Reflexiones de una ondjundju-El bol de ensalada- Juliana Mbengono

El mundo es como un bol de ensalada con una diversidad de vegetales que forman un todo delicioso. A veces trato de imaginarme un mundo sin razas, sin variedades, colores, ni países: sería tan aburrido y simple… No podría hacerme una buena ensalada y, seguramente, existiríamos con unas sensaciones de tedio y carencia insaciables. La libertad de la que disfrutamos inconscientemente al elegir entre una manzana roja y una verde o amarilla, debería ser la misma que cuando hablamos de nuestras preferencias sexoafectivas o de las características físicas e intelectuales que nos gustaría que tenga nuestra pareja, o cuando comparamos varias ciudades y nos identificamos más con la vida en una determinada.

La diversidad nos permite organizarnos y clasificar las cosas, ideas, personas o animales por grupos, ¿si no? ¿cómo le indicaríamos a alguien que necesitamos teñirnos el pelo de rubio y rizarlo, en vez de teñirlo de rojo y alisarlo?

Tras visitar África, un europeo puede llevarse un traje estampado o hacerse unas trenzas para mostrar “lo exótico” que “descubrió en África” o porque, simplemente, disfrutó de lo diferente con lo que se encontró. De igual manera, constantemente, las chicas negras nos alisamos el pelo y lo teñimos con químicos o usamos pelucas para vernos diferentes, “cambiamos de look” de cada mes.

Tristemente, la diversidad se convierte en un gato con una quinta pata cuando empezamos a usar etiquetas como blanco o amarillo cómo únicas herramientas para definir a otros. Quizás no tengamos una mala intención, que mi madre me llame negra no me molesta, recuerdo haber tenido una amiga llamada Negra y otra llamada Llorona, esta última hacía llorar a otras niñas con tanta frecuencia que muchas preferían alejarse de ella.  Mi amigo Marques se llama Blanco y tiene la piel aún más achocolatada que yo.

Las diferencias entre unos y otros han sido utilizadas para hacer tanto daño que a veces creo que habría sido mejor que todos fuésemos iguales; pero estoy segura de que, igualmente, habríamos encontrado otras diferencias. Y, en el peor de los casos, quizás no sería tan sencillo encontrar a una persona desaparecida.

Que unos sean alto y otros bajos; unos negros y otros menos negros o blancos; nunca debería haber sido motivo de discriminación, miedo, rechazo u odio. Al contrario, esas diferencias deberían habernos ayudado a vivir extasiados, plenos de felicidad porque son muestra de la abundancia con la que nos bendice la madre naturaleza; son una prueba de que el mundo está diseñado para que disfrutemos de él mientras vivamos.

Veo a mis hermanas quejándose porque una mujer blanca presumió de unas rastas en Instagram o una negra se dejó tocar el pelo; la verdad es que es realmente incómodo que te toquen el pelo así sin más, como si alguien se tocara la libertad de tocar cualquier parte de cuerpo porque sí, porque le llamó la atención. Que alguien nos haya ofendido en algún momento, ya sea por odio o ignorancia, no debería privarnos de compartir y disfrutar la riqueza y diversidad de la naturaleza.

Para terminar, el egoísmo y la ambición seguirán alimentando el racismo y la xenofobia mientras las cele bridades se apropian de otras culturas para “crear tendencias”. Pero no debemos pagarlo con otros inocentes que simplemente amaron algo diferente a lo que ya conocían. Creo que ayudaría mucho que compartiéramos positivamente en vez de criticar y atacar pensando que estamos defendiendo lo nuestro.