Reseña Literaria-Juan A. Herdi

Julia Otxoa

Tos de perro

Eolas ediciones, 2021

Qué duda cabe de que la escritura alimenta en gran medida ese fuego de la memoria tan necesario como fundamental para conformar y reconocer lo que somos. La autora de este libro, Julia Otxoa, lo expresa perfectamente a través de las palabras de su propia madre: «(…) nuestra historia, escrita en todos los muros de la ciudad, y en cada grano de arena del desierto, y en los océanos, y en el rostro de la primavera, está por todas partes», y es lo que la autora lleva a cabo en cada una de las píldoras de recuerdos que componen su breviario, lo que es en cierto modo este libro, un breviario, de acuerdo con la cuarta acepción contemplada por el diccionario de la RAE y señalada como en desuso, la de libro de memoria o de apuntamiento. De este modo nos habla de sus propios granos de arena y sus gotas de agua, y a través de ellos nos habla del sereno, de la trilla, de las casas de San Sebastián o de Eulate, ese pueblo navarro de donde procedía su madre, también de los animales, los gestos o los nombres de los árboles, todo lo cual conformó su infancia, su origen, su personalidad.

En Tos de perro se hallan todos esos detalles que contribuyen a la memoria, que vuelven una y otra vez al presente y se quedan pétreos a través de la palabra escrita, pero al mismo tiempo, asomando como sombras que se vuelven presente, aparece la tragedia, la colectiva, la histórica, y que nos afecta, se vuelve también rutina, se integra en nuestra cotidianidad, va a apareciendo entre penumbras para conformar a su vez nuestro recuerdo. Lo expresa el resto de esa cita final de la madre, antes mencionada: «Cuanto fuimos arde en el fuego que ilumina la memora, porque más fuerte que el olvido, nuestros nombres fueron recuperados y en nuestros huesos puede leerse, como en un libro abierto, la barbarie».

La tragedia del abuelo o la del tío Clemente, la de una guerra no del todo comprendida en su plena envergadura, son recuerdo de esa barbarie. Se incorpora a la expresión escrita sin aspavientos ni alaridos, no es menester, se palpa todo el dolor de esa cotidianidad construida también a través de los mazazos de la violencia o de la maldad que convive en la rutina con la bondad y la empatía, y se recoloca como se puede en los recuerdos, en la memoria, en nuestra identidad, tanto la colectiva como la individual, si es que no son la misma.

De este modo, por medio de este breviario, Julia Otxoa comparte con los lectores esas briznas de su propia vida, nos regala su memoria, la volvemos nuestra a través de unas vivencias particulares que se vuelven colectivas y por tanto son también parte fundamental de lo que somos como comunidad. La historia también ese eso, tan valiosa como la de los grandes hechos.

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Nazareth Castellanos

«El Espejo del cerebro»

La Huerta Grande, 2021

Cada vez resulta más evidente que la separación de los saberes, su encajonamiento en compartimentos estancos, es un error. Incluso la división básica entre ciencias y letras ha sido una equivocación que por desgracia hemos padecido muchas generaciones en nuestra formación escolar y académica. Durante mucho tiempo se diluyó por completo el ideal renacentista, ideal este presente también en tantas otras épocas, de que las personas desarrollaran una visión de conjunto de la realidad, y se trata no sólo de los planes de estudio o de la curiosidad, el interés y el conocimiento de varias disciplinas, sino también, sobre todo, de la capacidad de saber relacionar aspectos que la vida no ha separado de un modo tan categórico como lo han organizado los sistemas de formación. La ciencia ha sido en cierto modo castigada por tal segregación, tal vez por habérsele otorgado un lenguaje complicado que la volvía difícil de entender para quienes optaban (optábamos) por otras sendas, pero también por una excesiva delimitación de lo que consideramos cultura. La importancia actual de las ciencias y de la tecnología en nuestra sociedad, pero también para la vida individual, para la conciencia de sí mismo, obliga a un cuestionamiento de tal separación.

Por ello es de agradecer que surjan divulgadores de las diferentes materias científicas que nos permitan entender, sin perder por ello rigor, aspectos fundamentales de las mismas.

Tal es el caso de Nazareth Castellanos, que en apenas cien páginas nos presenta algo tan fundamental para cada uno de nosotros como es el funcionamiento del cerebro. Sin duda la materia posee una complejidad mayor que la que pueda difundirse en un libro tan breve, pero a todas luces es una magnífica introducción, muy bien expuesta además, con una claridad que quien suscribe agradece absolutamente.

Pero no estamos sólo ante una mera exposición neutra de los mecanismos neuronales, sino que este libro tiene un objetivo claro, la asunción de los cuidados añadidos por la vía de la meditación como ejercicio fundamental que permita la toma de conciencia de la realidad, de sí mismo, y la importancia de la atención plena, algo que además relaciona la ciencia con la vida, con la cotidianidad, con la propia filosofía de la existencia, esto es, con la actitud ante el vivir. Algo fundamental en nuestra época, en la que se tiende no poco a la dispersión.

La autora ha sabido vincular la descripción física del cerebro con otras disciplinas, con referencias a obras y autores que han planteado aspectos expuestos por ella. Sin duda estamos ante un libro clave, fundamental, una magnífica forma de adentrarse en la materia y así que pueda el lector adentrarse en la conciencia de su propia vida, más allá de la mera existencia.

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Javier Pérez Andújar

«El año del Búfalo»

Editorial Anagrama 2021

Quien conozca la trayectoria literaria de Javier Pérez Andújar sabe ya que se va a enfrentar una vez más con un artefacto narrativo cuanto menos singular, una novela que no se ajusta ni de lejos a lo que suelen llamarse los cánones al uso, si es que existen cánones al uso o normas que deban seguirse en esto del oficio de escribir. Porque este autor revuelve en todos los fundamentos y técnicas que, dicen, conforman la narrativa, el arte de contar, les da la vuelta, los mezcla, o simple y llanamente los emplea a su antojo, juega o reflexiona en serio, coloca alguna que otra pulla a esta realidad desasosegante, expone ideas y descripciones, cambia los muebles de la novela por arte de birlibirloque, y tras todo ello, como si tal cosa, nos la ofrece y el lector queda por completo embelesado por una creación que lo sumerge a todas luces en un mundo muy particular. No falla.

Quien no haya leído ninguno de los libros anteriores de este escritor que sepa que se va a embarcar en un paseo extraño repleto de recovecos. A bote pronto se enfrenta en esta su última novela a una polifonía que, sin embargo, no dificulta la lectura, al contrario, se va cosiendo de un modo perfecto, nada chirria, se asume incluso ese grado de absurdo que no es de la novela en sí, contra lo que pueda parecer, sino que pertenece al mundo que vivimos, ¿qué más absurdo que el último cuarto del siglo pasado y este primer cuarto de este que vivimos?, y que el libro refleja a la perfección. Se expande un plano alrededor de ese confinamiento o encierro de cuatro personajes cuanto menos curiosos que parecen interactuar alrededor de un autor finés enamorado de España, se establecen varias polifonías y un sinfín de notas a pie de página de diversos personajes, la madre del escritor, su traductora, un ministro de humanidades, el propio autor ficticio, entre otros, con múltiples referencias a la realidad y a sus forjadores, y que constituyen sin duda un relato paralelo.

Al final, encontramos un mapa extendido de los últimos diez lustros y uno siente que ha paseado por ellos. Porque el paseo, ya sea por un espacio físico, por ejemplo el extrarradio en el último tramo del Besós, río barcelonés fundamental para el autor, ya sea por el tiempo, resulta esencial en la narrativa de Javier Pérez Andújar, un ejercicio de flâneur literario y particular. La referencia a Modiano en la novela sin duda no es casual. También es un paseo alrededor de una generación que vivió el desencanto con especial intensidad. De este modo, con este cóctel nada menos, nos encontramos una vez ante un texto atractivo, intenso, irónico, de uno de los escritores más interesante en el panorama español actual.

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Miguel Martínez del Arco

Memoria del frío

Hoja de Lata Editorial, 2021

Da la sensación de que la literatura posee ahora mismo una mayor idoneidad que otros ámbitos para llevar a cabo esa labor de memoria comunitaria, mucho más que el político por ejemplo, sin ir más lejos. Tal vez por una capacidad mayor de aportar esa intrahistoria tan necesaria de recuperar y conocer con toda su amplitud lo que pasó, con lo que a todas luces cumple mejor con una función testimonial. Por su parte, el debate político actual con respecto a la memoria, y más en concreto a la memoria de esos años terribles de guerra civil y dictadura franquista, está muchas veces afectada, aún ahora, cuando ya han pasado unos cuantos años, por intereses partidistas o por esa necesidad de establecimiento de un relato que tiene mucho más, me temo, con la imposición de versiones oficiales que ayuden a tales intereses.

De ahí que resulten tan necesarios libros como este de Miguel Martínez del Arco, Memoria del frío, que nos muestra, novelada, la historia de sus padres, que pasaron años en la cárcel o atosigados en los periodos de libertad, la historia propia también, como afectado indirecto, personaje secundario, se presenta a sí mismo, aunque al final directo, de una represión atroz, cruelmente caprichosa. Es una novela, hay ficción, o como aclara el autor situaciones ficcionadas, pero los personajes y las circunstancias sucesivas y concretas son reales, la narración viene intercalada además por la búsqueda de datos y de la percepción de sensaciones del narrador, no se ocultan por otro lado las posiciones y compromisos de cada cual, eso forma parte al fin y al cabo también de nuestra Historia colectiva, las diferentes ideologías presentes, pero no hay ni un juicio al respecto, el eje del libro no es ese, el acierto o no de las opciones de cada persona, sino las consecuencias terribles de una dictadura para las personas desafectas al ideario oficial, incluidas aquellas que disintieron desde el mismo, pero también para la sociedad en general, mucho más pobre si se cercenan las ideas. Huye también, todo hay que decirlo, de equiparaciones absurdas o equidistancias. Escandaliza ahora en todo caso, y no debería de importar la posición política del observador actual, que estas cosas hubieran ocurrido.

En cuanto a la novela, destaca su estilo directo, cuasi impresionista, con esos retazos que son sus frases cortas y que se van clavando en el lector, al que le costará salir de la historia a medida que avanza en la lectura. Señal inequívoca de que estamos ante buena literatura, la de esta primera novela de Miguel Martínez del Arco. Imprescindible en todos los sentidos.

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Walter Benjamín

«Infancia berlinesa hacia mil novecientos»

Traducción de Richard Gross

Editorial Periférica, 2021

Stefan Zweig y Walter Benjamin son los dos autores que sin duda mejor han evocado el ambiente centroeuropeo previo a la primera gran guerra y que desapareció cuasi por completo con ella. No otra cosa es este libro delicioso del filósofo alemán, «Infancia berlinesa hacia mil novecientos», una evocación breve en apariencia, pero al final un retrato delicado y certero, todo lo certero que puede ser la memoria, de un pasado en que Europa era diferente a la actual, poseía otro ritmo, otras formas. Se trata en definitiva de un libro que ha recuperado para ofrecérnoslo la editorial Periférica.

En apenas treinta capítulos breves, cada uno de ellos con un talento enorme de seducción, Walter Benjamin nos retrotrae a ese mundo propio, cuando era un niño que comenzaba a asomarse al mundo y se preguntaba «¿por qué había algo en el mundo, por qué había mundo?». El autor nos evoca de este modo, con pequeñísimas anécdotas, a la vez que nos lo muestra, aquel Berlín que tanto cambió después. Hoy Berlín parece recuperada de su trágica historia, vuelve a brillar social y culturalmente, aunque ya no es el Berlín de entonces, el que nos rememora el filósofo como espacio físico de su infancia, aportándonos respecto a ésta algunas de las raíces de su propio pensamiento, el inicio primigenio de su proceso reflexivo, como por ejemplo la alusión, tan bella y poética, a la placidez que le proporciona el calor de los calcetines guardados en una cómoda y que le enseñó que «la forma y el contenido, lo envuelto y el envoltorio son idénticos» y de este modo pudo extraer la verdad que hay en toda poesía, apenas un brevísimo incidente en la vida de un niño pero que sin duda volvería una y otra vez a su mente, permitiéndole entender también algunos aspectos claves de la realidad y la vida.

Estamos por tanto ante una pequeña joya poética, una muestra de hasta qué punto las palabras poseen una capacidad enorme para la reflexión, algo que sin duda hoy resulta imprescindible recuperar, en esta Europa que vive otra vez una crisis profunda en todos los ámbitos, pero sobre todo en el cultural. Por ello es de agradecer que recuperen libros como este de Walter Benjamin, quien, al igual que el aludido Stefan Zweig, no ha perdido vigencia.

Presentación de Cibernética Esperanza-Cecilio Olivero Muñoz-ED. Vitruvio, 2021

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Cecilio Olivero

Cibernética esperanza

Ediciones Vitruvio, 2021

En 1985 el editor Enrique Murillo apuntaba el inicio de un cambio en el panorama literario español. Preveía la aparición de nuevos autores con historias que contar, narradores puros los denominaba, frente a los escritores que ilustran verdades preconcebidas mediante ejemplos y que constituyen, estos últimos, en gran medida, la tradición literaria española, tan dada al realismo. Estos nuevos autores, según Murillo, evitan en cierto modo la trascendencia en el relato y lo conciben como experiencia. Sin estar del todo de acuerdo con su apreciación, me parece que las categorías nunca son cerradas y ha habido de todo en todo momento en la literatura española, sí que es cierto que a partir de los ochenta se aposentan y surgen escritores que ya escriben de otra forma, los tiempos y la sociedad española son distintos, y hay nuevas influencias y vínculos con otras maneras de contar.

Pero además, en estos últimos lustros, desde poco antes del salto de siglo hasta ahora, creo que se están dando otra vez síntomas de renovación en la literatura. Hay que tener en cuenta el reto que supone la aparición de nuevos medios y hemos de asumir el predominio actual de lo audiovisual, reforzado por esas nuevas herramientas que parecen ya absolutamente dominantes en nuestra sociedad, y no sólo entre las generaciones más jóvenes. Desde luego, no creo que la literatura corra peligro de desaparecer, no lo estuvo con la eclosión del cine, no lo está hoy, pese a todo, y si lo está, será más por la excesiva comercialización editorial y por la no poca ramplonería desatada en nuestros días, con demasiados escritores más de pose que de esfuerzo.

La literatura actual ha de asumir en todo caso el reto que le permita seguir incidiendo, de ser algo importante, y esto pasa en mi modesta opinión otra vez por la experimentación y por el rigor, también por la necesidad imprescindible de ser penetrante y aguda. Como muy bien indica Enrique Murillo, y con ello estoy por completo de acuerdo, «todo relato que no produzca alguna forma de catarsis es un relato fallido».

Experimentación está habiendo bastante, es verdad. Aunque frente a ello haya una reacción de las editoriales a fórmulas en exceso convencionales, novelas y formatos que se repiten una y otra vez bajo una maquinaria de marketing que muchas veces es ajena a la literatura pausada y reflexiva. Imagino que toda época de cambio produce miedos a los saltos al vacío y tampoco las editoriales quieren perder oportunidades de negocio, pero esto es otro debate que no viene al caso, o tal vez sí, pero no tengo espacio suficiente para desparramarme al respecto. En todo caso, hay experimentación, algo que resulta imprescindible ahora mismo.

Claro que no siempre la experimentación sale bien. Pero creo que ahora mismo es de agradecer que se nos ofrezcan nuevos formatos, que se tantee con las palabras y los estilos, que se pruebe, aun cuando los resultados no siempre sean los esperados. En la literatura y sus procesos sí nos podemos permitir los experimentos; es más, son de agradecer.

Viene todo lo anterior a colación por este libro sobre el que pretendía escribir, que iba a ser una reseña, pero que al final me ha llevado por otros derroteros. Cibernética esperanza es ante todo uno de esos experimentos y tendrá sus claroscuros, quizá algunas rarezas, tal vez ciertas imprudencias, pero que apunta a una necesidad intensa de escribir con valentía, osadía y clamor. No es baladí recordar aquí que la escritura tiene mucho que ver con la vida. Es más, cada vez tengo más claro que no puede haber distingos entre literatura y vida, ni siquiera entre ficción y realidad. La verosimilitud forma parte de lo real, al fin y al cabo.

Una cuestión a solventar es cómo podemos catalogar este libro. Cecilio Olivero ha dicho alguna vez que se trata de una novela. Sin intención de impugnarle o de contradecirme a mí mismo, ya que vengo hablando tanto de experimentación, yo no lo creo. Combina prosa, introduce también poesía. Hay una narración temporal de hechos y unos personajes, más o menos reales o imaginados, si es que podemos apurar tanto en estos tiempos, y visto lo visto, los límites de la realidad y de lo ficticio. Pero me decanto más por el lado de la poesía. Aunque sólo sea porque me resulta muy evidente que Cecilio Olivero es un poeta, un animal poético, aunque a veces le dé por la prosa con resultados en mi opinión muy por detrás de su poesía. Pero ha experimentado con la prosa y el resultado le ayudará a sacar algunas conclusiones de su labor literaria, espero.

Aconsejo por tanto leer este libro como un ejercicio más poético que prosístico. Incluso la prosa es poética, aunque aquí he de reconocer que con resultados no siempre homogéneos.

Respecto al contenido, a todas luces no resulta fácil ni grato mantener el tipo ante lo que se cuenta. No es un libro amable que intente apaciguarnos ante la descripción de lo crudo que tiene vivir, del dolor y el desasosiego que entraña la existencia o incluso, cabe entenderlo así, la falta de heroicidad para el reto de luchar consigo mismo. No tranquiliza, sino que inquieta y algún que otro lector no quedará ajeno ante la figura del personaje o personajes.

Sin duda estamos ante un nuevo tipo de formato que nos invita a otros escenarios en esta sociedad del espectáculo global que estamos conociendo. Al menos es una oferta interesante.

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Almudena Sánchez

Fármaco

Random House, 2021

Estamos ante un libro inquietante. No sé si es el calificativo adecuado, pero sí es lo que produce, una vaga inquietud que va en aumento a medida que se avanza en su lectura. A pesar de la ironía, que ayuda bastante a comprender lo que se cuenta. O se narra. A pesar de que intuimos que el final será feliz, de lo contrario no tendríamos el libro entre las manos. A pesar también de que muchos lectores avanzarán por sus párrafos con ansia de comprender un proceso que asumimos que existe y que nos puede ocurrir también a cualquiera, con independencia de las circunstancias de cada cual, buenas o malas.

Almudena Sánchez nos habla abiertamente, sin tapujos, la expresión viene muy al dedo aquí, de su depresión, de ese estado anímico durante mucho tiempo incomprendido, antaño denominado melancolía, y que además, con la pandemia, adquiere una nueva carta de naturaleza: se ha extendido, visible o no, un profundo malestar en todos. La autora nos ofrece una confesión, aunque sin el significado que le da el catolicismo, no hay propósito de enmienda ni petición de perdón, aun cuando en algún momento lo pidiera en la realidad, pero su escritura no lo es. Más bien cumple, creo, con una de las funciones, de los porqués, que se atribuye a esta manía de escribir: comprender(se), incluso poner algo de orden. Busca romper con esa mudez con la que no sólo la autora ha crecido, todos la hemos padecido y la padecemos de un modo u otro, con mayor o menor énfasis.

Estamos por tanto en un relato testimonial que nace, sin duda, de una necesidad, la de curarse también mediante la escritura, pero que al final, una vez desprendido el texto de las manos de su narradora, se vuelve sobre todo útil para el receptor, para el lector, como si el libro, en cierto modo, estuviera concebido a su vez para cumplir con las pautas de la teoría literaria de la precepción. Porque tal vez deberíamos analizarlo no por lo que es en su origen, sino en los efectos que pueda producir en los lectores y en la capacidad de comprensión de un estado de ánimo que se convierte en enfermedad. Y que permite afrontar un tema como el de la depresión o, en general, de la salud mental, con sus estereotipos manidos y el peligro de la estigmatización

Una comprensión facilitada por la literatura. No hay duda de que es la literatura la que permite muchas veces entender la realidad, más que los sesudos estudios analíticos. En definitiva, la prosa literaria convertida en vademécum para aprehender los mecanismos más sombríos de la vida. En este caso, además, hay mucha poética, hay ironía, hay un bello juego del lenguaje, hay dureza también. Ello convierte el relato en un perfecto artefacto, aun cuando rompa con todos los preceptos literarios, que para eso son las reglas también, para infringirlas y romper con lo más aséptico del formalismo literario. 

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Irene Reyes-Noguerol

De Homero y otros dioses

Maclein y Parker, 2018 

(2ª edición 2021)

Afirmaba Anatole France que todos los relatos del mundo se podían concentrar en apenas un puñado de temas, muy pocos. Lo que los caracterizaría, por tanto, no sería lo que cuentan, sino la forma de contarlo, la capacidad de mantener el interés del lector, esa atracción por una narrativa que nos mantenga atado al libro. En esto consiste la originalidad, no en la novedad, sino, como indica la propia palabra, en ese volver una y otra vez al origen, resituarlo en nuestro momento y mantener en candelero la buena literatura. Y qué duda cabe que la mitología está en la base de nuestra narrativa, de nuestros sueños y de nuestras claves.

De todo esto ha de saber mucho Irene Reyes-Noguerol, o puede ser más bien que lo intuya, se trata de una escritora muy joven que se asoma a la literatura con los dones suficientes como para esperar de ella una obra más que interesante. No necesita tampoco disimular: acude a las fuentes de la Grecia Clásica y nos ofrece una colección de relatos que poseen una fuerza enorme. Son cuentos que hablan del presente, pero guardan un perfecto paralelismo con los relatos míticos, como si los trasladara a nuestros tiempos, en un ejercicio de reescritura permanente que, intuimos, es la base de toda literatura de calidad.

Pero además son textos cálidos, poéticos, algunos de ellos de una perfección absoluta. Léase por ejemplo el más corto de los veinte relatos, Gran carnívoro, que nos retrotrae a Licaón, y que en dos páginas ofrece una sensibilidad difícil de alcanzar. Se ha de ser muy buena escritora para encandilarnos de esa manera. Cada uno de los textos nos atrapa hasta el embelesamiento, sin caer por ello en lo empalagoso, muy al contrario, es una prosa bien trabajada, precisa, con la dosis suficiente de poética y concreción, sin que sobre ni falte nada, un preciosismo estético que convierte a Irene Reyes-Noguerol en una autora a todas luces encomiable, prometedora.

Es muy de agradecer la apuesta de una editorial pequeña por autores nuevos que consiguen escribir con gran valía, se cumple así con la función que ha de tener toda editorial que se precie, la de descubrir nuevos valores, la de mantener ese hilo rojo de la literatura que a todas luces sigue adelante pese a los tiempos.

Nos quedamos por tanto a la espera de lo que nos ofrezca Irene Reyes-Noguerol en el futuro. De momento, sólo cabe recomendar De Homero y otros dioses.

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Anton Arriola

El ruido de entonces

Erein, 2021

A todas luces estamos ante un libro mestizo cuyos fragmentos van componiendo las circunstancias de ese hecho dramático e inaceptable que es el asesinato de un ser humano. En este caso el del José María Ryan, ingeniero jefe en la central nuclear de Lemoiz, en construcción. El autor descompone los elementos que rodearon el crimen cuyas circunstancias conoció de primera mano, aunque a cierta distancia, y al tiempo ofrece al lector la novela escrita a partir de aquel hecho tan presente en su propia vida y que es, por tanto, una narración paralela a su propio testimonio, rememorando uno de los capítulos más importantes, penosos y duros de la historia del País Vasco. Aquella semana de hace cuarenta años, la del 29 de enero al 6 de febrero de 1981, es la del secuestro y asesinato de José María Ryan, sin que podamos olvidar las semanas anteriores y posteriores del suceso trágico, sin duda entre las más tensas de la historia reciente.

A muchos no nos sorprende que ahora mismo la literatura vasca, tanto en euskera como en castellano, lleve a cabo un ejercicio de memoria de los últimos años, los del terrorismo, los de un conflicto que a veces no parecía que fuera a acabar nunca. Pero acabó y de pronto, a pie de calle, esa larga época parece desaparecer del recuerdo colectivo, mientras que desde las instituciones y en clave política se hace mención de todo aquello, a menudo como carga entre partidos, con fines no siempre claros, más bien interesados. En el caso que nos atañe, el asesinato del ingeniero Ryan, ni siquiera ha habido en estos días, cuarenta años después de lo ocurrido, un acto oficial, empresarial o social, la aparición de este libro ha sido el único recuerdo de aquel crimen que, además, para muchos significó el final de la mistificación revolucionaria de ETA.

Este texto, novela y testimonio reflexivo, recoge el guante y muestra bien a las claras las heridas que se produjeron en aquella larga noche que duró más tiempo de lo indicado en la canción de Aute. Logra sobrecoger este ejercicio de memoria tan necesario. Es evidente por otro lado que todo crimen posee unas circunstancias que lo envuelven, que no justifican en absoluto el acto en sí, pero explican lo ocurrido y, sobre todo, ahondan en muchas contradicciones de todos los agentes sociales, sin excepción. Arriola nos expone tales circunstancias. Nadie sale inerme de la tanatopolítica y la alusión a Hannah Arendt y su análisis sobre la banalidad del mal nos interpela a todos, porque muchas veces el silencio de una mayoría, por indiferencia o por exceso de comprensión a ciertas reacciones, fue cómplice del horror.

Con este libro Anton Arriola participa de una forma de entender la literatura que parte de una implicación muy necesaria con la realidad, que actúa como espejo donde reflejarnos, que conlleva una reflexión sobre la realidad, dejando al lector la carga de dicha reflexión y su necesidad de resituarse ante los hechos. Deja claro que el acto de matar es siempre indigno. A partir de aquí cada cual ha de saber qué pensar, cómo actuar. Sobre todo, porque el mal sigue existiendo en otros contextos y otros lugares muy cercanos, y la banalización, por desgracia, sigue vigente.