Reflexiones de una ondjundju-¿Un año más o un año menos?-Juliana Mbengono

¿UN AÑO MÁS O UN AÑO MENOS?

Al echar la vista atrás, descubro que la depresión que intenta apoderarse de mí a medida que se acercan las navidades no es nada nuevo, hace unos cinco o seis años que me visita. La alegría colectiva de esos momentos siempre me deja confusa, me parece forzada y excesiva. No tengo claro si debo festejar un año más por vivir u otro año vivido; tampoco sé si debo reflexionar sobre un año de planes sin cumplir o si debo sentarme a planificarme otro año e intentar cumplir esta vez. En todo caso, con o sin Covid, me paso las navidades en casa con los niños y el ordenador; leyendo o durmiendo; hasta que se acaben los ruidos y todo vuelva a la normalidad.

A pesar de las medidas de restricción para prevenir el Covid, mis vecinos están de juerga con la música a tope desde el día 21. En casa, mis hermanos pequeños corren desnudos de un lado a otro cada vez que les piden que se bañen… hay alegría y risas por todas partes, eso es genial. Todo es como el inicio de una película sobre el espíritu de navidad y, en efecto, yo debo ser la desalmada que no tiene espíritu navideño, pero disfruto de este día como cualquier otro.

La diferencia entre la película del espíritu navideño y la realidad es que: al cabo de dieciocho años, los niños de la película podrán tener sus vidas casi hechas y a los veintipocos estarán trabajando con un salario digno; mientras que los niños que corren desnudos en la vida real quizás tendrán que seguir estudiando a los veintipocos para acabar el bachillerato y trabajando a media jornada o sobreviviendo con destajos. Su infancia no terminará con la entrega de un apartamento al entrar en la universidad. No, la infancia real de muchos se acabará sin que ellos se den cuenta y cuando lo hagan, probablemente hayan repetido uno o más cursos o se hayan conformado con un trabajo miserable para sobrevivir.

Como dice Brian Tracy, todos, absolutamente todos, al llegar a los dieciocho años, debemos saltar el gran valle para salir de la infancia a la madurez y no hay excusas que valgan. Quienes no se esfuerzan lo suficiente acaban en el abismo de las quejas y los lamentos. Y, observando el contexto social, político y económico de muchos países africanos y otros alrededor del mundo; donde uno empieza la edad adulta con cero ahorros, los cargos públicos y los empleos se consiguen por nepotismo, y para sacar un proyecto adelante debes hacerle la pelota a medio mundo y venderle tu alma al diablo; está claro que unos debemos esforzarnos más que otros, pero no hay excusas que valgan.

¿Un año más o un año menos? De pequeña, quería cumplir dieciocho para ser independiente, salir de casa y hacer solamente lo que me dé la gana. La gente me decía que no es tan fácil… Yo me decía que soy diferente, que mi caso no tiene por qué ser como el resto. Con el tiempo, la experiencia me fue dejando claro que el dinero no caerá a mis pies como las hojas del árbol de mango ni aprenderé a organizarme de repente porque ya soy mayor. Con el tiempo supe que no basta con tener una idea, que hace falta trabajar duro sin importar las condiciones y que, si el año es el tiempo establecido para lograr una meta, a menudo mis años serán de 1095 días. Y, con el tiempo, verifiqué que levantarse tras cada caída era el mejor de los consejos; porque solamente yo me avergonzaba de mis fracasos, pero a nadie que tuviera la mente en su lugar y poco tiempo que perder le interesaban, a menos que quisiera usarlos para motivarme.

Quería cumplir dieciocho años para empezar a hacerme cargo de mi vida, para empezar a planificarla yo misma. Quería sentirme mayor y libre de dar explicaciones sobre mis decisiones. Por suerte o por desgracia, la independencia me llegó antes y tuve que improvisar sobre la marcha, aunque en realidad nunca me ha faltado nada básico. Creo que sólo quería poder hacer únicamente lo que me agradara, ser libre y feliz.

Ahora, con más de dieciocho, hecho la vista atrás y a veces el deseo es volver a tener quince o doce para hacer tonterías sin la más mínima preocupación por las obligaciones de mañana. Ahora me miro y mientras la gente a mi alrededor bebe, bebe y vuelve a beber, literalmente, como los peces de la canción, descubro que en realidad siempre he hecho precisamente lo que he querido porque nunca se me ha obligado a quedarme en casa ni a tener mi pelo afro fosco y enmarañado; yo he decido hacer y ser así: soy libre.

Se acerca el 2021 ¿un año más o un año menos? Concluyo que todo suma, un año más de experiencias adquiridas y un año más de experiencias por vivir.