A propósito de Camarón de la Isla-Por Cecilio Olivero Muñoz

A finales del siglo XX se publicaron tres discos inigualables en la historia del flamenco. El primero, Nuevo Día, de Lole y Manuel; el segundo, Omega, de Enrique Morente; y el tercero, el más importante, La leyenda del Tiempo de Camarón de la Isla.

Camarón de la Isla es sin duda el cantaor por antonomasia. Cuando cantaba Camarón el mundo se paraba para escucharle. Camarón se ganó el respeto de payos y gitanos, de ortodoxos, de puristas y de flamencos. Cuando cantaba Camarón percibías que su voz era una fuente inacabable de eternidad. Cuando escuchas a José escuchas las voces de la eternidad de los gitanos.

Camarón de la Isla es de La Isla de San Fernando. Es el séptimo hijo de una familia de canasteros y de fragüeros. Su padre, Luis, y su madre, Juana. Esto es lo que todo el mundo sabe.

Pero lo que nadie sabe, pues es algo personal, que Camarón a mí me ha enseñado el lenguaje de la vida. Gracias a él entendí, a la par que escuchaba sus discos, la metáfora alentadora de la vida. Conocí metáfora a metáfora el idioma negro que paró el reloj.

Mientras escuchaba los discos de Camarón iba aprendiendo un mensaje que me hizo conocer el detalle entrelineado de las canciones lorquianas y el eterno hablar de los ancestros que se origina en las entrañas de la tierra.

Camarón no es sólo un cantaor flamenco, es un amigo que me encontré al tiempo que descubría el resplandor entre los esplendores del destino. Camarón es la eternidad hecha metáfora. Es un coleccionista de antiguos referentes flamencos y él consiguió hacer un flamenco heterodoxo y un camino para la nueva juventud.

Camarón de la Isla se llamaba José Monje Cruz, y bajo su nombre sólo pudo rescatar la autoría de cincuenta temas flamencos, que grabó en su momento, junto con Paco de Lucía, Tomatito y Raimundo Amador. La obra de José es más extensa, pero después de un perseverante litigio ante la justicia por parte de la familia de éste, pudo reconocer esas cincuenta canciones, aunque su repertorio era y es más extenso.

Dicen los que lo conocieron que era una persona entrañable, quizá confiado, pero lo que era Camarón es un precursor. Un artista y un mito. Un hombre bueno. El cantaor del pueblo gitano.

Ahora su tumba en San Fernando es un lugar propicio donde la gente peregrina como si de Jim Morrison y de Jimi Hendrix se tratara. En paz descanse Camarón de la Isla, pueden visitar un museo espléndido regentado por su mujer e hijos en La Línea de la Concepción (Cádiz). Viva Camarón, viva José. La verdadera voz de un mito gitano y revolucionario.

Porque José Monje Cruz es inconfundible, porque canta desde un abismo. Ya saben lo que decía Nietzsche al respecto, a veces el abismo mira a la vez dentro de ti. Cuando cantaba Camarón es todo un abismo insondable que busca, que indaga, mirando desde su interior. Y algo que mira desde el interior busca un refugio de paz desde una esperanza enjuta, sin ambages siempre sola, y callada, como bien dijo el poeta, en las sillas del lugar preciso.

 

Reseña literaria por Juan A. Herdi

Alejandra Moffat

Mambo

Editorial las afueras, 2025

 

Ana cuenta la cotidianidad de su vida de niña. Va descubriendo los hechos que le rodean y los normaliza desde su perspectiva infantil. Nos los describe, curiosa, pero sin las claves de su tiempo, del contexto en el que viven. Es la hija pequeña de una familia que reside en el sur de Chile. Son los años ochenta, ella apenas sabe nada de lo que ocurre en el país durante aquellos años complicados. Asiste casi como si fuera un juego a los detalles de la normalidad, sea lo que sea la normalidad, que para ella es sobre todo observar, corretear y convivir con sus padres, su hermana mayor y con otros personajes que aparecen y desaparecen de sus vidas, pero también la asunción de gestos y símbolos que no puede comprender en toda su envergadura.

Pero el lector sí lo entiende, conoce el contexto, va comprendiendo a medida que avanza en la lectura la atmósfera de clandestinidad en que se hallan, los gestos que indican lo que pasa, lo que rodea a esta familia, a Mónica, al taxista, al mundo en torno a la niña.

Ella misma va creciendo y aprehende a través de las brechas de la realidad lo que ocurre. Comprendemos según nos lo narra, pero también apreciamos su descubrimiento del mundo, de su mundo real. También los significados de algunas alegorías, el dibujo del águila con gafas, los mapas que dibuja su madre, los silencios, las ausencias, los traslados. En definitiva, asistimos al aprendizaje en unos pocos años claves en la historia personal, familiar y de Chile.

De este modo, Alejandra Moffat nos ofrece el relato de una experiencia dura, tremenda, cruel, la historia de una militancia clandestina desde los ojos de la hija, la experiencia traumática de una época y un país que no podemos olvidar, un testimonio desgarrador, porque entre líneas distinguimos el horror, el miedo y la angustia. Hay mucha tristeza a medida que la historia avanza, pero también mucha calidez. Porque la voz infantil de Ana no es, pese a todo, pueril. Es la del aprendizaje, la de asunción de la vida, no siempre fácil.

Todo ello narrado de un modo elocuente y podíamos decir que afectuoso, con una prosa suave y precisa. De este modo, la novela se vuelve un relato de vida, un testimonio de la intrahistoria de ese momento trágico en la historia del país.

Publicada hace tres años en Chile, Alejandra Moffat y esta novela forman parte de ese grupo de autores y de narraciones que se agrupan bajo el nombre de «literatura de los hijos» y que se refiere a autores que afrontan la historia reciente de su país desde la infancia, dando protagonismo a la generación anterior, la que protagonizó aquel momento.

Pero también es una novela de estilo cuidado, un ejercicio narrativo plausible. En definitiva, una pequeña joya literaria que nos ofrece el encanto de su lectura.

Reseña literaria por Juan A. Herdi

Iván Periánez Bolaño

Un día entre los días

Habla, cuenta, canta el

Pueblo Gitano I

Ediciones Akal, 2025

 

El Pueblo gitano ha sido y sigue siendo el gran olvidado en España, una España que, recuérdese, por fin está reconociendo, no sin esfuerzo, su pluralidad y su variedad idiomática, cultural, plurinacional. Incluso se están abriendo camino otras variedades lingüísticas presentes en el país. Pero el Pueblo Gitano continúa al margen, sin que se preste atención a su cultura y a sus variedades en el habla, sin reconocimiento ni oficialidad del caló, sin apenas presencia de su historia en el sistema educativo, en los medios de comunicación, en los foros académicos, al menos con la importancia que le correspondería si no pesara ese rechazo todavía presente. A pesar también del esfuerzo de las muchas entidades, asociaciones y fundaciones gitanas que desde hace ya varios lustros han surgido a lo largo y ancho de España, un esfuerzo que viene de la mano de la propia conciencia gitana que clama por sus derechos, su igualdad y su cultura. Seguimos ignorando su presencia o, peor aún, cuando se les presta atención se cuelan no pocos tópicos y estereotipos, a menudo porque se habla sobre los gitanos desde fuera, a su pesar, sin su intervención.

De ahí que sea tan importante hablar, contar, comprender y habitar la casa-mundo, como afirma Antonio Ortega en uno de los dos prólogos, el otro es de Noelia Cortés, desde la realidad propia, desde su gente, los dos prologuistas o el autor, Iván Periáñez, por ejemplo, y tantos otros que ahora mismo están consiguiendo abrir una brecha por la transmisión cultural del mundo gitano. Es fundamental que se conozca la cultura gitana en España, uno de los pilares de este país, y que además que sean los gitanos y gitanas quienes nos cuenten sus relatos, sus símbolos y su mirada. O miradas, porque al igual que ocurre en otras expresiones culturales, la gitanidad no es uniforme. Sin este reconocimiento y sin este intercambio, el mapa cultural español no estará completo.

Iván Periañez Bolaño nos ofrece en este primer volumen, el segundo está en preparación y se publicará en breve, una serie de relatos e historias de vida que nos permitirá conocer nuevos aspectos del mundo gitano, desconocidos para muchos, sabidos por otros, los más atentos y curiosos por su realidad. Nos hablan del mundo del trabajo, de la cotidianidad, de la fantasía que forma parte de esa misma realidad, la de los gitanos y la de tantas otras comunidades. Se trata de una versión nueva de los patrins clásicos, esas señales que los romaníes dejaban por los caminos, pero que ahora, con este libro, se depositan por las sendas emocionales y culturales de nuestra sociedad.

Cada relato nos transmite una mentalidad. Descubrimos una vida en cada una de las píldoras de sabiduría gitana, también una forma de hablar, un idioma salteado de caló, una visión del mundo. Como se afirma también en un momento dado del libro, recopilar estas narraciones es una forma más de lucha contra el olvido, y no olvidar es devolver a nuestra sociedad una parte fundamental de sí misma, una manera de convivir, algo fundamental en estos tiempos de divisiones y de rechazos anómalos en los que volvemos a luchar contra la intolerancia y el racismo.

 

Enciclopedia de Nekhdoum-Por Roberto M. Baldoiz

ATLÁNTIDA. La Ordalía Acuática y el Pacto de Oricalco.

  • (Según los Pliegos de Toth-Hermes, Volumen IX, Capítulo IV. Transcripción de la Tabla Primera.)
  • La única voz temible era el clamor de los diez monarcas; la única súplica, el bramido del uro en la arena sagrada. Bajo el sol meridional del Archipiélago Atlante, los reyes, descendientes directos de Poseidón (con Atlas, el primogénito, como autoridad), conminaban al Toro Blanco dentro del perímetro ritual. La contienda se desarrollaba sin armas de hierro, dependiendo únicamente del ingenio y la destreza del espíritu. No se trataba de un ejercicio venatorio, sino de la renovación del Pacto Fundacional. Cada diez años y diez meses, cuando la conjunción estelar dictaba que Helios manifestaba su ira, los hijos de Poseidón debían afirmar su juramento a través de esta ordalía mortal. Solo la inmolación del Toro sobre la Gran Columna, cuyo fuste estaba grabado con la Ley, ponía fin a la prueba. La sangre sacrificial recorría los caracteres antiguos, apenas inteligibles para la casta de ancianos, vivificando la rúbrica del espíritu. Alrededor del pilar ensangrentado, los dos sacerdotes y los monarcas, de azul púrpura, bebían la mezcla de vino y sangre. El oricalco, metal cuyo valor excedía al del oro, destellaba con una luz rojiza y ámbar, y la Ley era restablecida.

I. La Institución de la Ley y el Sacrificio del Toro Blanco

  • El ceremonial definía con precisión la naturaleza del gobierno atlante: una monarquía teocrática donde la ley no emanaba de la voluntad humana, sino del Orden Cósmico. Los diez soberanos se obligaban, bajo juramento solemne, a las siguientes prescripciones, grabadas en el metal:
  • Mantenimiento de la Concordia: Jamás tomarían las armas unos contra otros, respetando los diez dominios de la Gran Isla. Se comprometían a resolver toda querella entre sus súbditos con la máxima mesura. Juraban defensa mancomunada contra el adversario externo.
  • Administración de la Justicia: Sus decisiones estarían siempre regidas por las sentencias plasmadas en el pilar. Juraban comprender el propio código, enseñanza directa del Dios-Mar. Juraban cumplir su texto e imponer las sanciones dictadas por la Ley.
  • Concesión de la Clemencia: El espíritu de la norma buscaba que la esencia divina del hombre prevaleciera sobre la parte mortal de sus instintos. El poder de otorgar el perdón, atributo perteneciente solo a Poseidón, sería administrado por ellos en Su Nombre.
  • La arquitectura concéntrica de la isla, reflejo de la armonía macrocósmica, era la manifestación material de este voto. Y el Océano exterior, turbulento e inmensurable, era la amenaza siempre constante a este orden.
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II. La Transgresión Material y la Metamorfosis del Oricalco

  • El germen de la decadencia se gestó no en el campo de batalla, sino en la mutación del espíritu. A medida que la sangre de Poseidón se diluía en la estirpe, el valor material del oricalco se antepuso a la santidad de la Ley.
  • Los pueblos continentales, más allá de la gran extensión salina, demandaban el oricalco para la forja de sus bronces bélicos. Los atlantes sucumbieron a la tentación del intercambio. Las montañas sagradas fueron minadas, y su precioso contenido fue vendido a cambio de simple oro.
  • Este metal amarillo, no obstante, solo trajo riqueza superficial, mas no prosperidad. Enriquecidos, los atlantes abandonaron la fatiga de la minería subterránea y se atrevieron a arrancar los pilares menores de la Ley. Primero, aquellos de las aldeas más remotas; luego, los de los burgos y cabezas de comarca. Los espacios públicos aparecieron desnudos del eje alrededor del cual generaciones enteras habían crecido. Si el oricalco era un sólido, vertical y central, el oro era su opuesto: un pilar desmembrado en miles de piezas. Poseía un brillo similar, pero estaba ahora disperso y oculto en las arcas de los mercaderes y los sótanos de los burgomaestres.
  • El pilar estalló en mil pedazos. Producida en masa, se acuñó la moneda; profanación suprema. En la moneda, el disco metálico encarnaba la herética trinidad de rey, dios y riqueza. La opulencia reemplazó a la virtud cívica; la mesura fue olvidada por la ambición.
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III. La Ofensa Externa y el Veneno de los Aedos

  • Los pueblos continentales, ahora dotados de armas de bronce gracias al comercio atlante, sometieron uno a uno a los reinos del Mar Interior. Destruyeron los santuarios de sus dioses y el oro saqueado fue enviado a la Gran Isla de Atlántida, con la exigencia de adquirir más oricalco.
  • Por aquel entonces (c. 9.600 A.C.), los monarcas ya habían reconocido el valor estratégico del metal que yacía bajo sus pies y rechazaron el intercambio. Entonces, la Hélade, austera y marcial, atacó la Gran Isla y tomó por la fuerza aquello que se le negaba por el comercio. La ofensa no quedaría impune. La confederación atlante, unida contra el invasor, contraatacó al final del invierno siguiente frente a las costas griegas.
  • Veinte años duró el conflicto. Irresueltos ambos bandos a una batalla terrestre, la guerra se estancó en las aguas, dominadas por los atlantes. Sin embargo, los aedos de la Hélade, para quienes la poesía es un campo de batalla más, forjaron el arma sutil que les daría la victoria. Cantaron que los atlantes eran hijos del divino Poseidón, sí, pero también de una simple mortal, la bella Clito, nativa de las islas. Había pues nativos en el archipiélago atlante antes de la llegada de Poseidón y su estirpe. Hombres mortales, tan mortales y vulnerables como los propios griegos. Decretaron que solo la estirpe de sus hijos podía reclamar el linaje divino. Atlántida no fue hendida por las proas griegas, sino por sus versos. Eran tan delicados, tan bellos, que debían ser verdaderos. Así, los atlantes pelearon entre sí, y así fueron derrotados los atlantes en su espíritu. No sucumbieron ante la espada de bronce, ni por la laxitud del oro, sino ante el veneno de los poetas. Olvidaron que eran hijos de un dios.
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IV. La Ejecución del Juramento Roto: El Juicio de Poseidón

  • La victoria militar sobre los griegos se había consumado, mas la Ley Cósmica exigiría un precio más alto.
  • Aquí reside la ironía fatal: Poseidón, el poderoso fundador de la estirpe, dador de leyes y espíritu invocado en cada sacrificio, fue quien finalmente decretó la destrucción. Sintió traicionado el juramento porque el pacto sellado sobre el oricalco no fue con Poseidón como Padre, sino con Poseidón como Principio de la Ley.
  • Al violar la Concordia, la Justicia y la Clemencia que Él mismo había instituido, los reyes atlantes se convirtieron en traidores a su propia naturaleza divina. El hundimiento no sería un acto arbitrario sino la ejecución ineludible del juramento roto. El cataclismo barrió el archipiélago atlante, que se hundió en un solo día y una noche. El Océano se cerró sobre la isla y su memoria fue borrada de la faz del mundo.
  • Cuando los hijos se avergüenzan de sus padres, la vida concede a estos la amarga lucidez. Pero, cuando es el Padre quien se avergüenza de sus hijos, Aquél se enfurece y los destruye.

 

Reseña literaria por Juan A. Herdi

Basim Khandaqji

Una máscara del color del cielo

Traducción de Alberto López Oliva

Hoja de lata, 2025

 

Nur el-Shahdi es un joven palestino que vive en un campo de refugiados y está escribiendo una novela sobre María Magdalena. Se busca la vida como puede y ansía acudir a un campamento arqueológico para recabar más información que le permita la composición de su relato. Pero se enfrenta a un conflicto político en el que la identidad es clave y él forma parte del pueblo colonizado y oprimido, es consciente de ello, lo vive en su contexto: su propia familia y sus conocidos, al igual que él, se mueven restringidos, física y mentalmente. Aunque su apariencia le permite pasar desapercibido. De hecho, de niño se burlaban de él por su parecido a un askenazí. Encuentra por casualidad un documento de identidad israelí que le permite convertirse en Or Shapira, ciudadano israelí, por casualidad askenazí, entonces su vida cambia porque esa identidad fingida le permitirá acceder allí donde no hubiera podido llegar de otra manera, pero pronto ésta se contrapondrá a su propia identidad real.

Este es el punto de partida de este relato. El joven palestino sabe quién es, tampoco puede ser neutral o equidistante, como palestino ha de resistir para liberarse de ese yugo colonial, pero debe vivir bajo la máscara del opresor, simular ser quien no es y actuar en consecuencia, con el fin de poder participar en el campamento arqueológico.

El conflicto externo se convertirá también en un conflicto interior.

De este modo asistimos a una situación que admite una enorme variedad de grises. Como ocurre en el conflicto que está en el trasfondo del relato, por desgracia recrudecido estos dos últimos años. Las cosas nunca son tan evidentes, como suele parecer cuando las contemplamos desde lejos. No podemos tampoco olvidar, es algo que puede pasar al albur de la inmediatez informativa actual, que el conflicto no se inició hace dos años con el atentado execrable, sino que comenzó en 1948.

En este sentido, la literatura permite una vez más acercarnos a la intrahistoria, a darle la vuelta a la realidad y contemplar los hechos de otra manera. Asistimos a las reflexiones de un personaje que contempla atribulado una realidad que desborda los límites de lo aceptable. Vemos además como la situación de la región afecta a la vida cotidiana, envenena las relaciones, nada es evidente. Todo resulta confuso tras el desasosiego de las máscaras y ante los reflejos que nos devuelven los espejos.

Con su novela, Basim Khandaqji ganó el año pasado el Premio Internacional de Ficción Árabe. Una novela, por cierto, que escribió el autor durante su estancia en la prisión de Gilboa, donde se le retuvo por su militancia progresista.

 

Cinefilia-Cecilio Olivero Muñoz

Pequeña miss sunshine, 2006

Dirección: Valery Caris, Jonathan Dayton

 Comedia-Drama

 

Empeñados en ser ganadores y no perdedores, todos nos confrontamos con un rotundo porqué que nos hace entender la esencia de esta vida. Pierden los personajes de esta película la insensatez a medida que van soltando el lastre incómodo que los hace febles y frágiles.

 En una familia de cuatro miembros, con dos personas más como añadidura, todo acaba siendo un “ahora más difícil todavía” como en un circo de cachivaches oropelados. 

La niña, la pequeña miss sunshine, está obsesionada con los concursos de misses. El padre es un profesor de autoestima y liderazgo, aunque un perdedor en potencia, con altas dosis de moralina y con una sensatez podrida. La madre, una ama de casa frustrada, a la que percibimos claramente como una madre a la que estamos acostumbrados, por eso la adoramos, y el hermano mayor también es un colmo de obsesiones, ya que ha hecho voto de silencio y quiere ser piloto de avión, pero el tiempo le va dando una colleja que también acaba por enamorarnos.

En esta ensalada sin gluten se unen dos personajes más, el abuelo, que es un yonqui y un sibarita del placer inmediato a una edad madura, y el cuñado gay, un intelectual experto en Proust, abandonado por el novio y que acaba en un intento de suicidio fracasado, lo que desemboca en su ruina afectiva, aunque no moral.

Hay que dar énfasis en la palabra “perdedor”, ya que es late motiv de toda la familia, es el gran acicate del que todos tratan de huir como si de una enfermedad contagiosa se tratara, y todo el plano envolvente a esta ácida foto de familia parece divertirnos con el bálsamo repleto de sarcasmo y realidad. La película está repleta de guiños al espectador. Es como si quisiera hacernos entender que hay cosas mejores que el hecho de ser un ganador, o del acto casi fantasmagórico de ser un perdedor nato, que es lo que todos somos en realidad.

Al final acaba la familia en un conmovedor viaje del que, de manera divertida, la familia vive una aventura tras otra para que cada cual recobre sus señas de identidad como personas en su plena esencia.

Todos los personajes van siendo desprovistos de una condición sensata que los acaba desengañando a medida que el viaje avanza. Todos tienen un concepto de la vida que nos acaba conmoviendo.

Parece que nos invita a ser felices antes de ser como la sociedad dicta y quiere que seamos. Y acaba por darnos un mensaje sublime y no subliminal, ya que es evidente, que hay que ser felices sin luchar por clichés, tópicos irrelevantes y estereotipos sin importancia.

Es todo un código de conducta que todos nos debiéramos de aplicar porque la vida es breve.

 

Reseña Literaria-por Juan A. Herdi

Carmen M. Cáceres

La ficción del ahorro

Gatopardo Ediciones, 2025

 

El dinero no da la felicidad. Solemos decírnoslo a menudo. Pero tenerlo tranquiliza bastante, no nos cabe ninguna duda: aporta algo de sosiego, lejos de la angustia que supone no tenerlo, esa preocupación que corroe cuando nos falta o cuando nos enfrentamos a una de esas crisis que nos afectan cada poco tiempo, cada dos o tres años. Lo estamos comprobando en este primer cuarto del siglo XXI tan poco estable y lo conocen bien los argentinos, que vivieron aquel periodo del corralito que puso patas arriba a todo un país, sobre todo a la tan nombrada clase media de límites siempre tan inconcretos, que parece haberse agrandado en los últimos decenios, pero que puede que sólo sea un mero concepto indefinido, un invento de cierta sociología posmoderna.

La escritora argentina Carmen M. Cáceres nos presenta en esta novela corta, tan irónica como aguda, una anécdota de ese espejismo que es el dinero. Una zagala y su padrastro, su «segundo padre» lo llama ella, acuden al banco para llevarse el dinero ahorrado en las cajas de seguridad de la sucursal, temerosos los padres de que el corralito se extienda a otros ámbitos financieros más allá de las cuentas bancarias. La muchacha ha de trasladar el dinero pegado a su cuerpo, a quién se le ocurriría robar a una adolescente, casi una cría, y la anécdota le llevará a la joven a reflexionar sobre su vida, su pasado, sobre ese lugar llamado futuro y sobre esa realidad que es «una puja de distintos planos como placas tectónicas (…)».

Asistimos de este modo a un relato emocional, pero también reflexivo de un momento concreto en el que el dinero se vuelve no lo que hemos considerado siempre, esto es, lo que nos permite un mínimo bienestar material, sino algo etéreo, más bien fruto de la fantasía colectiva y al que hemos atribuido en cierto modo la condición de masilla social. Determina las relaciones en la comunidad, el trato entre vecinos que comparten un espacio físico, pero no un espacio mental, y sobre todo un modelo social homogéneo, el de la clase media antes mencionada, aunque todo indica más bien que el concepto clase media es el nuevo estándar al que tender.

De este modo, la novela, directa, sin ornamentos, cáustica en sus retratos de los personajes, las relaciones y las circunstancias, nos muestra esa intrahistoria que nos permite entender no pocos mecanismos sociales. No en vano, Marx afirmó que fueron las novelas de Zola la que le permitieron entender la economía de su época, sin duda porque introducían elementos que los estudios sesudos de economía no suelen incorporan. Así, esta novela, como insinúa el título, se vuelve una reflexión sobre la realidad tan ficticia como actual de las clases sociales, explicando en gran medida lo que es el ahorro, los caprichos de la economía o el origen de las fortunas familiares. 

Mario Obrero-Por Cecilio Olivero Muñoz

MARIO OBRERO

 

 Algo tendrá la poesía de Mario Obrero cuando las editoriales y los medios se han volcado con él. Y en realidad lo tiene. Es un poeta del que puedes aprender a pesar de su precocidad. Dice que empezó a escribir porque en Despeñaperros se le acabó la batería de la Nintendo, y en buena hora. Eso fue cuando tenía siete años de edad.

Muchos han puesto el grito en el cielo argumentando que Arthur Rimbaud ya hubo uno, debido a la juventud del poeta de Getafe. Hijo de una maestra de enseñanza pública, ganador del XIV premio de poesía joven Félix Grande a los catorce años con un poemario titulado Carpintería de Armónicos (2018), publicó su segundo poemario llamado Ese ruido ya pájaro (2019) y también es ganador del XXXIII premio Loewe de poesía a la creación joven con tan solo diecisiete años con el libro publicado en Visor Peachtree City. Tiene poemas excelentes. Con imágenes prodigiosas y persuasivas, tiene una voz propia.

Ha publicado ya dos poemarios con La Bella Varsovia y un ensayo reciente en Anagrama, que se llama Con e de curcuspin y los demás poemarios, Cerezas sobre la muerte (2022) y Tiempos Mágicos (2024).

Es un poeta mágico, sin duda. En el libro Peachtree City hace todo un alarde de mágica voz potente y nueva porque la magia siempre está presente en la poesía, en su poesía. Atrás quedan los consejos de Rilke a un joven poeta, también los tiempos que los poetas se convertían en enemigos del Estado. Este poemario está escrito entre Atlanta (EE. UU.) y Getafe, su localidad natal.

Con respecto a su poesía, posee imágenes con mucha personalidad, imágenes nuevas, casi sin quererlo. Es un poeta que respeta y se compromete con las lenguas o dialectos de la España plural. Talento le sobra, ya que lo tiene a raudales.

Pero eso no es todo. A su riqueza lectora hay que añadir que haya sido presentador televisivo en el programa literario Un país para leerlo.

 

Amigo de Juan Carlos Mestre y lector de infinidad de poetas. No es extraño que mencione a Guadalupe Grande, a Elena medel, y Antonio Gamoneda.

 

La poesía es aquello que metafóricamente, y por mediación de las imágenes a través de la palabra evocamos todas las cosas, como bien dijo Antonio Machado. La magia consiste en renombrar el misterio de la vida y darle la vuelta con imágenes frescas y puras, que al fin y al cabo, es también el misterio de la buena poesía.

 

Y es indudable que Mario las enaltece, las evoca, las subraya. Las muestra tal y como son. Metáforas e imágenes con una gran fuerza expresiva. Es un poeta que se compara con Lorca, es sin duda un gran lector que camina por su propio camino. Y eso es fundamental, ya seas lector de poesía o lector de narrativa. Es la voz joven que viene con mucha fuerza para quedarse.

 

Cinefilia por Cecilio Olivero Muñoz

Parásitos

2019

Director: Bong Yoo-ho

 

Una familia coreana de cuatro miembros, sin empleo, ha diseñado un plan muy gracioso, a la vez que inquietante. Consiste en vivir de lo ajeno de manera descarada. Empiezan desde su casa ubicada en un sótano a robar wifi y a realizar todo tipo de artimañas.

De forma muy fácil consiguen que les contrate una familia rica para trabajar a su servicio. La película es de un humor sutil, ya que, mientras fingen no ser familia entre sí, se van apoderando de todos los objetos, hasta de la casa y el coche.

Tienen un plan urdido tan meticulosamente satírico que empiezan a vivir deliberadamente de los demás. Así, como suena. Se introducen en comederos sociales, y hasta se emborrachan en la casa de la familia rica mientras la familia dueña está fuera. Para llegar hasta donde han llegado han trabajado concienzudamente.

Se convierten en impostores profesionales. Nada les hace pensar en la cinta que lo que todo comienza como un acto de supervivencia y comedia acabará de esta manera. Estos gorrones profesionales empiezan a perder su credibilidad y mantienen una impostura totalmente diseñada para vivir del cuento.

Acaban, como era de esperar, mal. Se podría decir con el agua al cuello. A sabiendas que perpetran su papel de parásitos comunicándose por WhatsApp, hacen un apropiacionismo de puro descaro y cara dura.

Está película, que ganó en Hollywood un Óscar a la mejor película en lengua no inglesa, es una cinta sarcástica, ácida e irónica. Resulta reveladora, pues vivimos en tiempos intempestivos. Considero que apropiarse de lo que otros consumen es todo un aliciente contemporáneo, y no me refiero a que te gorreen el wifi, en este mundo del gran capital mucha gente sobreviven como parásitos.

El mundo capitalista tiene un orden piramidal. Pues los jerarcas roban al pueblo, pero gente del pueblo vive del pueblo.  De sus semejantes. Ya que, si los mandatarios son ladrones la gente, obrera también lo será, aunque no siempre.

El concepto de “parásito” está tan en boga en nuestra sociedad que no se dan puntadas de aguja sin hilo mientras haya incautos.  Estamos en una era de apropiación indebida, de asalto electrónico, todos aquellos que están fuera del marco en tecnología es verdaderamente libre.

La película hace evidente una reflexión al mundo moderno, incluso es una metáfora del mundo cosmopolita, de los parques temáticos de las grandes ciudades, el mundo del ahora, del hoy; hay tantas estafas y fraudes que hemos conseguido que este planeta sea una vil trampa. Hemos conseguido que seamos desconfiados mezquinamente. Hemos conseguido que Internet sea un cautiverio.

 

 

Reseña literaria por Juan A. Herdi

Paola Caridi

La morera de Jerusalén

Traducción de Melina Márquez

Errata Naturae, 2025

 

La civilización va más allá de lo propiamente humano. Es evidente que hemos alterado la naturaleza según los intereses dominantes en cada momento, no hay más que echarle una ojeada a lo que nos rodea, más cuando percibimos, tal vez de un modo trágico, de la repercusión de las acciones humanas en el medio natural. Lo vivimos ahora mismo, en la más rabiosa actualidad. Quizá sea hasta cierto punto baladí afirmar que la formación de nuestras sociedades ha trastocado la naturaleza no siempre de un modo correcto, respetuoso. Pero a todas luces es preciso repetirlo cuantas veces sea necesario y así asumir, tarde sin duda, todo lo negativo que se ha realizado hasta ahora. Quién sabe si será posible cambiar sus consecuencias, la de un ecocidio que nos amenaza y que ha formado parte de la opresión y de la guerra. Sigue siéndolo aún.

Así, no sólo hemos utilizado los recursos, en ocasiones de un modo abusivo, también hemos modificado el medio ambiente, también hemos querido imponer un imagen, transformarlo por completo, sin preocuparnos que la naturaleza también tiene vida propia, sus propias reglas, ajena a los intereses humanos, y cuando chocan naturaleza y civilización mucho nos tememos que ésta va a salir perdiendo.

La historiadora y periodista Paola Caridi hace hincapié en el modo en que la acción humana y sus conflictos han repercutido en la naturaleza y afecta en la manera de contarnos a nosotros mismos. Afirma que «en el instante en que la historia humana se «libera» de los árboles, nos deshacemos también de una parte importante de la narración». De este modo, se vuelve imprescindible contar la historia ya no desde el punto de vista sólo humano, sino a partir de esos árboles que contemplan el quehacer de la humanidad y a menudo lo padecen.

Residente en el Próximo Oriente desde 2001, investigadora y analista en varios foros de la política de la región, ha querido trasladarnos en este libro la historia de la misma, analizar más en concreto el conflicto actual a partir de la historia de su naturaleza, de los árboles más característicos, del intento de acomodar el medio natural a los deseos y necesidades, muchas veces ideológicos, del sionismo, así como pretende contradecir la autora ciertos tópicos interesados, por ejemplo el que Palestina era una tierra yerma y desértica antes de la fundación de Israel. No lo fue, hubo una agricultura, un comercio de sus productos, una vida que se debe reivindicar, no en vano contar la historia y sus detalles se vuelve también una necesidad imperiosa para impedir relatos interesados que nada tienen que ver con la historia y de la valoración que realicemos de ella. Las naranjas de Jaffa se vuelven un símbolo de ello. El lenguaje y la descripción del pasado, no se olvide, son también campo de batalla.

De este modo, tanto la agricultura como la formación del jardín, tan importante como aquella, expresan formas de concebir la realidad, reflejan intereses coloniales o de clase, responden de forma clara a estrategias políticas. A través de la historia de los árboles, conocemos también la historia de la región, Paola Caridi nos da las claves para permitirnos entender toda la benevolencia que posee un árbol y cómo el tratamiento que proyectemos sobre él va a reflejar y nos va indicar no pocas cosas de los fines de toda política.