Mañana despediremos al viejo año… Bertha Caridad

Mañana despediremos al viejo año, rápido pasa el tiempo, sin dudar el desconcierto por lo vivido y las esperanzas en el nuevo año viven entre nubes para mí, las veo cruzar cada amanecer cual palomas; mi mensajera ideal.

Hoy, son nubes de invierno, ellas vuelan vuelan… sin rival, dónde estarán los sueños, da igual si ellas interceptan estelas en mi mar.

Nubes, mar, sueños, esperanzas; las observo. De mis grandes amores bebo cada palabra, en mi pensamiento las puedo dibujar, todo para mí describen, cada letra se entrelaza por aquí y por allá, ustedes… andan así, y al andar de ese modo veo mis sueños, mis desesperanzas; siento el latir de cada minuto, quedan pocas horas del año 2023 y percibo… ¡cómo de a poco todo todo se va; no más!

Les deseo a todos mucha salud y prosperidad en el 2024 Dios los bendiga.

Sábado, 30 de diciembre del 2023.

Reseña Literaria- Por Juan A. Herdi

Cecilio Olivero Muñoz

Prosimetrap

Universo de letras

 

Montaigne escribió en el prólogo a sus Ensayos que él mismo era la materia de su libro. Habrá quien afirme que cualquier autor-persona está siempre presente en su obra, que ésta se constituye irremediablemente en su espejo. Así es como se ha estudiado al fin y al cabo la literatura, partiendo del propio autor, de su biografía y de sus traumas, aunque ahora hay nuevas perspectivas. La literatura se convierte de este modo en el testimonio de una vida. Entiéndase vida también como el cúmulo de emociones y sentimientos. Por otro lado, si entendemos la escritura como diálogo entre un escritor y un lector, ambos en su más absoluta soledad, sin que importe que entre ellos haya distancia física o vivan incluso en tiempos distintos, entonces qué duda cabe que el autor y sus fantasmas se constituyen en el tema de la conversación, aunque aquí el interés estriba también en cómo interpreta el lector lo que le comunica el escritor y cómo aquel lo asume y adopta en su experiencia vital propia.

Todo esto resulta tal vez más evidente en la poesía, prosa poética incluida. La poesía, nos dice Cecilio Olivero, «se diluye entre tiempo y sueño». Por tanto, el testimonio queda a merced del tiempo –el sentimiento es emoción madurada por el pasar de los años– y el sueño, parafraseando (mal) a Goya, contribuye a que los fantasmas propios se vuelvan monstruos. Aunque monstruos compartidos.

Haber comenzado con Montaigne pudiera indicar que esto de la literatura del yo o literatura testimonial tampoco es algo nuevo, ni lo sería la autoficción, nuevas etiquetas inútiles más allá de las meras referencias académicas. La literatura es sobre todo mestizaje, más en estos tiempos extraños. Pero al fin nada es nuevo y la originalidad supone también volver una y otra vez al origen, que es a lo que se refiere strictus sensus la palabra. Todo ello nos lleva a reconocer que estamos ante un libro de análisis de la identidad propia, de exploración íntima, con una voluntad de revelar y exhibir lo que uno arrastra, en este caso lo que arrastra el autor, y confrontarse a lo que uno es. Esto es, mirarse a sí mismo y compartir esa mirada. No es casual que el libro se cierre con un apartado titulado Los espejos. El autor nos expone a golpe de verso y de prosa los fantasmas propios, pero que también son colectivos, aun cuando cada cual los viva a su manera.

Nos encontraremos con temas eternos, como la soledad, el miedo, la conciencia de sí mismo, la fragilidad y las dudas, las relaciones interpersonales o el desamor. Todos estos temas aparecen hilados por un sentimiento profundo de malestar, que sin duda a muchos lectores va a perturbar, que es función también de la literatura. Todo ello pasado por la experiencia personal e intransferible de Cecilio Olivero. También hay una reflexión sobre la escritura o la literatura y sus funciones. La escritura deviene no pocas veces en pura necesidad, por tanto no está tan clara la línea que separa la literatura y la vida.

El libro se divide entre poemas concisos –«un poema debe ser concreto», nos aclara el autor– y prosas poéticas que no son tan concisas, se alargan por derroteros un poco más amplios. No se plantean disyuntivas, hay una unidad entre ellas, pero sin duda el lector podrá acomodarse en cualquier de las dos formas literarias, al fin y al cabo son piezas sueltas, con sentido por sí mismas. Por eso mismo el lector puede decantarse por unas o por otras, y quien suscribe se decanta sobre todo más por los poemas que por las prosas, es una opción.

El libro, por lo demás, no da pie a mucha esperanza, –«La esperanza es una acacia imposible»–, aunque tal vez no tenga mucha importancia, la poesía se nos presenta al fin y al cabo como el único ámbito posible de vida.

Reseña Literaria- Juliana Mbengono

El Poemario Verdinegro (iBookStore, 2023) es un trabajo conmovedor y valiente de Cecilio Olivero Muñoz en el que, con sus hemorragias de propósitos/ unidos a los amaneceres rojos, el autor vuelve a ser su propio muso presentando temas como la teoría del “luser o loser” con la que el sistema capitalista intenta convencer a sus víctimas de que son culpables de su desgracia. Olivero Muñoz llega a preguntarse si ¿Acaso no hay águilas que padezcan/ la crisis en sus picos y garras?

Otros temas que cuestiona y aborda el artista son: el amor, la inmigración, la importancia del éxito ante los demás, la felicidad, la necesidad de aceptación, el autodominio, la valentía, la salud mental, el nacionalismo, la justicia, la amistad, la familia, la discriminación, la inmigración y la maternidad, entre otros. Los 60 poemas del libro, algunos escritos en prosa, se leen en un momento y algunos lectores como yo se quedan sin palabras.

Pese a que la mayoría de los poemas son breves y sencillos, requieren un poco de concentración de parte del lector, ya que no difieren mucho de los que en “El necio” el autor menciona como poesía hermética [que se escapa de las manos del lector como un pájaro].

Uno de los poemas más conmovedores y tiernos de los tantos que hay en el libro es “El perdedor”, en estos versos donde Cecilio se define como presencia inútil/ como una jaula donde mueren pájaros y no se camufla al decir: a las mujeres les resulto repelente/ a los suegros les parezco un perdedor; se lee a un hombre que no pierde la esperanza en el amor ni se vuelve mezquino por no coincidir con lo que la sociedad define como hombre exitoso y qué es precisamente aquel al que cualquier mujer desearía presentar a sus padres.

En su intento de averiguar el secreto de la amistad, Cecilio Olivero entiende que se trata de un jardín /que debes cuidar con mimo y esmero; sin embargo, es una persona solitaria buscando su destino.

Otro poema que para mí no podría pasar desapercibido es “Hacia otra tierra con más oportunidades” en el que el poeta habla de la inmigración que lleva a cientos de jóvenes africanos a perder la vida en el mar y nos recuerda que cualquiera podría verse en esa situación algún día. La muerte de estos hijos, hermanos y padres que iban en busca de una vida mejor donde nadie les prometió nada acaba siendo, como lo dice el poeta “relleno televisivo” para Europa y el mundo mientras es una noticia amarga y dolorosa para los familiares que se quedaron quizás dudando o quizá esperando a que todo salga bien.

En varios poemas como “La revolución no será televisada” o “Nueva York” el autor invita al lector a ver lo sobrevalorados que están los Estados Unidos de América donde él no encuentra nada realmente interesante, sino injusticia, absurdos y vidas vacías atrapadas en las rutinas.

Cecilio Olivero es todo un poeta, es tan poeta que, incluso, cuando quiso hacer novela le salió una novela en poemas. La lectura de Poemario Verdinegro es para todos los que puedan leer; la variedad de temas, la brevedad de los poemas y el estilo usado en los versos libres pueden arrastrar al lector hasta el final del libro sin que este se dé cuenta.

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Maria José Navia

Todo lo que aprendimos de las películas

Página de Espuma. 2023

 

Hay algo perturbador en cada uno de los diez relatos que conforman este libro. No es una perturbación mala, negativa ni desagradable, sino por el contrario la lectura de los textos va dejando un poso extraño pero grato. Una extrañeza que procede además de lo cotidiano. O de lo que es aparentemente cotidiano, un término común pero de difícil delimitación, de un modo análogo a lo que ocurre con el de normalidad. Es cierto por otro lado que en un puñadito de palabras caben muchos pasados, también muchos gestos y bastantes sugerencias. Se capta de pronto, entre la cotidianidad de lo narrado, una profunda confusión, o una magulladura algo inquietante, y todo ello nos los ofrece la autora, María José Navia, a todas luces con gran maestría literaria.

Se recomienda una lectura pausada porque sólo así se consigue captar esa atmósfera sinuosa de los relatos, una atmósfera envuelta de frases entrecortadas, directas, a retazos, a golpe de relaciones ínfimas, tal vez efímeras en apariencia, imágenes entretejidas por palabras y frases hilvanadas con destreza y que dibujan deseos y expectativas, hechos que pudieran ser, pero no son. El resultado es en efecto la captura de una atmósfera en cada historia, una sucesión de atmósferas que quedan en la retina del lector, como una sucesión de fotogramas. Si un relato, un buen relato, es la aprehensión de una atmósfera, resulta más que evidente que estamos ante un libro más que notable.

Porque lo primera que uno siente cuando termina la lectura de los relatos es justo eso, una turbación que no se sabe muy bien de donde viene, si de la evocación o el recuerdo, de ese ejercicio recordatorio que viene provocado por un detalle nimio, o de un sinfín de relaciones que se tejen entre los personajes, relaciones familiares, o cuasi familiares, que sorprenden hasta el punto de tener que volverlos a leer. Sin duda, el estilo tiene mucho que ver con esta impresión, se trata de una prosa apacible, tranquila, sin aspavientos, seductora, como una sucesión de imágenes que pasan ante nosotros para absorber nuestra atención y removernos. En gran medida, la realidad es un acto de lenguaje. Merece la pena, por tanto, adentrarse en este libro.

Las diez historias conmueven. Nos trasladarán por lo demás a una y mil referencias que forman parte de un bagaje compartido. 

Una vez más estamos ante una propuesta literaria intensa, innovadora, que nos viene además de América. Una vez más la literatura latinoamericana, en este caso de una escritora chilena, nos emociona con la brillantez de sus relatos y con la conmoción de su lenguaje, tan visual. Estamos por lo demás ante una nueva generación de autores que han heredado una tradición literaria impresionante y que le dan la vuelta con absoluta genialidad a lo cotidiano al tiempo que engrandece de nuevo el arte del cuento literario.