24º Número de la revista literaria Nevando en la Guinea

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24º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

DIGITAL MENSUAL

NEVANDO EN LA GUINEA

NºLXVIII de la 2ª etapa/01-06-2012

 

EDITORIAL LXVIII

La muerte de Carlos Fuentes, este pasado mes de Mayo, nos ha devuelto a la memoria a ese grupo de escritores que colocaron las letras y la cultura latinoamericanas en su sitio. Para España, evidentemente, fue hasta cierto punto todo un descubrimiento. Faltaba poco para que se acabase la dictadura que había mantenido a España aislada durante mucho tiempo y cuyo inicio, tras la Guerra, había roto la tradición cultural en dos, la del exilio y la del interior. Durante la República se iniciaron unos contactos entre las dos orillas: Rubén Darío, César Vallejo, Vicente Huidobro, Octavio Paz, entre otros, dejaron una gran huella en un país que vivía toda una edad de plata cultural. Pero la guerra terminó con aquel idilio y sólo parte del exilio español, la que vivió en América, pudo disfrutar de su influencia. Lo Hispano fue apenas una proclama del Régimen de tono altisonante pero sin vocación de intercambio real.

En los setenta se retomó el diálogo desde abajo. Un grupo de jóvenes latinoamericanos vivieron una temporada en España o la visitaban con frecuencia al residir en París, en Europa. Pronto algunos de sus nombres pasaron a ser conocidos y apreciados: García Márquez, Vargas Llosa, Bryce Echenique, Juan Carlos Onetti, Juan Ramón Ribeyro, Julio Cortázar, entre los que vivieron en Europa, pero no podemos olvidar a Miguel Ángel Asturias o José Donoso. O el mencionado Carlos Fuentes, sin duda un prosista cuidadoso y un narrador agudo.

No pocos de nosotros nos introdujimos en la literatura gracias a estos autores o comenzamos, gracias a sus obras, a leer de otra manera. La deuda es inmensa. Desde Nevando en la Guinea hemos hablado no pocas veces de literatura latinoamericana, pero siempre nos quedamos cortos, creemos sinceramente que el eje de la literatura en español debe estar en Bogotá, México o Buenos Aires, en cualquier ciudad del continente, más que en Madrid, en Barcelona o Valladolid. España debe acostumbrarse en su relación con los países latinoamericanos a ser un país más, en pie de igualdad, tanto en lo cultural como en cualquier otro aspecto, sin esas veleidades imperiales que a veces, nos tememos, perduran en la mentalidad de mucho.

Actualmente son muchos los autores americanos conocidos en España, la relación es fluida, sin prejuicios. Y se lo debemos, hay que reconocerlo, a Carlos Fuentes y su grupo de amigos escritores.

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CANCIÓN DEL SÍ Y EL NO

(BUSCARÁS)

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

Y buscarás en mí la negación de una verdad

que tras mis ojos hace incierta una gigantesca realidad,

que tras mis ojos queda abierta

a una cutre bostezada que delira,

que tras mis ojos toda harapienta

y por no poder llover el lustre ya ni mira,

y buscarás en mí otra vez la afirmación de una mentira

que tras mis ojos queda expuesta

como monigote de contrariedad,

que de mis ojos mira escueta a la disculpa que respira

a la ciudad podrida, a la inoportuna oportunidad,

buscarás y buscarás en mí esas dos cosas,

buscarás y encontrarás en mi mirada

el desprecio irresponsable,

el nudo grave, el beso preso, la magia maravillosa,

que hace de este mundo un crudo hueso

con la codicia que nos hace codiciantes.

Buscarás y encontrarás esa parte que se sabe

de este mundo inmenso en el nunca-retornable,

se vierten en un espejo satisfacciones y complejos

 con esa llave que cierra y también abre,

que desgrana el tropiezo de este baile de don nadies,

sé que si yo quiero todo es fantasía,

que con mi voluntad subes a las crines del aire

sobre esa cucaña resbalosa e inmanejable,

sé que sin mí tu causa es tontería,

parece asco y burdo tedio que solo tú te tragues,

buscarás para encontrar y entenderás

que compartimos avión, asociación, sopa fría,

compañeros de bulevar, amigos en el gran viaje,

de estorbo, de cansancio, de habitación vacía,

compañeros en el caminar,

amistades repletas de inútil maridaje,

pasajeros callándose del mundo su gran verdad,

en este tren de cercanías, en este deambular de finita vía.

En este ciego pisotón que de torpeza nos hable,

en este simulacro de muerte en un segundo,

en este acabar para empezar sorpresivo e iracundo,

en este mundo redondo, farragoso, profundo,

en este humificador por desecar lo deplorable,

en este sí para empezar, y para acabar su no rotundo,

en este menester por entender las claves.

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Sylvie

         Sylvie solía hablarme como si estuviéramos al mismo nivel. No había pretensiones en su forma de dirigirse a mí, lo que hubiera sido hasta cierto punto normal en una universitaria en apariencia altiva pero realmente brillante y que podría mirar por encima del hombro, o con cierta presunción al menos, al alumno del Instituto que era yo, algo inquieto, sí, con aficiones literarias en ciernes, pero que en general no tenía nada en claro lo que él era en ese momento, lo que sería después, con el paso del tiempo, ni lo que era el mundo que le rodeaba. Conversábamos siempre mucho rato tanto en la librería de su padre como en cualquiera de los cafés en los que nos reuníamos al anochecer. Hablábamos sobre todo de libros. De hecho los libros, la literatura en ellos contenidos, era lo que nos había unido.

No en vano la conocía, aunque vagamente, desde que cumplí doce años, cuando comencé a frecuentar la librería que su padre regentaba en Bayona. Solía acudir con el mío para proveernos de libros en francés y hablaban ellos largo y tendido de autores, a veces de política, aunque las menos, mientras yo observaba las estanterías repletas de volúmenes de todos los tamaños. El señor Etchévère nos recomendaba títulos, nos comentaba aspectos de las diferentes etapas de la literatura francesa que conocía bien y resultaba un placer escucharle y conseguía despertar una enorme curiosidad y un gran deseo por acceder a las obras de aquellos autores que nos comentaba. Ella entonces apenas resultaba una presencia silenciosa en algún rincón, entre libros siempre, con alguno abierto en su regazo y concentraba toda su atención en él sin apenas levantar la mirada.

A partir de los dieciséis mis padres comenzaron a dejarme ir solo a Bayona. Me alojaba en el pequeño apartamento familiar cerca de la catedral y vacío la mayor parte del año. Por entonces ya me había aficionado a la lectura. Y era más que una mera afición o un pasatiempo. A veces parecía que me gustaba más el mundo contenido en las páginas de los libros que el mundo llamado real, diferencia esta que, de hecho, desde entonces, nunca he establecido ni aceptado: el mundo sólo es uno, ya sea en la mente ya sea la materia visible y en ocasiones, no pocas, algo aparente, incluso más que en la ficción.

En mis estancias nunca dejaba de frecuentar la librería del Sr. Etchévère, que seguía hablándome de escritores y de libros con el brío de un erudito y al que yo escuchaba con interés y no poca pasión. Mi padre, además, solía darme unos billetes extra bajo mano, sin que mi madre lo supiera.

− Para libros -me decía con sigilo, como si la afición a los mismos debiera llevarse en secreto.

En una de aquellas visitas a la librería la hallé sola. Mi padre ha salido, me anunció al levantar la mirada del libro, no sé a qué hora volverá, añadió. Vale, respondí algo distante y me puse a ojear los libros contenidos en las estanterías. Evidentemente, aquella aparente distancia por mi parte no era más que cierta timidez y no poco apocamiento para lograr salir de mis propios límites, en absoluto significaba que aquella muchacha me fuera indiferente. No pocas fueron las veces que, al otro lado de la frontera, a cierta distancia de Bayona, me había acordado de ella y me había preguntado cómo sería su vida. No he de decir que me resultaba atractiva. He de reconocer también que me cortaba bastante. Además, ella había mantenido siempre esa actitud lejana, como si no estuviera allí o no fuera preciso que se dejara notar.

Sería, delgada, de mirada lánguida y largos silencios, no parecía muy interesada en las cosas del mundo. En otras épocas hubiera sido una candidata ideal para habitar un convento. En la nuestra adoptó un cierto aspecto peculiar, con sus ropas deslustradas, de negro siempre, y apartada hasta el punto de parecer ausente. En nuestras conversaciones nunca intervenía y nunca se habló de ella, estuviera o no presente.

Por eso me extrañó que de pronto hablara, saliera de su rincón en el que parecía integrarse perfectamente.

−Buscas algo en concreto –me preguntó.

Cité a un autor del que había oído hablar a su padre. Ella se levantó, se acercó a una de las estanterías y lo sacó de la hilera de libros.

−Es muy bueno –me dijo.

Comenzó a hablarme del escritor en cuestión y de otros de su generación. Supe entonces que estudiaba letras en Burdeos y que sería capaz de sustituir a su padre a la perfección. Ni qué decir que aquella tarde no sólo eran los libros lo que me interesaba, sino que me descubrí enamorado de aquella muchacha mayor que yo, cinco o seis años tal vez.

Pronto llegó el verano y logré que mis padres me dejaran pasar unos días en Bayona. Puse la excusa de que varios compañeros del instituto se desperdigaban por la costa vascofrancesa y no quería perder el contacto. Pero era a Sylvie a quien quería ver, sólo a ella.

Coincidimos. Ella había empezaba sus vacaciones universitarias y pasaba algunas semanas en Bayona. Luego iría a Londres, me comentó, a perfeccionar su inglés. Nos hicimos inseparables. Se encargaba de la librería por la tarde y yo la acompañaba. De dos a cuatro apenas entraba nadie. Era Julio, hacía ya calor y la librería se había convertido en el mejor refugio para charlar.

Sin embargo, yo tenía que volverme al otro lado de la frontera, no podía alargar mucho más mi estancia y además en dos semanas ella marchaba a Londres. Me sentía no poco apesadumbrado por aquella nueva separación que nos mantendría alejados, además, el mes de agosto y buena parte de septiembre. Me hundía esa sensación de no poder decidir en mis días, de estar sujeto todavía a los mandatos familiares, mientras que ella, yo lo notaba, gozaba de toda la libertad posible.

Aquella tarde me sentía especialmente desesperado. Ella me hablaba, como siempre, de libros, me aconsejaba lecturas, me pedía opiniones sobre lo ya leído. Debió de notar mi estado de ánimo.

−Te encuentras bien –me preguntó.

La miré de pronto, sorprendido por aquella pregunta inesperada. Levanté los hombros sin saber qué responderle. Se acercó a mí, colocó las manos en mis mejillas y entonces me besó.

Venga, vamos a sacar los libros del almacén, me dijo dos o tres minutos más tarde, con una sonrisa malévola pero sin duda feliz.

Juan A. Herrero Díez

 

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SONETOS ESENCIALES

Por Rodolfo Leiro

 

HASTA LUEGO

 

Un saludo cordial, un beso al paso,

 la ermita despierta su campana,

luce tu argiva silueta en la mañana

y busco en mi pupitre un verbo raso;

y el día, caminando hacia su ocaso

desde el flujo cordial de luz temprana

que me enrola, romántica y galana

con gemas de su  luna y de payaso;

un saludo que se perdió en el fuego

del aroma sutil que abrasa el ruego

hincado sobre un himen de narvaso;

de aquel postrer saludo no despego

y  olvidarte muchacha ya no puedo.

Hoy te miro en el fondo de mi vaso.

Narvaso: caña del maiz

 

Construido a las 8,45 del

1 de abril de 2012-04-01

Para mi libro

“Meditando en versos”

 

***

 

POMPA

 

Si surgiera otra vez mi antiguo enclave

 que enrolara mis estros con su esencia

y en el templo inmortal de la cadencia

me trepara en el mástil de mi nave,

y explorando la mar, la musa clave

trabara la implosión de mi impaciencia,

yo hurtara de mi lírica conciencia

la palabra gentil, la tierna, suave,

la emoción del soneto, casta llave

que me hiciera sentir el burgagrave

de la rima jovial de mi ventura,

os llevara conmigo en el espacio

y en el solio solemne de un topacio

te haría parte, mujer, de mi aventura.

Burgrave: señor de una ciudad

 

Construido a las 2,19 del

3 de mayo de 2012 para mi libro

“Meditando en versos”

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NIEVE

Por Gonzalo Salesky

Era la primera vez en cuarenta y dos años que nevaba en Cienfuegos.

Entró corriendo a la oficina, envuelto en su bufanda, con unos guantes que no usaba desde la adolescencia. En su mente seguía jugando con esa posibilidad, con ese sueño repetido tantas veces. Salvar el mundo, ser el único hombre sobre el planeta capaz de hacer algo magnífico, algo especial en un determinado momento.

No quería que encontraran ningún defecto en su plan. Hasta su hija lo había ayudado a pulir cada detalle. A contrarreloj debía ordenar todo en su trabajo, preparar las valijas, pedir el permiso correspondiente y viajar. Pronto su familia podría encontrarse con él. Y escapar de esa manera del infierno.

A la hora del almuerzo lo autorizaron a salir. Caminó bajo el frío de noviembre por la vereda, rumbo a la Oficina de Control Cerebral. Solamente tendría que llenar un par de formularios y nada más, cada uno de ellos con el membrete del gobierno cubano. Con muchas frases refrendando, una y otra vez, que todo lo que hubiera en su cabeza era propiedad del régimen.

Hasta cada uno de mis pensamientos.

Pero sin ese papeleo burocrático no iba a poder subir al avión. Y su plan se quedaría sin ser conocido por nadie.

Hasta 2012 se había intentado de todo para aliviar la crisis mundial. Después de las pérdidas, los quebrantos, las enfermedades infecto-contagiosas, aparecía nuevamente la peor de las plagas: el hambre.

Los rescates, los montos millonarios y los subsidios para los bancos y grandes empresas no servían de nada. La gente continuaba agobiada por las malas noticias de cada día. Violencia, manifestaciones y saqueos en las ciudades más importantes del mundo. Sequía, menos alimentos disponibles, poca energía, nada de combustible. Falta de insumos básicos, aluviones de personas famélicas robando cosechas, destruyendo alambrados para buscar gallinas, pavos, cerdos, vacas. No sólo en los países de tercer orden. Europa y Estados Unidos estaban llegando a niveles nunca vistos de desocupación e indigencia. Hasta la gran esperanza puesta en anteriores presidentes se había esfumado en muy poco tiempo.

¿Sería la suya la solución definitiva? Era una de las Cinco Ideas Finalistas del Concurso Mundial. La última alternativa de la ONU. Centenares de miles habían participado presentando todo tipo de proyectos. Brillantes, increíbles, absurdos… uno por uno fueron desechados casi todos.

Los impuestos a los animales domésticos, a cada kilo engordado por habitante, a los hijos, a los deportes y su televisación. El asesinato selectivo de otras especies. Los tributos sobre el alcohol, los cigarrillos, ansiolíticos y energizantes. El exterminio de todas las mascotas, la venta de la Luna por hectárea para los pocos millonarios que quedaban en el planeta. La destrucción del hemisferio sur, la migración total hacia el otro hemisferio. El envío de basura hacia el Sol. La eliminación de las fuerzas armadas de todos los países.

Fundir y vender las reservas de oro de cada país. Cancelar los juegos de apuestas y de azar por diez años. Hacer trabajar a cada habitante en los medios de transporte masivos, para elaborar manufacturas simples en los momentos ociosos que ocupaban viajando. Cultivar granos en el fondo del océano y en las playas. Promover la venta libre de drogas. Prohibir los fuegos artificiales y el maquillaje a todas las mujeres; de esa manera, liberar tiempo y dinero malgastado.

Otros apostaban a reciclar el agua de lluvia, construyendo enormes piletas arriba de las casas, edificios, avenidas y parques. Los más alocados pensaban encontrar en el mar el combustible necesario para poner en marcha al mundo nuevamente.

Ya no quedaban ideas que permitieran evitar la catástrofe. Sólo la de él. Y cuatro más.

¿Cuáles serían las otras?

El 25 de agosto envió su propuesta por correo electrónico. Ese mismo día le habían contestado. Paradójicamente, si tenía éxito con su plan, en un futuro cercano no tendría de nuevo esa posibilidad.

Debía redactarla lo mejor posible. Usaba un cuaderno de tapas duras y de color marrón, con el lomo negro, de renglones celestes casi imperceptibles, para anotar lo que fuera surgiendo en su mente, para tachar lo que no sirviera. De sus hojas sacó el pasaje del vuelo 841 rumbo a Washington, con fecha del día siguiente. Chequeó otra vez el horario de salida y decidió guardarlo en su bolsillo derecho para evitar descuidos.

Tenía unas horas más para seguir escribiendo. Un borrador, un pensamiento que podía salvar el mundo.

Había que destruir Internet. Y todo aquello que implicara transferencia de información. A través de su invento, la combustión sintética de datos, podía hacerse en sólo tres semanas. Toneladas de cables y antenas a lo largo y ancho de la Tierra quedarían inutilizados. El sistema de transmisión por vía inalámbrica también. La vida sería distinta sin tanta gente alejada de la realidad y encerrada en las redes virtuales que amenazaban con quedarse con todo. Miles de millones volverían a vivir como hace treinta años, cuando…

¿Se solucionaría la falta de alimentos? Probablemente las personas, con tanto tiempo sobrante, se comunicarían otra vez con la naturaleza. Cultivarían su propia comida. El ser humano, alienado como nunca, había perdido la capacidad de conversar cara a cara. No parecía creíble que las mismas personas, tan poco tiempo atrás, se encontraban en los parques y plazas, hacían ejercicio, leían libros, se alimentaban de manera sana.

Se ahorraría toda la energía gastada en el tráfico y almacenamiento de tanta información, equivalente a la mitad de la generada a nivel mundial. Sólo era una cuestión de costumbre. Si la humanidad había sido capaz de vivir sin teléfonos celulares e Internet en 1980, bien podía hacerlo ahora.

Seguramente crecería la industria del papel. También la posibilidad de cosechar frutas y verduras en la propia casa. La gente volvería a disfrutar del aire libre, a conseguir trabajos de verdad. Disminuiría la cantidad de desempleados. Según su investigación, la red de redes había reemplazado unos trescientos millones de personas como mano de obra en fábricas, bancos, aeropuertos, oficinas, compañías de seguro, empresas de correo, diarios, revistas, editoriales…

Imaginaba una gran resistencia al principio. Quizás los fanáticos de Facebook protestarían y tendrían que conformarse con pegar sus fotos impresas en la puerta de su casa para que cualquier desconocido las pueda mirar. ¿Cómo podrían sino satisfacer esa necesidad de ser vistos por otros en todo momento? ¿Serían capaces de vivir sin la mirada puesta en sus pequeñas pantallas? ¿Se darían cuenta del tiempo que pierden?

Siguió escribiendo, pensando en el rostro de aquellos que lo votaron. Decenas de extraños que habían leído, con entusiasmo y tal vez con esperanza, su primer bosquejo. Algunos medios ya hablaban de “la solución cubana”. Muchos otros la rechazaban de plano, tildándola de poco práctica, de anticapitalista, de demasiado romántica. Pero tenía espalda para soportar las críticas. Pese a los prejuicios, estaba en la final. Tan cerca de la gloria.

Ocho horas después de terminar, entró a la Casa Blanca con su cuaderno viejo bajo el brazo. En las escaleras saludó al presidente con un apretón de manos. Estaba seguro: si lo escuchaban, el mundo cambiaría. Gracias a él. Y a sus locas ideas.

¿Quién lo hubiera dicho? Si mi padre me estuviera viendo…

Si después de tantos años había vuelto a nevar en Cienfuegos, todo era posible.

 

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por Daniel de Cullà

 

A FEDERICO GARCIA LORCA

 

Desde el cabo de Creux al Finisterre

Tu Poesía que salta hasta la Vida

Resuena

Y desde Cantabria hasta el Estrecho

Sin que  los ecos Rebuznantes

De la represión

Cantada por esa caterva de gente

De la mala plebe

Lo más mínimo te dañen.

 

Que rabien, rabien

Los que el elogio del Asno

En su día cantaron

En su Musa o lira mala.

 

Tú eres la envidia de la Europa

Con los Continentes

Y ahora se acercan los poetas

Que habitan en ciudades, en villas

En cortijos, en aldeas

Para cantar con éxito feliz

La bella prenda

De tu Poesía.

 

Mira, ve y escucha:

Yo, acompañado a la guitarra

Te recuerdo cantando:

“Dende que te vi

En la ventana

Como era de día

No te dije nada.

Dende que te vi

En el balcón

Como era de noche

No te dije adiós”.

 

***

 

/ Canción Al Ave/

“Detente, sombra de mi bien esquivo,

imagen del hechizo que más quiero,”

-Sor Juana Inés de la Cruz

 

De la Estación de Atocha

Ha salido el Ave Prick

Cantando en su velocidad

Su concepción

Ave, Ave, Ave

 

De Madrid a Bailén

Yo quiero decir que sí

Dime tú niña mía

Que me vas a dar el Sí

 

“Dicemelo”, que me encanta

Oirte bien o mal  decir

Entre espumas de saliva

 ”Chi…chi” “Chi…chi”

 

Eres mensajera del Amor

Con tu Clit and Teat

Y ¡menos mal¡

No eres esclava Jumenta

De Lourdes, ni de Fátima

Ni del pinaresco Henar.

 

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por Mary Acosta

 

A BOCA CERRADA

A boca cerrada tensa su armadura

sobre la máquina del miedo.

Sus ovaladas neuronas

acunan naufragios y grávidas ausencias.

Sobre musgosas rocas,

cuelga su alquitranada infancia.

Las esquinas calladas retenidas en sus tímpanos,

pierden su metamorfosis prometida.

Invitado al convite turbio de sus muertos,

coexiste entre los puentes calcados del ahora.

Envoltura de corto viaje disfrazada y a boca cerrada,

memoriza la existencia entre un yo injertado

y la presencia subversiva, de la última palabra.

 ***

ACROBACIA SALMICA

Atardece en mi,

ante el desnudo audaz de los espejos.

Desgrano la penumbra hambrienta

vistiendo un traje de epílogo,

sobre la fina piel gastada,

que expulsada en siete gritos

desarma cóncavos domingos de abril.

Detrás del músculo agotado,

la acróbata libélula

confabula el vuelo,

en mitad del geodésico instante,

inventando el hálito de Dios resucitado.

***

HARAPOS DE ABANDONO

Petrificado en el exilio de la noche,

el gnomo de membranas hambrientas

y heridas coaguladas por el látigo del sol,

suplica silencioso y a la intemperie por su huérfana inocencia.

Golpeado sobre la lozana piel naciente

desgarra sus sueños sobre el fango.

Querubín a la espera del retorno, desnuca a la justicia

tras el peso de una lágrima,

gestada desde las entrañas de su orfandad.

Vestido con harapos de abandono,

busca encontrar la esquina de su infancia,

atravesando angustias con sabor a prepotencia

que anule cicatrices, marchite lo imposible y destiña ausencias.

Metamorfosis de verbos, vigilan el “pienso” carcomido,

fantasma encadenado al sordo murmullo de los días,

que dañan crucifijos pintados de esperanza

entre las tenazas abiertas y dolosas de un germinado desafío.

Con resignados pasos,

cruza la frontera del destino al ritmo de los ciclos de la luna.

Atento a sus treguas sin color, rescata las siglas de los sueños

que suspendidas quedaron en el buzón del tiempo.

En búsqueda de Dios,

un par de sonrosadas mejillas sombrea la vida,

en reclamo justo por el dorso edénico de su inocencia.

MARY ACOSTA

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POEMA

Por Irene Mercedes Aguirre

 

Miré mis manos

 

Y me miré las manos y he notado

la huella de caricias repetidas.

Por los años la piel envejecida

acusa, aquí y allá, tiempo pasado.

 

Y me miré las manos y he pensado

que cuando van a tono con la idea

dan perfección y encanto a la tarea

en la sublimidad de lo logrado.

 

Y me miré las manos y he sentido

sus curvaturas y su movimiento

como   afinado y prístino instrumento

que explicita la acción con su sonido.

 

Y me miré las manos y he palpado

cada arruga y sus líneas perfiladas.

En brumas de milenios, condensadas

encierran los ensueños  apretados.

 

Y me miré las manos y he soñado

con un mundo mejor. Con  diez  perfectos,

magníficos  apoyos, firmes, rectos,

¡a diestra y a siniestra acompasados!

 

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

 

 

 

UN  BIGOTE  PEGADO  A  UN PRESIDENTE

Un bigote pegado a un presidente

Un flequillo a una sonrisa infame

Un incubador de huevos de serpiente.

Relativismo de muertes ajenas

Productivismo de quirúrgicas guerras

Infamia en anaqueles beneficiados.

Enroque de íntegros mal nacidos

Realce de patrias manufacturadas

Calamidades en teatro de poderes.

Dioses que no descansan

Mamporreros que les ayudan a clavárnosla

Aspereza para nuestras traseras desgracias.

…Podría seguir manifestándome

Pero mejor enumeren sus fríos sudores

Resuélvanlos mientras nos preparan más deberes.

Postdata para los apostatas de los idearios

Cabeza erguida y despejada

Por si les benefician con un disparo a bocajarro.

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COLGADAS  SOBRE  LAS  VÍAS

Colgadas sobre las vías

del tren que huyó del tiempo

consumiendo vértigo

de endémica cochambre

abigarradas y minúsculas chabolas

apropian mortecino espacio,

sus moradores en número exceso

circulan por mugrientas líneas

hacinados en seguro expreso,

transportador de desheredados

en circular inmundicia

agarrados al mínimo chance

que creen concede

la espiral de sus trayectos,

de esa mentalidad asiática

fluye digna esperanza

que no vislumbra

el horizonte

del Express de los pobres.

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FRÁGIL  CORPUS  (LIBERTAD)

Frágil corpus

por liturgias y héroes amenazado,

patrias y almas

intangibles excusas instrumentadas.

***

SHANGAI  &  KABUL  &  FRANCISCO

Shangai & Kabul & Francisco

Tránsito espacios

colapsados y convulsos,

vértigo de hordas fragmentarias

enclavadas en ciudades iconos,

escenarios de emociones

proporcionalmente inversos,

forjadores indisolubles

de mi visión periférica,

queriendo entender el mundo

el sonido del chasquido

expandiendo sus ondas

perforadoras de tímpanos,

anunciándome mi depositario gesto.

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LAS  GUERRAS  SE  ESCRIBEN

Las guerras se escriben

con letras torcidas

de silencios y ausencias,

escritos de sangre

y mala letra.

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