, cuando no era –y es- integrado en el museo o en la galería donde se compra y se vende, de igual modo se mercadea con la literatura. La aparición de las nuevas tecnologías, no obstante, ha cambiado mucho este panorama. Ha permitido la aparición de un sinfín de proyectos e iniciativas, entre ellas la nuestra, Nevando en la Guinea, que permite intercambiar relatos, poesía, ideas con facilidad y sin mercantilizar nuestro trabajo. Estas nuevas tecnologías conllevan por tanto una democratización de la cultura y del intercambio de ideas que no parece tener límites. Nos resulta evidente que el Movimiento 15 de Mayo, y sin duda otros similares en otros lugares, va a reflexionar sobre este aspecto y dará pautas en la compresión y la sensibilidad del arte, en su creación y en los modos de intercambiarlo, disfrutarlo y compartirlo. De pronto se crea y surgen nuevos artistas y nuevas facetas artísticas. Por ejemplo, el video y el documentalismo, que en los últimos diez años ha tenido un aumento espectacular y se nos aparece como una nueva rama que mezcla la literatura, la imagen y el arte visual. No en vano surgen en muchas ciudades nuevos festivales y foros de intercambio que atrae a un extenso público. Algunos críticos, teóricos del arte y analistas llaman la atención en el carácter dócil del arte actual. Durante los últimos veinte años, los de mayor cosificación del arte, por cierto, cualquiera de las ramas de la cultura se ha integrado a la perfección en el sistema, como si se hubiera aceptado por completo la tesis del fin de la historia, como si el mundo careciera de conflicto sobre el cual reflexionar, como si el único fin legítimo y deseable fuera vender y decorar las casas pudientes con bellos objetos sin significado alguno. Aclaramos que no es que defendamos un arte comprometido, mucho menos panfletario, nada más lejos de nuestra intención, sin embargo creemos que la cultura tiene mucho que aportar a cada persona y al conjunto de la sociedad, creemos que un mundo en el que sólo se plantee el beneficio y el lucro como únicos criterios no merece mucho la pena vivirlo. Por ello celebramos que un movimiento como el del 15 de Mayo no sólo ponga al ser humano en el centro del debate político, sino que además establezca una vida completa en la que la cultura recupere su carácter de herramienta para comprender la vida y disfrutarla. En definitiva, un mundo en el que quepan todos los mundos, como indica un hermoso lema zapatista.
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Queremos también hacer hincapié en el día de la lengua española, celebrado este 18 de junio de 2011. La lengua española –dicen los académicos de la RAE- peligra por su vertiente anglófona, muy destacada desde la aparición de las Nuevas Tecnologías, en especial, desde la aparición de Internet. Nosotros pensamos que el español no corre peligro, ya que la lengua es algo así como elegir el bien o el mal –concepto divulgado por la Iglesia-. Pensamos que también se elige qué lengua hablar, o qué idioma escribir o con qué idioma comunicar las pasiones. Pensamos también que tanto en el inglés como en el español anglicismos, americanismos, reminiscencias árabes, tendencias venidas de los regionalismos españoles, son una riqueza y no una pobreza lingüística. Debemos sentir orgullo del mestizaje en el castellano (español). Por que ¿no es verdad que el español es una miscelánea ocasional del latín, del árabe, del hebreo, del griego, y muchas lenguas más? Pues ese es el futuro de la lengua española que anunciamos para mejor riqueza y natural difusión de los nuevos tiempos que corren. El futuro del español es el mestizaje y nada más que eso. Disfruten de la revista, y de los poemas y textos que en ella se exponen. Hemos querido contradecir a la RAE publicando una serie de poemas en inglés de un autor desconocido en el panorama literario español, aunque prometedor en lo que a poesía se refiere. No tenemos miedo de mezclarnos. No tenemos miedo de perdernos en los albores de la pureza (tediosa) de la Raza, sea la que sea.
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HISPANOHABLANTES
(18 de junio de 2011)
El término Sudaka se ha acuñado
(despectivamente en todos los casos)
y contemplado para denominar
a esos hispanohablantes nacidos en América.
Sudakas nacidos en Perú, en Colombia,
en Argentina, en Bolivia, sudakas de a pie.
La palabra sudaka con k todavía
está subrayada en rojo en el Word.
Spanglish, sin embargo, no está subrayada.
En el extrarradio de las ciudades españolas
donde viven también los inmigrantes
a los Sudakas se les llama también Chirigutis.
Ésta sí aparece subrayada en el Word.
Los gitanos de España, que hablan un español
peculiar y muy poco ortodoxo,
llaman a los Sudakas Payoponys.
El español abre y cierra barreras en el mundo.
En Internet se dialoga ante una dicotomía
y frente un denominador común amparado
en los resortes de la lengua.
Castellano, hispano, español, lengua Mater.
En España estamos muy distraídos
discutiendo separatismos regionales.
Un catalán de Venezuela habla la misma
lengua que los catalanes de Barbastro.
Un vasco de México D. F. habla
el mismo castizo que un vasco de Logroño.
Don Quijote dijo a Sancho, Sancho le dice
a don Alonso Quijano.
Monta tanto, Tanto monta.
Español por la gracia de Dios.
Hispanohablante por el derecho de voz.
Lunfardos, Sefarditas y Mozárabes,
Moriscos, Carreteros y Castrenses,
Espaldasmojadas, Romanceros, Cholos,
Ladinos, Conversos y Cristianos Viejos,
Calorros, Mestizos, Parroquianos y Jesuitas,
Cabecitas, Mulatos y Cortesanos,
Populachos, Colonos, Negreros y Exiliados,
Hispanohablantes que en el léxico
labran la praxis entre latino-helena-circunstancia.
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ESPAÑOLITO Y SENTIMENTAL
(ENTRE LA MIRRA Y LA PATA COJA DE DOS)
Por Cecilio Olivero Muñoz
Una tarde,
que demasiado empapo en el recuerdo,
los poetas del sur de España
tiraban de mí
contra los poetas del norte de España
que de mí también tiraban.
Incluso,
me partieron el hocico por tanto
escapismo de tortas
y mis labios fueron viva herida palpitante
que la página virgen presenció
y que la intuición a tientas repudiaba.
Tiraban de mí para repartirse
podio en el parnaso de Alcalá de Henares
y sentadillas en las sillas de la Real Academia,
se enfrentaban por sístoles de copete
y diástoles de sincopada enjundia.
Los poetas del norte dijeron
que de mí les pertenecía la frase corta y concisa
para dársela a Antonio Gamoneda,
ya que este,
usaba verborrea extensa con su lengua de buey
y él y las frases se dormían en los laureles,
aunque nadie dice de Antonio que es cámara lenta,
que su poesía es la imagen que chapotea galaxias.
Los poetas del sur me exigían
que tildase de gracia redonda los finales de un poema,
cosa que bien hacía Luis García Montero,
aunque si de algo debe repudiar la intuición creadora
es que un poeta desacredite a otro poeta,
pues vídeos hay que atestiguan la manera
de voces que batallan por un lugar en el ámbito,
pues de lo que mal urden estos poetas para unos
mieles ofrecen babeantes para otros,
y que si de envidias hieren a los poetas redondos
en todos los tiestos se cuece algún barro;
ellos, azules como diablos de espuma insistían,
quisieron ser mi presagio y mi resaca,
quisieron ser la estrofa con corchete zurdo
aupándose en el papel sudando
como un ladronzuelo que afana al descuido,
quisieron ser mi fragancia barata
y la postrimería esperando en el rellano,
mi nudo gordiano en el juzgado
y el camino que desando para orientarme.
Quisieron ser
la volteleta crujiente de un anciano
y la pifia mal aprendida del Tato;
los poetas de mí tiraban insistentes,
querían con ello repartirse mérito póstumo
entre la muerte que todos llevamos en los pies,
querían repartirse mi púlpito ante las estrellas,
la canción escrita por mi tocaya,
querían tener consigo
la mojigatería de las beatas de pueblo,
y el carrillo dormido de los masca-gomas.
¡Dejadme!
Presuntuosos y retorcidos poetas,
que dejo la música alta al pasar
por tapias de cementerio y funerarias en silencio,
que indago e indago en vuestro olfato de perros,
no confundo carros con carretas
ni hago comulgar con ruedas de molino.
Comprendo la disputa por un paso adelante.
¡Callaos!
Poetas de la tiña olvidada en un vaso,
que os partan la balada en las costillas,
que os resuciten a collejas
y cumplid con vuestra
honrada justicia de calcetín usado,
dejadme, a mí solo, dejadme,
pues yo soy la sangre que olvida España,
que olvida España.
España olvida.
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Burdeos
El mayor especialista en literatura medieval. Un erudito, investigador encomiable, tenaz, curioso, sabio. Además, un escritor meritorio. Todo eso decían de mí, que no era poco. No pude menos que sentirme orgulloso, aunque disimulé porque, como creía firmemente, el engreimiento era un pecado. Practicaba la humildad medieval, todo un arte. Pesaba sobre mí, además, la fama de no dejarme llevar por los galones universitarios. No era ni siquiera catedrático, ni luchaba tampoco por los honores de la academia. Lo único que quería era encerrarme entre libros y abandonarme, lejos del mundanal ruido, que diría el poeta. Lo mío me había costado, que nadie lo sabía, pero mi destino hubiera podido ser otro, aunque esto es otra historia. Solía rechazar las invitaciones a coloquios, jornadas y seminarios, me resultaban harto desagradables. Mi timidez, por lo demás, me mortificaba sobremanera. Tenía la sensación, las pocas veces que hube de dar una conferencia o leer una ponencia, de enmarañarme sin sentido y que nada se entendía de mis palabras desordenadas. Lo mismo me ocurría con las clases, pero a base de repetirme, pensaba, había logrado organizar mejor las sesiones y decir algo con sentido. Complejo, lo sé, o falta de autoestima, que seguramente hay algo de esto. Pero luego, al acabar, irritado conmigo mismo por haber aceptado una invitación sin haber sabido rechazarla, había aplausos, elogios, admiración no disimulada, para mí incomprensible. No lo habrás hecho tan mal, me decía a veces, no sin ánimo de insuflarme confianza y de este modo animarme o querer sentirme por un rato normal, como los demás profesores y colegas, pero surgía siempre una voz dentro de mí, no te dejes engañar, es mera diplomacia en esta institución venerable y decrépita que precisa del elogio como el coche requiere de gasolina para funcionar. Esta vez tampoco pude decir que no. Sebastián insistió: me lo debes, tienes que ir, sin ti no será lo mismo. Además será en Burdeos, me dijo, conocía mis puntos débiles porque eso sí que me atrajo, me gustaba la ciudad y volver a pasear por sus calles después de tanto tiempo me produjo no poca flaqueza para rechazar la invitación. Y allí estaba de nuevo, Burdeos, cómo he podido tardar tanto en volver, me recriminé. Me tocó hablar en el congreso y elegí la figura de Tristan para perorar de la feminidad en el hombre medieval, un tópico del que no me costaba mucho tratar. Como siempre, sentí seca mi boca, me entró el pánico escénico, pero logré reprimirlo y hablé durante treinta y cinco minutos, ni uno más ni uno menos, suficiente para justificar mal que bien que me pagaran la habitación del hotel y el viaje en avión desde Vigo. Luego vino el ágape en el recibidor de la Universidad Michel de Montaigne, qué buen nombre para una universidad. Imaginé que desde algún rincón Sieur de Montaigne nos observaba para burlarse de nuestra sapiencia y luego ponerlo por escrito, un nuevo capítulo de sus ensayos. Se acercaron varios eméritos profesores, algunos de los cuales conocía en persona y otros me sonaban por sus publicaciones. Todos me felicitaron y contesté con el obligado gesto de humildad que en mi caso era de duda, incertidumbre y vacilación mal disimuladas, se burlan de mí, sospechaba, son meras fórmulas de cortesía, me repetí varias veces, no iba a caer de ningún modo en la inmodestia, en la jactancia. Se me acercó Jean Etchébérry nada menos, el amble catedrático vasco parisino (vasco por su origen, de Ustarritz, si no recuerdo mal, y parisino por residencia y profesorado), que me llegó acompañado de una joven que me presentó como una de sus alumnas, interesada en Tristan e Isolda, nada menos. Jean nos dejó solos y aproveché la compañía de la joven estudiante y que comenzaba a taladrarme sobre el tema de Tristan e Isolda para salir al recibidor, escapar del acto social que tanto me abrumaba y sentarme junto con ella (nunca pude rechazar la compañía femenina, aunque no supiera nunca estar a la altura) en el jardín interior donde otrora tantas veces reflexioné sobre mi futuro. – Me ha gustado su ponencia. -me dijo la joven, Fenice se llamaba, nada menos, como un augurio de lo que luego podría ser. – Ah, por favor -le dije en un arranque de sinceridad-, no caigamos en pedanterías, es un tema trillado. – Pero me ha gustado su enfoque. -insistió, como si fuera obligado que la juventud elogiara la madurez. Me habló entonces de sus estudios, de sus investigaciones y de las conclusiones a las que había llegado, algunas brillantes, tuve que reconocer. Costaba encontrar en estos tiempos jóvenes que salieran de la enorme mediocridad, mucho más en un ámbito como el nuestro, el de las humanidades en general, el de la literatura medieval en particular. Todo lo que no fuera ganar dinero, contribuir a mejorar la economía, las leyes o la administración, parecía carecer de interés. Y en estos planes no entraba ni de lejos las letras, ya ni siquiera como decorado o mero ornamento de jóvenes casaderas o futuribles con un barniz de adiestramiento inútil. – Hábleme de su acercamiento a estos temas. -le pedí. Se sonrojó un poco. No debía de estar acostumbrada al interés ajeno. Una rata de biblioteca, pensé, y en esto me identifiqué bastante, tal vez ella huyese también, como había huido yo, del mundanal ruido, que dijera el poeta, no sé quién. Su historia no se alejaba tanto, al fin, de otras: aficionada a las letras, le gustaba leer, siempre le gustó, preguntarse por uno mismo, todo eso que preocupa a los jóvenes cuando son jóvenes y a los viejos cuando son viejos, y que en su caso hubiera podido desembocar en la carrera de psicología, pero desembocó en la de letras, a todas luces más interesante. Al fin y al cabo aprendemos de nosotros a través de los libros que escriben otros hasta que nos ponemos, a veces, a escribir los nuestros para seguir aprendiendo. Me hizo pensar en mi propia evolución, en mi caso hubiera podido ser peor, de haber hecho caso a mis padres, los de Fenice no se entrometieron demasiado en su elección, hubiera acabado en leyes, de hecho fue lo que inicié, pero por suerte logré torcerme pronto, a tiempo diría mejor, y acabar en literatura. Pero lo dicho, esto es otra historia. Conversamos bastante rato. Jean Etchébérry vino a buscarnos. Me guiñó el ojo, viejo bribón, parecía decirme, siempre te gustaron las jóvenes alumnas, pero nunca hice nada por ganarme esa fama por otro lado inexistente, lo sabía. Y si existía, a todas luces inmerecida. Más bien decían de mí, lo sabía, lo presumía, lo deseaba, que era soso, distante, nunca conocieron desliz alguno, tampoco relaciones formales que siempre oculté, mejor dicho nunca existieron, formales, digo, meros encontronazos fuera de Santiago, donde enseñaba, solitario habitante de una casa de alquiler propiedad de la universidad. Hay una cena, nos dijo Jean. A punto estuve de mostrar mala cara, desilusión o disgusto por tener que seguir haciendo el papelón. Cenamos. La cercanía de Fenice me hizo feliz al menos por un rato. Imposible pensar en otra posibilidad más indecorosa. Tal vez debería plantearme una locura, fugarme con ella, por ejemplo, convertirnos en amantes, salir de mi soledad y de la sobriedad de mi existencia. Me retiré, empero, después de los cafés. Estoy cansado, aduje. Al día siguiente por la tarde, además, salía para Vigo. Volveré a Burdeos, desde luego, respondí a uno de mis anfitriones. Miré a Fenice cuando lo dije. Puede que fuera una cita secreta, unas palabras dichas con mensaje indescifrable para todos, menos para ella, que me miró sonriente. Lo había entendido. Al menos así quise sentirlo.
Juan A. Herrero Díez
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SELECCIÓN DE POEMAS
POR TERESA PALAZZO CONTI
IMPULSO
Una fuerza extranjera
me provoca a desollar
el poder de la furia
y a plegarle las alas al insulto.
Pero me morderé otra vez mis rabias
y mi llanto.
Que trajine su alma carcelera;
que se ahogue en pecados.
Es un títere más de la ironía;
un vestigio final
en la basura.
Salpicados de barro y precipicio
caminan sus zapatos.
Se espantan las estatuas.
Bajo la guía inestable de sus ojos,
regimientos de espadas
hacen centro en su cuerpo
y hundido en humedades,
salpica de vinagre
su última actitud en el reflejo.
***
MARTES 13
Yo no fui invitada a su banquete.
Sólo llegué,
con los ojos cerrados
y un apurarme a ver lo indescifrable.
Fastidiada en temblores
ensayaba absorber la verdad
o el suicidio de la luz
detrás de mis párpados pegados.
Fui impulsada a sostenerme
entre vientos agónicos
y allí estaban sus redes.
Choqué con su mirada
que acunaba obstinada
una tarde extranjera.
Ya no quise emigrar.
Recostada de espaldas,
me sostuvo.
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POEMAS DE RUBÉN VEDOVALDI
“SIENTO QUE SÓLO LA SOMBRA ME ALUMBRA.” Miguel Hernández en este día me pregunto el mundo toda la sangre la carne del miedo, todo es dolor conmigo bajo el cielo; el hombre se me rompe de preguntas y agoniza mi alma sin sosiego en esta hora me duele el silencio tanta nocturna nota tan profundo caer sin fondo el hombre en desconsuelo; hoy el amor se me quema en las manos y en mis entrañas crece sólo hielo en esta noche me pregunto el día con la mirada transida de espanto barre mi boca de barro este viento toda la pena se tumba en mi lecho y estoy hasta los huesos de quebranto en este mundo me pregunto un mundo soy llaga amarga que no cierra el duelo está tan alto el pan tan agrio el vino que ardo desnudo en mi pena llorando por este día roto que no entiendo Rubén Vedovaldi LOS PÁJAROS MAÑANA todavía está muy oscuro aquí abajo hace mucho frío y la soledad es enorme casi pareciera un sepulcro todo esto a simple vista no se ve pero hay un sueño arde un sueño creciente inarrancable ojo salvaje sí neurona libre a simple vista todo es cada vez peor o siempreigualdemalynuncacambiará pero el jaulón es viejo tiene herrumbre los pájaros que rompen el cascarón son cada vez más cada vez más cada vez más pese al silencio casi no tienen cielo los pájaros no encuentran con qué alimentarse ni donde trinar pero hará falta un infierno más grande que el sistema planetario para tenerlos muertos de miedo ahí de alas caídas un nudo en la garganta pegados a la herida de su sombra faltará espacio donde tenerlos atrapados y tiempo para controlar a cada uno un sueño anónimo crece y se expande y faltará cemento armado para enterrarlo Rubén Vedovaldi * *(Copyright: Hecho el depósito de Ley 11.123.). Estos poemas son parte de mi libro CULTURICIDIO EN ARGENTINIEBLA publicado por Ediciones «NO MUERDEN» Rosario -1991
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POEMAS FIBROCARDIACOS
Por Cecilio Olivero Muñoz
SOLILOQUIO DEL MIEDO
Cuando era un niño me asustaban
las películas de terror
(y todavía aún lo siguen haciendo),
sobretodo las de muertos vivientes.
En las noches para no dormir
(programa emitido por esa época)
dieron varios programas sobre ello.
Ahora el miedo nos acompaña
no como distracción y si en lo cotidiano.
El miedo reside en todas partes,
miedo al salir a la calle,
miedo en el día a día, miedo
cada mes a mes, miedo cada año.
El miedo es esa falta de fe,
fe que se pierde, la esperanza perdida.
Si el miedo no te encuentra a ti
tú lo encontrarás a él.
El miedo se nutre de fantasmas,
pero esos fantasmas
distan del fenómeno Poltergeist,
aunque sí tienen algo
de residuo humanoide.
De cliché que con los años
se difumina. Se evapora.
Frankenstein ahora es una pelusa
envistiendo entre el trasiego,
Nosferatu es un monigote
de cartón mojado que languidece,
de fresa ácida es el churrete
tras haber mordido de Drácula,
le cae como el rímel a las lloronas,
cae como pintura en la lluvia.
Hoy quisiera eludir al miedo,
quisiera evitarlo desde mi soledad,
pero me es imposible.
El miedo me encuentra.
Se me repite como si hubiera
comido toneladas de ajo para cenar.
Ahora el miedo es Madame Hipoteca,
es el Doctor Estupidez Humana,
es Mr. Ignorancia.
Solamente me queda afrontarlo
desde la fe a esos muertos vivientes
que merodean los rincones de mi soledad
y la plagan de fantasmas.
***
GITANOS EN LA LARGA
NOCHE DE NUREMBERG
La noche guarda su miedo sonámbulo
en el confort de la paz alambrada,
en los barracones se oye
el infierno a dos pasos,
se oyen a los gitanos gritar
y el infierno se desnuda en el mundo,
los gitanos gritan su horrible
tragedia de cascabeles yugulares,
se resisten como leones
mientras que la noche aúlla,
sus lunares se hacen sangre viva
arrojada al fuego,
pena sola y negra del gitano,
gitano de coraje y rabia,
gitano de apretado mentón,
gitano de traviesa libertad,
gitano de picardía antigua,
el pícaro tartanero ante el abismo
traza su audacia en la supervivencia,
se agarra, muerde, patea, patalea, grita,
y la Tierra parece una catástrofe universal.
La Tierra cobija la paz de los gitanos
y en el asesinato se separa de dios,
porque la Tierra comprende que el hombre
es un animal que se sobrestima,
sobreviven con astucia los gitanos
en la larga oscuridad de la madrugada,
ya no se verán las brillantes pavesas
lucir en lo oscuro de la fiesta alegre,
la risa se ha podrido,
la algarabía es tedio,
pájaro enjaulado en la fiebre,
¿dónde está dios? ¿En el humo, quizá?
Los niños cruzan el apetito eterno
en la antinatural cueva de la teta vacía,
los viejos se resignan al no poder ser viejos,
por que los atacará la gangrena por la espalda.
Los gitanos queman pertenencias
tras la muerte de alguno de ellos,
queman recuerdos vivos pertenecientes al muerto.
En Auschwitz se queman personas
y los gitanos queman su olvido,
que tampoco nadie les queme su perdón.
***
LOS BUSCAVIDAS
Los buscavidas salen en busca
de incautos para que se les haga amena
esta vida de sobresaltos,
los buscavidas salen en busca
de pringados para que tal vez la cena
los deje tal vez saciados,
hace tiempo no comen caliente,
hace tiempo que disimulan algo,
hace tiempo que han aprendido
a ser consigo consecuentes;
su picardía siembra un No a cada paso,
padecen la ignorante fiebre
del dinero fácil y demasiado rápido,
sufren de olvido, tienen olfato,
viven de la sopa boba frecuente,
patean las calles de cabo a rabo,
viven del día a día que les precede,
viven anticipando el crack y el colapso.
De la crisis viven los inteligentes
y los buscavidas viven del milagro,
la cocaína les pudre sus dientes
y son huida que busca su atajo,
los buscavidas salen en busca
de perros flacos con agasajo,
de banquete con entremeses
de titirimundis y de espantajos,
del ego patrio de los feligreses
de la parroquia ilusa del parroquiano,
de los impíos y los penitentes,
de los lame-pilas y los porfiados,
del cuento de los panes y los peces;
pasan bayeta lustrando oro en paño,
los buscavidas confían muy poco
de primos que ya han engañado,
los buscavidas componen su rostro
de ángeles píos y de eunucos santos,
usan la artimaña, la pose, el colmo,
usan verbigracia y artefacto,
los buscavidas no conocen la culpa
por que su desayuno todavía es fiado,
la culpa, es una incómoda prostituta,
es mejor no preocuparse ni un gramo;
tratan de dormir sobre el colchón
de miles de incautos estupefactos,
hasta que el día del fango descubran
que hacen de este mundo un asco,
la muerte sonriente los saluda,
los saluda Miguel, los saluda Paco,
los saluda el cura y el iletrado,
los saluda Fidel, Pepe Luis, Baldo,
los saluda la banca y el contrabando,
los saluda también quien nunca
antes lo hubiera jamás saludado,
los saluda la gangrena, la purga,
los saluda el trago y el café migado;
tragan también, tragan disputa,
tragan del rédito en un momento dado,
momento de cien, de unos cuantos,
se empapan de máscara y simulacro.
Los buscavidas viven de la duda,
se amparan en el cuento chino
que creemos desde antaño.
Viven del trapicheo, de la cunda,
se comen la espiga del pan diario.
Hacen arte de la treta y la disculpa.
Ignoran hiel. No pueden caer más bajo.
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POEMS SELECTION
By Fahredin Shehu
(from Prishtina, Kosovo)
The petroglyphs of “I”
The morning dew
Sparkles as broken crystal
You approached to kiss it
Purified soul you are
My beloved Human
You endure the burn
While I blast
My petroglyphs
In the deepest layers
Of your quintessence and
In the abyss
Of its surface
The face of the “I” stands and
Immanent moonshine
Hardly a color as Neon
For your wide open eyes
Yet mildly absorbing
As soul does to another
Today I light the candle of the “I”
Fearless for loosing its shine
To burn your wick
To increase the light
So the darkness
Naively may ask
Who are you for God Sake?
Who are the fertile fireflies of Love?
While I swore on the potency of
The dark prince and
The harshness of the hell-fire
Our joint reply as smile
Shall bring the freshness of ambergris and
Cool all and bring joy
As to a mother after the birth
Of a newborn and
Invite all
We mean all visible
Semi visible and omni visible creatures
At the banquet with the Cornucopia,
At the solid diamond table
***
The zircon goblet
Flame was the name of my obsession
Flame, the blue,
Flame of love
Flame became purple of my compassion
Flame the green
Flame of spirit
Flame was sparkling, my impression
Flame of eternity
Flame transparent glow
The goblet became full
The blood turned life
The Calla was my move
The Lilly of heaven
The mist unfurled heavy
The dust turned cloud
The jewel remained beneath is precious
The soul you keep turned LOVE
We. Drink. In. Tribute. I. Die. Surely. But. Slowly.
We. Feel. In. Unison. She. Embraces. Me. Motherly.
Alas. Tonight. I’m. Drunk. Of. Love.
The. Zircon. Goblet. Outpoured. Blood.
The. One. That. Transforms. In. Life. For. Ages.
The. One. Lives. For. A. Day. And. Eternity. More.
***
The Gown
A neon- color cornucopia gurgles as spring Standing in the middle I remain overwhelmed Nano- metric particles embraces sinful population Of cells absorbed by light It’s Zephyr that transports souls Nowhere else you may see Lifted up, up, up they bear Nuptials to the gaps of heaven but The entrance pearly macadam Krypton threshold and cedar wood gate Golden latch opens to host guests The bride…is I glimmered? Heavy walk I started as death angel Walks on earth Aerial walk now steps far In advance as seraph I wear The gown lightly embroidered With knots curls sparks and pearls Of the ionic thread Light is as feather its weight Light I as bubble about to burst Light as happiness my momentum We levitate above golden leaf wheat field Seeing our shadows beneath Our heavily impregnated cubic souls We see the footprints of malicious Who encroached our shadow when The sun was as God adored and Stand in the front of us Anyway we undress the gown Naked souls in unison Sing dance and rejoice Wash at the bank of milky river The mantle of the Green Man waits Our essentials wait too To fill and go in procession To celebrate eternals
***
I’m not here
To say the pride of forgotten past
Nor I’m here to sing miraculously
Suras and Sutras of the Holy Scriptures
I’m not here to watch fallen mulberry fruits
In river swimming as a dried leafs
Nor I’m here to pray endlessly
As a sages to repent for
Sinful mundane ignorant
I’m here to kiss the sky in its forehead
And between two eyes where
The star has to spark its beauty
I’m here to perfume your soul
And dry in the sunny-golden pollen
I’m here too, to feed your lungs
With the air of the lost world
Eternally washed in the rivers of soul
I’m the soil of your secret sowed
As a wheat seeds in the fall
Waiting spring to green the fields
And to golden summer with poppies decorated
And fireflies during short nights
Dancing erotic games
Waiting fall to feed the holy stomach
Perpetually called ME
The sarcophagus of your secret
I’m lost …you, concentrated
In a formula dissolved to
Respond on their enigmas.
***
Charged circle
Black
Empty cans
No liquid evaporated
In the air full of pride
Polluted grains of soul
Lost their consistency
Pure fluids of light
Erupts as marshmallow bombs
Death squad penetrates deeply
Aiming to meet Anubis
A Tsunami whirled its wish
Passion and glutton declared independence
The dream of becoming a parallel nation
To co-habit with leukemia of creativity
A sex drive 4×4 retired
A crippled veteran of passion
Bags for the mercy of soulless utilitarian army of human entity
Better said plankton a homo-plankton of miserable creatures
Even worms and larva are disgusted by our hatred
Fecal, a skunk of fear
An eclipse of love that spans for ages
From birth to death
A spectrum displays its ripeness
Ejaculates liberty as blast
A dazzling dance of shaped and amoeboid forms of manifestation
Truth
Bitter the honey with suffer
Powder a chamomile with royal jelly and ginseng
All of sudden a wind blows
Spores of the old pines
White
The soul of parallel nation of Angeloid
Is striving pleasure of life?
Lives now
Perpetually woofs a rainbow muslin with the divine light
Inter-woofed dress
Newborn immaculate fellows
Perfuming
Oh those smell of paradise
Mint, Neroli, Oakmoss, Amber
A bouquet of divine pleasure
And Acacia kissed by a queen bee
Yes the queen of Enneagram
Of course
The work produces sweet essences
Oh Sarmouni of our Millennia
Melt the cataract-ic lance so they may see the beauty
Heal the flu so they may smell fresh ozone
A charged circle of light and love
Overwhelm
Remove the pulp from the reed
So may divine tune perform light?
Tao
May be your torchbearer
In the dark valley and by then you may see a spectrum
That encircles an infant fear
For an eternal life
Yet I kiss that that time sequence
Where Jin and Jang harmoniously co-habit
I a Feng Shui of Love
Defragmenter of hate’s files
Zipper of dark matrixes
Arranger
So you may know they do exists
So you try them in order to enjoy the sweetness of life’s honey
In this porcelain valley
Where goodness and mischief
Hand in hand are gliding furiously
Alas pure the morning with dew of love
Oxidize hate with apple vinegar
Sing to celebrate both solstices and have a cup of vine
That swoon you
That filters all starry
Cells of brain and ganglia
Perfume her navel with rosewater and kiss, kiss, kiss
Do a divine Tantra
With all visible and invisible and semi-visible spirits
Kiss topaz of her eyes
Kiss ruby of her heart
Kiss diamond of her nail
Kiss cooper of her feet ankle
Kiss jade of her bones
Kiss sapphire of her cells
And a flame-y waterfall of hair
And a silky pubic…
Oh…kiss and kiss and kiss whatever belongs to her
Make her a necklace
With your purest and noblest spermatozoids
Then call her as you wish
Wisdom, Hikkmah, Sophia
Or simply Goddess that makes you Angeloid.
open my chest if you want to see the rod of heaven’s river, while it strains in its bed, where the white roses swim…
The hunger for beauty created canyons of longing for a quantum of moment. Again leaving is telling me thunder as melodeon, quiver of veins and bones, while I come to Thy meeting embarrassedly hide life’s broken toy, buried in human darkness; Alas you know my pains, tears in blood percolated as black pressed grapes While I swirled in the whirlpool of “I”-s, seeking for the spark of the of Your sight Remained deaf for the multitude of “THEM”, and the multitude of “US” The moon is full, the moonlight feeds me while I listen lullabies of Gabriel To sleep the thirsty souls; the star mist flirts to my appearance as it wishes to drop its mercy, at the pain caused by human poison. These words are arguments of the Threshold of the other side where the describable forms and the audible voices disappear, and the tongue knotted in nine knots. The eye is stopping the sight to store its image in my consciousness. Behold oh…”I” of the “US” while we rejoice within the White Roses and while we lick the pearly dews at dawn, and we smell the distant Neroli at dusk While we celebrate life as cosmic minute that lasts for eternity and a day more.
***
Primordial “I”
19 layers of textile’s mist have folded the “I”
Watching from the distance
It looks bizarrely captured
We are in exile
With love intoxicated
Humanity shall see the rainbow
We emit from all “I- s”
The primordial “I” emerged amidst the crowd of human
To articulate love
Infra mezzo and ultra visible
With the velocity of the most knowledgeable Angel
The sages named NUN and rejoice the eternity and
A day after
To transfer wisdom for the Thirsty Souls
We are the thirsty souls and
We approach humbly
The icy jet of the eternal spring
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DOS POEMAS GLOBALES
Por Cecilio Olivero Muñoz
ENCONTRAR UN TESORO
Todos los problemas del mundo vinieron
cuando pasé a formar parte de lo otro,
lo distinto, lo que está y no está,
pasé mi infancia aferrado al mundo,
pasé también mi rara adolescencia,
pero de un tiempo hasta acá
cada despertar es empezar de nuevo,
pueden tacharme de ganso, de misántropo
y ermitaño, pueden apartarse
los que vieron al amigo en un mismo equipo,
pueden señalarme como el malo,
el loco, el desquiciado del quicio,
ahora comprendo qué es salir de tus casillas,
ahora soy yo nada más,
no puedo luchar contra una masa,
tampoco tengo fuerza para tal cosa,
son mayoría, juegan con ventaja, y fui
parte de ella, solamente me queda
una lucha conmigo mismo, lo demás
ya no puede buscarme, por que para ello
todo es la misma ceguera.
Quizá encuentre mi tesoro en la Isla.
No puedo ni quiero ver al mundo en dos mitades,
dos mitades en guerra permanente,
dos verdades entre tantas miles,
quizá tenga que romper con mi pasado
y también con el futuro,
quizá para no perderme entre el presente.
Quizá para permanecer adentro de mis casillas.
***
ÁRABE-HIS-PÁNICO
Mi vecina (Fátima) (marroquí de Casablanca)
me pidió la dirección de mi exmujer
en Lima (Perú), tenía una espina en su corazón.
Ellas se llevaban bien.
Cuando se fue mi ex ni siquiera se despidió.
Me subrayó con mucho empeño y sumo interés
que la escribiera al revés, ella me dijo:
¾Escríbelo así, señalando la dirección con su dedo.
Me pareció cosa de locos, pero la comprendía.
Así lo hice. Escribí:
námauH sallirT liahuZ araM
5# atniuQ, 87 zárauH azalP
(30) siuL naS
(úreP) amiL
Parecía una dirección extraña en Oriente Medio,
o una fórmula misteriosa escrita
en cualquier dialecto en el ámbito árabe.
Me hizo bastante gracia, fue casi revelador.
Mi vecina lo entendía mejor así, quise
facilitarle las cosas, me cae bien la chica.
Comprendí que al leerlo a la manera occidental
el texto rezumaba cierto aire arabesco,
árabe hispánico, me dije yo.
Sombras en el lenguaje, juegos de palabras,
retruécanos soterrados, misterios idiomáticos.
Al fin y al cabo no somos tan distintos.
Solamente hay que darle la vuelta a las cosas,
o verlas desde otra perspectiva
para sentirte como en tu propia casa.
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NOTHING IS TOMORROW TRUE
By Cecilio Olivero Muñoz
SALIVA SALVAJE
Tras habernos besado
olía tu saliva, tu saliva peregrina,
peregrina en mí.
Rastros de tu saliva
corrían inocentes por mi piel.
Saliva ingenua, inusitada,
saliva salvaje y selvática,
olía tu saliva y me erizaba,
como aquél beso primero
estampado en mis labios,
levantaba mis labios
hacia mi nariz, para olerlos,
resquicio e indicio de ti.
Síntoma probable de nuestra
fusión, fusión absoluta,
tu aroma incauto y evocador,
efluvio de tu esencia pura,
testigo secreto de tu cuerpo.
Saliva salvaje y exuberante,
efigie hecha sustancia de ti,
recuerdo sin alma,
química e incógnita en tu boca.
***
I LOVE YOU DADDY COOL
La solución a mi enigma, a mi misterio
la tienes a la vuelta de la esquina,
sin embargo, tú la ves lejana en tu interés,
y demasiado tarde para emprender
[tan arduo viaje.
Por que estás cansado del duro laberinto,
estás cansado del frío teorema,
de la rara cábala, y prefieres ya la inercia.
Prefieres dejarte llevar por la vida
antes que descifrar la física del tiempo.
Prefieres comer sopa todos los días
antes que masticar en lunes acertijo,
prefieres rutina blanda y calma
a la comprensión a medias de la vida,
te asusta la libertad obscena, si,
de los que lo han perdido todo en primavera,
la incógnita no te interesa, te confunde,
por que para ti no es incógnita
[mi incógnita,
te interesa la simplicidad del monte,
la sencillez del hombre humilde, tranquilo;
prefieres una vida acolchada, si,
a la complejidad del cómputo imposible,
Padre, yo no soy distinto a ti, no,
me esfuerzo para no ser lo que eres,
y no es por que no lo quiera, no,
sino por que para ser como tú debiera
abandonarme al miedo de rodillas,
debiera abandonarme ante el abismo.
Padre, he querido ser tantas veces como tú
que anhelo y derrota son ya lo mismo,
por que sé que tú no quieres ser como yo.
Somos iguales, si,
nos diferencia una distinta soledad.
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“VIDA: SUMIDERO DE AMBICIONES TRUNCAS”
El despertador con su infernal sonido le marca la realidad de ese día, las agujas indican las seis y treinta de la mañana y como hace tanto tiempo las dos sombras” se comportan de la misma manera. Él levantándose mientras ella se da vuelta para seguir durmiendo, son los intérpretes de un gran desencuentro…AÚN VIVIENDO JUNTOS. Como un autómata se dirige a la cocina, abre la heladera y la vuelve a cerrar, piensa un poco y se despabila otro tanto mientras sus pasos lo llevan hacia el baño, se deja caer en el inodoro dejando vagar sus sueños hacia cualquier lado, con indolencia aprieta el botón, ¡SI UNO PUDIESE ARROJAR A LA CLOACA TODAS LAS ANGUSTIAS!. Se mira en el espejo y lo que este le devuelve no le gusta nada, ve un hombre de cuarenta y cinco años que aparenta muchos más, la barba crecida y las ojeras hablan a las claras que no está pasando por un buen momento…y eso se nota a la legua. Se acerca más a esa figura y con los ojos desencajados le dice: ¿ESTE ES EL JOVEN BRILLANTE QUE A LOS VEINTE Y TRES AÑOS SE RECIBIÓ DE MÉDICO CON LAS MEJORES CALIFICACIONES Y MEDALLA DE ORO?. ¿Dónde quedaron las esperanzas de tus viejos en la brillante carrera de su hijo?, ellos siempre pensaron que en poco tiempo sería un famoso profesional, bien casado y que incluso vivirían sus últimos años a la sombra de la fama y el bienestar que le daría el nombre de “su muchacho”. Las lágrimas caían a raudales sobre el lavabo deslizándose hacia la rejilla, para perderse en lo que se había convertido su vida: LA OSCURIDAD DE UN TÚNEL INFINITO. Se apuró en afeitar y cepillarse los dientes y luego se vistió, ya estaba a punto de partir hacia la gran aventura…LA SALA DE GUARDIA DEL HOSPITAL MUNICIPAL”JUAN MARTOLO”, lo estaba esperando un importante personaje: ¡EL DOLOR!. Indudablemente tenía mala suerte, pensar que podía paliar en algo su soledad en la cena a realizarse hoy, convocados por los ex bachilleres de su promoción,(su agenda estaba vacía de reuniones agradables) pero hoy a la noche estaba de guardia en el hospital y de ninguna manera podía faltar, ese hubiese sido un buen motivo para remontarse a esos diez y ocho años en que sin duda era feliz…PERO HASTA ESO LE SALÍA MAL. Mientras viajaba en el atestado autobús rumbo a su trabajo, se le pintó una sonrisa en sus labios pues se desocupaba un asiento y prontamente se sentó en él, entonces aprovechó para desplegar el periódico que había comprado de pasada en el puesto de la esquina. Por ese motivo se enteró que era una jornada muy especial para la salud y por ende para los médicos, que esperaban ese día en que supuestamente se solucionarían infinidad de problemas que atañen a su profesión. En los “mentideros políticos” era un secreto a voces que ciertas cosas raras iban a suceder en la cámara de diputados, se “cocinarían” cosas no muy santas que digamos, deberán decidir sobre tablas, si se subvencionaba una importante cantidad de dinero para poner a punto el deficiente estado edilicio de muchos hospitales municipales y la construcción de otros en los suburbios, puesto que algunos barrios periféricos no cuentan con ninguno. El recinto mostraba un lleno total, era muy raro verlo así, porque es sabido que una gran cantidad de legisladores no aparecen nunca por allí, salvo cuando se fogocita algo gordo como ahora. Otra curiosidad eran las nutridas y ruidosas barras, que poblaban con sus cánticos y pancartas, las tribunas del recinto. El ambiente era tenso, lo hacía aún más la sospecha de un “arreglo” que había en el aire, se sabía que desde la cúpula se pedía anular esa partida de dinero para el fin ya expuesto, lo que sucedía era que como en un pase de magia todo el dinero que estaba destinado para ese menester…HABÍA DESAPARECIDO. La cara por demás tensas de los diputados que esperaban ansiosos el debate, hacían marco al bochinche infernal que había en el ambiente, en ese momento se escuchó la campana que llamaba a sesionar. La oposición aferrada a su requisitoria , exigiendo que sin más dilaciones se girara el dinero para lo que estaba destinado, mientras el oficialismo usaba cualquier chicana con tal de anular “por el momento” la moción opositora, en un tira y afloja que no parecía tener fin, hasta que la minoría logró por último que se pudiera votar. La primera compulsa dio como resultado un empate, noventa diputados de ambas partes habían apoyado por los envíos unos y los del partido gobernante, QUE NO ERA EL MOMENTO OPORTUNO PARA ELLO. Entonces y después de un cuarto intermedio hasta el fin de la tarde, se llamó de nuevo a votar para definir la situación, porque debía haber indefectiblemente un desempate, en ese ínterin a un par de ediles del oficialismo se les ocurrió llamar por teléfono a su casa a JUAN DIOSDADO CARLILES. Este personaje, compañero de bloque que a raíz de los continuos faltazos a las reuniones lo habían apodado “día femenino” (pues venía solamente a fin de mes a cobrar su sueldo). Este sujeto se encontraba en su lujoso y coqueto piso de la calle más cara de la ciudad de Buenos Aires, dicho inmueble eran frutos de algunos vueltos no entregados y al atender el teléfono puso un gesto de fastidio, tratando de zafar a la convocatoria…pero no pudo. Había acomodado esa noche a una reunión de ex compañeros que se presentaba muy divertida, por ello había convocado a una impactante damisela , cosa de ser tomado como un tipo “muy ganador”, lo que no sabrían era que había pagado a una prostituta(él era incapaz de seducir a nadie por sus propios medios). Estaba muy furioso porque sabía que estos encontronazos tan reñidos, podían durar toda la noche hasta lograr un veredicto. Entró al gran salón como un gladiador (estaba convencido de ello) su traje era impecable como siempre, el brillo de sus zapatos Italianos opacaba a toda esa MANGA DE SERES INFERIORES, como solía llamar a sus correligionarios, lo que venía a votar le interesaba tres pitos. El diputado Carliles no pensaba ni en broma caer en ningún hospital si algo le pasaba, eso era para la gente de baja estofa, para “los negritos” del pueblo, lo único que faltaba, era funcionario, tenía poder y mucho dinero, a él le resbalaban LOS LAMENTOS DE LOS POBRES. Por fin se hizo nuevamente la compulsa y como siempre, perdieron los más débiles: PARECE UNA CONSTANTE GRABADA A FUEGO. Conciente que su llegada para votar, había volcado el fiel de la balanza a favor de su partido, ya estaba pensando en la forma de “pasar la factura” porque una persona como él…NO TRABAJA GRATIS PARA NADIE. Dentro de todo no había sido tan pesada la sesión, estaba con el tiempo justo para concurrir al evento con sus ex compañeros, por consiguiente llamó a la dama que lo iba a acompañar, diciéndole que en media hora pasaba a buscarla. Con la socarronería que lo caracterizaba se despidió de sus correligionarios, no sin antes decirles: cuando quieran que los saque de apuros, no se olviden de llamarme, LES GUIÑÓ SOBRADORAMENTE UN OJO Y SE MARCHÓ. Cruzaba la calle hacia su lujoso automóvil, iba contento y despreocupado, pero evidentemente hoy se habían conjurado LOS JUSTOS, LOS OLVIDADOS Y LOS HUMILDES, poniendo en manos de otro “MÁS POBRE” el trabajo de vengar de alguna manera…¡A TODOS LOS PERDEDORES!. Cuando apretó los frenos de esa desvencijada chatarra que era ese por así llamarlo auto fiat seiscientos(fitito), en ese preciso momento el conductor se dio cuenta que se había quedado sin frenos pues estos no le respondían, de esa manera SE LLEVÓ POR DELANTE AL ELEGANTE CABALLERO QUE CRUZÓ LA CALLE SIN MIRAR. La sangre tiñó de rojo el asfalto, un alma buena llamó a la ambulancia, el camillero mientras tanto cargaba al herido en el vehículo, uno de los curiosos que se pararon a mirar preguntó: ¿dónde lo llevan?,.AL HOSPITAL JUAN MARTOLO RESPONDIÓ… ¡ES EL MÁS CERCA! Boris Gold
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SELECCIÓN DE POEMAS
Por Francisco Jesús Muñoz Soler
CAMINAR PARA SENTIRME VIVO
Caminar para sentirme vivo
no andar por andar sin más sentido
que moverme por estar como objeto inanimado.
Dar luz y lugar a mis inquietudes
llenándolas de ético sentido y desarrollo
de amor a mis sentimientos para que
se gratifiquen y perduren.
Que el foso de mi intimidad
vea crecer la satisfacción
forjada de valores imperecederos
sustancia de futuras vidas.
***
NACE NOVIEMBRE
Nace Noviembre en un otoño preñado de primavera donde sólo los ocres matices de los otrora verdes revelan la estación verdadera de nuestras esencias, todavía insufladas por enormes deseos
de fortalecer y gozar
de nuestras presencias enraizadas
a la tierra, en este Noviembre
que nace apacible las señales
repentinas del viento que aligeran
las copas de los árboles
nos recuerda la brevedad del gozo
y nuestras razones primeras,
las que han ido trazando el sentido
y la dirección de la búsqueda
de esa felicidad singular
que va gratificando nuestras raíces
y a la vez fecundando nuestros vástagos,
y las frescas madrugadas
que nos obligan a arropar
nuestras intimidades con sentimientos
y hechos para cuando Noviembre
se encamine en el tiempo y las plateadas
nevadas cubran las exiguas ramas
que nos adornan y conforman
tengamos ese punto de satisfacción
que confiere un buen sustento
sin sentirnos colmados
pero con el paladar y todos los sentidos plenos,
en buena compañía irnos
entregándonos en libertad
en vencida vigilia.
***
ME SIENTO TAN AJENO A MI PRESENCIA
Me siento tan ajeno a mi presencia
atrapado en un cuerpo cambiante
impuesto por las circunstancias
envoltorio y armazón de mi existencia
testimonio perenne de mi fragilidad,
todo, todo, depende de mi estúpido cuerpo
quebradizo, fugaz y cobarde
en permanente huida hacia delante
huyendo de la vida, acopiándose de decrepitud
que me llevará inevitablemente a la muerte.
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SELECCIÓN DE POEMAS
Por Maximiliano Spreaf
No Un salar de espinas es tu cuerpo, bendecido por las nubes de alcohol que derramamos juntos en la mañana que decidimos borrar la tristeza. Se pierde el azar entre tus piernas, no dejas un lugar a la sospecha, ya no temes ni siquiera conocerme, ya quebraste tu lugar y tu ironía. Y yo suelto pájaros dentro tuyo, que volaran bajo tu pollera cuando me haya ido bien lejos llevándome tu ardor y tu belleza. No te guardes todo eso para vos, todo lo que mostras en el día, que palpita por las noches en tu mente y no dejas que calme tu frío. *** Noche # 99 En las noches más comunes y felices que he pasado siempre encontré a mis pies unos cuantos corazones y los halagos mas fatuos. No me deje encandilar por las monedas brillantes, ni la suerte me alcanzo, ni la buena ni la mala, siempre me paseo altanero en esas horas tan bellas no hay diva, ni diván, que me hagan hablar de mi mismo. Es un secreto, la noche que solo algunos guardamos saber a nadie se lo contamos y en contadas ocasiones alardeamos de como bajar la luna. Y en el estruendo mas sordo de mil niñas estrelladas. con las manos mas calientes y las sábanas mas frías, me he dejado llevar lejos entre copas y jazmines. *** Malgaste Es difícil escribir con la cabeza cuadrada las aristas afiladas, y correoso el jazmín. Débil soy, y me pliego al ruego de tu hambre lectora, caminante de líneas por las auroras. Cuánto silencio nos traba el amor. Nos garantiza el retiro, por el pensar pensador. Puta soy, de nívea pluma, Puta soy, más puta sola. Y aunque la rabia entró y explotó sobre el tapiz, aún aprieta la nostalgia donde un día hundimos la nariz. Llevas el pelo retorcido de pensamientos monocordes, de silencios obligados, de malquerencia y hastío. No mires más mi interior Que allí no encontraras nada Mira esta vez tu demencia Que todo dirá de mí.
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14º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
NEVANDO EN LA GUINEA
NºXIV 15-11-2.008
NÚMERO ESPECIAL DEDICADO A LA MEMORIA
DE PEDRO JOSÉ GONZÁLEZ MUÑOZ.
EDITORIAL XIV
El negocio de la multiculturalidad y el sentido común
Asistimos no sin una cierta sensación de vergüenza ajena al último espectáculo multicultural de las Naciones Unidas. En Ginebra hay un palacio que pertenece a tan notable, que no noble, visto lo visto, institución una de cuyas salas, la denominada Sala XX o Sala de los Derechos Humanos y de la Alianza de Civilizaciones, ha sido remodelada por el artista español Miquel Barceló. Dicha obra ha consistido en erigir una cúpula y el presupuesto lo aprobó el patronato de la Fundación ONUART. Hemos conocido que el referido presupuesto se eleva a la cantidad de 20,35 millones de euros, de los cuales 500.000 euros han sido aportados por el Fondo de Ayuda al Desarrollo español, que gestiona el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio.
Sabemos que el tema puede ser abordado con mucha demagogia. La evitaremos en la medida de lo posible. Seguramente bastaría sacar una conclusión con la mera lectura del párrafo anterior tal cual y quizá por ello no sea muy necesario añadir mucho más: los datos expuestos cantan por sí mismos. Por otros lado, somos conscientes también de que el problema de la pobreza en el mundo depende en gran medida no tanto de las ayudas puntuales que se puedan otorgar, y con 20,35 millones de euros habría muchísimas ayudas puntuales que arreglarían problemas concretos y angustiosos para quienes los padecen, sino de transformar estructuras y relaciones internacionales, crear un nuevo orden internacional basado en la cooperación, la justicia, la solidaridad.
Tampoco somos quienes para exigir compromisos a los artistas. La solidaridad surge de la propia persona y cada cual ha de saber hasta donde tiene que llegar su compromiso. Por lo demás no creemos que un artista tenga que estar más comprometido que cualquier otro ciudadano, sea quien sea y cualquiera que sea su oficio, aunque reconocemos que un artista puede lograr que un mensaje llegue a más gente. No seremos nosotros en todo caso quienes juzguemos a los demás ni daremos consignas de cómo han de vivirse los problemas de este mundo, nos basta con intentar ser coherentes en nuestra vida cotidiana, algo de lo que no somos ni de lejos maestros.
Sin embargo, no hemos podido evitar un escalofrío al conocer dichos datos. Sobre todo si las cotejamos con otros que nos proporcionan algunas organizaciones de solidaridad y que nos dejan claro que la miseria, el hambre, la pobreza son, por desgracia, la norma en el mundo, no la excepción. Evidentemente, hay muchos otros gastos que podrían soliviantar dicha situación y no por ellos vamos a exigir su eliminación. No obstante, nos escandaliza que el dinero de la cúpula se haga nada menos que en las Naciones Unidas, que tiene un sinfín de entidades vinculadas y programas específicos de desarrollo y de lucha contra la pobreza, y que las ayudas pretendidamente públicos de los Estados, como el FAD de España, se desvíen de un modo tan cuantioso a fines que poco o nada tienen que ver con el desarrollo.
No tenemos de momento muy claro en qué consiste esa Alianza de Civilizaciones que surgió como idea de la Presidencia Española. Tenemos la vaga sensación de que civilización sólo hay una, la humana, y que son las culturas las que dialogan permanentemente, algo que no requiere, por otro lado, de grandes palabras, de discursos grandilocuentes ni de órdenes directas de los Estados, es algo que siempre ha ocurrido y que ocurre hoy de un modo cotidiano. Cuando leemos a autores de otros países, culturas y lenguas o vemos sus películas, cuando apreciamos la música sea cual sea la nacionalidad del autor, cuando nos acercamos a cualquier obra artística ya estamos dialogando. Siempre ha sido así. Esperamos que siga siéndolo. Lo que sí sabemos es que asuntos como el mencionado, por su grado de frivolidad y por la susceptibilidad de ser utilizado para la demagogia fácil, hacen un flaco favor a quienes desde la honestidad y el compromiso luchan por instaurar un mínimo de armonía en este mundo.
LA PESADILLA DE BRETTON WOODS
La miseria arrastra los pies
en la antesala de las pesadillas
y no hay mayor pesadilla para la pobreza
que el bostezo global de Bretton Woods.
Las semillas son huecas esperanzas,
el estómago es una cueva con un canto hecho eco
pues su exigencia hace temblar al hombre,
el aliento es un vacío peculiar,
y lo triste son las inmensas listas de los muertos
que adelgazaron mientras otros engordaban.
La cruz roja es un suspiro,
los seudo-poblados son hervideros,
los momentos son desdicha,
la chatarra es un sustento de cuentagotas marchito,
las azadas oxidadas son trastos arrumbados,
calaveras y esqueletos
son la cosecha de los capitalistas barrigones
que harán nacer otro capitalismo
que nos despreciará si no consumimos su desgracia,
muchos tienen miedo a no ser espiga
y otros se columpian en las derrotas del cansancio,
la luna debió ser pan casero,
las montañas debieron ser arroces y te quieros,
las nubes deberían ser mantequila,
las llanuras debieron ser desayunos de amor,
los soles deberían ser potajes en ebullición
y los árboles del mundo embutidos saciantes,
los ojos deberían ser mares salvajes
y los pucheros deberían ser ríos de frescura
que la acequia de las lágrimas les niega siempre.
Las moscas deberían ser alegrías enormes,
y los pozos deberían ser millonarios altruistas,
los desiertos sueños de hermandad,
el dinero debería ser gratuito principio
que se sume a la solidaridad sin fronteras,
que nada en el mundo deba costar
el sufrimiento tan largo y tendido
y el sudor de frentes sin futuro
con eterna chicha
y agria limoná.
Las palmeras deberían ser relucientes estrellas
de grandezas bajas,
las sabanas deberían ser
campos sembrados de huerta a sol y a sombra,
las lluvias deberían ser
opulencias llenas de vida,
las nevadas deberían ser
horchatas de refrescantes risas
y las tormentas deberían ser
decididas causas para un mundo feliz.
Los azules deberían ser puentes hacia el corazón;
el hambre a nuestra puerta llama
como un desprecio de rabia que muerde
en lo más débil de nuestra razón.
La religión debería ser mero amor a la vida,
la filosofía debería ser el gas de opio del pobre,
la poesía debería ser lenguaje sencillo y mágico
que brota de los silencios,
los novelistas deberían ser herederos
de los hechiceros que limpiaban las malas artes
y la política debería dárselo todo al pueblo.
La mentira debería ser un chiste sin gracia,
la verdad debería ser obligatoria,
la paz debería ser respetada monotonía,
la educación debería ser pan para el mundo,
la libre expresión debería ser
el único consuelo que el ser quisiera,
la televisión debería enseñarnos algo,
y el diario de la mañana
una libertad próxima y sensible,
el dolor debería estar prohibido
y el amor verdadero
debería ser ejemplo en las escuelas,
el te amo para siempre el único peregrinaje
que toda la humanidad debiera hacer.
Las campanas deberían ser caramelo,
las chozas una perfecta sombra sin goteras;
el Banco Mundial quiere patearnos el lamento
y destrozar una paz de azúcar y bendición.
Por Cecilio Olivero Muñoz
Tensión
Intenté demorar lo máximo posible mi vuelta a casa. Siempre lo hacía. Pero más pronto o más tarde tenía que volver, inevitablemente. Además, sabían que a las siete salía del instituto y apenas se tardaba media hora en regresar a casa. Como máximo cuarenta y cinco minutos. Aquel día llegué a y veinte. Abrí la puerta y, una vez abierta, la tensión la sentí como una bocanada de aire caliente que me golpeó como un sopapo. El silencio era absoluto, pero se sentía que habían discutido. Es extraño, pero a veces la angustia la notas casi como si fuera un olor o una presencia real, material. No me crucé con ellos en el largo pasillo que llevaba a la cocina. Cuando entré en ella vi las bolsas de la compra en el suelo. Recogí algunos productos que se habían caído, los dejé sobre la mesa, algunos los guardé en la nevera, y luego volví a atravesar el pasillo. No me los crucé tampoco mientras fui a mi cuarto, pero estaban en casa, no me cabía la menor duda. Tampoco los busqué. La casa era lo bastante grande como para evitar encontrarnos cuando queríamos mantener cierta discreción y la distancia, lo cual pasaba a menudo porque en aquella casa hacía tiempo que no hablábamos más allá de los convencionalismos cotidianos.
No me gustaba aquella situación, no la soportaba, era como si quisieran recrearse en el odio, como si sólo cohabitaran con su rencor mutuo y ya no desearan más que continuar una relación que a todas luces no tenía visos de cambiar. Muchas veces me preguntaba por qué se empeñaban en seguir juntos.
Dejé los libros en mi habitación y volví a recorrer el pasillo hasta la sala de estar. Ahí me encontré a mi padre. Estaba en el sillón, en silencio. Le saludé y él apenas soltó un saludo inaudible. El mensaje era claro: no quiero hablar, déjame en paz. Aunque es posible que fuera incapaz de decir mucho más, de ser más comunicativo, de superar él mismo un estado de cosas que tampoco él soportaba. No lo sé. Salí y dudé si buscar a mi madre. Estaría en su cuarto y supuse que tampoco ella querría hablar. Claro que yo no sabía muy bien lo que podría decirle y por eso quizá no tenía mucho sentido que fuera a su encuentro, que hiciera algo. Tal vez sólo me quedase entrar en mi cuarto y encerrarme allí. Pero la atmósfera en toda la casa era irrespirable. No me iba a concentrar en nada, así que lo mejor, sin duda, era salir.
Reencontrarme en la calle me hizo bien. Era como si de pronto pudiese respirar tranquilo después de una crisis. Sin embargo, no me logré despojar de un mal sabor de boca que se mantenía dentro de mí. Comencé a andar sin dirección fija. No quería encontrarme con nadie. Qué les iba a contar, que salía de casa porque de nuevo mis padres se habían peleado y la tensión se podía cortar. Detestaba además dar pena a los demás, odiaba mostrarme débil o deprimido o sencillamente frágil, sobre todo porque pensaba que sólo a mí me afectaba una situación tan penosa. Di varias vueltas y me senté en un banco, sin saber muy bien a donde dirigirme. Luché contra la ansiedad que comenzaba de nuevo a dominarme por dentro. Mi vida, no podía dejar de pensar en mi vida. No era grata, me esforzaba por dejar de darle vueltas a mi existencia, pero estaba allí, bien presente. Por mucho que intentase creer que yo podría ser otra persona, que podría llegar a tener otra vida, que viviría en otro lugar, en otra atmósfera, y a veces fantaseaba durante horas con ello, la realidad se me presentaba en cualquier momento, como al llegar a casa aquella tarde, con una crudeza que me dejaba noqueado. No podía inventarme que todo era normal, que mi vida era apacible, que tenía una familia estable, que tenía amigos que venían a casa y cenaban, se relacionaban con mis padres con total afabilidad. Ni podía seguir creando una novia que también venía a casa, que se quedaba a dormir. La vida, por mucho que insistiera y me concentrara en una realidad paralela, era un infierno.
Anochecía y comenzó a refrescar. No podía además pasarme todo el rato sentado en aquel banco. Más tarde o más pronto tendría que volver. Así que me levanté. Dudé por un momento hacia donde dirigirme. No quería regresar a casa. Aunque había pasado una hora desde que salí, las cosas allí seguirían igual. Sin embargo, no iba a huir en aquel mismo momento.
Entré en casa y de nuevo me di de lleno con el tenso silencio. Pasé por delante de la sala de estar, pero la penumbra no me dejó ver si mi padre seguía en el sillón. Tampoco quise fijarme. Entré en mi cuarto y me senté en la cama. Sentí deseos de llorar. Me fui a la cocina. No había rastro de las bolsas y todo aparentaba un orden que parecía negar el caos de un rato antes.
En ese momento entró mi madre. No me di cuenta y su voz, a mi espalda, me hizo dar un bote.
– Llegas tarde. -me dijo, casi en un susurro que le quitó cualquier tono de reproche.
– Salí -contesté-, tuve que comprar una cosa.
Se quedó callada, mirando las paredes blancas de la cocina, los armarios color pastel. Su silencio casi me hizo más daño, hubiera preferido que gritara. Salió y de nuevo todo se llenó de una tensión punzante.
Me quedé solo. Pensé que al año siguiente me tocaba ir a la universidad. Y que en la solicitud rellenada aquella tarde en el instituto había puesto como primera opción una carrera que se hacía en otra ciudad.
Juan A. Herrero Díez
Adolescentes:
Eres un adolescente impetuoso y rebelde, te lanzas a volar y no te percatas que no eres un ave, quieres cruzar el mar pero no has construido ni un velero, solo te precipitas a soñar de las cuerdas de una cometa.
Eres inteligente pero te embobas ante una joven, sueñas con tu Julieta y aún no eres un Romeo, tu vida es un crucero lleno de fantasías donde la alegría y el jolgorio te presidan, eres la juventud en todo su furor como la primavera floreces a cada año dejando varios corazones rotos.
Eres de los adolescentes que no le temen a nada, ni a nadie, cruzas todas las murallas de la vida y siempre logras lo que quieres, eres un joven apasionado en todo lo que haces, aunque ello tarde o temprano te golpee dejándote atolondrado, pero tomas fuerzas y te levantas y sigues adelante en la batalla.
Eres un joven como muchos otros, pero tú eres especial porque eres el único en este mundo.
Por Mabel Meneghini
EL MAR
Las olas chocan contra mí, algunas suaves, otras con tal fuerza que me hacen tambalear, pero son olas, al fin y al cabo. Olas que golpean, y de repente te das cuenta que has de reaccionar, y en ese preciso instante, en ese golpe despiertas con un nuevo aire, con un nuevo pensamiento, como pretendiendo cambiar de rumbo.
Rumbo que me guía la corriente del mar, me lleva a izquierda a derecha, me mete hacia dentro, me saca hacia fuera, ¿pero cómo mantener la estabilidad, estando de pie en medio del mar?.
Anclo los pies en el fondo de la arena del mar, intento aferrarme para no desestabilizarme, y aún así, esas arenas son movedizas, mientras se piensa: si uno no quiere caer, no cae.
Golpes de olas, unas suaves, otras fuertes.
Suaves, que con su movimiento te hacen sentir agradables sensaciones, y por unos momentos eres feliz.
Olas fuertes, con sus choques, golpean contra el cuerpo, pero no son más que meros golpes que provocan las reacciones, y en la mayoría de veces funciona.
¿Quién no ha pensado en un choque de una ola grande o fuerte, que en ese momento, aún por unos segundos, su vida puede cambiar en algo?. Algo que hacer, algo que pensar,…
Golpes de olas, que vienen y van, pero el mar siempre acaba serenándose, calmándose, y todo vuelve a ser normal.
Experiencias vividas y experiencias por vivir.
Olas del mar, preciosas experiencias de sensaciones.
Silvia Marcos Fuentes
29-07-08
Reservados derechos de autor V-1693-08
Poema 5
Dejaré de culparte, en este día dejaré de maldecirte, ya no eres prisionero de mis viajes, no quiero ser quien te prive de las noches estrelladas, ya la lluvia ha acabado, no necesito seguir teniendo que culparte de todo.
Ya bastó este sentimiento absurdo que no me imagino sin él, pero que tampoco me imagino en el,
porque la solución fue matarte, despedirte de mi vida, fue dejar atrás la melancolía, dejar atrás el capricho de tan sólo tenerte a mi lado sin saber que era lo que tenía o qué me privaba de tener. Dejaré entonces de culparte por todo lo que fue y lo que no, por lo que pudo ser y no fue.
Dejaré que en tu ventana brille el sol nuevamente y que la mañana sea mañana otra vez, dejaré de ser quien te guíe, dejarás de ser mi guía.
Buscaré los recuerdos de sal que se quedaron en la orilla de aquel mar…
dejaré de maldecir tu cuerpo perfecto, por no estar conmigo cuando quería que estuvieras, dejaré de culpar a la vida por la mala vida que me has dado.
No sé que tienen tus manos que son las únicas que me llevaría en este viaje, que hoy emprendo, y que sin más ni menos, me destierra a otro horizonte donde no habré de culparte.
No sé que es más eterno si el amor que sentía o la culpa que me inunda, pero dejaré de culparte y de culparme, si culpables no hay en este asesinato; si mentiras sólo quedan sobre la mesa de poker…si sólo podré decir que dejaré de culparte cuando llegue al final de este viaje que hoy emprendo. Que no dejaré tampoco que tu recuerdo me inunde el alma, que no querré ver más tu foto, que dejaré atrás los aromas de tu frescura, que dejaré de culpar a tus ojos por darme la dicha y luego matarla en esa navidad.
Y remaré con todas mis fuerzas para huir de tu lado y dejar de culparte, no serás el culpable de este amor que muere sin haber nacido, no serás culpable de mi muerte en tierras olvidadas por el olvido.
Dejaré de maldecir al tiempo que estuvimos juntos, dejaré de culpar a tus labios por hablar demasiado o por envenenar mi boca al besarla.
Dejaré que te culpes y me culpes por lo que pudo ser y no fue, dejaré que me maldigas por matarte esta tarde, dejaré que mis labios se posen por última vez sobre los tuyos, dejaré que mis manos recorran tu cuerpo pecando contra la vida, pecando contra el cielo y las estrellas.
Entonces me culparás a mí por dejarte, me maldecirás por abandonar lo que no fue y pudo haber sido, me culparás por ser como soy, una niña en la piel de una mujer.
Por Gabriela Fiandesio
LA ANTI-MUSA
Me da a mí por pensar
que reírse de las musas
y del abracadabra
no está nada mal.
Por que las veo tan difusas
y a la postre tan pesadas
que en vez de escribir
tengo por lo que llorar.
Me río a carcajadas
de las flipadas musas
y las eternas bofetadas
que ofuscaron raíz obtusa
por que las pequeñas migajas
están por merendar.
Te dejo patidifusa
al decirte que eres mi musa
y me pongo a recitar
sin sentido y bla, bla, bla.
Musa, palabra difusa
que te dibujo ilusa
y en tu habitación reclusa
encerrada sólo por amar.
Musa de mis pelusas
entras en mi vida intrusa
me como tu ensaladilla rusa
y que paliza me da la realidad.
Musa eres anti-musa
eres inspiración del laralá
musa tan bella gatusa
musa de mis pelusas
mucha musa está por llegar.
Musa de las reclusas
musa de otoños y rabal,
musa tan buena morusa
musa, moneda ilegal.
Musa que como una intrusa
te apropias a buen recaudo
y de recaudado caudal,
musa de mis pelusas
eres tu reina por reinar.
Eres musa de mirada obtusa
eres pitusa por inventar.
Eres musa, tú, mucha musa
eres patusa del mío cantar,
eres mi única pupusa
eres pelusa por pelar.
Eres muchachita anti-musa
eres obtusa y pelillos a la mar,
eres musa de mi realidad.
Musa tú estás confusa
por la ambigüedad
de las picantes medusas
y por la mar y su propia verdad.
Por Cecilio Olivero Muñoz
FASCÍNAME
(Salou)
luz memorable, vidrio rozado…
Juan L. Panero
Ofréceme pasión para no olvidar mi tiempo.
Conmíname en la caverna del fuego y los latidos.
Sájame con tu enarbolado furor de enredadera.
Fascíname con la piel de tus frutos perseguidos,
en el afortunado reino que me ofreces y brindas
con un dedo entre los labios.
Embriágame con el presagio de la noche.
Háblame despacio,
ámame solícita, seductora,
rozándome las mejillas con yemas de agua,
con un inacabable desmayo de penumbra,
con un deje de almíbar
en el pozuelo grana de tu boca.
Ríete de mí si es preciso, libérame
en el abrevadero blanco de tu escote,
cólmame de tersa luz, despréndeme el orgullo,
deseo ser esclavo fiel
y que la trampa del amor todo lo explique.
.
(José Luis García Herrera, El recinto del fuego, Huerga y Fierro editores, 2008)
ANOCHE SOÑE CONTIGO
Entré en el restaurante, en búsqueda de mi acompañante para cenar. Estaba allí, como siempre, sentado en la misma mesa de fondo del restaurante, en la penumbra, iluminada por una tenue lamparita colocada sobre la mesa. Tú, con la copa de vino, esperándome,…Te vi, y sonreí como siempre.
Empezaste a pedir la cena, a la carta, como nos gusta, mientras me besabas y acariciabas, preguntando cómo me había ido el día.
En nuestra amena conversación, durante toda la cena, solo tenía ojos para ti, oídos para ti y para la música de fondo.
Mi amor, que bien estoy contigo, amante, compañero, amigo.
Mi amor, te he de confesar algo.
En esa cena, mientras te miraba, observé en la mesa de enfrente a un hombre que como predestinado entremezclamos miradas. No pude dejar de mirarle, al principio de forma tímida, a él le ocurría lo mismo, miradas cruzadas, miradas tímidas, dejadas acompañar por una leve sonrisa, escueta y discreta.
Él estaba acompañado, ni siquiera me di cuenta quién era su acompañante, pero en ese momento sinceramente me daba igual. Mientras te escuchaba él fijó su mirada en mí y yo quedé hipnotizada, hechizada, dejé de escucharte ya, mis miradas, mis sonrisas eran para él.
Miradas y sonrisas que hablan, cómplices de una conversación secreta.
Pero la cena terminó, no quería marcharme, quería seguir viendo sus ojos.
No te diste cuenta de nada, y marchamos, dejando tras de mí un extraño dolor indescriptible.
Salimos del restaurante, llovía, y al día siguiente ambos teníamos que trabajar, se nos hizo tarde, y nos despedimos con un beso, para mí vacío. Cogiste un taxi y te marchaste. Quedé allí bajo un balcón resguardándome de la lluvia.
No pasaban taxis, me parecía una eternidad, quería marcharme rápido, antes de seguir mis impulsos y volver a entrar.
No hizo falta, cuando al fin vi un taxi, le di el alto, pero en ese preciso momento alguien me abrazó por detrás y me susurró al oído: “no te marches, ni ahora ni nunca”.
Me di la vuelta y era él, salió a mi encuentro, me buscó y me encontró, no hubo palabras, nos fundimos en un apasionado beso bajo la lluvia, todo nuestro alrededor nos daba igual, abrazados sin hablar.
Esa noche hicimos el amor y supimos que iba a ser para siempre. Y así ha sido, todas las noches, todas las mañanas, todas las tardes nos amamos. Y cuando me levanto recuerdo haber soñado contigo.
Y como siempre “anoche soñé contigo”.
Silvia Marcos Fuentes
15-08-08
Reservado derechos de autor V-1693-08
UTOPÍA
Si pudiera de golpe
arrinconar olvidos y semanas
junto a los nidos de agua
de mi secreta cáscara.
Si lograra arrojar
en las islas neutrales
las cenizas que muerden el árbol y las lágrimas,
y pudiera dejar que una ecuación rotunda
insertase su atmósfera de pétalo
en cada pabellón desamparado;
empapada de estrenos sobre un licor tardío
bebería las notas
de un festival de espigas y de vuelos.
Pero apenas soy sangre
que retumba en los muros
de la piel cotidiana,
y en mis hombros fatales
amamanto a una araña de sal
que desvaría.
Por Teresa Palazzo Conti
Mención de Honor Georges Zanun Editores, 2008
LA CASA HABITADA
Para aquellos que negaron sustentarse en tu vida.
La casa habitada era silente, secreta por saltos ajenos a la realidad.
Hacía falta en el ambiente la figura exacta de los padres, sin embargo, la presencia de los hermanos, espaciaban la genealogía perpendicular cuadro a cuadro, esquina a esquina, aún así, resultaba extranjera e infecunda la gratitud de sus vidas.
En el patio, más al fondo del pasadizo empedrado, residía un pequeño huerto con diminutas flores, cada una de ellas habían sido labradas con calor humano, a verdad mía, lo humano resultó ser escaso. Alrededor de la casa las cañas hacían su labor, ambientar el hogar con su solemne tristeza, mientras pasaba esto, los otoñales vientos hacían presagiar el retorno de la voraz negrura. Estaba anocheciendo y nada se podría hacer.
Las flores apiladas y marchitas mantenían aún el incansable aroma de todos los días vespertinos. Sencillo eran esos días furtivos, cuando ocupábamos con una sola mirada el vasto tiempo de la felicidad, los ojos de mi madre, la voz de mi padre y mi hermana con sus pequeñas tonterías. Todo hacía iluminar el verdadero sentido de la existencia. La muerte no era una vida ya vivida ni tampoco la vida se había convertido en una muerte por venir, la vida y la muerte solo eran dos pequeños niños jugando a las escondidas, cada quien tenia su turno y cada quien descubría al otro. Así transcurrían las palabras de mis padres, entre un carajo y un beso. Son las cinco de la tarde y aún musitan sobre los muros las lecciones impropias de la vida. También se ofrecía a mi levedad, la presencia de una mujer humilde. Mesuraba con su buena sonrisa, aquel sentimiento que comprendía mi cuerpo, y las cosas de su cuerpo también lo advertía. Los vapores de su presencia me enseñaron a revertir toda tristeza ajena y propia, precipitaba mis emociones con facilidad, no había excusa para estar solo, aunque con ella hasta la soledad se podía lograr. Recuerdo también el momento de su partida, con sencillos aires diría que mi futuro se extraviaba junto a sus pasos que se van, los que se iban entre corceles y heraldos mal venidos. Aún me siento bien, aún vivo y me siento bien.
El recuerdo había asaltado de pronto a mi frágil memoria, mi hermana, o como se llame aquella mujer, había crecido entre la escasa esencia del bienestar, también entre rencores, entre árboles diminutos y de la misma forma ocurría con el secreto de su devenir y mi reencuentro a su fácil sonrisa. La reconciliación tampoco se hace esperar cuando las personas con paciencia generan en sus manos el momento ofrecido.
Las florecen aún están vivas, lo siento, están creciendo lentamente, vuelven sus colores matutinos, vuelven sus fragancias a la tierra amada, incluso, creo percibir en el horizonte, que la casa esta habitada.
Por Ricardo Javier Calderón Inca
ÉXODO
Hacia las aguas del estuario
desfilan las estatuas
aisladas de sus sombras.
Han crecido quemaduras musgosas
sobre la carne helada.
Campanarios iracundos
descendieron
a grabar laberintos
en la dureza de la culpa,
y el mandato de piedra
rompió su juramento.
Un impulso de pétalos
desnudó la cascada poderosa
y las formas inmóviles
volvieron a los trajes antiguos
de sus dueños.
No había habido derrota;
apenas la zozobra del virginal destierro,
y el corte del cincel
sobre el talle ceñido de las formas.
Entre cimientos rotos,
espectros sin latidos
rastrean viejos párpados
para vaciar sus lágrimas;
y algún ave inocente
buscará todavía
esas piras secretas donde posar su vuelo.
Por Teresa Palazzo Conti
Cuando Nieva Sobre los Cedros
Miro a través de mi ventana,
amparada en el calor de esta cálida
habitación en que me encuentro,
embelesada espectadora del paisaje
que se vislumbra a lo lejos.
El parque se extiende bajo la bruma,
copos blancos se deslizan suaves
sobre los cedros,
se escucha como música de fondo
el sonido sibilante del viento,
viento de hielo que acaricia,
duele y embellece
volviendo el paisaje extraño,
como extraído de un cuento.
Imagino serpenteando el vientre
virginal del bosque,
un largo sendero cubierto de nieve,
colchón que amortigua y hace sigiloso
el paso de duendes y de lobos.
Envidio la madera inmóvil,
aunque intensamente viva,
enraizada, oteando el cielo,
el viento helado le duele
mientras los lobos la rodean,
refregando contra ella sus
erizados lomos,
transformados en suaves corderos
danzando con los elfos.
Desde mi ventana, aislada de ese frío,
veo la nieve caer sobre los cedros,
suave y melancólica,
embelleciendo,
entonces mi espíritu se desprende de mí,
atraviesa el espacio,
ingresa en el árbol,
siente su fuerza, bebe de su savia,
y enamora al viento.
María Magdalena Gabetta
Río Tercero – Córdoba – Argentina
DESHIELO
De nieve en nieve,
busqué el legado final del aguacero.
Clavé, de roca en roca,
la pregunta inicial sobre la tierra.
El dictamen del nuevo rompimiento
estaba por grabarse;
tan cerca y tan sin guerras
que costaba aceptar el exterminio.
Corre la sangre blanca
por raíces compactas.
A calor y a cuchillo
le han herido la piel.
La ironía del invierno
rueda escudriñando entre fuegos traidores
y avalanchas.
Desde ventisqueros infieles
la montaña limpia sus culpas milenarias.
Apenas van naciendo las súplicas,
y en las madrigueras de barro,
crece el olor a savia y a silencio
hasta el brote primero
de algún árbol.
Teresa Palazzo Conti
http://www.lapoesiadeteresa.com
Desazón frente al designio de la naturaleza, en pleno invierno,
y aún sin el manto de nieve acostumbrado en las montañas.
San Martín de los Andes, Argentina, julio de 2008
13º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
NEVANDO EN LA GUINEA
NºXIII 08-11-2.008
EDITORIAL XIII
El tiempo de la literatura
El tiempo corre. Es algo que sentimos en nuestra vida cotidiana a partir de cierta edad y es algo, también, que apreciamos en el transcurrir del tiempo histórico. Hay un tiempo marcado y definido por la convención de los calendarios frente a un tiempo que viene fijado por los acontecimientos. Los años y los siglos se suceden de un modo inequívoco a través de las fechas, pero las épocas nacen y mueren de otro modo. A nadie se le escapa que el siglo XX, que para los calendarios nace el 1 de Enero de 1901, surge en realidad tras el terremoto de la primera guerra mundial y la revolución de octubre de hace, este mismo mes, setenta y un años, y muere para los calendarios el 31 de diciembre de 2000 mientras que para la Historia sea la fecha del trágico atentado de Nueva York el que dé el portazo definitivo al siglo XX y suponga el inicio del XXI.
Poco años han transcurrido, por tanto, en este siglo y parece que haya pasado de todo. Se han acentuado algunos dramas, como la hambruna, las guerras y las bolsas de miseria. Una parte minoritaria del mundo se ha enriquecido con extrema rapidez y ha arrastrado a la humanidad a una crisis cuya dimensión aún no conocemos. La violencia muestra su cruel y cruenta faz que nos indica lo vulnerable y frágiles que somos. La tecnología, sin embargo, se ha desarrollado de un modo que hace bien poco ni hubiéramos imaginado, aunque no hemos resuelto graves problemas como los mencionados ni cuestiones morales de vital importancia. Han nacido nuevas formas de rebeldía contra un mundo que mantiene la injusticia como característica esencial. También nos confunden nuevos simbolismos que nos cuesta interpretar.
En medio de todo este caos, natural e inevitable para algunos, mientras otros consideran que es preciso superar, la literatura se vuelve una vez más un lugar que nos devuelve una mínima serenidad. La literatura no deja de ser esa necesidad de contar y de embellecer la realidad con las palabras. Es algo que ha existido siempre, desde las cavernas, cuando los primeros seres humanos se reunían para intentar explicarse la vida y recurrían a las metáforas y a los símbolos para que todo se volviera más benévolo y se siguiera buscando la felicidad en un mundo tan poco propicio.
La poesía es un arma cargada de futuro, afirmaba Gabriel Celaya. Nosotros somos partidarios de tan bella metáfora y deseamos que las armas, las de verdad, se conviertan en versos, en relatos, en novelas, y no continúen siendo las herramientas de matar que son ahora. Porque la literatura, al igual que en otras épocas, sigue siendo la forma de explicarnos el mundo, lo que nos rodea, lo que nos desasosiega o nos emociona. Por eso creemos también que la literatura no debe ser esa torre de marfil que algunos desearían, aun cuando a menudo el mundo nos parece tan horrible que nos tienta encerrarnos en tan bella torre. Pero sólo una literatura capaz de adentrarse en la sordidez del mundo podrá hacernos vibrar, aunque pueda, es verdad, hacernos también daño.
El tiempo corre, pero la literatura permanece como ese magma que va creciendo año tras año. Podemos sumergirnos en las obras del pasado y reconocernos en ellas, es universal y atemporal. Como decía Bernardo de Chartres, seguimos siendo enanos a hombros de gigantes. Gracias a ello podemos otear el horizonte y proseguir el camino.
LA RABIA
Mi rabia es una hambrienta,
se disfraza de paciencia,
se apellida Sarmiento
y es experta en esa ciencia
de juzgar el arrepentimiento
y se trepa en la indecencia.
Escupe afuera el momento,
saca a pasear a tu rabia
¿no ves que sin incremento
toda tu mierda se te radia?
Hoy me conocí indefenso,
hoy creé seria circunstancia,
hoy me arrepentí inmenso
de toda la verdad sin falacia.
Desahúciame de lo que pienso,
vacíame de toda mi gracia,
clávame en pared y dame pienso,
deshazte de mi acrobacia,
ama aquello que desprecio.
¡Sé sólo para mí la gran reacia!
Toda esa luz tiene su precio,
toda esta montaña es burocracia,
huye de lo que es cierto,
huye de toda cruda desgracia.
Ya no respeto lo que yo pienso,
ya no acude a mí la contumacia,
soy de mí mismo un preso,
acudo al rincón de la farmacia,
ya no saludo, rezo o hago sexo;
todo en mí se ha hecho ineficacia,
se ha acomodado todo el peso
vacío que deja la infancia.
Hoy comento conmigo lo siniestro
de perder mi militancia
donde las resinas pegan mis restos,
donde las huellas de la perspicacia
me dejaron deshecho.
Por Cecilio Olivero Muñoz
EL ENTIERRO
Me extraña verle aquí, le dije a modo de saludo. Me había acercado discretamente nada más reconocerle unas filas delante de mí. No me costó distinguirlo pese al tiempo. Hasta ese momento él no se había dado cuenta de mi presencia y por un momento, mientras aún no tuvo claro quien era yo, y es que habían pasado muchos años, le debió de molestar que alguien se dirigiera a él. Tampoco lo esperaría y quizá no lo desease. Pues usted tampoco es, me parece a mí, de los que se esperaban ver por aquí, me espetó nada más reconocerme. Sonreímos condescendientes. Ha venido por mala conciencia o por cerciorarse de su muerte, me preguntó. Eso mismo me gustaría saber de usted, le dije entre murmullos, para no molestar el desarrollo del entierro. Yo le pregunté antes, me dijo en susurros, aunque era evidente que había cierta disposición de mando en su voz. Recordé que siempre le gustó llevar la batuta de todo, que nos diéramos cuenta que quien mandaba era él, no sólo por una cuestión de escalafón. En todo caso, me había formulado una pregunta que, con toda certeza, del mismo modo que me pasaba a mí, llevaría dos días haciéndose, desde que le llegó la noticia del fallecimiento de nuestro antiguo enemigo y prisionero. Era verdad: había pasado mucho tiempo, treinta años nada menos, habían sucedido muchas cosas, y de pronto la noticia de su muerte nos enfrentaba a viejos fantasmas.
Nos mantuvimos en silencio el resto del entierro. La pregunta quedaba pendiente de respuesta y él me daba tiempo sin duda para que yo mismo me aclarase. Si me ha hecho esa pregunta, tuve para mí, es porque le domina cierta culpabilidad. Él, además, era mayor que yo, no podía alegar que entonces era demasiado joven y excesivamente influenciable. El hombre que ahora enterraban, por otro lado, también albergaría, mientras estuvo vivo, sentimientos hacia nosotros que no serían, ciertamente, amables ni considerados. Era lo normal. Aunque es posible que el tiempo ablandaría en él el odio y las ganas de revancha, sin duda justas o al menos comprensibles.
Las cosas habían cambiado, me dije, que era un modo de justificarme, porque era como decir que entonces era todo distinto y por tanto ciertas cosas podían hacerse. Pero bien sabía que aquello era una excusa tonta, sin sentido. Quien había cambiado era yo y también, seguramente, mi inesperado acompañante. Pero aceptar el cambio suponía, en cierto modo, aceptar el error, incluso aceptar la culpa. El bien y el mal bregando por imponerse, era lo que había detrás de todo aquello, lo moral, lo ético, frente a lo amoral, lo inmoral. Disipé, no obstante, esta reflexión, no tenía ganas de lanzarme a unas cavilaciones que, por otro lado, no sabría como desarrollar y me daban miedo. Las cosas fueron como fueron, pensé, ahora no haría lo mismo, claro que ahora, de volver a ser joven y volver a vivir las mismas circunstancias, me faltaría la experiencia y seguramente cometería los mismos errores. Las mismas burradas, rectifiqué para mí. No pude evitar, ¿tal vez tolerar?, el recuerdo del ahora fenecido como víctima de nuestra impunidad. Y no en vano de cierta injusticia esta vez legal, al final y al cabo nosotros fuimos los vencedores y en consecuencia impusimos la ley en nuestro beneficio.
Terminó el entierro. Se formaron corrillos y algunos de los presentes iban de uno a otro saludando a conocidos. Nadie vino a hablar con nosotros, nadie nos conocía. Nos pusimos a andar hacia la salida del cementerio. Sólo entonces me di cuenta de su edad y del deterioro del tiempo que su cuerpo reflejaba a todas luces. Nada que ver con el hombre que fue, pensé. Ahora incluso podía despertar alguna afectuosa estimación producto de la ancianidad. Tendría nietos, pasearía con ellos, les contaría viejas batallas neutras, les aleccionaría sobre el bien y el mal, supuse que algo de todo eso había, aunque no tenía respuestas certeras a mis dudas. Tampoco se las plantearía, quizá porque para sus propias dudas no tenía respuesta.
Tiene contestación a mi pregunta, me dijo en cuanto estuvimos fuera del cementerio. No estoy aquí por cerciorarme, le dije. Tampoco me atormentan los remordimientos, continué poco después, al ver que él no decía nada, aunque a veces creo que debieran atormentarme, añadí. Usted cumplía órdenes, susurró, como si todavía estuviéramos rodeados de personas y debiéramos mantener la compostura, mis órdenes, añadió. Significaría eso que a él si le remordía la conciencia, me pregunté. Sin embargo, no llegué a formulárselo. Supuse que todavía me dominaba el concepto de escalafón presente en toda disciplina militar: los subalternos no podían cuestionar las decisiones ni plantear asuntos que pusiera entre las cuerdas a los superiores. Creí ver que me miraba agradecido por mi discreción. El mundo está mal hecho, afirmó, siempre lo estuvo. Avanzábamos lentos, nuestras miradas en paralelo, sin mirarnos directamente. Fuimos peones en un tiempo infame, confesó. Aunque créame, me dijo, fue toda una confesión que tal vez no esperase, daría lo que fuera por haber podido hablar con el hombre que hemos enterrado y con tantos como él.
Paró ante un coche. El chofer salió y le abrió la puerta de atrás. Fue ese el único momento en que nos miramos a los ojos. Me estrechó la mano y me la apretó. Un gusto verlo, me dijo antes de subir al vehículo, cuídese. Quise creer que en su voz había tristeza y gravedad. Eché de menos, sin embargo, como en una mala película, algo de trascendencia.
Juan A. Herrero Díez
LECCIONES DE COMPORTAMIENTO
Si te oprime en el pecho algo,
si toda tu causa es ser feliz,
si pagastes un precio muy caro,
si piensas tan sólo en ti,
si culpas a la crisis y al paro,
si deseas tan sólo vivir,
si deseas otro mundo raro,
si deseas cambiar tu matiz,
si deseas pasar por el aro
desea la paz para vivir,
desea un mundo logrado
que nace todo para nosotros,
no te des con un canto rodado,
date tregua, sé de los otros,
acaba con lo comenzado,
que la vida respire en tus poros,
encuentra siempre sendero,
desea una paz nunca vista,
ponle música al minutero,
disimula tu vena artista,
no pongas a nada un pero,
vive de manera altruista,
intenta ser siempre sincero,
nunca seas pesimista,
confía en el amor verdadero,
pierde el orgullo de vista,
ocupa si no ves casero,
vive de manera distinta,
renuncia al podrido tablero,
moja tus frustraciones en tinta,
sé tú mismo o sé diferente,
cámbiale a todo la pinta,
vive siempre el presente,
deja que todo exista,
sé un cobarde valiente,
apártate de lo victimista,
intenta tener limpia tu mente,
perdónate a ti mismo la vida,
ríete de lo consecuente,
no hurgues nunca en la herida,
deja tu idea patente,
canta tu canción preferida,
mira siempre al frente,
siente la voz del instinto,
recuerda lo que está ausente,
no digas nunca me rindo,
haz el amor frecuentemente,
cáete de un nuevo guindo,
di te quiero a quien quieres,
no hagas jamás la puñeta,
lucha si siempre tú pierdes,
no te cambies la chaqueta,
recuerda lo que tú eres,
mama siempre de la teta,
encuéntrate si te pierdes,
huye de las alcahuetas,
vive por que nunca mueres,
huye de las fingidas maneras,
refínate si tú quieres,
ama entre las trincheras,
vive esta vida de vaivenes,
haz del amor tu condena,
colecciona distintos sostenes,
sonríele a la oscura pena,
ponle negrura a los papeles,
sé de la alegría mecenas,
traspasa de luz a las pieles,
ponle a tu sordera antenas,
endúlzate con dulces mieles,
lucha contra las cadenas,
hazte fiel a los infieles,
mira la luz de las estrellas
y desea la paz siempre.
Por Cecilio Olivero Muñoz
Una visión peculiar sobre la literatura africana y latinoamericana.
Por Cristian Claudio Casadey Jarai.
Con el fin de legitimar la expansión colonial europea en África se han forjado a lo largo de la época de predominio del hombre blanco sobre el negro extraños conceptos convertidos en “tópicos literarios”. Si bien no se encuentran desprovistos de su realidad, sobrellevan una importancia completamente diferente, de un claro enfoque occidental. Las tradiciones orales, la poesía, el cuento y la leyenda son géneros africanos propiamente dichos, mientras que la novela es importada de Europa.
La africanidad se desarrolla, jamás permanece estática, y al igual que en la América Latina evoluciona y se desarrolla narrativamente como ha sucedido siempre en la historia universal de la literatura.
Continente de grandes contrastes, no es llamado negro solamente por el color de piel de sus habitantes, es por lo impenetrable de su naturaleza, en apariencia exuberante y simple a la vez. La imagen de África como un territorio virgen e imposible de civilizar es a menudo similar a la asociada con Latinoamérica. La misión “educadora” que realizaban las potencias blancas sobre las razas consideradas inferiores, negros e indígenas, quedaba plenamente justificada a los “ojos de la ciencia y de la religión”.
Afortunadamente esos tiempos violentos han quedado en manos del pasado. El momento actual sin embargo, ofrece nuevos retos, más difíciles en cada nueva ocasión. La lucha contra los estereotipos y los prejuicios es uno de ellos.
Asociar a ciertas nacionalidades con algunos defectos, a menudo muy graves, es un recurso harto usado políticamente. Sólo basta recordar todo lo acontecido en las guerras, en la historia. También la literatura sabe aprovechar muy bien aquellos “tópicos”.
El negro e indio vagos y ladrones, el blanco racista y explotador, el judío estafador, el gitano delincuente y muchos más; son tácticas frecuentes para desmerecer a alguien y derramar infamias sobre ciertos sectores humanos.
La literatura africana y latinoamericana actual no ha podido todavía eliminar por completo los presupuestos ideológicos que se establecieron y repitieron hace tanto tiempo. A pesar de todo, se vislumbra una luz muy brillante al final del túnel.
Hoy en día, en especial gracias a internet, una nueva generación de escritores encuentra de una manera más o menos accesible poder expresarse en cierta libertad. Es de admirar como se multiplican los foros y portales literarios, en donde todo tipo de literatura se ofrece al internauta. Bien sabido es que los hábitos de lectura en internet no son los mismos que en el “papel”, pero más allá de toda crítica es destacable la oportunidad que brinda este nuevo medio (no tan nuevo ya) para expresar ideas que serían muy difíciles de exponer en otra manera. De alguna manera, se ha logrado “democratizar” el derecho a escribir, a manifestarse, a tener “los cinco minutos de fama” que tanto menciona Warhol.
Ya no se trata de exteriorizar lo interno, es interiorizar lo externo, volver propia la realidad para poder plasmarla de una manera nueva, una visión completamente diferente. En ese punto se nota una gran diferencia entre la cultura africana, eminentemente colectiva, social, mientras que la latinoamericana es casi completamente individual, personal. Un equilibrio entre ambas es una ardua búsqueda constante.
Los escritores e intelectuales en general no permanecen ajenos al devenir de la historia, de los movimientos sociales ni de sus países. La literatura es un arma poderosa, la cuestión es usarla al servicio de la verdad.
Cabalgo
Corroída hasta los huesos
Espejismo débil de mis fauces
Cabalgo la noche en alazanes de pena
Despinto el sol en las madrugadas.
Me deje ganar por la victoria
Y perdí la partida contra el silencio
En las montañas repose el llanto
Corrompí tu imagen frente al espejo.
Me sacudí los olores de tu encuentro
Y amenace al amor
Cabalgo ahora en alazanes de tu suerte
Ya mi reflejo
Es una
Mentira
Errante
Entre
Ecos
Solitarios.
Por Gabriela Fiandesio
VIAJE A TU CUERPO
Te ves tan indefenso estando dormido… Te queda muy bien eso
de «niño grande». Camino alrededor de tu cama, silenciosa en medio de la penumbra. Me agacho para observarte de cerca. No me aguanto las ganas de tocarte. Mis dedos ruedan por tus mejillas. Me provocas
ternura. Te estampo un beso en la frente tan leve como el toque de
una mariposa. No te quiero despertar. Sospecho que sueñas con otros
mundos por la sonrisa que se dibuja en tus labios. Reparo en la mano
puesta sobre la almohada. Sigilosamente entrelazo mis dedos con los
tuyos. La caricia me estremece. La cercanía de tu boca me turba.
Me arrodillo frente a ti para observarte con más detalle. Con la punta
de los dedos recorro tu barba. Acerco mi cara para sentirla pero de
pronto te mueves y decido desistir. Observo tu cuerpo semidesnudo y
el ir y venir de tu suave respiración. Estás profundamente dormido.
No recordarás nada mañana. Deslizo mi mano y acaricio tu hombro.
Continúa mi recorrido y llego hasta tu pecho. Cierro mis ojos igual
que tú. Quiero grabarme el contacto con tu piel.
Así embelesada sigo hasta tu ombligo. Continuar ese rumbo parece una insensatez. Esto es más fuerte que yo, y después de pensarlo un segundo, me pregunto quién me podría acusar de insensata, si sólo estamos tú y yo. Siento la suavidad de la tela que te cubre. Tu cuerpo se despierta a mis caricias, mas tú sigues dormido, y nunca lo sabrás.
Aparto la mano avergonzada y ansiosa. Y cuando me doy la vuelta para alejarme siento que sujetas mi muñeca. Me halas hacia ti, rodamos y me atrapas bajo el peso de tu cuerpo. Siento tu evidente excitación entre tu cuerpo y el mío. Cubres mis protestas con tu boca y me voy de este mundo feliz.
Correspondo a tus caricias con igual intensidad. Tu cara entre
mis manos, tus manos en mis caderas. Poco a poco desaparecen mis
ropas sin que lo quiera evitar. Con igual desesperación retiro las
tuyas. Tu boca hace excursión por todos mis rincones, mientras yo
dejo escapar mil gemidos de pasión, esperando mi turno para reciprocarte. Cuando me llega el momento lo hago con total delirio,
asegurándome de arrancarte gritos de placer. Ahora sólo deseo que me hagas vibrar volviéndote uno conmigo…
A lo lejos se escucha la alarma del reloj despertador. ¡Hora de levantarse! ¡Maldición!
Febrero 2008
Por Ruth Evelyn “Jensy” Mendoza
I
Busca en mi juventud
un fuego de viento.
Retrata el color
de aquella expresión
(El viento y el tiempo
han borrado los recuerdos)
Por Gabriela Fiandesio
Crisis del capitalismo.
Por Cristian Claudio Casadey Jarai
¿Quién de mediana edad no se acuerda de la caída del infame Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética?
Muchos realmente no creían que alguna vez fuera a desaparece uno de los imperios más poderosos de la tierra, sin embargo la historia ha enseñado más de una vez como desaparecen civilizaciones y como emergen otras.
La contraparte del extinto gigante comunista parece ser que también llega a su ocaso. El malestar provocado por las incertidumbres económicas, las diferentes crisis que enuncian los medios de comunicación y un creciente descontento general podrían considerarse como los síntomas de una enfermedad que carcome a los países fuertes desde su interior. Muchos culpan a las guerras, a la inmigración, a la corrupción; cualquier cosa es buena como chivo expiatorio. ¿No será simplemente que ha llegado el final de un sistema económico tal cuál lo conoce el hombre? ¿Fin del capitalismo tal vez?
No es muy alocado el planteo. Ya anteriormente hubo quien mencionó (Francis Fukuyama) el fin de la historia.
En su momento fue muy claro para cualquier observador a la distancia el rotundo fracaso del comunismo, no como ideología, pues las ideas siempre se mantienen vivan mientras exista alguien que piense sobre ellas, tal es el caso del anarquismo para dar un ejemplo, en teoría vive y se encuentra posiblemente más vigente que nunca, pero en la vida práctica no se ve ni un tímido resplandor del mismo. Todavía falta mucho que aprender, la humanidad se encuentra en un permanente estado de cambio, a veces puede parecer evolución si se miran los adelantos científicos y tecnológicos, pero claramente es involución al tratar temas de igualdad social y fraternidad entre pueblos. ¿Será el conflicto un elemento siempre inmanente a la naturaleza misma de este cosmos, de esta realidad? Sin desear caer en largas discusiones metafísicas, es también la hora no solamente de un cambio a nivel económico, sino también de uno a nivel personal, espiritual, más allá de cualquier credo y/o religión, más allá del falso ecumenismo que propagan tantas iglesias; un compromiso con la propia esencia humana, con el corazón.
Es momento para que la poesía ablande las almas y abra los ojos a toda aquella verdad que permanece silenciosa y escondida a los ojos de lo cotidiano.
Tinta roja
Los dientes se sacuden/ dentro de mi boca
y queda ese sabor amargo en los labios/
despues del diagnostico fatal.
Regreso siempre, y nunca me he marchado/
Un hombre de mil fantasmas, coraza de piedra/
en año bisiesto/ tu enfermedad es la pureza
llámame antes de la muerte…
Una cadena de elefantes que respiran mi futuro/
un silencio mudo/ y descalzo que me hace
abrir los ojos en medio de esta noche azul.
Alzo los ojos y las manos/ mis dedos pueden alcanzarlo
Tinta roja en el césped…
Tinta roja en las manos…
Una muerte segura…
Un calor que hace que hoy escriba.
Por Gabriela Fiandesio
EL HIPPIE SOÑADOR
…es verdad lo que no conozco…
J.M. Caballero Bonald
Es una tarde de esas
hermosas y también cambiantes.
Los papeles gimen de sol amarillo.
Suena Suzanne en la radio
y los tiempos anuncian revolución;
cabello largo, sol de mediodía
hazme cantar la canción que sabes.
Los pollos negros son pasado,
las alegrías son futuras,
¡El siglo nos llama!
¡Venid todos a verlo!
Las apariencias todas engañan
y es verdad lo que no conozco,
veintitrés años en las rodillas,
un puente de alegre consuelo,
bailan las murallas y los muros suspiran;
¡vamos a cantar la canción de la noche!
¡a ver si la verdad viene pronto!
por que está breves ratos a solas,
respira en nuestros poros de la piel.
Suena a lo lejos la ignorancia,
te dicen unos: ¡Usted no sabe con quien
está hablando!
Te dan ganas de gritar: LIBERTAD.
Algo está cambiando,
¡las rosas nacen con eternas espinas!
Nos las pondremos en el pelo,
bailaremos locos,
viajaremos a la India
y reiremos por los rincones,
permitamos el amor,
suspiremos de los vientos del mundo libre,
andemos llorando de alegría en los patíbulos,
vivamos siempre aprendices de los ancianos,
que la vida corre deprisa en las palabras,
que los cielos son un mundo por ver,
que llamemos olvido a la superficialidad,
que movamos las manos levantadas,
que hagamos el amor de esquina a esquina,
(del lugar al momento),
del mañana hasta el presente,
todos unidos debemos renacer,
miramos otro mundo en nuestros corazones,
queremos el hoy de las armonías,
queremos ver salvajes azules en las miradas,
queremos por que podemos.
Por Cecilio Olivero Muñoz
12º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
NEVANDO EN LA GUINEA
NºXII 01-11-2.008
EDITORIAL XII
Estados Unidos, imperio, cultura y elecciones
Si nos preguntáramos qué son para nosotros los Estados Unidos y tuviéramos que responder sin pensar mucho, sin duda la respuesta dependería del momento en el que nos formularan la pregunta. No cabe duda de que la historia de los siglos XX y XXI está repleta de agresiones que aquel país cometió contra otros pueblos que se atrevieron, tremenda osadía, a discrepar de las imposiciones del Imperio. Los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos se han erigido en el juez del mundo, ellos dictan qué regímenes son los adecuados y cuáles se convierten en enemigos de la humanidad, hasta el punto de que su desfachatez no tiene límites: el país de las armas nucleares acusa y amenaza a otros que pretende tenerlas, cuando lo lógico sería que ningún país las poseyera y muchos menos las fabricara. Ellos imponen a base de dólares un modelo de vida consumista y un tanto superficial. Han apoyado regímenes siniestros sin escrúpulos para vulnerar la condición humana de sus oponentes.
Sin embargo, sería simplista que nos basáramos sólo en lo anterior para crearnos una imagen parcial de la realidad y así formarnos una opinión negativa de aquel país y de su sociedad. Sin duda los Estados Unidos son eso, pero también muchas otras cosas. El cine, el jazz o el rock tienen una denominación de origen claramente norteamericana. La literatura de los Estados Unidos está repleta de nombres que conforman nuestra cultura universal, también nuestro propio bagaje cultural más personal. Edgar Allan Poe, Mark Twain, Walt Whitman, J.D. Salinger, William Faulkner, Raymond Carver, Jack London, Truman Capote, Tennessee Williams, Ernest Hemingway, Flannery O´connor, Allen Ginsberg o Jack Kerouac son algunos de los nombres que se nos vienen a la cabeza por sus obras literarias, sin duda fundamentales. Hay otros muchos autores, igual que cineastas que han dado el mundo un formidable arte. De los Estados Unidos proceden, sin duda alguna, las sintonías de nuestros vidas, que serían muchos más pobres si no fuera por la aportación de Ella Fitzgerald, Louis Amstrong, R.E.M., Bob Dylan y tantos y tantos músicos.
¿Podemos simplificar por tanto lo que son los Estados Unidos y declararnos absolutos enemigos de un país que tanto ha aportado a la cultura de nuestro tiempo? Sabemos que simplificar es muy fácil. Las víctimas de la maquinaria de guerra norteamericana nos recuerdan que el (des)orden del mundo es injusto, como injusto es que un Estado, cualquiera que éste sea, imponga su ley por la fuerza. Pero no podemos tirar por la borda toda una cultura por una determinada política.
El próximo 4 de Noviembre habrá elecciones en los Estados Unidos y la atención del mundo estará puesta, otra vez, en aquel país. No es para menos, el equipo en el poder en la Casa Blanca va a determinar la política internacional. Esta vez, nos cuentan, se añade una cuestión simbólica que sin duda es importante: por primera vez se presenta un candidato negro para la presidencia, Barack Obama por los demócratas, y hay una mujer candidata para la vicepresidencia, Sarah Palin por los republicanos. No tenemos muy claro si el mundo cambiará mucho si ganan los demócratas o si se mantienen los republicanos, nos gustaría que algo cambiase, aunque muchos nos tememos, visto lo visto, que el (des)orden de este mundo se mantendrá desgraciadamente algunos lustros. Sea lo que fuere, esperamos que la cultura norteamericana siga ofreciéndonos sus obras, de momento una de las pocas cosas que nos hace confraternizar con aquel país.
A MI ABUELO
In memoriam.
Recuerdo de ti ese agridulce sonrojo
Tus manos de dedos gordos y pulidos
Recuerdo un atardecer demasiado rojo
Viendo ir al gorrión de las migas al nido.
Ese palpitar de estrellas en tus ciegos ojos
Esa música tuya de tiempos queridos
Esa cartera escondida que por antojo
Descubrí por casuales juegos escondidos.
Recuerdo a mi madre sacando mis piojos
Y tú riendo como halcón viejo ya herido,
Recuerdo de flores en ramos un manojo.
Tu silencio fumando tabaco se ha detenido
Por una espesa aureola de humo flojo.
Yo al fumar recuerdo “un nunca te olvido”.
Por Cecilio Olivero Muñoz
Soledad baja las escaleras.
Una serpiente se enrolla
Entre sus piernas.
Gime, clama, ruega, llora.
Nadie la oye.
Soledad ahora sube las escaleras.
Una pierna.
Una pierna.
Y la luna alumbra
Su inocencia.
Por Gabriela Fiandesio
Destino
Discutíamos de un modo adolescente si el destino determinaba por completo nuestra vida o si, por el contrario, éramos nosotros, como individuos libres, quienes forjábamos día tras día nuestro propio destino. Entonces Raquel, que parecía decantarse por la primera opción, nos contó aquella historia que, más allá de cualquier valoración que pudiéramos deducir, nos dejó un cierto mal sabor de boca.
A la chica la conoció Raquel en un avión. Fue a sentarse junto a nuestra amiga, que viajaba por cuestiones de trabajo a un destino lejano. Era, al decir de Raquel, una muchacha atractiva, aunque no despampanante. Llevaba los ojos enrojecidos y llegó acompañada hasta el avión por una mujer que habló con el comandante mientras los viajeros se acomodaban en sus asientos y que se marchó tras entregar al piloto un sobre marrón. Raquel supuso que se trataría de una deportación.
Como las lágrimas aumentaron nada más comenzó el avión a ponerse en movimiento para el despegue, Raquel le ofreció un pañuelo de papel, lo que dio lugar a una larga charla y a que ella le contara su historia.
La muchacha, le contó, había llegado a Madrid dos años antes. Viajó sabiendo a lo que se dedicaría, que era lo mismo que a lo que se había dedicado en su país de origen y que no era otra cosa que a prostituirse. Sin duda las condiciones de su ejercicio debían mejorar bastante de un país a otro, aun cuando aquí, le comentó la muchacha, era también bastante penoso, sin embargo le daba de sobras para vivir e incluso llegó a ahorrar algo de dinero. Trabajaba en un club, uno de esos establecimientos que se escudan en la forma de hotel pero que son verdaderos almacenes de mujeres y que brotan por toda la geografía, a las salidas de las ciudades.
Pronto se habituó al país, los hombres son iguales en todas partes, lo dijo más como un lamento algo forzado, un intento de compadrear con nuestra amiga, la diferencia está en otros detalles, ganaba más, todo era quizá más limpio, aunque también más distante y algo hermético. Pero éstos son detalles que a ella tampoco le importaban mucho. Quería hacer dinero y regresar algún día a su país con las espaldas cubiertas, el sueño de tantos emigrantes de toda condición que en el mundo ha habido.
Pero le ocurrió lo que sueñan tantas putas jóvenes que se emocionan viendo la película Pretty Woman y que consideran siempre que es algo imposible, conocer a un hombre que se encariñó con ella, tal vez por capricho o tal vez por amor, quién podría discernirlo, pero acaso era diferente en otras relaciones más convencionales, se preguntó Raquel mientras la muchacha se encarrilaba en su historia, y comenzó a frecuentarla y ella a sentirse cómoda con él, incluso a reírse con sus ocurrencias, pese a no ser Richard Gere, y también comenzaron a verse fuera del local, y a hablar y hablar hasta la saciedad, hablaron tanto que surgieron los planes y un día se fue del local, se despidió cuando podía hacerlo, había cubierto sus deudas de viaje y se marchó a vivir a la pequeña ciudad en la que él residía.
La suerte parecía comenzar a sonreírle. No tenía papeles pero encontró un trabajo en un restaurante de la sierra, cerca de donde vivía. Se trataba de un local de temporada cuyo dueño parecía contento con la muchacha. De hecho le llamó poco antes del mes de abril para proponerle tramitar sus papeles a partir de la oferta de trabajo que él le haría. Sólo tenía que hablar con un abogado y presentar toda la documentación necesaria.
Como mujer precavida que era, y un tanto dada al fatalismo, prefirió no comentarle nada a Francisco, su novio -le pareció raro emplear esta palabra, novio, referido a alguien que tenía relación con ella-, y comenzar las gestiones con cierta discreción. Tenía mucho vivido y sabía que las cosas podían truncarse cuando menos lo esperabas. ¿Para qué, entonces, desilusionar a personas a quienes quería?
Además, debía solucionar un problema acuciante, el del dinero. Lo poco que tenía ahorrado no era suficiente, le quedaba un poquito para poder afrontar los gastos. Había que pagar al abogado y gestionar además algunos trámites que requerían pagos un tanto costosos y se dio cuenta de que no estaba muy boyante, sino bastante limitada. Se planteó buscar un trabajo, pero sin papeles era difícil más allá de su propio ámbito local, había bastante control y pocos empresarios se arriesgaban a dar trabajo a quien carecía de permiso de residencia. Podía pedírselo al dueño del restaurante, como adelanto, sin embargo sabía que tampoco estaba bien de fondos y bastante hacía con permitirle gestionar sus papeles.
La idea le rondó desde el principio del problema, pero al principio lo rechazó. Sin embargo, poco a poco se lo fue planteado como una posibilidad que le pareció cada vez más llevadera y la única posible. Se trataría de volver al club una noche o tal vez dos y hacerse con el dinero suficiente para afrontar todos los gastos. Además, no tenía que acostarse con los clientes, simplemente bastaba con estar en la barra, charlar con los hombres y hacer que bebieran, con eso tendría ya una comisión que tal vez se tradujese en una cantidad más que suficiente. Sabía que Juliana, la encargada, se lo permitiría, había quedado bastante bien con ella y no le pondría problemas. Y a Francisco qué le digo, se preguntó. No tardó en ocurrírsele que lo más viable era decirle que iba a la capital unos días a ver a unas amigas de su país y que se quedaría con ellas el fin de semana, seguro que él no pondría objeción alguna y tampoco dudaría de nada.
Se decidió por la última semana de marzo. El viernes iría al club, así que el miércoles se lo comentó a Francisco mientras recogían la cena, sin darle el más mínimo énfasis. Tal como esperaba, no puso ninguna objeción.
El viernes al mediodía salió hacia la ciudad. Todo lo que necesitaba lo llevaba en una pequeña bolsa de viaje. Paró en la capital unas horas. No tenía nada que hacer hasta las ocho, hora en que otro tren le llevaría al club, así que paseó sola durante un buen rato. No sabría decir si se sentía nerviosa ante la noche que le esperaba, si presagiaba algo malo, como si una voz interior le advirtiera de que algo podría pasar, pero lo más seguro es que fuera que no, que nada vaticinara un fin trágico y que lo único que explicaba cierta zozobra era un leve remordimiento por esa noche en el club. Pero consideró que se trataba de algo necesario. Reprimió por tanto cualquier atisbo de intuición o mala conciencia o culpa que pudiera aparecer. A las diez en punto entró en el club. Se puso en una esquina, cenó algo y esperó a que llegara las once, hora en la que solían aparecer los potenciales clientes que le iban a permitir, esta vez sí, escapar definitivamente de sitios como aquel y encontrar de paso algo de felicidad.
Todo fue rápido, como en un sueño. Medio escuchaba a un tipo que le hablaba de no sabía muy bien qué cuando todo se crispó de pronto. No podía decir si alguien gritó o si se hizo uno de esos silencios tremendos que se anticipan a las tragedias. Vio las placas en las manos de aquellas personas y tardó un rato en comprender lo que estaba sucediendo. No puede ser, escuchó su propia voz, ajena a su voluntad, apenas un murmullo que devenía un lamento, esto no me puede suceder a mí. Un policía tuvo que repetirle que debía seguir a las otras chicas, todas como ella, extranjeras y sin papeles, hasta las furgonetas que esperaban fuera. Se sintió tremendamente sola una vez estuvo en la celda, después del trámite de entregar su pasaporte, de ser vagamente interrogada, de firmar unos papeles, los derechos le dijeron, que de nerviosa ni los leyó, y de hacer la entrega de sus objetos personales. Notó sobre sí la más profunda desesperación. Ni siquiera lloró, para qué, tal vez lo absurdo fuese lo vivido hasta aquel día y creer que había esperanza.
Le asignaron una abogada de oficio que le explicó que pasaría a un juzgado de guardia. La policía pedía su internamiento en un centro de extranjeros sin papeles para asegurar que fuera expulsada y era la juez quien decidía esta medida. ¿Tienes domicilio? La pregunta de la abogada, sin quererlo ni buscarlo, era para ella como una bofetada. Fue lo único que le llevó a mirarle a los ojos y durante unos segundos no supo qué decir. Es importante, le comentó la abogada, la juez te dejará libre si lo puedes acreditar. La suerte estaba echada, lo sabía, lo había sabido siempre. No había lugar a la esperanza. Nunca lo había. No, no tengo, musitó la muchacha. Apenas le quedaban fuerzas y sabía de antemano que la batalla estaba perdida.
– Por qué no le dijiste la dirección de tu novio -preguntó Raquel, conmovida por su mala suerte y vacilante ante la posibilidad de hurgar en la herida.
– No le podía hacer esto.
– Pero él, seguro, se enteraría de lo ocurrido, lo habrá sabido ya.
La muchacha tardó en responder. Raquel sintió por ella una lástima profunda, una pena inmensa.
– Quizá lo hice por mí -le confesó-, por mi propia cobardía, porque no hubiera soportado mirarle a los ojos.
Podía haber hecho muchas cosas, pensamos todos, sin duda fue una estupidez volver a aquel lugar, pero más allá de cualquier consideración sentimos que a aquella muchacha el destino no le trataba nada bien.
Juan A. Herrero Díez
I
Mi voz esta hecha de silencio
Corro las cortinas de la siesta
Pero todo sigue igual.
Un demonio negro tentando a las vírgenes.
Y yo sin abismos para trepar o caer.
Ahora se que soy
Una especie de mosca
Nadando en tu sopa.
II
Te sientes atormentado y yo igual
Quiero que bebas estas lineas que contienen
Fuego.
Descansare cuando todo haya acabado:
La ansiedad de poseer y el terror de morir
En brazos de esta noche ciega.
Este dolor esta matándome.
Y es solo un vómito contenido,
Una desgracia mas dentro de mi cuerpo.
Ya no es tiempo de perlas en los ojos
(agito banderas negras)
Solo sangre y
Nieve en los jardines.
Por Gabriela Fiandesio
TRIBUTO A LA TRIBU
Mundo viejo en lodazal de secano
Serpiente de jungla austral rasando
Museos tribales del polvo lejano
Mundo humeante de humo rodando.
Señor de queroseno, señor de metano
Lugar donde nacer y ver brotando
A un mundo de avaricia por lo indiano
Avaricia de materia recién supurando.
Donde se mira a ese dios de mecano
Un dios monstruoso derrumbando
Lo cercano, lo temprano, lo humano.
Donde se diseñan dioses deplorando
Justicia y ley, trucaje un tanto villano
Días de un cruel mundo loco explotando.
Por Cecilio Olivero Muñoz
1600, PENNSYLVANIA AVENUE
No quiero salir a esa calle,
donde se respira una alarma social.
Prefiero quedarme en mi casa
pues tengo lata que patear.
No quiero verme tan miserable
ni quiero sentirme White House,
siempre me he sentido culpable
por darme miedo Mickey Mouse.
La Avenida Pennsylvania huele mal,
mal huele la pesadilla nuclear,
repugnante paz de la guerra ideal,
sindicato del crimen de par en par.
Linconl es un paria de la libertad,
Nixon busca un magnetofón detrás
donde los Bush en estado de ebriedad
le frotan la puta a Clinton con aguarrás;
los Kennedy’s Brothers son otredad
y comparten con Washington mini-bar,
Carter da cal y arena a Panamá,
seguro Obama nos vendrá a salvar.
Los mundos se han hecho lejanos,
New York es una anciana prostituta,
gaviotas se comen sus propios guanos
y los villanos cobran su minuta.
Las barras y las estrellas se pavonean
y se creen las diosas del planeta,
mientras chicanos y negros se apean
y cruzan descalzos todas las glorietas.
Brindo mi brindis por la United States,
pues el capitalismo se cae,
así funciona el colmo que veis,
todo imperialismo también se las trae.
El mundo les pertenece a ellos,
ellos son los amos de la vieja Tierra,
ellos son los asesinos leguleyos,
a ellos les pertenece la miseria
[de esta vida perra.
Por Cecilio Olivero Muñoz
11º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
NEVANDO EN LA GUINEA
NºXI 25-10-2.008
EDITORIAL XI
Carabanchel o la voluntad real de olvido
El pasado jueves se iniciaban las obras de derribo de la cárcel de Carabanchel, lo que a nuestro juicio contradice de forma más que evidente la política de memoria histórica y demuestra hasta qué punto, tal como señalábamos en nuestro editorial del número cuatro de la revista, hay claroscuros en dicha política a la vez que se pretende hacer las cosas a medias.
Hemos de recordar que la cárcel de Carabanchel se inauguró en 1944 y su función fue la de mantener encarcelados a miembros de la oposición al franquismo. Por ella pasaron un sinfín de militantes políticos y sindicales, algunos de los cuales llegaron a tener un papel importante en la transición a la democracia, como Marcelino Camacho, dirigente durante años de Comisiones Obreras. El plan acordado entre el Ministerio del Interior, del que dependen los centros penitenciarios, y el Ayuntamiento de Madrid es levantar vivienda, oficinas y un parque. No obstante, el proyecto ha contado con la oposición de algunas plataformas de vecinos y de las agrupaciones de memoria histórica, también habría que incluir aquí una propuesta del CSIC, que piden infraestructuras culturales, que se mantenga en pie parte del edificio como recuerdo de la represión y que se fomente un Centro para la Paz.
Tal como dijimos en el número IV de la revista, no queremos plantear un debate político, no es éste el lugar, pero sí queremos intervenir en el debate social y cultural. Es nuestra voluntad favorecer cualquier iniciativa que parta de una voluntad de análisis del pasado y creemos además que este análisis debe ser amplio, sin cortapisas ni ocultamientos. Nos parece que si se pone sobre la mesa, como lo ha hecho el gobierno, la necesidad de dar luz sobre las injusticias de un determinado periodo histórico, se ha de llevar a cabo con todas sus consecuencias y se deben favorecer los gestos de reconocimiento hacia las víctimas del régimen franquista. Aceptamos que no haya revanchismos, aceptamos que se nos diga que hemos de superar diferencias, pero estamos de acuerdo en que tenemos que mantener ciertos símbolos como recuerdo de una represión que fue política, social y cultural, símbolos que han de ser también una invitación a que no vuelva a haber un régimen que quebrante los más elementales derechos de las personas.
Por ese motivo somos partidarios de mantener parte de la estructura de la cárcel. En Barcelona no se dejó huella alguna del Campo de la Bota cuando se construyó el Forum de las Culturas, las administraciones municipal y autonómica no se mostraron muy interesadas en el más mínimo recuerdo de un lugar que fue testigo del horror y sobre el que se levantó un edificio para exhibicionismo y solaz de una modernidad desmemoriada, y ahora Madrid repite el mismo error, lo que nos hace dudar de la veracidad de ciertos debates. Preferimos símbolos modestos que inviten a la reflexión que grandilocuentes discursos y gestos que luego mantienen ocultas injusticias y tragedias que no piden más que un mero reconocimiento social. De ahí que simpaticemos con las demandas de mantener el recuerdo de lo que fue la cárcel de Carabanchel, aun cuando sea a través de una parte mínima de la misma que quede en pie para recuerdo de lo que una vez existió allí, un lugar en que se encarcelaba a la gente por discrepar con el (des)orden imperante.
Patrocinio Carrera de Borrego
Doctor, yo se lo cuento,
De tal manera,
Y que si yo me sincero
Con esta vehemencia,
Es por que siento
Que el olmo no da peras.
En mi tiempo de mancebo
Tenía la cantilena,
Que mucho sospecho,
Era mi condena.
Pulcra sentencia del verbo,
Alegría de verla contenta,
Grillo ruidoso y pequeño,
Noche concreta y serena.
Amigos alejados del sueño,
Era como una verbena,
Pálido mecía el vocero
Que gritaba con voz plena.
Pisé fuerte al silencio,
Ella cantaba coqueta,
Ciudad altiva con restos
De ser y por ciento no era.
Frío tirita de invierno,
Virtud de miel y colmena,
Iban todas como un ejército
Esperando madrugada abierta.
Roto el candil del lucero,
Sabia fatiga se acerca,
Es como repetir el cuento
De aquella apagada luciérnaga.
Oscuro estaba el firmamento,
No había rastro de una estrella,
Un satélite rastreaba el panfleto
Aquel de dura tiniebla.
Parecía todo perfecto,
Roto el caño de la “canaletas”,
Estudiantes con el intelecto
Cojían endrinas a manos llenas.
Un viejo borracho y travieso
Peleaba por la ley de la fuerza,
Los jóvenes machos y fieros
por todo tenían pereza.
Un coche en estado siniestro
Guardaba yonquis de pico y vena,
Rostro lascivo del maestro
Aquel que enseñaba la guerra.
Tristes tigresas por dinero
Piropeaban de cualquier manera,
Papelinas repletas de yeso
Se vendían por la plazoleta.
Mudo y sobornado madero
Quería dormir en la selva,
Tintes tintados en un tintero
Dibujaban a las cigüeñas.
Con dalias pagaba un testaferro
De la divina riqueza,
Golpes daba un casero
Por que quería cobrar su miseria.
Parece el mundo pequeño
Pero es grande y algunos se marean,
Tinglados y vociferios
Cosían y cosían sus telas.
Yunque de fragua en hemisferios
Que a este no se asemejan,
Por que las putas con desvelo
En sus esquinas de sed revientan.
Yuntas y falsos techos
Para la voz de la alerta,
Venden unos negros crecepelo
De ese de las largas melenas.
Los hipies van con sus flecos
Encogidos en aquel teorema,
Y los punkies con remedios
Para circuncidar a sus penas.
Mochileros extranjeros
Vienen a ver las callejas,
Luego cuentan a sus abuelos
Que vieron a la infanta y a la princesa.
Lo que no se cuenta en verso
Se cuenta a la luz de las velas
Y ellos no cuentan el sendero
De las putas por Asia presas.
Doctores que se hacen ruleros
Y los voletaires les venden setas
Con el estremecido bombeo
De las jeringuillas de los proxenetas.
Palacio del bombardero
Ten cuidado y por ahí no te metas,
Negocio del trilero
Su rapidez es pura ciencia.
Mañana te doy un beso
Y tu dormida abres tu entrepierna,
Yo te acaricio el púbico bello
Y en un descuido me las cierras
Son cosas de este mundo perverso
Que domina hasta las fieras,
No lo cuente a nadie, es secreto,
Pero usted seguro lo cuenta.
Por Cecilio Olivero Muñoz
LA FLOR DE HOJALATA
De un latón de aceite de oliva
y una gardenia enlatada,
nació una flor que resiste
las aguas espesas que empapan.
Preciosa que cuando quiere
de posición cambia.
En boca está mi palabra;
imitadora del viento
sus caprichos son de plata,
y sus sueños de titanio…
Pétalo, gajo de naranja.
Se nota bien tu alma de cántaro.
¡Ay! Flor que languidece
flor que fue flor con su tallo,
¿Acaso este mal has de pagar
que debiendo pagas tan caro?
Pues oscilas entre dos mundos
y serás la burla del vil niñato.
Pues su verdad no la quieren,
Ni por compasión implorando.
Unos sucios quincalleros
que trabajan con sus manos,
el destino roban por rateros
esculpiendo carne de chapajo.
Ahora resulta ser quincalla,
Quisiste vivir decorando,
Quisiste ser bonita filigrana
Y eres sueño sólo un rato.
Soñaste tu realidad de lata
Y eres simple y vulgar cacharro
Que se mezcla entre la amalgama
Y eres chiste, risa y pasto
De la hambrienta carcajada,
Eres juego, tontura y pago
Que se paga con la entraña.
Eres la venganza del guijarro
Eres grillo, brizna y nada,
Eres el moscón del bello caballo
Que el dueño no quiere en casa.
Eres la belleza de lo flaco
La flaqueza bella que escapa
Eres la bella puesta en lo alto
Para que nadie pueda encontrarla.
Eres el bello rastro que pardo
Rastrea la bella muy parda,
Rastreando viene bella encontrando
Y no es rastro que es bofetada
Y belleza no le queda ni rastro
Ni pardo, ni encuentro, ni facha.
Por Cecilio Olivero Muñoz
Marcharse
Joel y yo vivíamos en un barrio lejos del centro, frente a las vías de los trenes. Todos los días veíamos cruzar cientos de trenes. No sé si esto, ver todos los días trenes que se acercaban o se alejaban de forma que entonces nos parecía con frecuencia tan caprichosa, tenía algo que ver con nuestra idea de marchar de la ciudad. Quiero pensar que sí, que porque nos poníamos siempre en las vallas frente a las vías o en el puente de la estación y contemplábamos la larga fila de vagones avanzar seguros sobre los raíles nació en nosotros el inmensurable deseo de irnos para siempre. Al menos es el recuerdo que guardo de la niñez, pero sobre todo de la juventud, Joel y yo juntos, cualquiera que fuera la estación, lloviera o hiciera sol, de día, en el crepúsculo o por la noche, los dos sentados y viendo en silencio los trenes que avanzaban ante nosotros con su canturreo metálico y de repente, cuando la fila de vagones desaparecía de nuestra vista, brotaba aquella frase, la decía él o yo, o la decíamos los dos juntos, casi a la par, que algún día, y no precisábamos fecha, el porvenir era inmenso e imposible de limitar, nos iríamos de la ciudad en alguno de aquellos trenes.
Recuerdo uno de los últimos días que estuvimos juntos ante las vías. Era domingo, comenzaba a oscurecer y había algo de tristeza en el ambiente. Se acababa el verano. Había un olor seco a hierba desaguada, a tierra tórrida y una vaga promesa de tormenta de temporada que las nubes, tras los montes lejanos, anunciaban para la noche. Joel me lo dijo tras un silencio ensimismado. Me voy el próximo mes. Mentiría si dijera que me sorprendió. Joel había acabado el instituto en junio. Se había puesto a trabajar poco después en un taller y no estaba contento. Me lo había comentado varias veces. Nos solíamos reunir al final de la tarde cerca de la estación, comprábamos unas cervezas en un colmado próximo y nos sentábamos en el descampado a ver pasar los trenes, a charlar de nuestro descontento y a soñar con nuestra marcha. Es curioso, pero aquel año no hablamos tanto de marcharnos. Lo soñábamos igual, pero no lo decíamos. Intuíamos tal vez que aquel verano era distinto. No porque lo fuera en los detalles, el día se alargaba igual, todo parecía más sereno y las horas se nos iban entre charlas y lecturas, como cualquier otro verano. Pero discerníamos que las cosas podían cambiar ese año, que era el año de la verdad, que se acababa una etapa y otra debía comenzar.
Joel me dijo que se iba a estudiar a otra ciudad. Había elegido unos estudios que no había en la nuestra y su padre había aceptado al fin que se marchara, sobre todo porque le concedieron una beca y se había pasado el verano ganando algún dinero. Deberías escoger unos estudios que no haya aquí, me dijo. Sentí no poca zozobra. Yo acababa el instituto el siguiente curso y no tenía claro lo qué quería estudiar o hacer, pero estaba seguro de que mi padre era más difícil de convencer y barruntaba que ya tenía él planes para mí que aún no me había referido. No, para mí las cosas no eran tan fáciles, no se lo expliqué a Joel esa tarde, pero yo sabía que en mi casa todo era diferente y que mi destino no estaba tanto en mis manos como quisiera, aunque quedaba todavía un año, las cosas podían cambiar, no podía cerrar puertas.
Joel se marchó veinte días más tarde. Fue triste verlo irse, pero también me sentí feliz por él. Seguí yendo al puente de la estación, a las vallas o al descampado donde tantas veces habíamos estado juntos. Leía, miraba los trenes o paseaba mientras pensaba en todo en general. Era imposible no recordarle. Esperaba que todo le fuera bien. Pensaba también en mi vida. No sabía qué iba a ser de mí. También es cierto que con frecuencia procuraba no pensar mucho en el futuro. Miraba los trenes y deseaba con fuerza poder irme algún día en alguno de ellos. Lo deseaba con mucha, muchísima fuerza, con tanta que parecía imposible que algún día realmente no fuera a marcharme.
Juan A. Herrero Díez
EDIFICIOS GRISES
Creo que me pertenecen sesenta metros cuadrados
de oxigeno claustrofóbico financiados por el gobierno.
Y una plaza de asiento en una sala de espera, con cafeteras
a setenta y cinco pelas el mal trago. Y una apretada cagalera,
despega de tu trémula zancada del hospital nauseabundo
a tu apartamento gris, que recuerda un retrato antiguo.
Quiero y no puedo salir de ese edificio, también
Grisáceo, que sobresale de mi herida amortajada con sueños rotos.
Pareciendo unos espantapájaros en la urbe submarina e inquisidora.
Un horizonte es para atrás, como la visión de las grúas desde
Abajo. Tal cual un Don Quijote y sus molinos. Yo miro, y comparo
los desafíos que las épocas han perpetrado a los más encogidos.
De rodillas y brazos en cruz de cansancio, de derrota…
Será de tanta miseria que se respira en la atmósfera.
Desde dentro para fuera y lo que recoges lo sueltas dentro.
Y lo que sobra mira desde fuera. Y no deja de mirarte.
El pijama es una agobiante prenda que te vela la pesadilla
de ver lo que te rodea… las alcantarillas tocan a muerto,
los fumaderos de hachís son bancos destrozados y alejados de todo,
los yonkis generacionales son traicioneros de por vida,
las madres de luto son vírgenes que se quemaron antaño.
Y los mártires de la locura son ángeles marcados con puntas
de estrellas, (por que está comprobado que en ellas está su destino).
Los bares de rumba populachera donde gritan los macacos,
(la cultura allí en el purgatorio baila la soleá de la ignorancia),
los niños lloran un llanto mecánico que aprendieron del biberón seco.
Los camellos, los proxenetas, los taberneros y los prestamistas
Se hacen mecenas de la muerte, hecha canción, ¡Por infinita vez ya!
en este, el mío rincón.
¡De sesenta metros cuadrados de oxigeno claustrofóbico
financiados por el gobierno!
Por Cecilio Olivero Muñoz
Sobre los pisos de protección oficial
Mi perucha divina,
El sueño del paraíso,
La cuerda del “status quo”
Y todo en un minuto.
Eres mi niña,
Escucho el murmullo.
Eres mi niña,
Y digo: soy tuyo.
Y tú me suplicas
Comernos el mundo,
Y yo te hago caso
Y nos exiliamos juntos.
A otro oculto barranco,
A otro triste mundo,
A que nos tiren la mierda
Que vierten los cenutrios.
Y otros personajes,
Como los que van camino
De habitar estos parajes,
Como escuchen mi eructo…
Pisos, altos como el acueducto
y el populacho todo junto
Pero esto que digo
No os importa ni un pito.
Y también me limito
A cantar por la noche,
Me tiro pedos, vomito,
Y cuando como hago ruido
Y pongo música y pataleo
Y despierto a los vecinos.
Y tiro colillas por el balcón
Y a veces me la saco y meo.
Les escupo a los niños
Y cuando llamáis os meo
Y os creéis que llueve,
¡Qué cosas tiene la gente…!
Saca el paraguas, que llueve.
Por Cecilio Olivero Muñoz
10º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
NEVANDO EN LA GUINEA
NºX 28-10-2.008
EDITORIAL X
Reedición de clásicos
Esta semana se ha presentado un nuevo proyecto editorial de la Fundación Biblioteca de Literatura Universal y de la editorial andaluza Almuzara que, bajo el nombre de Colección Minor, pretende publicar obras clásicas de la literatura universal a un precio accesible. De momento han sacado a la luz dos libros, «Veintiún sonetos de amor y otros poemas», de Sor Juana Inés de la Cruz, y «Navegación a Oriente y Noticia del Reino de China», de Bernardino de Escalante.
Ni que decir tiene que proyectos como éste son imprescindibles, además de una muy buena noticia. Sabemos que en momentos de crisis es difícil que vean la luz proyectos de esta importancia. Además, como venimos comentando en algunos editoriales, parece a veces que la cultura no sea prioritaria en nuestra sociedad, que sólo aparezca como un ornamento que luzca en momentos de bonanza, pero que se deja de lado cuando las cosas van mal o hay otras prioridades. No ayuda tampoco la marginación de las humanidades en los planes de estudio de la educación secundaria y nos tememos que el Plan Bolonia de Reforma de las Universidades tenga más que ver con una mercantilización de los estudios universitarios, lo que con frecuencia no es compatible con según qué ramas del conocimiento en un modelo económico que ha dado prioridad a los beneficios rápidos.
Todo esto vuelve más loable el proyecto de la Fundación BLU y Almuzara. No negamos que las editoriales, por su carácter de empresas, procuran y necesitan un balance positivo en sus cuentas de resultados, pero es también evidente que dichas empresas poseen un compromiso social de primer orden, la cultura, y que no pueden ser frívolas con los contenidos ni con sus políticas empresariales. No estamos afirmando, evidentemente, que se homogenicen las colecciones y que todo sea serio e intelectual, hay cabida a todo tipo de obras y a todo un mundo de públicos distintos, con intereses diferentes y plurales. La cultura es poliédrica. Pero sí creemos que hay que apostar por colecciones no siempre rentables desde un punto de vista económico, aunque deberían de buscar al menos no ser deficitarias y para ello, a veces, sin duda es necesaria la ayuda pública.
Sabemos que otras editoriales de obras clásicas han tenido problemas para sacar adelante sus colecciones. Los costos de distribución y de difusión dificultan mantener en ocasiones las mismas. Pero la pérdida de estas colecciones produce un daño enorme a la cultura de un país, que en el caso español no podemos permitirnos. De ahí nuestro interés con que proyectos de este tipo salgan adelante.
Para más información:
ODA A LA SAGACIDAD BURÓCRATA
No tengo enfermedades contagiosas
ni taras en lo físico o mental
ni soy adicto a drogas ni las tomo.
No he ido a comisaría ni a prisión
por burlar la moral establecida
ni por tomar sustancias indebidas.
Jamás se me ha arrestado o condenado
por dos o más delitos ni he sufrido
prisión de cinco años ni de más.
No trafico con estupefacientes.
No pretendo enrolarme en su país
en bandas criminales ni emprender
actividades contra la moral.
No soy espía o saboteador.
Tampoco terrorista o genocida.
No he socorrido a la Alemania nazi
ni a sus compinches en sus malandanzas.
No voy a trabajar allí y jamás
me habéis negado acceso y deportado.
No he procurado entrar en su país
con pasaporte ajeno o ilegal.
No he retenido nunca criaturas
cuya custodia le correspondiera
a alguno de sus muchos compatriotas.
He obtenido el visado sin problemas
y no me ha sido cancelado antes.
¡Ah! Tampoco pretendo me asiléis.
Puesto en claro ya todo lo anterior,
to the best of my knowledge and belief,
señorita azafata amabilísima,
¿podría usted servirme más café?
Por Andreu González Castro
UNA MAGDALENA POR EL 11 S
Blancas como las panzas de las ranas
en la charca azul cielo,
las pecheras en cruz de los aviones.
–Oh, my God! –repetían
llevándose las manos a la boca.
Dios mío, no el dolor
en abstracto: el dolor
que viene a la oficina
con legañas y un donuts y café.
Croan las ranas dentro de la charca.
La primavera trenza el terciopelo
del ruiseñor con el croar de ranas.
Llamando a Dios. Cambio.
Todas las unidades a Dios. Cambio.
Toda América llamando a Dios. Cambio.
Todo el mundo llamando a Dios. Cambio.
Por Andreu González Castro
El fin de semana
Nada más verle me di cuenta de que algo le pasaba, algo tremendo. Tenía la cara compungida, como si de repente hubiera caído sobre él toda la desgracia del mundo. Estaba sentado a la mesa junto a otros colegas, pero advertí que no se sentía bien porque su rostro reflejaba la mayor de las desolaciones posibles. Me senté a su lado y antes de que pudiese interesarme por él ya me hizo la pregunta: qué vas a hacer este fin de semana. Deduje que ya se la había formulado a los demás y que todos, saltaba a la vista, le habían dicho que se marchaban de la ciudad. Cuatro días de fiesta y el inevitable desabrigo de una ciudad tan funcional como Bruselas hacían ineludible la huida, llevábamos también muchas semanas dedicados casi en exclusiva a nuestros estudios, así que lo que menos queríamos era vivir, ahora que llegaba la primavera, la soledad más absoluta de un lugar que tan pocas ofertas nos brindaba cuando llegaban esos días de descanso. Para él cuatro días eran pocos días para poder volver a su casa, las comunicaciones eran escasas. Además, como su beca era ínfima, no tenía dinero suficiente para la vuelta en avión, única alternativa para aprovechar los cuatro días, o para marchar a otro lado. Había que añadir un horror casi enfermizo a la soledad, de ahí que su rostro mostrara bien a las claras el pozo de angustia al que estaba cayendo minuto a minuto.
Desde que le conocí me di cuenta de que padecía un íntimo terror a estar solo. Recuerdo que me fijé en él por la angustia que reflejaba su cara. Coincidimos la primera vez en unas jornadas sobre historia europea al que fui casi por casualidad y vi que llevaba un pequeño diccionario francés-español que consultaba con bastante frecuencia. En un descanso me acerqué a él y le pregunté si era español. Fui como una puerta que se abría de pronto tras una semana, que era el tiempo que llevaba en Bruselas, en la que había vivido en la más absoluta soledad. Por entonces apenas hablaba francés y no sabía ni inglés ni tampoco holandés, así que pocas oportunidades había tenido de conocer gente. Nos fuimos a tomar un café y en apenas media hora nos habíamos contado la vida.
Le habían dado una beca para un doctorado en historia moderna y era la primera vez que salía de España, si exceptuamos alguna estancia de horas en Portugal, cuya frontera quedaba a escasos treinta minutos del pueblo zamorano del que era oriundo. A medida que percibí ese terror íntimo que le aquejaba de un modo tan drástico fui reconociendo el valor que tuvo al salir de su provincia e ir a una ciudad a primera vista tan fría y poco amable como era Bruselas, aunque luego uno descubría su alegría interior, algo secreta, sin duda, y que costaba lo suyo descubrir, pero que existía. Ni que decir tiene que si no me hubiera conocido y no se hubiese cruzado con cualquier otra persona, habría podido caer en una depresión profunda o hubiese tomado tal vez una decisión errónea. Faltaba aún unos días para que comenzaran los cursos en la universidad, estaba llegando al límite en su estado de ánimo y además había tenido la mala suerte de alojarse en una de aquellas residencias universitarias tan lúgubres y sombrías que abundan en los centros universitarios y que quedaba a las afueras de la ciudad.
Como yo llevaba un año ya en Bruselas me había formado un núcleo de amistades y conocidos al que se incorporó él al principio como una tabla de salvación. Pronto se fue relajando y poco a poco desapareció la ansiedad que le había causado ese primer impacto de sentirse tan solo. Comenzaron las clases de la universidad y los logros que iba consiguiendo en el dominio del idioma le dieron confianza y recobró incluso el sentido del humor.
Hasta esa tarde, en que de nuevo aparecieron los nubarrones de la soledad. No contaba con que el jueves fuese festivo y que el viernes no había clase. Supuso, al saberlo, que los estudiantes belgas, holandeses, alemanes e incluso franceses de los departamentos más cercanos a la frontera volverían, muchos de ellos, a sus casas después de tantos meses sin apenas moverse de Bruselas, pero no contaba con que los españoles, portugueses, italianos y latinoamericanos íbamos a aprovechar esos días para nuestros propios planes de fuga. Isabel marchaba a Londres para visitar a su hermana que vivía allí con su marido y su hija. Sergio se iba a París con una enamorada reciente. Manoel visitaba Luxemburgo donde tenía familia. Y así uno a uno todos los amigos que iban pasando por el bar. Cuando yo llegué era prácticamente el último y el único recurso que le quedaba. Ver su mirada suplicante y sentirme responsable de él fue casi lo mismo. Además yo, que había sido la primera persona a quien había conocido allí. Me vi en la obligación de ser de nuevo su tabla de salvación. Lamenté por ello haber llegado tarde a nuestro habitual encuentro de las tardes. Si hubiera llegado antes, me dije, le habría podido decir que tenía planes y no me sentiría tan culpable. Pero, cómo decírselo ahora, cuando sus rasgos se iban descomponiendo por la ansiedad.
No le respondí en ese momento. Me levanté y dije que tenía que llamar a Raquel. Me dirigí al teléfono del café preguntándome cómo le plantearía a mi novia que tal vez no le acompañaría ese fin de semana a La Haya o que habría una tercera persona en nuestro viaje, planeado unos días antes. Sabía que no se lo tomaría muy bien. Pero era incapaz, maldita sea, de dejar a mi amigo en la estacada.
Juan A. Herrero Díez
INICIACIÓN AL LABERINTO
LA CIUDAD
No es sólo una ciudad: es la ciudad,
como el libro de libros es el Libro.
Es malla de avenidas y de luces,
Argos sin sueño pero con más ojos,
San Sebastián herido por los taxis,
Gran Cloaca cegada por el humo.
En su Downtown trafican con el humo
las corbatas de toda la ciudad.
Rascacielos insomnes como taxis
custodian los balances en el libro,
te uncen los aguijones de sus ojos
inyectados de sombras y de luces.
En China Town, con las primeras luces,
desaparece Fu Manchú entre el humo
para encarnarse en mil pares de ojos.
Y se revoluciona la ciudad,
en vez de tras de Mao y tras su libro,
tras el dólar sobado por los taxis.
Baja el río revuelto de los taxis
desde la Diamond Row lleno de luces,
brillos que le robó al pueblo del Libro,
y halla la 5ª un hombre casi humo
mendigando a los pies de la ciudad
con la angustia del frente entre los ojos.
Es Central Park un intermedio en ojos
de ardillas tan esquivas como taxis.
En el pulmón azul de la ciudad
la claridad no necesita luces:
se ha descorrido la cortina de humo
y la naturaleza se abre como un libro.
La miseria no cabe en ningún libro,
prefiere hacer su nido entre los ojos
que ha roto el crack y ahora vela el humo.
Donde no se aventuran ni los taxis,
no llegan los destellos de las luces
que deslumbran a toda la ciudad.
A nadie la ciudad mira a los ojos.
Plena de taxis, te dará en su libro
las luces, el embauco, el sueño, el humo.
Por Andreu González Castro
ODAS A MI HERMANA
(Escuchando a Alessandro Marcello-Oboe concerto
in C minor- Adagio- 4ª pista).
Hermana, mi delicia chiquita,
Mi antojo, mi primavera,
Mi tesoro, mi enjambre cargado de mieles,
Mi exquisita lucha ferviente,
Mi hermosa flor del agua,
Mi emotiva gardenia,
Mi romero espinoso,
Mi luciérnaga avispada.
Pequeña eres,
Pequeño es el lucero
Pero con una grandeza en la noche
Que alumbra el camino de los andurriales en tiniebla.
Pequeña eres,
Pequeño es el mundo
Y parece eterno.
Pequeña eres,
Pequeño es un pensamiento absorto
Y es el incansable ritmo de la libertad.
Pequeña eres,
Pequeñas son las canciones pequeñas
Y hermosas y con un mensaje triunfal.
Pequeña eres,
Pequeños son los niños y son la alegría
Del viejo mundo que da vueltas y más vueltas.
Pequeña eres,
Pequeños son los jazmines
Y es la flor más olorosa y embrujadora.
Pequeña eres,
Pequeños son los garbanzos y es la vitamina
Del pobre.
Pequeña eres,
Pequeños son los grillos
Y están cegados y plagados de noches.
Pequeña eres,
Pequeños son los placeres sencillos
Y sin ellos la vida no tendría sentido.
Pequeña eres pero con el corazón
Embelesado por los rumbos misteriosos
De la luna y las estrellas,
Y abrumada siempre por el designio
De la aurora que cierra su pestillo
Para exclusividad tuya.
(De su hermana menor).
Eres una azucena escogida para ser madre,
Eres tenaz e incorruptible
Pero eso son cosas que sólo sabemos tú y yo.
Recuerdo mis correrías a tu lado
Las bromas que te gastaba con tu maestra.
El aroma impregnado en tu piel
Cuando naciste.
Tu cabezonería al no querer besarme.
Tus juegos de niña graciosa.
Tus salidas de cuadro y tus fueras de tonos
Para hacer reír.
(Quien hace reír salva al mundo de la más
grande de todas las oscuridades).
Ten cuidado con el cornetín del infierno
Que anuncia altercados con tus seres queridos.
Yo sé que tu sueño es una profundidad
que nadie puede entender. Pero yo si entiendo.
Por que yo también la tengo.
Una profundidad donde todo cae
Hasta el vino cae a lo profundo del ser,
¿No va a hacerlo el sueño?
No pienses en los cobardes que un solo mundo quieren
Ni en los cabrones que a las cabras enseñan a ser ovejas.
Yo te puedo contar lo que quieres.
Quieres que el litigio entre la luz y la tiniebla
Sea un saludo cordial y termine con un apretón de manos.
Quieres que la noche desarrolle otro amor y se lo cuente
A los crepúsculos para que ellos sueñen con otra mañana azul.
Quieres coger distintas flores y unirlas todas en una armonía
Espectacular.
Quieres coger el bastón de tu abuelo y dibujar su silueta
Como un dibujo animado y bailar con él la canción de la felicidad.
Quieres hacer a la gente más bella por fuera
Para que sean bellos por dentro.
Quieres iluminar con focos de alegría los sueños marchitos.
Quieres reconstruir el rompecabezas de la vida.
Quieres pegar con pegamento escolar las ilusiones
Que se rompieron como copas de cristal.
Quieres sentenciar justicias para las injusticias.
Quieres alternar con un mundo en technicolor
Y pintar sin grises los días de lluvia.
Te quiero hermana. Te quiero como se quiere
A una hermana mayor aunque eres la pequeña.
Te quiero como se quiere a las fuentes del pensamiento purísimo.
Te quiero como se quiere a las mañanas blancas.
Te quiero como se quieren a los ríos trucheros.
Te quiero siempre. Y te quiero para siempre.
Eres una niña ya adulta furtiva de ansias de libertad.
Tus enfados son mis derrotas y tus sonrisas mi triunfo.
Entre hermanos no existen las discordias
Y se sufre cuando tu hermano sufre, por eso yo he querido
Escribirte esta oda cuando mi corazón tenía miles de mariposas
Felices dentro de él.
Dos hermanos se quieren por encima de todo.
Por Cecilio Olivero Muñoz
AMERICA THE BEAUTIFUL
América, he llegado hasta tu nombre
desde un cansancio hereditario
para traerte desde Europa
la fruta amarga del insomnio.
La pobreza harapienta se hacinaba
en camarotes de tercera
rumbo a la tierra prometida.
La flor de las axilas exhalaba
un aroma de sueño mutilado.
Fueron días y noches una noche
perpetua en las sentinas
de la desesperanza.
Fueron días y noches una noche
multiplicada por el hambre
y la sal encrespada del océano.
Pero ahora digo “fueron”
y los conjuro “fueron”
porque el ojo bullente del naufragio
no se fijó en nosotros.
América, he llegado hasta tu nombre
con este cuerpo por que trepan
la miseria de mis antepasados,
el ansia de justicia,
la luz del porvenir.
Rusia, Italia y Polonia son palabras
cuya música suena en la distancia,
tan solo en la distancia,
con bello acento de melancolía.
Pero, América, América,
hasta los lamparones de mi traje
se alegran con la magia
de tu hermosa bandera constelada.
Por Andreu González Castro
PASO A PASO
Me sirves un primer plato
Y luego me acuesto un rato,
Paso por escenarios
Paso por chungos tinglados.
Paisajes desfigurados
Los cambio por tabaco,
Mogollones de escarnios
Los cambio por un pasado.
Sonrisas de prestado
Las cambio por altercados,
Murmullos muy cabizbajo
por sermones muy caducados.
Cambiadme un vocablo
Por un ensimismado morado,
O ¿Me cambias la caspa de antaño
Por un minuto de talento enojado?
No quiero darte bocados
En la cuenca aquella del callo,
Cambiadme este alegato
Por pringue para un yo desgajado.
Sé tú, y yo miro de soslayo,
Sé yo y te muestro el culo blanco,
Desmigájame el yo cabreado
Y te limpiaré tu culo pardo.
No quieras que no me quede harto
Si de alpiste me da el desmayo
Y el alambique lleva el multigrado;
Dame el yo que es mío y de mi paso.
No me des lenteja lenta del tejado
Y dame sopa a toca teja soterrado,
Dame la letra y comete el gajo,
Yo partiré muestras y daré abasto.
Toma esta pelea de gatos
Y vete a abrir la puerta al borracho,
Saca tu lengua de gorila bigardo
Y cabréate con quien te saca el ancho.
Vete donde den canelones baratos
Y comete del pollo hasta el cartílago,
Cuidado, no te atragantes, cuidado,
No te vaya a dar la del “pata de palo”.
O te quedarás desnuda y sin guisado,
Aunque tú quieres un marido esquilado,
Y que cada mes te suelte en metálico
Y por la noche esté esperando empalmado.
Preferir, prefieres al bueno de Jairo,
O al que antes llamabas tu cuñado,
O aquel que se quedó loco de tanto chasco,
O el pelele del tercero que se tiró del cuarto.
Un día tus hijos se habrán casado
Y tu marido estará esperando de buen año
En que tú cambies tu pensamiento pesado
Y cambies la remuda por un camisón descotado.
Invítame al baile del mal palabro,
Invítame con mi mal paso,
No traeré ni vela ni candelabro
Traeré una cruz y un yo escalabrado.
¿Para qué quiero yo morir gritando
Si muero poco a poco y silenciado?
¿Para qué quiero yo vivir cantando
Si canto día y noche y musitando?
¿Para qué quiero morir tumbado
Si doy tumbo a tumbo, mil portazos?
¿Para qué quiero yo mirar a un lado
Si me ven en los reflejos del charco?
¿Para qué quiero morir fracasando
Si mi muerte es aquel fracaso?
¿Para qué quiero mirar el rastro
Si mirando yo no veo mi parpado?
¿Para qué quiero seguir mirando
si sin mirar no veo nada cercano?
¿Para qué quiero sentirme lejano
Si mi derrota es eso, ser mundano?
¿Para qué quiero levantarme temprano
Si mi pena es vivir siempre solitario?
¿Para qué quiero vivir soñando
Si mi realidad es verme despreciado?
¿Para qué quiero soñar amando
si mi amor es amor soñando?
¿Para qué quiero morir amando
si al amar muero por descontado?
¿Para qué vivir de amores pasados
si mi gozo en un pozo y no lago?
¿Para qué quiero sentirme amado
si cuando pase un rato sólo fue rato?
¿Para qué quiero de flores un prado
si no hay flores ni hermoso prado?
¿Para qué quiero ser un milagro
si no hay milagro tras este fracaso?
¿Para qué quiero ser cuento soñado
si el cuento se sueña y no hay milagro?
¿Para qué más llantos y tantos tratos
si no hay trato malo sin llanto sano?
¿Para qué quiero rumores de vecindario
si los vecinos sólo hablan murmurando?
¿Para qué quiero puentes hacía mi ocaso
si el ocaso es muerte sin sol y ser anciano?
¿Para qué quiero yo mi voz sonando
si es sonido mi voz y un todo claro?
¿Para qué quiero yo fuegos fatuos
si son fuegos de artificio ya enterrado?
¿Para qué quiero yo canciones denotando
si la nota la doy sin cantar demasiado?
¿Para qué quiero yo morir cantando
si cuando muero yo ni siquiera canto?
No quiero más hacer caso del gargajo
Por que lo lanza el puro populacho,
No quiero hacer caso del clavo
Si me clavan lo oscuro de ese muchacho.
No quiero serpentinas del cigarro
Si son luces y volantinas del diablo,
No quiero más clemencias si pillado
Yazgo seco y mutilan al garbanzo.
No quiero bofetadas por colgado
Si voces doy contra lo estipulado,
No quiero frenos contra el cotarro
Si el coto para unos pocos está vedado.
No quiero gargantas esperando
Y estómagos vacíos sonando,
Quiero para el pueblo el caldo
Y tiren el candado del dispensario.
Quiero para el pueblo que esté harto
De lenteja, alubia y sancochado,
Quiero para el pueblo arroz guisado
Y no del señoritingo lo que ha dejado.
Quiero hacer el amor hasta mareado
Y no marearme a paso lento, despacio,
Quiero vivir con plenitud y volando
Y no caer en los portales del llanto.
Por Cecilio Olivero Muñoz
LLAMADAS DESESPERADAS
A las victimas del 11-M.
Da la llamada y tú no lo coges,
Las noticias son tan desalentadoras
Que en un chasquido de dedos
Me pongo el abrigo y me lo quito
en otro chasquido de dedos.
Da la llamada y tú no lo coges.
Dan ganas sólo de llamarte
Y tu no lo coges, ¿Lo cojerás?
La desesperada voz del duelo
Se cierra como un torrente
De oscuridad y llanto desgarrado;
Yo tengo que hacer algo pero
No sé el qué. Ni por qué
Pero necesito saber lo que es de ti
Por que te quiero como a nadie.
No hay en ti respuesta, sin embargo:
Yo te llamo y te llamo y amo
Una voz que es la tuya y vuela
Como un colorido ave por mi
Corazón que ansía, poder tenerte,
En mis brazos y aliviar lo que sólo
Puede aliviar tu corazón a mi lado.
Da la llamada y tú no lo coges
Luz de mi corazón, ¿Dónde estás?
Por Cecilio Olivero Muñoz
9º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO
NºIX EN LA GUINEA 11-10-2.008 Número dedicado a la memoria de Santiago Aciego, por esos gratos momentos vividos.
EDITORIAL IX
A vueltas con la educación
Un informe auspiciado por dos fundaciones señala que la mitad de los profesores españoles considera que los actuales alumnos saben menos y se comportan peor que los de generaciones anteriores. Esta sensación, que podría calificarse en un principio de subjetiva, confirma los malos datos que el Informe Pisa atribuyó a los estudiantes españoles, que eran los peor calificados de toda la Unión Europea. Cuando ha pasado un mes del inicio del curso académico, los datos de la educación española no pueden ser más catastróficos: abandono escolar, malos resultados, nivel bajo, malas infraestructuras escolares, planes de estudio que nunca acaban de ser estables, constantes quejas del profesorado de los medios limitados invertidos, debates un tanto inocuos en el marco de la educación, incapacidad de adaptarse a nuevos fenómenos, etc. Las sucesivas reformas no han conseguido mejorar nada, más bien al contrario. Mientras, el asunto no aparece en primera plana de ningún diario, tan centrados todos ellos en una crisis económica que puede frenar, además, presupuestos en dicha área.
Hemos mostrado alguna vez nuestra preocupación por este problema de la educación. Porque una sociedad cuyos ciudadanos no consiguen un grado de formación básica supone una sociedad con personas que no van a entender el medio en el que viven y por tanto van a ser personas desarmadas y fácilmente manipulables.
La política educativa actual parece encaminada más a forjar simplemente trabajadores especializados y profesionales versados en su área, porque así lo exige el mercado, cuando la formación básica, la obligatoria en nuestro país, debe tener por objetivo la formación, esto es, la dotación a los niños y jóvenes de herramientas de comprensión global del mundo en que viven y que puedan ser las bases para adaptarse al medio, cualquiera que sea el camino que decidan emprender. No importa el ámbito al que se dediquen, por necesidad o por vocación, lo que es imprescindible es que salgan de las escuelas y los institutos con suficiente formación para entenderse a sí mismos y entender el mundo, lo que les permitirá enfrentarse a la realidad con amplias miras, lo que no ocurre, sospechamos, hoy.
Nos preocupa, además, como revista literaria que somos, el puesto que ocupa la literatura y en general todas las áreas de las humanidades en los planes de estudio. No negamos que hubo un déficit científico y tecnológico en la educación básica de muchos de nosotros, algo que había que paliar, sin duda, no obstante las áreas de humanidades se están volviendo materias casi marginadas, fuera de las asignaturas troncales de muchos estudiantes, con lo que no se están proporcionando las bases para una mirada crítica de la sociedad y del medio.
Porque las materias humanísticas son la base para que el estudiante que se está educando para ser ciudadano y para vivir en comunidad pueda analizar el medio, la sociedad en que vive, los antecedentes del momento histórico en que se encuentra. ¿Para que sirve una asignatura para la ciudadanía si luego ese mismo estudiante va a salir con enormes lagunas culturales y referenciales que no le van a permitir entenderse ni entender nada a su alrededor? Esas lagunas sólo pueden provocar frustración y vacío. Y puede que toda esa violencia en las aulas de la que tanto se habla no sea más que una consecuencia de la falta de referencias personales y colectivas que nada bueno puede traernos.
No estaría de más, por otro lado, en esta campaña generalizada por recordar el pasado, hacer hincapié en el inmensurable esfuerzo que la República llevó a cabo para extender la formación a todas las capas del país y a todos sus rincones, tal como lo refleja Josefina Aldecoa en algunas de sus novelas sobre aquellos tiempos, algo que la España de hoy parece haber olvidado completamente. Por falta de lectura, tal vez.
ODAS A MI HERMANO: (Escuchando la 9ª sinfonía de Beethoven)
Recuerdo cuando éramos pequeños,
Tan pequeños,
Que nos llevaba el viento.
El viento de primavera
Que tú querías y pensabas
En cogerlo con los dedos.
Venias a ver mi guarida de ocho ladrones
Y querías compartir la vitriola de sueños
Que la noche sentencia por el día.
Querías contemplar a tu hermano
Como los antiguos herejes lo hicieron.
¿Querías y no querías?
No querías, por que de sobra sabias
Que era la muerte púrpura de los hombres puros.
Y la voz del ruido llorón.
Pero tu sombra era la fuerza
De latifundio de estirpe milenaria
Y luchabas con un corazón de guerrero extraviado
Y al mismo tiempo resabiado
Por el pan que nuestros padres compartieron.
Me alegro de ser tu hermano.
De ser tú hermano locumba de las mieles de Lucifer
Y semillas de ángel pétreo.
Yo te espero como quien espera a un lucero luminoso
Sobre su césped azul de mediodía.
Quisiera que supieras que tengo predilección por ti.
Y jamás borré de mi vida la juguetería de color
Que me regalaron tus sueños.
Y ser la bombilla de alma quien iluminó mi camino.
Gracias hermano mío.
Gracias por ser tú para ser yo.
Gracias por ser yo para ser tú.
Y gracias por mirar al río conmigo de la mano.
Cada noche que compartimos mirando la sopa de letras
Que la mamá nos daba.
Gracias por ver la paloma blanca que vieron nuestros
Corazones pegados en la sartén del cielo.
Gracias por dejar que te amara aquella tarde a principios
De octubre. Cuando la tormenta cesaba,
Para cantar la misma canción de verano.
Gracias por contarme tu nombre con siete letras parejas
A mi espalda. Gracias por haber nacido por mí.
Eres mi ángel de la guarda y eso lo sabes
Cada vez que sacabas tu guadaña blanca, totalmente blanca
De novio de la muerte.
Tu música me dice que el mañana existe
Y que existe un Dios en ese cielo,
Cada vez que redimías mi culpa
Al pasado de los tiempos marchitos.
Gracias por pertenecerme cómo a quién
Pertenece un trozo de tierra adosado al mar.
Gracias por quererme, cómo quién quiere llorar
Y no puede y es por la fruta prohibida
Que sale de mi mirada.
Cómo si el tiempo no hubiese pasado,
Y eso es por que me quiero pegar a él,
Ahora que seamos los mismos
Que van de la mano a besar a nuestra abuela o abuelo,
A nuestra madre y a nuestro padre,
¿Te acuerdas?
¡Mamá no te mueras nunca!
Y tú saltaste de la cama gritando:
Es verdad no me acordaba:
Mi hermano, mi fiel amigo.
El huésped de mi caracol que esconde una galaxia.
Mi hermano, el mejor amigo que pude comprender
A tres años de curso menor,
Que me hizo comprender lo pequeña que es la distancia.
La distancia entre los mismos sueños a diferentes luces
Y la distancia del sol a la luna.
Ha sido un placer haberte conocido en esta vida,
En esta vida de placeres de sorbo de ron añejo.
De senderos que brotan de nuestros lugares remotos
Pero cercanos y pensar que la verdad existe,
Oculta en aquella higuera de perla
Que buceando en los mares vimos.
Somos el mañana suspendido de un hilo
Y la fiel estampa de la verdad entre un cielo
Adorador subyace perdida con su fiel amor a Dios
Y un cielo oscuro en un latido absorbente
Bajo los hemisferios que pululan.
Me quieres y eso lo sé de sobras,
Sobras de pan y lentejas con chorizo,
Que en nuestro fogón siempre hubo.
Así es la vida: Dos hermanos se quieren
Por encima de todo.
Por Cecilio Olivero Muñoz
Las derrotas pesan
Me sentí extraño. Sí, al leer aquella hoja, un pasquín de letras comprimidas, me sentí extraño, lo reconozco, como si de repente volviera veinte, ¿o serían treinta?, años atrás y todo tuviera de pronto sentido. Los volantes iban de mano en mano en la fábrica y de pronto fue como si todo aquel tiempo, ese conjunto de años que de repente me abofeteaba la conciencia, no hubiese pasado. Palabra por palabra, recordé lo que nosotros, entonces, habíamos escrito, que no era muy distinto a lo que ponía el papel que tenía yo entre manos. Las mismas reivindicaciones, el mismo tono, todo marcaba de repente un estallido en mi cabeza. ¿Qué había cambiado?¿Mi cuerpo, ahora más cansado?¿Mi mundo estrecho de la fábrica, el barrio, o acaso la sociedad entera? No lo sabía. Miré a mi alrededor y los ojos de todos estaban posados en el papel que aquellos jóvenes repartían durante sus veinte minutos de descanso. Me vi reflejado. Mejor dicho, vi reflejado en ellos al muchacho que yo fui. Les deseé más suerte, sobre todo eso, mucho más suerte que la que tuvimos nosotros, que fracasamos con toda la rotundidad del mundo.
Cuando volví junto a los demás a ocupar nuestros puestos en la cadena después del brevísimo descanso me acerqué a uno de ellos. Espero que salga, murmuré. Cómo dices, preguntó. Espero que salga, repetí. Me miró extrañado, al principio. Luego sonrió. Tal vez no esperaba que uno de los “viejos” fuese el primero en decirle algo. Supongo que esperaría una respuesta más animada por parte de todos, sobre todo de los más jóvenes. Pero en vez de eso parecía que cierta indiferencia se imponía sin remedio al conjunto de los trabajadores. Las derrotas pesan demasiado, le dije. Pareció querer decir algo, pero yo había llegado a mi puesto y me separé de él. Pensé que lo último que le dije sonaba a derrotismo y sin duda él quiso objetar algo a mis palabras, a mi fatalismo, pero su réplica se había quedado en el tintero. Tal vez creyera que yo le estaba desanimando. Tal vez consideraba que yo era uno de esos “viejos” que estaban a vueltas de todo, señal inequívoca de que no había ido a lugar ninguno. A mí, chaval, también me irritan los que están a vueltas de todo, me dije dirigiéndome a él, pero sin llegar a decírselo. Quizá después se lo aclare, pensé. No intentaba desanimarle, nada más lejos, sino explicar el silencio generalizado, la falta de reacción. No justificar nada, consideré, debería planteárselo así, que no pretendía justificar nada, sobre todo ahora, cuando los volantes acababan de pasar de mano en mano, pero sí entender el silencio generalizado. Muchas cosas habían cambiado. El mundo era distinto. Ni mejor ni peor, sino sólo distinto.
¿Lo era en realidad?
Las máquinas se pusieron a funcionar. El ruido lo inundó todo. Yo volví a colocar mis tornillos en los artefactos que pasaban delante de mí y que apenas miraba en su conjunto. Sólo me interesaba el hueco donde colocaba el tornillo correspondiente, un mero giro de muñeca y mi pistola mecánica hacía el resto. Luego la cadena daba un empujón al artefacto y yo volvía a repetir mi gesto ante otro artefacto. Así durante ocho horas al día. No tenía que pensar mucho más, me podía escudriñar en el pasado, en mi presente, en cualquier cosa que se me pasara por la cabeza. En mis problemas, por ejemplo, podía ocuparme de mis problemas actuales, en la casa, en Leire, en la niña que ya no era tan niña y que no sabía qué hacer con su vida. O podía plantearme si aquella era la vida que yo había previsto y deseado para mí en aquel momento en que yo tampoco sabía muy bien lo que quería hacer con mi vida. Mejor no pensar mucho en ello, me dije. Mejor pensar en otra cosa. Pero en qué.
Cuando sonó la sirena me sentía ya cansado. No aguantaba tanto como antes. Síntoma del paso del tiempo, es lo que pensé. Coloqué los tornillos y el instrumental en su sitio, me dirigí a las taquillas. Cuando salí a la calle el frío era intenso. Había estado lloviendo. Vi que el chico se puso a mi lado. Anduvimos juntos, sin hablar, un rato. Cuándo estuviste en el sindicato, me preguntó. En el cincuenta y seis, respondí. Cuando la huelga, me preguntó. Sí. Fue una pena, comentó. Lo habíais planteado muy bien, añadió tras un breve silencio. Quise decirle que las cosas eran así, pero me reprimí, no quería parecer de nuevo ambiguo y que él pudiera concluir que yo era un derrotista. Claro que cuando me ponía a pensar en aquella huelga lo que siempre acababa yo destacando era que nos habían vencido, que habíamos fracasado. No estaba especialmente orgulloso. No obstante, noté en su mirada una cierta admiración. Me desconcertó. No estaba acostumbrado a que me admiraran. Era una sensación nueva. Llovía y me hallaba desconcertado, extraño, algo sorprendido. Guardé silencio un buen rato, aunque íntimamente se lo agradecí.
Juan A. Herrero Díez
(solo de saxo)
-Tú nunca mientes cuando tocas.
A. Muñoz Molina
Bajo una llovizna de agua fría y mínima,
entre los soportales de una ciudad del norte,
la gloria y la derrota se funden en el adiós
que un solo de saxo brinda –ronco y melancólico-
a esa mujer misteriosa de rimel y leyenda
que viaja en un tren nocturno, camino de Lisboa.
Bajo los hierros de las grúas de los muelles,
ensayando con la voz los acordes de la bruma,
camino hacia las ruinas de mi alma sombría
ocultándome de los daños del amor;
de la terrible certeza que agiganta las olas del invierno
y reparte ecos de sangre por las calles mojadas
donde mis pisadas ahogan mi soledad de náufrago.
Me detengo ante una gaviota muerta
(subido el cuello de la gabardina,
ocultando mi aliento de ginebra).
Me daña más su rígida quietud que mi quebranto,
que mi lento ocaso de músico sin suerte
abocado a ser mero espectador de los crepúsculos.
Al menos, la gaviota tiene quien le llore.
Las olas llegan mansamente a mis zapatos, componen
el susurro infinito de un saxo confidencial,
la mentira que cubre mi seudónimo en el Lady Bird,
las décimas de gratitud que despliega
el arco afectuoso de una sonrisa femenina
-flor de enigma, perfil de Sylvia Plath-
entre columnas de humo y largos tragos de alcohol.
Empapado de derrota busco mi hombría
en la sucia barra de los últimos bares.
Una moneda al aire dictará mi fortuna
y así sabré si un día de tormenta
tomaré ese tren nocturno y fantasma
(cargado de comparsas y rostros en la sombra)
que jamás llegará al centro de Lisboa.
Actuaré siempre para un público ajeno a mi música,
mitigando el dolor de un amor clandestino
que no supe defender a sangre y fuego;
como castigo que me impongo frente al micrófono
y fusiono con la clave precisa
para brindarle al jazz su dosis fiel de blues,
su racimo de agrias uvas machacadas,
su cascada de lágrimas y de limosnas.
Ocurra lo que ocurra
me dejaré atrapar en la red de los engaños,
con el único consuelo de un saxo tenor: amigo
al que le debo la vida después de cada noche.
José Luis García Herrera
(inédito)
SOLEDAD
(Soneto)
Tu cuerpo tiene sombra de carcelero
Y una custodia cerrada con llave
Me tienes a mí como perro faldero
Con novato tacto de caricia suave.
Remuevo la huella de tu sendero
Esa huella que de ti nadie sabe
Esa huella donde habita el pero
Esa huella de peligrosidad grave.
Vacío me duermo en los quebraderos
Sueño mundos lejanos en aeronave
Me escondo en oscuros trasteros
Espero hasta que la guerra acabe
Me peleo con usados mecheros
Me coloco de nostalgia con jarabe.
Florecen interrogantes en tus paraderos
No hay piel que sepa como la tuya sabe.
Por Cecilio Olivero Muñoz
ME OLVIDÉ
(Soneto)
Me olvidé de ser tuyo en la noche
Aquella que tanto nos recordaba
Me olvidé de esa flor de reproche
En la amanecida cuando vomitaba.
Me olvidé de ser accesible, cercano,
Simpático, el eterno amante,
Marido ejemplar, el buen ciudadano,
El educado, el hombre elegante.
Me olvidé del olvido y del recuerdo
Me olvidé de todo lo ocurrido
De cuando gruño, de cuando muerdo.
Me olvidé de lo que tiene sentido
Me olvidé de vivir, de estar cuerdo
Me olvidé de casi todo lo sufrido.
Me olvidé hasta de lo que pierdo
¿Por qué el olvido hace tanto ruido?
Por Cecilio Olivero Muñoz
EN LA NOCHE
(Soneto)
El silencio de la noche es grande
Es una libertad de cosmos negra
Estrella de luz de luna menguante
La causa infinita que se desintegra.
Eterna noche de razas oscuras
Filo de una piedra en hora paridera
La noche amontona sus leves lisuras
Propósito que meter en la mollera.
Se descose la entraña de la costura
Donde el misterio es una manera
De nombrar a esta vida de genio y figura.
La noche se escapa por puerta trasera
En la noche todo silencio se cura
La noche es cautelosa como una pantera.
La noche parte de la cordura a la locura
Todo es comienzo desde la primavera
Todo se encuentra donde nada perdura.
Todo es raíz que murmura, lucha y espera.
Por Cecilio Olivero Muñoz
8º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO
EN LA GUINEA
NºVIII 04-10-2.008
Editorial VIII
Muerte de un actor
El pasado 26 de Septiembre moría Paul Newman. Sin duda fue uno de los mejores actores que el cine haya dado a lo largo de su historia y para muchos de nosotros su nombre está íntimamente ligado al cine. Representa sin duda este arte, su rostro y su buen hacer refleja en gran medida lo que el cine ha significado y significa en nuestro tiempo, una pasión y una fuerza en el arte de narrar. Desde que actuara en su primera película, «El cáliz de Plata», en 1954, ha protagonizado muchas películas, la lista es larga, y dirigió también algunas. Durante esta última semana la prensa, la radio y la televisión se han hecho eco de la noticia y han glosado la figura del genial actor. No queremos repetir por tanto lo ya dicho, sino recordar a este actor que es sin duda símbolo del cine, del buen cine, y homenajear su buen hacer.
Pero queremos añadir que, más allá de su labor cinematográfica, Paul Newman representa a ese tipo de actor que sólo se sustenta por su trabajo. Alejado de los focos en su vida privada, no se convirtió, como por desgracia ha ocurrido con otros artistas, en un mero exhibicionista, en un exhibidor un tanto histriónico (en el peor sentido de la palabra) de su ego, sino que se comprometió plenamente con su arte y logró que su éxito se basara únicamente en la interpretación. Aprovechó la fama para apoyar algunas causas sociales, pero lo hizo con modestia, más como ciudadano que favorece lo que considera ético. Lo que él quiso ser fue ante todo actor y vivió para ello.
Creemos en el artista que sobre todo se centra en su arte, ya sea la literatura, el cine, la pintura, la escultura o el teatro. Creemos en el artista que se compromete plenamente con su trabajo. Picasso solía decir, cuando le preguntaban por las musas, que estas señoras nunca le habían visitado, pero cuando lo hicieran le encontrarían trabajando y sin duda Paul Newman estaría de acuerdo con esa afirmación porque la cumplió a rajatabla, trabajó y mucho por que su trabajo saliera lo mejor posible. Y lo consiguió. En un mundo de apariencias como el nuestro hemos de distinguir muy claramente que una cosa es «ser artista» y otra muy distinta «ir de artista». Muchas veces el exhibicionismo no es otra cosa que mediocridad que intenta pasar por genialidad.
Sin duda este formidable actor vivió en el mundo y se interesó como ciudadano que también era por lo que le rodeaba. Pero no hizo de las causas que defendió una forma de promoción, todo lo contrario, las defendió desde una modestia que le ha engrandecido como ser humano. Del mismo modo huyó del glamour y de todo paripé mediático. Paul Newman fue un buen ejemplo de lo que consideramos un actor honesto y profundo. Cualquier aprendiz de artista ha de tomar buena nota de esta experiencia. Nosotros lo entendemos así y, como suele decirse en estos casos, el mejor homenaje que podamos hacerle es ver sus películas y disfrutar de sus actuaciones.
NO ME ESPERES
Me duermo en la quietud de la noche
Los fantasmas acunan mi descanso
Las almas errantes me acompañan
Y las penas quedan enterradas.
Y si no fuera verde el pasto que crece
Y si la primavera no fuera florida
Descanso el descanso fúnebre
Con cientos de gusanos devorando
Mi carne.
Soy el eco de la muerte errante
Soy el humus que alimenta
Esta tierra.
Y me fui a nadar
Entre sombras.
No volveré,
No me esperes despierto.
Por Gabriela Fiandesio.
EN LA CORNISA
Ahuecas tus alas peregrinas
y me envuelves
y acortamos en ascenso las distancias,
tres ramitas y un guijarro en un risco
son tu mínimo refugio de halcón
impenitente.
Ven conmigo, susurras
en idioma de ave migratoria,
amémonos, me dices
con ojos que me cazan con dulzura;
no soy presa ni tú, garra,
somos viento que se enreda
en la cornisa.
En la cima del abrazo
viaja hasta el valle tu graznido.
En lecho de plumas rubias lluevo libre.
Por Sandra Orellana Figueroa
Sophie
Era imposible no amar a Sophie. No porque fuera una de esas bellezas inmensurables, más bien al contrario, a primera vista resultaba incluso más bien algo feúcha, o porque deslumbrara por una personalidad apabullante, por contra su extrema timidez parecía inducirle siempre a pasar desapercibida, pero había algo en ella, algo ignoto, algo desconocido pero muy presente, que hacía caerte de pronto a sus pies por poco que la tratases cara a cara. En mi caso fue apenas al cabo de unos pocos días que comencé a sentirme atraído por ella.
Me la presentó una estudiante de español, Ania, con quien Sophie compartía aulas en la facultad de letras y a quien yo solía dar algunos consejos en su aprendizaje idiomático. Apenas hablamos aquella primera vez, se limitó a enrojecer en cuando fuimos presentados y a escuchar con una leve y amable sonrisa la conversación que Ania y yo manteníamos. Me la encontré al día siguiente. Iba sola y de nuevo enrojeció nada más me hube acercado a saludarla. Como llevábamos el mismo camino, charlamos un poco, lo suficiente para saber que era de la zona de Cognac, en Francia, y que se había trasladado a Bruselas para continuar sus estudios de letras y un aprendizaje de idiomas para lo que la capital belga parecía el lugar idóneo. Lo cierto es que sentí ternura por ella, su leve enrojecimiento al acercarme, idéntico al del día anterior, su voz dulce, su manera un tanto retraída de hablar, todo parecía indicarme que estaba ante una figura frágil, casi de porcelana. Cuando se despidió, lamenté no haber podido saber algo más sobre ella y haber carecido de la suficiente seguridad como para intentar quedar con ella otro día, pero yo también era tímido y dejé al azar de nuestros encuentros la posibilidad de conocerla más.
Por suerte, Bruselas era lo bastante pequeña como para permitirme encontrármela con cierta facilidad. Pronto supe los lugares por los que ella se movía, que no distaban muchos de los míos. Así fue como, poquito a poco, logré que quedáramos para tomar un café. Me hubiera gustado ser más osado para proponerle salir más a menudo, pero siempre me sentía frustrado cuando nos despedíamos porque nunca llegábamos más allá y sentía que no iba a ser capaz de ir más lejos que aquellos encuentros alrededor de cafés a media tarde o, como mucho, alguna cerveza al anochecer.
Ella tampoco ayudaba. Se limitaba a charlar conmigo de los temas que yo planteaba. No es que se aburriera, dejaba ver que se sentía a gusto conmigo, a veces incluso lamentaba las veces que yo no podía quedar con ella, sin embargo tuve la sensación de que jamás dejaba abierta la posibilidad a que yo me atreviese a dar ese paso que el miedo al ridículo me impedía dar. Así fue transcurriendo nuestra amistad, hasta que llegó el día de su regreso a Francia.
Como Ania se había marchado a Rótterdam, me pidió que le ayudase a llevar sus dos maletas hasta el tren. Aquella mañana, con tiempo más que suficiente, me acerqué a su apartamento. Al llegar, ella ya tenía todo guardado. Preparó una cafetera y en cuando tuvimos el café en la taza pude apreciar ese mohín de tristeza que me hizo preguntarle si lamentaba dejar Bruselas. Sí, me dijo, mucho. Se hizo el silencio. Muchas cosas iban a quedarse en el tintero, sin duda, es lo que pensé en ese momento. Terminamos nuestro desayuno en ese mismo silencio que me pareció tenso, desolado, un tanto afligido. Me levanté para recoger las tazas y las lavé. Fue entonces cuando ella me sorprendió. Se me acercó por la espalda y me abrazó. Sentí su aliento y sus labios me besaron la nuca. Me di la vuelta y nos besamos.
Ça y est, susurró mientras se separaba de mí, on y va. Apenas pude verle el rostro, no pude saber lo que sus ojos podían reflejar. Intenté abrazarla de nuevo con fuerza, seguir unido a ella, pero sus manos se posaron en mis hombros no sin cierta reciedumbre y me empujaron suavemente. Non, me dijo, Sus labios dibujaron entonces una sonrisa dulce y triste. On y va, murmuró.
Apenas dijimos nada en nuestro camino a la estación. Maldije mi timidez, maldije mi falta de arrojo y la imposibilidad de volver atrás en el tiempo para comenzar de nuevo nuestra amistad e intentar que las cosas fueran diferentes. A partir de entonces, todo sería añoranza y ensueño.
Nos despedimos en la estación como si hubiéramos vivido la mayor historia de amor. Yo había leído hacía poco a Borges cuando decía que la distancia era el olvido, y esa frase se me apareció entonces en todo su dramatismo.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Pero siempre he tenido momentos en que la he recordado y me he preguntado una y mil veces cómo hubiese sido si las cosas, entonces, hubieran sido diferentes.
Juan A. Herrero Díez
POEMA DIABÉTICO
(Soneto)
El azúcar es una droga aceptada
Y este soneto un beso amargo.
Un Bollicao es una gamberrada
y la Nocilla el peor desacato.
Dibujas Gremlins en tu mirada
Cuando doy caladas a un cigarro
Te falta esa repentina bofetada
Cuando me zampo un chicharro.
Quisieras darme una cruel patada
Cuando en mitad del cotarro
Dejo colgada mi solitaria arcada.
Otras me dispararías a bocajarro
Cuando con la verdad de la coartada
Me hallas revolcándome en el barro.
Por Cecilio Olivero Muñoz
MUCHO RUIDO
Y POCAS NUECES
(Soneto)
A muchos les atormenta la duda
A otros les atormenta el trasiego
A unos les duele la sordera aguda
A otros les duele el tramposo juego.
A muchos les atormenta el silencio
A otros les atormenta el griterío
Unos son sensibles al frío del cencio
Otros son sensibles al escalofrío.
Otros golpean con mazo y rezan luego
Hay quien por miedo no saluda
Hay también quien teme al fuego.
Hay quien peca de persona testaruda
Hay quien tiene al dinero apego
Y otros que de nadie obtienen ayuda.
Hay quien de rodillas humillan su ruego
Y hay a quien le sirven la vida cruda.
Por Cecilio Olivero Muñoz
NUNCA ES TARDE
Quise volver a empezar
y quise enmendarme de la rebelde causa sin causa.
Por eso vamos resurgiendo de cualquier caída.
Yo me siento de nuevo adherido a la vida
y tú estás tranquila sin mis demonios.
Nunca es tarde si la dicha es buena.
-Nunca es tarde- Alguién dijo.
Un momento de literatura es un momento de lágrimas.
Un momento de nuestra vida es un momento vivido.
Pero la vacuidad de gratificaciones selectas
es un fijo punto por el que dejarse caer al vacío.
Las canciones se cuelgan del alma
y los versos se cuelgan desde la garganta.
Bellos sentimientos son los que señalan
a la luz sin querer y son libres poemas dulces.
Son elixires de gozo y sombra.
Son ataduras por las que llenarse de derrota.
Los parámetros de linde a galaxia,
de sol a ventana, de cielo a nido,
de letra a canción triste, de barranco a hurraca,
y de aurora a recuerdo, son el significado
de nuestras distancias, todas ellas, de un verde
sentido de la naturaleza libre de esencias banales.
Gigante soy de viento, escoplo y martillo.
Gigante diminuto de ceniza, sangre y latido.
Soy el amor de una perla elegida para la luz.
Soy el elegido para amar a una perla de luz y sendero.
-Me gusta susurrarte canciones-
Por eso canto con la alegre circunstancia de mis ojos húmedos de
brutal equilibrio y con caída de estrella.
Me gusta el soporte de tu corazón balanceando mi pensamiento puesto en ti.
Me gusta todo lo que te rodea. Y me gusta todo lo que te devuelve. Me gusta todo lo que de ti habla. Y me gusta todo lo que de ti sueña. Por eso siempre estoy hablando de lo cerca que estoy de tu sencilla presencia de otoño.
Por Cecilio Olivero Muñoz
PLAN DE VUELO
Estira tus alas fuertes
y peina al viento tus plumas rubias,
sobre tu espalda de halcón furioso
llévame
y con truenos
cubre mi voz pequeña…
Vuela, sólo vuela,
que con susurros de navegante
iré poniendo en tu oído
una a una
mis coordenadas.
Por Sandra Orellana Figueroa
6º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA
NºVI 19-09-2.008
Editorial VI
Una buena apuesta por la literatura
Ya desde nuestro primer editorial hemos querido mostrar nuestra preocupación por la situación de la cultura en Europa en general, en España en particular. Hay síntomas que pueden llevarnos a un profundo pesimismo: la degradación de la educación con sus resultados más que cuestionables, la mercantilización de la cultura, la (des)consideración de lo cultural como mero barniz con que las administraciones locales, autonómicas y estatales intentan lucirse, la superficialidad de los debates públicos o la chabacanería en la que han caído las televisiones.
No obstante, aun cuando lo anterior es evidente, también apreciamos que se dan algunos cambios en los últimos años, lo que nos permite cierto optimismo. Si nos damos una vuelta por muchas librerías podremos observar que han aparecido nuevas editoriales que apuestan por la literatura de calidad y que comienzan a recoger los frutos de una labor no siempre sencilla. Porque no es fácil llevar a cabo dicha labor. Las editoriales no dejan de ser empresas y las empresas requieren en este capitalismo que padecemos al menos no tener pérdidas económicas y, si es posible, alcanzar beneficios para continuar su actividad. Es cierto que se han reducido los costes de edición en buena medida gracias a las nuevas tecnologías que permiten también, al menos en teoría, un mayor acceso entre los escritores y las editoriales. Pero también lo es que la distribución es costosa, que los índices de lectura no resultan muy satisfactorios, que hubo una crisis del sector de las librerías que por fortuna parece terminada, que hay un exceso de edición (lo que parece en principio contradecirse con el bajo índice de lectura), entre otros problemas.
Las editoriales no se han dejado amilanar por los problemas y han mantenido su actividad. Han conseguido que aparezcan nuevos autores, tanto españoles como latinoamericanos, y que se les pueda conocer y sobre todo leer. Consideramos que han frenado una peligrosa tendencia a la mercantilización de la literatura que se estaba produciendo hace unos años. Es motivo de alegría y celebración. La lista de editoriales es enorme y se distribuye por toda la geografía del país. Algunas se han especializado y la mayoría buscan la calidad en los contenidos y en la edición. Nos resulta imposible presentar aquí un listado exhaustivo de todas ellas, serían muchos los olvidos y no queremos caer en injustas omisiones. Pero nos gustaría que nuestro espacio Bombolom sea una pequeña presentación de todas esas editoriales y de este modo, desde nuestra modestísimas posición, dar a conocer algunos libros que nos han interesado y que queremos compartir.
Por otro lado, la aparición de webs y de blogs de contenido cultural está supliendo la falta de programación cultural en los medios de comunicación de masas, sobre todo audiovisuales. Es una alternativa, aunque clama al cielo que no haya un solo programa de libros en horarios centrales en la televisión por ser éste un medio de un potencial enorme en la difusión cultural. La radio se muestra afortunadamente más ágil en este aspecto.
Sólo cabe por tanto congratularse con esta luz de esperanza y esperar que las nuevas editoriales puedan sortear los problemas y las crisis en la que estamos inmersos para poder gozar de la buena literatura.
A LUCIO URTUBIA
(Soneto)
Un viejo anarquista es un baluarte
Y Lucio quisiera un mundo mejor,
Mundo imposible querer cambiarte
No cambiarás ni de chaqueta ni color.
¿El pueblo no va a ninguna parte?
Con su democracia y su religión,
Otra tregua quizás haya de darte
Ese aquel que creó tu mala prisión.
Fiel anarquista hay que declararte
Y al militarismo una insumisión,
La verdad de la palabra quiere amarte
Y tú no bajas de tu mundo saboteador.
Mundo que es un mundo sin quitarte
La idea de un mundo mucho mejor.
Por Cecilio Olivero Muñoz
Fragmento de un diario, 1949
David ha vuelto a discutir conmigo. Me ha echado en falta mi pesimismo. Dice que soy un fatalista histórico, un nihilista. Le irrita que haya perdido el entusiasmo. Pero ¿qué quiere? No puedo dejar de pensar en lo que pasó. No puedo dejar de sangrarme por dentro. Han pasado doce años y siento que toda mi energía se quedó allá, en España. Ya quisiera yo sentirme de otro modo, compartir la fuerza que él posee, la voluntad para no doblegarme ante la historia. Pero no puedo. Me cuesta incluso hablar de todo ello. En los últimos cinco años sólo con él he comentado algunas cosas, con nadie más. Y cada vez hablo menos porque David se enfada y me reprocha que haya cambiado, que ya no sea el mismo de entonces. A veces me enfado yo también, aunque él no lo nota. Me enfado con él, porque creo que quiere que yo sea de otra manera, pero sobre todo me enfado conmigo mismo porque realmente soy de otra manera. Es cierto: en ocasiones me gustaría haber podido conservar el vigor de entonces. A punto estoy incluso de recuperarlo, así lo creo algunas veces. Pero de nuevo recuerdo lo que ocurrió, me vuelvo a ver en las calles de Barcelona y caigo otra vez en el desánimo.
En todo esto estaba pensando cuando David ha pasado por casa. Ha venido a dejarme algunos periódicos de los que edita su grupo. Le gustaría, me dice, que me incorporara a él. Yo respondo que no, sin más explicaciones. Entonces me reta a un debate. Pero yo no quiero debatir. Es cuando se enfada. Pero esta vez se ha enfadado bastante, como si estuviera ya cansado de insistir y de enfrentarse a mi desánimo. Me recuerda que yo era un buen militante, que era el que más ánimo poseía, sin duda, como si yo no lo supiera, como si no lo tuviera todavía presente, como si no lo recordara, cuando lo recuerdo todos los días. Pero entonces era una persona y ahora soy otra. Es esto, justamente, lo que intento explicarle, aunque no sé cómo. ¿Cuesta tanto de entender? Vi morir a mucha gente, demasiada. Con veinte años no deberías experimentar algunas cosas, tal vez en el futuro sea de otro modo, puede que todo vaya mejor, pero en todo caso con veinte años deberías pensar en otras cosas y no en salvar el pellejo o en tus amigos que mueren. Y esto duele. Incluso en quien posee toda la fuerza de una voluntad revolucionaria. Pero sobre todo lo que más te hiere es que quien te persigue y te mata no sea sólo tu enemigo real, aquel contra quien combates a muerte, sino gente de tu mismo lado que dice compartir, incluso, unos mismos ideales. Esto te hace desconfiar de todo. David me ha respondido que él también ha visto morir a mucha gente, amigos de él, conocidos, personas a quienes estaba vinculado. Y sigue luchando a pesar de todo. Yo he callado. En el fondo le envidio. Pero tampoco puedo dejar de sentirme como me siento. No me veo por ello con ánimo de retomar nada. Creo que vamos de nuevo a la catástrofe. Que todo está perdido. Es terrible aceptar la derrota, lo sé. Te inmoviliza por completo. Te hunde. Pero no lo puedo controlar, es más fuerte que yo y nada tiene que ver con la razón.
No es que esté contento con la vida de ahora. En eso David tiene razón, no podemos conformarnos con la realidad que nos envuelve. Yo no quiero conformarme. Pero no le veo salida. Entonces sí la veía. Estábamos construyendo algo distinto. Recogíamos lo mejor de un movimiento obrero que no sólo se enfrentaba a la estructura del poder, sino que intentaba crear nuevos lazos, nuevas relaciones. Un nuevo mundo, eso decíamos. Crecimos mucho. De pronto, un pequeño núcleo se hizo inmenso. En Burgos no era tan palpable, pero cuando fui a Barcelona para integrarme en la estructura del partido, me di cuenta de lo que estábamos construyendo. Me di cuenta de la altura humana de muchos militantes. La época también acompañaba.
Llegó el dieciocho de julio y de pronto lo que estaba latente saltó a la calle. Fue la revolución. Ahora sé que no fue una fiesta, pero nosotros lo vivíamos como una fiesta. Recuerdo las calles del Borne, los pequeños talleres, las tiendas de mayoristas, las cercanas fábricas, de pronto los obreros salieron a la calle y el barrio se llenó de banderas rojas y rojinegras, de gritos por la libertad y por la revolución. Fui a la sede. Los compañeros acudían con noticias de toda la ciudad. En Gracia, en Sants, en el Clot, en todas partes los obreros salían a la calle. Hubo un momento en que parecía de verdad la revolución. Lo fue. Las noticias iban llegando. Me preocupé de pronto por mi familia, por mis amigos de Burgos. A pesar de mi entusiasmo, me di cuenta que aquello no iba a ser una fiesta, nada más lejos. Y no me equivoqué, por desgracia.
Se lo digo a David muchas veces. Él calla. A pesar de su optimismo, también le irritan las visiones festivas que se han dado de la guerra, de nuestra guerra. Fue terrible, me dice, un infierno. Pero rozamos el cielo. Eso es verdad. Yo también lo vi. Pero luego vino todo aquello, mayo del año siguiente, junio, julio. Las detenciones, todas nos dolieron mucho, pero la de Nin, ¿cómo aceptar la detención de Nin?¿Y las acusaciones, cómo aceptar la sarta de mentiras que lanzaron contra nosotros? Divulgaron calumnias inaceptables, que si éramos la quinta columna, que si estábamos a sueldo del gobierno fascista. Nos tuvimos que esconder. La República nos perseguía. ¿Cómo iba a ser aquello una fiesta?¿Cómo mantener una visión heroica?¿Cómo mantener el tipo hoy y aceptar lo ocurrido, asumirlo como algo coyuntural, como consecuencia de la guerra que dicen algunos?¿Hasta cuando aceptaremos las muertes, todas las muertes, como imperativos históricos, por mucho que en unos esté la razón?
David intenta controlar su ira, me habla, argumenta, y le doy la razón en todo. Pero no es eso, no es que no tenga razón, la tiene, pero le pregunto cómo vamos a mantener el ánimo cuando has visto desplomarse las esperanzas a golpe de mentiras. Llegamos a Francia y nos hicieron el vacío. Los parias de la historia, eso éramos nosotros, los odiados por todos. Mina incluso tus propias convicciones. David me pone mala cara cuando lo digo, pero estoy seguro de que sabe de lo que hablo. Nadie es tan fuerte, sólo un iluminado no tiembla ante una realidad tan sangrante. En el fondo, sé que David me comprende, aunque sea un poquito, aunque se haga el duro, el militante heroico de la Revolución, ha intentado ponerse en mi lugar, lo sé, ver las cosas como las veo yo, sin duda lo ha logrado, entiende algo mi pesimismo, aun cuando no lo comparta.
Se marcha más sosegado. Ha aparcado el mal humor y me dice que vaya el sábado con él y con Lidia al campo a pasar el día. Dice que paso mucho tiempo solo y que no es bueno. Le doy la razón. Me sonríe cuando sale de mi apartamento. Me llama tozudo. Se ríe a carcajadas. Lo veo desaparecer por las escaleras. Me quedo solo. Me doy cuenta de mi vida solitaria. Es verdad. Mi trabajo, mi casa, mis recuerdos, mis lecturas, los límites infranqueables de mi vida. Pienso en España, tan lejos. Seguramente el sábado me iré con ellos al campo. Lo decido: sí, iré. Miro el calendario. 8 de Mayo de 1949. Han pasado ya, me digo, doce años.
Juan A. Herrero Díez
LIBERTAD
(Soneto)
¿Qué tendrá esa facultad natural?
Todo corazón y hombre la desea
Como efluvio y liberado caudal
Como nueva pócima o panacea.
El sendero debe ser un mural
Donde se exprese sea cual sea
La libre emoción magistral
La cumbre sosegada y añacea.
Cual es la verdad tan primordial
Esa verdad vegetal, sincera odisea
Esa verdad de perla fértil de sal.
Ese derecho que se nos ningunea
Esa sentencia de noche neutral
Esa flor furtiva que parte de la idea.
Por Cecilio Olivero Muñoz
REVOLUCIÓN
(Soneto)
La revolución está en las calles
Hierve como un guiso en fulgor
Está parida por miles de madres
Que creyeron en un mundo mejor.
La revolución no es un desmadre
Es una vuelta a la evolución
Es un mundo que no es culpable
De una empresa en desorganización.
La revolución es la única clave
Para nuestra definitiva definición.
Revolución de interés militante
Entre la palabra y el fino tornasol,
La cual, subyace en el aire
Hasta que le cambiemos su color.
Por Cecilio Olivero Muñoz
BORRACHERAS
Y RESACONES
Por las noches borracheras
y por el día resacones,
de pequeño fueron paperas
y en otros presentes sarampiones,
bailaban mis caderas
la melodía de los escorpiones,
a ritmo de rumbas rastreras
enajenaban los avispones.
De todas las ilusiones madreras
la tuya es la que por los rincones
encontraban cremalleras
donde hubieron botones.
Borracho mis pajareras
eran venganzas que descompones,
recordando a los pejigueras
y brindando con esos copones
pasaba las horas enteras
vanagloriando de pares a nones.
En el amor las primeras
y hostiles preocupaciones
fueron ideas bodegueras
de cantar las mismas canciones,
en puticlubs donde rameras
brillaban en habitaciones,
donde esas musas embusteras
vaciaban bolsillos de pantalones.
Pido olvidar a las primaveras,
pido perder mis razones,
pido agrado de las malas maneras,
pido respuestas a los preguntones.
Las vergüenzas eran cegueras
y los reproches sermones,
hubo mala leche de veras,
hubo varias insatisfacciones,
hubo muchas migrañas postreras,
hubo vacíos y decepciones,
hubo, por cierto, iras que desde afuera
yo metía en mi casa a empujones.
Por Cecilio Olivero Muñoz
ME QUIERES
En el mundo existen
muchos placeres sencillos,
placeres que son pequeños:
las risas de los chiquillos,
mecerte entre bellos ensueños,
la simpleza de los bocadillos,
los días un tanto risueños,
la algarabía de los mercadillos,
comer turrones norteños,
esos besos ardientes de tornillo,
fumarte tus caliqueños,
comerte unos pastelillos,
eyacular opacos te amos pequeños,
romper cosas con un martillo,
darte un pequeño festín,
cogerle a la vida gustillo,
los vives y eres feliz
(le buscas ritmo al estribillo).
Las canciones que yo aprendí
llevando vacíos los bolsillos,
me llaman para hacerte tilín,
para pasearme por tu pasillo,
con la dicha de ser para ti
abro por ti cielos y pestillos
y florezco en este abril,
tan feliz que me hago picadillo.
Dices que me quieres a mí,
acaricio sonriente tu bisillo,
breves promesas tus pies,
gracia bonita es tu flequillo,
la seda blanca de tu piel,
me busca en aquel secretillo,
te quiero, todo va bien,
me quieres y me das cuartelillo.
Uno, doce, más de cien,
oigo a lo lejos un grillo,
me retumba allá en mi sien
este suspense amarillo,
ruego que mis niños estén
melosos como pestiños,
dejadme, me dejan ser,
vuelvo siempre a ser un niño.
Me dejan serlo también
en remilgos que yo mismo trillo
corre, corre, viene, ¿quién?
corre, corre que te pillo,
me haces hasta a ti correr,
me peinas con tu cepillo,
me lagrimea la vida fiel
sendero de mi apellido,
prueba este exquisito pastel
pues lo he hecho con cariño,
te quiero, ¿me quieres también?,
me das sazón y me das aliño,
palabra en este papel,
poeta de luna fiel es tu niño.
Por Cecilio Olivero Muñoz