39º Número de la revista literaria Nevando en la Guinea

NELG niños y palomas

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39º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

DIGITAL TRIMESTRAL

NEVANDO EN LA GUINEA

NºLXXXIII/05-02-2014

 

EDITORIAL LXXXIII

Sobre Cumbres y poetas

El pasado mes de Noviembre tuvo lugar en Panamá la XXIII Cumbre Iberoamericana. Hemos sido críticos con estos encuentros, entre otras cosas porque creemos que los representantes que acuden, Presidentes de Estado o de Gobierno y otros altos dignatarios, no reflejan en realidad a los pueblos en cuyo nombre asisten. Fuera queda la riqueza cultural y social de unas sociedades que, por fortuna, son muchos más ricas y plurales de lo que creen quienes dicen dirigirlas. Y no hablamos sólo de dinero. Antonio Machado escribió que el necio confunde valor y precio, lo que es una gran verdad, y en estas cumbres se habla sobre todo de precio, no de valor, ni valores, más allá de pomposas declaraciones extemporáneas.

Esta última Cumbre, además, tuvo más deficiencias que encuentros. Faltaron algunos países, entre ellos los que aglutinan el ALBA. Por faltar faltó el Rey de España, recién operado. Además, se decidió que las Cumbres se celebraran cada dos años. Y si todo esto no fuera ya un cambio profundo, resulta también evidente que el escenario se ha modificado mucho. La crisis aqueja sobre todo a España, que de repente parece haber sido despojada de su posición dirigente frente a una América Latina que sigue emergiendo no sólo económicamente –pretendemos no ser necios y fijarnos sólo en lo económico-, sino también en lo cultural, si es que en algún momento la cultura en los países latinoamericanos ha dejado de ser central. Muchos ciudadanos americanos que emigraron en su momento a España o en general a Europa regresan ahora a sus países de origen con mayor o menor fortuna, pero con una experiencia que seguramente les ha enriquecido y tal vez se refleje en su aporte a las sociedades de origen. Muchos españoles, por su parte, se ven ahora obligados a emigrar, y muchos eligen América Latina como destino, como pasó en otros momentos de la historia reciente.

Las migraciones son fruto de situaciones complicadas, no deseadas a menudo. Pero se vuelven con frecuencia en oportunidades económicas, sociales y culturales. Más en un momento como el nuestro en que las nuevas tecnologías permiten un intercambio más rápido y fluido. Este es el intercambio que a nosotros nos interesa, mucho más que el de las Cumbres formales y estáticas porque supone un encuentro de verdad entre las dos orillas.

De todo esto sabe muy bien América en general, esa Nuestra América del que hablara el político libertador, pero sobre todo poeta, que fue José Martí. Sabemos que el mestizaje americano, tan manido en discursos oficiales sin sentido, es fruto en muchos casos del dolor. No podemos olvidar la persecución de los pueblos indígenas, no sólo física, más cruenta, también cultural, no menos cruel, ni la esclavitud de los negros que fueron llevados a regiones latinoamericanas y cuya presencia perdura hoy a través de sus descendientes, tampoco de las migraciones antes referidas –de asiáticos, europeos y árabes o turcos-, todo inmerso en un profundo dolor, pero también origen de una nueva sociedad dinámica y creativa, incluso en su conflictividad. España y Portugal, más provincianas en el siglo XX, han podido vivir esa mescolanza de acentos y lenguas en épocas más recientes, esperamos que de forma ya irremediable lo asuman en sus culturas y concepciones sociales.

Aquí está la verdadera Cumbre por la que nosotros abogamos.

***

El año ha comenzado con tres noticias tristes para los amantes de la poesía. En Enero murieron el argentino Juan Gelman, el mexicano José Emilio Pacheco y el español Félix Grande. Es un tópico al uso en estos casos: el mejor homenaje a los escritores que mueren es leerlos. Será un tópico, pero resulta una gran verdad, sobre todo cuando se trata de poetas como ellos. Tal como escribía José Emilio Pacheco en «Elogio de la fugacidad»:

Triste que todo pase…

Pero también qué dicha este gran cambio perpetuo.

Si pudiéramos

Detener el instante

Todo sería mucho más terrible.

¿Pueden imaginar a Fausto de 1844, digamos,

Que hubiera congelado el tiempo en un momento preciso?

En él hasta la más libre de las mujeres

Viviría prisionera de sus quince hijos

(Sin contar a los muertos antes de un año),

Las horas infinitas ante el fogón, la costura,

Los cien mil platos sucios, la ropa inmunda

—Y todo lo demás, sin luz eléctrica y sin agua corriente.

Cuerpos sólo dolor, ignorantes de la anestesia,

Que olían muy mal y rara vez se bañaban.

Y aún después de todo esto, como perfectos imbéciles,

Nos atrevemos a decir irredentos:

<<Qué gran tristeza la fugacidad,

¿Por qué tenemos que pasar como nubes?>>

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Cuando cesa la lluvia

Vio a través de los ventanales del aula que había parado de llover. Justo a tiempo, pensó, porque en poco más de diez minutos terminaba aquel primer cuatrimestre del curso, comenzaban las vacaciones de invierno y aquella turba de alumnos de todas las edades saldría feliz a la calle para disfrutar cada segundo de las dos semanas de parón que había por delante. Así que, pensó, era como si el tiempo les diese la bienvenida cesando la fría lluvia y de este modo, en cuanto sonara la campana que anunciaba el final de la jornada, podría asistir una vez más a cómo todos los estudiantes, cualquiera que fuese la edad, el curso o la condición, echaban a correr a sus anchas. En apenas unos segundos abandonarían el aula, les escucharía gritar como locos por los pasillos y sin que hubiese pasado más de un minuto les vería desde aquellos mismos ventanales, sin todavía haber recogido ella sus propios libros y cuadernos, salir del edificio escolar. Los contemplaría en la calle saltar y reír ante una perspectiva de libertad hasta ese momento cercenada por la rutina de las materias y los horarios. Observó a sus alumnos, quince rostros ansiosos por que pasaran los próximos diez minutos lo más rápido posible, y le dio cierta pena, no por ellos, sino por sí misma. No podía compartir la felicidad de los chicos ni tampoco la de sus compañeros de escuela, los otros profesores que veían en las vacaciones la oportunidad de recomponerse un poco por dentro. De un modo u otro, la rutina de la escuela era para ella un bálsamo. Además, era la Navidad lo que tenía por delante y nada podía causarle mayor tristeza. Ya sabía que era un tópico, lo de la melancolía proporcionada por aquellas entrañables fechas, pero no podía escapar a sentirla ni a que el ánimo se le decayera todavía más. Si por ella fuera, seguiría dando sus clases de literatura y explicando a los tres grupos asignados las metáforas y los símiles de los poemas así como el sentido de una serie de novelas que, por su edad, ella había elegido, para que así se les planteara un mar de dudas sobre la vida que iban a afrontar y pensaran y reflexionaran acerca de su porvenir. Pero sobre todo, si por ella fuera, seguiría refugiándose en la escuela, porque al fin y al cabo era eso, en efecto, lo que procuraba, refugiarse o, como le dijeron alguna vez, tuvo que reconocer en el fondo que con acierto, huir de la vida.

Terminó de explicarles el último punto previsto para aquel último día. Faltaban aún cinco minutos. Forzó una leve sonrisa. Sabía que sus sonrisas, fueran o no sinceras, parecían dulces a ojos de los demás. Poseía un rostro agradable y grato, amable para quienes la miraban, aunque no fuese lo que digamos bella, al menos ella no se veía bonita, aun cuando se daba cuenta de que era atractiva, o cuanto menos resultona, no le pasaban desapercibidas las miradas de reojo por la calle, y forzando una voz calma les dijo a sus quince alumnos allí delante de ella, en un silencio que resultaba cuanto menos estrepitoso, que se acababa por ahora todo. Los chicos abrieron más los ojos si cabe, hubo alguno que a punto estuvo de levantarse para salir corriendo, pero sin esperar a  que ocurriera, alzó de nuevo su voz. Antes de salir, les dijo, y aquí debió reprimir la emoción que atisbaba por brotar, os quiero desear unas felices fiestas y deseo también, y aquí no pudo menos que asomar no poco escepticismo, que os dediquéis a la lectura, pensad que hay tiempo para todo, y lo dijo en el fondo sin mucho convencimiento, porque lo que la muchachada iba a hacer era lanzarse a la locura de las compras, del consumismo más avieso, de los regalos, de una frenética carrera por olvidarse de todo, incluido de sí mismos, y en cuanto sonó la campana, y esta vez sí salieron como almas que persigue el diablo, creció no poca culpabilidad en su interior, porque aquellas palabras que a punto estuvieron de componer un discurso cursilón y tontaina sólo denotaban la envidia que ella sentía por no poder gozar de las vacaciones ni de aquel impulso de la juventud, aun cuando no había cumplido todavía los treinta, no era del todo una adulta, no en esta época de edades ambiguas, aunque desde luego dejaba atrás la juventud, al menos así lo sentía ella ya de un modo definitivo, aunque en todo caso ahora como entonces, cuando tuvo las edad de sus actuales alumnos, iban de los doce a los catorce años, divididos en los tres cursos, tenía la sensación de haber sido la misma persona retraída, solitaria e incapaz de mostrar el cúmulo de sentimientos que bregaban por salir.

Ordenó sus apuntes y los guardó en una carpeta. Puso un par de libros sobre la misma y suspiró levemente, sin saber aún si iba a echarse a llorar o aguantaría el tipo como de costumbre y saldría con una tremenda pena en su interior. Pasó por la sala de profesores donde se encontró con Marisa y Daniel. Ambos le sonrieron cuando la vieron entrar.

–Cómo se presentan las vacaciones –le preguntó Marisa, profesora de arte, apacible y moderna, aun cuando rozaba la cincuentena, no parecía quemada por el oficio y se preocupaba siempre por los compañeros de trabajo.

–Tranquilas –respondió ella. Amagó otra de sus sonrisas.

Sin embargo, bien sabía ella que no serían tranquilas. Al menos por dentro. La perspectiva de pasar la Navidad en familia no le atraía en absoluto, al contrario. Se sentía apenas una presencia extraña, una sombra para la mayoría de sus parientes con quienes ya no mantenía, desde que saliera de la primera juventud, mucha relación. Se repetirían las preguntas habituales, ya casi tópicas, dónde trabajas, tienes novio, qué tal aquel amigo o aquella amiga de la infancia que ella misma casi había olvidado. Esto en el mejor de los casos, porque con la familia más directa, su madre, su padre, su abuela, sus hermanas, la más cercana de sus tías, incluso sus dos primos de la misma edad, confidentes en algún momento de la vida, la sensación era de reproche, como si la rechazaran en el fondo, como si ella fuera una extraña o la persona que sólo ellos esperaban, otra persona distinta a la que era en realidad, sujeta siempre a juicios de valor, o hubiera un muro infranqueable que les separase, que se hubiera levantado de pronto o quizá poco a poco, quién podía saberlo a esta altura de su vida, pero que por la fuerza de la sangre o por ese pacto explícito de la tradición, de los hábitos que se conforman en inercia arraigada, resultaba imposible romper y por consiguiente la relación y la costumbre se convertían en obligación, y no tenía más remedio que acudir, extraño mecanismo de imposición social, cuasi tribal, que convertía las fechas en cuestión en un rito y de este modo se aseguraba su asistencia a la cena de Nochebuena. Claro que muchas veces había barajado la posibilidad de no acudir, de dar cualquier excusa y así no recorrer los quinientos kilómetros que la separaban de su ciudad, de su casa, su casa, murmuró no sin extrañeza, y quedarse sola, por ejemplo, en su casa, la de ahora, tal vez la de verdad, o anunciarles que se quedaba con un novio repentino por cuya existencia siempre preguntaban de un modo general, persuadidos tal vez de que visto lo visto ya nunca lo habría, pero que de pronto surgía de la nada, sólo ella lo sabría ficticio, o tal vez aceptar alguna de las invitaciones que a veces le dejaban caer, reales estas, la de la misma Marisa, sin ir más lejos, si no vas a tu casa, la de antes, se entendía, así lo entendió ella, puedes cenar con mi familia, le dijo unos días atrás, y ella soñó en cómo serían unas Navidades distintas, lejos de la obligación y la rutina, ajena a los reproches y a los silencios.

Pero iría, volvería a casa por Navidad, como decía la canción de un antiguo anuncio televisivo, de turrón, recordó, aunque en su caso no había ilusión, ni grandes abrazos, ni sensación de apego, sólo un hábito frío que se había instalado desde hacía tiempo dentro de sí, sin saber muy bien si venía de fuera, un manto impuesto, o era algo propio, un rasgo de carácter contra el que no valía la pena luchar, si es que en algún momento se decidía por cambiar.

No esperó a que Daniel acabara de explicar lo que le contaba a Marisa antes de que ella entrara. Aprovechó un silencio repentino del profesor de matemáticas para decir que debía marchar.

–Felices fiestas –les dijo, y sus compañeros se lo desearon a ella justo cuando salía de la sala.

Avanzó por el pasillo ya vacío y fuera del edificio de la escuela no encontró a ninguno de los alumnos que poco antes saltaban, reían y bromeaban con barullo. Fue hacia la marquesina y cuando llegó y se sentó en el banco a esperar el autobús sintió, esta vez sí, que los ojos se le llenaban de lágrimas. Por suerte no había nadie en la parada para ser testigo de su momentánea debilidad. A los pocos minutos apareció el autobús al final de la calle y se frotó los ojos para despejarlos de lágrimas. Cuando ya estuvo de camino hacia su casa, intentó llenar la cabeza con lo que tenía que hacer aquella tarde. Por ejemplo, comprar el billete, aunque tal vez lo dejase para el día siguiente, quedaba aún mucho para la Nochebuena y seguro que encontraba plaza en algún tren o en la línea de autocares entre ambas ciudades. No, lo haría al día siguiente, esa tarde prefería quedarse en casa, tal vez leer, ver alguna película, tenía varias pendientes, o simplemente echarse a dormir. Claro que cuando se acercaba ya a su parada se agobió ante la perspectiva de la soledad. Me voy a poner a llorar, pensó cuando bajó del autobús, si me quedo en casa, no pararé de llorar y me atracaré con galletas y chocolate y me sentiré mal como una chiquilla idiota. Al abrir la puerta de su portal y subir los dos pisos hasta su apartamento pensó que lo mejor era salir, comer algo y darse un garbeo.

No se le ocurrió nadie a quien pudiera llamar para quedar. Tampoco le apetecía. Lo que quería en todo caso era salir, no importaba si salía sola, le bastaba con que hubiese gente a su alrededor. Cerca había una zona de bares tranquilos y recordó dos lugares donde podía escuchar música y hasta era posible que en uno de ellos tocara en directo algún grupo. Lo decidió: era justo eso lo que necesitaba. Le gustaba además salir sola, sin un plan preconcebido, tomarse un par de cervezas, tal vez conocer a alguien, charlar, dejarse llevar, olvidar los problemas, intentar ser feliz, al menos un instante de felicidad, y si no de felicidad, sí al menos de alegría. De repente se sintió a gusto. Se preparó un bocadillo, comió un par de manzanas. Se cambió la ropa, no le costó mucho decidirse, y salió del apartamento.

De camino al Café Atlántico regresaron los nubarrones. Pensó en su padre y en lo que él había planificado para ella. Hombre de costumbres cerriles, conservador al estilo más carca, incluso reaccionario a pesar de su prosopopeya liberal y progresista, a veces estaba convencida de que al carecer previamente de un hijo había decidido que ella, la hija menor de tres hermanas, a todas luces la última que con su esposa iba a engendrar, se convertiría en el hijo que no había tenido, como le ocurriera al protagonista en algunas novelas de Tahar Ben Jelloun que de pronto recordó al pensar en su padre y en la forma en que, del mismo modo que en la ficción, cuando la tuvo en brazos, decidió que aquella niña iba a ser el varón deseado e imposible, y con el tiempo, no muy tarde, llegó su frustración y la fría distancia hacia ella. Esto quizá explicase muchas cosas, bromeó para sí, en un zafio e irónico intento de entenderse de un modo psicoanalítico. Sea lo que fuere, quiso convertirla en lo que él deseaba, una proyección de sus propios anhelos frustrados, lo que él hubiese querido ser. Sin embargo, ella tenía sus propios planes que chocaban con los de él.

Nada más entrar en el local, dejó de recordar a su padre y la pésima relación que había habido entre ambos. Recorrió con la mirada las mesas y la barra, no vio a nadie conocido. Comprobó en un cartel en la puerta que, en efecto, había concierto, un grupo de blues, leyó. Se sentó en un taburete, en una esquina de la barra y pidió una Guiness. Estaba presta a pasar un buen rato, a olvidar esa tristeza que le había dominado durante todo el día. Por una noche iba a ser ella misma, no una joven profesora de literatura, no una hija, una hermana, una sobrina, no una vida, un plan o un proyecto. Simple y llanamente, ella misma en un instante indeterminado de la propia existencia. Era lo que tenía que aceptar y lo que aceptaba en momentos como aquel. Ojalá siempre fuese así, pensó mientras descubría, al otro lado de la barra, a aquella muchacha de melena negra y ojos claros que charlaba con un grupo de amigas y que de pronto miró hacia donde ella estaba y sus miradas se cruzaron y se dibujaron sendas sonrisas, leves, amables, prometedoras. La vida, pensó, a veces le ofrecía múltiples posibilidades. Y hasta podría ser que las cosas cambiaran de veras y llegase a tocar el cielo.

Juan A. Herrero Díez

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UN PÁJARO POR CORAZÓN

Por Cecilio Olivero Muñoz

Tengo el corazón con los secretos abiertos,

quizá sea por eso que no me importe abrir

mis secretos sin yo saberlo, tengo el corazón

como un pájaro cien veces muerto, yo

te quería tanto que cuando dormías

acariciaba tu silencio y te hacía caracolas

en tu pelo, y te besaba el sueño sin saber de él,

yo te quería tanto que esperaba enamorado

a que me susurrara el viento

para que replegara tu infancia de niña traviesa,

una niña partida en dos mitades,

las mitades de unos padres, los tuyos,

que se separaban entre tu trauma perforado,

y yo te tenía pena por que te quería

y tú no sabías eso, y nunca lo sabrás

por que odiabas mis poemas,

yo te quería tanto que las diez horas

de jornadas laborales yo te perseguía

a ciegas por el laberinto de la imaginación,

y te pensaba ebrio de tus gemidos evaporados

por mi alegría efervescente, y te esperaba

limpio y nuevo, te amaba suave y sin límites,

te quise tanto y ahora quizá te quiera un poco,

poco, por que el que quiere una vez quiere muchas,

y quien quiere muchas veces amontona pocos,

como semillas de frutos que se recogen cuando

la cosecha es soledad, yo te quise tanto

que me volví palabra para nombrarte,

cuchillo para vengarte, plegaria para rezarte,

promesa para desengañarme,

y rastro para perderte, yo te quise tanto

que ahora guardo un recuerdo,

a momentos malo y en otros bueno,

pero yo te quise tanto, que si te quisiera otra vez

comprendería, de una vez por todas,

que todo tiene solución menos la muerte.

***

SÓLO DIOS PERDONA

Que te perdone Dios
pues yo no voy a perdonarte,

que te perdone un Dios redentor

si mereces perdón él debe juzgarte,
porque si ardo en rencor
quizá así podré mejor olvidarte,
este empache de amor,
este fuego, es ortiga en la sangre,

se empapa de tu vaho mi canción,

se enamora lo blanco del color,
pegajoso caramelo, soltar ese lastre,

no se ningunea en balde, no,
te amé en las noches de televisión,

te quise atónito de insinuación,
jamás me quedé con nada de nadie,

jamás tuvo simulacro este desastre,
pero desde el borde de tu corazón
encuentro culpables

en cualquier parte,

los encuentro suaves,

les escupo aunque sean amables.
Y la noche se ha hecho negra de dolor

de tanto pernoctarte,
y el día se ha hecho eterno sin sabor

 al masticarte,

que te perdone Dios,

que te perdone Dios,
yo no pienso perdonarte.
Que te perdone Dios,
yo con anunciártelo tengo ya bastante,

si pierdo la razón
arañaré tu sombra sin encontrarte,

te buscaré en las horas que deshojaste,
si sólo te quise yo
quizá sea verdad

que cualquier bocado a ti te vale,

que eres fiebre nociva en el aire,
tú me pides perdón
y yo no tengo porqué a ti perdonarte,
fui yo otro a tu lado, fui tu usado amor,
fui beso amargo, fui tu pésimo amante,
si no perdono yo
al fin soy humano,
al fin soy fulano, al fin soy de carne,
que te perdone Dios,
ese Dios que se predica en la calle,
esa conciencia sin voz

que en el azar es tan vacío y grande,
si te perdono yo
yo seré por vez enésima culpable,
culpable yo, de trepar por el bajón,

de oscurecer la habitación

y también por mil veces perdonarte.

***

NOCHE DE PELIGROSIDAD

Esta noche no, lo sabes, no pisaré la calle, no,

esta noche me quedo en casa

desoyendo la charanga

de verbenas populares y cutres carnavales,

me quedo ante la estufa huyendo

de cimarrones, hogueras y aquelarres,

el frío de la calle empuja sin quererlo

a una muchedumbre descalza

a tomar veneno en plena calle,

para caer rendidos antídoto les falta,

tumulto y trampa para la noche cobarde,

cuando la desnudez estupefacta

recompone galaxias en cualquier parte,

de garitos sucios sabrán los crápulas,

con mala manga ancha, ellos lo saben.

Para el trasiego el remedio es soledad rancia,

para el tedio remedio son saturnales,

esta noche no, pulula el ansia

y el recreo juega al trapecio y a malabares,

la noche viene como se oxida el ancla,

esta noche no, esta noche descansa

un perdedor en cama desde su mandra

yace y fenece en templados lugares,

un reguero de garrafón salpica

el rastro pendenciero que la plaza sangra

mientras se regulan asuntos protocolares,

un hombre con miedo, sí,

con miedo a la rabia cruda de calles,

ya no es hombre normal, no,

ahora es miedo contra sí mismo,

es el rey del tufo que se traga en los bares,

es el mendigo de bullicios escolares,

la noche es un plus de nocturnidad,

la noche es una calamidad,

la noche es triunfo podrido por tiernos chavales

en el que se rompen los egos a pares

y el vaho empaña la ebriedad

y los parroquianos renuncian al lastre,

y a la luz en los magullados trastes,

enfermedad contagiosa es la hermandad

y una barrecha de posologías por barrechar

degüellan el resuello de madres,

que crujen velando la otra enfermedad

en la solitaria plegaria de las carnes,

esta noche no saldré, no,

pasan veloces los coches ciegos de velocidad,

un llanto azul de muchachas se parte

esnifando su gramo de libertad

y revientan de ansia con un hambre salvaje,

ansia fugitiva acorralada de verdad,

el pulso tiembla en tristes eriales

de una tosca oscuridad que no reclama

a ningún culpable, noche sin alma,

la noche es para descansar,

noche en pijama, noche de peligrosidad,

en la noche se esconden tres zutanos,

dos perenganos, un camello de hash,

se esconden en las platas las marañas,

explotan con su yo itinerante,

en la noche gime escuálida la paz,

en la noche se ocultan tramos inconfesables,

se aman los que se aman de verdad,

se aman en el gineceo crepuscular

la humedad pellejeando sin desgaste,

en la noche los duros a dilapidar,

en la noche sin paredes todo ha de callar,

en la noche nadie quiere a nadie,

en la noche todo adquiere un sesgo peculiar

en los huidizos sueños por mojar, tercos

que colisionan como ilusiones fugaces,

en esta negra noche haya luz de gas

con parangones un tanto procaces,

mientras barren los que tienen

por barrer su hogar,

y los que en casa se parten la madre

comienzan su día en el que recordar

 lo que en despropósito viene y lento se va,

esta noche clama a justicia bio-degradable,

es el destino con la cara lava’,

esta noche retráctil abre la luz inmensa

escarbando en la luz solar,

Dios mediante, para chutarnos el aire.

Nos dejaremos bocado por dar

mientras que nos cierran el bar

y se escapa el gato si el panadero abre.

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MARIO MELÉNDEZ MUÑOZ

El Zoológico de palo

(Selección)

REGLAMENTO INTERNO

En el zoológico de palo
las focas aplauden cuando la gente se va
los monos no reciben visitas
las hienas jamás sonríen
A partir de las 8 p.m.
las jaulas descansan de los niños

ARTE POÉTICA

Una vaca pasta en nuestra memoria
la sangre escapa de las ubres
el paisaje es muerto de un disparo

La vaca insiste con su rutina
su cola espanta el aburrimiento
el paisaje resucita en cámara lenta

La vaca abandona el paisaje
continuamos escuchando los mugidos
nuestra memoria pasta ahora
en esa inmensa soledad

El paisaje deja nuestra memoria
las palabras cambian de nombre
nos quedamos llorando
sobre la página en blanco

La vaca pasta ahora en el vacío
las palabras están montadas sobre ella
el lenguaje se burla de nosotros

EJERCICIO DE VIENTO

Nadie sabe más del pájaro que la rama
y cuando éste emprende el vuelo
ella pinta su esqueleto de colores
y sueña que es un ruiseñor
y que le crecen alas por todos lados
y entonces canta y cuando ella canta
el bosque se estremece de emoción
y hasta las piedras quieren bailar
y hasta los ríos se conmueven
con aquella melodía

Nadie sabe más de la rama que el pájaro
y cuando juega allá en la altura
sueña con ser un árbol
y que en sus alas anidan las alondras
y los gorriones recién nacidos
y que en sus huesos florecen astillas
y que en el vientre de tales astillas
se abrigarán los sueños de las pobres gentes

Pájaro y rama se conocen desde la infancia
pero ignoran que el paisaje es un pretexto
una farsa inventada por Dios
para cuadrar la historia

EL CLAN SINATRA

Todos los gatos de mi barrio
son fanáticos de Sinatra
comienzan a tararear sus temas
apenas pongo el CD
y la voz se escurre
entre los techos y las panderetas
A veces me piden
que repita algún single
entonces el sonido de My way
New York o Let me try again
les para los bigotes
y los lanza de cabeza contra los vidrios
Esto no pasa cuando leo mis versos
se estiran, bostezan
miran para otro lado
o conversan entre ellos
en un acto lamentable
de ignorancia y sabotaje
Ustedes no me comprenden
les digo
Y vuelvo a encender el CD
para que cante Sinatra
y esos gatos se llenen de poesía

TOCATA Y FUGA

El canario sólo canta por encargo

El gorrión es atrapado por el canto
en pleno vuelo

El grillo toma nota de todo
y guarda sus partituras con llave
porque ahora tiene un nuevo repertorio

CÁMARA LENTA

El señor del chaleco triste
ya no da de comer a las palomas
los domingos por la tarde

Ahora ha encontrado una viuda joven
con la que espera pasar sus últimos días
tendidos en el lecho y comiendo manzanas

Los domingos por la tarde
vuelve a aquella plaza
del brazo de su amada
y se sienta en el mismo banco
a contar la misma historia
que antes repitiera a las palomas

La mujer escucha embelesada
cada palabra que asoma por la boca de su héroe

El paisaje se cruza de brazos
el viento cabecea y bosteza entre los árboles
la tarde sale a estirar las piernas
las palomas lo miran con nostalgia

TARJETA DE PRESENTACIÓN

Soy un gato alérgico a los ratones
Prefiero el queso manchego y la leche pasteurizada
a correr como un demente tras esas feas criaturas
Es una pérdida de tiempo, sin duda
Algo tan burdo para mi espíritu felino
que de sólo recordarlo, me da cosa
como diría el doctor Chapatín
Pero dale con lo mismo
Y me dejan durante horas en los entretechos
o en los agujeros
esperando a que esos tipos aparezcan
para darles el tiro de gracia
y así justificar mi trabajo y mi existencia
Qué historia tan absurda
7 vidas en esto, se imaginan
Ese Dios de los humanos es de veras un sangrón
Seguro andaba borracho
cuando inventó este mundo de pesadillas
donde me veo cada noche persiguiendo seres extraños
fantasmas que recorren la casa y me vigilan
que me espían mientras duermo
mientras sueño que voy por un río de leche
con mis bigotes atados al infinito

EL OTRO CARUSO*

El grillo es un tenor maleducado
canta cuando se le da la gana
y a veces guarda silencio por días
mientras la orquesta lo espera
con las manos apagadas

Él cree que su escenario es el mundo
y prefiere afinar la voz sentado en una piedra
o a la sombra de los avellanos
donde se siente seguro
y no en lejanos teatros, vestido de frac
aguardando a que la gente se acomode
en lujosas butacas o en palcos de seda

Él sabe su oficio como pocos
por eso en mitad de la noche
desnuda su flauta de luz
su extraña partitura hecha de lluvia y viento
de gorriones ancestrales
que se abrazan al aire
para que el cielo no se desangre

Porque el grillo sabe todo lo que pasa
o casi todo
pero lo que no sabe
es que su último concierto en vivo
hizo llorar a Dios

*Tenor italiano considerado uno de los más grandes en la historia de la ópera.

VOX POPULI

Todos hablan de las palomas
pero nadie del gorrión
que espía a las palomas
y que envía cartas de amor
a través de las palomas

Todos hablan de las palomas
pero ellas
sólo hablan de esas cartas de amor
de esas cartas que no dicen nada a nadie
y que nunca dirán nada a nadie

Porque el amor no habla sino la lengua
de esas paloma que la sostienen

A VECES EL AMOR
TAMBIÉN MUERDE LA MANO
QUE LE DA DE COMER

Le contarás mi historia a los perros
pero ellos no querrán saber nada de mí
hasta que no les devuelva aquel hueso
donde una vez escribí tu nombre

CURICULUM VITAE

Tratándose de mí
sólo diré un par de cosas
Mañana los gusanos
agregarán nuevos detalles

CICATRICES DE GUERRA

A veces
cuando me emborracho
las palabras me traen a casa
en un viejo triciclo de madera
Y lejos de quitarme los zapatos
y acostarme
como ocurre en estos casos
me dejan tirado en el jardín
lleno de hormigas
y con la cara pegada
al foco del alumbrado
Eso te pasa por escribir malos poemas
me dicen
y se marchan cantando y riendo
abrazadas
a mi última cerveza

SEÑALES DE RUTA

Si te pierdes en el bosque del lenguaje
piensa el poema que más te guste
y dilo en voz alta

Las palabras nos llevan de la mano
me grita Dios
desde una estrella a pedales

Cuando llegues al último verso
encontrarás la salida

RAZONES DE FONDO

Por qué no escribes de día
me dicen las palabras
de noche nos gusta salir a bailar
tomarnos un trago
jugar a las cartas
o simplemente dormir
dormir a pierna suelta
Pero tú no nos dejas
y eso nos pone de mal humor
nos desconcentra
y así los versos salen forzados
y no merecen ser leídos ni publicados
y eso no te conviene, verdad
Qué dices
aceptas lo que pedimos
Con una condición, les respondo
llévenme una noche con ustedes
y asunto arreglado
Imposible, me gritan a coro
porque entonces
ya no tendríamos nada que contarte

LOS BUENOS MUCHACHOS

El cadáver del poema se parece demasiado
a la página en blanco

El cadáver del poeta se parece demasiado
a la fosa que lo espera

El poema y el poeta no caben en la misma fosa

Eso ya te lo advertimos, repiten los gusanos
corta las patas del poema y la cabeza, si quieres
nosotros nos ocupamos del resto

Qué te parece, cholito

POSTALES MARINAS

Un barco lleno de poetas
naufragó frente a las costas
de Isla Negra*

Las únicas sobrevivientes
fueron las palabras
que nadaron desesperadas
hacia la orilla
para ponerse a salvo

Acto seguido
y ante el asombro
de turistas y gaviotas
ellas dejaron sus ropas al sol
y caminaron desnudas por la arena
como si nada hubiera pasado

*Lugar de la quinta región, Chile, donde se ubica la casa del poeta Pablo Neruda.

FRAGMENTO DE UN SUEÑO

Cuando entres en el paisaje
tus pechos caerán
y rodarán toda la tarde
hasta salir del paisaje

Un niño los dejará
sobre la página en blanco
y esperará a que suban por tu cuerpo
antes que sus juguetes apaguen la luz

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por Pascuala Küyen (Chile)

 

Soliloquio para el Tatita Parra

Me pongo a leer a don Nica para espantar el tedio de los domingos

y me siento como Harry Haller reclamándole su Goethe.

Ha inventado un nuevo existencialismo:

bizarría, sátira, burla, silencio.

Ellos alegan y nosotros reímos.

“Gracias, gracias, no se molesten”.

Lo leo, inclinación de entendimiento en afán reflexivo, me pregunto:

¿Habrá pensado don Nica que para el 2013 todavía estaría vivo?

Que iría despidiendo a sus amigos,

(léase Bolaño y compañía ilimitada)

Que a Jodorowsky lo llamarían “maestro”,

Que la Víbora terminaría sola con su botella en un hospital,

Que hasta moriría Chávez entremedio,

pero que Fidel permanecería escondido en los helechos de la Habana.

Pensaría don Nica que tendría que echar tanto de menos a la Violeta,

que ahora su cueca valseada resuella como pájaro en cautiverio

desde los notebooks, netbooks, Ipad, Iphone y blackberry’s.

Que vería llegar el golpe, el té con Nixon y la campaña de la alegría,

aun la esperamos con las banderas de colores:

arcoíris y olla de oro, con duende capitalista incluido.

No importa –decimos desde abajo,

no hemos alcanzado al ecologismo, pero a él le dieron el Cervantes.

Eso sí:

Hubo que hacer huelga de hambre por los Mapuche en el intertanto,

Hubo que mirar a los estudiantes levantarse de sus pupitres

como monos porfiados, títeres con cabeza:

2006, 2008, 2011, 2013.

Una y otra vez en su “montaña rusa” con políticos y partidos vomitando.

El poder ejecutivo echó sangre de narices.

Hubo que soportar el cambio de nombre y la muerte presunta

decretada por su Excelencia.

“Hola, don Nicolás… es lo mismo, pero no es igual.”

Pero nosotros, Tatita Parra, lo seguimos recitando,

en las tomas, las fogatas playeras, los paseos a la Cordillera.

Seguimos invocando “los aromos” un instante antes del beso,

espetamos el “quédate con tu Borges”

y lamemos la tapita de yogur cuando nos quedamos solos.

¿Creerá don Nica que tiene un montón de nietos repartidos por el mundo?

Todos aspirando a la antipoesía,

como quien se agarra de una bolsa de neoprén.

Aquí hay una que se sueña “perro romántico” y se pregunta por sus pasos.

Es que ya no me sirve el hombre absurdo, ni la Vaca Sagrada, ni el Toro Furioso, ni el Pequeño Dios.

¡Es la muerte de los ídolos!

–grita Nietzsche con una pancarta en la mano.

Todos queremos ser imaginarios.

Para mi amigo Jorge “Contrario”. 

 

Los viajeros.

Venimos de una ciudad sin memoria

(dice avergonzada)

venimos de una ciudad con pasado transparente

como vitrina de banco Falabella.

Donde el grito desgarrador

que se oye por las mañanas en las poblaciones

es atizado por las retroexcavadoras que remodelan el centro,

donde el rostro pobre de los suburbios

es cubierto por el pañuelo del plano regulador.

Donde nadie se detiene a leer los monolitos,

ni las cicatrices de plumón permanente

que dejamos los flaites,

ni el papel craft de los comunistas,

ni las chapas de aerosol

con las que condecoran las calles los grafiteros.

Aquí nadie refugia a los que tiramos piedras,

ni reparte limones en las marchas,

ni recibe los sueños panfleteados de los estudiantes.

La palabra “popular” les suena a cochino

a farándula televisiva de pendón discotequero.

Nadie prende velas en las comisarías,

ni sale a caminar entre barricadas los 11 de septiembre

y las tomas de terreno agonizan escondidas

tras el reflejo de la Uno Sur.

Esta es una tierra de paso

(todos aspiran a irse algún día)

donde los árboles son plantados en maceteros

y las flores artificiales cuelgan de las ofertas de los supermercados.

Los buses solo hacen escala por 10 minutos

y se llevan los recuerdos.

Talca es una hoja en blanco donde cada uno

escribe lo que quiere,

Talca es feo porque no tiene historia

(y si es que la tiene, yace dormida en los libros peregrinos)

Talca es feo porque vive de las apariencias,

como un latifundista que se persigna los domingos

y el resto de la semana atormenta a los peones.

“La era está pariendo un corazón”

S. Rodríguez

Oraciones de Supervivencia.

Tengo pesadillas todas las noches.

Me levanto.

Tomo desayuno con el estómago apretado.

Voy a tomar micro.

Llego al paradero y me tengo que ir de pie.

Con las tragedias al hombro.

Llego a la Universidad, hay neblina y unos pocos carteles.

Ni parecido al invierno pasado.

Es primavera…

Miro el computador con cara de pena.

No pongo atención en clase.

Voy a una marcha y los pacos me gasean.

Lloro.

Talca tiene ojos por todos lados.

No me da hambre.

No me acuerdo del almuerzo.

El alma me estorba justo encima de las tripas.

Estoy obligada a ir a clases de nuevo.

Me lamento.

Los pasos se me hacen más lentos al llegar a casa.

Tengo los pulmones cada vez más gastados.

Estoy ocupando las mismas palabras en todo lo que escribo.

Esto No es un poema.

Me acuesto.

Vuelvo a tener pesadillas.

 

 

 

Barrio Seminario

 

La lluvia barniza las mediaguas,

Les dibuja con su témpera

Lágrimas en la cara.

A veces un perro solitario,

Amigo de mi gato,

Cruza la calle lamentándose

Porque este invierno

No florecerán los ciruelos.

Me siento despoblada

Sin las tejas de mi casa,

Indefensa sin las trancas:

Los peones de las puertas.

¿En qué rincón de la panadería

Se marchitaron los adobes?

¿Bajo qué neumático del taller

Se escondieron los adoquines?

Los borrachos se quedaron sin templo,

Los universitarios se tomaron las pensiones

Y los galpones de comida rápida

Mataron la bohemia de los bares.

La Alameda

Está hastiada con su nuevo vestido,

Mientras a ella le cambian la ropa

Nosotros observamos su desnudez

Atrincherados en las covachas.

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UNA VIDA DE TANTAS

Por Antonio M. Oliveros Quiroga

 

La llegada a una gran ciudad sin conocer a nadie es el primer obstáculo con el que uno se encuentra, pero no el más importante, porque cuando uno no tiene un trabajo, esto es en sí lo que tiene prioridad, ya que es primordial disponer de dinero suficiente para empezar una nueva vida.

Con un poco de suerte si lo encuentra antes de quedarse sin dinero y el alojamiento lo tiene resulto, solo tiene que adaptarse y encontrar nuevas amistades.

Paseaba por aquella calle, como muchas noches desde hacía varios años, no había sido una buena noche de trabajo y por eso regresaba a casa, con pasos lentos avanzando hacia la estación del metro, se le venían recuerdos a su mente, de los primeros tiempos cuando llegó a la ciudad sin conocer a nadie.

Todo empezó en las fiestas del pueblo hacía varios años, ella era una chica alegre, llena de juventud y ganas de vivir las fiestas con sus amigas como otras veces, pero aquella vez sería diferente, conoció a un chico que no era del pueblo, había ido con unos amigos a pasar unos días y luego regresaría a su ciudad.

No era más guapo ni más simpático que los chicos que ella conocía, pero le hizo gracia bailar con él cuando se lo pidió, estuvieron bailando y hablando un buen rato y cuando se despidieron ella pensó que no se volverían a ver.

Pero eso en un pueblo pequeño es imposible, al día siguiente coincidieron nuevamente y entonces fue cuando ocurrió lo que no tenía que suceder, después de bailar un rato y tomar una copa, se fueron de la fiesta y en un paraje tranquilo y precioso, empezaron los besos, caricias y la culminación del deseo espontáneo de dos jóvenes, de regreso al pueblo siguieron divirtiéndose, los días que restaban  de fiestas los pasaron juntos, hasta que terminaron y se despidieron el uno de la otra, sin saber si volverían a verse.

Pasaron varios meses hasta que ella le confiesa a su madre que está embarazada y como empezaba a no poder ocultarlo, se lo dicen al padre que no lo asimila muy bien y le obliga que se marche de casa, pues para él es una deshonra y quiere no que la gente murmure de ellos.

Así emprendió el viaje, pues del chico nunca más supo nada y no se preocupó en buscarlo, ni tuvo noticias de él.

El poco dinero que tenía cuando llegó a la ciudad, se lo había dado su madre a escondidas del padre, se alojó en una pensión y se dispuso a buscar trabajo, sin estudios y con el embarazo que empezaba a notarse, poco tenía para elegir así que fue preguntando por los restaurantes y bares, para trabajar en la cocina, pues tenía buena mano en ella y le gustaba.

Encontró un puesto como ayudante en un bar familiar donde hacían comidas caseras, pero cuando ya estuvo en el último mes de embarazo la despidieron, no llegaron a darle de alta en la seguridad social, por lo que cuando se puso de parto, lo pudo pagar gracias a los pocos ahorros que tenía.

El niño nació bien pero necesitaba los cuidados que ella en su estado no podía darle, así que llamó a su madre para que le ayudara los primeros meses, pero su padre estaba muy enfermo y tenía que cuidar también de él, por lo que después del parto se volvió al pueblo, dejándola sola nuevamente con el pequeño.

Los ahorros se fueron acabando el niño le ocupaba todo el tiempo y no podía trabajar, así empezó su calvario para poder sacarlo adelante, pues en su antiguo empleo ya tenían a otra persona y no necesitaban de sus servicios.

Alguien le hablo de trabajar poniendo copas por las noches en un bar, donde pagaban bien y le permitiría pagar a quien cuidara del niño las horas que ella estuviese fuera de casa, mientras podría cuidarle durante el día.

Fue al establecimiento para hablar con el encargado y saber las condiciones del trabajo, pensó que eran justas y aceptó el puesto, todo iba bien, ganaba lo suficiente para pagar a una joven que le cuidaba al niño mientras trabajaba y podía vivir sin muchos problemas. Hasta que una noche, vio entrar a una persona que reconoció en seguida, era el chico del pueblo, el padre de su hijo, sin saber cómo salió de la barra con intención de dirigirse a él, pero al acercarse se dio cuenta, de que él no la había reconocido y seguía conversando con la persona que estaba con él, así que dio media vuelta sin decir nada, cogió el bolso que tenía debajo del mostrador y sin hacer caso a los requerimientos del encargado se marchó de allí.

Desde entonces han pasado varios años, su padre murió y su madre se fue a vivir con ella, por mediación de algunas chicas que frecuentaban el bar donde trabajó empezó a conocer y deambular por locales de alterne, donde por dinero se ofrecían para estar con hombres y ganar más que trabajando en cualquier empleo. Su madre sabia de sus actividades pero no decía nada, el sufrimiento lo llevaba por dentro y lo soportaba por el niño, para que no le faltara de nada, pero a ella cada se le hacía más pesado ver a su madre sufriendo.

La mandó al pueblo con el niño una temporada, para que se recuperase de la congoja que padecía por verla a ella, como se deterioraba día a día pero enseguida volvió porque no soportaba el no saber de ella.

Varios hombres quisieron tener relación de convivencia con ella, pero cuando les decía que tenía un hijo y que vivía con su madre, salían de su vida con cualquier excusa, sin volver a saber de ellos.

Otros con el pretexto de ayudarla solo querían sacarle dinero, a lo que ella nunca accedió y de los que más de una vez tuvo que huir, para no caer como otras chicas que conocía.

Pasó muchas noches de frio por el bulevar, otras de muchos “servicios” algunas en blanco y la mayoría aguantando las vejaciones de clientes, que por dinero creían tener derecho a humillar a mujeres, que se ganaban la vida de la única forma que podían y que a ellos en sus casas no se lo permitían.

De todo esto pensaba cuando se dispuso a atravesar la calle, por un paso de peatones junto a la boca del metro que la llevaría a casa con su madre y su hijo, pero que el destino quiso que no les volviera a ver.

Un coche a gran velocidad la golpeó tan fuerte que cayó junto a las escaleras que bajaban a la estación quedando con la mirada perdida hacia el infinito.

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POEMAS EN CASTELLANO

 

 

 

SEDUCCION, LABIOS  Y  MAR ©

Por Gustavo M. Galliano

Localicé el ocaso del día en mí,

creyendo ver tu sonrisa en la bruma,

evolución del silencio en frescura,

cual tesis desleal de mis sentidos.

Perduras, el olvido aún no erosiona,

te sumerges y emerges en las aguas,

cristalinas aguas de voluptuoso oleaje,

donde Poseidón no reina, sólo mi mente.

¿Fue la seducción mi soledad?

no, creerías que profané la necedad,

fueron tus labios con reminiscencia a Mar,

néctar divino que incendió a mi alma.

Lapso, detente impertinencia burda,

monólogo destructivo de mi ser,

agitarás el recuerdo hasta agotar la luz,

al resucitar tus labios estos versos.

Contemplé el respirar de la noche en mí,

creyendo ver tus ojos en la penumbra,

cristalizó el resplandor de la tiniebla,

ofrenda mortal, en la Bahía del Adiós.

ALGUIEN OBSERVANDO ©

Por Gustavo M. Galliano

Te he observado espiar tras las cortinas,

con la mirada perdida en algún horizonte,

devorando a otras gentes  tan indiferentes

que machacan veredas sólo por costumbre.

He notado la inquietud de tus pupilas,

con manos crispadas por tanta impotencia,

y un suspiro profundo empaño los cristales,

sin poder destruirlos como hubieras deseado.

Te he visto observar desde tu fortaleza,

con frente sudorosa y aspecto cansino,

bebiendo la brisa que obsequia la noche,

sin penas ni glorias, solo por destino.

He descifrado de pronto tus dudas y temores,

náufrago del llanto que abraza la impaciencia,

soñando una isla sin tesoros ni puertos,

y miles de gaviotas de incesante vuelo.

Te he visto observar hacia mi ventana,

papel y lápiz en mano, escribiéndome  algo,

y dudé entonces si en verdad existías

o un gigantesco espejo pendía del cielo.

POEMAS EM PORTUGUÊS

 

 

SEDUÇÃO, LÁBIOS E MAR ©

Por Gustavo M. Galliano

Localizei o ocaso do dia em mim,

creditando ver teu sorriso na névoa,

evolução do silêncio em frescura,

como tese desleal de meus sentidos.

Permaneces, o olvido ainda não erode,

imerges e emerges das águas,

águas cristal de marulhos bombásticos,

onde Poseidón não reina, apenas minha mente.

Foi a sedução minha soledade?

não, pensarias que profanei a necedade,

foram teus lábios com reminiscência de Mar,

néctar divino que incendiou minha alma.

momento, detém impertinência tola,

monólogo destrutivo de meu ser,

agitarás a lembrança até cessar a luz,

ao ressuscitar teus lábios estes versos.

Contemplei o respirar da noite em mim,

acreditando ver teus olhos na penumbra,

cristalizou o resplendor das trevas,

oferenda mortal, na Baía do Adeus.

ALGUÉM OBSERVANDO ©

Por Gustavo M. Galliano

Eu vi você espiar por trás das cortinas,

com a mirada perdida em algum horizonte,

devorando outras gentes tão indiferentes

que esmagam veredas apenas por costume.

E notei a inquietação das pupilas,

com mãos crispadas por tanta impotencia,

e um suspiro profundo  embaço os cristais,

sem poder destruí-los com teria desejado.

Eu te vi observar desde tua fortaleza,

com a fronte suada e aspecto cansado,

bebendo a brisa que obsequia a noite,

sem pena nem glória, apenas por destino.

Decifrei de repente tuas dúvidas e temores,

náufrago do pranto que abraça a impaciência,

sonhando uma ilha sem tesouros nem portos,

e milhares de gaivotas de incesante vôo.

Eu te vi olhar na direção de minha janela,

papel e lápiz na mão, escrevendo-me algo,

e duvidei então se em verdade existes

ou serias um colossal espelho pendurado no céu.

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EL GRAN SONETISTA

Rodolfo Leiro

 

CIERRO MI VENTANA

 

Y cierro mi ventana, esta ventana mía,

tan amplia y tan humana, que tiene

la desgracia de dar sobre la vida

Luis Bernardino Negreti

Como el genial poeta que menciono

decido que se cierre mi ventana,

desde el postín feraz de mi mañana

al verbo que en mi verso promociono;

ya no encuentro la paz, no me emociono

observando tu rostro en la fontana,

era el tiempo feliz, el que me llama

después de tu polígamo abandono;

quisiera hoy entonar y desentono

como llegando a fiesta en un kimono,

bien pintada mi cara de hombre viejo:

es mi forma de ser donde despisto

el momento de azar en que te he visto.

Se ríe del disfraz mi loco espejo.

***

 

EL SUEÑO

No he podido dormir, tensas mis horas

me ruedan en un crónico de grietas,

un paisaje de duelos en albas prietas

que acaso fueron fátimas sonoras,

el concierto de trinos y de floras;

que agobiaron de rimas mis goletas,

me han hurtado las cándidas horquetas

donde supe entonar mis anacoras;

yo provengo de túnicas de esporas

o del peplo de míticas esloras

sin la estrella que ufana mi destino;

he quedado quebrado en vil encierro.

¡Parco paria gamado en el destierro!

¡O el beso de una novia en mi camino!

Construido a las 4,44 del sábado

3 de noviembre de 2013, para mi libro

“Renglones desprolijos”

 

***

CUANDO ME DUERMA

 

Cuando ingrese en el sueño sin retorno

que me lleve a los predios de la Nada,

al vacío sin lunas ni alborada,

sin voces ni rimeros en mi torno,

al olvido final sin un entorno,

sin la rima lujosa y procesada,

que fuera de mi péndola la amada

en un soneto fiel que desadorno.

Será No ser, el paso consumido,

rl tiempo por el tiempo recorrido,

el fin de una quimera inalcanzable.

Ingresaré al olvido;  habré sido

un lento adormecer de mi sentido.

Un bardo de noción ineluctable.

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POEMAS

Por Esther González Sánchez

DE CÓMO NACIÓ AL MUNDO

 

Primero fue un susurro,
el brote conquistado a la esperanza,

la sílaba de empeño
en el tallo creciente de la vida

o el alba que columpia
desiertas latitudes
en la bóveda oceánica

-templada de horizontes- de una madre.

Así abundó a su paso

y nació a la bandeja del instante.

Mas bastó un solo soplo:

el halo que viajó al cuerpo inviolado;

el dedo inquisidor que dominando

los verbos de lactancias,

viajó hacia su mundo
y allí dejó su grito

de lengua verde y miedo,

en ala gris y noche de pizarra.

Y creció  hacia los dientes de pobreza,
al centro de la sal  y sus costados

de rezada miseria,

Y los ojos que fueran ideados

de festín, se ordenaron lentos cuerpos

de isla, brotes viudos
con ansias de gorriones

vetadas por decreto.

De lunas despobladas se acicala.

La lírica de un piano está vigente

y desguaza el dolor en su teclado.

Esther González Sánchez
Vigo-España

***

 

 

 

SOMBRA DE LUZ

 

Sombra de luz  que a mi te allegas suave

como una  timidez cerrada en lilas.

De tu megafonía
me llaman las jornadas
de aglomerada miel

y la boca de pan en que se olvidan
el hueso de la noche y sus mareas.

Un hábito de sol,

un guiño de tu pecho me desviste

de gris melancolía,

y me vuela con párpados de sueño

por cobijarme en noches sin desdicha.

¡Oh, fruta generosa de otro tiempo!
¡Templado violín

que hasta mi pena llegas
como un indulto grácil!

Sobre mi césped, notas de tus cuerdas

oscurecen el canto de los grillos:

La soledad, pasea entre naranjos
y acuña en el tamiz del infinito
mil cóndores de ocasos.

Esther González Sánchez

Vigo – España

 

 

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Rolando Revagliatti

Selección de textos

La corriente

Una anciana baja al pavimento y vuelve a subir a la vereda, sosteniéndose en un Ford Falcon bordó estacionado sobre J. A. Pacheco de Melo (y casi avenida Pueyrredón). El semáforo está descompuesto. Muchos taxis ocupados. Otra anciana, aferrada a una mujer con anteojos ahumados, cruza Pacheco de Melo, y recién entonces la primera, la amedrentada, emprende el esfuerzo superior de cruzar, más bien descuajeringándose.

Hoy, en análisis, me quedé en el repaso sustancioso y pormenorizado de mis padecimientos físicos. Y en que ayer conocí al médico de la familia de Susy, especialista en huesos. Le llevé las radiografías de espalda y rodilla derecha que me saqué a fines de septiembre por indicación del traumatólogo de la obra social, quien, además, determinara tratamiento kinésico en base a masajes, onda corta, ultrasonido, lámpara y ejercicios. Me preocupa la rodilla: molesta tanto al subir escaleras. Lo de la espalda es ya crónico, estoy resignado, hace media vida que me duele en ciertas posiciones y cuando escribo a máquina. El tratamiento kinésico resultó un paliativo, y exclusivamente para la rodilla. Pero desde hace dos semanas está la rodilla como antes de haberlo comenzado. Por otra parte, este médico le otorgó trascendencia a los vestigios de sangre detectados en la orina. En el examen de la rodilla localizó la movilidad excesiva de la rótula, me explicó la función de los ligamentos, confirmó que las radiografías no evidencian lesión, y encomendó placas de ambas rodillas con piernas flexionadas. Aseguró que no hay nada definitivo que pueda hacerse, ni por la espalda ni por la rodilla. Está al acecho un proceso de artrosis. Y él considera que la rótula podría, alguna vez, fisurarse.

A mi analista le hablé del Genozim. Y de la muestra de semen que el viernes llevé al laboratorio por prescripción del andrólogo, a propósito de la escasa movilidad de mis espermatozoides. Y claro, cuando oí “escasa movilidad de mis espermatozoides”, me resonó “excesiva movilidad de la rótula”. Me siento raro no tomando el Genozim. Percibía ternura por ese remedio escrupulosamente ingerido durante meses, junto con uno de los tres (Control K, Holomagnesio y Vegestabil) ordenados por el nuevo cardiólogo (extrasistolia ventricular cumpliendo un lustro).

He bebido té de boldo (el cardiólogo me prohibió el café, el té común, el mate), y estoy con hambre. Me rondan ideas e ideítas, algunas sugerentes, ¿en cuál incursionar? ¿En la que abriría con un introito reflexivo sobre el enturbiamiento de algunos de nuestros mejores recuerdos? ¿En la concerniente a la ingratitud, a las bruscas o paulatinas desvinculaciones que nos inferimos irresponsablemente los unos a los otros? El caso de Jorge en el setenta y cinco (¡diez años ya!), o el de Ramón en el sesenta y tres. Y la disolución, la pulverización. Con mujeres con las que salí me quedó un sedimento…

He pedido un sandwich de pan negro, de crudo y queso, a un mozo zombie de esta confitería Alabama. Empecé garabateando en verde, pero la Edding 1700 agotó su tinta y la sigo en azul con una Sylvapen. Mi consumición en esta sentada ascenderá a un austral con treinta, según los tickets. Se sorteó la lotería de Navidad y no parece que nos hayamos favorecido Susy  y yo con nuestras participaciones. Pasó una muchacha ofreciendo Curitas y ahora invaden el local chicos mendigando. Me solazo con el tarjetón de un instituto de investigaciones agropecuarias y bromatológicas recibido por nosotros para la ex-propietaria de nuestra casa. Al lado de un dibujito con personajes aureolados, reza: “¡Paz y Bien! Con la confianza plena en el Amor Providente del Señor y en la intercesión omnipotente de la Santísima Virgen, ruego a Ud. y familia ante el Niño Dios, encareciéndole al Salvador del Mundo los colme de sus mayores Gracias durante 1986. ¡Que Dios les Prodigue sus Prístinas Bendiciones!” Y firma un otro señor cuyo apellido nombra al instituto. Hum… Pergeñar las características probables de alguien capaz de redactar en serio o disponer la impresión con su clisé comercial de eso, supone un tránsito peligrosísimo y por ello fascinante, por los desfiladeros de lo írrito (para expresarlo con intriga).

Redondear, redondear la crónica antes de que la corriente me abandone. Pienso en esta materia prima, en estos enunciados. Pienso en la novela que planeo. Y especulo, también, organizando un relato con esta recortada información: En una aldea siciliana, Enzo Gennaro Basunca es agraviado por dos amigos, hermanos entre sí. Jura vendetta. Ofensores y familia desaparecen sin dejar rastros. Dos décadas después, Enzo se entera de que esa familia reside en la capital de una provincia norteña. Llega a esa ciudad, los descubre, y asesina a cinco integrantes. Es condenado a cadena perpetua. E indultado, tras cuarenta y seis años en la cárcel, excelente conducta y precaria salud. Viaja a Buenos Aires para visitar a su único hijo vivo, su nuera, nietos, bisnietos y tataranietos. Y en un hospitalito de Gerli muere, antes de cumplir los cien. Fin. Desde dónde el planteo, allí hay una historia; seca, brindarla económica; toquecitos para clima, alguna línea de diálogo, y tal vez un título a obtener del remate.

Fin, fin. Dejaré en la mesa una cifra en billetes y monedas que incluirá propina, me levantaré, le haré un gesto al mozo y me iré cantando, remando, sin dolor, transportado por mis ensoñaciones, plausible, sagrado, y también yo atravesaré J. A. Pacheco de Melo, reafirmando imprescriptibles condiciones, de prisa.

***

Grupo

 

Somos ocho. Estoy desde hace tres años. Y tenemos una sesión individual con alguno de los dos terapeutas. Ella es médica y él es psicólogo. Nos reunimos en el consultorio de Elsa los miércoles a las diecinueve. Tanto Elsa como Fernando son mesurados. Elsa, a veces, efectúa interpretaciones humorísticas, brillantes, pero sin perder la seriedad. Fernando interviene menos y, por lo general, hace el cierre.

Cuando empecé, mi fragilidad emocional me destrozaba. Por cualquier boludez me ponía colérico o destemplado. En mi casa no me aguantaban. Cuando mi hermana me encaró blandiendo la tarjeta de Fernando, no opuse resistencia. Mi hermana temía mi reacción. Me tomé cuatro días para darme impulso y llamé al número de Fernando y concerté una entrevista. Venía él como con mucho recorrido con adolescentes. Y con adolescentes jodidos: drogadictos, chorros… No como yo.

Rendía poco en el industrial, repetí segundo año. Nunca había agarrado a una chica del brazo, siquiera. Me mandé una…: me hice operar innecesariamente del dedo de un pie. Yo sostenía que ese dedo estaba “flojito”, “debilitado”, sin la consistencia de los otros. Así que los hijos de puta del sanatorio me rebanaron.

Al principio de tratarme, quería superar mi timidez. Y me masturbaba sin convicción. Ahora, en cambio, salgo con una mina que si bien no me recopa, me conforma, me… Procuro largarme más en la cama. Con la primera que cogí estuve rígido. Siempre. Todas las veces. Y con la actual, no soy un fenómeno. Para despabilarme, aporta Nico, el mayor del grupo; tiene cinco hijos. Es respetado por su franqueza y su tacto. Opina que lo que sea puede ser dicho. Es librero de volúmenes usados y de ocasión.

Clarisa es una chica triste. Bueno, no tan chica. Y sin embargo, sí. Y el pescado sin vender. Sin pareja, es un garrote, no hace valer sus atractivos. Es eficiente en lo suyo: computación científica. Mantiene al padre, postrado, atendido por una empleada. Está con que su madre murió por su culpa, en un accidente tremendo en la ruta interbalnearia. Ella estaba en la primaria cuando sucedió. Volvían de vacaciones.

La contrafigura es Amalia. Amalia Noemí. Es un tiro al aire, estuvo internada en un neuro-psiquiátrico de Venezuela. Convivió con varios tipos desde que se fugó de su casa. Y se las rebuscó. Con uno, yiró por la India. Con otro, incursionó en artesanías en Bruselas. Con amigas, recorrió miles de kilómetros en jeep. Cómo me gustaría que me diera bola. Aunque si me diera bola habría que declararlo, y no podríamos seguir juntos en el mismo grupo.

Que fue lo que pasó con Marta y Adolfo. En abril estaban los dos. Pero empezaron a verse por separado, ocultándolo, hasta que cuando resolvieron comunicarlo hacía ya semanas que se encamaban. Produjo revuelo en los demás; en Clarisa, indignación. En Josecito, otro compañero, un pobre de espíritu, gracia. Yo me sentía atontado. También me calentaba Marta. Y hubiera calzado conmigo más que con Adolfo. Por edad y temperamento. Adolfo le lleva quince años y Marta me lleva dos. Quedó Adolfo con nosotros. Es uno de esos “obse” parsimoniosos que no sé qué pudo haberle visto Marta. Adolfo es traductor de alemán y da clases de gramática castellana a ejecutivos de una red de bancos.

Tenemos un homosexual proletario en el grupo: Facundo. Vende cosas. Sobre todo en los trenes del Sarmiento. A Adolfo le regaló bolígrafos, a Josesito una guía de calles, a Mariana una tijera de podar, y a mí me arregló con una perchita. Es bastante ocurrente, aunque por ahí se zarpa. ¡El sí que se esfuerza por costearse la terapia!

Mariana fue la última en incorporarse al plantel. A ella la paso cuando no se pone en estrella. Y ahora que me oigo me viene un bajón, pero un bajón, como si me licuara, como si los estuviera traicionando.

***

Pares

El despertador suena a las cinco y media. Es de noche. No debo pensarlo dos veces, y no lo pienso. Enciendo la luz del velador. Me incorporo (si puede decirse que ese paquete abotagado y que ofrece sólo una contundencia marmota y atravesada, lo que hace es incorporarse), me desplazo hacia el aparato de radio (debajo del lavatorio, sobre un banquito que hubiera podido construir el tío Pacho, o bien, mi padre), manoteo la perilla que me sitúa en la raspante descarga eléctrica que da paso a la voz del locutor de mis matinatas laborales, me quito el saco del piyama casi sin respetar los tres botones ensartados en sendos ojales (no exactamente los simétricos), y lo cuelgo en la perchita colorada que hará nueve días pegué con Poxipol a una altura cómoda para el Increíble Hulk. Enciendo la luz con la mano izquierda mientras con la derecha abro la canilla que indica FR A. Surge el chorro con mayores ínfulas que si abriera la CAL ENTE, y similar temperatura a esa hora del alba, puesto que la caldera del edificio todavía reposa. Echo despabilante agua sobre párpados, mejillas e inevitables adyacencias, y me complazco con los buches. Cierro la canilla, malseco la superficie salpicante con la toalla que me regalaron, en estas navidades, los únicos que me saludaran por las fiestas, y en el espejo del botiquín escruto las marcas de dobleces de funda que surcan mi frente. Cuelgo la toalla, descuelgo el saco del piyama con el que retorno hacia la cama donde una mujer duerme su intenso despatarro, sobre cama y mujer arrojo la prenda, apago la luz del velador, regreso al baño.

Radio Municipal de fondo y bajito, ya higienizado y con mucho talco berreta en el área afeitada, lavo mi ropita con el jabón de tocador y la tiendo en la estropeada cuerda de nailon que cruza la bañera. Preparo mi desayuno y lo tomo. Lavo, seco y guardo los utensilios. Me visto, y depositando besos en quien no cesa de dormir y soñar conmigo o  con su marido, de viaje, yéndome apago las luces y la radio y cierro la puerta de mi departamento. Son las siete.

Mientras bajo los modestos tres pisos por el ascensor y traspongo la puerta de calle, trazo mi plan. Pocos metros por Arenales, llego a Ayacucho. Por esa, una cuadra hasta Juncal. Por Juncal otra, hasta Junín. Por Junín todas las demás, hasta avenida Las Heras, cruzando. Subir al ciento diez (a una cuadra de los paredones de la Recoleta) preferentemente no después de las siete y quince. En Kerszberg S.A.C.I. no debo firmar la planilla de asistencia después de las ocho. Ayer recorrí Arenales hasta Junín y por Junín seguí hasta la parada. El viernes por Ayacucho fui hasta Las Heras y, por esa avenida, hasta Junín. El jueves por Ayacucho llegué a Pacheco de Melo, una por esa y otra por Junín. El miércoles por Ayacucho hasta Peña; por esa, una, y dos por Junín. El otro martes fue como hoy, doblé en Juncal, pero no caminé por las veredas pares.

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Solo

Desde que me quedé solo decreció mi optimismo. (Riego malvones a la madrugada. Volveré al lecho. Hasta que aburrido me dejaré caer, y lograré así reaccionar, sobreponerme y encarar el día, si no laborable para mí, que eso nunca, al menos…) Los que ya no están, con cariño y con resignación, me instaban a la diurna vigilia.

¿Han contemplado a pájaros muriendo?… Yo los he contemplado. Corbatitas, jilgueros, chingolos…, despidiéndose a través de sonidos broncos y aislados, o de un piar chillón y sostenido.

Ya no me afeito ni me peino, no recito églogas en el salón principal ni ensayo formas de saludo frente al gran espejo del vestíbulo. No hay artilugio ni práctica conspicua que pudiera adquirir o conservar. Duermo ahora con los pies envueltos en una bufanda y bebo el té amargo, sin limón ni coñac. Claro está, no espero ser visitado ni socorrido, aun en circunstancias extremas. Desde que me quedé solo, soy, a simple vista, un hombre infeliz.

 

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SOLEDAD

A veces pienso que la muchacha del 4º, levantará la vista cuando pasea por la Rambla y así podrá comunicarse con la realidad.

En ocasiones nos hemos cruzado en la escalera y su aterrada mirada se ha posado inexpresivamente en la mía, su saludo ha sido un vertiginoso murmullo que quiso responderme…

Se sienta en los anchos bancos de la Plaza de La Catedral y su cuerpo desaliñado y quieto, sólo se mueve cuando una gaviota enorme y desorientada asombra a los turistas sobrevolando la plaza para posarse luego en la cúpula de la catedral, buscando ávidamente el mar.

Desde arriba, los cantantes que hacen su día con el producto del bote, parecen pequeños puntos oscuros con una multitud en constante movimiento a su alrededor, que ignora los problemas de las muchachas.

Las palomas no se acercan a la muchacha , no tiene miguitas para tirarles…

Ella cruza silenciosa hasta el Museo Gaudí. Recorre lentamente los tres pisos, hasta llegar a las obras y croquis del maestro que contempla despaciosamente, subyugada por tanta belleza….

Abajo, las terrazas repletas de personas cuya única opción es si piden tapas de mariscos o patatas bravas. Es pleno agosto en Barcelona y las enormes copas de dorada caña, sólo compiten con el blanco de la espuma que las corona.

Ahora la muchacha desde arriba, se fija en las palomas entre el constante movimiento de gente deambulando al sol , buscando regalos en las tiendas de los anticuarios….

Y las palomas siguen picoteando hasta levantar vuelo en conjunto, asustadas por un niño en patineta.

Como ellas…, pero a la inversa, esa noche la pequeña e ignota figura del 4º, voló hasta la estrecha callejuela arrastrando en su vertiginosa caída, un geranio perfumado.

Elsa Solís Molina

 

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EL PASADO

Me encanta divagar desde ese desván en las nubes al que sólo yo tengo acceso, desempolvar

uno a uno, esos recuerdos únicos y de vez en cuando, asombrarme con ese cuadro guardado

de mi misma que envejece . Cada cual, debería visitar ese desván de los años que van pasando, sin reminiscencias desalentadoras, sacando conclusiones inteligentes aún de episodios ingratos, evaluando

con sinceridad y madurez, supongo que esa será la misión de los años vividos.

Y son tantas las ilusiones descartadas que allí encuentro, que con un poco de imaginación rescato las reciclables, recreo los deseos de comenzar de nuevo y me ilusiona la curiosidad por un nuevo día.

Como el reflejo maravilloso del mar, espuma y movimiento tiene el poder de motivar a nuestra imaginación, ese paseo por el desván de nuestros abandonados pasos por la vida, será vivificante

La vida así  de hecho, no tendrá  fin, aunque se acabe

ELSA SOLIS MOLINA

 

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38º Número de la revista literaria Nevando en la Guinea

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38º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

DIGITAL TRIMESTRAL

NEVANDO EN LA GUINEA

NºLXXXII desde inicios/27-10-2013

 

EDITORIAL LXXXII

Reconocimiento a una escritora de cuentos

 

La preparación de este número de Nevando en la Guinea ha coincidido con la concesión del Premio Nobel a la escritora canadiense Alice Munro. Ya hemos hablado con frecuencia de nuestra falta de entusiasmo por los premios, siempre subjetivos, injustos, caprichosos, incapaces de abarcar el amplio abanico de escritores que en el mundo hay. Pero esta vez reconocemos que el premio nos ha interesado por habérsele concedido a una escritora de relatos breves, de cuentos literarios.

La literatura en lengua castellana posee una larga tradición de relatos breves, sobre todo la literatura latinoamericana, con verdaderos maestros en este género. Los nombres son muchos porque son muchos los escritores que han dado prestigio al cuento literario en América Latina. En España, en cambio, el relato breve no ha merecido hasta a mediados del siglo XX la importancia que merece y fue la influencia de la literatura latinoamericana la que le dio su lugar.

Aun así, el mundo editorial, salvo excepciones por suerte más extendidas, no acostumbra a conceder el reconocimiento merecido a este género, no arriesga en nuevos autores que se dedican, sea por afición o por iniciar su carrera literaria, a este género y esperamos que un reconocimiento como el Nobel sea una palanca para un cambio de política editorial.

Hemos hablado con frecuencia de la importancia que tienen las editoriales en las apuestas de nuevos autores y nuevos caminos literarios. También en lo que concierne al relato corto. Pero también es cierto que precisamos dar a conocer a estos autores, precisamos que surjan lectores que sepan reconocer la calidad de los relatos que se publican en editoriales y en revistas, que difundan su obra. No creemos que la competencia que puedan ofrecer otros formatos sea un problema para la difusión de la literatura. Lo que pone en peligro, más bien, este ámbito es el descenso del nivel educativo, algo que hace mucho más daño. Pero aquí nos metemos en un campo que tal vez no corresponde tocar ahora.

Lo que sí deseamos es que se aproveche el galardón para dar no sólo a conocer a una escritora, sino a un género con el que disfrutamos tanto leer.

 

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Dudas

 

         Inevitable no renegar: sabía que acabaría yo mismo echándomelo a la cara, culpabilizándome, como siempre me ha ocurrido en cualquier momento de mi vida y por cualquier cosa, por nimio que fuese el asunto. Lo de entonces y lo de ahora, lo que ocurrió aquella noche de hace veinte años como lo que sucederá de inmediato, todo ha seguido siempre un mismo patrón del que no puedo despojarme por mucho que quiera e intente expulsarlo de mi interior, siempre la duda, la constante sensación de fallar y la frustración de haber fallado, de estar en el lugar equivocado, de errar en cada decisión. A todas luces era y es, me temo que seguirá siendo, aunque albergue la esperanza, más bien la ilusión, de cambiar, un síntoma de mi vida: errar, dar tumbos, nunca decidirme por nada. Supe entonces que al instante mismo de responderle, al aceptar aquella invitación que desataría todo lo sucedido hasta hoy, se impondría en mi interior el desasosiego, la zozobra, el remordimiento, y supe que, desde que Kô me transmitió su invitación y yo le dije que sí, iba a estar dando una y mil vueltas a mi falta de decisión, a mi seguidismo, a ese estado de ánimo en permanente insatisfacción. Y así fue, así ha sido.

No le echo nunca las culpas a nadie, nada más lejos de mi intención, al fin y al cabo soy consciente de que forma parte de mis características, sólo mías, vivir en la duda constante, sentir siempre la vacilación y el sentimiento de nunca acertar, la indecisión permanente ante cada ocasión en que debía zanjar opciones que me apremiaban, incluso en las cuestiones, como entonces, más nimias, incapaz en todo momento de resolver mi vida y tomar esas mismas decisiones que tanto anhelaba. Ya digo: es algo que me ha acompañado a lo largo de toda mi existencia, a lo que hay que añadir esa sensación de siempre acabar donde no me concierne, vivir lo que no corresponde, ser quien no soy. Porque al final se impone, una y mil veces, esa sensación de llevar una vida que nada tiene que ver conmigo en realidad, la vida de otro o que el que debía ser mi destino, si es que había un destino, si es que los hados escribían en algún momento el libro de tu existencia, se ha otorgado a otra persona. Al final no soy yo quien lo cumple, mi destino, y tal vez por ello otra persona viva en realidad mi vida o cumpla lo que me hubiera sido destinado sólo a mí. Por eso tal vez no le echo la culpa a nadie, no debo, en el fondo sé que todo se debe a mí, a algo que falla en mi interior de forma inevitable, como una incapacidad del ánimo para vivir. Dicho de otro modo, que si elegía un camino, era siempre el camino equivocado y por eso había llegado, por ejemplo, a Barcelona cuando debía ser otra la ciudad en la que tendría que vivir o haber elegido como destino. Por eso, como en tantas ocasiones ya en esa altura de mi existencia, volvía a chocar con la incomprensión y aquella noche era de nuevo un ejemplo de ese estado de cosas y entonces me lo planteaba como un latiguillo que me quemaba por dentro.

−¿Qué porras hago yo aquí?

Me lo pregunté varias veces a lo largo de aquella noche de sábado a domingo, la de aquella vigilia pascual en la Iglesia de Santa María y que daba paso al Domingo de Resurrección. Qué porras hacía yo allí, me lo he vuelto a plantear con frecuencia desde entonces, aún hoy me lo pregunto, cuando han pasado ya nada menos que veinte años, como si aquella noche hubiera sido determinante en mi vida, en lo que iba a ser yo en estos años, en lo que haría, años que nunca imaginé entonces que transcurrirían como transcurrieron, y desde luego me lo repetí una y otra vez durante la velada, qué porras hacía yo allí, mientras observaba la austera enormidad del edificio y me fijaba en las pocas personas -tal vez me lo parezcan ahora, que eran pocas, teniendo en cuenta, desde luego, el tamaño de la iglesia, aunque apenas eran en realidad, lo recuerdo bien ahora, a los veinte años, un puñado que ni de lejos llenaban las bancadas-, subyugadas todas ellas sin embargo por la conciencia de su pequeñez, lo reconozco, no sólo ante la grandeza eclesial, lo que me hacía pensar al mismo tiempo en que era la primera vez que desoía los consejos no sé si sanos, si correctos o un tanto sectarios de mi padre, presbiteriano íntegro, aunque no siempre coherente, de no acudir nunca, pero nunca, nunca, a los oficios católicos por hallarse éstos repletos de trampas para la fe, entre ellas esa sensación de pequeñez que te imponía tanta grandiosidad. Pero allí andaba yo, en aquella basílica enorme, un tanto sobria pese al esplendor, y aquella noche llena de luz para recordar a los fieles la nueva de la Resurrección que todos los años se renovaba en aquel calendario cíclico, ligado quizá, tuve para mí, dominado en esos instantes por una ansia de entender el mundo –y de paso entenderme a mí en el mundo, todo hay que decirlo-, a los ciclos de la tierra, aunque esto, aquella noche, muy poco me importaba o no lo pensaba en absoluto o no consideraba, dominado como estaba por el profundo desasosiego vital propio de la juventud, quizá de todas las edades, que fuera tema de reflexión para mí en ese mismo instante.

Era mi primera Semana Santa en la ciudad de Barcelona a la que había llegado tras un vagabundeo sin sentido entre varias ciudades y andaba en la más absoluta incertidumbre, nada nuevo, y no contaba con quedarme mucho tiempo en aquella ciudad a pesar de haberme matriculado en aquel curso universitario y a pesar de la tregua de la Semana Santa, por lo que se había vaciado casi por completo para la ciudad, tanto el barrio donde yo vivía por entonces, una mera esquina del Ensanche, como también  todos los barrios, salvo quizá los del centro, donde se replegaban los turistas y los pocos autóctonos que a primera vista se quedaban en la ciudad, parecía que hubiera habido una fuga generalizada, o, cosa más probable, que sólo saliera a la calle una minoría de entre los muchos habitantes que se habían quedado en Barcelona y que se aislaban por cualquier razón, por abulia, cansancio, ganas de aislarse de una cotidianidad insatisfactoria, y sólo salían aquellos que no soportaban la quietud con que habitaban entre las cuatro paredes de sus casas, paredes que se les caían encima seguramente y querían por tanto huir de la sensación de abandono y no tenían a todas luces ningún otro sitio al que ir salvo el centro y buscaban de este modo, recorriéndolo en sonora manada humana o en solitario, como sombras que arrastraban su soledad a la vista de todos, la forma de escapar del retraimiento, la angustia o la tristeza, sin conseguirlo en todo caso o disimulándolo todo ello con una falsa alegría que cuanto menos provocaba mayor angustia cuando no vergüenza ajena.

Yo hubiera preferido sin embargo aquella noche fría de recién estrenada primavera, en la que corría un viento desolador y el tiempo pasaba tan lento que parecía eternizar cada instante, haberme quedado en casa, dejar pasar las horas entre libros o amuermado en el sofá, viendo apenas fluir el tiempo ante el televisor, olvidando que la vida y no el mundo era con frecuencia un lugar ajeno y sin resolver aún todas aquellas cuitas que me asaltaban todos los días aun cuando me dominaba la convicción de que hubieran tenido que estar ya resueltas hacía tiempo, en un proceso de madurez que en mi caso parecía extenderse más allá de lo deseado. Pero la invitación de Kô me llegó unos días antes como anuncio de un aparente final de un largo proceso vital por su parte, seguramente no terminado del todo porque ningún proceso vital, en su caso, en el mío, en el de todos, no termina nunca en realidad y que a él le llevó a la conversión al catolicismo y al bautismo, y por tanto desencadenó que me sacara de forma casi inevitable de mi soledad ansiada porque me sentí obligado en parte y sin saber muy bien por qué a asistir y ser testigo, testigo extraño sin duda, de su conversión y de su proclamación de la buenaventura, que fue el nombre elegido para su anuncia nueva etapa vital, Buenaventura.

Kô y yo nos habíamos conocido en los pasillos de la facultad, inmersos en ese mundo de estudiantes que se movían entre la vocación más o menos sincera, aquellos otros un poco menos vocacionales que los anteriores y que sólo poseían la ilusión de llegar a ver sus vidas mejoradas en la medida de lo posible y aspiraban a ser profesores en algún instituto o, por último, quienes estaban afectados por la más majadera de las mediocridades, la que les llevaba a ir por la vida de artistas sin serlo en absoluto, jugando a la apariencia, a que los demás les rieran las gracias, lanzando al aire para que los otros escucharan sus dimes y diretes, vacuas parrafadas que semejantes botarates pretenciosos soltaban sin la más mínima vergüenza, convencidos de su genialidad, un mero discurso pseudoartístico de palabras pomposas pero vacías de contenido y de sentido. Por desgracia, este último grupo era el más numeroso. Yo los detestaba. Por ellos, por su culpa –no obstante, me daría cuenta con el tiempo de mi craso error, el de juzgarlos y rechazarlos, reconozco y proclamo mi vanidad un tanto pretenciosa también, aun cuando lo que dijeran me pareciese banal, mediocre, sin sentido-, por esos seres obscuros, decía, sombras ridículas, rehuía del contacto con mis correligionarios, prefería mantenerme al margen de todo, lo que incluía el desapego incluso respecto a quienes hubiera podido apreciar, actitud esta que me hubiera hecho pasar sin duda por engreído si la hubiese mantenido. Pero fue Kô quien comenzó a romper esa tendencia. Me llamó la atención no sólo porque fuera japonés, qué porras hacía un japonés entre tanto mentecato, me pregunté, sino porque al escucharle algunos comentarios en clase me permitía darme de bruces con finas respuestas o me planteaban nuevas preguntas. Me acerqué a él, evidentemente, y comenzamos a hablar, discutíamos de libros, de la vida, de ideas y contraideas, y me contó su interés, casi pasión, por la teología. Mi pregunta una tarde se volvió casi obligatoria: por qué no estudias teología. La estudiaba, me respondió, pero a partir de las palabras. Lo vi lógico: al principio fue el verbo, dice la Biblia y por tanto había que saber de palabras.

Pero las palabras, lo sabíamos ambos, también producían zozobra y angustia. Las palabras eran la vida, no sólo su reflejo, también su realidad, su cotidianidad. Unos días antes de la Semana Santa, cuando a punto estábamos de tener unas breves vacaciones merecidas pero obligadamente sedentarias para mí, yo no podía ni plantearme salir de Barcelona, mi economía era ruinosa, como lo sería de hecho toda mi vida, deviniendo a todas luces, comenzaba a barruntarlo entonces, un claro signo de inadaptación social por mi parte, el reflejo de un fracaso personal a ojos del mundo y de mí mismo, y que me acompañaría sin remedio a lo largo de toda mi vida, y ya preveía por tanto que aquellos serían días solitarios, sin ver a nadie, medio en casa medio en paseos por calles que ya intuía vacías, alejándome en todo caso de las zonas más frecuentadas, huyendo de ellas como huía de mis compañeros de estudios, en esos días entonces él me anunció su bautismo en Santa María del Mar. Me gustaría que fueras, me dijo con absoluta sinceridad, tal vez te ayude a ti en tu búsqueda, comentó no sin un tono que tendía a ser paternal y que partía de la base de que todos nos hallábamos en fase de búsqueda, has de probar y aprovechar de todo aprendizaje, continuó hablándome de un modo pedagógico, y de las palabras de mi tutor sacarás algo de luz, concluyó así su extraño convite.

No obstante, las palabras del sacerdote tampoco ayudaron a desasirme de la zozobra que ya me dominaba por completo durante la noche, qué porras hacía yo allí, me repetí de nuevo al intentar escuchar su discurso, aprehender su coherencia y el mensaje entre líneas, y darme cuenta de pronto, por primera vez y casi sin quererlo, que no siempre es bueno desoír los consejos paternos. Lo suyo era una mera letanía, una sucesión de tópicos, lugares comunes, fórmulas repetitivas que hubieran merecido, de ser una representación teatral, por ejemplo, el abucheo más monumental por no someterse a las mínimas reglas literarias al uso, pero en cambio todos los presentes, comenzando por el propio Kô, extasiado a la espera de su conversión pública, parecían seguir con atención el rito ya sin un mito que lo sustentase, que le diera sentido, no había quiebro en las miradas atentas, en el respetuoso silencio de los fieles y en el seguimiento de cada uno de los gestos que se repetían sin que nadie pareciera entender su significado real por exceso de formulismo.

Desabrido ante aquella alocución que me aburría, me fui fijando primero en los ornamentos de la Iglesia, no tan abundantes en Santa María como en otros templos, luego en los hombres y mujeres presentes, y aquí estuve más atento si cabe, debido tal vez a ese empalagamiento que me dominaba ante un ritual tan lóbrego y barroco. Más solícito por los detalles que pudiera observar y entretenerme, distinguí varios grupos: los fieles de la Iglesia, sin duda una mayoría, algunos pocos turistas despistados o un tanto apocados por la mala noche y, lo sabía, me lo había comentado Kô, algunos amigos y conocidos suyos que él había invitado y a quienes yo, creí, no conocería. A él lo catalogué nada más verlo en este último grupo, apenas me costó y jugaba con ventaja: lo había visto unos días antes en la universidad. Claro que su aspecto me hubiera llamado la atención igualmente: alto, delgado, desgarbado, con un rostro de rasgos muy marcados y aspecto de despreciar todo lo que le rodeaba. Le recordaba, en efecto, de una o dos semanas antes, le había visto charlando con una chica en el patio de la facultad de filología. Yo estaba sentado a la espera del comienzo de una clase y me llamó la atención su voz un tanto irritante, muy amanerada y vibrante. No alcanzaba a escuchar todo lo que decían, estaban lo bastante alejados para no oírles del todo bien, pero lo suficientemente cerca como para que me llegase su voz. Estaban hablando de los profesores y de algunos compañeros que yo no conocía y a quienes, pude deducir por el tono y las palabras poco amables e histriónicas que me llegaban, ponía a caldo. No le presté mucha atención ni pensé nada de él, además mi clase comenzaba casi en aquel momento, así que pronto le perdí de vista y no me volví a acordar de él. Sé que me lo crucé un par de veces más, lo reconocí como el tipo del patio de letras y lo olvidé al instante. No coincidíamos al fin y al cabo en ninguna clase. Pero resultó ser amigo de Kô.

Él, a diferencia del resto de los presentes y en cierto modo como me ocurría a mí, no prestaba atención a las palabras del sacerdote la atención debida. Lo miraba todo a su alrededor y en sus ojos distinguí no poca burla. A todas luces, aquel espectáculo no iba con él y si estaba en la basílica aquella noche, era sólo porque Kô le había invitado y, como me había pasado a mí, le habría resultado imposible decirle que no. Daba la sensación de estar preguntándose también qué porras estaba haciendo allí, aunque supuse que por diferentes motivos que los míos, puesto que, aun cuando resultaba evidente que se aburría, había también en él una mirada sardónica que denotaba que se estaba divirtiendo de algún modo con el espectáculo y que por dentro se mofaba de todo lo que le rodeaba y veía.

Al acabar la ceremonia el sacerdote anunció un piscolabis en los locales parroquiales, situados en el Paseo de San Juan, a unos quince minutos de Santa María. Te quedas, me preguntó Kô al acercárseme. Miré hacia la figura quijotesca como si él fuese determinante en mi propia decisión o pudiera indicarme qué hacer y respondí que sí, aunque lo lamenté nada más contestarle, porque en absoluto me apetecía seguir la noche reunido, me seguía dominando aquella sensación de perder el tiempo que había sentido desde el comienzo de la ceremonia, antes incluso, y además tenía ganas de volver a casa, de encerrarme entre mis libros, de retirarme y dejar atrás lo que ya consideraba un compromiso que hubiera tenido que eludir. Kô fue a saludar a un señor que, ya detrás de mí, le felicitó por el bautismo y yo aproveché para dirigirme a él, cuando estaba ya muy cerca de mí, solo.

−Hola. Tú eres de filología, ¿verdad?

Me miró con distancia, como si se preguntase quién narices era yo y tuviera que pensarse qué responder o si tenía que responderme. Pues claro, me dijo de pronto, cortante, como si la pregunta que yo le formulaba fuera la más obvia del mundo, digna de un badulaque.

−¿Tú también? –me preguntó.

−Sí, también.

Sólo entonces sonrió, como si existiera entre nosotros un secreto vínculo que nos unía.

−Me llamo Ismael –me dijo, y la aridez del principio desapareció de pronto y él mismo se volviera más amable y grato.

No imaginé en ese instante que hasta mucho tiempo después aún estaríamos compartiendo angustias, miserias, perspectivas, conversaciones, paseos y mutuos flagelos, y que aquel encuentro y la posterior conversación, tal vez en parte por esos años que le seguirían, tendrían tanta importancia que incidirían en los acontecimientos fatales que iban a producirse veinte años más tarde. Nunca nos ponemos a pensar que cuando algo sucede, algo aparentemente intrascendente, como conocer a alguien por causalidad o cruzar una calle que nos gusta, cualquier hecho por banal que éste sea, apenas un detalle que olvidamos casi de inmediato, pueda tener consecuencias a veces tremendas en nuestras vidas.

Fuimos juntos a los locales parroquiales, rodeados de personas que no conocíamos, que no conoceríamos, separados de ellos por nuestra conversación que se mantenía al margen del conjunto, sin ningún ánimo de compartir nada con los demás, aunque no recuerdo que nadie hiciera el más mínimo esfuerzo por acercársenos, y en ese primer camino me contó con pelos y señales su experiencia en la facultad, me habló de los profesores, me contó su desasosiego por algunas clases que no eran ni de lejos lo que esperaba, y en esa primera charla, a la que se sucederían tantas otras, no pude ni imaginar mientras escuchaba su perorata, que Ismael iba a convertirse en alguien fijo, una presencia hasta cierto punto irremediable a lo largo de los veinte años, sólo habló y habló, y en apenas quince minutos de cháchara, o de monólogo, mejor dicho, sin esperar mi réplica ni interesarse por mi opinión, los quince minutos que tardamos entre Santa María y los locales parroquiales en el Paseo de San Juan, casi a la altura de la calle Aragón, me expuso su visión de la facultad, y también de la vida, deduje, que se podía resumir en una sola palabra: aburrimiento.

De hecho, aquel fue el tema de conversación aquella noche, el aburrimiento, lo sería durante mucho tiempo, ya no el que le producían propiamente los estudios, reconoció que la facultad le había decepcionado, no colmaba ni de lejos sus expectativas, sino el que le provocaba, me confesó luego, mientras dimos el primer largo paseo al salir de los locales parroquiales al poco rato de llegar, a ninguno de los dos le apetecía mucho quedarse, la vida entera, un profundo y radical aburrimiento. Claro que tampoco se hizo nunca muchas expectativas, las ilusiones no son lo mío, me confesaría, no sé si aquella noche u otro día, en otro momento de nuestra conversación sempiterna. En todo caso, me contaría algo similar mientras anduvimos por el Ensanche vacío, con un viento que seguía siendo desolador, primero hacia la calle donde yo vivía, él me acompañaba, y luego, falto de sueño, interesado en seguir escudriñando al personaje, tal vez porque en ese instante ya no me apetecía tanto quedarme solo, le acompañé yo, torcimos por la calle Viladomat hacia la izquierda, de este modo seguimos andando, como si ya fuera imposible abandonar las calles, el frío, la desolación, imposible por tanto también dejar de hablar, de describir por completo ese asunto vital del aburrimiento, hasta el punto de buscar justificarlo, porque me intentó justificar el aburrimiento, el suyo, tan pegado a la piel, tan inmerso en el alma, y así llegamos a su barrio, a Pueblo Seco, también a una esquina, en la Francia Xica, me gustó el nombre, tocando ya Montjuich, donde vivía, me contó, con sus padres.

Y durante aquel largo camino que nos llevó casi por todo lo largo y ancho del Ensanche me lo contó, en efecto, todo, me explicó en buena medida su historia, la de su niñez y adolescencia, la de su juventud, la de su condición de hijo único, la del abandono que sintió con un no, ese no de la alemana, así la llamó y así se referiría siempre cuando me habló de ella desde entonces, quizá por despecho, por no repetir de nuevo su nombre, por no abrir todavía más las viejas heridas del recuerdo y la ofensa. Con el tiempo tuve la certeza de que ese rechazo fue una de las dos piedras angulares sobre la que todo se sustentaba, todos los gestos y todas las decisiones posteriores consistentes no en descubrir quién era, sino en dotarse de un ser, una máscara en realidad tras la cual se refugiaba y que tuvo su origen en aquella negativa, el primer y único fracaso reconocido que le vino tras un acto de valor, casi heroico, pues hay algo heroico en el intento de que nos amen, batalla ésta que se pierde con frecuencia y que quizá no debería dar lugar a tanta acritud. Creo que algo así le dije, para animarle, para que no se hundiera todavía más al confesarme su fracaso, pero en realidad sentía claramente que tal vez tuviera razón, que había que apostar fuerte, aun cuando la prenda fuese dejarlo todo, renunciar a la vida, a los plazos de la existencia, a la normalidad, sea lo que fuese la normalidad. En las películas muchas veces la apuesta resultaba la antesala del éxito. En la vida, por el contrario, podía resultar que fuera el inicio de la derrota más estrepitosa y quién sabe si dolorosa.

Pero no fue lo único de lo que me habló. Me contó la historia de sus padres, acechaba ya en su vida por entonces la enfermedad, también la muerte, la de sus tíos primero, hacía unos pocos años atrás, poco después de haberse iniciado el declive familiar, luego la de sus padres, en estos veinte años, porque a todas luces se trataba de una familia que desaparecía y no sólo venida a menos, una familia de la pequeña burguesía barcelonesa que poco a poco fue perdiéndolo todo, rango, prestigio y dinero, hasta llegar a él, prácticamente el único superviviente de la estirpe, a excepción de unos primos lejanos que se marcharon de la ciudad, de la región, y vivían lejos, en Tafalla, con los que ya intercambiaba sólo las felicitaciones de Navidad y algunas llamadas telefónicas cada año menos frecuentes. Con el tiempo, a medida que conocía sus circunstancias e iba descubriendo la ciudad, se me ocurrió que en buena medida su familia podía ser la metáfora de ésta, una Barcelona que no era ni de lejos lo que había sido hasta hacía bien poco, que se hundía de manera irremediable a pesar de que seguían colocándole ornamentos, meras zarandajas, fruslerías más o menos caras con las que se pretendían ocultar las humedades y las carencias colectivas, como una vieja señorona que vivía de prestado, que había sido rica, culta  y poderosa, pero lo había perdido todo, y desfallecía en la penuria, aun cuando mantuviera las joyas heredadas sólo para lucirlas, nada más, e intentar así desviar las miradas más atentas en la pesadumbre, repitiendo una y mil veces lo señorona que era. Intuí también que el hecho de ser el último de su estirpe, reprocharle a la familia que le hubiese abandonado, era el otro pilar sobre el que sustentaba su existencia.

Durante veinte años fui percibiendo hasta qué punto toda una vida parecía basada sobre esos dos puntos concretos, el rechazo que le hizo perder su equilibrio interior y el declive familiar que tuvo el mismo efecto en su equilibrio exterior, y el riesgo de nunca poder escapar a la gravedad que ejerce sobre nosotros lo exterior, lo que se halla fuera de nosotros mismos, pérdida que adquiría también la forma de miedo, miedo inmovilizador. Ismael había aceptado la derrota, mejor dicho, había decidido un día que no lucharía ya más, si es que en algún momento de su vida luchó por algo, y que sería otro, que dejaría su ser en aquel punto de arranque y me lo fue desgranando poco a poco, con frases que no lo decían todo, pero que marcaban lo que me estaba contando de un modo deshilachado, todo su plan para vivir de otra manera, siendo otro. Todos aquellos bares de ambiente homosexual a los que me llevó durante los primeros años de nuestra amistad, todos aquellos tugurios de transformistas tristes aun cuando se mostrasen alegres y divertidos, todas aquellas maneras ambiguas eran parte del disfraz. En conversaciones truncadas, entre diálogos cercenados y discusiones bizantinas, me volvió a hablar de la alemana y un tema llevaba a otro y se refirió a la soledad, no me divertís ninguno, me acusó una noche de alcohol y grifa, reproche lanzado a mí y por extensión a todos sus conocidos, como si todos estuviéramos allí presentes, obligados a entretenerle como bufones a su señor. Y cuando abandonó la tanda de recriminaciones, me habló de la imposibilidad de hacer nada, de la sumisión, del miedo, del fracaso. Durante varios días que siguieron a aquella noche desapareció. No era nuevo. Cuando llegaba al fondo, desaparecía del todo por tiempo breve, yo lo buscaba al principio no sin angustia, lo veía capaz en ocasiones de tomar decisiones drásticas, y volvía a aparecer entusiasmado porque se había gastado el final de su mensualidad, del salario que le pagaban por su puesto de oficinista en un almacén destartalado de las afueras, con una prostituta de la que decía sentirse enamorado, pero que olvidaba por completo unos pocos días después.

Aquella primera noche de hace veinte años, ya de madrugada, cuando faltaba poco para que amaneciera, cansados por el largo paseo nocturno, somnolientos aunque ya sin poder dormir, nos sentamos en un banco de madera de la calle Aragón. Miramos al cielo y callamos un buen rato.

−¿Dónde estaremos dentro de veinte años?

No respondí a su pregunta. No recuerdo si desplegué en mi interior todos los planes que yo tenía por entonces.

−Prométeme una cosa.

Observé su figura quijotesca derribada en aquel banco. Me mantuve callado, a la expectativa de lo que fuera a decirme, sin fuerza tal vez para esperar nada o sin esperar ya que lo que fuera a decirme me sorprendiera.

−Si dentro de veinte años todo sigue igual o peor y seguimos en contacto, me matarás. Prométeme que me matarás.

Me mantuve callado, tal vez sin saber qué responderle. Él me instó a decirle algo: prométemelo, ordenó.

−Te lo prometo –murmuré.

Recuerdo que al cabo de un poco nos despedimos. Yo llegué a mi casa cuando por levante comenzaba a clarear y dormí durante todo el día siguiente, no desperté hasta el lunes. Volvimos a encontrarnos en la facultad. Comenzamos a frecuentar bares, cafés, cines y largos paseos. Siguió la vida. Nuestro entorno se modificó. Desaparecieron los amigos de entonces. Mi vida continuó una senda de renuncios, fracasos y abandonos por parte de aquellas mujeres a las que vagamente amé. Tuvimos una sucesión de trabajos, cada cual peor pagado, y cambiamos de casa una y mil veces, sin nunca marcharnos de la ciudad. Aceptamos que la vida era así, ancha y ajena, parafraseando al escritor. Dicen que veinte años no son nada, que pasan sin apenas pestañear. No lo sé. Pero de pronto volvimos a quedar durante la vigilia pascual cuando habían pasado justo veinte años. Hemos cenado en un restaurante chino cerca de la Plaza Tetuán. Hemos andado por las calles del Ensanche. La noche también es desapacible, como aquella primera y lejana noche. Durante varios días me había dominado una extraña sensación, un hormigueo ansioso. No la podría definir, puede que fuera la aceptación de lo inevitable. De madrugada ya, cuando el cielo comienza a clarear, sé que voy a cumplir con mi obligación, que lo prometido es deuda. Aunque pasaran veinte años. Por una vez en mi vida quizá vaya a hacer lo que debo. Voy a cumplir con el destino, y esta vez no voy a tener dudas.

 

Juan A. Herrero Díez

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EXCURSIÓN A LAS AFUERAS

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

MONÓLOGO DE LA VANIDAD

 

Desde que se inventó la fotografía en el siglo XIX hasta que se generalizó en el siglo XX, ¿cuántos clics se han lanzado para captar ese momento sagrado que sacie nuestra rutina de hombres corrientes? Venid al vicio del oropel marchito con vuestra ceguera de hipsters & cools & outsiders, con nuestra cansada opinión de asombrados cuando pasamos de página como queriendo apagar un incendio en nuestra alma, vacíos menores ahora son las páginas de papel cuché de Vogue, de la Rolling Stone, de Life, de Time, de Hola, de The Sun, nosotros, hombres corrientes embalsamados con comida basura, hombres corrientes saciados de grasas saturadas, barrigones y exigentes, edulcorados con antidepresivos, con ansiolíticos, con sueño hollywoodiense, con rockeros de muerte temprana y locuras en frascos de anécdota en hoteles de cinco estrellas, nosotros, queremos saber aún más, queremos saber como vivís con tanto dinero por ser gastado en nuestro ensueño ignorante y fantasioso, nosotros que no apartamos los ojos del sueño que nos ofrecéis buscamos el oro en los rincones de la temporalidad en vuestras historias atractivas, vosotros, gente del show y la anestesia, nos sacáis de nuestro tedio y nos insertáis en la vida real de los focos, del photo-call y la respiración artificial, nosotros los hombres corrientes estamos enamorados de vuestras historias infinitas infladas con el gramo del exceso y el litro de la locura, nuestras plegarias, nuestras atrofias, nuestra ceguera, nuestra ceguera os lo agradece, ya que usamos vuestra carnaza y nos echamos una pizca de sueño de reflejo de charol, de purpurina putrefacta con la que os laváis el alma de vuestra soledad rumoreada, nos lo echamos a la boca y mascamos de vuestra mentira como un chicle del que no nos cansamos, vosotros triunfadores de los cloroformos perpetuos en las alfombras rojas y los escenarios de luces enfocadas al cielo, vosotros sois maravillosos espejismos en la ciudad de asfalto, en el trasiego y el tráfico en contra-sentido, y en la velocidad azul de las autopistas interurbanas, vosotros mentidnos una vez más, no nos digáis la verdad, ¿para qué? No nos interesa, mentidnos cien veces más, y decidnos una cosa, ¿cuál es vuestro secreto para manteneos tan inmortales? Nosotros estamos hartos de morir, nos morimos al levantarnos y resucitamos cuando dormimos, vosotros al contrario, ¿estáis ahí para advertirnos de que la muerte no existe? O por el contrario, sabéis demasiado bien que la muerte llega sin previo aviso, inoportuna, con hambre no saciada, y nos devuelve a la nada, a la nada que nadie conoció por nunca jamás, a la nada que os hace miserables y pobres como nosotros, a la nada lejos del glamour, de las ropas lujosas, del dinero, la cocaína, la Coca-Cola, la gama de coches relucientes, la precariedad del espíritu y los baños espumosos, del champán y el vino de reserva, de la fachada y el ansia por aparentar lo contrario de la realidad por la que estamos siempre en plena huida, en huida incesante.

 

***

 

NUNCA SUPE HACERME NUDOS

Se renuevan los días

como pan recién hecho,

te despiertas en tu lecho

y en las sábanas te lías,

nunca supe hacerme el nudo

de ninguna corbata,

lo que quizá no te mata

tal vez te deje mudo,

esta vida cotidiana

no me parece nada sensata,

la alegría se desata

y se enreda en la persiana,

esta vida vertical y horizontal

con cualquiera se marcha,

un telón suave de escarcha

se derrite en tu mirada,

dulce telón peculiar,

ración de minucia y nada,

siempre tuve en qué pensar

en el diván particular

de lo que se enfría y se escapa,

 regusto que se destapa

en el lecho singular

que te arropa y te desata

en la alegría vital

de mis noches con mi nada.

Nunca supe hacerme el nudo

de ninguna corbata,

de diplomacia ando justo,

lo juro por mi psiquiatra.

***

ME GUSTA, ME GUSTA

 

Me gusta tu flor antigua, que bajo el óxido de los siglos consiente al nefasto libertino que vocifera tu latido de cera, me gusta tu consejo de luz dinamo por que en tu moral duerme un dios bueno que asiente frente tu decisión de hombre, como sí fueras un Adán moderno, como si la razón fuese en ti una selva virgen y perpetua, me gusta que subas un escalón por encima del mío, y que seas mi hermano y mi ángel replegados los dos en un orgullo que palidece, ya que por donde yo te siga se abrirá la humanidad expectante, y que una puerta abras para mi voluntad de viento es contar los pelos de cogotes sin voz de noche y sin ver el néctar y el corazón de personajes bíblicos que hablan con la mirada y dan gritos hacia un gran Dios con el alma. Estoy de vuelta a casa, he rodeado por océanos remotos y me he cruzado con tempestades recónditas allá en múltiples ciudades de tráfico descabezado, hoy subo a tocar tu timbre y espero que tu corazón me abra, no quiero remontar todas las plegarias que conoces, quiero que en mí veas una esperanza nueva, como la inocencia aquella de los trece años, como si el sabor de una fruta prohibida nos dejara gozar aunque fuere sólo unos minutos. Por que la vida son alegrías y las tristezas no hacen bien en las barricas fermentando.

 

***

 

REFLEXIÓN SOBRE PAREDES Y MUROS

 

De adolescente puse en una pared de un parque mi nombre unas diez o doce veces con Tipex, y no hace mucho pasé por allí y todavía hay algún rastro de ello, no es que de adolescente tuviera demasiado ego, es que entonces me quería un poco, si yo dejé de quererme es por que te quise mucho a ti, quizá demasiado, siempre a ti. Ahora vuelvo a quererme, ahora me quiero más que nunca, pero ya no tengo pared en la que plantar mi nombre, ahora ya no soy un niño, ahora planto quimeras de colores en los muros de Facebook, ya no soy un niño pero no quiero dejar de serlo.

 

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por Gonzalo Salesky

 

 

HIELO

 

 

Asoman al futuro

tus párpados de hielo.

Mi Dios,

tu sacrificio,

todas las mentiras en el viento.

 

No somos la esperanza,

sólo el pasado a prueba.

Presentes como nunca,

lo ambiguo y la tristeza

me reciben,

me alojan,

ablandan mi memoria.

 

 

NO HABRÁ MILAGRO

 

 

El tiempo me atraviesa,

me recorre.

Dibuja la tardanza en mi reflejo.

Mis agujas,

las tuyas,

tienen distinta forma.

 

Serpenteando el abolengo de la historia

brilla tu escudo. Y en el fondo del mar

no habrá tesoros esta vez,

no habrá milagro.

Tu sol abraza la llanura y en mi piel

solamente se detendrá el verano.

 

 

RODANDO CON LA LUNA

 

 

No habrá cárceles ni olvido,

no habrá sombras

que busquen tu voz en mi silueta.

No habrá notas lejanas, sólo sueños

ni arco iris después de la tormenta.

 

Tu voz me llenará de cicatrices

si espero y todo pasa,

si soy sombra.

En tu estrella me iré y en tu silencio

mantendré escondida mi lujuria.

 

Todo lo que no supe decir no

sigue allí afuera,

rodando con la luna.

 

 

ALMA

 

 

El alma no cambia, dijiste,

el alma no presiente.

El alma es más que una pregunta,

es sólo la respuesta de tu dios.

 

A todo lo que huye, a todo

lo que escribo entre líneas,

entre el fuego y la miseria de los dos,

entre silencios borrados con el codo.

 

 

QUÉ FUE

 

 

Mi vida fue un camino a recorrer,

fue la primera sangre, fue una meta.

Un déjà vu de flores,

un puente hacia el dolor,

una mirada.

 

Como la estirpe olvidada,

como las tres estrellas,

sigo asomando.

Tratando de entender qué fue mi vida,

qué fue mi corazón alguna vez.

 

 

ESPÉRAME

 

 

Espérame entre el fuego,

espérame en la brisa.

Espérame sin ángeles custodios,

espérame en silencio.

 

Allí donde no hay nada,

espérame, sin frutos,

y yo te llevaré hacia la cosecha.

 

 

DOS

 

 

Los dos quisieron nombrar

las mentiras de la historia.

El pecado nunca fue detenerse.

La orfandad exquisita del vértigo

los hizo temblar alguna vez.

 

Buscaron la verdad

desgarrando las sombras.

Otros durmieron en laureles,

pero los dos prefieren

escapar del libreto.

 

Encontraron un país que no los llama,

que trató de exiliarlos.

El sudor, la esperanza,

el azar y el triunfo

fueron aliados y hoy los esperan,

hoy los abrazan.

Ya nada temen,

la tormenta se ha ido,

los gigantes de papel están cayendo.

 

CEGUERA

 

 

Huérfano de luz,

te grito a oscuras mi nombre.

Te prometo que nada será igual,

que mi fracaso

es sólo un paso más.

 

¿Qué tendrá que pasar para que sepas

que la verdad sólo se ve en las calles?

La ceguera siempre fue contagiosa:

no tengas miedo, somos todos iguales.

 

AMAPOLA

 

 

Es tan frágil y pequeña que duerme

flotando en una hoja de amapola.

Se baña en rocío y vuelve a acostarse,

viendo la luna brillar sobre sus ojos.

 

Se va hacia la luz y vuela en silencio

porque ése es su idioma.

Como el mundo grita,

no van a escucharla,

aunque entienda aquello que no todos ven.

 

Siempre tan ausente,

trémula en la niebla,

no deja que nadie se acerque a su vida.

Quiere susurrar lo que otros se callan…

 

Despierta de noche y en las madrugadas,

esperando un sueño que la haga feliz,

volará en silencio.

Porque ése es su idioma.

 

VENDRÁ EL MAR

 

 

Sálvame.

Tus ojos me separan

del miedo,

de la noche,

del dolor.

Te dejo ser mi condena,

a través de tus sueños va mi espíritu.

 

Espérame, el naufragio

no pide nuestros nombres

y después de las dudas,

vendrá el mar.

 

POR LA MAÑANA

 

 

Fría.

Perfecta.

Sola como la nieve.

Silueta a oscuras,

reflejas el retorno a nuestra casa.

 

Crees.

Esperas.

Sueñas con alas y luces.

Despertarás siendo menos,

pero mucho

quedará entre los dos por la mañana.

 

PROMESAS DE PAZ

 

 

La muerte es sabia. Una pequeña historia

nace dos veces en cada amanecer.

Pero el camino hacia la libertad es otro.

 

Búsqueda eterna, vacío existencial,

sueños desterrados por profetas ciegos

ganaron mi esencia y hacen que en el alma,

descubra, en silencio, promesas de paz.

 

 

NUESTRO ALIENTO

 

 

Tiempos y silencios nos esperan,

descubren que todo está en el viento.

Las hojas ya no mienten y es otoño,

sé que al volar encontrarás tus sueños.

 

Los frutos se alejan de repente;

sé que al volver, te soñaré despierto

y no habrá despedidas, no habrá sombras,

sólo la escarcha en tu voz y en nuestro aliento.

 

ESCARLATA

 

 

En la llanura, pequeñas sombras

delatan la huella del silencio.

¿Te atreverás a perder la batalla?

 

Picos y abismos son parte del pasado,

quizá el otoño me cubra de escarlata.

 

ESTARÉ

 

 

Se terminan las hojas,

el bálsamo, el consuelo,

y mi epitafio, en blanco.

¿Me habré alejado de mí?

¿Seré tan poco?

 

No sé si continuar, pero es inútil

luchar con esa sombra que veo en el horizonte.

No me nombres:

si cierras los ojos, estaré.

 

NO ESTARÉ SOLO

 

 

Traiciona el vicio de escribir

aunque libera, a medida que sangro.

Sé que pasarán viejos veranos

en el desierto abrasador, en la llanura.

 

No estaré solo, las páginas irán

acompañando cada día y cada noche.

El fin del mundo veré cerca,

y nada más importa (nada menos).

 

Lo escrito duele, vuela, me despoja

de toda la conciencia. Siempre fluyen

el odio y el amor sólo hacia afuera…

sólo hacia afuera.

 

ES INÚTIL

 

 

Tus canciones me dirán que estoy de luto,

que otro ocupó mi lugar, que voy de paso.

Que nada importa ya porque es inútil

dejar que disimule la pasión.

 

Alguna vez pensé, como un idiota,

que para siempre era cierto,

que lo eterno no es quimera.

Me desprendo del alma y es inútil

sentir, soñar, reír… dar lo mejor.

 

FARSA Y TRAGEDIA

 

 

Vendrá otro cuarto de siglo a la intemperie,

Sodoma y Gomorra siguen cerca.

Ciudades dormidas por pantallas sucias

persiguen luces vanas, sueños truncos.

¿Por qué otra vez repetir esta historia?

¿La farsa, la tragedia y el derroche?

 

Nunca más seas cómplice de espejos,

salva tu piel de toda aquella angustia.

Huyendo del pudor y de las dagas

nos iremos corriendo, al fin desnudos.

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CENTINELAS

 

 

No somos dioses, tampoco centinelas

de la brisa. No estaremos de luto,

ni vencerás las bestias

con los ojos cerrados.

 

Afuera, otra vez, veo la sangre

como cada diez años. Mi suelo

no pregunta cuánto sacrificio falta,

cuánto tiempo se derrama en las espigas.

 

MENTIRAS EN EL VIENTO

 

 

Trato de ser más que un labrador

en este valle vacío de ternura.

Salgo y entro de lleno en tu recuerdo,

no espero estar seguro de mis dudas.

 

¿Seremos sólo mentiras en el viento?

Pronto oscurecerá de todas formas

y allí verás qué poco es lo que valgo.

 

ALMAS CONGELADAS

 

 

No es el amor, es la pena.

No es el espíritu, es el alma

y la certeza de ser un condenado.

 

Todos atienden su instinto,

se pierden en la luz o en la neblina

y en el silencio que oculta aquellas voces.

 

Tendré mis ojos serenos.

Por cada lágrima suelta

habrá un rebaño de almas congeladas.

 

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TEXTOS SELECCIONADOS

Por Rolando Revagliatti

 

Redactor

 

El chico que no habla es el hijo único de su fallecida única hija, y de su también fallecido yerno. Lo crió ella, viuda, al chico que no habla, su nieto. Es el chico que no habla quien redacta el breve texto que se inicia con: “El chico que no habla es el hijo único de su fallecida…”

 

***

 

Huir

 

 

Claro que pensó en huir, harta de padecer la torpeza de los golpes de esa especie de marido colérico, de pésimo vino y borbotones de sevicia. También pensó en huir cuando su hijo cayera muerto por una bala perdida, entre los cohetes y petardos detonados por los chicos y adultos del barrio, después de transcurridos veinte minutos del año nuevo.

Pensó. Hasta que dejó de hacerlo. Después de veinte años la vieja sigue, loca, letárgica. Sigue huyendo.

 

 

***

 

Corpulencia

 

Con semejante físico, es lógico, se da el gustazo de trompear, de vez en cuando, a escogidos cretinos en tren de patoteros. Ha noqueado, por ejemplo, a energúmenos choferes de colectivos. ¿Por qué limitarse a una discusión estéril, pudiendo escarmentarlos? ¡Ha corregido a tantos, elevándolos con naturalidad por sobre su cabeza, agitándolos, hasta hacerles deponer actitudes necias, presuntamente arraigadas! Impuso siempre su corpulencia, y permítaseme enunciarlo así: su preclaro vigor, como factor desmoralizante frente a comportamientos repetitivos de groseros y malintencionados. Ya desde la niñez el admirable Hércules implementó los mentados recursos. Con las mujeres se contiene: se limita a la —también mentada— estéril discusión.

 

***

 

En la mira

 

Linda mina, lindo tipo de hombre, se sienten cómodos en sus cuerpos flacos, debajo de sus abundantes cabelleras, encima de sus principescos pies.

Señor gordo, calvo, con juanetes, desencantado y empuñando una Magnum 44. Apunta (no sin fastidio).

 

***

Pacto

 

Alguien-Que-Mereciera-Llamarse-Lulú conoció, sin procurarlo, a La-Muerte-Que-Te-Alcanza, en un crepúsculo del mil setecientos. Importa consignar que, esencialmente, a la primera le disgustó la segunda, mientras que la segunda simpatizó con la primera. Por completo de acuerdo, se arrancaron los ojos.

 

***

 

Nimbo

 

Era enorme y bueno. Trabajaba y residía en un taller mecánico. Entre sus pertenencias figuraban un colchoncito con cotín engrasado como él y unas frazadas asquerosas. Dos gatos dormían a su lado. Cocinaba huevos y sopa y se calentaba mate cocido con una garrafa. A los chicos del barrio les producía curiosidad. Un día, ese hombre que se trasladaba bamboleándose, que sonreía y silbaba, que apretaba con los dientes un toscano, ese hombre de paz, muerto, apareció nimbado, semi-empotrado en un pilar, inapacible, limpio, con alígero nimbo de barniz selenita.

 

 

***

 

Semblanza

 

Soy lo que soy desde que se murió mi mamá. Me sentía libre al principio, liberado. Me lo merecía. Mientras ella vivía fui un pelagatos. En la gran ciudad. No voy a revelar cuál era mi ocupación. En todo caso, digna. Mientras ella vivió, “el hijo de la sucia” me endilgaban. El eslogan dolía. Y dolía también el otro eslogan: “El hijo del vecino”. En referencia al quiosquero, el solterón de la casa de al lado. Y algo hubo, algo pasó.

En efecto, mi mamá no era propensa a la higiene. No era, tampoco, una mujer dada, que se pudiera decir, comunicativa. Estrictamente, gruñía en ocasiones. Yo le preguntaba: “¿Vino Isabel a buscarme?”: gruñido. “Mamá, ¿me hacés el nudo de la corbata?”: gruñía y me hacía el nudo de la corbata con una pericia deslumbrante. Le comentaba: «Me aumentaron el sueldo”: gruñido. Y le proporcionaba una generosa porción de mis ingresos. Trabajaba yo doble turno y ganaba por ese turno doble el ochenta por ciento de lo que se me abonaba por el turno simple. Y aún me quedaba un ratito para darle algunos besos a mi novia de la infancia, la adorable, la resignada Isabel. Escasas emociones en los primeros treinta años de mi vida.

Ahora soy un trashumante, difusamente melancólico. De Isabel me despedí, apenas después de tomada la ruda resolución de vagabundear. A mi mamá la llevo en el espíritu a donde quiera que me traslade y con quien sea que me junte. Admitan en mi semblanza que la añoro. Tengo para mí que acabaré por hastiarme.

 

 

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por María Isabel Bugnon

 

El hombre  de la rosa

 

El hombre de la rosa, a partido de gira por el mundo

Su alma pura como la rosa blanca

Baila en el escenario del cielo

En donde un público especial  ha ido a  verlo

Y darle la bienvenida

Todo allí es paz, amor y felicidad

El hombre de la rosa se sorprende,

La presentadora  del espectáculo es la luna,

Tiene un vestido de luz,

Las estrellas decoran cada rinconcito,

Las tres Marías están  sentadas en primera fila,

El lucero con su traje impecable le hace un guiño

A la estrella fugaz que pasa velozmente

Dejando una estela de luz

Los pétalos de la rosa roja caen silenciosamente

Sobre el traje  blanco del gitano,

Dejando un aroma suave, como la brisa de la tarde

Que lo vio partir en ese viaje  sin retorno.

Cárcel de amor

La imaginación danza en mis pensamientos

El velo de la noche va

Cayendo sobre la blanca hoja
en donde dejo plasmada en tintas de luz,

Las horas, los momentos

Que quisiera compartir contigo.
El dolor quizás es un huésped  en tu vida.

Adueñándose de las cenizas del ayer,

Pero allí estoy yo, presente como la lluvia,
queriendo borrar todo aquello.
En esas tardes tristes tomar tu mano, no soltarla,
tu voz se desvanecerá susurrando en mis oídos una dulce melodía.
En las noches desearas tener el calor de mi cuerpo, el  sabor de mis labios, dulces como la miel.
Las hojas blancas de este papel me atrapan, surgen de mi mente
imágenes tomadas al azar.
Estoy secuestrada en esta noche en donde alimento una ilusión,

La distancia me duele.
Estoy atrapada en un sueño mágico, en el cual sin querer
tu también estas en esta cárcel de papel blanco.

El hombre ideal

El hombre ideal,
lo quiero amante,
que su mirada tierna,
transparente, cuando
se pose en mí me desnude suavemente.
El hombre ideal,
lo quiero amante,
cuando me abrase me
envuelva en llamas de pasión.
El hombre ideal,
lo quiero amante,
cuando hagamos el amor,
no sentir culpa porque
es solo mío.
El hombre ideal,
lo quiero amante,
encallado en mi cuerpo,
recorriendo mi piel con sus besos.
El hombre ideal,
lo quiero amante,
sentir que mi vientre se agita
acompañando sus movimientos.
El hombre ideal,
lo quiero amante,
beber de su piel el aroma,
de cada noche de amor.

 

 

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Recuerdo

palabra encarcelada en la suma rígida de sus letras.

 

No me gustan las cifras pares;

la simplicidad de lo impar

me lleva a calles únicas,

sin dobleces,

con la individualidad

de ser eso,

no más que uno,

o todos,

pero desiguales y extraordinarios.

 

Y me atrae la suma impar que veo en  la –máscara-,

el –brindis-, el –éxtasis-, el –corazón-;

en un –verso- bajo el –túnel- del –fuego-

y en la –magia- del –cenit-.

 

Recuerdo– suena a poco;

sosegado y uniforme

entre las muecas casuales,

en el despojo de las causalidades remotas pero ciertas.

 

Y sobre la foto que nos contiene,

en el borde hipócrita y definitivo

del callado antifaz,

el idioma del –abandono-,

otra palabra par

que se desintegra en el valeroso intento de florecer

bajo las -trece gotas-

puntuales de mi fecha de nacimiento.

 

Me despojo de mí

y no soy más Teresa,

la del nombre aburrido y par,

soy la –mujer- sin rótulo

que acaba de nacer.

 

Y ya no se recuerda.

 

Copyright Teresa Palazzo Conti

 

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SELECCIÓN DE TEXTOS

Por Leonardo Morgan

 

LAS VUELTAS DE LA MUERTE Y EL OSITO COMECACA.

Doblando la esquina y haciendo una cómica reverencia, Germán colocó  la rosa que llevaba para su madre que cumplía años, sobre los libros que iba abrazando la chica.

Era el ser más bello y delicado que había visto.

Estupefacta, Elvira tomó la rosa y la agradeció, y Germán supo sacarle algo de charla y el teléfono. Feliz, y congratulándose por la rapidez de sus reflejos,  regresó sobre sus pasos en procura de otra rosa.

La primera vez quedaron en ir al cine, y Germán cortó unas flores silvestres, pues calculó que entre las dos entradas y el café, no le iba a quedar mucho margen de maniobra.

Elvira insistió en pagar su parte, pero Germán se mostró rotundo; aunque ella accedió bajo la promesa de que en adelante pagarían a medias. Lo justo era justo.

Vieron una película romántica y comieron pizza. Germán consiguió arrebatarle apenas si un piquito, que fue como si le hubiesen firmado un pagaré de futuros besos.

Por entonces Elvira  tenía 17 años y Germán 22. Ella nunca había tenido novio, lo que se dice novio, no,  pero él, mucho más experimentado,  había salido con ya con 3 chicas, aunque sólo tuvo sexo con una, un par de veces. Elvira lo fascinaba. Les escribía poemas en los cuales cantaba su belleza  subyugante y la potencia  de su amor y de su adoración, que trascendería lo meramente físico, las cosas de este mundo, el tiempo y el espacio.

Pasaron  rosas y alfajores, y poemas y tardes de cine y lluvia y bicicletas con pizza, pic nics en la playa  y botellas  con  rollitos de papel dentro con sus nombres envueltos en un corazón  y echadas al mar, luego de lo cual, se casaron.

Les iba muy bien en sus respectivas profesiones, vivían en un enorme caserón, y  acordaron ser padres, integrar un nuevo ser a sus vidas que recoloreara y reformulara su amor.

Elvira perdió un embarazo y el siguiente. A la tercera vez, como una especie de jugarreta de Dios, parió  dos preciosas mellizas y  ni  2 años después un varoncito que le hizo un dribling al espiral, porque luego de pasar tantas y tantas noches sin dormir, tuvieron claro que el equipo ya estaba completo.

En ambas oportunidades  Germán la cubrió literalmente de rosas blancas y rojas.

Iban siendo razonablemente felices y en ocasiones hasta se salían de los límites.

 

Saliendo de la consulta del ginecólogo Elvira por poco se convierte en un Squonk, un animal de la mitología que cuando es atrapado se disuelve en lagrimas dentro de la bolsa que lo contiene. Lo que tenía en los genitales no era una simple irritación sino una enfermedad venérea. No podía entenderlo, porque, si bien era cierto que le había bajado un poco la libido con la maternidad y se sentía cansada,  jamás había rechazado a su marido cuando la requería. Y a veces era ella quien lo buscaba. La llama no se había apagado.

Germán negó todo de plano, e intentando pasar a la ofensiva soltó un : “¿qué decís?, ¿ estás loca?”,  pero cuando se vio acorralado se echó a sus pies y le rogó que lo perdonara. Ya no disfrutaba de su trabajo. Estaba muy estresado. Fue algo ocasional, sin importancia, más le hubiese valido cortarse el pito. Se le acurrucó a su lado en la cama,  como un pequeño y pobre osito, desvalido, triste y con frío. Hasta consiguió lloriquear un poco.

Luego trajo una enorme caja de bombones, fueron bombones en lugar de rosas, bombones.

Pasaron los años y aunque aun dolía, a fuerza de no pensar, Elvira consiguió arrancarse la espina.

Y fue que la madre de Germán murió y  éste no le perdonó que no hubiese derramado ni una lágrima, aunque más no fuera de compromiso.  Con la vieja sostuvieron  una cordial hostilidad; era invariablemente impermeable a todo, a las atenciones, al cariño, a la buena voluntad,  a todo;  aun después de los nietos,  ante sus  ojos ella seguía siendo una intrusa que en mala hora había aparecido para robarle el amor de su pollito. Incluso la noche que murió, el  hijito querido  de su corazón tenía  proyectado ir a verla, pero Elvira le dijo que había hecho unas pizzas y que fuera a comprar unas cervecitas y que vieran juntos la pelea de Nicolino Locche contra Kid Pambelé. Si hubiese ido a lo de su madre, la habría salvado, y la tendría todavía y por muchos años a su lado, pero a ella  justo se le había ocurrido tomar cerveza.

 

¡Maldita bruja! Le gritó un día que ésta lo sacó de las casillas cuando le dijo que la cena eran unas salchichas y  queso, o lo que tuviese ganas de cocinar, que ella había quedado con unas viejas  amigas del colegio. Transcurriendo las cosas, lo convirtió  en su  insulto favorito,  pues además de rebajar a la destinataria  de su condición de mujer  a la de escuerzo del pantano, entrañaba una maldición y un repudio en apenas  2 palabras, que podían girarse renovando su potencia y añadiendo novedad. Bueno y breve. Un hallazgo.

No pasó mucho tiempo hasta que estuvo seguro  de que esos accesos de tos que le agarraban  en mitad de la noche, eran un truco para molestarlo, para llamar la atención y no dejarlo descansar. Una tos histérica. También  se le hizo odiosa la manera que tenía de bambolear el culo al caminar, de cruzar las piernas en el sofá, de agarrar los pocillos de café,  de anunciarles a los niños que era hora de ir a la cama y, por sobre todo, cuando se reía. Era como si le filetearan  los nervios con una gillette.

Le tiró a la basura, la blusa violeta y la chaquetita roja.

Creía que le proyectaban mala suerte.

 

El niño se negó a probar el pescado y le abrió la boca de prepo, haciéndole tragar un trozo. Luego estrelló la bandeja con el pescado contra la pared, ¡Para qué cocinás esta mierda si sabés que a nadie le gusta! De ahora en adelante las cosas van a cambiar en esta casa, rugió dando puñetazos sobre la mesa, haciendo saltar los platos y tirando al piso un par de vasos. Los niños lloraron  y ella también, pero después, cuando estuvo sola en su cuarto. Germán salió dando un portazo y volvió pasada la medianoche con unas entradas para el teatro, una obra que ella quería ver desde hacía mucho. Para el próximo viernes, porque ellos se habían conocido un viernes. Ya se habían cambiado para salir cuando descubrió que Felix, uno de los caniches, le había meado la rueda delantera del auto. Agarró un gran cuchillo y al perrito de los pelos. Lo sujetó sobre la mesa declamando aparatosamente que iba a cortar a ese perro de mierda en pedazos. Se calmó al ver a los 3 niños llorando y suplicando desesperados.

Otro vez reclamó porque el baño de arriba estaba sucio, o dicho mejor, no lo suficientemente limpio. Elvira le dijo que la chica estaba de franco,  y entonces le gritó que suba a limpiarlo inmediatamente, porque a él no le gustaba vivir entre la mugre.

Ella,  que no era mujer de amilanarse fácil, le respondió que lo limpiara él, que no estaría mal que diera una mano en la casa de tanto en tanto. Bajó la escalera como una tromba,  la sorprendió agarrándola de los pelos y la arrastró escaleras arriba. Intentó meterle la cabeza dentro del inodoro y jalar la cadena. Con la nariz casi tocando el agua consiguió zafar un codo y le acertó justo ahí. Los italianos se le agolparon en la sangre  y para desalentarlo en futuras intentonas, lo empujó y cuando lo tuvo en el piso le propinó una fulgurante sucesión  de patadas con sus zapatitos rematados en  filosa punta, gritándole : ¡Valiente comemierda!

Lo que es justo, es justo.

Cuando se repuso, Germán se fue  en silencio y volvió la madrugada del siguiente día. Sobre la cama, a la altura de sus pies le colocó un enorme libro con las obras completas de Van Gogh, una edición realmente incomparable. “Nadie te amará nunca como te he amado, te amo y te amaré yo, Germán”, le había escrito en su interior con su espléndida caligrafía, ganadora de 2 concursos durante la escuela  secundaria.

 

A veces te huele la boca como si hubieses estado comiendo mierda, le dijo Elvira, serenamente,  mientras miraban un episodio de la Familia Ingalls por la tele, en espera del plato fuerte, un ciclo de cine arte, que se emitía los jueves. Lo de a veces había sido un cumplido de  su parte porque en realidad, el hedor era continuo y penetrante. Había pensado las formas de decírselo sin lastimarlo,  pero, ¿a qué tantas consideraciones?,  se lo soltó, así, sin más. Germán se limitó a mascullar “maldita bruja”, con la boca llena de maníes salados, tragó  y se echó otro puñado.

Luego quien murió fue la madre de Elvira.

Germán, alegando mucho trabajo nisiquiera fue al entierro.

Al padre se le declaró Alzheimer  y Elvira quiso tenerlo consigo.

El viejo realmente no molestaba mucho, se quedaba en su cuarto, o jugando con los niños o quieto durante horas mirando la televisión. Incluso si estaba apagada. Un día Elvira  lo encontró frente al aparato y le preguntó :- ¿Qué hacés papá?

–         Miro una película, por la televisión.

–         ¿Y de qué trata la peli?, le preguntó.

–         Es una de indios y vaqueros.

Elvira  le encendió la tele y se alejó llorando, pero enseguida se recompuso porque su hija Ana la requería para que le explique  el método para resolver los problemas de reglas de tres simple.

Durante la cena, Germán dijo desaprensivamente, como si sus hijas de 8 años y el pequeño de  6 y pico,  fuesen incapaces de captar sus palabras,  que  el viejo ya no podía vivir más con ellos porque era una mugre ambulante,  un estorbo continuo,  y muy  nocivo para los niños; que ya tenía todo arreglado con un asilo, donde lo cuidarían, estaría con gente de su edad y en líneas generales lo pasaría muy bien. Zanjando la posibilidad de cualquier posible réplica, Elvira  le mostró el  reverso del dedo mayor de la mano con los otros 4 recogidos sobre sí mismos, y entonces quiso levantar al viejo de la silla tironeándolo  de la mangas del pullóver, diciendo que era eso o que  lo sacaría ahora mismo a la calle… y Elvira le partió con mucha naturalidad  una botella de buen vino en la cabeza, y cuando estuvo en el piso,  se agachó junto a él y le dijo, suavemente, casi en un susurro : -Volvé a tocar a mi viejo que yo te mato.

Lo que es justo, es justo.

Pero Germán no pudo escucharlo  pues por algunos segundos perdió el conocimiento.

Lloraban los niños y los perros ladraban. Un mirlo posado en una rama entonó un gorjeo para llamar a las hembras. En la televisión un ama de casa declaraba a gritos su felicidad  porque su nueva marca de lavavajillas duraba tres veces más que el anterior. Era un hecho comprobado. Elvira se cortó un dedo recogiendo los vidrios verdes. Le costó parar la hemorragia.

Germán, no se dio por vencido y volvió sobre el tema. Aun llevaba en la cabeza la venda que le pusieron  en el hospital. En el transcurso de otra cena  que iba discurriendo en armonía  familiar y  en la  que al anciano se le quedó un resto de huevo y zapallitos  en la comisura de la boca, descolgándose hacia el mentón, exclamó:–¡Qué puto asco!, ¿cómo se puede cenar así? , y se llevó a los niños a tomar un helado. ¡Y vos lavate los dientes, comemierda valiente! Le gritó lo bastante fuerte como para que lo oyera antes de cerrar la puerta.

 

Elvira bajó del colectivo que la dejaba a  4 cuadras de su  casa, esperaba que el mecánico le entregara alguna vez su auto, pero le encontraba siempre algo nuevo; ella era licenciada en filología hispánica pero  el tipo le llevaba ventaja porque también hablaba sánscrito antiguo.

Para colmo le dolía la espalda y estaba lloviznando y la lluvia había dejado de gustarle desde hacía ya mucho.  A  los pocos pasos  distinguió  una figura  en la otra esquina caminando sin ton ni son,  se detenía, se giraba, volvía a girar y daba otros pasitos, era su padre. Bajo el brazo tenía 6 ejemplares  del  mismo  diario. ¡Clara, Clarita mía,  por fin viniste! , le dijo, confundiéndola con su  madre.

Visualizó todo en un segundo, su marido había sacado a su padre a la calle, como se saca una bolsa de desperdicios. El pobre viejo llevaba toda la ropa mojada. La linda camperita de gamuza que le había regalado cuando cumplió las bodas de oro con su madre se había vuelto de un color marrón oscuro que lindaba con el negro. Un solitario  mechón de pelo blanco bajaba por su  despoblada frente y  le caía en tirabuzón sobre el tabique. Elvira tiró a la acera 5 de los diarios, tomó a su padre del brazo, y fue caminando a paso sostenido hacia su casa.

Las rosas eran seres embusteros, taimados  alienígenas invasores provenientes de un planeta  hediondo.

 

 

 

Phármakos o de la humana naturaleza.

 

Timón el mendigo y su perro Timón  llegaron hasta las puertas cerradas de Atenas,  buscaron un reparo y se acurrucaron uno junto al otro para pasar la noche.

Por la mañana dos guardias muy risueños lo llevaron al  templo de Perséfone, donde fue bañado y untado con aceites. Le pusieron una túnica nueva, unas hojas de lauro en las sienes y calzaron sus pies con unas bellas sandalias. Quemaron sus harapos y una larga vara de fresno en la que se apoyaba para caminar.

Lo sentaron a la  cabecera de una mesa  puesta en la plaza pública y le sirvieron los mejores manjares, carne asada de buey,  aves de corral fritas,  y tortas de avena con miel y con almendras y le escanciaron vino.

Jamás había comido tanto y tan bueno. Había nacido  de madre persa y en cautiverio,  y sus patrones  decidieron liberarlo cuando ya era un viejo enfermizo que con su trabajo no alcanzaba a pagarse la comida. Desde entonces caminaba hacia donde el viento quisiera llevarlo. No es que le gustara caminar pero hasta ahora no había encontrado una ciudad de la que no lo echaran. Un día se le unió un perro y le llamó “Timón”, el nombre que le habían dado a él, porque no conocía otro. Tampoco entendía lo que hablaban aquellas gentes y ellos tampoco le entendían a él que apenas si sabía algunas pocas palabras en el dialecto corinto de sus antiguos amos. Pero todos fingían gran interés y a veces reían a carcajadas cuando intentaba decir algo, cosa que lo complacía. Jóvenes vestales y mancebos se turnaban para sentarse en su regazo y besarlo en los labios. Timón no entendía lo que estaba pasando pero no se lo preguntó por temor a que algo se rompiera y las cosas volviesen a su estado natural. El vino  se le subió a la cabeza y le dio vueltas  e intentó cantar, emitiendo unos sonidos guturales, que su perro acompañó ladrando. Una matrona le cruzó la cara con una rama de espino y a un grito, todas las demás hicieron lo propio; con el rostro cubierto de sangre,  Timón corrió y todos corrieron detrás de él lentamente y aullando, conduciéndolo hacia las puertas de la ciudad.

Una lanza lo alcanzó en el muslo. Sus perseguidores le dieron tiempo a que se reponga y  volvieron a perseguirlo hasta que cruzó las puertas y algo más allá. Le alcanzaron  en el otro muslo con un lanzazo tan violento que lo derribó. Intentó incorporarse sobre sus brazos, le vino una arcada y vomitó algo. Al rodearlo, un joven le arrojo a su perro muerto encima. Timón  gimió como si una  tercera lanza le hubiese atravesado el pecho, apretó contra él a ese saco de huesos y lloró. Era extraño ver a ese hombre curtido por mil soles,  con dos matas de pelo blanco en las sienes, llorar emitiendo sonidos que parecían más propios de un bebé que de un anciano; algo que inspiraba piedad o risa, según se mirara. Con los ojos fijos en la primera estrella del crepúsculo y como reclamándole a unos dioses cuya naturaleza ignoraba, Timón lloró. Lloró  por su vida de bestia de carga, por los malos tratos, los gritos, los golpes y los latigazos, y por el hambre que  cual fiel nodriza lo había acompañado desde sus primeros días. Lloro con una tristeza primigenia, una tristeza  madre de todas las tristezas, incluso aquellas  alejadas del corto alcance de su entendimiento.

Lisímaco, un niño, entró en pánico y  otros niños le imitaron, por lo que Adamarco aplastó la cabeza de Timón con una piedra y éste dejó de llorar y se elevó un aullido festivo y un cántico ritual. Cavaron una enorme fosa y arrojaron allí al hombre y  al perro. Los cubrieron y  encima quemaron ramas  de olivo. Este año la ciudad estaría a resguardo de la peste y de las plagas, y todo hacía prever una buena cosecha, que, por cierto, resultó excelente.

 

 

 

 

COSAS QUE ME CUENTAN

 

I-. El Hada Helada.

 

Aunque noté que desvariaba, la historia del pezón faltante en el seno derecho era demasiado horrible para no ser verdad.  La conocí el día anterior a mi bautismo en aguas en una iglesia evangélica. Estaba con mi hijo en un cyber café en San Carlos, un pueblito cercano a Ushuaia. Cuando abrió la puerta,  una ráfaga de viento helado entró  como un preludio de su belleza. Enseguida  hizo onda con Miguel, y se pusieron a despachurrar unos marcianos  por el espacio.

Me preguntó si la podía invitar a un café con leche, porque estaba muerta de hambre. La invité a comer pizza. Miguel se  encontró con un amigo y juntos volvieron a la casa de su madre.

Después de las cervezas,  la llevé a casa y fumamos un joint. Cuando se puso a contar cosas tristes, le dije algunas boludeces y le agarró un ataque de risa, que derivó en llanto y ahí aproveché para besarla. Me dijo que no me iba a gustar, que era un monstruo. La ausencia   del pezón impresionaba, sí,  pero el resto era tan bello que  hasta podía apreciarse como un detalle de singularidad. Fue algo sagrado,  algo mágico. Le pedí que se quedara vivir conmigo. La llevaría a la iglesia, Dios nos iba a bendecir. Nos dormimos abrazados y felices. Ella  me despertó  llamándome musicalmente Annnn dréeeesss, agitando  contra mi nariz un petardo chisporroteante que había hallado escondido entre las cosas de mi hijo,  a quien le había prohibido que jugara con pirotecnia. Salté de la cama y ella escapó con el petardo que le reventó en la mano y prendió fuego una de las cortinas. Un dedo se le puso como una morcilla. Le metí  la mano bajo el agua  congelada de la canilla, hice jirones de una toalla y se lo vendé. Y fuimos caminando al hospital, a las 5 de la matina,  con varios grados  por debajo del cero. Me vino a la mente una frase de un libro de Kerouac, “…así de bien empiezan los peores momentos”, me había  dormido en el Paraíso y despertado en el infierno. El infierno helado y blanco. Vino el médico de guardia. Le dio una medicina y le vendó el dedo.

Ella le acariciaba la cara repitiendo: “doctorcito, doctorcito, ¡qué bueno que es usted!”

Hasta ahí, pensaba que bueno, pobre mina, está en estado de shock. Quién sabe cuantas cosas fuleras habría pasado en su vida, y que  con amor y buen trato y la ayuda del Señor, todas las heridas, se irían cerrando. Me gustaba mucho esa mujer. Y con ella he sentido lo que jamás he sentido con ninguna otra. –No, no te digo el nombre, ponele el que te de la gana, es una promesa que me hice, no nombrarla jamás. Sé que no tiene mucho sentido, pero hay muchas cosas que no y las seguimos practicando a diario.

Cuando íbamos saliendo, vio a dos policías en el pasillo, y les gritó : -Roña, ¿qué me mirás? ¿Te debo algo yo a vos? ¡Mugre!

Y luego un rosario de insultos de muy bajo calibre, tumberos. A uno lo escupió, y salió corriendo hacia atrás, hacia adentro, como si el hospital fuese un  refugio que no pensaba abandonar. La sedaron. Yo caí exhausto en mi cama y se me pasó la hora del bautismo. Por la tarde  fui al hospital. La vi caminado sin ton ni son, unos pasos, se detenía y giraba y así. Cuando me vio chilló y se puso a golpear el pecho.

La escena se repitió los dos días siguientes. Una enfermera se me acercó y me dijo :

-Señor , sería mejor que dejara de venir, pues parece que a ella no le ayuda, no le hace bien su presencia.  Pero aín volví al tercer día y  supe que la trasladaron a Usuahia porque en san Carlos no tenían  sala de psiquiatría,  apenas si podían sedar a los pacientes.  En la pieza de mi hijo hallé todo un arsenal de petardos y bombas de estruendo. Le preparé un  buen coscorrón,  en cambio, cuando vino ese sábado,  le pegué cuatro gritos como cuatro truenos. Después  nos fuimos a pescar al lago, pero no pescamos nada y  como a las dos horas se puso a nevar.

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Palabras Vanas.

 

tanta palabra sobra entre estas balas
como sonrisas tontas y espejos
días como este no debieran tener párpados
los dioses turbios como cantos y moscas
en bocas de asedio y cada día
rumores de bandas militares

no quiero esta piel de piedra y mirada oblicua,
ni sonido de tripas este asco de día,
así, definitivo como púrpura y antojo
viendo cosas indebidas de oídos sordos y adobe
destápame los sesos, limpia todo
y los sueños y lo que falta!

cuanta bala entre palabras vanas
días como este no debieran tener párpados!

(Pablo Goldenberg P.)

Santiago de Chile 8 de agosto del 2013

 

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por María del Rosario Alarcón

 

 

DESNUDEZ

 

Me encanta verte desnudo,

o desnudándote.

Me gusta ver lo que sacas,

cuando todos nos ponemos

tapándonos de  los miedos.

 

A contra mano, de todos

no tienes miedo de ver

sonrojado simplemente,

sin tregua y desafiándote.

Me encanta tu desnudez.

 

Me muestras tus viejos miedos

Y me enseñas a oler

ese perfume de vida

que llevas junto a tu piel.

Me temo,

que hemos sabido,

de antemano, desde el ser

que los dos hallamos nido

desnudándonos….

la piel.

 

María del Rosario Alarcón

(Derechos reservados)

 

 

EL ÚLTIMO

 

De todos nuestros amaneceres

Me quedo con el último…

encendido.

Me quedo con la ropa en revoltijo,

con tu cuerpo ganándome la cama,

con tu cara, tus mañas

tu risa sin olvido.

Decididamente…

me quedo con el ultimo.

Sobre todo …

porque aun

no ha sucedido.

 

María del Rosario Alarcón

(Derechos reservados)

 

BALANCE

 

Al final prefiero lo vivido.

El deseo

que desnuda,

con mirada sostenida

y encendida.

Prefiero

el tiempo que es  impronta

en la memoria.

Prefiero lo vivido,

la vida trajinada o descansada.

El siempre, el nunca, lo soñado

O  lo perdido.

Al final prefiero lo sentido

y las marcas del beso

que ha prendido.

Prefiero el amor de ese demonio

que relame el sabor de lo querido

Al final  prefiero lo entregado.

 

María del Rosario Alarcón

(Derechos reservados)

 

 

DE MUERTES DE UNA NOCHE

 

No hay caso, tu espada no corta.

No hay caso, tu espada ni hiere

ni marca

ni mata.

Tu espada,  el filo certero

revienta en mil gotas

la sangre que drena

Tu espada, afilada de luces

el arma mortal

deshace las penas.

Tu espada, ritual de maestrías

reduce el todo a nada

en una embestida.

No hay caso, tu espada no mata.

Tajea la noche.

Enciende la fragua.

Desarma la estancia.

Corta las almenas,

que miro lejana.

No hay caso tu espada no mata

Tu espada es profana.

Tu espada es blasfema.

Por eso,

tu espada-palabra,

despacio me quema.

 

María del Rosario Alarcón

(Derechos reservados)

 

Cuando abrió su saber

Para Fran, mi hijo, un ser sabio

 

Y cuando abrió su sabiduría… desgrano palabras al parecer inciertas, llenas de melodías de rondas y de rimas…. sin esfuerzos, trazo respuestas, y dejo que sus palabras

anidaran en cada uno… y que cada uno recibiera su mensaje….

Y cuando abrió su sabiduría…. esto me dejo:

 

 

Los espacios

 

Y los tiempos

se conjugan

en el toque de campanas.

 

El sonido queda suspendido

como un bálsamo, vivido.

Te recuerda

que vendrá de nuevo

que el tañido tiene un tiempo

que el metal suena y vibra,

llenándolo todo

como  un bálsamo en la espera.

 

Si pudieras

llenar ese espacio de piruetas

y alborotar tu espíritu

cada vez que suenan.

Si pudieras

volar en ese tiempo

y ser águila

esperando el sonido suspendido.

 

Si pudieras,

sorprenderte desde siempre.

Si pudieras,

llenar el espacio

en bandadas…

Es posible

que tu vuelo marque rutas

deje huellas…

Es posible

que el espacio y el tiempo

se  atesoren

y tu vuelo con el vuelo de campanas

se enamoren

 

Muchos días

 

María del Rosario Alarcón

 

(Derechos reservados)

 

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*LAS RODILLAS DEL MUNDO*

 

Las rodillas del mundo
tiemblan…
terror de quedar paralizadas
y no volver a caminar.
El príncipe de las tinieblas
ha tomado las riendas
y sigue luchando
aún sin antifaz.
La batalla es despareja
¿Quien se atreverá a pelear
con tan grande enemigo
tan astuto y sagaz?
Se necesitan voluntarios
que se jueguen por la paz.
Despojados de si mismos
desprovistos de maldad
que amen todo lo creado
en bien de la humanidad.
Lastimeros llantos de niños
que perdieron su identidad
hace que tiemblen
«las rodillas del mundo»
clamando a gritos por PAZ.

 

Libia Beatriz Carciofetti // Argentina

 

Derechos reservados Nº 452298

 

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SELECTOS POEMAS

Por Esther González Sánchez

 

MEMORIA

 

Cual tren de cercanías

que hilvanara la sombra de los árboles,

recorre la memoria

las raíces que calzan

sandalias de tierra.

Y al tantán de tambores con membranas de aire,

-pálidos de atmósfera como el peso

sumergido de los ríos-

superpone la vida

de la misma forma

en que se añade la luz al sobresalto oscuro

de una farola.

¿Quién al rodar de un pensamiento,

no sienta en sus vagones,

el calor hospedero de otras voces,

que leves merodean o aproximan,

como mieles miedosas?

¿En qué cumbre o meseta

no se adelgaza el frío

con anillos de sol?

Esther González Sánchez

Vigo-España

 

***

 

ELLAS, LA METÁFORAS

 

Como híbridos de amor y soledad
nacieron mis metáforas;
sin yugos y sin nortes,

izadas entre versos

ganados a un naufragio.


A veces las invito a mi escritorio
y acuden a la mesa
con élitros de fuego.


Desconfío que son como los hombres:

que nacen como un himno, como un grito

abandonado al polvo gris del tiempo.

 

Desnudas y solemnes,
codiciosas y exhaustas.

nuestras vidas discurren paralelas:

del mismo pozo beben

placeres y desdichas.

 

Esther González Sánchez

Vigo-España

 

***

 

MORDIENDO BESOS

Acudo a respirarte bien temprano

y llevo involucrado hasta  los dientes,

un tácito disturbio:

Yo voy mordiendo el beso

que lleva la perversa, la dañina,
la que nos dio el oscuro
de cerrar la cintura de tu boca

en la insana razón de conquistarte

y disputar el labio contra labio

viajando hacia la brasa, y el ansia de vivir

como viven las rosas sus púrpuras de asfixia.

Bien sé que esta es tu noche y es la noche mía:
no sé donde encontrarte

ni en qué lugar pedirte

de la sombra enlutada,
y pues no encuentro a ver el cauce de tus ríos,

te detengo en  la flor de la glicina

que funde sus fronteras en el aire;
en ellas me regalas

la prisa de los besos, la sal para las nieves,

y hasta la misma mano que ampara los crepúsculos,
TÚ, también me regalas.

Y sin embargo, apenas me conformo:
largo de oscuridad me vence el verbo
de luto intransitivo.

                                                                                                No tengo el corazón de las palabras

y voy             ¡Mordiendo un beso!

 

 

Esther González Sánchez

Vigo-España

 

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EL MARAVILLOSO POETA SONETISTA

RODOLFO LEIRO

 

MI MUERTA

 

De pronto, la soñé junto a mi lado

con su cuerpo de cálida respuesta,

erótico fervor, clima de fiesta

con un beso de prisma apasionado.

Un sueño me llevaba apresurado

subiendo los peldaños de la cuesta,

mientras la Luna cándida me presta

la mitra de un rosal enamorado.

Me pregunté que lirio solventado

en protos desprendidos del pasado

golpeaba las aldabas de mi puerta,

y al despertar en lúgubre lamento

me supe en los anales del tormento.

¡Mi pecho en el abrazo de mi muerta!

Construido a las 8,45 del

8 de mayo de 2013 para mi Libro

“Colisiones asonantes”

 

***

 

EGO

No me colgué del péndulo falsario

con que el ego trafica su prestancia

La misma candidez con que la infancia

se adosa a un corazón de abecedario;

fui andando, flaco vate, presidiario

del verbo erupcionando en la fragancia

y lo llevo conmigo, en cada instancia

que late con mi canto solidario;

de pronto, navegando en el Ontario,

me elevo como un bardo solitario

que llena las besanas con mi nota

y enciendo la farola reluciente.

¡De allí parte mi canto hasta tu frente!

¡Y retorna en el beso que me agota!

Construido a las 9,12 del

14 de mayo de 2013 para mi Libro

“Colisiones asonantes!

***

 

MERCADER

 

Mercader de ilusiones, fui sembrando

en el huerto adalid de la utopía,

una suerte de lírica empatía

mientras rueda mi paso empecinando,

vasto emblema de lirios caminando

sobre  nube de  añil melancolía,

y me transporto, al fin, en sinfonía

de un coro de cóndores volando,

presiento, que feliz, voy transportando

el rostro de los seres que fui amando,

el beso que  mi labio, día a día,

con tu boca de novia fue soñando.

¡Es el ayer que torna, traficando,

esa noche de amor que no mentía!

Rodolfo Leiro

11.10.2013

 

***

 

ANTES DE PARTIR

 

¡Es incierto que no me llevo nada!

¡Si me cargo tu piel en mi retina!

¡Crepúsculo del aura que declina!

¡La aurora de mi lírica alborada!

¡El ósculo de aquella madrugada!

¡La fiebre de tu boca cristalina!

¡Dulzura en tu mirada peregrina!

¡Tu seno de imperial enamorada!

¡Susurro de la noche desposada!

¡Tu labio sin rubor en flamarada!

¡Caricias de turgencias en tu mano!

¡Tu voz en un romántico te quiero!

¡Os dejo este soneto de acequiero!

¡Es todo lo que fui de ser humano!

Rodolfo Leiro

 

***

 

BARDAL

 

A la que fue mi esposa,

Nieves Rosa Boudet,

en el día de la madre

 

Bajo el bardal vetusto que fue amparo

de un pedazo vital de mi aventura,

reaparece, de pronto, tu figura

como en el rudo mar orienta el faro;

aunados los dos, bajo el film claro,

de un reluciente sol, como ternura

que reaviva el amor que no se jura

y de la  igual pasión es fiel avaro.

Allí quedaron años no olvidados

como  suerte de besos laminados

bajo el humilde techo amanecido.

Nostalgia de los ratos conversados,

estampas de los labios convidados.

De lo mucho, que ayer, hemos querido!

Rodolfo Leiro

20/10/2013

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SELECCIÓN DE TEXTOS

Por Daniel de Cullá

 

BOB MARLEY Y LOS CHUPAFLORES

 

         Gerineldo me dice que la canción Macarena, hecha por el dúo “Los del Río”: dale a tu cuerpo Macarena, está hecha para abortar, y que ha sido vista en YouTube por unos nueve millones de visitantes; que el Baile del Caballo, de Psy, con casi doce millones de visitas, está hecha para follar, en un mundo global donde sólo se folla en El Cuerno de Africa.

 

         Si esto es bueno, lo que viene a continuación es mucho mejor. Me dice que “ hablando para inter nos, sábete que en muchos ayuntamiento y diputaciones provinciales, chupaderos de Castilla la Nueva y Castilla la Vieja, a la entrada o principio de comenzar un Pleno, los ediles o concejales empiezan por cantar, cantando bien y con facilidad, ese estribillo hoy como ayer de razones, para después raciocinar, rucionar, discurrir metódicamente sobre un asunto exponiendo y recitando una doctrina y refutando, rebuznando, las opiniones contrarias, a veces con disentería, flujo de vientre con pujos y alguna mezcla de mala sangre, no ajustándose al sentir de otro, disecando decretos muertos y soflamas en ficción de palabras para engañar o chasquear y conservarles la apariencia de vivos, con delicadeza nimia, melindre. Decretando con olor a chotuno.

         “Hay dos tipos de dictadores: Los impuestos y los elegidos, que son los políticos”, nos cantó Bob Marley. Para seguir diciendo: “Cuántas muertes más serán necesarias para darnos cuenta de que ya han sido demasiadas”; que “el dinero no puede comprar la Vida”; que “el hombre es un Universo en sí mismo”.

         Reggae, frases, Pensamientos y… ¡One Love¡, más la letrilla de marras, poéticamente amorosa, festiva o satírica, que se aprende y se canta con brevedad y a manera de estribillo el pensamiento general de ella,  es dada a discurrir, reflexiva, meditabunda. Camina, corre por diversas partes y lugares, es global, y, muy especialmente, en tiempo de votaciones chupinas,  ñoñas, lacias, o truncas. Es como la pieza fuerte de madera que sirve para regular la presión en la almazara.

 

         Los chotunos, ganado cabrío cuando está mamando hablan a chorretadas, mucho y atropelladamente, andándose con, o en, chupaderitos, con paños calientes, chupando, quitando o consumiendo la hacienda o bienes de uno, en expropiaciones y desahucios, con pretextos y engaños, la cantan. Es esta. Y cantada por Carmen Miranda, sabe a esa lista de excomulgados que se ponía en las puertas de las iglesias y en otros lugares públicos. Un Letrón.

 

                  “Mamâe eu quero, mamâe eu quero

                  Mamâe eu quero mamar¡

                  Dá a chupeta, da a chupeta, ai, dá a chupeta

                  Da a chupeta pro bebê nao chorar¡

 

 

-Daniel de Cullá

 

***

 

BUENAMADRE

 

 

         Gerineldo está en Buenamadre, de la provincia de Salamanca. Está aprendiendo francés con “El francés sin esfuerzo” método Assimil de A. Chével, impreso en septiembre de 1956, y , en su huitiéme leçon (8ª lección), Se carcajea pensando en la caracha, roña, sarpullido en el caracú o tuétano de los huesos de patas de nuestros cuadrúpedos que gobiernan un cadaval, terreno donde quedan en pie muchas cádavas o troncos de árgoma o de tojo chamuscados, barrancas, pozancos y desigualdades. Estamos en cacicazgo, se decía. Oficio y dignidad de cacique y territorio de su gobierno. Y, hablándoles a los grajos, se expresaba: “el nuevo caciquismo es el sistema político que consiste en el gobierno de los caciques, quienes, mediante poderes legales fundados en el sistema político vigente, ejercen de hecho el gobierno del país dirigiendo las elecciones, nombrando los diputados e imponiendo su voluntad a los ministros y a los tontos de capirote que les siguen. El está leyendo:

 

–      7. Asseyez vous ici, je vous prie

–      8. Merci. Une cigarette?

–      9. Avec plaisir. Alors, que pensez vous de la situation politique?

–      10. Mon Dieu, pas grand chose de bon¡

–      11. Pour moi, la crise ministérielle est inevitable.

 

         Hace poco que estuvo en el Rocío en caravana, con ese conjunto  de personas, acémilas y cabalgaduras que viajan juntas en las tierras de Andalucía en busca de la cagada del lagarto santo. Entre tanta muchedumbre, se sentía capeón, novillo que se capea en una sala llena de velas y cirios encendidos con un cadáver expuesto en su túmulo, cual canope, estrella de primera magnitud en la constelación de Argos.

 

         Mientras la nata de la leche o cacuja, resbalaba en el mango de las cucharas, las plañideras, sentadas en cáncanas, especie de banquillos de castigo en las escuelas de niños,  recitaban:

 

–      Candil, candilón

–      Cuenta las veinte

–      Que las veinte son

–      Ardid en candil

–      Con una imagen

–      Y una candileja

–      A l a cabecera

–      Que está en agonía

 

 

–      Sobre el hoyo

–      Que se hace en la arena

–      Para buscar

–      Agua potable en cachón

–      U ola que se deshace

–      En espuma

–      Al romper en la playa.

 

   

    Gerineldo dejaba caer la cera de las velas en un cucurucho de cartón cubierto de lienzo, como el usado por los disciplinantes y nazarenos.

 

    Saliendo al corral, pues en la casa no había baño, en el mismo cucurucho, comenzó a orinar golpeando con el dedo de en medio, apoyándolo con fuerza sobre la yema del pulgar y haciéndole resbalar a lo largo de ella hasta que perdiendo el contacto se disparó. “Como los recortes en la crisis”, pensó. Y Ja Ja Ja.

 

-Daniel de Cullá

 

 

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TEXTOS SELECCIONADOS

POR YOLANDA ELSA SOLÍS MOLINA (NALÓ)

 

EL MOMENTO

 

Cuando tus ojos rehuyen mi mirada

y la sombra del hastío esconde

el dolor de mirarnos nuevamente….

 

Cuando nuestra alegría es tedio

y la sangre se muere en el abrazo

y las cuerdas del alma se silencian….

 

Es el momento del Adiós.

 

Cuando en un vuelo de tus párpados

me ocultas el fondo de tus sueños

y el amor en lágrimas se pierde…

 

Cuando ya el sol no es nuestro abrigo

ni compartimos las estrellas

ni me ilusionan  tus caminos….

 

Es  el  momento del Adiós.

 

 

Cuando la espera es indiferencia

y necesito buscar en lo profundo….

y revivir el amor de lo pasado….

 

Cuando hay que inventar todos los días

en un rompe-cabeza incomprensible

cómo desear y amar tu compañía

 

¡ES EL MOMENTO DEL ADIÓS!!!

 

Yolanda Elsa Solís

 

***

 

El ruido del silencio

 

A esta hora, casi al final del día en Barcelona, se van apagando los habituales ruidos de la calle.

Persianas que bajan, interrumpiendo el constante entrar y salir de la gente….

Los corrillos de jóvenes con la perspectiva de una larga noche gracias al feriado de mañana, sustituyen al bullicio de los niños jugando a ser estrellas del Barça.  Las callejuelas del Barrio Gótico, son en el día, buenísimas canchas de fútbol, donde con la indulgencia de los automovilistas, practican…Siempre se asoma alguna intolerante vecina al balcón de los geranios, con una actitud de desagrado, a la que los niños, ignoran…

Los nuevos caminantes nocturnos cambian el panorama planeando el botellón de esa noche…evitando las farolas de Gaudí, aumentando el nivel de sus voces, a medida que van destapando botellas…

Ya se retiraron de  la Plaza de la Catedral,  los circunspectos bailarines de sardana los asistentes a las ferias de anticuarios de los viernes y sábados y también los paseantes de todos los días. En este agosto en que los turistas pasean , comen y beben durante todo el día y la noche para alegría de los comerciantes , cada pieza del paisaje cumple su función.  La vecina malhumorada,  el mendigo extranjero, y la que todo el día limpió mugres ajenas, serán desde  su propia cárcel sin rejas, testigos sin derecho a opinar, a gozar, a vivir.  Cada uno de los sin opinión, podrá descansar en el oscuro rincón al que pertenece , mientras los que  comen, ríen, roban, bailan y se emborrachan los han relegado.

 

 

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POEMAS

Por Ana Romano

 

Imán

 

Es desde la cima

que divisa

en su imponencia

el bastión

Abajo

cascada

sigue

Decidida

¿proyecta?

Se rozan

los opuestos

coquetean

La sensualidad

deambula

Frenéticos

los frutos.

 

 

Fulgor

 

Revueltos

en la espuma

en la arena

Revueltos

en la noche

en el cielo

Las sombras

danzan

ruedan

y se agitan

Extendidas

y se tocan

Mascullan cuerpos

y se invaden

Pensativa

la luna

espía

y con recelo.

 

 

Esbozo

 

Sobre la mesa

de un bar

apoyada

una taza blanca

de café

El aroma

acaricia la mirada

ausente

Las manos

aferran la ilusión.

 

 

Despertar

 

Aletargada

por la piedad

y en un hoyo

ridículo

 

y eso

aunque

el camino

prosigue.

 

Demencia

 

Alarido

que amputa

el secreto

Y en la tersura

llaga

¿Qué otra cosa que el semblante

la mueca

agrieta?

El murmullo

acrecienta

las pulsaciones

¿Y quién

-confisca-

los espasmos?

La sábana

invisibiliza

el bisturí.

 

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EL GRAN BORIS GOLD

 

                                                                                               LA PRIMAVERA…UN MILAGRO

Angustias y penas materias prohibidas

Se juntan las almas, habrá quién me quiera

Las risas a coro, un haz de esperanzas

Por suerte llegaste…dulce PRIMAVERA.

Abre la ventana, préndete a la vida

Las flores se abren, tras la lluvia ligera

Préstame tus manos, apóyate en mis hombros

Me siento abrazado…por ti PRIMAVERA.

El pájaro canta distinto a otras veces

Hay voces amadas, llamando de afuera

Serán los fantasmas de viejos amores,

Fuiste mi compinche…¿recuerdas PRIMAVERA?

Deseos fervientes de incumplidos sueños

Utopías locas y antiguas quimeras,

De encontrarte un día tras un arco iris

Yo se que el milagro…será en PRIMAVERA.

Que se abran los cielos y de él se desprendan.

Tormentas de dichas y una añorada espera,

Que no existan odios y la paz prevalezca

Vendrán buenas nuevas…en la PRIMAVERA

Boris Gold (simplemente…un poeta)

***

“SOY FELIZ…TENGO UN AMIGO»

Repiquetear de campanas

que la música no cese,

el festejo bien lo vale

pues se ha hecho realidad,

hoy la alegría se impone

es el día señalado,

agradezcamos al cielo

por la bendita…AMISTAD.

Que la gente se convoque

desde el fondo de sus almas,

y los tiernos todos juntos

nos contagien su bondad,

quedarán en el olvido

los deseos no cumplidos,

busco consuelo y amparo

bajo tu sombra…AMISTAD.

Te presto hermano mi hombro

y caminemos el mundo,

así podremos sin dudas

derrotar la soledad,

sembraremos buenas ondas

hablaremos de esperanzas,

que la meta ambicionada

sea honrar…a la amistad.

 

Que la noche se ilumine

con mil estrellas brillando,

las luciérnagas amigas

volarán en libertad,

habrá música en el aire

y poetas que nos digan,

que la vida siempre es bella

si la abriga…la AMISTAD.

Tengamos siempre presente

como materias pendientes,

luchar a brazo partido

para borrar la maldad,

una mano solidaria

al que caído se encuentra,

es una antorcha encendida

que nos habla…de AMISTAD.

Las aguas llegan cansadas

para dormirse en la playa,

trayendo sueños lejanos

que me duelen cual castigo,

pero ya pagué con creces

esos tiempos de borrasca,

el presente es la dicha

tengo a mi lado…UN AMIGO.

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POEMAS SELECTOS

Por Moshenga VIII Cabanillas Pérez

 

ANGUSTIAS DE UN VERSO

 

Como empezar de la nada

Versos aromáticos que resulten púrpuras

Que destrocen el sigilo incoherente

Con el caudal de la noche

Y que escriban en las pupilas de los mares

La tinta adherida de los murales

Que nacieron del odre     De letras

Y tímpanos de resaca

Antes que ensordezca  la existencia

Del espanto de este mundo

Para volverse más añeja.

 

¡Poesía!

Como elevar las burbujas de las diosas profundas

En esencia de cortezas y almíbar

Si me atrapa el ayuno de tus hostias

Los símbolos cuneiformes del silencio

Aplastándome     Hasta volverme Amasijo y fango.

 

¡Poesía!

Como     Le digo al cartero del abismo

Que reparte los glifos rupestres

Las elegías de los siglos en cada ruleta del camino

Donde se sofoca el tiempo enardecido

Volviéndome tatuaje de granito

Novicio e incendio de poeta.

 

¡Poesía!

Como     De un testamento sonámbulo

Que despierta del aullido de un cura pétreo

Que sentencia idos que atrapan dilemas

Tan sólo por su nimbo

Marcan la sentencia y el mito…

 

Porque se me escapa el verso adicto

y epiléptico de mis sueños fieros

Al vestirse de luto en el velo de este tránsito

Dejando en el papel nupcial

El calor abstracto

Los Signos de la expiación

Que laten en las rocas

Con alma anafiláctica

Con calma vehemente de un día

en que volví a navegar

La angustia dogmática

Clavada en la duda

Para poder invocar

Que es Poesía…

Y respondo

Es la angustia de un verso

Que busca en el absurdo

Su propia contemplación.

 

(De Poéticas, Lima – 2010)

 

 

 

TE ESCRIBO.

 

Te escribo sin saber si estos reglones han de llegar a ti

Con infinidad de ilusiones,

Oh si es una búsqueda incesante

Que mantiene ésta mi esperanza.

Te escribo también porque sé que no volveré a verte

Y si ahora que aún estoy libre no te dedico estos versos

Tendría esa culpa por no corresponder a tus sueños intranquilos

Por eso te lo dedico…

A expensas de que en éste vasto frío

Tu rechazo me dé fuerzas para inspirarme en mi largo viaje,

Y sentir en tu amor desconocido hubiese sido antes mío,

Pues son permanentes las horas de ésta espera

Imagínate si fuesen meses o abrumadores años

Oh mil noches de desengaños

Por eso aprovecho para expresar de mis ansias

Este dolor incesante que no lo sana nada

Menos la soledad de estos pensamientos crepusculares

Oh la ausencia de estos pasos descoloridos que te buscan.

Son tuyos éstos comentarios

Que cualquier mujer envidiaría

Son tuyos porque nacieron de tu causa

Y yo te los escribí para decirte de este amor,

Aunque sea tarde

Y quede atrapada mi vida en el olvido de tu estela

Por ofrecerte este simple ramo de mí pecho

Y me priven pronto de la libertad de verte.

Por eso quisiera dedicarte antes que el sueño me atrape

Y tú ya no me recuerdes ni siquiera con el devenir de tu mirada.

Por eso te escribo…

 

 

VAGABUNDO

 

Que las ideas vengan como avalanchas y los ríos incandescentes sean purificados por el mar…

Debo inventar que no existo

Y que el éxodo que me arranca de mi tierra

No concluye

Y que pronto volveré.

Pero cuando regrese

No seré ya de éste lugar

Ni del tiempo sus errores que perdonen

mis pensamientos ungidos de anhelos

No soy de aquí     Tampoco de allá

Soy el extranjero que vaga junto al polvo

que machaca mi incertidumbre

Un extraño entre las siluetas de otros extraños

Que danzan en el vapor

Buscando ser formas de un mar que se esfuma

Mientras trato de alcanzar las olas embravecidas que me devuelvan mis sueños

Las esquinas de apacibles y viejas conversaciones

Las noches de húmedos llantos

Y golpeteos de aldaba llamando a la puerta

Buscando el amor

Soy un conspicuo vagabundo que busca

el remedio en el pasado

Para poder volver a ella

Con las ideas familiares

Y no despertar mañana

Como ayer.

 

ANTES DE AYER SE FUE ANTES QUE CAIGA LA NOCHE

Ayer dejé de escribir este pensamiento envuelto de ocasos
ayer vi latir el sol en el horizonte
ayer decidí ser poeta entre la bruma rojiza de la tarde
ayer me aprisiono el olvido en esas interminables horas de seda
cuando dibuje tu nombre sin sentido
ayer me llevó la parte más preciada de mi vida
antes de ayer se fue antes que caiga la noche
y yo me quede desojando los días que compartimos
y yo me quede desojando los días que vendrán por tu ausencia.

 

 

LÁNGUIDO

Esa razón intensa de pensar en mi olvido
Una extraña palidez
Que me contradice
Y me sincero en la torsión extraída de un sueño
Mi hambre
Mi sed de vivir
Cual crepitante latido que rompe el silencio del bosque
Cansado de escuchar las mismas consonantes
En los senderos simples de la ciudad.

 

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37º Número de la revista literaria Nevando en la Guinea

Mandela

37º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA.pdf

37º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

DIGITAL MENSUAL

NEVANDO EN LA GUINEA

NºLXXXI desde inicios/05-07-2013

 

EDITORIAL LXXXI

La novela

 

Coincide el 50 aniversario de la publicación de Rayuela de Julio Cortázar con la aparición de un ensayo de Luís Goytisolo, Naturaleza de la novela, último premio Anagrama de ensayo, y que nos devuelve al viejo debate, un tanto absurdo, del futuro de la novela como género. Hay incluso quien prevé el fin de la literatura, ensombrecida por nuevos formatos digitales que amenazan, dicen, la capacidad lectora y de comprensión, peligro tal vez cierto, aunque no nos lo creamos del todo, porque lo que tememos de verdad son los catastróficos planes y programas educativos que aplican los gobiernos que están bajando el nivel de los estudiantes y que parecen no desear ciudadanos, sino mero consumidores compulsivos en una cultura del espectáculo.

Decimos que el debate sobre el futuro de la novela es absurdo por recurrente y repetitivo. Los tiempos y las formas cambian, pero persiste el deseo de narrar, de contar historias. Y mientras exista este deseo, no somos fatalistas. En este sentido, no creemos que la literatura –la novela- esté en gran riesgo de desaparecer. Sin embargo, puede parecer que ya no se publican las grandes novelas de otras épocas, que la literatura, al mercantilizarse, sólo deja espacio a best-sellers y a relatos de laboratorio. Pero sobre todo, reconocemos, da miedo la pérdida de referencias culturales que existe hoy, el descenso del nivel educativo que se produce en muchos países, la banalización de la cultura mientras la literatura, la reflexión y el debate se circunscriben a élites más y más alejadas de la población. Pero existe también otro peligro: las nuevas tecnologías permiten un exceso de información que puede asfixiar la comprensión por ese mismo efecto.

Julio Cortázar fue ejemplo de lo contrario de todo lo antes referido, en su momento se leyó con verdadera pasión y para muchos de nosotros fueron determinantes sus relatos en nuestro aprendizaje literario, pero sobre todo en el deleite como lectores de una narrativa emocional y expresiva. Contaba historias, lo que es básico cuando hablamos de literatura, la piedra angular sobre la que se sustenta este artefacto que es la literatura y que nos permite pensar que, con mayor o menor éxito, con más o menos fortuna, que perdurará porque resulta necesaria para la humanidad. No hay pueblo ni cultura sin relatos, sin la necesidad de contar, y por tanto sin la existencia de la novela.

Aunque dicho esto, repetimos que nos preocupa la pérdida de calidad, la desorientación en el ámbito de la cultura y, ya mencionada, la caída en picado de la educación, algo que resulta básico para la comprensión del mundo. Esto es lo que da miedo, lo que nos empuja a no poco pesimismo, no el futuro de la novela.

No tenemos ninguna varita mágica para darle la vuelta a la realidad. No queremos caer en discursos milenaristas ni catastrofistas, sabemos que la literatura seguirá existiendo y caben todas luces nuevos formatos y nuevas narrativas. Pero hemos de exigir a las editoriales un compromiso de seriedad y que no caigan en la mercantilización de la cultura.

 

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NOSTALGIA Y CALMA ANDARIEGA

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

LOS LIBROS IMPOSIBLES

 

Yo quisiera escribir Biblias apócrifas en papiros,

cuentos sesgados por el misterio profundo

de las cosas de la vida,

yo quisiera escribir poemarios imposibles

y epitafios que claman a los cielos.

Escribir por ejemplo un epitafio

que diga: -Cuidaos de los vivos,

por su codicia me dejaron muerto.

Escribir por ejemplo,

una biografía novelada que descifre metáforas

ocultas en las canciones de Camarón,

escribir tal vez la dicotomía eterna

sobre el amor imposible de luna y de sol.

Escribir sobre naufragios en los hogares,

en los hogares de gente corriente.

Escribir sobre desmesuras en familias bien,

demasiada tinta roja ha corrido ya,

escribir por si acaso sobre las catástrofes

agazapadas en las palmas de las manos,

escribir el porqué de los hombres

que se tiran a la bebida,

¿quién sabe qué cruz portearán todavía?

Escribir también canciones que no sonarán

jamás de los jamases, escribir y escribir,

según dice Gabriel Zaid: -demasiados escritores

para tan pocos lectores, demasiados libros,

escribir el libro imposible es soledad,

escribir, quizá, el soneto perfecto,

ese, que de hermoso no tenemos ni la idea.

Ese que de hermoso rezume de vida fractal.

***

HIJOS DEL INSTANTE

 

Tengo tantas cosas que decir y a la vez tantas razones por las que callar, que no me queda otra que conformarme, eso, antes de que me llamen resentido, megalómano o soberbio, no me queda otra que luchar por lo que no siento, si lo hiciera al contrario tendría a los que más quiero en contra, y eso acabaría conmigo. Existe tanta gente que vive en una contradicción que podrían hablar del revés y caminar como los cangrejos, no me importa lo que diga la gente, me importa lo que piensen los que de verdad me quieren.

 

***

 

Hay gente que denomina a otros hipócritas, pero yo no los llamaría así; una, por respeto, y otra, por que les entiendo, simplemente se cuidan, y los que los llaman hipócritas desconocen lo que cuesta muchas veces cuidarse. Cierto es que hay muchas clases de hipocresía, pero la que se ejerce para cuidarse es digna, es admirable y es muestra de una inteligencia y fuerza emocional que los déspotas que les llaman hipócritas debieran aprender de ellos.

 

***

 

Conozco ciegos que quisieran ser sordos, y he conocido sordos que hubieran preferido ser ciegos. Conozco a hipócritas que dicen la verdad en broma, y a hombres sinceros que mienten en serio, los dos pretenden cuidar y cuidarse, o todo lo contrario. Conozco a listos que se hacen los tontos, y a tontos que se creen muy listos, también conozco a guapos que quieren ser guapos, y a feos que envidian a los guapos, pero también hay guapos que quisieran pasar desapercibidos como feos, estos, son guapos y bellos, por que existen los guapos y los bellos, los bellos no necesariamente han de ser guapos, pero no son feos. Yo, a medida que pasa el tiempo, cada vez me conozco menos, quizá tenga que empezar a cuestionarme lo que soy. Yo quisiera volver a la inocencia pero con la conciencia que tengo ahora del pasado.

 

***

 

Sube el coste de la vida, de la cultura, de los artículos de consumo, de los alimentos de primera necesidad. En los países desarrollados no es de extrañar que los indios se suiciden, y los mestizos acaben con depresión nerviosa. Conocí a alguien una vez que no sabía lo que era la depresión o la ansiedad, cuando conoció el país, o uno de los países donde la diagnostican a diario ya fue demasiado tarde. Con la crisis el índice de delincuencia se dispara, por eso las gentes con lo necesario para vivir tienen miedo de salir y cuando lo hacen siempre van con el dinero justo, cuando contemplamos los naufragios en los hogares vemos una luz que nos consuela, es duro, sí, y da mucho asco comprobar que te alegras de no ser tú la víctima del bombardeo de miseria, te alegras y tu conciencia a la vez te devuelve una sucia arcada, una arcada de asco, por que la miseria y la mugre corre silenciosa en lugares aledaños, nos alegramos de no pisar nuestra mierda, pero lo más triste de todo y lo que más miedo da es que somos espectadores de las tragedias en el mapa mundi mientras comemos la plegaria apestosa del fracasado. Y admiramos al ganador como reflejo inalcanzable de las promesas que lanzamos al mar, lo que la gente creo que parece no sospechar es que el ganador también atufa su derrota en la zona solitaria que nadie ha visto. Ganar o perder son espejismos.

 

 

***

 

SÉ DE OTRO LUGAR EN LA TIERRA

 

Tanto en Oriente como en Occidente, tanto en el oeste como en el este, tanto en el hemisferio sur como en el hemisferio norte, se preguntan qué habrá allá, o qué habrá allí, tras las transparentes muselinas de la televisión que se disfrazan para la solemnidad del muro de opacas fronteras, ¿qué habrá allá? Tras la cruz esquizofrénica que separa del estío y del invierno, qué habrá tras ese sur que desnuda a la luz y fecunda de sol nuestro sueño, quizá ocurra el pequeño milagro, que nos salve del seco tedio en las rutinas, qué pequeño milagro dudamos y nos brilla en la ilusión que desconocemos, quizá otro lugar, allá en la cáscara del horizonte que nos tapa la esperanza nueva habrá templada agua dulce celebrando en borrachera la libertad, qué frontera brillará más que la nuestra, yo sé a ciencia cierta, que allí en las barriadas olvidadas está la alegría de los hombres y las mujeres brindando por su noche compartida, yo sé que la fiesta está allá lejos, lo sé, por que veo sus luces de carnaval reflejadas en las montañas y en los mares, yo aquí en mi hogar en soledad, con el patrimonio yermo que perdió su dicha fresca, sé que allí en el otro lado del mundo están bailando la criolla canción del cimarrón alegre, están brotando las orquídeas en la selva, junto a los shipibos, sé que en Huancahuasi rezuma el cholo bebiendo chicha jora, rezuma dando tumbos entre su libertad de cóndor, conozco las risas de los guarabíes cucumando y de colibríes mojándose con la chela en las gargantas que gritan de risa ciega, sé que allí son pobres, ¿pobres? pero disponen de toda la alegría que emerge del oro sumergido desde los galeones enterrados en el mar, aquellos galeones se llevaron nada, sé que en realidad son ricos, sé que esto que parece vida no es vida, sé que aquí salimos del tedio con migajas, sé que nos conformamos con fútbol los domingos y con los toros alguna tarde, sé que aquí vertemos nuestra leve agonía en el reloj humillado de las sirenas de las fábricas, sé que hay otro mundo que se ha tragado todo el sol en la fiesta, sé que allá lejos existen risas brotadas en los asados, en las polladas, en las cajas chinas; existen brindis que crujen de armonía, sé que esto es un país rico, pero que de rico nada tiene, sé que allí se celebran las tragedias de los pobres con el ánimo perpetrado por la esperanza preñada. Sé que existe otro lugar donde la alegría y la tristeza es la de todos.

 

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Amistad

 

Vi que se enderezaba, irguió la espalda y luego fijó la vista en mí. Se quedó quieta y me observó apenas unos segundos, mientras que yo, a cierta distancia, avanzaba hacia la casa a paso lento. Observé que se acercó entonces a la ventana y dijo algo que no llegué a escuchar, aún estaba lo bastante lejos para que no me alcanzara su voz, pero deduje que anunciaba mi llegada. Volvió al punto donde había estado un momento antes, allí donde crecían algunas de sus plantas preferidas. Al instante llegué a la verja de entrada. Ismael me esperaba en el zaguán del edificio. Ella me dirigió un hola que intentó contener toda la amabilidad de la que podía hacer gala. El amigo inoportuno, debió de pensar. Hola, le dije con exagerada alegría, tal vez hubiera en mí, me di cuenta casi al instante, una más que evidente intencionalidad de molestar, aunque quise creer que era en el fondo por completo involuntaria, y crucé el estrecho jardín delantero de la casa, el que daba a la discreta calle de una zona de casas bajas y señoriales de un barrio adinerado pero exento casi del exhibicionismo de nuevo rico por desgracia tan en boga en nuestros días. Sin duda, ella, la alemana le llamaban ya antes de que yo la conociera, había impuesto ese tono comedido al matrimonio. Si por él fuera, todo adquiriría un aspecto bien distinto, uno más neoclásico con tendencia kitch a la opulencia sureña de los años dorados del esclavismo. Porque Ismael era así, un despilfarrador que gastaba a manos llenas, el menos mirado de los consumistas que pueblan nuestro mundo consumista. Por suerte para él, ella contraponía a su tendencia derrochadora una severa austeridad en la familia digna del más rígido calvinismo suizo, que este debía ser en realidad su procedencia, la de un país que convertía las sedes de los bancos más opulentos del planeta en meras sucursales bancarias de línea circunspecta y sencilla.

−Vamos a la biblioteca. –le anunció Ismael a su esposa. Vano anuncio, siempre nos resguardábamos allí.

Apenas levantó la cabeza para mirarnos un instante y asentar en un gesto levemente visible, como si aquello no fuera con ella, mientras nosotros entrábamos en la casa y nos perdíamos por entre los vericuetos del pasillo. Barrunté lo que estaría pensando la amable y concisa esposa, seguramente que hablaríamos de vaguedades literarias, nos deleitaríamos con los poetas que tanto nos gustaban y al final yo le pediría a su marido algo dinero para llegar a final de mes. No sería la primera vez, era cierto, que nuestros encuentros transcurrían más o menos en ese orden. Pero tampoco tenía por ello que mostrar todo aquel recelo que delataba su no poca animadversión. Aun cuando sabía por Ismael que a ella no le desagradaba lo que yo escribía, él  me aseguró más de una vez que me tenía por el mejor de los escritores que rondaban la casa y la compañía de su marido, que se emocionaba aunque no lo reconociese con algunos de mis relatos más poéticos, detestaba mi modo de vivir, incluso mi carácter, y en su opinión si yo no tenía donde caerme muerto, era por mi culpa, mi sola culpa, así lo creía ella y con frecuencia se lo decía a Ismael, y él me lo repetía a mí palabra por palabra, porque con mi talento, afirmaba ella, no sé si con mucho convencimiento, tendría que vivir sin dificultades, y si no con opulencia, sí al menos con comodidad, y si no era así era porque lo mío, lo mío como problema, estaba plenamente convencida de ello, respondía a una cuestión de personalidad, lo que significaba, por decirlo de un modo más subjetivo, que yo le caía mal, no le gustaba mi carácter, mi forma de ser, no se fiaba de mí, y seguro que seguiría a pies puntillas, de conocerla, la opinión de un  antiguo profesor mío que invitaba a nunca conocer a autores cuyos libros gustaran para evitar decepciones y que de este modo se nublara la satisfacción por la obra, al fin y al cabo lo que importaba de un escritor. Sin duda para ella no cabían excusas de mal perdedor, que no le fueran con cuentos del origen social y todo eso, o que no le contaran historias tortuosas de familias castradoras, como si su amado maridito, pensaba yo cuando sentía sus reproches, se hubiera ganado su fortuna con el sudor de su frente, haciéndose a sí mismo con tesón y heroicidad, y no con la herencia por partida doble de su padre, accionista minoritario, y su tío viudo, sin hijos, fundador y accionista mayoritario de la principal fábrica de zapatos que había en aquellos parajes.

Pero me daba igual lo que ella pensara, había superado el primer trance, su control: ambos sabíamos que una de las pocas cosas que nunca podría impedir era coartar las visitas de aquellos estrafalarios amigos de su marido, entre los que me hallaba. Eso me permitía frecuentes entradas a la enorme casa, la excelente aportación de la esposa a la fortuna familiar, casa que apenas escapaba, sin ser desorbitadamente lujosa, de la sobriedad que ella imponía, la contradecía incluso, para beneficio del marido y de su troupe, y a la que yo entraba, sí, cuando quería, por ejemplo aquella tarde, y de este modo avanzar por el pasillo hacia la biblioteca, un enorme salón con vistas a la parte de atrás de la casa, construida ésta por su abuelo paterno, un alemán que llegó hacía casi cien años a la ciudad para vivir de negocios que creía yo turbios, no sabría decir por qué, y del que ella había heredado no sólo una cierta fortuna en propiedades, también un apellido impronunciable y el sobrenombre de la alemana. El salón, amplio y luminoso, estaba ocupado por miles de libros que eran la afición de Ismael. No en vano se pasaba buena parte del día leyendo, poseía una cultura más que notable y el que no hubiera tenido que forjarse un destino, la fábrica se la encontró montada y en plena expansión, le permitió una vida cómoda en la que apenas se ocupaba del negocio de los zapatos, contaba para ello con un esmerado y fiel administrador, heredado junto al negocio y que le aportó a su vez un heredero en el puesto cuando la edad ya no le permitió seguir en el mismo, lo que le daba alas  a mi amigo para que su despacho en las instalaciones fabriles deviniera una extensión de su biblioteca y en él leía sin descanso y sólo paraba un rato para firmar documentos o revisar cuentas e informes que apenas le entretenían de su principal actividad.

Nos sentamos frente a frente y me miró con su amplia sonrisa autosuficiente. Has escrito algo interesante, me preguntó. En eso estoy, justifiqué sin dar muchos más detalles, no por modestia, sino porque la semana la había pasado sobre todo intentando mantenerme con alguna clase y unas pocas traducciones que me permitieran pagar el alquiler. En realidad, yo odiaba ese estereotipo de escritor empobrecido que lo sacrificaba todo por la literatura en que me había convertido. En el fondo le daba la razón a la alemana, si yo vivía como vivía, a salto de mata y sin un chavo, era porque no había sabido afrontar la vida, porque me había equivocado en una sucesión de decisiones mal tomadas y que me habían llevado a dar tumbos, algo que me producía no poca insatisfacción. Suponía y temía ya, a esa altura de mi vida, que me iba a resultar difícil cambiar, por no decir imposible. Curiosamente, desde su posición, Ismael no veía mi vida como el reflejo de un cierto fracaso, sino que envidiaba lo que consideraba mi libertad creativa. «Libertad creativa», me repetía una y otra vez intentando saber yo lo que significaba en realidad. Escribía, sí, había publicado algunos libros que nadie leía salvo un puñado de personas próximas, pero ni de lejos me sentía a gusto conmigo mismo. La vida se me hacía extraña, ajena por completo a mí. Alguna vez le contaba a Ismael mis cuitas, pero él me reprendía de inmediato.

−Mírame a mí –me dijo aquella misma tarde, cuando comencé a apuntarle mis quejas ante la vida−-, atrapado por las obligaciones burguesas, llevando una vida que no me corresponde.

Te la cambio. Una y mil veces estuve tentado en proponérselo y de nuevo lo pensé. Si a él no le satisfacía la vida que llevaba, podíamos intercambiarlas, por mí encantado. Pero no le dije nada, como siempre, tampoco era cuestión de mantenerme en el tema ni de insistir en esa retahíla de quejas permanentes en que solía sucumbir con harto frecuencia. Miré a mi alrededor y no pude evitar la curiosidad.

−¿Alguna novedad?

Sonrió como un niño a quien recién le habían entregado un preciado presente. Se levantó y se dirigió a la estantería junto a la puerta, allí donde colocaba durante algún tiempo, antes de archivarlos, los libros adquiridos. Me lo acercó y antes de tenerlo yo entre mis manos reconocí la reproducción del manuscrito Voynich, un libro que le había obsesionado durante mucho tiempo. Aficionado a los libros y a las ciencias naturales, aquel manuscrito misterioso reunía todo lo que él valoraba y atraía. La copia que me mostró era muy buena. Hojeé parte de las 240 páginas y me detuve en los dibujos de las plantas y las figuras.

−Se lo pedí a Araute, el editor –me contó-, que envió a uno de sus especialistas a Yale, que es donde está el original.

−La copia es perfecta –no pude menos que reconocer, sólo la calidad del papel grueso indicaba que el volumen era moderno.

Aquel extraño manuscrito le había interesado desde hacía tiempo. Algo había en él que resultaba insondable, tal vez que no nos hallábamos ante un misterio al uso que invitaba a las mentes más fabuladoras a la senda de lo esotérico, sino que se trataba de un texto a todas luces real, escrito en una lengua desconocida, pero no por ello inexistente. Ismael podía pasarse horas hablando del asunto y en cierto modo yo envidiaba aquella pasión. Vale, Ismael se lo podía costear, tenía la vida resuelta, era feliz, mi vida resultaba a todas luces la contrapartida, como el negativo de su existencia. Pero me sentía culpable, era lo que yo tenía que pagar en cada aduana de la vida, y aquella herida se agrandaba mientras veía a Ismael recorrer con la mirada los recovecos de la copia.

Me hizo recordar que desde hacía tiempo le daba una y mil veces a la idea de la vida, de su sentido, de su realización. Me preguntaba si cada uno forjábamos nuestras existencias o nos dejábamos llevar. Ismael por ejemplo, me dije, nunca se había esforzado por nada, se dejaba llevar y todo parecía sucederse de forma automática en él, la empresa, la fortuna personal, aquella mujer que le hacía de contrapeso a sus tendencias caóticas. Él, sin embargo, afirmaba ansiar otra vida, la mía por ejemplo, que de atractivo no tenía nada en absoluto.

−Eres feliz –le pregunté entonces de sopetón, a bocajarro. Él levantó la vista de la copia y me miró extrañado.

−Que si soy feliz… -repitió, como aturdido.

Para mí, no cabía otra respuesta posible. Él miraba hacia el amplio jardín interior, observó las plantas cuidadas por su esposa, su amada esposa, la primera y única mujer de quien se enamoró, que aceptó ser su compañera, amiga y amante. Debió de pensar en la fábrica, esa empresa que le convertía en portador de una historia familiar. Recordaría todos los libros leídos. Para mí la respuesta resultaba más que evidente. Él, sin embargo, guardó silencio, se levantó, se acercó a la ventana y miró hacia fuera, como buscando algo, alguna respuesta.

−Qué pregunta es esa… –afirmó mirándome, los ojos encendidos no sé si por la rabia, una cierta decepción vital o por la más profunda de las penas.

Me sentí completamente desolado. Como perdido. Comenzaba la semipenumbra en una lenta anochecida otoñal.

−Necesito un favor –opté por cambiar radicalmente de tema-, un préstamo, estoy sin un chavo.

−Sin problema –me dijo sin tener que pensárselo apenas. Y  esperamos, no sé por qué motivo, entre vaguedades sobre libros y autores, a que se hiciera totalmente de noche.

Juan A. Herrero Díez

 

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MICRO-FICCIONES

(primera entrega)

Por Rolando Revagliatti

 

Redactor

El chico que no habla es el hijo único de su fallecida única hija, y de su también fallecido yerno. Lo crió ella, viuda, al chico que no habla, su nieto. Es el chico que no habla quien redacta el breve texto que se inicia con: “El chico que no habla es el hijo único de su fallecida…”

 

***

 

Huir

Claro que pensó en huir, harta de padecer la torpeza de los golpes de esa especie de marido colérico, de pésimo vino y borbotones de sevicia. También pensó en huir cuando su hijo cayera muerto por una bala perdida, entre los cohetes y petardos detonados por los chicos y adultos del barrio, después de transcurridos veinte minutos del año nuevo.

Pensó. Hasta que dejó de hacerlo. Después de veinte años la vieja sigue, loca, letárgica. Sigue huyendo.

 

***

 

Corpulencia

Con semejante físico, es lógico, se da el gustazo de trompear, de vez en cuando, a escogidos cretinos en tren de patoteros. Ha noqueado, por ejemplo, a energúmenos choferes de colectivos. ¿Por qué limitarse a una discusión estéril, pudiendo escarmentarlos? ¡Ha corregido a tantos, elevándolos con naturalidad por sobre su cabeza, agitándolos, hasta hacerles deponer actitudes necias, presuntamente arraigadas! Impuso siempre su corpulencia, y permítaseme enunciarlo así: su preclaro vigor, como factor desmoralizante frente a comportamientos repetitivos de groseros y malintencionados. Ya desde la niñez el admirable Hércules implementó los mentados recursos. Con las mujeres se contiene: se limita a la —también mentada— estéril discusión.

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CAMINITO

Una sombra a lo lejos serás,

Una sombra lo  mismo que yo….

(1926) Gabino Coria Peñaloza y Juan de Dios Filiberto

Bajo los sueños que lo años minan

recorre mi memoria el caminito,

que mis pasos rolaron como un rito

de logros que caducan y se finan;

primer amor, el beso, se confinan

en promesas nevadas por el mito

de consumir las horas, como lito,

que se nervan y fácticos declinan.

Mirar aquel ayer, hoy me lastiman,

como luces y duelos que se enciman

desde glosas  del ciclo adolescente:

Ya en los pasos postreros de mi suerte,

caminito querido, vuelvo a verte,

como un paisaje azul sobre mi frente.

Lito: de litar, hacer un sacrificio.

construido a las 9,59 del 16 de abril de 2013

para mi Libro

“Colisiones asonantes”

Rodolfo Leiro

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CERRAR LOS OJOS

 

Cerrar los ojos para poblarse de Universo,
para apagar la voz que enmudece el brillo de los pájaros;
descender hasta el color de la memoria
y zozobrar en el espejo de la tarde indefectiblemente nuestra.

Llueve
Nos humedece el dialecto del encuentro.

Esther González Sánchez

Vigo – España

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por Gonzalo Salesky

 

 

MUJER

 

Mujer alada,

vuelvo a soñarte,

pensando que puedes sacarme del duelo.

Creo que no sufres la crueldad del tiempo.

¿Sabes de mi lucha?

¿Sabes de esta vida turbia y sin afanes?

Debes escuchar los sueños del hombre,

tienes que saber cuál fue la verdad.

Vivo el mismo lado de tu eternidad,

con el corazón, carne sin alma,

mezcla de vacío y esperanza.

Latiendo mucho más de lo que sueña,

hoy parte, galopando en tu meseta.

VUELA

 

Vive sin pensar en la muerte.

Trata de vivir intentando.

Sueña, sin soñar lo que temes.

Vuela, sin mirar los fracasos,

sin más red que tus sueños.

Sacando tu alma fuera,

creciendo con las lágrimas,

dando gracias a Dios por tanta vida.

PROMESAS

Desprendiendo ataduras con el tiempo

saludaré de frente a la marea.

Extinguiré el incendio de tus labios,

profanaré mi tumba y tu silueta.

¿Te escaparás de mi, como otras veces?

¿Me dejarás soñar con tu ironía?

Sé que muy pronto saldrás, será tan fácil

como volver al punto de partida.

SOPLO

 

Un soplo te dio vida,

la manzana prohibida te alejó

de lo que siempre debió ser sólo tuyo.

Todo se cae, tarde o temprano,

todo es desvelo.

Insomnio,

secreto a voces,

distancia,

mar de preguntas.

Todo es verdad,

nadie te espera,

nada te vale vivir para los otros.

Hoy sólo queda el agua destinada

a lavar culpas,

a ser fina llovizna.

TREGUA

 

Tu deliciosa penumbra,

tus secretos,

tu espíritu radiante de mí.

La ausencia de fantasmas,

mi perdón,

deseos que de a poco ven mi trampa.

Le pediré una tregua a mi silencio,

a las cenizas de más.

Ya no me sigas,

hemos crecido.

Puedo dejar que vueles pero no,

no alcanza el tiempo.

PRONTO

 

La vida sin fantasmas,

el temblor de todo lo anunciado.

El soplo eterno,

la ansiedad,

la hora difícil.

El hambre,

nostalgia de otra época.

Empecinado en recordar lo que no olvido,

lo que nunca supe dar,

lo que no importa.

Pienso que todo va a morir,

sé que es muy pronto

para admitir la derrota del sol.

UN MITO MÁS

Mirando hacia atrás,

quizá el futuro se parezca

a un mito más,

a profecías enteras.

Sin motivos que me llenen

veo la luna marchitarse entre sombras.

¿De qué vale ser distancia? No es tu dios

quien recorre los pétalos de noche.

No es la brisa quien me llama,

no es tu voz la que grita

en medio del desierto.

No es el tiempo

quien le gana al reloj.

ALETEO

 

Dejo en tu vientre mi dolor,

el paso infame

de lo que siempre costó. Verte tan libre

me hace odiar un poco más al viento.

A tu aleteo sonoro,

a tu espejismo,

a tus preguntas.

Debes saber

qué triste es la verdad que no libera,

qué sueños son aquellos que persigues,

qué dulce es el puñal que todo acaba.

UN SOLO DIOS

Una mácula,

extinta de pecado,

salva tu voz.

Salva tu alma,

salvó tu piel de toda aquella angustia.

No queda nada, al fin,

si me detengo a pensar en otros brazos.

Hay un solo mediodía en el verano,

hay una sola luna,

un solo Dios.

No puedes romper estas cadenas

sin vacilar ni tejer la nostalgia

por el pasado.

Por la hiel,

por el milagro,

por los íconos viejos,

por el sol.

LLOVIZNA

 

Imágenes tenues de llovizna

se asoman al palacio.

El cielo parece reclamar

a cada ángel perdido y encontrado.

¿No ves que el sol está mintiendo?

¿No escuchas los halcones dorados?

¿Otro verano pasará sin llevarnos?

¿A qué le temes? Soy sólo un espejismo.

EL PESO DE TU CRUZ

Una isla a oscuras en medio del desierto

ataca mi vida y mis pecados.

El recuerdo y el temor de ser tan poco

me ganarán, no sé dónde encontrarlos.

La oscura realidad, la sangre muerta

agitan todo el peso de tu cruz.

LA BOCA Y EL ALMA

Vivo recordando

la nostalgia fugaz de tu belleza.

La noche absurda,

tu inocencia.

El caudal pretérito del odio,

tu ironía,

tu rubor

ante cada mañana repetida.

El faro del pecado, instinto inútil.

Tu perfume,

tus besos,

la humedad.

La década infame de locura

y el calor que compartimos

hoy y ayer,

ayer y siempre,

nunca tan solos.

Los primeros toques de la muerte,

las arrugas,

los sueños viejos,

causas perdidas de aquellas libertades

que hoy no persigo.

Que dejan secos la boca y el alma,

resabios del amor desperdiciado.

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YO TE COMPARO

 

Yo te comparo,

Juventud, te comparo

al arroyo que sube del naciente
en el goce de huellas que ya no son de nadie

creciendo a la extensión de estambres juveniles
y declaradas rosas de vientres de milagro.

No pude ocultarme entre tus broches

y atrás quedó
mi temperatura
entre tus manos
para traerme en grave, devastada
ceremonia, a una íntima verbena
en delgadez de olivas,

-estrato de mi tiempo más reciente-

y también te comparo

a una resurrección
de brisas atrapadas

en pozos de agua dulce
donde se lavan sales
y el sabor de lo triste y lo vacío

o al goce de savia renovada

que en dunas del tiempo

empadrona el color de sus verbenas.

Esther González Sánchez

Vigo – España

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SELECCIÓN DE TEXTOS

Por Leonardo Morgan

 

 

MICROORGANISMOS.

 

   Verónica  Beatriz Viterbo  al final de un  pasillo largo. El tiempo le había pasado  por  entrambos costados en  una doble caricia,  estaba idéntica  al primer instante en que la vio, cuando la había amado para siempre, allá por los aciagos años de la escuela secundaria.  Dios existía,  y venía  revelársele  ahora, en esta encrucijada.

Llegó hasta ella que sentada tras un mostrador, anotaba  algo en una planilla; en el bolsillo superior del guardapolvo blanco tenía  bordadas en celeste las iniciales VBV,  cuando levantó  la vista le dijo sorprendida y radiante:- ¡Uy qué hacés vos acá!

Venía a pedir turno para internarse de frente a una operación sencilla del corazón. Consiguió que los saludos derivaran en un café veloz. Le confesó que lo había tenido enamoradísimo y ella  rió sorprendida, eran tan niños entonces.

Un inmenso campo verde y húmedo  se abrió  de pronto. Todo quedaba  lanzado en suspensión hacia mediados de la semana que viene, a él lo operaban el martes, tendría unos cortos días de convalecencia,  y la cena sería, podría ser, el otro jueves, a confirmar.

Entró al quirófano bailando de felicidad, pero algo se complicó con la anestesia. Una luz  apareció en un túnel y fue flotando plácidamente hacia ella,  Jesucristo le dio una palmada de energía nueva en la espalda y todo se hizo aún más ligero: vio a amigos y seres queridos que habían abandonado la Tierra  hacía ya mucho, entre ellos perros, gatos y un canario llamado Caruso, que el nonno le había regalado cuando niño y que ahora  volaba  en espirales amarillo fosforecentes en torno a su cuerpo. Festejaban su venida. En cada instante sintió más plenas a La Luz y a la Bella Verdad. Era Bienvenido.

Una voz  lanzó un dardo:—“Verónica  Beatriz  Viterbo” y detuvo su marcha en seco. Luego la oscuridad y La Tierra.

Abrió los ojos : tenía cita con Beatriz el jueves. Dos enfermeras  y un doctor lo miraban. Por fin, dijo el doctor. Había estado unos cuantos segundos clínicamente muerto.

Verónica  Beatriz  entró apurada a la habitación todavía limpiándose la boca con una servilleta de papel, debía ser su minuto del almuerzo;-¡Qué susto que nos diste, Allan! Le dijo sonriendo. Entre sus dientes vio enredada una carlanga, un trozo de acelga negriverde,  un mensajero que le anunciaba implacablemente que, una vez más, había tomado la decisión equivocada.

 

MARE TENEBRARUM

 

Llegó al barco bajándose de otro barco, y como en los puertos no se hacen preguntas,  lo único que se sabía de él era que era koreano,  porque cuando alguien le gritaba “¡eh chino!” respondía “Korea, no China”.  Comía en un rincón, apartado del resto, y si sabía algo de castellano, no parecía interesado en ejercitarlo. Se deslizaba entre sus compañeros como las sombras por debajo de las puertas, suave e imperceptible.  Fileteaba el pescado con una velocidad que nadie había visto jamás. Parecía que nunca en la vida hubiese hecho otra cosa y que no tuviera más ambiciones que estar allí, en ese momento y haciendo eso. Sin darle aviso, 2 de los fileteros más rápidos, le jugaron una carrera, y en dos horas les sacó 3 cajones de ventaja.

Argentina y Korea del Sur se enfrentaron en un partido de fútbol en el último mundial. Durante el festejo de un gol,  uno de los marineros  lo sacudió desde atrás como si lo estuviera follando,  y gritando enajenado  “¡Korea, koreíta, te hicimos la colita!”   le mordisqueó una oreja ,  y el koreano le clavó en el cuello un tenedor que aguardaba por ahí, entre los restos de un almuerzo sin recoger.

Bajaron al marinero en Puerto Madryn. A duras penas habían coseguido pararle la hemorragia a “Mosqueta”, un personaje  jodón y bastante apreciado por sus compañeros. Esto no contribuyó a la popularidad del koreano.  La tripulación le propinó un  escarmiento. Las primeras ocurrencias fueron el colocar trozos de excremento en sus zapatos o bajo la funda de su almohada. La escalada fue continua; y sin embargo, el koreano  soportaba todo; era un buda inalterable y  fileteador de pescado.

Una  tarde en que el viento soplaba parejo, bajaron un bote a desenredar una red y un cabo se cortó y los 4 marineros cayeron al agua. Antes de pisar la cubierta, uno de ellos reparó en el koreano que estaba ayudando en el salvataje, y  bramó  “ ¡con razón, si es este chino de mierda que nos trae mala suerte!” Desde ese momento: cualquier desperfecto mecánico, cualquier contrariedad, si la pesca era escasa o el tiempo taimado, todo era culpa  del chino. Del chino maldito. Y fue que en medio de una  apasionante partida de truco, se averió un generador y todo quedó a oscuras.  La  pequeña silueta del koreano que  entraba  en el comedor, se recortó  en el marco de la puerta. Fue la gota final. Se le abalanzaron y lo golpearon,  y a la una, a las dos, y a las tres,  lo tiraron a las heladas aguas del Atlántico Sur. Si alguien no estuvo de acuerdo, acató silenciosamente el dictamen de la mayoría. Entre alaridos risueños  y escupitajos,  contemplaron complacidos cómo su pequeña cabeza que se alejaba para siempre bajo la luz de la luna plena, iba quedando bajo el nivel del mar.  Luego irrumpieron en su camarote, abriendo la puerta de una patada que hizo saltar un candadito y apilaron sobre cubierta sus escasas pertenencias. Todos rugieron de risa cuando Charly exhibía como un trofeo, un cepillo de dientes amarillo, con el que simulaba bañarse, frotándose aquí y allá. Tiraron su radio al mar, diciendo “ andate a bailar con los pescados, chino yeta”. Les daba risa que tuviera jabón o una máquina de afeitar descartable. Les daba risa que usara calzoncillos y que tuviera una media  con dos agujeros, y unos libros, una versión koreana del I-King  y una biografía de Johan Sebastian Bach. Como si el objeto de furia se encontrara allí, apalearon a una remera que el coreano usaba mucho y que tenía la inscripción “Enjoy California.” Uno a uno sus efectos personales fueron maltratados y meados,  antes de ser apilados sobre la superficie líquida, que poco tardó en tragárselo todo. Un marinero sustrajo de la vista del resto, la fotografía de una  mujer, con algunos ideogramas escritos en el reverso, algo amarillo por la  humedad del tiempo. La utilizó para inspirarse en sus masturbaciones, y en la última,  tuvo buen cuidado de acabarle sobre el rostro. Vació un vaso de ginebra y se puso a  mirarla  fijamente a los ojos a través del esperma y en su imaginación

vio una especie de medusa o monstruo marino, que le desató una risita. Después de cenar la rompió en trozos muy pequeños,  observándolos  flotar sobre las  pesadas ondas de un mar de alquitrán. “Andate con el chino, china puta!” le dijo. El humo  de su cigarrillo se confundió con el silencio melancólico de la noche. Mañana llegarían a Ushuaia, compraría unas botellas de whisky, un perfume para la gorda y la computadora que les había prometido a los pibes.  Escala en Río Gallegos, luego 3 días más pegando la vuelta…  y qué bueno, después de tanto tiempo, por fin nuevamente en el hogar.

 

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SELECCIÓN DE TEXTOS

Por Boris Gold

 

Y FUE EN EL PAÍS DE TRULALÁ

Hoy veinte de Julio del año dos mil cuatrocientos diez, será sin duda alguna una fecha que quedará grabada, en la mente de todos los habitantes del gran país de TRULALÁ.

Y no es para menos, dejaron de ser un lugar en el mapa sin tener historia, a descubrir que tenían una  digna de conocer.

Y no solamente se pueden sentir orgullosos por haber culminado con éxito este descubrimiento, sino también por la forma en que denodadamente ha trabajado el equipo de antropólogos, que solamente se han tomado un respiro al ver culminado lo que se habían propuesto.

Luego de infinidad de excavaciones fallidas y cuando la moral del equipo se encontraba bastante deprimida, fue que descubrieron esa cueva que pasaba bastante desapercibida por cierto.

En ella descubrieron lo que siempre buscaron con tanto ahínco, un sin fin de elementos que ayudarán a poner sobre el tapete, los pormenores de la trayectoria, desarrollo, decadencia y desaparición de nuestros ancestros.

Entre los objetos hallados, alfarería, ornamentos religiosos y huesos humanos el panorama a estudiar se presentaba sin problemas, lo único complicado eran las escrituras de los documentos que estaban escritos en el idioma de la época.

Pero esto no fue impedimento para que los especialistas en grafología antigua, redoblaran los esfuerzos para llegar de alguna manera, a desentrañar el contenido de dichos escritos.

Y así con paciencia y esmero sacaron a la luz la forma de vida y costumbres de la antigua TRULALÁ.

Así nos enteramos que la casta dominante de aquellos tiempos eran los KAKAKÁ, gente autoritaria acostumbrada a comprar voluntades y a no aceptar opiniones distintas a las de ellos, los seguían como grupo numeroso los ASCÓS, individuos con serios problemas estomacales, pues con solo ver a los que no pensaban como ellos vomitaban.

Esto último será  prioritariamente tema de estudio, por los científicos especializados en civilizaciones antiguas.

Los estudiosos del tema especulan con la teoría de que TRULALÁ en sus comienzos contaba con riquezas incalculables, pero cada rey que gobernaba venía con la consigna de haber tenido un contacto con DIOS y que este solucionaría cualquier problema que podía acontecerle al reino.

Así eran las cosas, el desgobierno era proverbial y si a eso le agregamos que un nuevo y numeroso grupo de gente.se había acoplado a esta suerte de ruleta rusa en que se había convertido el reino, el panorama presagiaba un porvenir complicado.

Los OKUPATEROS, así se hacían llamar, estos se dedicaban a tomar las chozas de otros y a ocuparlas, sin interesarles de quién eran, e importándoles muy poco lo que pensaran los demás.

Mientras tanto la encargada de gobernar en ese momento  era la reina PRISTINA (la elegida) y ella seguía al pié de la letra lo que su equipo de notables le indicaba, en especial la del jefe de todos ellos.

Un ex esclavo que supo a fuerzas de artimañas y mentiras envolver a todos, pero en especial  a la reina PRISTINA, dicho individuo era un personaje que por el color negro de su piel lo llamaban el MORENO.

A medida que el tiempo pasaba  y el descontento del pueblo era mayor, también el caudal de obsecuentes y alcahuetes iba en aumento, eso si, a costa de prebendas repartidas por encargados de tal fin.

Guiándose siempre por lo que pudieron descifrar en los escritos hallados, llegamos a una época oscura en la cual no hay vestigios de lo que haya pasado.

Después de este paréntesis y siguiendo el hilo de la investigación, hubo por fin entre los investigadores el momento más feliz, por las expectativas que tenían por ese tema, que era saber con certeza el triste final del reino de PRISTINA (la elegida).

Hoy se sabe a ciencia cierta que hubo una horrible epidemia, culpable al fin de ir matando a todos los habitantes del reino.

Puestos los huesos hallados en las avanzadas máquinas con que cuentan nuestras universidades y luego de someros estudios, se llego a saber con exactitud (no es tan así) lo que originó la desaparición de todo el pueblo.

Por supuesto que las discusiones fueron arduas y las controversias no faltaron, pues no se ponían de acuerdo en cuanto al origen del problema y esto ya pasó a ser un misterio.

Algunos se inclinaron a creer que fue la peste negra tan común en la época, la que se encargó de la matanza, otros opinaban que alimentos en descomposición habían originado una gran infección generalizada que se encargó del resto.

Pero lo más raro era lo que pensaba la mayoría, ellos estaban de acuerdo que el gran culpable de todo fue: UNA TREMENDA EPIDEMIA DE MENTIRAS, CAUSANTE DE LA DEGRADACIÓN DE LA MENTE Y ESPIRITU DE TODOS LOS POBLADORES, ESTO ES LO QUE MÁS SE ACERCA A LA VERDAD…PUES EL COROLARIO DE ESTA ENFERMEDAD ES POR DEMÁS CONOCIDA.

EPÍLOGO

SE COMPROBÓ FEHACIENTEMENTE QUE LAS PREBENDAS Y LA COMPRA DE VOLUNTADES, ES UN CAMINO LLENO DE BACHES, POR CONSIGUIENTE LLEGAR A UN FINAL FELIZ DE ESA MANERA….¡ES UN SUICIDIO!

***

 

Y SIEMPRE…ADELANTE

A veces viene a mi mente

Y una sonrisa me aflora,

Cuando me acuerdo de ella

Chica mal de casa bien,

Compungida me dijiste

No quiero dar el mal paso,

Me tragué todos tus sapos

Y este último…también,

Bajabas los ojos cohibida

Si yo quería besarte,

Si hablábamos de hurgar cuevitas

Eso no lo permite el Señor,

A lo sumo de la mano

Como dos buenos creyentes,

Y yo andaba más caliente

Que el verano…en Ecuador,

Me decías que las chicas

Que se precian de decentes,

No se andan manoseando

Sin pasar por el civil,

La cuestión que pasó el tiempo

Yo sin mojar la vainilla,

Dejaré de ser salame

                                                                                                       El día…del perejíl.

Ahora  nada me importa

Si la fulana es chapita,

Seguidora de rajaputra

O es adicta al bombón,

Si su peso es mas de treinta

Y tiene lo que hace falta,

Soy un indio en pie de guerra

Abrazado… a mi cañón.

Que lástima haber perdido

El tiempo con tanta milonga,

Muy lejos está el cielo

Y yo no he de llegar,

Entonces viva la joda

Con ganas y poca ropa,

Y si esa es la consigna

El piolín…quiero envasar.

Si total al otro barrio

Nos vamos cuando Dios quiere,

En bolas y sin documentos

Calladitos y sin chistar,

Por eso antes que llegue

Tiremos manteca al techo,

Apuntando hacia delante

Sin descuidar…al de atrás.

 

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POEMAS

Por Ana Romano

 

CUÑA

 

 

La matanza

coagula

El quejido

secciona

 

El soporte aflige

escarba

amputa

 

Inocula

-estéril

roto

perplejo-

 

autonomía.

 

CAUTIVO

 

Se sacude inquieto

aletea

Aun agobiado

se rebela

Mientras lo acordonan

en el intento de

aplastarlo

chilla

hiende

rasguña

Dispuesto

a salir (se)

además gime.

 

 

 

AÑORANZA

 

Asomada al recuerdo

emerge

tu

figura soberbia

autoritaria

desprotegida

En aridez

sembraste

diminutas semillas

La muñeca impávida

detecta

cómo llega la muerte

Despido

en cuanto salpica

un hálito de destellos.

 

DESCARTABLE

 

Arrastra

marginado

el cuerpo

La búsqueda

devuelve

miseria

El viento

entumece

¿Prosigue?

desnudo

Las ruedas pesan

e insiste

El hambre

traspasa su sombra

Sueña

con una frazada.

 

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*Amaba las rosas*

Desde que desperté a la vida, me fascinó ese ramillete de pétalos

conformando un pimpollo para unirse a la vida de un tallo.

A medida que se abría, su perfume embriagaba mis paredes internas.

y me encantaba ver sobre cada rosa las gotas de rocío, perlas cristalinas

que hacían de cada una de ellas una joya finísima.

Siempre había una rosa, que me invitaba a ser cortada, para regalar

a mi maestra, con un papel transparente y un moño de seda blanco

que era el toque acabado de mi presente…

Adornaron mesas, estantes, fueron detalles que llevé a casa de amigas

cuando fui de visita.

Fueron «ese» toque de estilo que mandé enviar en ocasiones «importantes»

Hoy me cubre una gramilla bien cuidada y verde…

En un precioso recipiente de cristal, nunca faltan rosas de todos colores

¡SIEMPRE FRESCAS! Pero yo…

ya no puedo oler su perfume…

*Las flores en vida, hermanos/as*

Libia Beatriz Carciofetti // Argentina

Derechos reservados Nº 452298

 

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SIMBIOSIS

Mi intimidad con la tristeza es tanta,

que sólo los colores la interpretan

que la noche y el viento no se espantan

que las ramas y el sol, también la aceptan

Esa ausencia de ruidos  que penetra

los umbríos follajes de las sombras

que detrás de los párpados inventan

siluetas imprecisas, mares, olas….

Ese dorado púrpura azulado

que juega por los techos en la noche

cuando el insomnio creador y alado

descubre entre las sombras, las razones….

destroza el arco iris y recrea

sueños disparatados de los grillos

habitantes ignotos de malezas

submundo del afán, la paz, el sino…

¡Y el silencio acaricia los oídos

y el alma queda desvaída y sola,

se pierde entre las hojas y los nidos

mientras se duermen las palomas… ¡!

Yolanda Solís Molina

 

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36º Número de la revista literaria Nevando en la Guinea

NELG Bola de Nieve

36º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA.pdf

36º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

DIGITAL MENSUAL

NEVANDO EN LA GUINEA

NºLXXX desde inicios/03-06-2013

 

EDITORIAL LXXX

La riqueza de las lenguas

 

Se presenta estos días el documental «La Fuerza de Babel», de Anna Solé Mena, una reflexión sobre los idiomas, su riqueza y los beneficios que supone su conocimiento tanto para las personas en particular como para las sociedades en general. En el mundo son muchas y muy variadas las lenguas que se hablan, y las facilidades tecnológicas y la mayor rapidez con que nos podemos mover y comunicar ha facilitado sin duda el conocimiento, el intercambio y la comprensión entre los hablantes de los diferentes idiomas.

Los movimientos migratorios, provocados en gran medida por la pobreza, la persecución y la necesidad de cambiar de región, de país, incluso de continente, poseen no obstante su lado positivo: la posibilidad de convivencia entre personas de culturas distintas y lenguas diferentes. Siempre ha habido convivencia de este tipo, pero en los últimos lustros este proceso se ha acelerado.

No siempre es, sin embargo, fácil la convivencia: hay que ponerse de acuerdo sobre muchas cuestiones de la cotidianidad. Además existe la reacción contraria, la de quienes lanzan consignas en contra de esa convivencia y rechazan al diferente. Viene de lejos. En Europa Occidental el proceso de construcción nacional conllevó la utilización de las lenguas como instrumento de homogenización. Un Estado, se pensó, es de difícil gobernanza cuando dentro de sus fronteras persisten las diferencias. La solución: un solo pueblo, una sola religión, una sola cultura, una única lengua. Fue un principio que se exportó. Por suerte, esta premisa no se logró imponer, son muy pocos los países que no contengan en sus suelos diversidad cultural y lingüística. No obstante, en muchos países la lengua sigue siendo un instrumento político, un arma arrojadiza que flaco favor hace a la cultura.

Porque es un tema que incide abiertamente en la cultura. La poesía, la narrativa, el cine o el teatro no se podrían entender sin los idiomas. Son la materia prima con que se construye la obra literaria. Por tanto, la persona que los cultive debe ser sensible a la riqueza lingüística. En este sentido, Miguel de Unamuno llegó a decir que cualquier habitante de España o de Portugal no podría ser considerado un hombre culto sin una mínima sensibilidad hacia los idiomas que se hablaban en la Península. Lo podemos extender a todo el mundo, sobre todo en un momento en que todos los idiomas parecen hablarse en todas partes.

 

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CON LAS COSAS DE COMER

NO SE JUEGA

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

CRISPADOS COMENSALES

Apartaba la grasa

del magro de mi canción,

cantó cien veces el gallo con el regusto

 de un caldo de gallina,

repitió mil veces monja

para acabar siendo jamón,

para combatir su culpa y su dolor

 se leyó el prospecto

de la tableta de aspirina,

me comió con pan y vino

y cocinó con brasas mi corazón,

 me hizo las entrañas anticucho

 que se come sin pagar propina,

 me dijo que ella siempre

o casi siempre nombró

al pan pan, y al vino vino,

   siempre ha sido mujer de tradición

y que eso del vermut

es mera pamplina, de tapeo

 destapan en terrazas la traición,

 lo único que ocurre

es que mi afición

 no me da para pitanzas

 en carne viva,

 si confundes un soneto

 con una canción

 confundirás al semen con la leche,

 y al caldo de cultivo

con el esputo de mi saliva.

 Si confundes mi mirada

 con la lata y el tambor

confundirás también mi erre que erre

 con mi bocanada,

 o al sufrimiento del marisco

 cuando lo guisan en vida.

 

***

 

NO SOY CARNE DE AUTODEFINIDO

 

Cuando comprendas mi dolor

mi lucidez no será ni azar, ni naipe, ni lotería,

Cuando comprendas mi dolor

la noche opaca será mi luz de travesía,

Cuando comprendas mi dolor

diré a mi sensatez quién no me fía,

Cuando comprendas mi temor

la mentira herida de verdad se vestiría,

Cuando comprendas mi temor

no tendrá más miedo esa tarde tan fría,

Cuando comprendas mi temor

las cosas simples no serán monotonía,

Cuando comprendas mi corazón

florecerá como amanece seguro el día,

Cuando comprendas mi corazón

no habrá rabias que aten a tu alegría,

Cuando comprendas mi corazón

no caeré en marañas de melancolía,

Cuando comprendas esta canción

de tal guerra ciega brotará la melodía

que hace al hombre de noble corazón

vestigio de sueño de justicia y calma mía,

Cuando comprendas mi tardía razón

comprenderás que en el amor la culpa

nunca ha sido mía ni tampoco suya,

la culpa la tiene siempre la sinrazón

que de desgaste hinca rastro de hipocresía,

por que crees que no duele la ficción

y crees que el dolor rezuma solo de poesía.

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Los poetas y los músicos se parecen

 

−Los poetas y los músicos se parecen.

Le miramos a la espera de que continuara su inevitable disertación con que a todas luces nos iba regalar un buen rato de pedante aburrimiento. Pero se mantuvo curiosamente callado. Por una vez no iba a sermonearnos con unas de sus largas peroratas eruditas, académicas y siempre tan ilustradas, como nos tenía acostumbrado, y que a mí, como a muchos otros, me resultaban plomizas, sobre todo porque estaban fuera de lugar. Por qué lo has traído, le había preguntado una hora antes a Raquel cuando los vi aparecer por la puerta, aunque la respuesta era previsible, no pude evitarlo, me dijo, al fin y al cabo es mi director de tesis. Y un pesado, pensé. Me insistió además, añadió segundos después, no sin aparente y compungida resignación, aunque su pretendida justificación no me resultaba muy creíble.

−¿En qué se parecen? –preguntó alguien. No puedo precisar quién. Las miradas seguían fijas en el profesor. Tuve para mí las respuestas posibles: las matemáticas, el pensamiento abstracto o la capacidad para distanciarse de lo físico. Por el contrario, se mantuvo callado, sumido en sus propios pensamientos. Le hice un gesto a Raquel que entendió de inmediato: qué le pasa. Ella me respondió levantando los hombros y las manos: no lo sé.

De repente se levantó y nos anunció su partida. Me tengo que marchar, afirmó sin más. Recogió su abrigo que había dejado en una de las habitaciones cercanas y se fue. Nadie lo intentó evitar ni dijo nada para que reconsiderara su decisión. En el fondo, a nadie le caía demasiado bien: el profesor Brauliensa, hasta el apellido pecaba de engreimiento, era uno de esos tipos que todos invitaban más bien por interés. No es que cayera mal, pero resultaba pedante y en ocasiones, no pocas, cargante con su tendencia a poner en todo momento los puntos sobre las íes y decir siempre la última palabra. Por otro lado, no es que se tratara de uno de esos eruditos a la violeta, nada más lejos, ni tampoco era uno de esos ignorantes con pretensiones siempre tan en boga en los círculos culturales. Realmente sabía de lo que hablaba, era leído, preciso y agudo, lo reconocíamos todos, pero algo había en él que nos echaba para atrás. Y algunos respiramos tranquilos al verlo abandonar aquella velada.

Al día siguiente Raquel me llamó temprano con la voz temblorosa. Qué ha pasado, le pregunté asustado. La noticia me dejó pálido: el profesor Brauliensa, titubeó apenas unos segundos, lo han encontrado muerto. El ruido de la lluvia al golpear la ventana de mi cuarto se hizo de pronto más patente.

−¿Muerto?

−Asesinado.

Salté de la cama de un salto para recibir la resumida información que me transmitía Raquel. Lo habían hallado cerca de su casa con tres disparos. Alguien le esperaba, me dijo. De inmediato, a tenor de las últimas palabras el día anterior en la fiesta, pensé en un poeta o en un músico. No puedo hablar de los músicos, pero de los poetas sí, son seres rencorosos y vengativos, lo sé por experiencia: ser hijo de poeta laureado me convierte en un experto en semejante fauna humana. No es momento para bromear, me advirtió Raquel, a quien debí de repetir en voz alta lo que acababa de pensar sobre los poetas. Además me he quedado sin director de tesis, añadió con voz amarga. Casi me emocionó su repentina y profunda sensibilidad humana, algo que se le había pegado a todas luces de él.

Me preparé lo más rápido posible y me fui al café Atlántico, lugar de encuentro universitario y cenáculo imprescindible para conocer los entresijos de la institución. Ni que decir tiene que no se hablaba de otra cosa. A tenor de los comentarios, no ambicionaba ya nada más allá del puesto que ocupaba. Tampoco tenía enemigos, siempre se había concentrado en sus temas y no destacó por ser ni un arribista ni un competidor desleal. Raquel llegó al poco tiempo y me comentó que la noticia había impresionado a todo el departamento de literatura comparada. Debió de leerme el pensamiento cuando comentó que tampoco había motivos para asesinarlo. Me anunció que debíamos pasar por comisaría, había una lista de personas a quienes querían entrevistar, nadie es sospechoso, me anunció que le comentó el policía con quien habló, es un mero trámite.

Fuimos por la tarde. Nos recibió un comisario, Iñigo Murgaín, un hombre mayor de aspecto triste y formal. Cuando me presenté en su despacho y le dije mi nombre se me quedó mirando con curiosidad.

−Es familiar del poeta –me preguntó.

−Soy su hijo –respondí.

−Lo admiro mucho –me comentó−, he leído toda su obra.

Evité sonreír: la figura de un policía con aficiones poéticas se me aparecía no sólo como algo singular, sino un tanto ridícula, sobre todo cuando se trataba de un policía que, por edad, había vivido buena parte de la dictadura. Él interpretó de otra forma ese silencio mío.

−No debe de ser fácil ser su hijo.

Las preguntas que me formuló luego me resultaron vagas, buscaban hallar un motivo más que a un autor del crimen. Cuando terminó de interrogarme quise saber si sabían algo. Me contestó que no, que todas las hipótesis estaban abiertas, que descartaban un atraco formal, los atracadores de esta ciudad no suelen ir armados, me aclaró, pero que no por ello sospechaban de mí ni de nadie de los asistentes a la fiesta del día anterior. Ni siquiera me había planteado ser sospechoso, por lo que aquel comentario me resultaba inútil.

Esperé a Raquel en un bar frente a la comisaría. Bajó sonriendo vagamente. Qué ha pasado, le pregunté, has estado de copas con el comisario. Me salió no poca socarronería. Me miró con cierto reproche, ese humor tuyo es absurdo, pareció indicarme. No, replicó, me ha estado sobre todo aconsejándome sobre mi tesis y me ha indicado cosas muy interesantes. Aquel comisario con inquietudes intelectuales y criterio atinado en temas de teoría literaria comenzaba a sorprenderme bastante. Sospeché, por otro lado, que aquel asesinato no acabaría resuelto, que en el fondo la muerte de Brauliensa no le interesaba en verdad a nadie. A nosotros en absoluto. Al parecer, ni siquiera al inspector que lo investigaba.

Sin embargo, nos equivocamos: aquel policía de aspecto triste y aficiones poéticas dio con el asesino que resultó ser un desconocido. No había mucha enjundia en el tema: se cruzó con la persona equivocada en el lugar equivocado y perdió la vida. Me lo contó el propio Murgaín unos días después al encontrármelo en un café. Le recordé sin embargo la actitud  del finado durante la fiesta, ese repentino silencio y su marcha misteriosa. Murgaín mostró no poca apatía.

−Puede que vaticinara su muerte –afirmó indiferente.

−Pero no tiene sentido –no pude evitar comentarle.

−La vida misma –me respondió.

Juan A. Herrero Díez

 

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UN POEMITA DE AMOR

Por Rachid Boussad

 

Nuestro amor

A Majda Meskrot

 

Nuestro amor

Nació en febrero

Del ósculo aquél.

¡Febrero, febrero!

Mes del (des) amor,

Se va y se viene…

Mas nuestro amor,

(Mi  flor inmarcesible)

Que se fue

Ya (no) volverá

Otra vez.

 

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por Gonzalo Salesky

 

DESPEDIDA

 

Apagarás la luz para no verme

y soltarás mi mano en la tormenta.

¿Seguirás creyendo en fantasías?

¿Sabrás por fin que aquí no queda nada?

Nunca entendiste de qué trató mi vida,

fuiste el espejo mudo de mis sábanas.

Despediré tu llanto con sonrisas.

Tu furia y el hielo, con mi espalda.

No alcanzarás a volar, nunca tan alto;

despediré, sonriendo, tu nostalgia.

TE ESPERO

 

Condenaste al viento a ser discreto,

terminaste de abrir mis fantasías.

Te acercaste a mí desde el silencio

y allí me quedo,

en vos,

con tu distancia.

Más allá del cielo no hay matices,

tu voz me espera.

Y yo también te espero.

VIEJOS AUGURIOS

Será mi arma secreta tu pasado,

el futuro dejará mis deseos

al margen de tus ojos. Tengo miedo

de ser lo que no soy, de estar nublado.

Tengo miedo de la llovizna eterna,

de escuchar sólo viejos augurios

y ver, de nuevo, pájaros al ocaso.

AL VACÍO

 

Arrojando piedras al vacío,

supurando heridas que no abren,

seguiré al acecho.

El viento y tu marea dan alas al misterio.

Soñando con quimeras,

temblando como la madrugada

adivino tu sombra en mi silueta.

LEJOS DEL RÍO

Sin vos, seré un cristal que no se rompe

sólo con el sonido de tu beso,

sólo con la ofrenda de tu pulso.

Tendré un manojo vacío de ansiedad,

un rostro oculto,

una fina madeja.

Un lápiz invisible y el adiós

a todo lo perdido en el camino.

Otros eligen irse, yo prefiero

ahogarme de pie,

sufrir sediento,

buscar el Edén lejos del río.

A VECES

A veces dudas

si es mejor volar de pie que soñar bajo,

si es fugaz lo que no abruma y te libera,

si quedará entre líneas el dolor.

A veces crees

que nada será fácil en la hoguera.

Que pronto he de partir hacia otros mares,

que es tarde para ver la luz del sol.

A veces,

a veces sé que sueñas

que todo lo anhelado deja huella

y que soy tu camino, nada más.

TIMÓN

 

Sin paz navego

por tu valle de lágrimas

apelando a tu lástima.

Temor ausente,

vidas a oscuras,

nuestros sueños perdidos…

Indeciso timón,

sólo viendo tu faro estaré alerta.

Paso a paso,

sin brújula,

me pierdo ante las cruces del espejo.

HACE FRÍO

Hace mucho no siento como antes,

hace frío y aquí sigo, despierto.

Hace falta que brille y no me oculte,

hace poco que escribo mi silencio.

Hace tiempo que vivo sumergido

en tu recuerdo que hace olvidar mis sueños.

SOY

 

Soy un pasajero del fracaso,

un príncipe de espejos, una daga.

Un soñador de rubíes,

la hoz sin el martillo,

las voces en la entrada.

Las tribus, conquistadas y libres,

el eco de todo lo perdido.

Todo aparece, sin más,

frente al espanto

de volver a vivir esta miseria.

Las lámparas se rompen,

la imagen repetida del escándalo

me hace temblar en la cruz.

Quizá perdiendo de una vez

entenderé de qué va esto;

sabré que la mentira

no es la verdad a medias

y que tu vida

es sólo lo que muestras.

NO CUENTES

No cuentes con el cielo o el infierno,

no cuentes con el sol ni con la noche.

Espera que decante lo profano,

que desfilen los cadáveres ajenos.

No cuentes conmigo o con la voz

que ahora calló, junto con el verano.

FUGAZ

Los molinos de viento me arrebatan

la cordura y el sol de nuestras tardes.

Tendré mis párpados listos, mi telar

y aquel naufragio, fugaz, sólo en tu orilla.

Hace tiempo que espero estar de paso,

sentir la voz de Dios, ver la neblina.

Jugar con las palabras de tu sombra,

ser el verano y la escarcha, tu secreto.

En mi espejo deliro y te imagino

bebiendo y soñando mi dolor.

Tendré mis sueños preparados y el sonido

de aquel naufragio, fugaz, sólo en tu orilla.

PUÑAL

Soltó el puñal

y vio que la madera

convertía en cruces la nostalgia.

Su piel y su cordura fueron lejos,

testigos de la fe en lo que no existe.

Dejó de ver por él y por los otros,

soñó que todo se alejaba.

Tomó el puñal, herido en llanto,

siguió el camino

hacia el vacío, rumbo a la indiferencia.

DE VUELTA

 

Soy eterno al escribirle a tus raíces,

soy la verdad que impone tu certeza.

Soy el futuro en tu voz, soy el pasado

aferrándose a lo poco que le queda.

Volví, después de muchos pasos,

a volar con pena y sin la gloria.

Nunca pensé, tan pronto,

estar de vuelta.

FANTASMA EN EL DESIERTO

Veré volar la luna en tu prisión

y alada, tu sonrisa,

hará mis pasos vanos.

Como un fantasma en el desierto,

como una especie extinguida,

me defiendo de toda la nostalgia.

Con esta piel, ajada,

que deja tu verano y el dolor

de ser un poco menos, cada día.

LUNA NUEVA

 

En mi dilema, ausente,

el tiempo vuela,

no me espera.

Ya no sangra.

Vuelven a gritos la cordura,

los pedazos rotos del espejo,

la luna nueva.

Suelto,

suelto tu sueño,

suelto mis sueños a la par de tus pecados.

Pero no quiero ser yo ni ser la sombra

de todo lo que alguna vez fue amor.

ME DUELE

 

Prefiero saber que nada cambia

con el paso del tiempo. Nada

me ayuda a superar

esa vereda oculta,

lo que no puedo cruzar sin hacer daño.

Me gusta,

me importa cada vez más el vacío.

Me duele la poesía, me puede…

me puede tu perfume, como a todos.

Me escucha tu silencio y tu espejismo

me hace ser hijo, uno más,

de la nostalgia.

DE MIS PECADOS

El cielo plomizo

le agrega a tus párpados

una gran certeza:

lloverán tus lágrimas

antes que el invierno.

Antes que el camino

silbe, por lo bajo,

otra gran derrota

te irás muy lejos de mí,

de mis pecados.

LO QUE FUI

 

Declaro mi inocencia y, derrotado,

me siento a contemplar lo que perdimos.

Trato de ser mejor, pero no alcanzo

a ver ni la mitad de lo que fui.

La fe ya no me sirve y la esperanza

invita a despojar tus cicatrices

de mí. Pero siguen ardiendo,

repiten que la vida no nos habla.

Sólo promete, a través del olvido.

LO QUE NO FUI

 

Soy sólo un cuerpo sin tumba,

un desaparecido.

Pregunta sin respuesta,

plegaria sin Dios,

nunca más, silente,

en nuestro limbo.

Quizá una escuela vacía de gigantes,

un libro sin poemas.

Soy cada vez menos,

soy lo que no fui;

cicatrices, nada más,

tal vez desierto.

Sólo un espejo en la cubierta

luchando contra el mar, que igual refleja.

ELLA

A través del cielo,

de la tierra,

de sus ojos mudos,

ve pasar la historia.

Hombres y mujeres

que soñaron su corazón herido

la imitan,

la llaman,

quieren ser como ella.

Quieren saber qué duele cuando calla,

qué falta cuando sobra,

qué importa… cuando nada más importa.

LO QUE SOY

 

Quiero volar al fondo del abismo

y sin salir de allí, ver tu mirada.

El brillo efímero del sol,

el sueño amargo

de cada héroe olvidado,

de próceres tardíos.

De voces que lamerán tu herida.

Del placer,

del miedo,

de mis celos.

De la plegaria a oscuras.

Ahora soy lo que ves,

soy lo que sueño.

No lo que doy,

no soy tu ángel

ni un ave de rapiña.

Tu espíritu y mi cruz,

soy tu condena,

soy todo lo que alguna vez perdí.

MI ALMA NO

 

Vives a oscuras,

duermes en luces,

cosechas entre nubes de plomo.

Con tu carne, vacía de mis sábanas.

Con tu gemido y el silencio.

Mi silencio.

Cruzaste tinieblas, tempestades

y tus sueños te muestran lo pendiente.

Todo lo fugaz, aquello efímero

que siempre se escapa de las manos.

A la luz de otra luna te despiertas,

te sabes muerta desde siempre

y en cada siglo del tiempo,

sabrás que mi alma no te escucha.

VERSUS

 

Como un cretino del tiempo

desgajo citas, recortes, palabras

que me alejan del viento

y me invitan a volar, muy lejos tuyo.

Sé que no puedo atentar contra la vida

porque no es cierto,

no es cierta la locura.

La impotencia gana,

aún me destruye.

Imita sombras que no fueron condena.

Pero declaro mi inocencia

y por adelantado,

me encierro a cobijar tu sacrificio.

NO NAUFRAGIOS

¿Serán islas o montañas?

¿Deseos o mentiras?

¿Tu piel o mi fracaso?

¿Mi espada o tu condena?

Somos barcos, no naufragios,

vagando en cicatrices, en nostalgia.

En mares de mentiras, navegantes

del sol,

de nuestro ayer,

de aquel pasado,

que nunca más será lo que no fuimos.

ADÓNDE VAN

 

¿Adónde van los sueños cuando mueren?

¿Adónde va tu voz cuando se calla?

¿Adónde esconderás este secreto?

¿Adónde estás? ¿Por qué sigues dormida?

¿Por qué tu piel oculta mi fracaso?

Quizá el dolor tenga algo de nosotros.

Tiempos y noches atrás, en la fatiga,

supe que la condena estaba cerca.

SERÁS

 

Serás la fantasía del perverso.

Un vientre inútil,

tu sueño en el ocaso.

El viento sin motivos. Dejaré,

te dejaré correr a la deriva

sin miedo a tu rostro enamorado.

Siempre supe que el tiempo es buen aliado

para saber la verdad. Entendí todo,

al fin, que nada queda.

Y en la distancia

se comprende el dolor.

NO ESPERES

 

No esperes acallar aquellas voces

en otro idioma. No esperes a la luna

en tu guarida, no creas que el dolor

fue vano, si alguna vez fue vano.

No cuentes con el sol y con la luna,

no hay nada más allá del horizonte.

No esperes acallar aquellas voces

que gritarán mi nombre dentro tuyo.

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EL MARAVILLOSO SONETISTA

Rodolfo Leiro

 

EN EL ANDÉN

 

Pasajero de una vida depreciada,

caminante de un fracaso que me hiere,

traficante de un destino, donde muere

la utopía que acopió cada alborada,

hoy  estoy en el andén, póstuma grada,

con la mano que tendí como si fuere

un corazón gigante que te quiere

a pesar del olvido que me enfada;

la eternidad me aguarda, cincelada,

quizás como una Luna enajenada

absorta por el canto en que fue mía,

sedienta en el feudal de mi sentido..

Quizás pondrá en su brillo mi latido.

¡Seré un verso rotando por la Nada!

Construido a las 10,48 del

11 de julio de 2012 para mi

Libro “Hebras de plata”

***

 

CATACLISMOS

 

 Si es verdad que los grandes cataclismos

despiertan los eméritos talentos,

me sumo a las vorágines de vientos,

abrevo en la impiedad de los abismos;

me trepo a la violencia de los sismos,

explosiono en los lampos de tormentos,

me giro en el turbión de los lamentos

para encallar mi tesis en los  istmos.

En el propio estupor de las procelas

extiendo en papirolas de gacelas

este parco cerebro que retoña

la vasta sensación de verme necio.

¡Es que quiero evadirme del desprecio!

¡Y ofrecerte talento en mi borgoña!

Construido a las 14,12 del

23 de abril de 2013 para mi libro

“Colisiones asonantes”

 

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EL GRAN BORIS GOLD

 

“CRUEL REALIDAD”

Cuantos sueños rotos

Y frustradas utopías,

Fantasías que no fueron

Pues hay otra realidad,

                                                                                                  Yo creía que este mundo

Se regía con justicia,

Hoy veo con mucha pena

Que nada de eso…es verdad.

Donde están los ideales

Que portaban hombres justos,

Se los llevó la corriente

Para no volver jamás,

Tengo un cofre de recuerdos

Con momentos más felices,

Ahora se va muy ligero

Si no te pisa…el de atrás.

Observo con mucha pena

Que el esfuerzo realizado,

Por convertirme en un hombre

Con criterio y convicción,

No me sirvieron de nada

Pues  han cambiado las reglas,

Y la moral anda ausente

En un tiempo…de ficción.

Pero todo no fue solo

Un compendio de fracasos,

Mis ojos han visto cosas

Muy dignas de atesorar,

Muchos también se jugaron

Por principios altruistas,

Y hubo mujeres en serio

Que me enseñaron…a amar.

Con el dolor reflejado

En mi rostro ya cansado,

Vi arrasar bosques enteros

Tras de la vil inversión,

El dinero es el supremo

Ya no hay tabla de valores,

El futuro pinta negro,

Pues va perdiendo…el color.

Hay momentos en que pienso

Que en medio de este chiquero,

Dios cansado de nosotros

No quiere más renegar,

Los de arriba a este paso

Nos arrearán como cerdos,

Por eso es que en un poema

Quiero hasta el cielo…volar.

Boris Gold

*****

LEJOS EN EL TIEMPO

Que te pasa Buenos Aires

Te veo triste y caída,

Ya no titilan tus luces

Y los bohemios no están,

Ni tampoco las tertulias

En los bares señoriales,

Y los poetas ausentes

En que nube…andarán.

Ya no hay buzones rojos

Ni tampoco compadritos,

Al chocolate con churros

Se lo tragó el pernod,

Los dueños de las esquinas

Son travestis o prostitutas,

Y las arterias transitadas

Por cartoneros…que horror.

Ya no hay barrios que cobijen

Como madres amorosas,

A los viejos habitantes

Que en ellos solían vivir,

ya nadie hoy se conoce

La gente ausente de todo,

Y hasta el botón de la esquina

Sumiso…se fue a dormir.

Si parece que el destino

Se puso de acuerdo en afearla,

Llenándola de adefesios

Apostando a la inversión,

Le llaman departamentos

A conejeras con techo,

En este estado Buenos Aires

Ha perdido…el corazón.

Es un cuadro surrealista

De una ciudad ya vencida,

Por culpa de la desidia

No tiene luz ni color,

La capital orgullosa

La que otrora fue una reina,

Hoy muestra solo retazos

De un pasado…esplendor.

Quién pudiera ver de nuevo

Caminando por Corrientes,

A dos glorias del pasado

Homero Manzi y Tuñón,

Hablarían del orgullo

De sentirse bien porteños,

Pero esto es solo un sueño

Que se fue…tras un adiós.

Boris Gold

                                                                             www.wix.com/borisgold33/bgold

 

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POEMA

Por Libia Beatriz Carciofetti

 

ME PREGUNTO ¿QUÉ HICIERON?

El arpegio del arpa

que cabalga en el viento

con cuerdas tensadas

aferradas al tiempo.

Música lastimera

 que en mi halla eco.

Camino sin creer

prefiriendo ser ciego.

Lo que hasta ayer fue un bosque

hoy es un desierto.

Talaron los montes

y las aves huyeron

se quedaron sin nidos

donde empollar

sus hijuelos.

Hombres sin escrúpulos

dinamitaron el suelo

en arranques de ira

almacenado en el pecho.

El río no canta

impera el silencio

mientas gotas de lluvia

está llorando el cielo.

Son lágrimas divinas

y mucho desconsuelo

por convertir un paraíso

en un campo desértico.

Y dentro mío pregunto.

¿Qué hicieron los hombres?

¡Creyéndose dueños!

Mientras a mi paso

solo encuentro leños

heno y hojarasca…

que hará volar el viento.

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Nueve poemas de Rolando Revagliatti de la colección “Sopita”

 

 

Fantasmas

 

 

La infancia con canteros

los años

apretados en la corteza

 

Yo aprendo

con los fantasmas solariegos

a leer los avisos de los diarios

como el mejor speaker

 

Eros en papillas, mami

clavado a la cuchara

¡cuándo no!

 

Escribo con tiza

mi nombre únicamente

con qué otra cosa que no tiza

 

Quedó quizá en la carbonera del fondo mi triciclo

cerca de las hormigas y la menta

próximo a un caracol maravilloso.

 

**

 

¿Qué, como la…?

 

 

¿Qué, como la entrega?

¿Qué hay?

Donde la entrega, ¿qué?

 

Como mi hija

al sueño.

 

**

 

 

Acaso un poemita doméstico que se llama Pupé (solamente)

 

 

Acaso te llamaras solamente Pupé

acaso antes de que la empleada de la veterinaria de la calle Bacacay

te llamara Pupé

te llamabas Pupé

 

Acaso antes de que el veterinario que había asistido a Boni

cuando Boni se enfermó y luego falleció

te recogiera y vacunara y al tiempo nos tentara

con tu incorporación de gatita de un año a nuestra familia

y nos revelara cómo te llamabas

 

te llamabas así solamente:

Pupé.

 

**

 

Horripilante

 

 

¡Horripilante!

la caída de mis cabellos

de ángel

las palabrejas que no armé

con las letras de un paquete

de fideos

y a lo que no me atreví

con municiones

 

Me han seducido con crema de arvejas

parientes

cercanísimos.

 

**

 

He sido el ancla

 

 

He sido el ancla de mi mamá

y el “no se puede seguir en lo que estábamos”

de mi papá

 

Él, en parte, pudo

seguir en lo que estaba.

 

**

 

Marina Mercante

 

 

En mi uniforme inmaculado y mi gorra

sobriamente sonriendo y entrecano

a mi paso hubieran comentado sobre mi gallardía

mi prestancia ínsita y mi don de gentes

 

Sereno lobo de mar

con muchos amores y ninguno

 

De haber yo acatado

ese romántico designio

 

materno.

 

**

 

Mi gata actual

 

 

Mi gata actual duda demasiado

¡Vieran cómo duda mi gata!

No dudo de que dude

Hesita, a veces

inexpresivamente

Yo me muestro expresivo

a veces

cuando ella duda.

 

**

 

Sopita

 

 

Vos

crema de garbanzos

no sos

sopita

y sos mi sopa

preferida

 

Así es la vida

incluso la mía

(espesa)

aunque es también

—oh, resonancias

fulgores

distorsiones—

 

sopita.

 

**

 

 

Cansados

 

 

Los huesos están cansados

No hay modo de no estar cansados

aunque haya descanso

 

Los huesos están exhaustos

Por eso no hay modo de no

estar cansados

aunque haya descanso

 

Los huesos, además, están hartos

de soportarnos, de tolerarnos

nos odien

o nos amen

 

Los huesos nos expulsan

suplican que los dejemos ir

 

Detestan que los retengamos

que los exijamos todavía

 

“¡No es humano!”, chillan.

 

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DOS RELATOS BREVES

Por Leonardo Morgan

 

PENELOPE  y EL LADRÓN

 

El gordinflón calvo y grasiento, con las orejas peludas salidas hacia fuera y mostachos como un cepillo, se le apareció como un ángel, cuando, interrumpiéndole la lectura del periódico le dijo:-Disculpe caballero, usted le permitiría a esta chica compartir su mesa? Hoy estamos desbordaos y…

Primero dijo que sí, luego la vio. No era rubia sino dorada.

Le sonrió, se sonrieron. Fulmíneamente  se gustaron, como sí de toda la vida, eran criaturas que provenían del mismo planeta, o  al menos de unos muy cercanos. Congeniaban. Esto es un encuentro astral, acordaron, y antes de que llegara el almuerzo, que tardó bastante más  que de costumbre, ya se estaban besando.

Ella pagó una cuenta, bastante fuerte. “Será un buen recuerdo” dijo riendo, asentando que  ahora todo era de ambos.

Se llevaron una botella de vino blanco helado y bajaron a la playa. La bebieron del pico, prolongando los besos sobre el vidrio. Se bañaron juntos besándose entre las olas, riendo y gritando. Se estiraron bajo el sol tomados de la mano. Haciendo planes, hablando con los ojos cerrados, con los ojos abiertos, o simplemente con los ojos y rebesándose, de tanto en tanto. Ella le dijo, vamos al mar . Pero prefirió quedarse, adormilado de júbilo, entre conjeturas y congratulaciones  por su buena suerte. Se incorporó, encendió un cigarrillo. Ya la estaba extrañando. Siguió arrullándose entre pensamientos felices y al cuarto cigarrillo, apenas encendido entre los dedos, fue a buscarla. Pero había tanta gente bañándose que era imposible distinguir una cabeza de alfiler de otra. Volvió a recostarse sobre su lona. Se adormilaría hasta que lo despertara su hermosa voz cálida y grave o el contacto con su cuerpo helado y húmedo. Sobresaltado despertó. La lona a franjas blancas y rojas allí, conservaba aún la huella de su cuerpo, y resaltaba su ausencia. Fue hasta  la orilla y la llamó varias veces por su nombre. La gente ya  lo miraba de manera extraña. Volvió hacia las lonas y fumó otros tantos cigarrillos. Ya el sol se iba retirando y la gente  de la playa con él.

Vio su bolsito de cuero con alivio. Volvería a  buscar sus cosas . Tenía que volver a buscar sus cosas. Más por aburrimiento que  desesperación,  lo vació. Tres caramelos de menthol en un paquete algo machacado. Dos aspirinas, un paquete de toallitas higiénicas,  un collarcito de bisutería, un espejito y un lápiz labial de color extraño,  un monedero con 5 pesos y monedas, tickets arrugados de compras ocasionales y medio  paquete de cigarrillos. “voy a dejar de fumar ya!” había dicho. Metió todo  de vuelta. Sentía rencor  y desprecio  por  esos objetos triviales e impotentes para  reclamar el regreso a nadie. Pero en cualquier momento la vería , y entonces esos instantes inciertos  serían unas pizquitas de pimienta verde sobre la felicidad que, abriendo de par en par sus alas, los llamaba para reunirlos en un abrazo eterno. Hasta entonces no se había dado cuenta de la oscuridad que lo rodeaba. Volver a verla, como a la luna, como al mismísimo sol, como a la contraparte arrancada de sí mismo. Ya bajaban las gaviotas a comer algunos de los restos que los turistas sucios depositaban en la arena. Y ahora estaba solo, mirando al mar, con el bolsito de ella en la mano y la lona de colores cayendo a un lado de su antebrazo. Fumó  uno de sus cigarrillos, como quien comete una profanación y al mismo tiempo conjurando un sortilegio, 9 cigarrillos quedaban, y 9 días también.

Repitió religiosamente el restaurant, veía a ese gnomo feo de camarero y sabía que era inútil preguntarle. Pero un día.-No, signore, no la he visto. Era evidente que entre tanta gente no la recordaba, a pesar de su precisa descripción  física y de situación.

En la playa no se bañaba, no se le ocurría; se quedaba mirando al mar y algo más allá del mar, esperando verla aparecer. Lo miraba con rabia y resentimiento, como si éste le hubiese arrebatado algo.

Al noveno  día, último de sus vacaciones,  ya de noche, apenas luego del último cigarrillo, dejó caer el bolsito  y la lona de colores y sintió como un desprendérsele  de algo muy pesado.

Sus pies descalzos imprimieron huellas profundas sobre la arena pesada; un caminar sin tiempo por la superficie de la luna. Por fin  llegó  al hotel en donde desde hacía poco  más de una hora lo aguardaba el autobús con todos los pasajeros abordo, malhumorados e impacientes.

 

EL ASCENSO

 

La  enfermera se acercó sigilosa al joven que desde hacía un rato se hallaba inclinado sobre la hierba . –Hola, Fritz, le dijo, qué miras con tanta atención?

-Ah, he hecho un descubrimiento muy importante, dijo el joven volviéndose y con  un hilo de baba deslizándosele por el mentón,  esto va a revolucionar la idea que tenemos de todas  las cosas; tengo que hablar con el director, cada hebra de pasto tiene un nombre y esta pequeñita de aquí no estaba tan grande ayer y por eso sus amigas la están aplaudiendo, porque son sus amigas. Es una fiesta de bautismo, y las hormigas vienen de todas partes, usted está bautizada señorita Agnes?

-No.

-Ah, menos mal.

-Por  qué?

-Porque el agua del bautismo nos quita la película de protección,  y entonces  se filtran las radiaciones de la Nasa. y  desde allí transmiten los judíos,  infectándole la cabeza a todo el mundo con sus porquerías de puercos. De cada prepucio cortado hacen  unos pajarracos horribles y los lanzan contra  la gente normal para comerles el alma….

– No empieces otra vez con eso, que después hay que inyectarte para que  te duermas y no te gusta; toma la  medicación, le dijo la enfermera.

– Señorita Agnes, dijo el joven depositando el vaso de plástico sobre la bandeja,  cuando todo esto termine, todas las  hebras de pasto tendrán un  nombre y los caballos no se muevan como los perros….. usted y yo podríamos ir a una cafetería , no ésta fea del hospital, sino una cafetería linda con manteles rojos a cuadros, a comer un struddel ….

-Claro que sí! dijo la enfermera, mirándole fijamente y por un instante a  unos ojos celestes acuosos y  vacíos. Apartó la vista,  era como asomarse al umbral  mismo de la locura.

-Señorita Agnes ,  tiene unos ojos muy lindos, me gusta mirarlos.

La enfermera se alejó  sintiendo fuertes ganas de llorar, un muchacho tan joven , tan buen mozo; se cruzó con el doctor Leiber y le comentó que Fritz le partía el corazón, y éste le aconsejó que tratara de no involucrarse con los pacientes con cuadros psicóticos irreversibles. No me involucro, respondió ella, en guardia, asumiendo una actitud profesional, pero a veces cierto contacto es inevitable. Me pregunto qué shock tan doloroso habrá recibido, para terminar así, pobrecito.

-Vaya a saber, respondió el doctor Leiber, a veces tengo la sensación que la estructura mental de cada uno de nosotros tiene la fragilidad  de una partida de ajedrez, todo está bajo control pero de pronto damos un paso en falso y nuestros planes y proyectos y emociones  se  derrumban como una estantería llena de botellas,  vasos y tazas de café. Venga, le invito uno.

 

La cerveza a hectolitros enfriándose en la nevera y el fuego crepitando para las salchichas y las hamburguesas, ascendido a comandante de grupo, nada menos. Teléfono. Karl había conseguido las pastillas y su hermana Erna vendría con algunas amigas; era bueno que hubiera mujeres en una fiesta; todo marchaba hacia el centro de la felicidad, las cosas no podían ir mejor. Para estrenar su graduación y lucir  su cruz gamada, ya de madrugada y de postre, irían a darles lo suyo a unos inmigrantes turcos que había detectado durmiendo bajo el puente de alexanderplatz.

Los invitados llegaban. La cerveza. Las hamburguesas. La mostaza, las chicas .Las pastillas. La cerveza. Las salchichas, la mayonesa y el ketchup. Los camaradas. El ascenso. Los planes. El vodka. Risas y gritos y colegas llamándolo para que vea algo y allí en el centro del jardín “Goebbels” su rod wailer  con las orejas gachas, recibía los ímpetus amorosos de un perro achaparrado manchado de negro y marrón y  de largo hocico del que colgaban unas estalactitas de baba. En el centro, miraba la escena y la escena lo miraba,  pero su cerebro no llegaba a decodificarla y recién, cuando Franz gritó : -“¡¡¡Esto lo aprendió de su dueño AHAHAHAHAHAHAHAHAJJJJJJJJ  es él quien se lo enseñó!!!! ¡Todo el mundo sabe que los perros imitan a los amos!  ¡AAAAAAAHHHHHHHHJJJJJJJJAAAAAAA!

¡Si hasta se lo deben hacer entre ellos, -bramó, escupiendo cerveza de la risa y atragantándose-  cambiando los turnos AAAAAJJJJJJJJJJJJJJJJJhhhh!” y  todos aullaron festejando la seguidilla de ocurrencias, cayó en cuenta de la situación. –Le enseñó a chupársela untándose leberwurst en pollaaaaaaaaaaaaaaa , escuchó desde su habitación que gritaba Otto, mientras revolvía  todo, frenético, hasta que halló  el bate de baseball y regresó al jardín, le dio un patadón al perro achaparrado que continuaba afanándose  detrás de “Goebbels” moviendo  una enorme cola en forma de  media luna, manchada de grasa de auto; pero hizo falta otro para desabotonarlos; luego golpeó a su perro con el bate. Recordó que apenas a los 3 meses lo había encerrado en una bolsa con dos gatos para que aprendiera a ser bravo. Recordó como le había arrancado la mano a ese negro de mierda que por poco se les escapaba por el parque. Recordó  al puto asqueroso al que le había arrancado la nariz  y un ojo, antes de que tuvieran que salir volando porque llegaba la policía. Recordó cómo les había arrancado el culo a esos hippies mugrientos cuando arremetieron  en el “Kultural Center” para el cumpleaños del fhürer…y a cada recuerdo le descargaba un nuevo palazo, aunque desde hacía varios minutos se encontraba apaleando a una papilla roja, inánime , rodeado de los vítores  y las carcajadas de sus colegas. Luego blandió el bate contra sus amigos, derribó a Erna, a Otto  y a Helm ;  le partieron  un botellazo en la cabeza, pero insensible, enajenado y ajeno , siguió, dando y recibiendo nuevos golpes hasta que salió corriendo hacia  la calle ensangrentado y aullando desgarradoramente.

Lo encontraron unos vagabundos, con ambas piernas rotas,  temblando y  delirando debajo de un puente y lo llevaron al hospital. Despertó aullando y se cayó de la cama. Tuvieron que sedarlo. Entró en coma. Volvió del coma y cuando recobró la conciencia, aulló. Volvieron a sedarlo. Del hospital  fue trasladado a  un instituto de  sanidad mental, hará ahora exactamente 3 años, este domingo.

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MADRE

Nací el día de un año que yo quise. Podría haber sido antes, pero decidí esperar el calor de tu alborada y fue mi primer batalla ganada al tiempo, el instante en que me uní a ti en anunciado susurro.

Recuerdo que ya entonces ensayaba mis primeros aleteos y si al descuido rozaba tu vientre abullonado, por su  periferia, repartías dulce y cóncavo el tacto de los dioses entre dedos que escalaban mis pies diminutos y te hacían  dueña de su espacio unos instantes, para insinuarme que ansiabas seguir siempre a mi lado.

¡ Tantas veces conocí el gesto de tus manos sin aristas ¡,

¡Qué murmullo de pájaros en vuelo me ganaba ¡

Disfruté de tus cuidados y tu empeño por mi peso ingrávido y ligero. Y a pesar de todo deseaba nacer. Quería conocerte y alcanzar el acólito sitial de tu sonrisa y así fue mi primer llanto un himno de alegría (aunque nadie lo supo).

Nunca te lo pregunté madre, pero creo que hasta compartiste el alma conmigo.

Esther González Sánchez

Vigo- España

Miembro honorífico de Asolapo-Argentina

 

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PENSAMIENTOS

Por Elsa Solís Molina

 

LA HISTORIA ETERNA:

Mundo de noticias, guerras, tumultuosas marejadas de alaridos que los sueños perciben en madrugadas….

¿Donde se fue la esperanza y aquel sol de las mañanas?

Ya solo escuchas lamentos y el estruendo y la metralla…..

Mirando vivir quedamos, mirando morir sufrimos,a los niños mutiladosy horizontes purpurinos!!!

Mirando morir quedamos, mirando morir…. morimos.

Detrás de los ojos viven anhelos esperanzados, ocultos párpados tibios,miedo y fervor, enlazados….

Fuerza, color y mañanas, sueños de paz. anhelados. ensoñación, sol y amores, en proyectos amarrados…

Detrás de los ojos muere la esperanza mutilada, tierra desesperanzada, tierra yerta y arrasada….

Ojos apretados sueñan, el deseo de un mañana, lagrimeando sal ocultan, la ansiedad desesperada….Solo la vida en eterna

explosión valiente reta , a guijarros y desiertos, piedras, raíces y arena….rodeando  troncos y grietas, subiendo por las laderas… para que surja en las sombras vida latente y perpetua.

Vida surgente explosiva,en conjunto con  la tierra….garantizando la vida, eclosiona con la hiedra, en rosadas hojas nuevas, en pétalos de azucenas… en nuevo ciclo y colores….¡¡¡PARA GANARLE A LA GUERRA!!!!

 

Elsa Solis Molina—-(NALÓ)

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Rejas

A Miguel Hernández.

 

Entre las sombras un beso, solo en su imaginación…soledad , muerte y deseo, soledad del corazón….

Las rejas sobre la luna, recortando su esplendor…rejas que hieren su alma, amargura y decepción…

Solo la luz de la luna, compañía de los dos, lejos aquel trino

claro, de su amigo el ruiseñor…

Solo su pueblo oprimido, solo su canto sin voz…

siempre lejos del camino que oculta la luz del sol.

Elsa Solís Molina

(De mi participación en la ANTOLOGÍA: Mil Poemas a Miguel Hernández).

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35º Número de la revista literaria Nevando en la Guinea

NELG black family

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35º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

DIGITAL MENSUAL

NEVANDO EN LA GUINEA

NºLXXIX desde inicios/03-05-2013

 

 

EDITORIAL LXXIX

José Luís Sampedro y José Manuel Caballero Bonald

Hubo en el Renacimiento un modelo de intelectual que no sólo tenía por ocupación e interés el ejercicio de las letras, sino que se ocupaba también de otros asuntos, a veces más mundanos, y poseía además una actitud ante la vida proclive a la curiosidad, a la preocupación, al compromiso diríamos hoy –sin que el compromiso suponga la defensa de un cuerpo fijo y cerrado de ideas-, y también a la sensibilidad. Ha habido también algunos autores cuya dedicación a la literatura pudo ser hasta cierto punto marginal, no era su actividad principal, sin que por ello mengue la calidad de su obra. Hoy tal vez los llamaríamos, aunque no sea exactamente lo mismo, “escritores de domingo”, en el sentido que dio a esta expresión el profesor Alonso Zamora Vicente, nada que ver con el tono peyorativo que con frecuencia se da a esa expresión.  No se trata en todo caso de dos modelos opuestos entre sí.

José Luís Sampedro tal vez quepa en las dos definiciones. Economista de formación, trabajó durante mucho tiempo en instituciones económicas y fue un fino analista en ese ámbito, lo que le llevó no sólo a analizar las relaciones monetarias y financieras, sino también a intentar entender las sociedades que muchas veces la economía ha moldeado con excesivo celo y, al estudiar las sociedades, intentó a su vez entender a las personas que las componen. Eso es lo que le convirtió en alguien cercano a esas figuras renacentistas incapaces de limitarse a un solo ámbito, con una curiosidad inmensa y una sed por ir al fondo de los hombres y las mujeres, porque a todas luces el ser humano estaba en el centro de su reflexión. Gracias a esa actitud abierta y curiosa, él mismo evolucionó como persona, no fue el único caso entre quienes vivieron con intensidad los años centrales del siglo XX que tuvieran esa capacidad de evolucionar ellos mismos, lo que desembocó en un gran humanismo, en todos los sentidos que caben en este término.

Nacido en 1917, se hizo conocido como escritor a partir de los años ochenta, aunque comenzó a publicar a mediados del siglo pasado. Publicó poco por entonces, es cierto, aunque muchas de las narraciones que escribió en esa época las sacaría a la luz mucho después. Se sabe que reunía muchos de sus escritos en carpetas que rotulaba como «palotes». Su escritura fue ganando en sensibilidad y profundidad, que era algo que caracterizaba su literatura, como muestra en una de sus novelas más conocidas, La Sonrisa Etrusca. Sin duda, si leyéramos su obra desde un punto de visto cronológico, nos daríamos cuenta que el individuo iba ganando más y más importancia en su pensamiento, sin que por ello perdiera, más al contrario, su sentido social, la relación de la persona con todo lo que le rodea, otras personas, objetos y circunstancias.

Otra de las características de su carácter humanista ha sido su intervención en muchos debates que afectaban a la sociedad entera, pero intervino no convirtiendo su narrativa en arma arrojadiza o panfletaria, sino como pensador, como ser que reflexiona y plantea cuestiones y formula preguntas, y ello por eso mismo que venimos diciendo, porque sentía una enorme preocupación por todo y ese todo estaba al servicio de los individuos que componen la sociedad.

José Luis Sampedro ha muerto este mes de Abril. Lo queremos recordar en estas páginas no sólo porque estuviéramos en gran medida de acuerdo con sus planteamientos, incluso si no lo estuviéramos tendríamos que reconocer su sinceridad y su profundo humanismo. Como siempre, el mejor homenaje es leerle. Pero tampoco sobra que mostremos por él toda nuestra admiración y simpatía.

***

En Nevando en la Guinea no solo lamentamos la muerte, también celebramos la vida. Hace unas semanas, entre la polémica política y la baja estima hacia la familia real, le han otorgado a José Manuel Caballero Bonald el institucionalizado premio Cervantes. Es importante decir que Caballero Bonald no es solamente un poeta, buen poeta por cierto, es un magnífico novelista, ensayista e incluso articulista de algún diario. Pese a que el galardón otorgado no ha tenido ningún atisbo de reivindicación en su discurso de rigor, Caballero Bonald es un poeta elocuente, un novelista interesante que difiere de escritores del género en prosa lineales, artificiosos, e insustanciales, también es un gran intelectual que muchas veces ha hecho declaraciones ácidas y muy satíricas e irónicas, cabe decir que nunca sin perder su compromiso político y siempre con una visión objetiva de la situación que nos gobierna a todos. Desde aquí queremos hacer este breve homenaje hacia este otro escritor, y decimos escritor en toda regla perteneciente a la generación de la segunda mitad del siglo veinte, escritor que todavía tiene algo que decir en este siglo, siglo que está cambiando la forma en que se lee y la manera de expresarse.

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PERDONEN LAS MOLESTIAS

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

PADRAZOS DANDO ABRAZOS

Volvéis del doctor de cabecera

empapelados de cansancio,

por que a vuestra hija

anginas le han diagnosticado,

vuestro cansancio

se vuelve retardo y letargo,

pues tenéis que comprar

esas caras medicinas

para que vuestra hija

(en paréntesis amargo)

reduzca el simulacro

de suplantar a sus toxinas

pues siempre sufre de algo

 para luego remediarlo,

en el coche vais los tres,

con vuestra pequeña tortura china,

vosotros sois suela que camina

 vuestro yo extenuado,

aparcáis el coche en una esquina,

 de ese, vuestro antiguo barrio,

hoy tuvisteis suerte,

siempre os toca caminar algo,

la vida os hace purpurina y pegatina,

hipocondría arrancada

de un programa de la radio,

parecéis un relicario

de vuestra propia luz con vitamina,

luego los nietos lloran

por ese parque de extrarradio,

vosotros por si acaso se lo dais

como aquel que da un abrazo,

remedio mejor que cualquier aspirina,

o algún sustitutivo que te mengüe

 algún grado, un grado,

nada más, o nada menos, que un grado

de agotada y exhausta rutina,

parecéis remediarlo,

padres de todas las cosas sois,

muy ocupados,

os convertís en nitroglicerina,

estalláis sin con nadie conversarlo,

os buscáis entre pamplinas,

 os entregáis

y os inclináis a la obediencia

generosos y obligados,

vuestra velocidad se os adivina

 de repente y sin mirarlo,

no sois solo un padre y una madre,

 sois El Verdadero Milagro,

que sin segregar apenas endorfinas

os apartáis

de la sed que da el bocado,

paraíso de sofá y ebrios de gasolina,

dulces mandarinas y buen calzado,

sueños que se fugan patizambos

por que la vecina os alucina,

os comparáis con derrotas de telediario.

Vuestra realidad de cafeína

os recomienda tomar la vida

 en descafeinado.

***

PADRES DE LA CALLE

 

Ella sola ha tenido un solo bebé

que le hizo un notas llamado José

y la madre de ella ni lo sabe,

al parecer la cosa parece grave,

pues en la droga los dos

patean latas por la calle,

José le da púa, le da coz,

es burro que no monta nadie

tomando su mazacote de arroz,

le hace el avión el miserable,

le da al basuco y todo le vale,

gramos de duda sin Dios,

dos y medio viviendo en un parque,

lo lava con la mano su madre,

el agua está fría, el frío es dolor,

suelta el agua que le vela

como queriendo calor del sol,

reproches como de telenovela,

pelean interpretando, dos niños son,

a ella en la calle el frío la pela,

él en su hombría no es culpable,

la culpa es toda de ella,

pues ella es mujer, ella la madre,

sin techo que los proteja,

el bebé pasa frío, y ellos hambre,

José en la droga se deja

la treta, la trepa, el equipaje,

ella aborrece a su pareja

y a veces llora lágrimas de sangre,

él llama bruja a su compañera,

ella parece hacer magia verdadera

en el fingir de poco importarle.

 

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La muerte del abuelo

 

         El abuelo murió la semana pasada. No por esperado pude evitar, al decírmelo mi madre, una punzada de dolor. Durante días esperábamos el desenlace fatal, aunque inevitable. Mi madre me telefoneó temprano.

O avô morreu.

Le dije que iba de inmediato. En diez minutos llegaría a la casa familiar. Salí de mi edificio y al ver la luz primaveral de Lisboa recordé que a mi abuelo le gustaba sobre todo ese tono radiante del aire que poseía la ciudad entera y que le apasionaba durante todo el año, pero sobre todo en primavera, cuando el brillo alcanzaba un tono especial y parecía abrazar todo lo que se encontraba, las casas y las calles, los árboles y las farolas, a los paseantes de la, él mismo decía, mejor ciudad del mundo y sobre todo el agua del Tajo, que parecía alumbrar todavía más la atmósfera y todo lo que le rodeaba, como si el río se transformara a su paso por Lisboa en un espejo.

Aitatxi –murmuré y los ojos se me llenaron de lágrimas.

Recordé que en Mayo iba a cumplir los cien años, nada menos. Bromeaba con ello. Unos días atrás, cuando aún mantenía la conciencia y no estaba tan aquejado por su enfermedad y por el cansancio, al notar nuestra poco disimulada tristeza por lo que iba a ocurrir, nos regañó con socarronería.

−¿Qué queréis, aguantarme mil años? Acabo de hacerme viejo, ya está. No hay más que hablar y no me pongáis esas caras de pena, que quiero morirme con algo de alegría.

De hecho, pensé, esa había sido siempre su actitud ante la vida, una socarrona regañina que no impedía ocultar, por otro lado, la necesidad de mantener la alegría y el buen humor, incluso en las peores épocas de la existencia, que la realidad, nos repetía con frecuencia, no le iba a amargar los buenos momentos.

Intenté imaginar de nuevo cómo habría sido su vida antes de que yo naciera. Una y mil veces había contemplado las fotos, no muchas, que se habían reunido en casa y una y mil veces había escuchado sin cansarme nunca anécdotas e historias, muchas de ellas contadas directamente por él.

Pero en ese instante, mientras avanzaba por las calles hacia su casa para verle por última vez, no pude concentrarme en ninguna anécdota o todas pasaban por mi cabeza al mismo tiempo. Vi a Afonso que al verme a punto de cruzar por delante de su café salió para interesarse por el abuelo.

O avô morreu –me adelanté a su interés más que evidente y sincero, lo sabía, al detenerme frente a él-, esta manhã.

La pena se dibujó en su cara, siempre tan expresiva. Mi abuelo frecuentó el café de Afonso desde que llegó a Lisboa hacía setenta años, con poco más de veinte años. De hecho, decía siempre que el padre de Afonso, António, había sido el primer conocido y amigo que tuvo en la ciudad, y su local el primer comercio en el que estuvo nada más bajarse del tren y cuando ni siquiera había ido al hostal donde se alojaría para comenzar a buscarse casa y la vida.

No hablaba una palabra de portugués, pero contaba que mantuvo en aquel primer instante en Portugal una intensa conversación con el dueño del café y que éste, al saber las intenciones de aquel navarro un tanto excéntrico de quedarse en Lisboa, le dijo todo lo que era imprescindible para vivir en ella.

Desde entonces acudía al local todas las mañanas, a veces también antes de comer, para tomarse un vino y seguir charlando con António, con quien mantuvo, creo, una única conversación ininterrumpida aunque escalonada, hasta la muerte de António, tras cincuentas años de amistad.

Muchas veces, de niño, yo les acompañaba los sábados y les escuchaba hablar, comentar los acontecimientos políticos que tanto les interesaba a ambos, y aunque se mantenían con más o menos convicción en la defensa de sus respectivas posiciones, se respetaron siempre y fueron buenos amigos. Mi abuelo era defensor del carlismo, que fue lo que le hizo salir de la España republicana y no volver tras la guerra porque no veía claro desde el principio el régimen de Franco de quien acabó directamente echando pestes, sobre todo al dar a los isabelinos el trono, y António era un comunista nada doctrinario.

Afonso me mostró todo su pesar. Me constaba su apreció y recordé que muchas veces se quedaba absorto junto a mí cuando el abuelo nos contaba historias de su Navarra natal, de las guerras carlistas y de seres mitológicos que habitaban los bosques del país. Yo ya estaba acostumbrado, pero Afonso ponía los ojos como platos cuando el abuelo soltaba parrafadas enteras en vasco, que yo apenas entendía por habérselas escuchado cientos de veces y haberme enseñado palabras y frases en aquel idioma, pero que a Afonso fascinaba por la sonoridad de la lengua y por el misterio que desprendía. Supe que años más tarde mi abuelo había actuado de consejero de Afonso para resolver sus cuitas y las angustias producto de la vida, como las llamaba él, y que también medió entre padre e hijo al brotar las naturales diferencias generacionales. Qué menos hacia sus amigos del alma.

Prometí a Afonso que le diría la hora del entierro y seguí mi camino no sin antes contemplar desde aquel rincón el Tajo, que se veía a cierta distancia. Allí, me contó mi abuelo, se quedaba siempre quieto y abstraído.

−Aquí me enamoré de Lisboa y de tu abuela –me confesó un día.

Era una mañana de otoño. Unas nubes grises y amenazantes comenzaban a cubrir el cielo lisboeta. A él también le gustaba el otoño en la ciudad porque los colores y la luz se intensificaban todavía más. Tras salir del café de António, ascendió la cuesta hacia su casa y, como era costumbre, se quedó concentrado ante las vistas. En ese instante salió una muchacha de una tienda y, al decir del abuelo, pudo más la belleza en el rostro de ella que la belleza del Tajo y de Lisboa. El resto fue un proceso de seducción que, sospeché siempre, para el abuelo, imbuido de un repentino sentimiento poético, debió de resultar fácil, lo complicado vino después, al intentar convencer a la familia de la seriedad de aquel insólito español. Sin embargo, consiguió su empeño y se casó con la muchacha. Al fin y al cabo, soltaba socarrón, él no era castellano y no se aplicaba en él lo de ni buenos vientos ni buenos casamientos.

Seguí mi camino rememorando las largas comidas de domingo en la casa de los abuelos. Le gustaba la comida portuguesa, que menos, pero algunos domingos, imbuido por la nostalgia de su tierra, se arremangaba y, sin dejar a nadie que entrara en la cocina, se encargaba él de preparar las viandas y ese día había un verdadero festín en el que el abuelo nos hablaba, además de disfrutar de los platos que nos había preparado, de espárragos, truchas, chistorras, pimientos, cochifritos, pochas, habas, estofados, quesos y tortas.

Las sobremesas se alargaban hasta la anochecida y se imponía entonces, si no tronaba, un paseo hasta el Paseo de San Jorge, en otoño e invierno, o hasta los muelles y el Rocío, en primavera y verano.

Torcí la esquina y vi el portal del edificio donde habitó el abuelo durante toda su vida lisboeta, aquel apartamento que considerábamos, y así la llamábamos todos, la casa familiar. Me acordé de las largas conversaciones con él en aquel enorme primer piso apacible y tranquilo, sus relatos cuando yo era niño y sus explicaciones sobre la historia de España que relataba sin cesar y también sobre lo que pasaba en el presente, de lo que siempre opinaba no exento de acierto y perspicacia. No ocultaba su emoción al hablarme de la Casa de Borbón-Parma y bromeaba sobre el exilio durante años, en Estoril, de los isabelinos, a los que no reconocía en absoluto, aunque hubiesen vivido a tiro de piedra. No obstante, aun cuando pareciera que se hubiese quedado en tradiciones sucesorias añejas y que a pocos interesaban ya en nuestros días, muchas de sus opiniones escandalizaban a los más conservadores y no pocas veces afirmaba rotundo y a todo aquel que se le acercara, viniera o no a cuento, que uno de los días más felices de su vida fue el veinticinco de abril del setenta y cuatro, cuando el ejército portugués dejó de matar a pobres africanos que bregaban con toda justeza por su libertad y se ocupó de darle una patada a lo dejado por Salazar, a ver si aprenden los soldados españoles, dicen que repitió durante más de un año para horror del embajador español que intentaba con él ganar adeptos hacia un régimen que, mal que bien, saltaba a la vista que iba a desaparecer de un modo u otro.

Llegué al portal y abrí la puerta. Entré en el zaguán y sentí el frío de los mármoles. No encendí la luz, la penumbra me permitía ver la escalera. Me demoré un instante antes de subir el piso. Quería absorber aquel instante antes de la última visita. Apreciaba a mi abuelo, lo veneraba. Siempre me apoyó y me defendió cuando a mí también me tocó tener cuitas y angustias por la vida. Recordé sobre todo cuando me enfrenté a mi padre, en una de aquellas comidas de domingo, porque su yerno quería que yo estudiase derecho y a mí esos estudios no me atraían lo más mínimo. Mi padre insistía una y otra vez que aquella carrera era lo mejor para mí mientras que yo ponía pegas y acudía a mis aficiones literarias, por las letras en general, para plantear que tal vez fuera mejor para mí cursar Humanidades, algo que no parecía gustarle a mis padres. De pronto atronó la socarrona voz del abuelo.

−El Derecho es cosa de burgueses y mercachifles.

Nos quedamos todos en silencio, mirándole. A todas luces la discusión quedó allí zanjada. Me miró y con la misma socarronería volvió a hablar, dirigiéndose hacia mí de modo categórico.

−Si es lo que quieres, estudiarás letras. Pero me has de prometer que vas a aprovechar tu tiempo y aprenderás lo máximo posible.

Tragué saliva antes de responder que sí, que aprovecharía mi tiempo y aprendería todo lo posible. Me apoyó también cuando en el segundo curso decidí marchar a Madrid para continuar mis estudios de hispánicas.

Subí los escalones de dos en dos. Opté por llamar al timbre y no abrir la puerta con mis llaves. Fue mi madre quien me abrió, me sonrió y me dio un abrazo reconfortante. Entra, me dijo, ve a verlo –y me lo dijo en castellano, cuando ella casi nunca empleaba este idioma con nosotros, supuse que como homenaje, una forma de estar más cerca de su padre muerto. Crucé el apartamento donde ya habían llegado amigos y familiares. Entré en la habitación y lo vi estirado sobre la cama. Estaba pálido, como dormido. Alguien había colocado sobre la cabecera una bandera con la Cruz de Borgoña, como él había indicado más de una vez que se hiciera. Me acerqué a él, acaricié su mano.

Agur, Aitatxi, beti arte. Hasta siempre

En la cocina me reuní como mis padres, mis hermanos y mi tía Ágata. Alrededor de la mesa no pudimos menos que rememorar con humor tantas, tantas anécdotas de un tiempo que no podíamos olvidar.

Juan A. Herrero Díez

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por Gonzalo Salesky

 

 

EN TU VOZ

 

En tu voz, las palabras son eternas.

En tu vientre, serás paz en mi rebaño.

En tus besos, fulgor y en el verano

mis hojas seguirán su recorrido.

Siempre estaré en tu voz

y en las mañanas,

tendré en mis manos

todos nuestros anhelos.

TANTA CULPA

En un espectro perdido

veo al pasado

atenazando mi conciencia.

En tu voz

dormida y en silencio,

escucho los fantasmas,

la pasión.

Y en cada llanto fugaz,

bebo tus lágrimas.

No dejes que el otoño se desangre

entre tanto esplendor y tanta culpa.

MENSAJEROS DEL OLVIDO

Todavía están los perros

merodeando mi súplica,

saboreando mis restos.

Soñando con mi sangre,

oliéndola en silencio,

nadando entre las lágrimas,

bebiéndolas.

Cómplices del mar y la soberbia,

no pueden sentir culpa.

Sólo son mensajeros del olvido.

Los caminos se estrechan,

los párpados se cierran.

Comparo mis fantasmas

con obras del silencio.

Allí, en cada penumbra,

no alumbra la nostalgia ni el talento.

Sólo en la ilusión de aquel pasado

sigue la aurora, jugando con el viento.

FINGIENDO ESTRELLAS

Si alguna vez me fui,

hoy estoy lejos.

Si alguna vez mentí,

no tengo nada.

Si alguna vez dejé de amar,

estoy perdido.

Me voy despierto,

si alguna vez soñé soñar,

soñar tus sueños.

Lo sé, porque no soy heridas.

Lo sé y no soy mis cicatrices.

Aunque la tarde siga fingiendo estrellas

sé que allí hay mucho más, aunque sean grises.

TAL COMO ES

 

Aún están

enteros

tus sueños.

Quizá tu voz

se aleje de repente.

Tu sombra sigue,

sin mí,

y en esa escarcha,

veo tu alma

tal como fue.

Vives aquí

junto a toda la nostalgia.

Me abandonaste

junto a un pequeño arrullo.

Sé que de noche

esperas por mis pasos.

Sálvame,

tu piel es la culpable de mi sangre.

Despierta de una vez

de toda tu penumbra,

todo será inmortal

por la mañana.

ABRIR HERIDAS

 

Mis fragmentos de memoria piden alas,

quieren que te acompañe

hacia el vuelo final, sin sentir vértigo.

Debes saber

qué triste es la mentira cuando calla,

qué ausente es la verdad que no libera.

Cómo bate las alas el silencio

cuando es mejor callar que abrir heridas.

FARO

 

Como un faro en medio del desierto,

una coartada imperfecta.

Una lágrima dulce,

un buen secreto.

Mi oración o tus plegarias

en el límite salvaje de lo inútil.

Tu espíritu soñando con mi aliento

y el párrafo perdido en tu memoria.

No queda aquí otra cosa que tormentas

en aquel faro, en medio del desierto.

REFLEJO

 

Otra vez

me permito soñar

con otro rumbo,

lejos de mis prisiones.

Se acerca el fin,

no valdré la pena

si sigo reflejándome en tu espalda.

Todos están malditos,

y tengo que alejarme

porque el miedo no espera.

Las estaciones de tren,

los postes viejos

siguen retrocediendo cada día.

En mi despedida,

no habrá flores.

Sólo el viento

arrullará tus pasos.

En aquel día,

no habrá lágrimas,

tan sólo melodías en colores.

Perdida en la llanura,

serás un día más hacia la noche.

Espero en el limbo,

sin trompetas ni máscaras.

Sin llaves,

sin suspiros,

sin dolor.

Espero demasiado

lo que no esperé nunca.

Espero ciego,

sin saber lo que sueño.

Espero el día

en que todo sea negro

y pueda ver tu alma

tal como fue alguna vez.

SOMBRAS Y OTOÑO

 

Las sombras y el otoño serán piel en tus huesos.

Tendré una copa de vino en la batalla,

un sombrero por cada pensamiento.

Una sonrisa inútil que nadie más verá

porque voy solo, navegando en tus lágrimas.

¿Para qué seguir callando? Una verdad

se ocultará en la cruz de tus ojos.

No podrás jugar con tu sonrisa,

mi vida no te espera. No podrás.

Poemas ausentes

me llevan de la mano a mi temor,

a aquella fortaleza del comienzo.

Daré gracias que no siento,

devolveré mis sueños a la aurora

porque ya no tengo nada.

Nada,

porque el rebaño se ha ido.

Porque las flores me encuentran

desde arriba, perdiendo mi reflejo.

UN POCO MENOS

 

Salva tu piel de toda aquella angustia,

deja que el árbol suene y traiga piedras.

Tira del mar, que pronto habrá un desierto

y en tu refugio, cansado, estaré alerta.

Trataré de soñar un poco menos

si me abandonas y dejas tu maleta.

Como el dictado invisible de un poema,

como el tejido sangrante de una mueca,

prefiero ser la voz que te acaricia

aunque disfrace el dolor de un alma inquieta.

Afuera, la lluvia se ha llevado

por siempre lejos, las noches y la angustia

de saber que nada es fácil, de saber

que todo muere, que todo se marchita.

DUDAS

 

Madera fútil,

ceniza de la aurora.

Pasado atroz

que anuncia tus preguntas.

Pienso que el viento sabrá de lo que hablamos

y en esa escarcha, en tu voz, verás mis dudas:

¿Por qué tu Dios disimula un presagio?

¿Por qué el fulgor precede a la derrota?

¿Me invitarás a salir de mi encierro?

Cuerpos sin manos me esperan y, de a poco,

entierran lo que queda de mi boca.

DESDE ADENTRO

 

Desde adentro,

respirando profundo

porque el aire es poco,

el cielo no es azul y cada noche…

cada noche es más larga que la noche.

Sueño con verte otra vez,

con ver la luna

que desde aquí no sonríe.

Sueño que un día

volveré a encontrar viejos caminos,

un nuevo hogar, una nueva esperanza:

poder valerme de mis manos,

de mis sueños.

Miro mis pasos hasta aquí

y, desde adentro,

siento que el alma se me escapa,

que puedo volar cada vez más alto.

Que falta poco para ver la luz del sol

y mi futuro, hecho presente,

entre tus brazos.

DESIERTO Y CICATRICES

Esta noche perfumarás mis sueños,

esta noche me fundiré en tus brazos.

Fui tanto tiempo desierto y cicatrices…

Espero ser oasis, primavera,

puesta de sol. Dejar de ser naufragio.

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

 

 

RECONOCIMIENTO A UN SER QUE VIVE Y VIVIRÁ

ENTRE NOSOTROS

                                                     La voz del poeta se quebró

                                                      sus ojos casi ciegos se humedecieron

                                                      todo había valido la pena

                                                      ahora que presiente el final de su vida.

Jorge Luis Borges el poeta

que embargado por la emoción

emanó lágrimas de gratitud de sus ojos

casi ciegos en el momento de expresar

con su voz trémula que su vida

había tenido sentido porque su ser

su poesía ha arraigado en los corazones

de sus semejantes

se sentía realizado al recibir él

solitario poeta en el último trazado

de su existencia la confirmación

de haber cumplido su objetivo como hombre

a pesar de tu solitaria existencia

siempre estarás acompañando

a tus semejantes a través de los tiempos,

ese era tu destino Jorge Luis Borges,

poeta.

CONCLUSIONES DE UNA VIDA SANTA DEL MEDIEVO

 

  Amar la vida sin temor, amar a nuestros semejantes,

Amarnos a nosotros mismos, es amar a Dios.

-I-

Lo dice la leyenda, lo escribió Don Gonzalo,

que hubo un santo en las Españas

de nombre Santo Domingo natural de Cañas

mas adoptivo de Silos donde lució su halo,

de infante graves sentencias tomaba

para el cuerpo creyendo que así se suministraba

la gracia de Dios pues de la vida dada desconfiaba

porque en ella veía al demonio que le rondaba,

la vida con sus prójimos le tenía aterrorizado

porque si en él pecara otro se sentía culpado,

temeroso de Dios prefería vivir apartado

desdeñando el amor de los hombres por ser pecado,

acumulaba sufrimientos, su cuerpo marchitaba

renunciando a los dones que la vida le otorgaba

así creía servir al Señor al que tanto amaba

cuanto más dolor hallaba, más santidad lograba,

más entendió que había seres que debían ser ayudados

pues en esta vida hay muchos desgraciados

que sufren flagelaciones y merecen ser amados

y ayudó a sus semejantes sin descanso como buenos heredados.

 

-II-

Heredados de una vida que hay que vivirla

en la que es tan gratificante el amor cristiano

porque nos une como verdaderos hermanos

pero donde los yugos y las mordazas envilecen las almas,

porque en Dios que tanto nos ama

no busquemos nunca castigo que el temor

es un arma arrojadiza contra su comprensión

que mayor dolor que causar miedo con el amor celestial.

Vivamos la vida, amemos como hermanos,

sintamos por nuestros poros la vida

queriéndola, buscándola, soñando con ella

porque nos la ha dado Dios como seres humanos.

CARTA A CÁNDIDO DE VOLTAIRE

Cándido a ti que naciste en un paraíso de Wesfalia

que fuiste apartado de el

por conocer los olores del amor

correspondido de Cunegunda, flor inocente,

a ti, que te cubrieron con uniforme

por la fuerza de unos grillos

y por creerte el privilegio

de tu libre albedrío cual animal eres

te fustigaron a baquetazos generosamente

y al pedir la muerte hallaste clemencia

de un soberano que cuidaba celosamente

de ser justo con sus vasallos que mueren en batallas

llenas de heroicas matanzas engalanadas

por los cánticos del Te-deum, incendios,

muchachas tomadas por héroes y saqueos.

A ti, que sobreviviste a las desventuras

de tempestades, naufragios, terremotos

y al sambenito en un auto de fe cristiana

donde te azotaron en cadencia con los cantos,

a ti, que mataste a pesar de tu condición

amable y apacible

por la ex flor inocente Cunegunda

y por salvar tu vida de manos de un inquisidor,

a ti, que huyendo del derecho público

a la justicia de los hombres cruzaste

el océano Atlántico hasta donde te siguieron

razón que te separó de tu flor silvestre.

Te refugiaste en el Paraguay de los padres

jesuitas, nobles gobernadores y celosos

guardianes de los bienes de Dios

en la tierra y de sus hijos a su libre entender,

de donde huiste bajo el ropón

de un reverendísimo padre coronel

que atravesaste hasta la guarnición

llevándote el olor de su noble sangre,

a ti, que gozaste el vivir del Dorado

donde se entonan solemnes alabanzas

en reverencia al Señor en armonía

lejos de hogueras, auto represiones y miedos,

donde existen inmensos edificios públicos

y carecen de tribunales de justicia

cárceles y establecimientos correctivos

para la moral de las personas,

a ti, que abandonaste el Dorado por la desmedida

ambición de ser más opulento que todos los reyes

esperando así tener la seguridad de no temer

a inquisidores y rescatar a Cunegunda,

a ti, que perdiste tu fabulosa fortuna

entre engaños de los hombres de mundo

y tu extremada y dulce ingenuidad

más te viste con tu idolatrada Cunegunda casado,

dime ahora que gozas acompañado

de tus seres queridos y cultivas la tierra

alejado del fastidio, el vicio y la necesidad

¿qué debe hacer para ser feliz,  un hombre como yo?

LOS HUMANOS

La humanidad busca el porqué de su singular existencia

y espera que su voz esa que no calla ni en sueños

no se apague después de esta vida tediosa y desplazada

del eje que trata de equilibrar sin éxito

aunque pone todo su tesón e ilusión amanece

con el mismo desasosiego con que el ocaso

del día anterior le dio las buenas noches

y con la misma amargura con la que ve irse el amor

en destellos de gestos, miradas y pensamientos hacia la muerte

donde espera que su voz, incansable y única

tenga la resonancia y la verdad que le negaron

en su ambigua e impuesta existencia humana

a él, ese ser único que lleno de sentimientos

que igual que su voz espera amanezcan

después de su muerte física, esa que ve en otros

y le parece ajena, esa que sesgará su vida

y tal vez su voz….

MONOTONÍA RAMPLONA Y VACUA Y RABIA CONTENIDA

La verdadera infelicidad viene cuando no se tiene ninguna esperanza

          y entonces de nada sirve estar bien y no necesitar nada.

Alberto Moravia

Por las noches al acostarme

no siento ninguna ilusión

ni tengo ningún deseo inmediato.

Me levanto ahíto de dormir

no de soñar, pero sí de postrar

mi cuerpo en un no vivir

de mi espíritu envuelto en tinieblas

de ensueños borrosos y lánguidos,

mis días rezuman pensamientos ramplones y vacuos,

y mi vida monotonía en su continente

encadenado al carro de la vida

deslizándome con el por el tubo

del tiempo voy contando las ranuras

por donde atisbo luz del mundo

soñado, del que pudo y puede ser,

del que repele el convencionalismo,

la monotonía, el tedio, el interés,

el egoísmo, la represión y el cinismo.

Mis días pasan inconsecuentes

sin el más mínimo alarde de importancia

con el más absoluto desinterés

en la más repugnante de las indiferencias.

Sólo queda un poco de esperanza

para llenar mis pensamientos

y una rabia contenida

que oprime mi pecho.

 

 

 

LA JUSTICIA  ACABA DONDE EMPIEZA EL PODER

                            La justicia acaba donde empieza el poder.

                           (sensación que experimentó el pueblo romano

                             durante la dictadura de Sila, 84 a.d. Cristo)

Si el destino de un hombre va asido

a la voluntad o capricho de terceros

que utilizan para su mayor provecho

qué será sin duda la penuria

del necesitado, de poco valdrán

sus ingenios, esfuerzos y sudores

porque sus necesidad ha sido dada

precisamente por el mayor poder

de sus segundos y terceros semejantes

que se la han creado para acrecentar

la base de su privilegiada situación social

esa que ha de mantener a costa del hombre

más débil en la sociedad que ellos

regentan y que no cesaran de expoliar.

El hombre ese animal evolutivo

ojalá se dirija hacia la vía

que desemboca en el sendero

donde el poder pierde su trascendencia

y donde esa maraña de normas

represivas del hombre hacia el hombre

que perpetua su propio cáncer

deje de representar a la justicia.

BUSCO  UNA RESPUESTA

La muerte, la vida, la sombra, la luz, lo irreversible.

Ilusión de vida es la fecundidad de las madres.

He conocido en unos días a dos ángeles

de madres abatidas por el irreductible cáncer

viajaran inmediatamente hacia la muerte

dejando el germen de sus vientres en su estación más celeste

en la más ingenua de las etapas de la vida de los hombres

en la infancia, más dolidas por la separación inevitable

de sus hijos, más preocupadas por las atenciones

que ellos necesitaran en el peregrinar ineludible

de sus existencias terrenas que por el dolor persistente

e irresistible con que la cruel enfermedad absorbe sus fuerzas.

Quisiera tener la lucidez para decirles a esas madres

que saben su destino cercano e inamovible

la razón por la cual ellas

en plenitud de su amor hacia sus hijos

dejarán este mundo,

cuando la flor de sus vidas tenían el talle lozano y esbelto

y sus pétalos tienen guardados aún sus mejores perfumes.

Yo no tengo la respuesta a esa sinrazón:

quisiera que mi mente se acercara a mi fe

aunque fuera solo un instante y poder explicarles y explicarme

el porqué la muerte llega de una forma tan cruel

e inoportuna a los corazones benditos de las madres

y por qué sus tiernos hijos serán padres/madres

habiendo crecido sin el cariño que nunca debieron perder.

La vida, la muerte, la luz, la sombra, lo inexplicable.

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NUEVOS POEMAS

Por Rachid Boussad

 

Azucena inmaculada y rocío dolorido

 

Tu pénsil sabe a albahaca y hierbabuena,

Y tu fragancia huele a flores amadas.

Éstas nos hacen cómplices amadores.

La mariposa de tu rostro encendido,

Una promesa de placeres tan deseados.

¡Qué paisaje tan bien afiligranado!

Es más que un acto de fe,

Un don del Demiurgo Justiciero.

Tu pénsil, un poema tan sentido.

Tu fragancia, un verso,

Sí, un verso amadamente compuesto

Para que en ti me mire

Y conmigo mismo me rime.

¡Oh flor gauchesca, indomeñable e inmarcesible!

T me mueres de azucena inmaculada,

Y me arrobas con tu rocío afligido.

El néctar ponzoñoso de tu pasión

                    De la contemplación

                                                Nace la rosa;  De la contemplación, el naranjo

                                                Y el laurel: Tú y yo del beso aquél”.

Miguel Hernández

 

¿Cuántos campos de recuerdos

Te guardas del ósculo aquél,

Socorrido por alambradas, ejércitos

Y ametralladoras?

Y entre mis amorosos navajazos,

Te derretías cual rocío,

Rocío entre las densas arboledas,

Agredido por los colmillos del sol.

¡Ay princesa de los siglos y sus siluetas!

¿De qué sombras, de qué estrellas,

Amapola y gloria de verano,

Te olvidas y te escapas?

¡Oh, planta sagrada! ¡Ven a mí!

Déjame regar mi cráter vulnerable

Con aquel néctar

De fuegos salvajes.

 

 

 

 

 

 

! Ven a navegarnos!

A Majda Meskrot
¡Ven a navegarnos esta tarde a mi puerto!
El capitán está dormido,
Y de la jornada muy agotadora,
Los marineros, tremendamente fatigados.

¡Ven a hundirnos un poco!
Quizá esta noche sea mi consuelo
De viejas canciones tediosas,
Y de la tristura de estelas imborrables.

¡Ven a llovernos!
¡Ven a florecernos!
¡Ven a germinarnos leyendas!;
Leyendas de primavera sin otoño.

¡Ven a navegarnos a mi puerto!
Ya los párpados de esta tarde
Acarician tímidamente los pómulos de mi silencio,
Y me sintetizan en palabras.

¡Ven a navegarnos esta tarde!
De mucho tiempo el viento no dispone
Para que nos reúna,
Y el vacio nos lo llene.

¡Ven!, ¡ navega en mí!
Pues, mi amante puerto anhela:
tu preciosa bengala mirar,
Y tu misteriosa sirena escuchar.

 

El cenzontle embalsamado

 

Te fuiste de un reflejo,
Dejando en mi ojo
Desdichas a manojo.
En aquellos ayeres memoriosos,
Tu presencia desvanecióse,

Y así de lánguidos se quedaron

Mi cenzontle y mi caverna,

L
A
G
R
I
M
E
A
N
D o sus hoyes jubilados sin tiempo.
y allí en el pecho,

Pervive afónico el canto

Y SE R E V U E L C A implícitamente

En mañanas prisioneras aún

En las garras decididas de la medianoche.
¡Oh Majakech, palmera frondosa!
Ten por bien sabido
Que la luz me habita
Pero de espaldas;
Que tu presencia se olvida

Mas intensifica tu existir,
Y tan solo la Luz Inigualable,

Y altamente calificada,

Es mi único elixir.

Madrid, 2012             

El arpa de sueños suicidas

                          A Majda Meskrot

En las membranas de mi corazón
dolor hay en cada palpitación

Y en todos los ángulos de mi mente
efigie suspendida en cada instante. .

(Ardiente, ardiente,
cual picadura de la serpiente).

En mi corazón fontanoso
dolor venenoso
donde fluyen mares
de pesares y sinsabores.

En las aceras del tiempo

Y los balcones de mi pasatiempo

Recuerdo en mi mente
dolor tan punzante.

! Ay del arpa que fatigas mi amante mente,
y que los himnos de mi alborada extenúas a cada instante

Y sin átomo de compasión,
tus colmillos clavas en mi exangüe corazón.

En las membranas de mi corazón
dolor hay en cada palpitación

Y en todos los ángulos de mi mente
efigie suspendida en cada instante.

Alhajas de primavera

                      A Majda Meskrot

Las hojas de otoño

Se curvan hacia abajo,

Y se suicidan a regañadientes.

Los recuerdos de antaño

Encandecen los filamentos,

Los filamentos de mi memoria.

El cielo desnudo

Encanece lúgubremente

El paisaje arropado

Por mis soledades crónicas,

Aislamientos depresivos,

Y ostracismos vistosos e invisibles…

Aunque parezca cierto,

La brisa de alguna ribera,

Pronto reverdece el campo

Y me hablará confidencialmente:

¡Despierta tu plantío,

Es un milagro abierto,

Ya llega la tan esperada primavera!

El Hoyo y yo

 

¡Qué poema tan libre eres tú!

Libres somos tú y yo.

Oum Er- Rbia”, tu verso

Yo, tu fiel conejillo, buscón;

Tahúr y vagamundo.

En la Cueva del Bohemio

Te canto y te cuento,

A bombo y platillo.

Te miro, te admiro y te rimo

A solas, y las estrellas se sustentan como testigo,

Y aun desde lejos, desde muy lejos

La Roca del Gigante además.

Dime, ladrona de vidas, di

¿! Cuándo te me adentras!?

¡Yo qué sé!

¿!Cómo formas parte de mi,

Y a qué confines infinitos me llevas!?

Las vidas me robas,

Y el alma entera me arrobas.

Dime, ladrona de anhelos, di

¡Cuéntame tus andares, tus lejanías!

¿Por qué en tus cipreses?

¿Por qué encinas, y eucaliptos?

Escucho yo tu mutismo,

Tu mutismo cómplice y sensato.

¿Por qué motivo les pones candados de plomo

A tus oídos?

Dime, ladrona de vidas y anhelos, di

¿!Te enorgullecen este regimiento,

Esta brigada de monos,

Que de tus altos y gigantes cedros frondosos,

Baja con gestos y gimnasias

A gozar de la limosna del turista perezoso!?.

En tus montañas, éstas que te abrigan

Hay una leyenda que alucina y no engaña.

En tus lagos abondosos,

De aguas diáfanas y luciérnagas,

Hay un manantial de secretos que fascina.

¡Qué pera tan fresca eres tú!

Fresca como una lechuga,

Y mermelada rojo carmesí

(Eso pienso yo).

¡Qué poema tan libre eres!

Libres somos tú y yo

Pero, cuando de noche,

Paseando y los perros por compañía,

Mi pobre corazón y aliento,

Inseguros y sin tarjeta,

Bien seguro de bruces caerán

En algunos de tus hoyos;

Hoyos indeseables y sin luces.

Y el temor de que la cordillera despiadada

Me delate a algún verdugo

De aspecto un tanto excéntrico,

Algún guardia imbécil indeseable y sin luces

                    Khénifra, 2011

Tacita de plata

 

                    A Majda Meskrot
Cádiz es más que un espacio geográfico,
Es arte y parte ingente en mi vida.
Aquí he dibujado una hoja de ruta idílica.
¡Ay, Cádiz, Cádiz,
Cómo te tengo en alta estima!
Tu recordar en mi revive
Las fisuras del espejo de un pretérito;
Pretérito idílico esculpido
En estos remiendos viejos
Que en mi alma enamorada llevo.

Cádiz, 2010.

   Deliquio

              A Majda Meskrot

 

Al son y al tono del Destino,

-Grandiosa obra etérea-

Bella muchacha surgiste.

Con amor acendrado,

Proyectaste tu luz verde

Sobre mi cansado cuerpo.

Fieros combates, luchas encarnizadas

Y sombras sonoras

Erraban sin ponientes y sin levantes;

Y constantes inquietudes

Yacían en un ponto;

Un ponto de mutismo amador.

Al son y al tono del Destino,

-Grandiosa obra etérea-

Bella muchacha surgiste.

¡A Dios doy gracias…

…Gracias sean a Dios!

     Tedio

           A Maily Esparza

 

El sol se despidió a regañadientes.

La luna, con tono imperioso, se impuso.

Dios sujetó el sol y la luna,

Prosiguiendo los dos su curso,

Hacia un término fijo.

Algunas facciones recientes

De una transeúnte tan inocente y decente;

Dulce compañía me hicieron.

Con tiritas de su ternura,

Tapó las brechas de mi tristura.

Entre el ayer y el hoy

Pocas sonrisas,

Mucha simulación,

Y demasiado tedio.

¿Por qué tu Edén mandó recluirme

En este Erebo de claras tinieblas?

     La calma y la tormenta

                               A Majda Meskrot

En el café Ouzoud estoy.

¡Qué calor tan vengativo!

Lejos de ti, algo soy:

Erebo pasional, o Edén fugitivo…

Una errante brisa de brasa

Las mejillas de mi memoria

Acarició tímidamente,

Sacudiendo terriblemente

El ponto aletargado

De mi amor desmesurado.

Pénsil eras tú

           A Majda Meskrot

 

Yo antes con alma de poeta,

Deponía que pénsil ignoto eras tú;

De flores impolutas perlado,

Y de suntuosas fragancias pululado…

Mas ora, determiné

Tus flores traicioneras,

Y tus espurias fragancias.

¡Qué desazón sin tregua!

Yo antes te veía vistosa.

Ahora, viciosa,

Porque flores de tu pénsil

Algunos olieron y cortaron.

El día catorce de febrero

                  A Zaki

El día catorce de febrero

Fecha de mucho esmero.

Estado de zozobra
El verbo sobra.
Razón murrio
Corazón amatorio.
Ingente esfuerzo hago
Este día radiante y de órdago.
Buscar no me canso
Regalarte demasiado pienso:

¿! Una rosita!?
Mas marchita.
¿! La vida!?
Mas es ida.
¿!El sol del amanecer,
o tal vez, la luna del anochecer!?.

Mi Esperanza te regalo eterna,
Es mi lengua sempiterna.
Con ella mi querer inconmensurable,
De tu amor se nutre incansable.

 

 

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EL GRAN BORIS GOLD

CON SUS NUEVOS TEXTOS

 

LOS ORGASMOS VAN AL CIELO

Peno por aquellos

sedientos de guerras,

que tan solo piensan

en matar, nada más,

lo digo y lo confirmo

que un buen orgasmo,

es la gran cruzada

a la ansiada…paz.

Sentirán que la vida

tendrá otro sentido,

cambiarán las formas

de ver y razonar,

hagan caso de esto

fruto de experiencias,

súbete a un orgasmo

y después…a volar.

No hay academias

que nos dé diplomas,

ni gente que diga

que poses usar,

tu cierra los ojos

métete en la cosa,

apunta con ansias

y déjate…llevar.

Que jamás las armas

tengan voz ni voto,

el amor tan solo

es la gran verdad,

si el flaco mimoso

empuja adelante,

es un bien valioso

que hay…que cuidar.

A veces me pregunto

donde se refugian,

todos los orgasmos

después de gozar,

yo creo que ellos

se van hacia el cielo,

cuidados por ángeles

que saben…de amar.

Estas son ideas

de un viejo guerrero,

que con gran cariño

lo quiere homenajear,

a ese que me ofrece

orgasmos de ensueño,

por eso mi flaco

será…eternidad.

 

***

Mi humilde homenaje a los anónimos “hacedores de milagros”

Al doctor Adrián Gold y a todo el equipo de terapia intensiva del hospital RAMOS MEJÍA

“HOSPITAL PÚBLICO”

Son las dos de la mañana…o las tres, a quién le puede importar, aquí el tiempo es parte integrante del inventario, los médicos de guardia haciendo su habitual recorrido, siempre acompañados por alguna abnegada enfermera, ángeles guardianes haciendo milagros, uno de ellos: que estos sufrientes seres puedan recuperarse y salir al ruedo nuevamente.  La habitación en penumbra, se vislumbra una silueta acostada, una sombra alta con la cual pareciera hablar el ocupante de ese habitáculo, sería por demás interesante saber que le estará platicando.

Cuando la vista se va acostumbrando a la oscuridad, uno se sorprende al darse cuenta que la susodicha sombra, es un tubo de oxígeno que a su vez soporta una sonda de plástico, perdiéndose en las fosas nasales del paciente, ¿quién es? ¿porque está allí?¿qué le pasa?.

El nombre del individuo ¿a quién le importa? Solamente a los médicos, que pasan a ser para ellos algo así como Dios (pues esperan el milagro de salvarlos de sus males). Esto es algo personal entre él y la “parca” que siempre espera a algún “cliente” este es el pedazo de vida que la está peleando , ¿su vida? bueno, de alguna manera debemos llamar a esos ojos sin luz y a ese respirar como auto que le falla un cilindro.

Me interesé por él en particular y me dijeron: “ES EL DE LA CAMA NUEVE DE TERAPIA INTENSIVA, aferrado a la existencia gracias a un respirador, gambeteando la muerte en un desigual combate, que nadie sabe como terminará, que destino cruel para alguien que es simplemente ¡UN SER HUMANO!.

Mientras observo esa figura inerte, me pasan por la cabeza infinidad de pasajes que muy bien podrían ser la de ese hombre: un hogar, esposa, hijos, problemas cotidianos, tal vez un jefe que pretende lo que no puede ser, al fin de cuentas…cosas que nos pasan a la mayoría de los mortales, ¿sabremos entender que es diferente?, es el anónimo propietario de su bien más querido: LA CAMA NUEVE.

Me quedé escuchando el tic tac de un reloj, que va desgranando las horas que le faltan para despegarse de ese aparato, que ya parece un apéndice natural de su cara, o las que le faltan para irse a morir al cruel cemento de la ciudad.

Fue pasando el tiempo y un día cualquiera en que a bordo de mi automóvil, realizaba mis tareas habituales ,sucedió algo que también ya es por demás cotidiano, un piquete de gente protestando me obliga a desviarme de mi camino y en ese trajinar en busca de una salida, desemboco en la calle .Urquiza a dos cuadras del hospital y me dije: ¿qué será de la vida de ese internado? y hacia allí me fui..

Observé la marea de gente dirigiéndose a los distintos consultorios, en fin, lo de siempre, me introduzco en el edificio y a lo lejos lo veo con un bagallito de ropas en las manos, lo seguí hasta la recepción donde un joven con un libraco enorme frente suyo,  estaba preparado a escribir los datos del paciente que se iba de alta y alcancé a escuchar lo siguiente: ¿nombre? CAMA NUEVE DE TERAPIA, ¿apellido?.RAMOS MEJÍA.

Mientras se perdía en esa serpenteante aglomeración de seres que buscan la salida, como si allí estuviese esperando alguien para decirles: ya todo pasó, ahora salgan a disfrutar.

Pero desgraciadamente el destino es el que mezcla las cartas y decide quién va al cielo…o al infierno.

El que lo iría a recibir son los brazos de una  gran ciudad , que al no tener corazón no se conduele con nadie, menos con él…SIMPLEMENTE UN PARIA.

En tanto, yo notaba que la vista se me nublaba cada vez más, era un cúmulo de lágrimas que pugnaba por salir de mis ojos y no hacía nada para contenerlas…

“ME HACÍA MUY BIEN DESPRENDERME DE ELLAS”

Boris Gold

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por Ana Romano

 

Intermediario

 

Perforan escondites

los astronautas

¿qué sostienen los débiles

en su tribulación?

El poema los enlaza

en versos

que obsequia

al lector.

Escoriación

 

Fragmentan

dormidas

Acordonan

antiguos

Y la realidad

¿qué despide?

Es en el ahora

que naufraga

la voluntad

Glotón

el sopapo

zurce

los instintos

¿Y la cabriola

dónde

espolea?

Escape

 

En busca de pruebas

quebrada

descalza es

que camino

En silencio

corren

El frío

es

precipitándose

¿Qué esconde

-aun sabiendo dónde-

la pena?

Elevación

Como notas

resbalan

barriletes

Un crisol

Y  es que flotan

los cuerpos.

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POEMAS SELECTOS

Por Rolando Revagliatti

 

“The adventures of Baron Munchausen”

Airearse de Quijote

mecerse con arañas

telón que decapitas

después

pero también durante

el tic-tac de la arena

de nuestros relojes

(y en trance de sultán

tanta pasión

el oro)

aletargados

por la Infausta y su Tradición

de consistencia incuestionable

¡Mi reino por mis funciones!

Bucéfalo, ¿me hallas acaso

abandonándote?

“The adventures of Baron Munchausen” (“Las aventuras del Barón Munchausen”), filme dirigido por Terry Gilliam.

Divina

Divina

Para el gran público

fue un éxito

Divina

Para los críticos

el filme abusaba

Divina

En la trama

el Maldito se consumía

odiándola

Divina

Ese Maldito

la odiaba

y la odiaba

Divina

Y apuraba el vino

añejo de su odio

Divina

No sería suya

Divina.

“Down by law”

Apuntan muertos

desde encierros

y repugnantes

encerronas

Apuntan fugados

al halo

de la justicia

Apuntan canes

a parias

naden y fuguen

o no naden.

“Down by law” (“Bajo el peso de la ley”), filme dirigido por Jim Jarmusch.

“Amantes”

Rompan filas

rompan cirios

rompan trenzas

rompan Victorias

rompan derrotas

rompan guarradas

rompan Arbolitos de la Navidad

rompan Trinis

rompan Nochebuenas

rompan frentes

rompan Santas Pascuas

rompan

El Cuento del Novio.

“Amantes”, filme dirigido por Vicente Aranda.

“Gothic”

Realizo al poeta

sobre la agitación de las alas

del pajarraco que se lanza

a los relámpagos

Realizo al poeta

en el pajarraco de los fogonazos

Realizo al relámpago.

“Gothic”, filme dirigido por Ken Russell.

“Naked tango”

Guapo túnel

de contraluces colorados

consuma el florilegio

Guarda la debida memoria

y el Cholo no la mata

Vendas para el artificio:

mis testículos.

“Naked tango” (“Tango desnudo”), filme dirigido por Leonard Schrader.

“Roseland”

No te duermas

en los espejos

Confluye

Huérfanos

los zapatos

en la pista

En el cielo

los pies

danzaban como números.

“Roseland”, filme dirigido por James Ivory.

“Mr. and Mrs. Bridge”

La vida sirve

La vida sirve

aun cuando cimbra

La vida sirve

a fines desproporcionados

Se nos queda

desproporcionándonos.

“Mr. and Mrs. Bridge” (“Señor y señora Bridge”), filme dirigido por James Ivory.

“Let him have it”

Ahora mismo

es ahora cuando lo hacen

con nuestro hijo

y hermano

Ahora mismo

mientras

nos abrazamos

Es también ahora

cuando ellos

son eficaces

Funcionarios

deciden y lo hacen

Ahora mismo ratifican:

lo están

ahorcando.

“Let him have it” (“La muerte cumple condena”), filme dirigido por Peter Medak.

“Zabriskie Point”

A la parrilla modernista

las cadenas de mandos

En las parrillas modernistas

ni horizonte

Los bronces

de la inmortalidad

A la parrilla

le han explotado los desiertos

Y mañana serán

restos los hombres

Vuelan los explotados

y alucina (dinamita)

una chica.

“Zabriskie point”, filme dirigido por Michelangelo Antonioni.

“Passion fish”

Usted baila, ríe, llora

eso sí

a riesgo del mundo real

Yo revelo mis fotos, perduro

sobre las ruedas de mi silla

al fin

apasionadas

¿Logrará usted que vuelva yo a lograr?

¿Cómo es así lograr?

¿Lograré yo que usted me necesite?

“Passion fish” (“Escrito en el agua”), filme dirigido por John Sayles.

“La double vie de Veronique”

El anillo y el ojo

y las coordenadas

Primera persona del remolino

que desfallece

Segunda persona de la culminación

de las campanas

Se corta por la voluptuosidad

su electrocardiograma

y por lo más delgado

A mí recurren los reflejos

La otra es ardua

cuando río

en mi madera.

“La double vie de Veronique” (“La doble vida de Verónika”), filme dirigido por Krzysztof Kieslowski.

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EL MARAVILLOSO SONETISTA

Rodolfo Leiro

 

LITURGIAS

 

Yo abrevé en la liturgia soberana

entre duelos, crespones, desafíos,

enfrenté los fracasos y desvíos

trizando en el cristal de mi ventana;

fue el acíbar que urdió cada mañana

con su azufre de nérvidos deslíos.

¡Así fueron rodando sueños míos

en el plato infeliz de mi romana!

Y a pesar de la túrbida otomana

que envolvió con su pátina bardana

cada sueño de jónicos bravíos,

desde el invierno azul de mi fontana

siembro mi verso grana en mi besana.

¡Pues  que truenen sonoros mis estíos!

 

SONETO EN AZUL

 

A mi hijo Eduardo Oscar Leiro (1992)

 

Yo no tengo un azul en mi retina,

ni es azul el color de mi ventana,

no es azul el color de mi mañana

ni hay azul en la tarde que declina.

No hay azul en mi noche de desvelo

ni en la vasta planicie de mi día,

no dibujo en azul mi sinfonía

ni gesto algún azul del azul vuelo.

No dispongo de azules compañeros

que surcando la mar, azul maderos,

flotando en un azul de mi azul viaje,

me arrojen sus azules esplendores

para pintar de azul mis viejas flores

con el azul pincel de mi coraje!

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*GRITO DE MUJER*

Grito de mujer que brama

como cierva en un desierto

por corrientes de agua clama

con sed, al que esté despierto.

Instrumento descartable

de una sociedad machista

deja de ser codiciable

presa de amor egoísta.

Grito de mujer ¡reclama!

solamente sus derechos

ser mujer, esposa y ama

de lo que criaron sus pechos.

Culturas que hicieron de ella

un objeto deleznable

siendo en perlas la más bella

para ella no hay trato amable.

Grito de mujer  que espera

ser tratada como igual

que halle el eco en la frontera

su distancia es abismal.

La lucha será constante

no hay que temer al rechazo

ni al poderío arrogante

pie con pie brazo con brazo.

Grito de mujer hay auroras

que juntas descubriremos

Dios nos hizo «coadjutoras»

Y con EL transitaremos.

¡BASTA YA! Es suficiente

queremos se haga justicia

quita el velo ¡Se valiente!

en vez de azote, caricia.

Libia Beatriz Carciofetti // Argentina

Derechos reservados para compartir Nº 452298

libypoesias@arnet.com.ar

 

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MUJER DESCONOCIDA

 

 

Me hubiera gustado conocerte,

recoger tus manos abnegadas
y pedirte perdón por las mías,
pero ibas ajena, vencidos los ojos
acaso ensimismada en el paisaje de otros ríos,

de otras tierras que no nos pertenecen
y traía anclados tu mirada.

Niña mujer o mujer niña de arenas sin parques
te leías triste en un siento;

yo iba contigo

pero no pude encontrarte: tu cansancio
viajaba lejos, mucho más lejos que el mío.

Lo siento.

No pude regalarte una sonrisa.

Esther González Sánchez

Vigo-España

Miembro Honorífico de Asolapo-Argentina

 

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