14º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

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14º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

NEVANDO EN LA GUINEA

NºXIV     15-11-2.008

NÚMERO ESPECIAL DEDICADO A LA MEMORIA

DE PEDRO JOSÉ GONZÁLEZ MUÑOZ.

 

EDITORIAL XIV

El negocio de la multiculturalidad y el sentido común

 

Asistimos no sin una cierta sensación de vergüenza ajena al último espectáculo multicultural de las Naciones Unidas. En Ginebra hay un palacio que pertenece a tan notable, que no noble, visto lo visto, institución una de cuyas salas, la denominada Sala XX o Sala de los Derechos Humanos y de la Alianza de Civilizaciones, ha sido remodelada por el artista español Miquel Barceló. Dicha obra ha consistido en erigir una cúpula y el presupuesto lo aprobó el patronato de la Fundación ONUART. Hemos conocido que el referido presupuesto se eleva a la cantidad de 20,35 millones de euros, de los cuales 500.000 euros han sido aportados por el Fondo de Ayuda al Desarrollo español, que gestiona el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio.

 

Sabemos que el tema puede ser abordado con mucha demagogia. La evitaremos en la medida de lo posible. Seguramente bastaría sacar una conclusión con la mera lectura del párrafo anterior tal cual y quizá por ello no sea muy necesario añadir mucho más: los datos expuestos cantan por sí mismos. Por otros lado, somos conscientes también de que el problema de la pobreza en el mundo depende en gran medida no tanto de las ayudas puntuales que se puedan otorgar, y con 20,35 millones de euros habría muchísimas ayudas puntuales que arreglarían problemas concretos y angustiosos para quienes los padecen, sino de transformar estructuras y relaciones internacionales, crear un nuevo orden internacional basado en la cooperación, la justicia, la solidaridad.

 

Tampoco somos quienes para exigir compromisos a los artistas. La solidaridad surge de la propia persona y cada cual ha de saber hasta donde tiene que llegar su compromiso. Por lo demás no creemos que un artista tenga que estar más comprometido que cualquier otro ciudadano, sea quien sea y cualquiera que sea su oficio, aunque reconocemos que un artista puede lograr que un mensaje llegue a más gente. No seremos nosotros en todo caso quienes juzguemos a los demás ni daremos consignas de cómo han de vivirse los problemas de este mundo, nos basta con intentar ser coherentes en nuestra vida cotidiana, algo de lo que no somos ni de lejos maestros.

 

Sin embargo, no hemos podido evitar un escalofrío al conocer dichos datos. Sobre todo si las cotejamos con otros que nos proporcionan algunas organizaciones de solidaridad y que nos dejan claro que la miseria, el hambre, la pobreza son, por desgracia, la norma en el mundo, no la excepción. Evidentemente, hay muchos otros gastos que podrían soliviantar dicha situación y no por ellos vamos a exigir su eliminación. No obstante, nos escandaliza que el dinero de la cúpula se haga nada menos que en las Naciones Unidas, que tiene un sinfín de entidades vinculadas y programas específicos de desarrollo y de lucha contra la pobreza, y que las ayudas pretendidamente públicos de los Estados, como el FAD de España, se desvíen de un modo tan cuantioso a fines que poco o nada tienen que ver con el desarrollo.

 

No tenemos de momento muy claro en qué consiste esa Alianza de Civilizaciones que surgió como idea de la Presidencia Española. Tenemos la vaga sensación de que civilización sólo hay una, la humana, y que son las culturas las que dialogan permanentemente, algo que no requiere, por otro lado, de grandes palabras, de discursos grandilocuentes ni de órdenes directas de los Estados, es algo que siempre ha ocurrido y que ocurre hoy de un modo cotidiano. Cuando leemos a autores de otros países, culturas y lenguas o vemos sus películas, cuando apreciamos la música sea cual sea la nacionalidad del autor, cuando nos acercamos a cualquier obra artística ya estamos dialogando. Siempre ha sido así. Esperamos que siga siéndolo. Lo que sí sabemos es que asuntos como el mencionado, por su grado de frivolidad y por la susceptibilidad de ser utilizado para la demagogia fácil, hacen un flaco favor a quienes desde la honestidad y el compromiso luchan por instaurar un mínimo de armonía en este mundo.

 

 

 

LA PESADILLA DE BRETTON WOODS

 

La miseria arrastra los pies

en la antesala de las pesadillas

y no hay mayor pesadilla para la pobreza

que el bostezo global de Bretton Woods.

Las semillas son huecas esperanzas,

el estómago es una cueva con un canto hecho eco

pues su exigencia hace temblar al hombre,

el aliento es un vacío peculiar,

y lo triste son las inmensas listas de los muertos

que adelgazaron mientras otros engordaban.

La cruz roja es un suspiro,

los seudo-poblados son hervideros,

los momentos son desdicha,

la chatarra es un sustento de cuentagotas marchito,

las azadas oxidadas son trastos arrumbados,

calaveras y esqueletos

son la cosecha de los capitalistas barrigones

que harán nacer otro capitalismo

que nos despreciará si no consumimos su desgracia,

muchos tienen miedo a no ser espiga

y otros se columpian en las derrotas del cansancio,

la luna debió ser pan casero,

las montañas debieron ser arroces y te quieros,

las nubes deberían ser mantequila,

las llanuras debieron ser desayunos de amor,

los soles deberían ser potajes en ebullición

y los árboles del mundo embutidos saciantes,

los ojos deberían ser mares salvajes

y los pucheros deberían ser ríos de frescura

que la acequia de las lágrimas les niega siempre.

Las moscas deberían ser alegrías enormes,

y los pozos deberían ser millonarios altruistas,

los desiertos sueños de hermandad,

el dinero debería ser gratuito principio

que se sume a la solidaridad sin fronteras,

que nada en el mundo deba costar

el sufrimiento tan largo y tendido

y el sudor de frentes sin futuro

con eterna chicha

y agria limoná.

Las palmeras deberían ser relucientes estrellas

de grandezas bajas,

las sabanas deberían ser

campos sembrados de huerta a sol y a sombra,

las lluvias deberían ser

opulencias llenas de vida,

las nevadas deberían ser

horchatas de refrescantes risas

y las tormentas deberían ser

decididas causas para un mundo feliz.

Los azules deberían ser puentes hacia el corazón;

el hambre a nuestra puerta llama

como un desprecio de rabia que muerde

en lo más débil de nuestra razón.

La religión debería ser mero amor a la vida,

la filosofía debería ser el gas de opio del pobre,

la poesía debería ser lenguaje sencillo y mágico

que brota de los silencios,

los novelistas deberían ser herederos

de los hechiceros que limpiaban las malas artes

y la política debería dárselo todo al pueblo.

La mentira debería ser un chiste sin gracia,

la verdad debería ser obligatoria,

la paz debería ser respetada monotonía,

la educación debería ser pan para el mundo,

la libre expresión debería ser

el único consuelo que el ser quisiera,

la televisión debería enseñarnos algo,

y el diario de la mañana

una libertad próxima y sensible,

el dolor debería estar prohibido

y el amor verdadero

debería ser ejemplo en las escuelas,

el te amo para siempre el único peregrinaje

que toda la humanidad debiera hacer.

Las campanas deberían ser caramelo,

las chozas una perfecta sombra sin goteras;

el Banco Mundial quiere patearnos el lamento

y destrozar una paz de azúcar y bendición.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

Tensión

 

 

Intenté demorar lo máximo posible mi vuelta a casa. Siempre lo hacía. Pero más pronto o más tarde tenía que volver, inevitablemente. Además, sabían que a las siete salía del instituto y apenas se tardaba media hora en regresar a casa. Como máximo cuarenta y cinco minutos. Aquel día llegué a y veinte. Abrí la puerta y, una vez abierta, la tensión la sentí como una bocanada de aire caliente que me golpeó como un sopapo. El silencio era absoluto, pero se sentía que habían discutido. Es extraño, pero a veces la angustia la notas casi como si fuera un olor o una presencia real, material. No me crucé con ellos en el largo pasillo que llevaba a la cocina. Cuando entré en ella vi las bolsas de la compra en el suelo. Recogí algunos productos que se habían caído, los dejé sobre la mesa, algunos los guardé en la nevera, y luego volví a atravesar el pasillo. No me los crucé tampoco mientras fui a mi cuarto, pero estaban en casa, no me cabía la menor duda. Tampoco los busqué. La casa era lo bastante grande como para evitar encontrarnos cuando queríamos mantener cierta discreción y la distancia, lo cual pasaba a menudo porque en aquella casa hacía tiempo que no hablábamos más allá de los convencionalismos cotidianos.

No me gustaba aquella situación, no la soportaba, era como si quisieran recrearse en el odio, como si sólo cohabitaran con su rencor mutuo y ya no desearan más que continuar una relación que a todas luces no tenía visos de cambiar. Muchas veces me preguntaba por qué se empeñaban en seguir juntos.

Dejé los libros en mi habitación y volví a recorrer el pasillo hasta la sala de estar. Ahí me encontré a mi padre. Estaba en el sillón, en silencio. Le saludé y él apenas soltó un saludo inaudible. El mensaje era claro: no quiero hablar, déjame en paz. Aunque es posible que fuera incapaz de decir mucho más, de ser más comunicativo, de superar él mismo un estado de cosas que tampoco él soportaba. No lo sé. Salí y dudé si buscar a mi madre. Estaría en su cuarto y supuse que tampoco ella querría hablar. Claro que yo no sabía muy bien lo que podría decirle y por eso quizá no tenía mucho sentido que fuera a su encuentro, que hiciera algo. Tal vez sólo me quedase entrar en mi cuarto y encerrarme allí. Pero la atmósfera en toda la casa era irrespirable. No me iba a concentrar en nada, así que lo mejor, sin duda, era salir.

Reencontrarme en la calle me hizo bien. Era como si de pronto pudiese respirar tranquilo después de una crisis. Sin embargo, no me logré despojar de un mal sabor de boca que se mantenía dentro de mí. Comencé a andar sin dirección fija. No quería encontrarme con nadie. Qué les iba a contar, que salía de casa porque de nuevo mis padres se habían peleado y la tensión se podía cortar. Detestaba además dar pena a los demás, odiaba mostrarme débil o deprimido o sencillamente frágil, sobre todo porque pensaba que sólo a mí me afectaba una situación tan penosa. Di varias vueltas y me senté en un banco, sin saber muy bien a donde dirigirme. Luché contra la ansiedad que comenzaba de nuevo a dominarme por dentro. Mi vida, no podía dejar de pensar en mi vida. No era grata, me esforzaba por dejar de darle vueltas a mi existencia, pero estaba allí, bien presente. Por mucho que intentase creer que yo podría ser otra persona, que podría llegar a tener otra vida, que viviría en otro lugar, en otra atmósfera, y a veces fantaseaba durante horas con ello, la realidad se me presentaba en cualquier momento, como al llegar a casa aquella tarde, con una crudeza que me dejaba noqueado. No podía inventarme que todo era normal, que mi vida era apacible, que tenía una familia estable, que tenía amigos que venían a casa y cenaban, se relacionaban con mis padres con total afabilidad. Ni podía seguir creando una novia que también venía a casa, que se quedaba a dormir. La vida, por mucho que insistiera y me concentrara en una realidad paralela, era un infierno.

Anochecía y comenzó a refrescar. No podía además pasarme todo el rato sentado en aquel banco. Más tarde o más pronto tendría que volver. Así que me levanté. Dudé por un momento hacia donde dirigirme. No quería regresar a casa. Aunque había pasado una hora desde que salí, las cosas allí seguirían igual. Sin embargo, no iba a huir en aquel mismo momento.

Entré en casa y de nuevo me di de lleno con el tenso silencio. Pasé por delante de la sala de estar, pero la penumbra no me dejó ver si mi padre seguía en el sillón. Tampoco quise fijarme. Entré en mi cuarto y me senté en la cama. Sentí deseos de llorar. Me fui a la cocina. No había rastro de las bolsas y todo aparentaba un orden que parecía negar el caos de un rato antes.

En ese momento entró mi madre. No me di cuenta y su voz, a mi espalda, me hizo dar un bote.

– Llegas tarde. -me dijo, casi en un susurro que le quitó cualquier tono de reproche.

– Salí -contesté-, tuve que comprar una cosa.

Se quedó callada, mirando las paredes blancas de la cocina, los armarios color pastel. Su silencio casi me hizo más daño, hubiera preferido que gritara. Salió y de nuevo todo se llenó de una tensión punzante.

Me quedé solo. Pensé que al año siguiente me tocaba ir a la universidad. Y que en la solicitud rellenada aquella tarde en el instituto había puesto como primera opción una carrera que se hacía en otra ciudad.

 

Juan A. Herrero Díez

 

 

Adolescentes:

 

 

Eres un adolescente impetuoso y rebelde, te lanzas a volar y no te percatas que no eres un ave, quieres cruzar el mar pero no has construido ni un velero, solo te precipitas a soñar de las cuerdas de una cometa.

 

Eres inteligente pero te embobas ante una joven, sueñas con tu Julieta y aún no eres un Romeo, tu vida es un crucero lleno de fantasías donde la alegría y el jolgorio te presidan, eres la juventud en todo su furor como la primavera floreces a cada año dejando varios corazones rotos.

 

Eres de los adolescentes que no le temen a nada, ni a nadie, cruzas todas las murallas de la vida y siempre logras lo que quieres, eres un joven apasionado en todo lo que haces, aunque ello tarde o temprano te golpee dejándote atolondrado, pero tomas fuerzas y te levantas y sigues adelante en la batalla.

 

Eres un joven como muchos otros, pero tú eres especial porque eres el único en este mundo.

 

Por Mabel Meneghini

 

 

EL MAR

Las olas chocan contra mí, algunas suaves, otras con tal fuerza que me hacen tambalear, pero son olas, al fin y al cabo. Olas que golpean, y de repente te das cuenta que has de reaccionar, y en ese preciso instante, en ese golpe despiertas con un nuevo aire, con un nuevo pensamiento, como pretendiendo cambiar de rumbo.
Rumbo que me guía la corriente del mar, me lleva a izquierda a derecha, me mete hacia dentro, me saca hacia fuera, ¿pero cómo mantener la estabilidad, estando de pie en medio del mar?.
Anclo los pies en el fondo de la arena del mar, intento aferrarme para no desestabilizarme, y aún así, esas arenas son movedizas, mientras se piensa: si uno no quiere caer, no cae.
Golpes de olas, unas suaves, otras fuertes.
Suaves, que con su movimiento te hacen sentir agradables sensaciones, y por unos momentos eres feliz.
Olas fuertes, con sus choques, golpean contra el cuerpo, pero no son más que meros golpes que provocan las reacciones, y en la mayoría de veces funciona.
¿Quién no ha pensado en un choque de una ola grande o fuerte, que en ese momento, aún por unos segundos, su vida puede cambiar en algo?. Algo que hacer, algo que pensar,…
Golpes de olas, que vienen y van, pero el mar siempre acaba serenándose, calmándose, y todo vuelve a ser normal.
Experiencias vividas y experiencias por vivir.
Olas del mar, preciosas experiencias de sensaciones.

Silvia Marcos Fuentes
29-07-08

Reservados derechos de autor V-1693-08

 

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Poema 5

 

Dejaré de culparte, en este día dejaré de maldecirte, ya no eres prisionero de mis viajes, no quiero ser quien te prive de las noches estrelladas, ya la lluvia ha acabado, no necesito seguir teniendo que culparte de todo.

Ya bastó este sentimiento absurdo que no me imagino sin él, pero que tampoco me imagino en el,

porque la solución fue matarte, despedirte de mi vida, fue dejar atrás la melancolía, dejar atrás el capricho de tan sólo tenerte a mi lado sin saber que era lo que tenía o qué me privaba de tener. Dejaré entonces de culparte por todo lo que fue y lo que no, por lo que pudo ser y no fue.

Dejaré que en tu ventana brille el sol nuevamente y que la mañana sea mañana otra vez, dejaré de ser quien te guíe, dejarás de ser mi guía.

Buscaré los recuerdos de sal que se quedaron en la orilla de aquel mar…

dejaré de maldecir tu cuerpo perfecto, por no estar conmigo cuando quería que estuvieras, dejaré de culpar a la vida por la mala vida que me has dado.

No sé que tienen tus manos que son las únicas que me llevaría en este viaje, que hoy emprendo, y que sin más ni menos, me destierra a otro horizonte donde no habré de culparte.

No sé que es más eterno si el amor que sentía o la culpa que me inunda, pero dejaré de culparte y de culparme, si culpables no hay en este asesinato; si mentiras sólo quedan sobre la mesa de poker…si sólo podré decir que dejaré de culparte cuando llegue al final de este viaje que hoy emprendo. Que no dejaré tampoco que tu recuerdo me inunde el alma, que no querré ver más tu foto, que dejaré atrás los aromas de tu frescura, que dejaré de culpar a tus ojos por darme la dicha y luego matarla en esa navidad.

Y remaré con todas mis fuerzas para huir de tu lado y dejar de culparte, no serás el culpable de este amor que muere sin haber nacido, no serás culpable de mi muerte en tierras olvidadas por el olvido.

Dejaré de maldecir al tiempo que estuvimos juntos, dejaré de culpar a tus labios por hablar demasiado o por envenenar mi boca al besarla.

Dejaré que te culpes y me culpes por lo que pudo ser y no fue, dejaré que me maldigas por matarte esta tarde, dejaré que mis labios se posen por última vez sobre los tuyos, dejaré que mis manos recorran tu cuerpo pecando contra la vida, pecando contra el cielo y las estrellas.

Entonces me culparás a mí por dejarte, me maldecirás por abandonar lo que no fue y pudo haber sido, me culparás por ser como soy, una niña en la piel de una mujer.

 

 

Por Gabriela Fiandesio

 

 

 

LA ANTI-MUSA

 

Me da a mí por pensar

que reírse de las musas

y del abracadabra

no está nada mal.

Por que las veo tan difusas

y a la postre tan pesadas

que en vez de escribir

tengo por lo que llorar.

Me río a carcajadas

de las flipadas musas

y las eternas bofetadas

que ofuscaron raíz obtusa

por que las pequeñas migajas

están por merendar.

Te dejo patidifusa

al decirte que eres mi musa

y me pongo a recitar

sin sentido y bla, bla, bla.

Musa, palabra difusa

que te dibujo ilusa

y en tu habitación reclusa

encerrada sólo por amar.

Musa de mis pelusas

entras en mi vida intrusa

me como tu ensaladilla rusa

y que paliza me da la realidad.

Musa eres anti-musa

eres inspiración del laralá

musa tan bella gatusa

musa de mis pelusas

mucha musa está por llegar.

Musa de las reclusas

musa de otoños y rabal,

musa tan buena morusa

musa, moneda ilegal.

Musa que como una intrusa

te apropias a buen recaudo

y de recaudado caudal,

musa de mis pelusas

eres tu reina por reinar.

Eres musa de mirada obtusa

eres pitusa por inventar.

Eres musa, tú, mucha musa

eres patusa del mío cantar,

eres mi única pupusa

eres pelusa por pelar.

Eres muchachita anti-musa

eres obtusa y pelillos a la mar,

eres musa de mi realidad.

Musa tú estás confusa

por la ambigüedad

de las picantes medusas

y por la mar y su propia verdad.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

FASCÍNAME

(Salou)

luz memorable, vidrio rozado…

Juan L. Panero

Ofréceme pasión para no olvidar mi tiempo.

Conmíname en la caverna del fuego y los latidos.

Sájame con tu enarbolado furor de enredadera.

Fascíname con la piel de tus frutos perseguidos,

en el afortunado reino que me ofreces y brindas

con un dedo entre los labios.

Embriágame con el presagio de la noche.

Háblame despacio,

ámame solícita, seductora,

rozándome las mejillas con yemas de agua,

con un inacabable desmayo de penumbra,

con un deje de almíbar

en el pozuelo grana de tu boca.

Ríete de mí si es preciso, libérame

en el abrevadero blanco de tu escote,

cólmame de tersa luz, despréndeme el orgullo,

deseo ser esclavo fiel

y que la trampa del amor todo lo explique.

.

(José Luis García Herrera, El recinto del fuego, Huerga y Fierro editores, 2008)

 

ANOCHE SOÑE CONTIGO

 

 

Entré en el restaurante, en búsqueda de mi acompañante para cenar. Estaba allí, como siempre, sentado en la misma mesa de fondo del restaurante, en la penumbra, iluminada por una tenue lamparita colocada sobre la mesa. Tú, con la copa de vino, esperándome,…Te vi, y sonreí como siempre.

Empezaste a pedir la cena, a la carta, como nos gusta, mientras me besabas y acariciabas, preguntando cómo me había ido el día.

En nuestra amena conversación, durante toda la cena, solo tenía ojos para ti, oídos para ti y para la música de fondo.

 

Mi amor, que bien estoy contigo, amante, compañero, amigo.

Mi amor, te he de confesar algo.

En esa cena, mientras te miraba, observé en la mesa de enfrente a un hombre que como predestinado entremezclamos miradas. No pude dejar de mirarle, al principio de forma tímida, a él le ocurría lo mismo, miradas cruzadas, miradas tímidas, dejadas acompañar por una leve sonrisa, escueta y discreta.

Él estaba acompañado, ni siquiera me di cuenta quién era su acompañante, pero en ese momento sinceramente me daba igual. Mientras te escuchaba él fijó su mirada en mí y yo quedé hipnotizada, hechizada, dejé de escucharte ya, mis miradas, mis sonrisas eran para él.

Miradas y sonrisas que hablan, cómplices de una conversación secreta.

Pero la cena terminó, no quería marcharme, quería seguir viendo sus ojos.

No te diste cuenta de nada, y marchamos, dejando tras de mí un extraño dolor indescriptible.

Salimos del restaurante, llovía, y al día siguiente ambos teníamos que trabajar, se nos hizo tarde, y nos despedimos con un beso, para mí vacío. Cogiste un taxi y te marchaste. Quedé allí bajo un balcón resguardándome de la lluvia.

No pasaban taxis, me parecía una eternidad, quería marcharme rápido, antes de seguir mis impulsos y volver a entrar.

No hizo falta, cuando al fin vi un taxi, le di el alto, pero en ese preciso momento alguien me abrazó por detrás y me susurró al oído: “no te marches, ni ahora ni nunca”.

Me di la vuelta y era él, salió a mi encuentro, me buscó y me encontró, no hubo palabras, nos fundimos en un apasionado beso bajo la lluvia, todo nuestro alrededor nos daba igual, abrazados sin hablar.

 

Esa noche hicimos el amor y supimos que iba a ser para siempre. Y así ha sido, todas las noches, todas las mañanas, todas las tardes nos amamos. Y cuando me levanto recuerdo haber soñado contigo.

Y como siempre “anoche soñé contigo”.

 

 

Silvia Marcos Fuentes

15-08-08

 

Reservado derechos de autor V-1693-08

 

 

                                      UTOPÍA

 

Si pudiera de golpe

arrinconar olvidos y semanas

junto a los nidos de agua

de mi secreta cáscara.

 

 

Si lograra arrojar

en las islas neutrales

las cenizas que muerden el árbol y las lágrimas,

y pudiera dejar que una ecuación rotunda

insertase su atmósfera de pétalo

en cada pabellón desamparado;

empapada de estrenos sobre un licor tardío

bebería las notas

de un festival de espigas y de vuelos.

 

 

Pero apenas soy sangre

que retumba en los muros

de la piel cotidiana,

y en mis hombros fatales

amamanto a una araña de sal

que desvaría.

 

Por Teresa Palazzo Conti

Mención de Honor Georges Zanun Editores, 2008

 

LA CASA HABITADA

Para aquellos que negaron sustentarse en tu vida.

 

 

La casa habitada era silente, secreta por saltos ajenos a la realidad.

Hacía falta en el ambiente la figura exacta de los padres, sin embargo, la presencia de los hermanos, espaciaban la genealogía perpendicular cuadro a cuadro, esquina a esquina, aún así, resultaba extranjera e infecunda la gratitud de sus vidas.

En el patio, más al fondo del pasadizo empedrado, residía un pequeño huerto con diminutas flores, cada una de ellas habían sido labradas con calor humano, a verdad mía, lo humano resultó ser escaso. Alrededor de la casa las cañas hacían su labor, ambientar el hogar con su solemne tristeza, mientras pasaba esto, los otoñales vientos hacían presagiar el retorno de la voraz negrura. Estaba anocheciendo y nada se podría hacer.

Las flores apiladas y marchitas mantenían aún el incansable aroma de todos los días vespertinos. Sencillo eran esos días furtivos, cuando ocupábamos con una sola mirada el vasto tiempo de la felicidad, los ojos de mi madre, la voz de mi padre y mi hermana con sus pequeñas tonterías. Todo hacía iluminar el verdadero sentido de la existencia. La muerte no era una vida ya vivida ni tampoco la vida se había convertido en una muerte por venir, la vida y la muerte solo eran dos pequeños niños jugando a las escondidas, cada quien tenia su turno y cada quien descubría al otro. Así transcurrían las palabras de mis padres, entre un carajo y un beso. Son las cinco de la tarde y aún musitan sobre los muros las lecciones impropias de la vida. También se ofrecía a mi levedad, la presencia de una mujer humilde. Mesuraba con su buena sonrisa, aquel sentimiento que comprendía mi cuerpo, y las cosas de su cuerpo también lo advertía. Los vapores de su presencia me enseñaron a revertir toda tristeza ajena y propia, precipitaba mis emociones con facilidad, no había excusa para estar solo, aunque con ella hasta la soledad se podía lograr. Recuerdo también el momento de su partida, con sencillos aires diría que mi futuro se extraviaba junto a sus pasos que se van, los que se iban entre corceles y heraldos mal venidos. Aún me siento bien, aún vivo y me siento bien.

El recuerdo había asaltado de pronto a mi frágil memoria, mi hermana, o como se llame aquella mujer, había crecido entre la escasa esencia del bienestar, también entre rencores, entre árboles diminutos y de la misma forma ocurría con el secreto de su devenir y mi reencuentro a su fácil sonrisa. La reconciliación tampoco se hace esperar cuando las personas con paciencia generan en sus manos el momento ofrecido.

Las florecen aún están vivas, lo siento, están creciendo lentamente, vuelven sus colores matutinos, vuelven sus fragancias a la tierra amada, incluso, creo percibir en el horizonte, que la casa esta habitada.

Por Ricardo Javier Calderón Inca

 

ÉXODO

 

Hacia las aguas del estuario

desfilan las estatuas

aisladas de sus sombras.

 

Han crecido quemaduras musgosas

sobre la carne helada.

 

Campanarios iracundos

descendieron

a grabar laberintos

en la dureza de la culpa,

y el mandato de piedra

rompió su juramento.

 

Un impulso de pétalos

desnudó la cascada poderosa

y las formas inmóviles

volvieron a los trajes antiguos

de sus dueños.

 

No había habido derrota;

apenas la zozobra del virginal destierro,

y el corte del cincel

sobre el talle ceñido de las formas.

 

Entre cimientos rotos,

espectros sin latidos

rastrean viejos párpados

para vaciar sus lágrimas;

y algún ave inocente

buscará todavía

esas piras secretas donde posar su vuelo.

Por Teresa Palazzo Conti

 

 

 

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Cuando Nieva Sobre los Cedros


Miro a través de mi ventana,
amparada en el calor de esta cálida
habitación en que me encuentro,
embelesada espectadora del paisaje
que se vislumbra a lo lejos.

El parque se extiende bajo la bruma,
copos blancos se deslizan suaves
sobre los cedros,
se escucha como música de fondo
el sonido sibilante del viento,
viento de hielo que acaricia,
duele y embellece
volviendo el paisaje extraño,
como extraído de un cuento.

Imagino serpenteando el vientre
virginal del bosque,
un largo sendero cubierto de nieve,
colchón que amortigua y hace sigiloso
el paso de duendes y de lobos.

Envidio la madera inmóvil,
aunque intensamente viva,
enraizada, oteando el cielo,
el viento helado le duele
mientras los lobos la rodean,
refregando contra ella sus
erizados lomos,
transformados en suaves corderos
danzando con los elfos.

Desde mi ventana, aislada de ese frío,
veo la nieve caer sobre los cedros,
suave y melancólica,
embelleciendo,
entonces mi espíritu se desprende de mí,
atraviesa el espacio,
ingresa en el árbol,
siente su fuerza, bebe de su savia,
y enamora al viento.

María Magdalena Gabetta

Río Tercero – Córdoba – Argentina

 

DESHIELO

 

De nieve en nieve,

busqué el legado final del aguacero.

 

Clavé, de roca en roca,

la pregunta inicial sobre la tierra.

 

El dictamen del nuevo rompimiento

estaba por grabarse;

tan cerca y tan sin guerras

que costaba aceptar el exterminio.

 

Corre la sangre blanca

por raíces compactas.

 

A calor y a cuchillo

le han herido la piel.

 

La ironía del invierno

rueda escudriñando entre fuegos traidores

y avalanchas.

 

Desde ventisqueros infieles

la montaña limpia sus culpas milenarias.

 

Apenas van naciendo las súplicas,

y en las madrigueras de barro,

crece el olor a savia y a silencio

hasta el brote primero

de algún árbol.

 

Teresa Palazzo  Conti

http://www.lapoesiadeteresa.com

 

Desazón frente al designio de la naturaleza, en pleno invierno,

y aún sin el manto de nieve acostumbrado en las montañas.

San Martín de los Andes, Argentina, julio de 2008

 

 

 

 

 

nevandoenlaguinea@hotmail.com

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12º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

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12º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

NEVANDO EN LA GUINEA

NºXII    01-11-2.008  

 

EDITORIAL XII

Estados Unidos, imperio, cultura y elecciones

 

Si nos preguntáramos qué son para nosotros los Estados Unidos y tuviéramos que responder sin pensar mucho, sin duda la respuesta dependería del momento en el que nos formularan la pregunta. No cabe duda de que la historia de los siglos XX y XXI está repleta de agresiones que aquel país cometió contra otros pueblos que se atrevieron, tremenda osadía, a discrepar de las imposiciones del Imperio. Los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos se han erigido en el juez del mundo, ellos dictan qué regímenes son los adecuados y cuáles se convierten en enemigos de la humanidad, hasta el punto de que su desfachatez no tiene límites: el país de las armas nucleares acusa y amenaza a otros que pretende tenerlas, cuando lo lógico sería que ningún país las poseyera y muchos menos las fabricara. Ellos imponen a base de dólares un modelo de vida consumista y un tanto superficial. Han apoyado regímenes siniestros sin escrúpulos para vulnerar la condición humana de sus oponentes.

 

Sin embargo, sería simplista que nos basáramos sólo en lo anterior para crearnos una imagen parcial de la realidad y así formarnos una opinión negativa de aquel país y de su sociedad. Sin duda los Estados Unidos son eso, pero también muchas otras cosas. El cine, el jazz o el rock tienen una denominación de origen claramente norteamericana. La literatura de los Estados Unidos está repleta de nombres que conforman nuestra cultura universal, también nuestro propio bagaje cultural más personal. Edgar Allan Poe, Mark Twain, Walt Whitman, J.D. Salinger, William Faulkner, Raymond Carver, Jack London, Truman Capote, Tennessee Williams, Ernest Hemingway, Flannery O´connor, Allen Ginsberg o Jack Kerouac son algunos de los nombres que se nos vienen a la cabeza por sus obras literarias, sin duda fundamentales. Hay otros muchos autores, igual que cineastas que han dado el mundo un formidable arte. De los Estados Unidos proceden, sin duda alguna, las sintonías de nuestros vidas, que serían muchos más pobres si no fuera por la aportación de Ella Fitzgerald, Louis Amstrong, R.E.M., Bob Dylan y tantos y tantos músicos.

 

¿Podemos simplificar por tanto lo que son los Estados Unidos y declararnos absolutos enemigos de un país que tanto ha aportado a la cultura de nuestro tiempo? Sabemos que simplificar es muy fácil. Las víctimas de la maquinaria de guerra norteamericana nos recuerdan que el (des)orden del mundo es injusto, como injusto es que un Estado, cualquiera que éste sea, imponga su ley por la fuerza. Pero no podemos tirar por la borda toda una cultura por una determinada política.

 

El próximo 4 de Noviembre habrá elecciones en los Estados Unidos y la atención del mundo estará puesta, otra vez, en aquel país. No es para menos, el equipo en el poder en la Casa Blanca va a determinar la política internacional. Esta vez, nos cuentan, se añade una cuestión simbólica que sin duda es importante: por primera vez se presenta un candidato negro para la presidencia, Barack Obama por los demócratas, y hay una mujer candidata para la vicepresidencia, Sarah Palin por los republicanos. No tenemos muy claro si el mundo cambiará mucho si ganan los demócratas o si se mantienen los republicanos, nos gustaría que algo cambiase, aunque muchos nos tememos, visto lo visto, que el (des)orden de este mundo se mantendrá desgraciadamente algunos lustros. Sea lo que fuere, esperamos que la cultura norteamericana siga ofreciéndonos sus obras, de momento una de las pocas cosas que nos hace confraternizar con aquel país.

A MI ABUELO

In memoriam.

 

Recuerdo de ti ese agridulce sonrojo

Tus manos de dedos gordos y pulidos

Recuerdo un atardecer demasiado rojo

Viendo ir al gorrión de las migas al nido.

 

Ese palpitar de estrellas en tus ciegos ojos

Esa música tuya de tiempos queridos

Esa cartera escondida que por antojo

Descubrí por casuales juegos escondidos.

 

Recuerdo a mi madre sacando mis piojos

Y tú riendo como halcón viejo ya herido,

Recuerdo de flores en ramos un manojo.

 

Tu silencio fumando tabaco se ha detenido

Por una espesa aureola de humo flojo.

Yo al fumar recuerdo “un nunca te olvido”.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

La inocencia de mi soledad

 

Soledad baja las escaleras.

Una serpiente se enrolla

Entre sus piernas.

 

Gime, clama, ruega, llora.

Nadie la oye.

 

 

Soledad ahora sube las escaleras.

Una pierna.

Una pierna.

 

 

Y la luna alumbra

Su inocencia.

 

Por Gabriela Fiandesio

 

 

 

Destino

 

 

Discutíamos de un modo adolescente si el destino determinaba por completo nuestra vida o si, por el contrario, éramos nosotros, como individuos libres, quienes forjábamos día tras día nuestro propio destino. Entonces Raquel, que parecía decantarse por la primera opción, nos contó aquella historia que, más allá de cualquier valoración que pudiéramos deducir, nos dejó un cierto mal sabor de boca.

A la chica la conoció Raquel en un avión. Fue a sentarse junto a nuestra amiga, que viajaba por cuestiones de trabajo a un destino lejano. Era, al decir de Raquel, una muchacha atractiva, aunque no despampanante. Llevaba los ojos enrojecidos y llegó acompañada hasta el avión por una mujer que habló con el comandante mientras los viajeros se acomodaban en sus asientos y que se marchó tras entregar al piloto un sobre marrón. Raquel supuso que se trataría de una deportación.

Como las lágrimas aumentaron nada más comenzó el avión a ponerse en movimiento para el despegue, Raquel le ofreció un pañuelo de papel, lo que dio lugar a una larga charla y a que ella le contara su historia.

La muchacha, le contó, había llegado a Madrid dos años antes. Viajó sabiendo a lo que se dedicaría, que era lo mismo que a lo que se había dedicado en su país de origen y que no era otra cosa que a prostituirse. Sin duda las condiciones de su ejercicio debían mejorar bastante de un país a otro, aun cuando aquí, le comentó la muchacha, era también bastante penoso, sin embargo le daba de sobras para vivir e incluso llegó a ahorrar algo de dinero. Trabajaba en un club, uno de esos establecimientos que se escudan en la forma de hotel pero que son verdaderos almacenes de mujeres y que brotan por toda la geografía, a las salidas de las ciudades.

Pronto se habituó al país, los hombres son iguales en todas partes, lo dijo más como un lamento algo forzado, un intento de compadrear con nuestra amiga, la diferencia está en otros detalles, ganaba más, todo era quizá más limpio, aunque también más distante y algo hermético. Pero éstos son detalles que a ella tampoco le importaban mucho. Quería hacer dinero y regresar algún día a su país con las espaldas cubiertas, el sueño de tantos emigrantes de toda condición que en el mundo ha habido.

Pero le ocurrió lo que sueñan tantas putas jóvenes que se emocionan viendo la película Pretty Woman y que consideran siempre que es algo imposible, conocer a un hombre que se encariñó con ella, tal vez por capricho o tal vez por amor, quién podría discernirlo, pero acaso era diferente en otras relaciones más convencionales, se preguntó Raquel mientras la muchacha se encarrilaba en su historia, y comenzó a frecuentarla y ella a sentirse cómoda con él, incluso a reírse con sus ocurrencias, pese a no ser Richard Gere, y también comenzaron a verse fuera del local, y a hablar y hablar hasta la saciedad, hablaron tanto que surgieron los planes y un día se fue del local, se despidió cuando podía hacerlo, había cubierto sus deudas de viaje y se marchó a vivir a la pequeña ciudad en la que él residía.

La suerte parecía comenzar a sonreírle. No tenía papeles pero encontró un trabajo en un restaurante de la sierra, cerca de donde vivía. Se trataba de un local de temporada cuyo dueño parecía contento con la muchacha. De hecho le llamó poco antes del mes de abril para proponerle tramitar sus papeles a partir de la oferta de trabajo que él le haría. Sólo tenía que hablar con un abogado y presentar toda la documentación necesaria.

Como mujer precavida que era, y un tanto dada al fatalismo, prefirió no comentarle nada a Francisco, su novio -le pareció raro emplear esta palabra, novio, referido a alguien que tenía relación con ella-, y comenzar las gestiones con cierta discreción. Tenía mucho vivido y sabía que las cosas podían truncarse cuando menos lo esperabas. ¿Para qué, entonces, desilusionar a personas a quienes quería?

Además, debía solucionar un problema acuciante, el del dinero. Lo poco que tenía ahorrado no era suficiente, le quedaba un poquito para poder afrontar los gastos. Había que pagar al abogado y gestionar además algunos trámites que requerían pagos un tanto costosos y se dio cuenta de que no estaba muy boyante, sino bastante limitada. Se planteó buscar un trabajo, pero sin papeles era difícil más allá de su propio ámbito local, había bastante control y pocos empresarios se arriesgaban a dar trabajo a quien carecía de permiso de residencia. Podía pedírselo al dueño del restaurante, como adelanto, sin embargo sabía que tampoco estaba bien de fondos y bastante hacía con permitirle gestionar sus papeles.

La idea le rondó desde el principio del problema, pero al principio lo rechazó. Sin embargo, poco a poco se lo fue planteado como una posibilidad que le pareció cada vez más llevadera y la única posible. Se trataría de volver al club una noche o tal vez dos y hacerse con el dinero suficiente para afrontar todos los gastos. Además, no tenía que acostarse con los clientes, simplemente bastaba con estar en la barra, charlar con los hombres y hacer que bebieran, con eso tendría ya una comisión que tal vez se tradujese en una cantidad más que suficiente. Sabía que Juliana, la encargada, se lo permitiría, había quedado bastante bien con ella y no le pondría problemas. Y a Francisco qué le digo, se preguntó. No tardó en ocurrírsele que lo más viable era decirle que iba a la capital unos días a ver a unas amigas de su país y que se quedaría con ellas el fin de semana, seguro que él no pondría objeción alguna y tampoco dudaría de nada.

Se decidió por la última semana de marzo. El viernes iría al club, así que el miércoles se lo comentó a Francisco mientras recogían la cena, sin darle el más mínimo énfasis. Tal como esperaba, no puso ninguna objeción.

El viernes al mediodía salió hacia la ciudad. Todo lo que necesitaba lo llevaba en una pequeña bolsa de viaje. Paró en la capital unas horas. No tenía nada que hacer hasta las ocho, hora en que otro tren le llevaría al club, así que paseó sola durante un buen rato. No sabría decir si se sentía nerviosa ante la noche que le esperaba, si presagiaba algo malo, como si una voz interior le advirtiera de que algo podría pasar, pero lo más seguro es que fuera que no, que nada vaticinara un fin trágico y que lo único que explicaba cierta zozobra era un leve remordimiento por esa noche en el club. Pero consideró que se trataba de algo necesario. Reprimió por tanto cualquier atisbo de intuición o mala conciencia o culpa que pudiera aparecer. A las diez en punto entró en el club. Se puso en una esquina, cenó algo y esperó a que llegara las once, hora en la que solían aparecer los potenciales clientes que le iban a permitir, esta vez sí, escapar definitivamente de sitios como aquel y encontrar de paso algo de felicidad.

Todo fue rápido, como en un sueño. Medio escuchaba a un tipo que le hablaba de no sabía muy bien qué cuando todo se crispó de pronto. No podía decir si alguien gritó o si se hizo uno de esos silencios tremendos que se anticipan a las tragedias. Vio las placas en las manos de aquellas personas y tardó un rato en comprender lo que estaba sucediendo. No puede ser, escuchó su propia voz, ajena a su voluntad, apenas un murmullo que devenía un lamento, esto no me puede suceder a mí. Un policía tuvo que repetirle que debía seguir a las otras chicas, todas como ella, extranjeras y sin papeles, hasta las furgonetas que esperaban fuera. Se sintió tremendamente sola una vez estuvo en la celda, después del trámite de entregar su pasaporte, de ser vagamente interrogada, de firmar unos papeles, los derechos le dijeron, que de nerviosa ni los leyó, y de hacer la entrega de sus objetos personales. Notó sobre sí la más profunda desesperación. Ni siquiera lloró, para qué, tal vez lo absurdo fuese lo vivido hasta aquel día y creer que había esperanza.

Le asignaron una abogada de oficio que le explicó que pasaría a un juzgado de guardia. La policía pedía su internamiento en un centro de extranjeros sin papeles para asegurar que fuera expulsada y era la juez quien decidía esta medida. ¿Tienes domicilio? La pregunta de la abogada, sin quererlo ni buscarlo, era para ella como una bofetada. Fue lo único que le llevó a mirarle a los ojos y durante unos segundos no supo qué decir. Es importante, le comentó la abogada, la juez te dejará libre si lo puedes acreditar. La suerte estaba echada, lo sabía, lo había sabido siempre. No había lugar a la esperanza. Nunca lo había. No, no tengo, musitó la muchacha. Apenas le quedaban fuerzas y sabía de antemano que la batalla estaba perdida.

– Por qué no le dijiste la dirección de tu novio -preguntó Raquel, conmovida por su mala suerte y vacilante ante la posibilidad de hurgar en la herida.

– No le podía hacer esto.

– Pero él, seguro, se enteraría de lo ocurrido, lo habrá sabido ya.

La muchacha tardó en responder. Raquel sintió por ella una lástima profunda, una pena inmensa.

– Quizá lo hice por mí -le confesó-, por mi propia cobardía, porque no hubiera soportado mirarle a los ojos.

Podía haber hecho muchas cosas, pensamos todos, sin duda fue una estupidez volver a aquel lugar, pero más allá de cualquier consideración sentimos que a aquella muchacha el destino no le trataba nada bien.

 

Juan A. Herrero Díez

 

 

 

 

 

 

I

Mi voz esta hecha de silencio

Corro las cortinas de la siesta

Pero todo sigue igual.

Un demonio negro tentando a las vírgenes.

Y yo sin abismos para trepar o caer.

Ahora se que soy

Una especie de mosca

Nadando en tu sopa.

 

II

Te sientes atormentado y yo igual

Quiero que bebas estas lineas que contienen

Fuego.

Descansare cuando todo haya acabado:

La ansiedad de poseer y el terror de morir

En brazos de esta noche ciega.

Este dolor esta matándome.

 

Y es solo un vómito contenido,

Una desgracia mas dentro de mi cuerpo.

Ya no es tiempo de perlas en los ojos

(agito banderas negras)

 

Solo sangre y

Nieve en los jardines.

 

Por Gabriela Fiandesio

 

 

TRIBUTO A LA TRIBU

 

Mundo viejo en lodazal de secano

Serpiente de jungla austral rasando

Museos tribales del polvo lejano

Mundo humeante de humo rodando.

 

Señor de queroseno, señor de metano

Lugar donde nacer y ver brotando

A un mundo de avaricia por lo indiano

Avaricia de materia recién supurando.

 

Donde se mira a ese dios de mecano

Un dios monstruoso derrumbando

Lo cercano, lo temprano, lo humano.

 

Donde se diseñan dioses deplorando

Justicia y ley, trucaje un tanto villano

Días de un cruel mundo loco explotando.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

1600, PENNSYLVANIA AVENUE

 

No quiero salir a esa calle,

donde se respira una alarma social.

Prefiero quedarme en mi casa

pues tengo lata que patear.

No quiero verme tan miserable

ni quiero sentirme White House,

siempre me he sentido culpable

por darme miedo Mickey Mouse.

La Avenida Pennsylvania huele mal,

mal huele la pesadilla nuclear,

repugnante paz de la guerra ideal,

sindicato del crimen de par en par.

Linconl es un paria de la libertad,

Nixon busca un magnetofón detrás

donde los Bush en estado de ebriedad

le frotan la puta a Clinton con aguarrás;

los Kennedy’s Brothers son otredad

y comparten con Washington mini-bar,

Carter da cal y arena a Panamá,

seguro Obama nos vendrá a salvar.

Los mundos se han hecho lejanos,

New York es una anciana prostituta,

gaviotas se comen sus propios guanos

y los villanos cobran su minuta.

Las barras y las estrellas se pavonean

y se creen las diosas del planeta,

mientras chicanos y negros se apean

y cruzan descalzos todas las glorietas.

Brindo mi brindis por la United States,

pues el capitalismo se cae,

así funciona el colmo que veis,

todo imperialismo también se las trae.

El mundo les pertenece a ellos,

ellos son los amos de la vieja Tierra,

ellos son los asesinos leguleyos,

a ellos les pertenece la miseria

[de esta vida perra.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

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11º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

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11º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

NEVANDO EN LA GUINEA

NºXI   25-10-2.008

 

EDITORIAL XI

Carabanchel o la voluntad real de olvido

 

El pasado jueves se iniciaban las obras de derribo de la cárcel de Carabanchel, lo que a nuestro juicio contradice de forma más que evidente la política de memoria histórica y demuestra hasta qué punto, tal como señalábamos en nuestro editorial del número cuatro de la revista, hay claroscuros en dicha política a la vez que se pretende hacer las cosas a medias.

 

Hemos de recordar que la cárcel de Carabanchel se inauguró en 1944 y su función fue la de mantener encarcelados a miembros de la oposición al franquismo. Por ella pasaron un sinfín de militantes políticos y sindicales, algunos de los cuales llegaron a tener un papel importante en la transición a la democracia, como Marcelino Camacho, dirigente durante años de Comisiones Obreras. El plan acordado entre el Ministerio del Interior, del que dependen los centros penitenciarios, y el Ayuntamiento de Madrid es levantar vivienda, oficinas y un parque. No obstante, el proyecto ha contado con la oposición de algunas plataformas de vecinos y de las agrupaciones de memoria histórica, también habría que incluir aquí una propuesta del CSIC, que piden infraestructuras culturales, que se mantenga en pie parte del edificio como recuerdo de la represión y que se fomente un Centro para la Paz.

 

Tal como dijimos en el número IV de la revista, no queremos plantear un debate político, no es éste el lugar, pero sí queremos intervenir en el debate social y cultural. Es nuestra voluntad favorecer cualquier iniciativa que parta de una voluntad de análisis del pasado y creemos además que este análisis debe ser amplio, sin cortapisas ni ocultamientos. Nos parece que si se pone sobre la mesa, como lo ha hecho el gobierno, la necesidad de dar luz sobre las injusticias de un determinado periodo histórico, se ha de llevar a cabo con todas sus consecuencias y se deben favorecer los gestos de reconocimiento hacia las víctimas del régimen franquista. Aceptamos que no haya revanchismos, aceptamos que se nos diga que hemos de superar diferencias, pero estamos de acuerdo en que tenemos que mantener ciertos símbolos como recuerdo de una represión que fue política, social y cultural, símbolos que han de ser también una invitación a que no vuelva a haber un régimen que quebrante los más elementales derechos de las personas.

 

Por ese motivo somos partidarios de mantener parte de la estructura de la cárcel. En Barcelona no se dejó huella alguna del Campo de la Bota cuando se construyó el Forum de las Culturas, las administraciones municipal y autonómica no se mostraron muy interesadas en el más mínimo recuerdo de un lugar que fue testigo del horror y sobre el que se levantó un edificio para exhibicionismo y solaz de una modernidad desmemoriada, y ahora Madrid repite el mismo error, lo que nos hace dudar de la veracidad de ciertos debates. Preferimos símbolos modestos que inviten a la reflexión que grandilocuentes discursos y gestos que luego mantienen ocultas injusticias y tragedias que no piden más que un mero reconocimiento social. De ahí que simpaticemos con las demandas de mantener el recuerdo de lo que fue la cárcel de Carabanchel, aun cuando sea a través de una parte mínima de la misma que quede en pie para recuerdo de lo que una vez existió allí, un lugar en que se encarcelaba a la gente por discrepar con el (des)orden imperante.

 

 

 

 

Patrocinio Carrera de Borrego

 

Doctor, yo se lo cuento,

De tal manera,

Y que si yo me sincero

Con esta vehemencia,

Es por que siento

Que el olmo no da peras.

En mi tiempo de mancebo

Tenía la cantilena,

Que mucho sospecho,

Era mi condena.

Pulcra sentencia del verbo,

Alegría de verla contenta,

Grillo ruidoso y pequeño,

Noche concreta y serena.

Amigos alejados del sueño,

Era como una verbena,

Pálido mecía el vocero

Que gritaba con voz plena.

Pisé fuerte al silencio,

Ella cantaba coqueta,

Ciudad altiva con restos

De ser y por ciento no era.

Frío tirita de invierno,

Virtud de miel y colmena,

Iban todas como un ejército

Esperando madrugada abierta.

Roto el candil del lucero,

Sabia fatiga se acerca,

Es como repetir el cuento

De aquella apagada luciérnaga.

Oscuro estaba el firmamento,

No había rastro de una estrella,

Un satélite rastreaba el panfleto

Aquel de dura tiniebla.

Parecía todo perfecto,

Roto el caño de la “canaletas”,

Estudiantes con el intelecto

Cojían endrinas a manos llenas.

Un viejo borracho y travieso

Peleaba por la ley de la fuerza,

Los jóvenes machos y fieros

por todo tenían pereza.

Un coche en estado siniestro

Guardaba yonquis de pico y vena,

Rostro lascivo del maestro

Aquel que enseñaba la guerra.

Tristes tigresas por dinero

Piropeaban de cualquier manera,

Papelinas repletas de yeso

Se vendían por la plazoleta.

Mudo y sobornado madero

Quería dormir en la selva,

Tintes tintados en un tintero

Dibujaban a las cigüeñas.

Con dalias pagaba un testaferro

De la divina riqueza,

Golpes daba un casero

Por que quería cobrar su miseria.

Parece el mundo pequeño

Pero es grande y algunos se marean,

Tinglados y vociferios

Cosían y cosían sus telas.

Yunque de fragua en hemisferios

Que a este no se asemejan,

Por que las putas con desvelo

En sus esquinas de sed revientan.

Yuntas y falsos techos

Para la voz de la alerta,

Venden unos negros crecepelo

De ese de las largas melenas.

Los hipies van con sus flecos

Encogidos en aquel teorema,

Y los punkies con remedios

Para circuncidar a sus penas.

Mochileros extranjeros

Vienen a ver las callejas,

Luego cuentan a sus abuelos

Que vieron a la infanta y a la princesa.

Lo que no se cuenta en verso

Se cuenta a la luz de las velas

Y ellos no cuentan el sendero

De las putas por Asia presas.

Doctores que se hacen ruleros

Y los voletaires les venden setas

Con el estremecido bombeo

De las jeringuillas de los proxenetas.

Palacio del bombardero

Ten cuidado y por ahí no te metas,

Negocio del trilero

Su rapidez es pura ciencia.

Mañana te doy un beso

Y tu dormida abres tu entrepierna,

Yo te acaricio el púbico bello

Y en un descuido me las cierras

Son cosas de este mundo perverso

Que domina hasta las fieras,

No lo cuente a nadie, es secreto,

Pero usted seguro lo cuenta.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

LA FLOR DE HOJALATA

 

De un latón de aceite de oliva

y una gardenia enlatada,

nació una flor que resiste

las aguas espesas que empapan.

Preciosa que cuando quiere

de posición cambia.

En boca está mi palabra;

imitadora del viento

sus caprichos son de plata,

y sus sueños de titanio…

Pétalo, gajo de naranja.

Se nota bien tu alma de cántaro.

¡Ay! Flor que languidece

flor que fue flor con su tallo,

¿Acaso este mal has de pagar

que debiendo pagas tan caro?

Pues oscilas entre dos mundos

y serás la burla del vil niñato.

Pues su verdad no la quieren,

Ni por compasión implorando.

Unos sucios quincalleros

que trabajan con sus manos,

el destino roban por rateros

esculpiendo carne de chapajo.

Ahora resulta ser quincalla,

Quisiste vivir decorando,

Quisiste ser bonita filigrana

Y eres sueño sólo un rato.

Soñaste tu realidad de lata

Y eres simple y vulgar cacharro

Que se mezcla entre la amalgama

Y eres chiste, risa y pasto

De la hambrienta carcajada,

Eres juego, tontura y pago

Que se paga con la entraña.

Eres la venganza del guijarro

Eres grillo, brizna y nada,

Eres el moscón del bello caballo

Que el dueño no quiere en casa.

Eres la belleza de lo flaco

La flaqueza bella que escapa

Eres la bella puesta en lo alto

Para que nadie pueda encontrarla.

Eres el bello rastro que pardo

Rastrea la bella muy parda,

Rastreando viene bella encontrando

Y no es rastro que es bofetada

Y belleza no le queda ni rastro

Ni pardo, ni encuentro, ni facha.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

Marcharse

 

Joel y yo vivíamos en un barrio lejos del centro, frente a las vías de los trenes. Todos los días veíamos cruzar cientos de trenes. No sé si esto, ver todos los días trenes que se acercaban o se alejaban de forma que entonces nos parecía con frecuencia tan caprichosa, tenía algo que ver con nuestra idea de marchar de la ciudad. Quiero pensar que sí, que porque nos poníamos siempre en las vallas frente a las vías o en el puente de la estación y contemplábamos la larga fila de vagones avanzar seguros sobre los raíles nació en nosotros el inmensurable deseo de irnos para siempre. Al menos es el recuerdo que guardo de la niñez, pero sobre todo de la juventud, Joel y yo juntos, cualquiera que fuera la estación, lloviera o hiciera sol, de día, en el crepúsculo o por la noche, los dos sentados y viendo en silencio los trenes que avanzaban ante nosotros con su canturreo metálico y de repente, cuando la fila de vagones desaparecía de nuestra vista, brotaba aquella frase, la decía él o yo, o la decíamos los dos juntos, casi a la par, que algún día, y no precisábamos fecha, el porvenir era inmenso e imposible de limitar, nos iríamos de la ciudad en alguno de aquellos trenes.

Recuerdo uno de los últimos días que estuvimos juntos ante las vías. Era domingo, comenzaba a oscurecer y había algo de tristeza en el ambiente. Se acababa el verano. Había un olor seco a hierba desaguada, a tierra tórrida y una vaga promesa de tormenta de temporada que las nubes, tras los montes lejanos, anunciaban para la noche. Joel me lo dijo tras un silencio ensimismado. Me voy el próximo mes. Mentiría si dijera que me sorprendió. Joel había acabado el instituto en junio. Se había puesto a trabajar poco después en un taller y no estaba contento. Me lo había comentado varias veces. Nos solíamos reunir al final de la tarde cerca de la estación, comprábamos unas cervezas en un colmado próximo y nos sentábamos en el descampado a ver pasar los trenes, a charlar de nuestro descontento y a soñar con nuestra marcha. Es curioso, pero aquel año no hablamos tanto de marcharnos. Lo soñábamos igual, pero no lo decíamos. Intuíamos tal vez que aquel verano era distinto. No porque lo fuera en los detalles, el día se alargaba igual, todo parecía más sereno y las horas se nos iban entre charlas y lecturas, como cualquier otro verano. Pero discerníamos que las cosas podían cambiar ese año, que era el año de la verdad, que se acababa una etapa y otra debía comenzar.

Joel me dijo que se iba a estudiar a otra ciudad. Había elegido unos estudios que no había en la nuestra y su padre había aceptado al fin que se marchara, sobre todo porque le concedieron una beca y se había pasado el verano ganando algún dinero. Deberías escoger unos estudios que no haya aquí, me dijo. Sentí no poca zozobra. Yo acababa el instituto el siguiente curso y no tenía claro lo qué quería estudiar o hacer, pero estaba seguro de que mi padre era más difícil de convencer y barruntaba que ya tenía él planes para mí que aún no me había referido. No, para mí las cosas no eran tan fáciles, no se lo expliqué a Joel esa tarde, pero yo sabía que en mi casa todo era diferente y que mi destino no estaba tanto en mis manos como quisiera, aunque quedaba todavía un año, las cosas podían cambiar, no podía cerrar puertas.

Joel se marchó veinte días más tarde. Fue triste verlo irse, pero también me sentí feliz por él. Seguí yendo al puente de la estación, a las vallas o al descampado donde tantas veces habíamos estado juntos. Leía, miraba los trenes o paseaba mientras pensaba en todo en general. Era imposible no recordarle. Esperaba que todo le fuera bien. Pensaba también en mi vida. No sabía qué iba a ser de mí. También es cierto que con frecuencia procuraba no pensar mucho en el futuro. Miraba los trenes y deseaba con fuerza poder irme algún día en alguno de ellos. Lo deseaba con mucha, muchísima fuerza, con tanta que parecía imposible que algún día realmente no fuera a marcharme.

 

 

Juan A. Herrero Díez

 

 

EDIFICIOS GRISES

 

Creo que me pertenecen sesenta metros cuadrados

de oxigeno claustrofóbico financiados por el gobierno.

Y una plaza de asiento en una sala de espera, con cafeteras

a setenta y cinco pelas el mal trago. Y una apretada cagalera,

despega de tu trémula zancada del hospital nauseabundo

a tu apartamento gris, que recuerda un retrato antiguo.

Quiero y no puedo salir de ese edificio, también

Grisáceo, que sobresale de mi herida amortajada con sueños rotos.

Pareciendo unos espantapájaros en la urbe submarina e inquisidora.

Un horizonte es para atrás, como la visión de las grúas desde

Abajo. Tal cual un Don Quijote y sus molinos. Yo miro, y comparo

los desafíos que las épocas han perpetrado a los más encogidos.

De rodillas y brazos en cruz de cansancio, de derrota…

Será de tanta miseria que se respira en la atmósfera.

Desde dentro para fuera y lo que recoges lo sueltas dentro.

Y lo que sobra mira desde fuera. Y no deja de mirarte.

El pijama es una agobiante prenda que te vela la pesadilla

de ver lo que te rodea… las alcantarillas tocan a muerto,

los fumaderos de hachís son bancos destrozados y alejados de todo,

los yonkis generacionales son traicioneros de por vida,

las madres de luto son vírgenes que se quemaron antaño.

Y los mártires de la locura son ángeles marcados con puntas

de estrellas, (por que está comprobado que en ellas está su destino).

Los bares de rumba populachera donde gritan los macacos,

(la cultura allí en el purgatorio baila la soleá de la ignorancia),

los niños lloran un llanto mecánico que aprendieron del biberón seco.

Los camellos, los proxenetas, los taberneros y los prestamistas

Se hacen mecenas de la muerte, hecha canción, ¡Por infinita vez ya!

en este, el mío rincón.

¡De sesenta metros cuadrados de oxigeno claustrofóbico

financiados por el gobierno!

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

Sobre los pisos de protección oficial

 

Mi perucha divina,

El sueño del paraíso,

La cuerda del “status quo”

Y todo en un minuto.

Eres mi niña,

Escucho el murmullo.

Eres mi niña,

Y digo: soy tuyo.

Y tú me suplicas

Comernos el mundo,

Y yo te hago caso

Y nos exiliamos juntos.

A otro oculto barranco,

A otro triste mundo,

A que nos tiren la mierda

Que vierten los cenutrios.

Y otros personajes,

Como los que van camino

De habitar estos parajes,

Como escuchen mi eructo…

Pisos, altos como el acueducto

y el populacho todo junto

Pero esto que digo

No os importa ni un pito.

Y también me limito

A cantar por la noche,

Me tiro pedos, vomito,

Y cuando como hago ruido

Y pongo música y pataleo

Y despierto a los vecinos.

Y tiro colillas por el balcón

Y a veces me la saco y meo.

Les escupo a los niños

Y cuando llamáis os meo

Y os creéis que llueve,

¡Qué cosas tiene la gente…!

Saca el paraguas, que llueve.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

 

 

 

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6º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

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6º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

NºVI                  19-09-2.008

 

 

Editorial VI

Una buena apuesta por la literatura

 

 

Ya desde nuestro primer editorial hemos querido mostrar nuestra preocupación por la situación de la cultura en Europa en general, en España en particular. Hay síntomas que pueden llevarnos a un profundo pesimismo: la degradación de la educación con sus resultados más que cuestionables, la mercantilización de la cultura, la (des)consideración de lo cultural como mero barniz con que las administraciones locales, autonómicas y estatales intentan lucirse, la superficialidad de los debates públicos o la chabacanería en la que han caído las televisiones.

 

No obstante, aun cuando lo anterior es evidente, también apreciamos que se dan algunos cambios en los últimos años, lo que nos permite cierto optimismo. Si nos damos una vuelta por muchas librerías podremos observar que han aparecido nuevas editoriales que apuestan por la literatura de calidad y que comienzan a recoger los frutos de una labor no siempre sencilla. Porque no es fácil llevar a cabo dicha labor. Las editoriales no dejan de ser empresas y las empresas requieren en este capitalismo que padecemos al menos no tener pérdidas económicas y, si es posible, alcanzar beneficios para continuar su actividad. Es cierto que se han reducido los costes de edición en buena medida gracias a las nuevas tecnologías que permiten también, al menos en teoría, un mayor acceso entre los escritores y las editoriales. Pero también lo es que la distribución es costosa, que los índices de lectura no resultan muy satisfactorios, que hubo una crisis del sector de las librerías que por fortuna parece terminada, que hay un exceso de edición (lo que parece en principio contradecirse con el bajo índice de lectura), entre otros problemas.

 

Las editoriales no se han dejado amilanar por los problemas y han mantenido su actividad. Han conseguido que aparezcan nuevos autores, tanto españoles como latinoamericanos, y que se les pueda conocer y sobre todo leer. Consideramos que han frenado una peligrosa tendencia a la mercantilización de la literatura que se estaba produciendo hace unos años. Es motivo de alegría y celebración. La lista de editoriales es enorme y se distribuye por toda la geografía del país. Algunas se han especializado y la mayoría buscan la calidad en los contenidos y en la edición. Nos resulta imposible presentar aquí un listado exhaustivo de todas ellas, serían muchos los olvidos y no queremos caer en injustas omisiones. Pero nos gustaría que nuestro espacio Bombolom sea una pequeña presentación de todas esas editoriales y de este modo, desde nuestra modestísimas posición, dar a conocer algunos libros que nos han interesado y que queremos compartir.

 

Por otro lado, la aparición de webs y de blogs de contenido cultural está supliendo la falta de programación cultural en los medios de comunicación de masas, sobre todo audiovisuales. Es una alternativa, aunque clama al cielo que no haya un solo programa de libros en horarios centrales en la televisión por ser éste un medio de un potencial enorme en la difusión cultural. La radio se muestra afortunadamente más ágil en este aspecto.

 

Sólo cabe por tanto congratularse con esta luz de esperanza y esperar que las nuevas editoriales puedan sortear los problemas y las crisis en la que estamos inmersos para poder gozar de la buena literatura.

 

 

A LUCIO URTUBIA

(Soneto)

 

Un viejo anarquista es un baluarte

Y Lucio quisiera un mundo mejor,

Mundo imposible querer cambiarte

No cambiarás ni de chaqueta ni color.

 

¿El pueblo no va a ninguna parte?

Con su democracia y su religión,

Otra tregua quizás haya de darte

Ese aquel que creó tu mala prisión.

 

Fiel anarquista hay que declararte

Y al militarismo una insumisión,

La verdad de la palabra quiere amarte

 

Y tú no bajas de tu mundo saboteador.

Mundo que es un mundo sin quitarte

La idea de un mundo mucho mejor.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

 

 

 

 

 

Fragmento de un diario, 1949

 

 

David ha vuelto a discutir conmigo. Me ha echado en falta mi pesimismo. Dice que soy un fatalista histórico, un nihilista. Le irrita que haya perdido el entusiasmo. Pero ¿qué quiere? No puedo dejar de pensar en lo que pasó. No puedo dejar de sangrarme por dentro. Han pasado doce años y siento que toda mi energía se quedó allá, en España. Ya quisiera yo sentirme de otro modo, compartir la fuerza que él posee, la voluntad para no doblegarme ante la historia. Pero no puedo. Me cuesta incluso hablar de todo ello. En los últimos cinco años sólo con él he comentado algunas cosas, con nadie más. Y cada vez hablo menos porque David se enfada y me reprocha que haya cambiado, que ya no sea el mismo de entonces. A veces me enfado yo también, aunque él no lo nota. Me enfado con él, porque creo que quiere que yo sea de otra manera, pero sobre todo me enfado conmigo mismo porque realmente soy de otra manera. Es cierto: en ocasiones me gustaría haber podido conservar el vigor de entonces. A punto estoy incluso de recuperarlo, así lo creo algunas veces. Pero de nuevo recuerdo lo que ocurrió, me vuelvo a ver en las calles de Barcelona y caigo otra vez en el desánimo.

En todo esto estaba pensando cuando David ha pasado por casa. Ha venido a dejarme algunos periódicos de los que edita su grupo. Le gustaría, me dice, que me incorporara a él. Yo respondo que no, sin más explicaciones. Entonces me reta a un debate. Pero yo no quiero debatir. Es cuando se enfada. Pero esta vez se ha enfadado bastante, como si estuviera ya cansado de insistir y de enfrentarse a mi desánimo. Me recuerda que yo era un buen militante, que era el que más ánimo poseía, sin duda, como si yo no lo supiera, como si no lo tuviera todavía presente, como si no lo recordara, cuando lo recuerdo todos los días. Pero entonces era una persona y ahora soy otra. Es esto, justamente, lo que intento explicarle, aunque no sé cómo. ¿Cuesta tanto de entender? Vi morir a mucha gente, demasiada. Con veinte años no deberías experimentar algunas cosas, tal vez en el futuro sea de otro modo, puede que todo vaya mejor, pero en todo caso con veinte años deberías pensar en otras cosas y no en salvar el pellejo o en tus amigos que mueren. Y esto duele. Incluso en quien posee toda la fuerza de una voluntad revolucionaria. Pero sobre todo lo que más te hiere es que quien te persigue y te mata no sea sólo tu enemigo real, aquel contra quien combates a muerte, sino gente de tu mismo lado que dice compartir, incluso, unos mismos ideales. Esto te hace desconfiar de todo. David me ha respondido que él también ha visto morir a mucha gente, amigos de él, conocidos, personas a quienes estaba vinculado. Y sigue luchando a pesar de todo. Yo he callado. En el fondo le envidio. Pero tampoco puedo dejar de sentirme como me siento. No me veo por ello con ánimo de retomar nada. Creo que vamos de nuevo a la catástrofe. Que todo está perdido. Es terrible aceptar la derrota, lo sé. Te inmoviliza por completo. Te hunde. Pero no lo puedo controlar, es más fuerte que yo y nada tiene que ver con la razón.

No es que esté contento con la vida de ahora. En eso David tiene razón, no podemos conformarnos con la realidad que nos envuelve. Yo no quiero conformarme. Pero no le veo salida. Entonces sí la veía. Estábamos construyendo algo distinto. Recogíamos lo mejor de un movimiento obrero que no sólo se enfrentaba a la estructura del poder, sino que intentaba crear nuevos lazos, nuevas relaciones. Un nuevo mundo, eso decíamos. Crecimos mucho. De pronto, un pequeño núcleo se hizo inmenso. En Burgos no era tan palpable, pero cuando fui a Barcelona para integrarme en la estructura del partido, me di cuenta de lo que estábamos construyendo. Me di cuenta de la altura humana de muchos militantes. La época también acompañaba.

Llegó el dieciocho de julio y de pronto lo que estaba latente saltó a la calle. Fue la revolución. Ahora sé que no fue una fiesta, pero nosotros lo vivíamos como una fiesta. Recuerdo las calles del Borne, los pequeños talleres, las tiendas de mayoristas, las cercanas fábricas, de pronto los obreros salieron a la calle y el barrio se llenó de banderas rojas y rojinegras, de gritos por la libertad y por la revolución. Fui a la sede. Los compañeros acudían con noticias de toda la ciudad. En Gracia, en Sants, en el Clot, en todas partes los obreros salían a la calle. Hubo un momento en que parecía de verdad la revolución. Lo fue. Las noticias iban llegando. Me preocupé de pronto por mi familia, por mis amigos de Burgos. A pesar de mi entusiasmo, me di cuenta que aquello no iba a ser una fiesta, nada más lejos. Y no me equivoqué, por desgracia.

Se lo digo a David muchas veces. Él calla. A pesar de su optimismo, también le irritan las visiones festivas que se han dado de la guerra, de nuestra guerra. Fue terrible, me dice, un infierno. Pero rozamos el cielo. Eso es verdad. Yo también lo vi. Pero luego vino todo aquello, mayo del año siguiente, junio, julio. Las detenciones, todas nos dolieron mucho, pero la de Nin, ¿cómo aceptar la detención de Nin?¿Y las acusaciones, cómo aceptar la sarta de mentiras que lanzaron contra nosotros? Divulgaron calumnias inaceptables, que si éramos la quinta columna, que si estábamos a sueldo del gobierno fascista. Nos tuvimos que esconder. La República nos perseguía. ¿Cómo iba a ser aquello una fiesta?¿Cómo mantener una visión heroica?¿Cómo mantener el tipo hoy y aceptar lo ocurrido, asumirlo como algo coyuntural, como consecuencia de la guerra que dicen algunos?¿Hasta cuando aceptaremos las muertes, todas las muertes, como imperativos históricos, por mucho que en unos esté la razón?

David intenta controlar su ira, me habla, argumenta, y le doy la razón en todo. Pero no es eso, no es que no tenga razón, la tiene, pero le pregunto cómo vamos a mantener el ánimo cuando has visto desplomarse las esperanzas a golpe de mentiras. Llegamos a Francia y nos hicieron el vacío. Los parias de la historia, eso éramos nosotros, los odiados por todos. Mina incluso tus propias convicciones. David me pone mala cara cuando lo digo, pero estoy seguro de que sabe de lo que hablo. Nadie es tan fuerte, sólo un iluminado no tiembla ante una realidad tan sangrante. En el fondo, sé que David me comprende, aunque sea un poquito, aunque se haga el duro, el militante heroico de la Revolución, ha intentado ponerse en mi lugar, lo sé, ver las cosas como las veo yo, sin duda lo ha logrado, entiende algo mi pesimismo, aun cuando no lo comparta.

Se marcha más sosegado. Ha aparcado el mal humor y me dice que vaya el sábado con él y con Lidia al campo a pasar el día. Dice que paso mucho tiempo solo y que no es bueno. Le doy la razón. Me sonríe cuando sale de mi apartamento. Me llama tozudo. Se ríe a carcajadas. Lo veo desaparecer por las escaleras. Me quedo solo. Me doy cuenta de mi vida solitaria. Es verdad. Mi trabajo, mi casa, mis recuerdos, mis lecturas, los límites infranqueables de mi vida. Pienso en España, tan lejos. Seguramente el sábado me iré con ellos al campo. Lo decido: sí, iré. Miro el calendario. 8 de Mayo de 1949. Han pasado ya, me digo, doce años.

 

Juan A. Herrero Díez

 

 

 

LIBERTAD

(Soneto)

 

¿Qué tendrá esa facultad natural?

Todo corazón y hombre la desea

Como efluvio y liberado caudal

Como nueva pócima o panacea.

 

El sendero debe ser un mural

Donde se exprese sea cual sea

La libre emoción magistral

La cumbre sosegada y añacea.

 

Cual es la verdad tan primordial

Esa verdad vegetal, sincera odisea

Esa verdad de perla fértil de sal.

 

Ese derecho que se nos ningunea

Esa sentencia de noche neutral

Esa flor furtiva que parte de la idea.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

 

 

 

 

REVOLUCIÓN

(Soneto)

 

La revolución está en las calles

Hierve como un guiso en fulgor

Está parida por miles de madres

Que creyeron en un mundo mejor.

 

La revolución no es un desmadre

Es una vuelta a la evolución

Es un mundo que no es culpable

De una empresa en desorganización.

 

La revolución es la única clave

Para nuestra definitiva definición.

Revolución de interés militante

 

Entre la palabra y el fino tornasol,

La cual, subyace en el aire

Hasta que le cambiemos su color.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

BORRACHERAS

Y RESACONES

 

Por las noches borracheras

y por el día resacones,

de pequeño fueron paperas

y en otros presentes sarampiones,

bailaban mis caderas

la melodía de los escorpiones,

a ritmo de rumbas rastreras

enajenaban los avispones.

De todas las ilusiones madreras

la tuya es la que por los rincones

encontraban cremalleras

donde hubieron botones.

Borracho mis pajareras

eran venganzas que descompones,

recordando a los pejigueras

y brindando con esos copones

pasaba las horas enteras

vanagloriando de pares a nones.

En el amor las primeras

y hostiles preocupaciones

fueron ideas bodegueras

de cantar las mismas canciones,

en puticlubs donde rameras

brillaban en habitaciones,

donde esas musas embusteras

vaciaban bolsillos de pantalones.

Pido olvidar a las primaveras,

pido perder mis razones,

pido agrado de las malas maneras,

pido respuestas a los preguntones.

Las vergüenzas eran cegueras

y los reproches sermones,

hubo mala leche de veras,

hubo varias insatisfacciones,

hubo muchas migrañas postreras,

hubo vacíos y decepciones,

hubo, por cierto, iras que desde afuera

yo metía en mi casa a empujones.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

ME QUIERES

 

En el mundo existen

muchos placeres sencillos,

placeres que son pequeños:

las risas de los chiquillos,

mecerte entre bellos ensueños,

la simpleza de los bocadillos,

los días un tanto risueños,

la algarabía de los mercadillos,

comer turrones norteños,

esos besos ardientes de tornillo,

fumarte tus caliqueños,

comerte unos pastelillos,

eyacular opacos te amos pequeños,

romper cosas con un martillo,

darte un pequeño festín,

cogerle a la vida gustillo,

los vives y eres feliz

(le buscas ritmo al estribillo).

Las canciones que yo aprendí

llevando vacíos los bolsillos,

me llaman para hacerte tilín,

para pasearme por tu pasillo,

con la dicha de ser para ti

abro por ti cielos y pestillos

y florezco en este abril,

tan feliz que me hago picadillo.

Dices que me quieres a mí,

acaricio sonriente tu bisillo,

breves promesas tus pies,

gracia bonita es tu flequillo,

la seda blanca de tu piel,

me busca en aquel secretillo,

te quiero, todo va bien,

me quieres y me das cuartelillo.

Uno, doce, más de cien,

oigo a lo lejos un grillo,

me retumba allá en mi sien

este suspense amarillo,

ruego que mis niños estén

melosos como pestiños,

dejadme, me dejan ser,

vuelvo siempre a ser un niño.

Me dejan serlo también

en remilgos que yo mismo trillo

corre, corre, viene, ¿quién?

corre, corre que te pillo,

me haces hasta a ti correr,

me peinas con tu cepillo,

me lagrimea la vida fiel

sendero de mi apellido,

prueba este exquisito pastel

pues lo he hecho con cariño,

te quiero, ¿me quieres también?,

me das sazón y me das aliño,

palabra en este papel,

poeta de luna fiel es tu niño.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

 

 

 

 

nevandoenlaguinea@gmail.com

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LO QUE ME ENSEÑASTE

 

LO QUE ME ENSEÑASTE


(Soneto)

 

Nos ponemos demasiado solemnes

Cuando de hablar de la droga se trata

Y es tan claro, tan evidente,

Que esa realidad no es sensata…

 

El placer inmediato sale caro

Esa vida de vicio no es barata.

Todo el mundo pasa por el aro

Y muchos se meten hasta las patas.

 

¡Yo lo tengo demasiado claro!

Esa dedicación exclusiva mata

Esa entrega de dejadez y desamparo.

 

Esa esclavitud de falshes de plata

Esa legión de autómatas del faro

Esa manera de vivir que maltrata.

 

Yo la droga de la familia separo

Huyo de lo que te ata y lo que te desata.

De todo sentimentalismo raro.

 

De toda tóxica mordedura de rata.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

CAMBIAR POR AMOR

 

CAMBIAR POR AMOR

 

Por tu amor

no creí ni en patria ni bandera

me quemaron en la hoguera

y en vasos de whisky

ahogué mi vida entera.

Por tu amor

me hice de desiertos

mercenario

mis huesos carcelarios

absorvieron

todo mi pobre salario.

Mi torpe corazón

de poemario

salió de flor y madre

de todo lo ordinario

cajón vacío del desastre.

Traje sucio en armario

hueco ladrido con eco

huye de lo rutinario

ojos fríos de muñeco.

Bostezo de funcionario

¡qué cerca de Alcalá Meco!

capricho de millonario

lavado de olla en seco.

¡Qué pereza de vida y de barrio!

fandango y serenata

corta la escena del lago

Maruja de rulos y en bata

tristeza autómata del pago

¡ponme China un cubata!

y me lo bebo de un trago

cuarentena en cada pata

¡qué mañana te lo pago!

dime si vienes templada

yo vengo siempre estorbando

¿no ves mi collar de papada?

¿mi estela en otro bando?

¿no ves mi temblorosa calada?

¿mi vida verdinegreando?

Chamullo por chamullar

mi vida cambia amando

cambia para variar

tabaco de contrabando

vida de puro estraperlo

copón de anís del barato

corro un traslúcido velo

cambio a gato por pato

cambio a gallo por pavo

cambio potro por canguelo

cambio mi duro arrebato

cambio mi corte de pelo

y cambio y no doy abasto.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

CANCIÓN PARA UNA NIÑA

 

CANCIÓN PARA UNA NIÑA.

 

Mi niña tiene una pena

en el corazón de agua,

y se le hace caracola

en calles de ruido y mirada.

Mi niña es alegría tan sola…

cuando la verdad es nada,

es lagartija sin cola,

es cola recien cortada.

Ella sufre alejada y tan sola…;

mi niña nunca es envidiada.

Se calienta si se incomoda

(a rota lengua sosegada…).

Luna cuidala de las mareas

de las teas y las alhambradas,

y cuidala de antiguos estrategas

y ocultas murallas rasas.

Niña, niña, sin triste mecenas,

niña santa, perversa y sacra,

niña de espejo de luna y agua;

¡dime niña, si se remedia!

el ronco del mar cuando calla

y el pálido color que asedia,

la astuta flecha que calma,

la vuelta en dos y una y media

latido de volcán el mar brama.

-Dime niña luz del fuego-

semilla que abre pura su agua,

cenicero que se vacia y apego,

cumbre entre sudor y palabra.

Si el amor es uno y solo ruego

¿Qué me aguarda de su alma

si soy vida ante el muro ciego?

¿por qué esa ruleta rusa dispara?

La confusa parodia del miedo

y al despertar es ceniza, herida y brasa.

 

Por Cecilio Olivero Muñoz