
Empatía 2.0
Hace poco, leí el cuento de uno de los ganadores del certamen “Guinea Escribe”, el cuento de tres hojas habla de unos aldeanos que descubrieron una mota que, al consumirla les hacía muy felices; pero cada vez que la tocaban se extendía y acabó por invadir la aldea y el planeta. Creo que la mota es internet, pero el cuento no lo dice.
Por lo menos en África, todavía tenemos la certeza de que en caso de peligro los vecinos o quien quiera que esté cerca acudirá a socorrernos. Pero en muchas partes, parece que la empatía se ha limitado a los comentarios que hacemos en las redes por miedo, indiferencia y desconfianza.
Muchas veces hemos visto noticias sobre personas que acabaron muertas o gravemente heridas al intentar socorrer a otras que estaban en peligro. Creo que esto influye tanto en la gente que muchos prefieren mirar hacia otro lado cuando se encuentran con alguien que está en peligro. Recuerdo que, cuando estaba en Houston, un perro enorme salió de la nada y empezó a seguirme. Me asusté tanto que me puse nerviosa intentado alejarme. La gente que pasaba miraba hacía el otro lado y fingía no entenderme. Por desgracia, el perro fue atropellado por un Toyota y entonces algunos se molestaron en mirarlo con lástima. Si aquello hubiera sido grabado, seguro que muchos habrían hecho comentarios como “¿Dónde estaba el dueño del perro y por qué nadie la ayudó?”.
Por otra parte, la gente está tan centrada en sí misma que sólo se detiene a mirar la velocidad a la que va el mundo cuando les detiene una enfermedad o una desgracia. Mientras estamos sanos, los problemas de los demás son sus problemas, nosotros ya tenemos bastante como para preocuparnos por otros. En América echo mucho de menos a mis amigos y conocidos en Guinea, tantas actividades desinteresadas y tantos jóvenes valientes comprometidos con mejorar su comunidad. Durante la primera semana de febrero tuve que empezar a levantarme de mi cama a las cuatro de la mañana para poder llegar menos tarde a la escuela, una vez me quedé dormida y en el bus y al despertarme, estaba en la estación de los autobuses con las puertas del auto cerradas. ¡Menos mal que no me robaron el móvil o la mochila! El chico que limpiaba la marquesina evitó mirarme mientras golpeaba la ventana intentando llamar su atención. En Instagram, seguro que él habría sido el primero en preguntar si nadie tuvo cinco segundos para despertarme.
Por último, en un mundo donde la gente se aprovecha de la buena voluntad de otros para robarles o herirles, no es de esperar que nadie se crea que realmente estamos en peligro, a menos que hayamos tenido un accidente grave como que un terremoto sacude nuestro país o nos atropella un auto.
Es triste, pero real. Cuando leo los comentarios que hace la gente en las redes sociales, me da la impresión de que el mundo está lleno de empatía. Pero, al salir a la calle y ver las noticias, confirmo que estamos en la era de la empatía 2.0.