21º Número de la revista literaria Nevando en la Guinea

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21º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

DIGITAL MENSUAL

NEVANDO EN LA GUINEA

NºLXV de la 2ª etapa/02-03-2012

 

EDITORIAL LXV

Más cultura, por favor

 

Es evidente que hay en todo el planeta una oleada de revueltas, rebeliones, protestas, rebeldías y otros movimientos de crítica al (des)orden de este mundo. A la denominada primavera árabe, que se inició en Túnez y se expandió por otros países norteafricanos y de Próximo Oriente, le siguió la revuelta en otros países donde ya existía no poco malestar. En Grecia hablamos ya abiertamente a fecha de hoy de situación prerrevolucionaria. En España, el Movimiento 15 de Mayo, al igual que en Israel, ocupó con campamentos las plazas y los espacios públicos de ciudades y pueblos; en Estados Unidos el movimiento Occupy Walt Street con su equivalente británico, Occupy London, atacó y ataca aún hoy el corazón mismo del capitalismo mundial; también se da en países de África Negra, como Senegal o en Guinea Conakry, cuyo movimiento sindical es fuerte y activo, o en los países del Este europeo, como Rumania, donde la calle está siendo invadida por un fervor de cambio ante una realidad frustrante.

 

En América Latina no se trata de algo novedoso, hace ya lustros que se lucha y se aboga por un nuevo modelo social que rompa las estrecheces de una realidad hiriente y que ha marginado y margina a millones de personas mediante la pobreza, la desigualdad, la represión, la segregación racial o social, la opresión. Autores como Eduardo Galeano, un clásico ya de la sensibilidad social y la rebeldía, o Raúl Zibechi introducen al discurso radical un humanismo de nuevo cuño que rompe el esquematismo de las teorías clásicas que el tiempo había cubierto de rancio.

 

No podemos descartar que en los próximos meses se acentúen las revueltas en China, donde la vulneración de los más elementales derechos sociales y humanos, atacados por una maquinaria política heredera del peor estalinismo y por un capitalismo salvaje rabiosamente inhumano, es un estigma difícil de aceptar.

 

Estamos, pues, ante un escenario nuevo, el mundo está pariendo seguramente una nueva sociedad.

 

Nos preguntamos qué papel puede jugar en este nuevo mundo la cultura. En las épocas de crisis suele aumentar el miedo -miedo a la pobreza, a la exclusión, miedo a la violencia física, a la moral-, pero también se acrecienta la imaginación y el arte abre con ello nuevos ámbitos. Las Vanguardias nacieron en un momento de profunda crisis. Surge hoy un nuevo activismo cultural que une la crítica a la realidad con un activismo radical en su sentido más literal: pretende analizar la vida desde su propia raíz.

 

Ni que decir tiene que estamos entusiasmados ante lo que sucede, ante esas protestas que indican que aún hay esperanza, aun cuando haya mucha desesperación en ella. Tampoco podemos dejar de temer las tendencias reaccionarias, netamente defensivas, que adoptan los Estados. Lo hemos visto estos días en Valencia, España, donde unos jóvenes cuyo delito fue denunciar la falta de estufa en su centro de estudios mediante una pequeña concentración en la calle fueron apaleados y reprimidos. La crisis está recortando medios en la educación. Tenemos que denunciar este hecho como una agresión a la población, como un acto de violencia contra la cultura. Porque recortando en educación tal vez se ahorren algunos millones de euros, pero estarán sacrificando varias generaciones a la miseria intelectual. No es que la educación en España sea hoy una maravilla, pero reducirla aún más es un error que este país, igual que cualquier otro, no se puede permitir.

 

Más cultura, por favor. Porque podemos vivir sin muchas cosas, pero no sin cultura que nos permite relacionarnos unos con otros.

 

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UN POEMA ECONÓMICO Y OTRO MITÓMANO

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

COMPRO ORO

 

Ahora se compra el oro a un precio alto,

muy alto, tan alto, que por unos gramos de oro

te dan un manojo de billetes sudados.

Al vender el oro que durante tu relación

fuiste reuniendo como cualquier cosa,

te dieron para pasar tres meses sin preocupaciones.

Regalos de aniversario, momentos especiales,

agasajos y otras prebendas, oro amargo.

Ahora necesitas venderlo.

Cuando lo vendiste en la casa de empeños

el señor tenía allá en su caja de madera

toda una amalgama de oro viejo y usado.

¡Qué pena da todo aquello que se da por perdido!

Al salir de la casa de empeños

se dieron por perdidas tantas cosas…

pero ganaste otras, y esas serán para siempre.

Ahora te compran el oro a buen precio.

Si quieres vender el oro de una relación pasada

ahora es el momento idóneo.

Te dan un manojo de dinero sudado

y a cambio tú les das tu oro, también sudado.

Al salir de la casa de empeños

te quitaste un gran peso de encima, sí,

pero también, tienes que admitirlo,

te quedó un vacío inmenso adentro de tu corazón.

Como si el peso de ese oro vendido

ocupara el lugar de ese vacío que te quedó.

30 gramos, a 27€ el gramo son 810€.

8 años, a estas alturas, pesan como chatarra.

***

 

LA AUTOPSIA DE MARILYN

 

Marilyn te busco entre tus mejillas rosadas

y no puedo encontrarte,

veo que te meten en la ambulancia

y te sigo buscando en la autopsia sagrada

que desconoce tu nombre de estrella devorada,

Marilyn, tus abogados, Marilyn,

Marilyn, tus fotografías fijadas, Marilyn,

tus perfumes, tu flor de chantilly,

Marilyn, mis visitas a tu tumba, Marilyn,

tu embrión muerto es una estrella fugaz,

digo esto, Marilyn, ahora que sé

que nada te duele desde el paseo de tu fama,

Marilyn, tu pintalabios ebrio de ti, Marilyn,

tus tacones sonando en su rutina,

en su ritmo binario,

Marilyn, tus cosquillas apagadas, Marilyn,

tus ojos quietos en tu autopsia, Marilyn,

Marilyn, tus endorfinas esclavizadas,

Marilyn, tu Nueva York gris, Marilyn,

Marilyn, mi cobardía al verte, Marilyn,

los psicoanalistas persiguen tu psique,

los periodistas una confesión,

Marilyn, si yo fuera tu hija

no quisiera dos coletas a mis espaldas,

quisiera dos alas de ángel puro, Marilyn,

tus contratos con la FOX, Marilyn,

esos mitos acabados ya, que en vida,

en tu vida, no te quisieron, Marilyn,

ahora son fantasmas que escarban entorno a ti,

Marilyn, mi postdata cariñosa,

mi consuelo instantáneo, mi consuelo duradero,

Marilyn, en blanco y negro, Marilyn,

Marilyn, a tu pesar, Marilyn, de cera,

Marilyn, estatua de celuloide,

Marilyn, mi arpía angelical y demacrada,

Marilyn, tu voz se esconde al verme.

Yo, me río y te hago feliz, por siempre,

Marilyn.

 

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Redención

         «La revolución no huele a rosas, lo dijo Lenin y tenía toda la razón. La revolución exige sus víctimas, como uno de esos dioses ostentosos, rígidos en sus formas, crueles en sus gestos, pero liberadores a la larga, emancipadores, redentores del género humano. Viví por la Revolución, en mayúscula, nada debía desviar mi atención y mi esfuerzo, todo estaba centrado en ella

Recordé esas palabras escritas en un cuaderno sencillo, un mero apunte entre otros apuntes y párrafos que mi madre fue escribiendo ininterrumpidamente en ese y en otros cuadernos a lo largo de su vida, imagino que como un intento de ordenar sus ideas, también de componer y entender sus circunstancias, y para ello, para escapar de ese absoluto caos en que estaba inmersa, fueron malos los tiempos que le tocó vivir, precisaba escribir en todo momento para buscar algo de avenencia consigo misma, la escritura como terapia, en efecto, y así al menos la recordaba yo en los pocos momentos de convivencia mutua, siempre concentrada en sus escritos aun cuando en apariencia nunca compuso nada coherente, unas memorias, por ejemplo, o una reflexión sobre su época que vivió, eso sí, con plena intensidad.

Descubrí el cuaderno en que constaba aquella anotación el día que recogía sus cosas, mientras ordenaba sus papeles y cuadernos, horas después de haberla enterrado en Burdeos. Volví a sentirme una de esas víctimas de las que ella había escrito en un instante, al vuelo, hilando palabras sin ningún sentido, reflejando un estado de ánimo y unos sentimientos que sin duda no llegaba a entender. Quizá pensase en mí, pensé entonces, aunque nunca estuve del todo seguro de que se detuviera de pronto para pensar en mí, para forjar mi imagen en su recuerdo y tal vez sonreír.

Las palabras del profesor Lagos sobre el horror del estalinismo y su repercusión en Europa en los años treinta me trasladaron a ese párrafo. Había pasado dos años desde que muriera mi madre y descubriera la libreta marrón, la más íntima sin duda entre todos los cuadernos que había dejado abarrotados con su letra pequeña y gótica. «Las víctimas de la revolución», se titulaba el congreso que la Universidad en la que yo trabajaba había organizado para ocuparse del lado negro de las revoluciones. Parafraseando al pintor, la revolución crea sus monstruos. Y crea sus víctimas, no sólo víctimas entre sus enemigos, entre los partidarios de la reacción o del orden burgués, lógicas víctimas por otro lado si aceptamos que la historia es un campo de batalla entre estamentos o clases, sino también, y sobre todo en aquel congreso, las víctimas en el campo propio. En España teníamos a Andrés Nin, a buena parte de la dirección del POUM, revolucionarios masacrados por revolucionarios porque la Revolución no aceptaba disidencias y mataba los frutos que había engendrado. Por muy buenas que fueran las motivaciones, por muy generosos que fuesen sus impulsores, era como una regla inevitable, la revolución que se pudría, que mataba a diestro y siniestro, incluidos a sus partidarios, dejando un rastro de horror y de desesperación por no poder cambiar un mundo que tampoco ofrecía muchas alegrías.

¾¿Tú aquí? -me espetó Echávarri cuando me vio salir del aula magna donde el profesor Lagos había dado su correctísima conferencia-, no me digas que has descubierto que fuera de las sagas artúricas hay vida.

¾Ya ves -atiné a decir a modo de justificación.

Sonreímos ambos. En la universidad me tenían por uno de esos profesores monotemáticos que fuera de su tema, en mi caso la literatura medieval, apenas se interesaban por nada. Por lo demás, mi vida era casi la de un monje, no puedo menos que reconocerlo, me pasaba el día entre libros, leyendo, apuntando detalles, organizando ideas, y gracias a que Susana aceptaba que yo fuera así -me embelesas luego con todas esas historias que me cuentas-, me había creado fama de erudito y en mi haber cabían numerosos libros especializados, algunos de los cuales me habían dejado bastante satisfecho, todo hay que decirlo.

¾¿Has venido porque hay algo que puedas trasladar a tus siglos? -siguió bromeando Echávarri, esta vez ante testigos, Lorenzo y Monteiro se habían añadido a nuestra conversación.

¾¿Qué te crees, que las revolucionarios son cosas de la contemporaneidad? Habrás oído hablar de Müntzer, de los campesinos alemanes, los taboritas bohemios o los comuneros castellanos, por ejemplo.

¾Touché -exclamó Echávarri y soltó una de sus habituales sonoras carcajadas-, pero dime, ¿qué te ha traído por estos lares?

Nadie sabía nada de mi madre ni de mi familia en la universidad. Nunca había contado la politización excesiva en que había vivido durante mi infancia. Se sorprenderían mis insignes colegas si supieran que antes de los seis años yo había pasado sobre las rodillas de lo más selecto del comunismo europeo y mundial. Para ellos, mi interés por la política era inversamente proporcional a mis vastos conocimientos literarios medievales y yo había dejado que se mantuvieran en esa idea, la propagaba incluso, supongo que como medio de olvidar mi infancia. Callaba por ejemplo cuando en el café o tras la comida surgían temas políticos, a veces se daban verdaderas discusiones y polémicas, y en ellas escuchaba los nombres de algunos revolucionarios aclamados en las aulas y que para mí no eran figuras lejanas o míticas, sino personas que había conocido. Por supuesto, nunca acudí a ninguna de esas asambleas estudiantiles a las que algunos profesores gustaban de frecuentar, tampoco las criticaba, como otros profesores, catalogados como reaccionarios, simplemente me mantenía al margen y me escondía ante un fatalismo discursivo que me llevaba a huir del presente y sumergirme en los textos antiguos.

Pero la muerte de mi madre de repente había removido algo, lo pensé mientras Echávarri, Lorenzo y Monteiro elogiaban ante el propio profesor Lagos su conferencia y de paso su conocimiento de los escritores europeos del periodo de entreguerras, algo que los historiadores, tópico manda, acostumbran un tanto a desdeñar, sin duda por su ignorancia de la literatura. Consideré la posibilidad de que uno de esos mecanismos del subconsciente, tan analizado por los médicos freudianos, hubiera removido mi interior y sonreí ante la idea de que a mi edad, ya bien entrado en eso que llaman la madurez, me convirtiera en un exaltado revolucionario.

Sentí de pronto, en medio de aquel descanso congresual, que debía enfrentarme a muchos fantasmas. Sí, me repliqué a mí mismo, me ocurría lo que a tantos hijos de revolucionarios que pasaron una infancia abandonada y acababan odiando la política y a sus padres por ello, yo había pasado muy claramente por aquella fase. Quizá por ello había decidido acudir al congreso, atraído de algún modo por un título con el que me identificaba, las víctimas de la revolución, no las víctimas producto de la enemistad o la disidencia, sino las víctimas olvidadas, las creadas entre los hijos y parientes abandonados bajo las sombras de los protagonistas y su época.

A mi alrededor se hablaba, se discutía, se intercambiaban opiniones y desacuerdos, mientras que en mi interior, ese monasterio metafórico del que se burlaban mis colegas, se abría paso otro querella que no por íntima menos importante, la de la reconciliación con mi pasado y sobre todo con mi madre, muerta ya y con quien apenas había mantenido más contacto que el que me permitía la justificación de la distancia física y también espiritual. Mientras había escuchado al profesor Lagos brotaron recuerdos que de pronto adquirían sentido y que ahora entendía o me daban caminos por los que indagar mi pequeña historia personal. Sí, yo había conocido las disidencias de las que hablaba el profesor Lagos, había vivido directamente otras posteriores desde mi zona de sombras, asistí sin saberlo a rupturas históricas fruto de disidencias profundas y que adquirieron, por ejemplo para mi madre, forma de verdaderos dramas.

Contemplé al profesor Largos que conversaba con mis tres compañeros y de pronto me vi en la necesidad de dar un paso.

¾Doctor Lagos -interrumpí de golpe la conversación ajena-, he de consultarle imperiosamente un asunto -le agarré del brazo y le alejé de mis tres colegas que me observaron no sin cierta ironía-, disculpad.

Tuve el vértigo de entrar en un terreno delicado, un vericueto cuyo final apenas lograba atisbar.

 

Juan A. Herrero Díez

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LA FRONTERA

Cuando la locura se cure,

         los árboles dejarán de llorar.

 Raúl Frías(paciente del hospital psiquiátrico Borda- Buenos Aires)

Cuando la locura se cure,

los árboles dejarán de llorar,

y allí seré de nuevo

la raíz de lo puro en el diluvio de otros ojos.

 

Entre brotes lineales

que poblarán mi ruta

se quemará el infierno

que me tuvo lejano.

 

Y una obra perenne

me llevará a mis días

sin ruinas horrorosas, ni oscuridad, ni espera.

 

Seré el sudario urgente

que enjugará las lágrimas del árbol que está solo.

 

Después,

ya sin distancias

ni toboganes crueles,

abriré las ventanas del dolor marginal

y bordeando los límites de santos y almanaques

me sentaré a la sombra del bosque que me ahogaba.

 

Después,

cuando la locura se cure

y los árboles dejen de llorar.

 

 

© Teresa Palazzo Conti

 

***

        SALVACIÓN

 

 

Basta ya de cumplir

con ritos y almanaques;

basta ya de sonreír desde la niebla intacta del espejo.

 

Se han roto las cadenas de sal y precipicio

donde estuve perpetua

y sube por mis muslos

una confianza débil.

 

Me quito la camisa de piel cascada

y rota

y enarbolo las sílabas

de algún momento nuevo.

 

Hoy he vuelto a la casa

donde sufrí y maldije,

pero entera y liviana

me suspendo en los muros que habían grabado a fuego

los reproches,

los golpes,

las cenizas del beso.

 

Ya no hay furia ni engaños;

no bajan por mis sienes(senos)

las llaves de la muerte

ni ocultan las ventanas

las úlceras maduras(perversas);

sólo hay pan en la mesa,

y en cuadernos inéditos

esa palabra mágica que busqué tanto tiempo.

 

©Teresa Palazzo Conti

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EL ALARIDO DEL HIP HOP

Por Ana María Manceda

 

Quería incrustarme en el pizarrón, traspasarlo como una madura “ Alicia en el país de las maravillas”¡ Cobarde! En un segundo eterno hurgué desesperada en mi enciclopedia mental todas las filosofías pedagógicas para encontrar la más brillante y poder enfrentarlo. Sentía su mirada en mi  nuca  ¿Qué esperaría de mí? Mi mano,  ignorando  mi desesperación, amiga piadosa, dibujaba el perfil de la placa euroasiática. Y me di vuelta, lo miré como a los demás alumnos, mi voz parecía venir de un lugar hueco y lejano. Pensé en la importancia de la educación, cierto, pero que soledad y vacío se enredaban en esa verdad. Era una carrera contra el tiempo, sus pulmones ya estarían achicharrados de tanto aspirar pegamento  ¡Bendito seas! A uno de  ellos se le ocurrió interesarse por el tema, sus preguntas hicieron derivar a  la configuración actual del planeta, otros se interesaron en la vida existente durante  la Deriva de los Continentes. Todo en el universo es movimiento, me pregunto  por qué lo único estancado es  nuestra actitud de indiferencia social respecto a nuestra propia especie. Por fin el timbre, algunos alumnos se acercaron, seguían interesados. Nano se puso a mi lado, por primera vez se veía humilde, desamparado, mimoso. Tenía un aire de  ¡ Estoy aquí, con mi profe! Lo tomé del hombro, sentí su aún cuerpo de niño, casi me puede el llanto, no me lo iba a permitir, él me necesitaba protectora. — Nano ¿ En estos días bailan de nuevo el hip-hop?

—Sí, el viernes ¿Qué, quiere venir? Me preguntó  con su dicción cantarina y esperanzada.

—Sí, claro, me gustó, además es una expresión cultural de grupos que nos dicen muchas cosas—, dije estúpidamente. Le di un beso en la frente y me fui. Caminé las veinte cuadras que quedaban entre mi casa y el colegio,  me hizo bien el aire fresco. Cuando había entrado al salón de clase y lo vi sentado, mirándome fijo, sentí vértigo. En ese trayecto recordé lo ocurrido con Nano.

Acepté ir  a la presentación de los Talleres Municipales. La sala estaba repleta de chicos, se lucieron con las guitarras, bailaron folklore y  tango. Casi al finalizar la muestra le tocó el turno al Hip-Hop. En el grupo estaba Nano, pantalones anchos, buzo  y gorra de lana negra, una cruz pendía de su cuello. Su carita de dieciséis años tenía una expresión incierta, solo sus ojos oscuros transmitían una fiereza desolada. La música, extraña para mí, provocaba que los jóvenes contorsionaran sus cuerpos en el piso del escenario, las piruetas eran increíbles,  solo ellos podían realizarlas. Mientras unos  bailaban  otros hacían coro con letras de protesta. El mensaje me llegó, lo sentí en el estómago, era un alarido, una denuncia por la marginalidad de sus vidas, un alegato a la indiferencia social. Decidí que luego de la cena me acercaría hasta el departamento de Nano, sabía donde vivía, había visitado a su familia, muy humilde y sin padre en ocasión de un censo escolar. Al salir del teatro compré una caja con bombones, se los llevaría de regalo, una pequeña manera de halagar su actuación y de alguna manera  demostrarle que había  estado presente. Rechacé de manera constante sentirme culpable, en lo que hacía me brindaba entera, no los estafaba. Luego del espectáculo, al llegar a casa, abracé como nunca a mis hijos. Cuando terminaron de cenar les repartí unos bombones que compré sueltos, los de la caja eran para mi alumno. Ya todo organizado  y brindando explicaciones vagas me despedí de los niños, no tardaría mucho en regresar. Solicité un taxi y fui hacia las torres donde vivía Nano,  pedí al chofer que me esperara, eran las  diez de la noche. Me acerqué a un grupo de adolescentes que estaba sentado en la vereda, se veían botellas de cerveza vacías tiradas en el piso, sus voces sonaban guturales, altisonantes, provocativas.

—¿ Qué querés vieja? No jodás!

—Dejala che, es mi profe.

Mi mano, temblorosa, se extendió hacia Nano, entregándole la caja de chocolates. Sus ojos, de pupilas dilatadas, me miraron oscuros y  asombrados desde el abismo. Lo tomó dócil, sin agradecer, mientras fumaba de manera profunda su cigarrillo, luego se lo pasó a un compañero. Uno de los chicos, como si tal cosa, aspiraba pegamento de una bolsa de nylon. Los olores del pegamento y la marihuana me provocaron náuseas, atiné a decir

—Chau Nano,  te veo en clase.

En el trayecto de regreso hasta llorar me parecía estúpido, me sentía acorralada, furiosa, impotente.  No sabía como iba a mirarlo a los ojos luego de esa noche, los dos éramos conscientes que una triste complicidad  nos uniría de ahora en más. Ese día de clases había sido al primero que vi luego de mi visita a su barrio.

          Las veinte cuadras me dejaron exhausta, mis movimientos de rutina eran rápidos, intensos, cortos. Quizás de ahora en más cambie mis pasos, pero mis manos están vacías. Al llegar a mi hogar,  voy divisando una luz, con la certeza que en los acontecimientos cotidianos, la causalidad se inserta en la red de la vida  y estoy segura que mi mirada no se cerrará más entre los límites de mi realidad. En esa red de ahora en más estará Nano,  estoy segura,  él estará.

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TRES SONETOS ESENCIALES

Por Rodolfo Leiro

 

LA PIEDRA

Yo no arrojé la piedra que te hiere

ni el insulto procaz que te lastima,

no me presté a las fobias de la inquina

ni tampoco fui el santo que te quiere;

caminé sin cesar, como quien fuere

arribar a una hacienda  con su espina,

no fui el bardo cobarde que se inclina

ni el soberbio que aprieta si pudiere;

no fui fruto  de un débil miserere

ni infeliz emisario del que hubiere

profanado mi culto de profeta;

me alenté por mi mismo, sin congerie::

mi verso tiene fruto de intemperie

y algún beso perdido en tu glorieta..

construido a las 7,30 del

25 de enero de 2012-01-25 para mi libro

“Conversando con la Luna”

 

***

 

MI LIBERTAD

, Cuando el despotismo inflama

sus banderas de improperio,

e impone el vil magisterio

que le sirve de proclama.

Cuando la libertad se devana

roída por el dicterio

y te somete al imperio

de su incinerante flama.

Cuando tu voz le reclama,

y todo tu cuerpo clama

por la opresión, una cripta

que te ofende, que te hiere.

¡Hay un pecho que no muere!

¡Y hay un coraje que grita!

Construido a las   14,35 del

28 de enero de 2012-01-28 para mi libro

“Conversando con la Luna”

 

***

 

SI TORNARA

Si aquella tenue bonanza

que tentó mi lapso incierto

tornara en feble concierto

con un salmo de esperanza,

quizás la antigua templanza

hurgaba un  ignoto puerto,

borrara este feudo incierto

que derrapara mi hilanza;

volviera, en rauda mudanza

a la proverbial labranza

de mis endechas primeras

y aquella antigua confianza

forjara una férrea fianza

de besos con primaveras.

Construido a las 7,45

Del 28 de enero de 2012-01-28

Para mi libro

“Conversando con la Luna”

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

 

TIEMPOS  DE  INTRANSIGENCIA

I

En estos tiempos de prodigios

en los que sectores de la humanidad

multiplica su sapiencia,

contrarrestan esos avances

la más perversa de las intransigencias

encubierta en dispares ropajes

pero casi siempre amparada

por una infalible certeza

Dios es de su pertenencia

y en las directrices que de El emana

haya amparo su bienestar

e irrefutable autoridad moral.

II

Hoy día de gracia

de un omnipotente Dios

cuyo nombre será

el que más convenga

igual que en el pasado

arden hogueras

con olores displicentes

de pecados contra natura

y herejías de objeciones.

III

Rememorando a Umberto Eco

y a diferencia de su rosa

salvada del cadalso purificador

a última hora,

las agencias de noticias

escupían sobre las personas de bien

el nombre de una rosa

destruida en cruel virtud

para exonerar de pecado

las haciendas de un dominio.

IV

El amor y el derecho a la libertad

de las carnes y los espíritus

tendrán sus justas consecuencias

porque la inmoralidad y las ofensas

al Dios de conveniencia

será castigado por el prodigio

de la crueldad más perversa.

V

Imploro a mi Dios

que esas crueles mezquindades

cesen de triturar rosas

cuyo mayor pecado

es ser persona.

Ruego indulgencia prodigiosa.

 

***

AVENTURARME  EN  LA  EXPLORACIÓN

Aventurarme en la exploración

de este confuso mundo

desde sus más altas y afiladas aristas

hasta el más profundo de sus vacíos

para arañar su superficie

y no perderme en el superfluo

y super plano  escenario

que nos aproximan.

***

 

EN  EL  GRAN  ESCENARIO  DE  ESTE  MUNDO

En el gran escenario de este mundo

cada individuo tiene grabadas

sus propias ideas y de ellas

depende su visión del mundo,

partiendo de este hecho concreto

debe surgir la obra

donde cada uno de los actores

trascienda de su propia visión

interrelacionándola con otras,

escenificando su verdad

y la de los demás,

en ese espacio de contradicciones

debe germinar la verdad

de nuestra convivencia.

***

A  HORAS  DE  TU  VIL  ASESINATO

A horas de tu vil asesinato

defiendo lo que tu representabas

esperanza de libertad

para un pueblo masacrado

por las armas, la religión y la ignorancia,

en tu querida tierra la vida no vale nada

solo la humillación y la villanía

florece amparada por la necedad

el atraso secular y la opresión,

después de la tuya, valerosa mujer

en tierra de derechos de hombres

que sangre correrá hasta pudrir

la esencia de los caminos que hollaste.

***

QUIZÁS  LA  ACTITUD  MÁS  DENIGRANTE

Quizás la actitud más denigrante

de la condición humana

sea defender la limitación

del derecho de su propia libertad

de equivocarse por si misma,

versión moderna y sofisticada

del esclavo que cree que sus cadenas

forman parte de su condición.

 

***

 

QUE MAL NACIDO  DIOS  PUEDE  INCITAR

Que mal nacido dios puede incitar

a inmolarse a seres humanos

destruyendo ciega y despiadadamente

ingentes vidas inocentes.

No existe ni existirá,

solo alimañas sedientas de poder

lo inventan para dominar

o ampliar sus dominios

aunque se derrame

la más inocente de las sangres.

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por Daniel de Cullá

 

   A MI DIOSA SALIMA

 

Hay en Burgos un Bar Los Dos

(Tu y Yo? ¡Ojala¡)

Donde vienen a montones

Los viejos valentones

Con ardiente corazón

Donde muero Yo de Amor

Dejándote este poema-oración

Y el testamento

De que si muero me entierren

En tu viña

Para chupar los sarmientos

De tu Vida

Y los labios de tu nardo Amor.

No te enamores mi diosa Salima,

No te cases

Porque te acostarás sufriendo

Amaneciendo sufrida.

OH, mi diosa santa Salima

Virgen y mártir de la barra

Hija de un labriego de Villadiego

Y de una bella mujer árabe

De Marrakech

Quiéreme

Y por favor no me digas

“Anda vete, anda vete

Que mis padres no te quieren

Ni un poco

Ni yo tampoco”.

Pues en tu Bar Los Dos

Me muero por Ti, diosa de Amor

Y daré una puñalá

A quien te me quiera quitar.

No hay ojos que no te  miren

Ni corazón que resista

¿Recuerdas?

Dos polis nacionales

Han venido al bar

En busca de unos ladrones

Mi diosa Salima

Tus ojos son

Que me han robado el corazón.

Ofréceme tu agua bendita

La lluvia dorada

De tus labios rojos.

Déjame besar

El cielo de tu paladar.

 

***

 

TETA *

 

Mi barca que no es el Costa Concordia

Pero se le parece un montón

¿A que sí?

Navegaba  con asnífluo acento

Alrededor de las tiendas

Del Carrefour en el primer piso

Cuando de pronto  mirando

A través del cristal de una tienda

Con rocas de caramelo

Vi y sentí una ladrona moldava

Con acento de Ja y Ju de Jumenta

Que me rozaba en todo tiempo

Dándome candela y matraca

Bien útil a la raza humana

Y a mi asinino plectro.

 

Colocando su mano en mi bragueta

Honras del Asno

Y acertando en tan sublime materia

Me dejó manosearle las tetas

O gloria mía¡

Procediendo al hurto de mi peruko

Un Rolex estilo Julio Iglesias

Para después hacerse la ofendida

En heróicos pollinales metros

Dejándome en masturbación sonora

Tan motejada

-Bien sé yo que las mujeres lo motejan-

Que retumba en el fondo de los mares

Deudores de desgracias

Y de este gruñido

Que en gracia pega.

 

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19º Número de la revista literaria Nevando en la Guinea

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DIGITAL MENSUAL

NEVANDO EN LA GUINEA

NºLXIII de la 2ª etapa/02-01-2012

 

EDITORIAL LXIII

Cesárea Évora

 

 

La música ha sido y es una de las manifestaciones artísticas que más ha caracterizado a África a nivel mundial. Resulta un tópico que olvida otras manifestaciones, como la escultura, también de enorme tradición y que en gran medida influyó en Picasso y en otros artistas del siglo XX, pero lo cierto es que la música ejerce un gran peso en ese continente y el nombre de numerosos músicos recorre el mundo: Alí Farka Touré, Abdoullah Ibrahim, Ayub Ogada, Habib Koité, Toumani Diabaté, Paulo Flores o Jovino dos Santos son una representación sin duda limitada de los muchos artistas que sobresalen de sus fronteras nacionales para imponerse en el escenario musical mundial. Ha dado también instrumentos musicales de una enorme belleza musical, como la Kora.

 

Este último mes de 2011 murió una de las grandes artistas de África, la caboverdiana Cesárea Évora. Originaria de Cabo Verde, logró llevar a la música una de las características de su país, un profundo mestizaje. Basada en la morna, un estilo musical propio de su país, mezcló otros sones africanos y de otros continentes a sus cantos, siempre con melancolía y ´sodadeª, título de una de sus canciones más conocidas, que caracterizaron su estilo. Como se dijo tras conocerse su muerte, Cabo Verde tuvo en ella a una gran embajadora, ya que este país es conocido sobre todo gracias a su fama, a su enorme personalidad y a la calidez de su música.

 

No olvidemos que Cabo Verde es un lugar especial ya que representa una de las bases de la enorme tragedia africana, la esclavitud, al igual que la isla senegalesa de Goré, pero también su cultura y sus gentes actuales son fruto de una mezcla que, aun siendo fruto de una profunda tragedia humana, posee un futuro sin igual. La morna, por ejemplo, tiene mucho del fado portugués, pero sobre todo es la expresión de un lirismo africano procedente de numerosos lugares de la costa occidental del continente. No en vano Cesárea Évora se reunió con otros músicos africanos para actuar juntos, para cantar con ellos y crear una música rabiosamente mestiza.

 

Porque creemos en la mezcla y renegamos de lo puro, por ello consideramos que la música de África, al igual que su arte, poseen un futuro enorme. Esperamos en este nuevo año que ahora comienza podamos seguir atentos a los músicos africanos, a su música y a su arte. Porque nos negamos a basar el potencial de un pueblo, de un país o de un económico en datos meramente productivos en clave capitalista, consideramos que la cultura de un pueblo, de un país o de un continente ha de ser el mejor elemento para determinar su desarrollo.

 

Por esto y porque consideramos a Cesárea Évora como una de las grandes cantoras, la rendimos homenaje e invitamos a escucharla, a intentar entender sus letras y emocionarse con ellas.

 

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COPLA DOLIENTE A MI CUBA

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

Cuba, yo te tengo que ver

Antes de que se muera Fidel,

Me interesa tu moco de pavo,

en Tu presente y en Tu menoscabo,

Cuba, yo te tengo que ver

Aunque falte vez alguna Fidel,

Admiro leyendas en azar de cayajabo,

Veo tus vídeos frío en el lavabo,

Cuba, tu sencilla forma de ser,

Tu digna dignidad, tu menester y tu fe,

Tu pasado sin raíz, tu leve desnudez,

Tu ahora ebrio de joven vejez,

Cuba, yo te tengo que ver

Antes de que sobre o falte Fidel,

Quizá te ignore a ti toda Cuba

Cuando a volar yo me suba

a tu esperanza por doquier,

Temeré romper tu cielo yoruba

Con la gris historia por conocer,

Cuba, aliento rebelde del Ché,

Jazmín centenario eres Cuba,

Cuba, isla tan aislada para quién

Rumbo que al Granma rompió

Entre la sepia luz del quinqué,

Cuba, sueño de un ayer que llovió

en el milagro azul tal vez,

sueño con tu petaca de ron,

con tu nombre bonito de mujer,

Pierdes la esquina sin sorpresa,

Tomas la primavera verde que ves,

Temes blanca sal y limón de cera,

Amas la madre y al hijo que esperan,

Perteneces a la ola que ha de volver,

Te pierdes de siglo entre mares ciegas

En tu malecón firme y resignado,

Un libre bostezo has brotado

Con la hierbabuena oculta de miel,

Cuba, mi pedernal es tu sombra,

Cuba, tu palmeral y yo a sus pies

encontraríamos la lógica

de la yuca, el tabaco y le rien,

Cuba, tú eres sendero

Que por esta mañana “cogél”,

Sevilla que llora terca sin negros

Al “Mandingal” de la piel,

Paloma de precarios excesos,

Chiquillos uniformados a tropel

Persiguen postilla de atraviesos

Y algo que se encontró aquél.

Cuba, mira, yo te tengo que ver,

Con flash y equilibrio de acero,

Tras el agujero de tu enclenque pared,

En tu sombra se hace inútil mi sombrero,

Sobre la guaracha y ante tu poeta fiel.

Cuba, plegaria tan útil del beso,

Mientras tu tormenta siempre en regreso

le obsequia libre a tu libre ser,

Allá en el puerto del lánguido embeleso

Y allá en Tu canción también.

Allá, en los sueños con su posible anexo

Y allí en el quizá me sepa bien.

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SOPOR

 

 

No hay palabras, dijo la mujer. La miré. Me sentía aún somnoliento. La semipenumbra de la cocina, la vana luz que entraba por la ventana, el frío de otoño a esa hora húmedo por la lluvia, pero sobre todo la tristeza que se me había albergado desde la mañana en mi espíritu, todo ello me producía no poco sopor. Qué hago aquí, me pregunté entonces, todo me resultaba lejano, me sentía ajeno al valle. La mujer, cuyo nombre no recordaba y que llevaba en el caserío toda la vida, al menos toda la vida que yo llevaba en aquellas apartadas tierras, me seguía hablando de ya no sé muy bien qué herencias, qué problemas de heredades y de límites de tierras que el señor debía de solucionar. Mezclaba además palabras vascas, bearnesas y gasconas, y en ocasiones ni siquiera adivinaba de qué me hablaba. Levanté la mirada al techo de un blanco amarillento y me di cuenta de que aquella gente, la del valle, la que vivía más allá del río, en caseríos dispersos, lóbregos, solitarios, era realmente pobre. No obstante, la riqueza de la tierra, pese a todo, les brindaba comida suficiente. El dinero, empero, escaseaba. Apenas pasaba nadie por los caminos del valle, que quedaba casi aislado durante los meses de invierno, cuando la nieve cortaba los accesos, y los habitantes se habían acostumbrado a carecer casi de todo, a vivir sólo de lo que se producía entre aquellas montañas.

Se lo diré al señor, dije sin mucha convicción cuando me di cuenta de que la mujer había callado a la espera sin duda de un comentario por mi parte. Aquel tema de heredades y de límites de tierras en una región apartada sin duda no preocuparía mucho al señor, que a esa hora, pensé, debía de estar en París a punto de acudir a una de aquellas reuniones de salón a las que era tan aficionado y en las que se hablaba de todo y de nada, de fruslerías, veleidades y patrañas varias, todo ello bajo una ornamenta de resabio literario. El señor, que se sentía muy afortunado, un literato casi, aunque apenas leía y mucho menos escribía, gustaba de recorrer aquellos salones y acudir al teatro acompañado por damas de extraña belleza y dudosa reputación. Había conocido a un puñado de poetas a los que invitaba a su casa de Montreuil y a los que escuchaba un tanto burlón, aunque más se burlaban ellos, los poetas, que veían en él una fuente de manutención ornamentada por una vaga cultura literaria. Todo lo demás parecía no interesarle demasiado, apenas se preocupaba de sus propiedades, de su feudo. Casi no respondía a mis cartas, que eran sobre todo solicitudes, haz como gustes, me decía en algunas, las pocas que me respondía, y yo entonces me derrumbaba en la más absoluta desolación, no me decidía nunca, dudaba siempre, no sabía pronunciarme por nada, y al final, de un modo aleatorio, establecía un criterio que no sabría defender si se me pedían explicaciones.

Puede vuestra merced darme alguna solución, me preguntó directamente la mujer, no sin cierta ansiedad en su voz y un ligero enrojecimiento en los ojos, que parecían prever un pronto llanto. No, le dije. Dudé antes de continuar, es el señor quien ha de darle respuesta. Se impuso un silencio tenso. Las tierras son suyas al fin y al cabo, continué a modo de justificación, él las heredó. Por suerte para mí, la mujer no lloró, nada me hubiese turbado más.

Se abrió entonces la puerta y entró en la cocina una muchacha de profunda y sencilla belleza. Perdonen, murmuró. Es mi hija, comentó la mujer e hice pasar a la muchacha que se había quedado en el quicio de la puerta. Cómo te llamas, pregunté. Suzette, contestó la madre, un tanto retraída. No sabía que tuvieras una hija, comenté a la mujer. Ella se quedó callada, sonrió a la muchacha y miró al suelo, es una larga historia, me dijo y dejó tintinear un silencio breve e inquieto, que no viene al caso, murmuró al fin. La muchacha se sentó junto a su madre y se cogieron de la mano. Volvamos al asunto, comenté no sin repentina dulzura, como si la presencia de la muchacha me empujara a la condescendencia, incluso al afecto. Le escribiré al señor, te lo prometo, añadí. La mujer guardó silencio, lo que me pareció un reproche. No puedo hacer más, afirmé con pretendida seguridad. Sabía que no habría respuesta, al menos de momento, y que yo tendría que continuar acudiendo al caserío para hablar con la mujer.

Te debes aburrir en este lugar, me dirigí a la muchacha. Según recordaba, en esa zona del valle apenas había infantes y los que había apenas cumplían los tres años. La muchacha debía de tener unos doce. Sonrió y con un gesto de cabeza me dijo que no. La mujer la abrazó con cariño. Hasta ese momento había parecido triste, infeliz, angustiada. Ese gesto la llenó de dulzura.

Me levanté entonces y ellas, a la par, también se levantaron. Te diré algo, le dije. Acaricié el rostro de la muchacha, frío y suave. Salí de la casa seguido por ellas. Doblaron la pierna derecha. Subí a la calesa. Vamos, le dije a Charles y el cochero agitó las ligaduras y el caballo se puso en marcha. Comenzaba a anochecer, la luz estaba apenas anaranjada, había parado de llover y olía a hierba, a resina húmeda. No tardamos en llegar a mi casa. Mi esposa no estaba, había marchado unos días a Burdeos, a visitar a sus ancianos padres, y la quietud de las habitaciones me relajaron. Ya había anochecido del todo. Isabel, la criada, había encendido los candiles. Me preguntó si quería cenar algo. Algo de fruta, le dije. No tenía hambre y me apetecía sumergirme entre mis libros, olvidar mi tarea de administrador, relajarme antes de que me venciera el sueño, o el sopor, y me durmiera por completo. Isabel trajo una bandeja con fruta que dejó ante mí. Vi que ya se movía con lentitud. Lo había hablado con Laura a veces, la necesidad de aumentar el servicio en nuestra casa, aunque no era mucho el dinero que yo ganaba al servicio del señor. Pensé entonces en la muchacha, quizá sería bueno hablar con la mujer y proponerle que pasara a mi servicio, eso le liberaría de algunos gastos y supondría al mismo tiempo un pequeño ingreso que les vendría bien. Lo hablaría con Laura cuando volviera. Aunque a Laura poco le importaba la cotidianidad de aquella casa, odiaba vivir en esa región apartada, echaba de menos Burdeos y ansiaba vivir en París. Sucumbí a la melancolía. Comenzaba a sentirme vacío, fracasado. Y tremendamente solo. Mi vida no resultaba ni de lejos, era evidente, lo que hubiera esperado unos años atrás. En cuanto a la muchacha, consideré que no era preciso que lo comentara con Laura.

Pasó de inmediato a nuestro servicio. No hizo falta insistirle demasiado a la madre. Cuando Laura regresó de Burdeos, se lo planteé y no tardó un instante en aceptar lo que yo había decidido. Tampoco estaba de humor para pensar en el asunto, su padre había empeorado de salud y su madre se encontraba también enferma. Además, ella misma se había dado cuenta de que Isabel no podía asumir las tareas como antes, era mayor y se cansaba con frecuencia. Díselo tú, me dijo, que debería plantearse el retiro, a ti te respeta. Laura creía que apenas incidía en los demás, se obsesionaba con que la veían débil, sin carácter, que se burlaban de ella, lo que no era cierto, pero provocaba que se mostrara siempre huraña y distante. Conmigo la relación podía calificarse de desapegada, al fin y al cabo ambos sabíamos que lo nuestro era un matrimonio organizado por nuestros padres, por mi padre en concreto, que en su momento había dispuesta mi vida hasta en sus más mínimos detalles, yo lo tenía asumido. Nos habíamos acostumbrado por lo demás el uno al otro, parecíamos incluso un matrimonio feliz, y ese ápice de amargura que se detectaba entre nosotros se atribuía sin duda al hecho de que no tuviéramos hijos.

Le comenté a Isabel con el suficiente tacto que la joven Suzette podía servir en casa, que la ayudaría en sus menesteres y que evidentemente estaría bajo sus órdenes, por ahora que adquiría experiencia. Le dejé entrever que se trataba de un favor a su madre, una pobre mujer del valle que apenas contaba con recursos ni asignaciones. Isabel no pareció incomodarse con la decisión, lo agradeció e incluso guardó silencio ante mi insinuación de que debería retirarse poco a poco. No puso pegas por lo demás a la situación de dependencia, pareció gustarle de hecho poder dar órdenes a una muchacha del valle, que a todas luces se mostraría sumisa y obediente, como eran las gentes del lugar. No se equivocaba en absoluto. Suzette era el ser más silencioso, sumiso y discreto del mundo. La veía atravesar los pasillos, las habitaciones, los dos patios y el jardín sin llamar la atención. Durante días no escuché su voz. Se cruzaba conmigo y bajaba la mirada, doblaba las rodillas en señal de respeto y continuaba con sus labores. Laura, sumergida además en sus males de cabeza y cierta melancolía, apenas se fijó en ella.

Quiso Isabel que la muchacha se ocupara de limpiar nuestras habitaciones, el comedor y mi escritorio. Una tarde entré en él y la vi leyendo un poemario que había dejado sobre la mesa. Se asustó al verme, llevaba unos minutos observándola, movía los labios siguiendo la lectura de los versos, parecía embelesada. Soltó el libro sobre la mesa y se echó contra la pared, asustada, enrojecido su rostro. Sonreí para que viera que no me hallaba enfadado de modo alguno.

– Sabes leer -Pregunté aun cuando me resultaba evidente la respuesta.

– Sí -Balbuceó de un modo tímido.

– Eso está muy bien -Le dije con suavidad-, es Villón –añadí al reconocer el libro-, un poeta encomiable.

La muchacha me miró entonces, extrañada tal vez de que no me hubiera enfadado con ella. O al menos así lo pensé yo. Me acerqué y tomé el libro. Se trataba de uno de mis poetas preferidos. Le tendí el libro. Toma, lee para mí, le dije. Ella pareció dudar. Al fin tomó el libro, lo abrió, se acercó al candil, comenzó a leer con suavidad. Saltaba a la vista que aquella muchacha sabía leer desde hacía mucho tiempo dada su soltura. No me cupo la menor duda de que ella y su madre formaban parte de la comunidad de hugonotes que aún quedaban en el valle. Aprendían a leer para poder conocer la Biblia de primera mano, sin mediación de nadie.

– Gracias, Suzette -le dije.

Ella guardó silencio y me miró.

– Te vas a ocupar de mi escritorio más a menudo -le dije-, yo se lo comentaré a Isabel esta misma tarde.

– Sí señor.

– Quiero además que todas las tardes leas un rato.

– Sí Señor.

No supe interpretar su mirada. No pude imaginar si aquella liberalidad que le ofrecía era de su agrado o se trataba para ella de un estorbo en la vida que desarrollaba en mi casa. Eso me molestaba en cierto modo, no saber lo que ella pensaba, no atreverme a preguntárselo abiertamente, pero quería que aquella muchacha no perdiera el tiempo, que se formara ya que poseía a todas luces curiosidad por los libros, no en vano la había descubierto leyendo por propia voluntad.

Durante toda la tarde pensé en Suzette. No pude sacármela de la cabeza, esa curiosidad por saber que poseía me agradaba en grado sumo, no podía menos que ayudarla. Pensé en mi propia juventud, en como mi padre ridiculizaba esa afición por los libros, no llegarás a nada, me decía, si te dedicas a ellos, tampoco tienes el don, me espetaba, y me condujo a su terreno. Lo lamenté toda la vida, aun cuando nunca me rebelase, acepté el camino marcado sin salirme ni un ápice de lo que me había establecido. Ahora lo veía como un error, mi gran error, mi gran fracaso.

Me di cuenta de pronto por la noche que Suzette se convertía en cierto modo en mi hija, que me ocuparía de ella, en su formación. Laura, delante de mí, cenaba en silencio, inmersa en sus pensamientos. Pensé si nuestras vidas hubieran cambiado si Suzette hubiese sido en efecto hija nuestra. En el sopor de la noche soñé que, en efecto, Suzette devenía hija mía y por una vez esa idea, ese sueño, me hizo feliz.

 

Juan A. Herrero Díez

 

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por José Icaria

 

 

Como un terrorista de Hamás

 

 

Si yo pudiera

estallar,

como un terrorista de Hamás

-pero sin necesidad de explosivos-

simplemente

fff – fff – fff,

hincharme como un sapo,

en un hartazgo

de tristeza

o alegría

-eso, a fin de cuentas,

importaría bien poco-

y

fff – fff – fff,

boooouuuummm,

explotar, explotar, explotar,

y llover sobre los demás

en forma de petróleo y lluvia ácida,

para toda esa miseria autocomplaciente,

para todas esas caras recortadas

del anverso de un euro

que se pasan el día

repitiendo por favor y gracias,

siéntese, no le atenderé si no se calma;

explotar, explotar, explotar,

y llover sobre los demás

en forma de semen, maná,

lluvia dorada,

para todas esas miradas lujuriosas

que chisporrotean junto a uno al pasar;

explotar, explotar, explotar,

y llover sobre los demás

en forma de estrellas

y pétalos de rosas y besos

profundos, voluptuosos,

para toda esa gente cuyas miradas

son como faros para el navegante,

cabezas mecidas por una suave

brisa de notas ondulantes

que jamás perdieron la limpieza

de un cielo de agosto

y el alegre tintineo de las

sonrisas infantiles.

 

Sólo por vosotros,

sólo por vosotros,

el mundo conserva sus colores,

sus aromas,

dos o tres corales no blanqueados,

cierto número de árboles

que aún mantiene

la costumbre de florecer en primavera

y la pureza incorruptible

de cada nuevo amanecer.

Explotar, explotar, explotar,

y desgajarme como un higo abierto

o un tomate partido por la mitad,

para que tú te me untes

sobre el pan moreno de tus nalgas,

tersas y aromadas.

Y vaciarme para siempre en la nada,

reverberando sincopadamente en el espacio

antes de disolverme en una nube

de gas y polvo,

acordes, armonía,

risas femeninas,

tormentas de agosto,

cortinas de polen y plancton

y aromas de almizcle y ambrosía.

Las últimas ondas en el estanque.

Y, finalmente,

nada.

 

***

 

El mar

 

 

El mar

con furia

rudamente

copula

contra las rocas.

 

Después

 

lánguidamente

se retira

a dormir su siesta

de mareas bajas,

 

mientras

 

la Tierra,

mecida aún por el ensueño

que rememora

cálidamente

el furioso encuentro,

 

sonríe

y exuda

un sinfín

de flujos milenarios.

 

***

 

 

 

He decretado la felicidad

 

 

He decretado la felicidad

(mangas cortas para el frío)

por absoluto y necesario,

imprescindible

imperativo vital.

 

De todo, yo me río,

preciso -siquiera unos instantes-

brillar

en la tibia aurora evanescente

del incipiente

sol primaveral.

***

La metamorfosis del poeta

 

 

Ya se seca y marchita la palabra

con el fin de la estación;

moribunda, languidece lentamente.

Mírala: lombriz al sol.

 

Mas el dolor

permanece latente,

y será feliz simiente

de otra música, de otro son,

de otra vida, de otro amor.

 

 

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(CUENTO) AUTOR: ANA MARÍA MANCEDA

“UNA MONEDA ROMANA EN LA CORDILLERA   PATAGONICA”.

—¡ Escuchá…escuchá! En estos momentos se está muriendo, es impresionante ¿ No te parece?.  Bárbara sintió una opresión en el pecho, es cierto, podía sentir en las notas la  última respiración de Isolda. Miró a Federico, su cara arrugada expresaba toda la emoción que le producía la música, sus ojos celestes brillaban, mientras apretaba en su mano la moneda romana, nunca se separaba de ella, según él, era su amuleto. Las notas de “Tristán e Isolda” se expandían moribundas por cada rincón de la cabaña. ¡Por fin terminó! Sintió deseos de llorar, este hombre tenía el poder de hacerla viajar por sus aventuras, su música,  tenía que irse, refugiarse en su hogar, era la hora que Julio regresaba de la escuela, extenuado por su doble turno de maestro. Se despidieron, pronto se encontrarían. Federico había aparecido en sus vidas de la única manera posible, omnipresente. Arribó a esa zona de lagos patagónicos interesado en  estudiar las huellas de culturas antiguas. De origen germano, recorría el mundo tras los pasos ancestrales del hombre, antropólogo, había dictado clases en famosas universidades, una vez retirado se dedicaba a lo que le apasionaba. Julio, su marido, lo admiraba pero no dejaba de rebelarse, el viejo se abusaba de cierto dominio sobre ellos. En el trayecto observó el crepúsculo cayendo sobre los bosques ocres y rojos, este lugar de la Patagonia regala chispas de magia que preceden al largo invierno, había que aprovechar cada momento ¡Temporada larga la de las lluvias! Y luego las nevadas. El ruido constante de las gotas sobre los techos de chapa pulía las ilusiones y los proyectos. Cuando las actividades cotidianas se estaban haciendo rutinarias como hachar leña, reparar la salamandra, separar y clasificar hongos recolectados en el bosque, hacer dulces, Federico los invitó a cenar, los esperaba en su cabaña el viernes por la noche.

             Ubicados en la mesa de piedra redonda  apoyada en la pared del patio, al lado de la parrilla, arropados, disfrutaban del olor de la carne asada y el vino que reflejaba chispas rojas desde su color violeta. Esta vez Wagner no por favor ¿Quizás algo de jazz?  La charla placentera transcurrió por las anécdotas pueblerinas, por las visitas de Federico a las cuevas pintadas de la zona  y  la acción lamentable del hombre en ellas. De pronto el viejo quedó callado, era un momento  especial para él, debía proponerles una aventura, dependía de ellos, el resultado cambiaría sus vidas, quería ayudarlos. Por un rato quedaron en silencio, se dejaron seducir por los olores, los sabores y la vista de la luna llena que jugaba a espiarlos entre las    hojas amarillentas de los álamos.                                                                                                                             —Ya está muy fresco ¿Tomamos el café adentro? Julio encendió el hogar, Bárbara preparó el café mientras Federico disponía unos mapas en la mesa ratona. Se sentaron en  cuclillas alrededor de la mesa. Con marcadores de distintos colores Federico les explicaba su secreto, hace mucho tiempo él sabía de un tesoro escondido, de la época de la conquista,  en un árbol hueco, fosilizado, tapado por un tapiz musgoso y parte del sotobosque.

 —Queda en las cercanías del pueblo, podríamos buscarlo juntos, es de un valor  incalculable, yo sé donde venderlo en Europa.

             El tiempo parecía haberse entretenido jugando a la búsqueda de la realidad, los jóvenes mudos no pudieron responder a la propuesta, quedaban muchos  interrogantes y la situación lindaba con fronteras surrealistas. Hicieron  preguntas, dudaron de la veracidad de la historia, cuestionaron la ética de la aventura, de todas maneras se despidieron con la promesa de pensarlo, aunque la respuesta se leía en sus ojos. Luego de despedirse de sus amigos Federico tiró una colchoneta al lado del hogar, apagó las luces, puso su música favorita y se acostó. Sus ojos celestes parecían pertenecer al universo, no a un solo individuo. Levantó la moneda, la cara del emperador romano brilló rojiza ante el resplandor de las llamas, una profunda tristeza lo fue invadiendo ante la certeza del rechazo, ellos eran la última esperanza que le quedaba. A través de la ventana se veía la luna llena ¡Ese poder fascinante que tenía de hacer suya la  energía prestada! Dolía ver tanta belleza. De pronto, una figura agigantada provocada por el fuego del hogar apareció. Destino ¿Venganza? Cuchillo, odio. El pecho del hombre emitió un sonido que escapando de sus labios, huyó decidido a acariciar la plateada luz de la luna. La música del disco llegaba a su fin, Isolda ya no respiraba.                                                                                                                                                                                       .             La desaparición de Federico fue tan misteriosa como  la aparición en sus vidas. Julio y Bárbara fueron intrigados  a la cabaña y no encontraron ningún rastro de él, solo sus discos, algún libro y muchas cenizas en el hogar. Al costado de éste, Bárbara encontró una libreta,  como si hubiera escapado de las llamas, la guardó en secreto. Se fueron  angustiados, concordaron que Federico algo habría decidido respecto al tesoro y al no tener apoyo de la pareja se fue sin enfrentar una despedida. Los habitantes del pueblo que casi no tenían trato con el hombre creyeron que dio por finalizada su estadía en un pueblo exótico para él. Bárbara sintió el vacío dejado por el viejo antropólogo. Julio se volvió más taciturno. La joven justificó la conducta de su marido como algo natural, al ser oriundo de esa región había heredado la actitud reservada de su pueblo, quizás estuviera aliviado por la desaparición de Federico, incluso llegó a pensar que tenía celos del viejo, pero los meses subsiguientes la actitud agresiva de Julio hizo insoportable la convivencia. En sus momentos de soledad Bárbara pensó en la posibilidad de una separación, no soportaba más vivir de esa manera, hasta   sentía temor por la mirada huidiza y fiera de su esposo.

                            Durante el verano, cuando los días son tan largos que el sol evapora hasta los  íntimos pensamientos Julio fue de pesca. El río, con sus pozos y su relieve obstinado de seguir su apariencia externa lo arrastró hasta la nada, nunca se pudo encontrar su cuerpo. Pasó el tiempo, Bárbara, con la fuerza de su juventud se fue reponiendo de la tragedia. Un día encontró la libreta de Federico, decidió afrontar los recuerdos de ese extraño hombre que existió en su pasado. Escrita de manera legible y prolija leyó una narración  realizada por el antropólogo.

                           Era Don Alonso González, oriundo de las Tierras de Castilla y en tránsito por  tierras patagónicas,  se dedicaba al estudio topográfico y preparación de herbarios. Entre sus ropas pardas portaba, en bandolera, una bolsa de cuero de puma  en cuyo fondo escondía monedas de oro y joyas heredadas de su familia española. Por encima de éstas  un pedazo de cuero tapaba el tesoro, encima de él llevaba los utensilios que usaba para realizar sus estudios. De las monedas que escondía había una que le quitaba el sueño, era de bronce, le fue donada por un tío sin hijos, quería que él la herede, nunca supo como llegó a las manos de su pariente. Fue acuñada en Calagurris entre los 31 y 27 antes de Cristo. En el anverso figuraba  la cabeza desnuda del emperador Octavio y en el reverso la figura de un Toro grueso de patas cortas, parado y mirando a la derecha, arriba una leyenda en latín CALAGVRRI. Solo al recordar la antigüedad hacia transpirar a Don Alonso. Él tenía un plan  que había elaborado en años, de ahí su decisión de viajar a las Nuevas Tierras. Hasta que decidió que había llegado la hora de esconderlos. Luego de la cena Don Alonso durmió  de manera profunda a sus compañeros de expedición con unos brebajes de hierbas de la región, excepto a su esclavo traído desde el norte de los lagos. Éste debía ayudarlo en una expedición secreta, ya había localizado el lugar donde escondería su tesoro. Había trabajado la conciencia del indígena con raras historias que el pobre no entendía, solo sabía que debía seguir a su amo. Cuando la luna transitaba por el novilunio, amo y esclavo desaparecieron en la oscuridad del bosque. En el trayecto hacia el escondite, Don Alonso  recordaba los meses de difícil derrotero por esos paisajes imponentes, bellos y tan extraños a su Castilla natal. Llegado a las costas del Pacífico Sur, se había puesto a las órdenes de Don Pedro de Valdivia, Gobernador de Chile. La orden del Gobernador fue que encontraran los caminos hacia “El Mar del Norte”, pero la mayoría de los expedicionarios ansiaba llegar a la “Ciudad de los Césares”  erigida sobre piedras preciosas y oro, la mítica ciudad obsesionaba a los conquistadores. Los peligros no eran pocos, el clima brutal, el paisaje montañoso, la vegetación boscosa cerrada, los indígenas al acecho y las distancias enormes. Luego de cruzar la cordillera tomaron de esclavos a un grupo de pehuenches,  es cuando solicitó a su comandante que le ceda uno de ellos para que lo ayude en sus tareas. Se dirigieron tras meses de travesía hacia la Vega del Cerro Chapelco, en esa belleza imponente acamparon a orillas del lago Lácar. Ahí es donde decidió llevar a cabo su plan,  el indígena imperturbable hizo todo lo que se le ordenaba, antes de guardar el tesoro buscó la moneda romana que su amo le exigió, éste la tomó y la apretó entre sus manos.  La oscuridad era absoluta, solo algunos ruidos lejanos de algún animal nocturno rompía el silencio. El topógrafo  sabía que ahora vendría lo peor, ordenó a su esclavo que levante unos utensilios que habían quedado en el suelo, cuando éste se agachó le dio un justo golpe en la cabeza y lo mató, luego de atarle unas piedras en el cuello lo arrastró hasta un arroyo cercano, de aguas impetuosas, que arrastraría el cadáver hasta el lago y de ahí al océano. Don Alonso llegó extenuado al campamento pero por la mañana se levantó con la energía de siempre a realizar su trabajo, el revuelo se armó cuando se cayó en la cuenta de la falta del esclavo. Se concluyó que quizás se hubiera emborrachado con la bebida de manzanas silvestres que ellos mismos elaboraban y se hubiera despeñado por algún cerro. Sin embargo, en los días siguientes él sentía la mirada penetrante de los otros esclavos, comenzó a sentirse intranquilo, lo único que deseaba era que la expedición termine, sabía que en no muy lejano tiempo volvería por su tesoro. Las fuerzas de los expedicionarios se iban agotando, habían fracasado en encontrar la “Ciudad de los Césares”.  A manera de despedida, en la noche de plenilunio, los esclavos, luego de atender a sus amos, prepararon una ceremonia para sus Dioses, los brebajes alcohólicos fueron compartidos por  los expedicionarios. El topógrafo fingió que bebía, no soportaba el alcohol. Por la madrugada todos dormían, la luna gigante iluminaba una de las noches más frías  y bellas de ese final de verano. Arropado hasta la cabeza, Don Alonso aún despierto, como en alerta, sintió murmullos y movimientos ligeros, al destaparse solo pudo percibir el último destello de la luna que rozaba  su profunda mirada celeste  y aterrorizada.  Su  pecho herido exhaló un silbido que viajó por el bosque huyendo hacia la luz. Luego el silencio.             

                            Bárbara quedó impresionada con la historia, debajo de la narración había unos   bosquejos que parecían indicaciones de terreno y el dibujo de la moneda que detallaba la historia, sin duda la misma moneda que Federico usaba de amuleto ¿Qué relación habría entre las vicisitudes del tal Don Alonso González y la vida del desaparecido Federico? Un escalofrío le recorrió el cuerpo ¿Acaso no había cierta analogía entre el destino del esclavo y  Julio, su marido?  Pero el tiempo todo lo puede. Al pasar los años la joven formó un  nuevo  hogar, los hijos dieron luz a un pasado oscuro que reflejaba su tristeza sobre todo en las noches de otoño. Un domingo, Bárbara y su familia, fueron de excursión al bosque, iban a la tradicional cosecha de hongos para su posterior secado, los chicos entusiasmados corrían junto a su padre por los senderos. Al atardecer luego de merendar resolvieron regresar, era principios de otoño y el frío comenzaba a sentirse, por las ramas desnudas de algunos árboles se esbozaba imponente la luna llena. Mientras guardaban sus cosas Bárbara sintió un silbido, miró asombrada, su marido emitía los sonidos de “Tristán e Isolda”, cosa rara en él, quedó pensativa, recordó la mirada celeste de Federico cuando escuchaba esa música, de pronto observó un objeto extraño entre los pastos del suelo, lo tomó, parecía de metal, lo frotó en su vaquero y lo elevó para mirarlo mejor. Su marido dejó de silbar, su mujer daba vueltas  al objeto en el aire, jugando con él como posesa, los últimos reflejos del sol iluminaban una moneda de bronce, en su  reverso se divisaba la figura de un toro grueso de patas cortas y en su anverso la cabeza desnuda de un imponente emperador romano. Desesperada buscó refugio en la presencia de su marido, éste, sonriente, la miró amoroso desde sus intensos ojos celestes.***

                                          

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SONETOS DE LA MANO DE:

Rodolfo Leiro (Argentina)

 

SI TÚ ME CONOCIERAS

Si tú me conocieras, sabrías que mis ojos

 no son de primavera (poema RVL)

Tu perfumado sobre con una breve esquela

me dice que enamora mi libre orfebrería,

que quieres una cita en un cercano día

en el antiguo muro de la vetusta escuela;

te digo, amiga mía, romántica rayuela

que se enamora pronto de un tejo melodía,

que ya no tengo frases de Helena sinfonía

y es acaso posible que el desengaño duela;

el tiempo, mi pequeña, un día te hará abuela

y arrastrarás tus pasos en la gastada suela

con que la vida vuela su grial policromía,

recordarás tu carta como una  lentejuela

en la olvidada fiesta del vino y la zarzuela

y en tu mano menuda mi libro en poesía.

Construído el 18 de octubre de 2011

-10-18 a las 7,59 para

“Esquinas bohemias”

 

***

 

 

MI NOGAL

Supe tener en los años en que mi nogal de glosas

me dispensaba las brevas de su armónico linaje,

la briosa fuerza, mi sueño en mi pluma de coraje

que engalanaba la fuente de mi paisaje de rosas;

bajo su sombra apacible en que la tarde desposas

y el infinito me ofrenda piel de armónico celaje,

desperezo y desperdigo el caudal de mi equipaje

sobre espigas de los vientos y garbo de celulosas;

me interno sobre el enigma, su mojón de quisicosas

y los destellos de soles son sonatinas frondosas

 sorbiendo castos destellos, un rol de rugiente brío,

y me siento de improviso en un colosal cordaje

eyectando mi vivencia hacia espacial hospedaje.

De allí acuño este soneto con mi lápiz de vacío.

Construido a las 14,37 del

1 de noviembre de 2011-11-01

Para

“Esquinas Bohemias”

***

TITÁN

 

Si un titán de las letras dispensara

sus fuerzas en sus ímpetus bravíos,

yo echaría a rodar los sueños míos

en su pátina   de cúpula preclara;

insistir que mi canto lo llevara

más allá de las cumbres y los ríos,

y sembrar en mis estros de rocíos

cada verbo que en rima madurara;

y su voz de gigante proclamara

en los astros ignotos, esta clara

emoción de mi pecho tanagra,

y observando el espacio, botavara,

 subir, sobre el diamante de una tiara

y de allí, suponer, que me consagra!

Construido a las 9,05 del

13 de noviembre de 2011

Para

“Esquinas Bohemias”

 

***

 

AÚN

 

Soy en la noche triste, todavía,

un pedazo de estrella reluciente,

un corazón abierto, complaciente,

que ilustra cada pátina del día;

este viejo cansancio de mi vía

deviene de vil páramo incipiente,

como una seca boca, sin un diente,

que de antaño, mi lira, perseguía;

no pudo deshojarme, mi osadía,

que de una augusta rosa devenía

se elevó como un bardo penitente

o un loco en su letífica insanía,

que cansado de amar, te seducía,

con un beso de rimas en tu frente.

Construido a las 18,24 del

22 de noviembre de 2011

Para

“Esquinas bohemias”

 

***

 

PORCELANAS

 

Aquellas horas de grácil porcelana,

cuando era eterno rosal de la alegría,

el mundo desglosaba en fantasía

y el color eran horas de solana;

 

correr y brincar cada mañana

despeinando los bucles de mi día,

las flores con su rara geometría

y la risa hedónica y temprana;

 

el ansioso  cristal de mi ventana

y la voz de mi madre, grácil pana

enrolada en un grial de melodía

 

que aventaba mi clásica galbana

como un diario concilio de su diana.

¡Era dulce mi madre y era mía!

 

Construido a las 5,34 del

30 de noviembre de 2011-11-30

Para

 

“Esquinas Bohemias”

 

 

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15º Número de la revista literaria Nevando en la Guinea

15º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA.pdf

ENTREVISTA A BÁRBARA WALL De la O.pdf

15º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

DIGITAL MENSUAL

NEVANDO EN LA GUINEA

NºLIX de la 2ª etapa/01-09-2011

 

EDITORIAL LIX

Cultura y Religión en la sociedad del espectáculo

 

A estas alturas de la historia deberían estar claros algunos aspectos fundamentales de la convivencia en una sociedad y en un mundo plurales que siempre lo han sido, pero que ahora han ganado inmediatez. En casi todos los países del mundo existen minorías más o menos importantes, en algunos casos, incluso, los países los conforman varias minorías, constituyéndose en verdaderos crisoles lingüísticos, raciales, religiosos y culturales.

Cualquier país de América, por ejemplo, podría ser un modelo de lo que hablamos, quienes crucen sus ciudades o incluso, fuera de ellas, sus matos podrían ver distintas razas -blancos, negros, amerindios, orientales, hebreos, con sus correspondientes mezclas-, diferentes lenguas -español, francés, portugués, inglés, quechua, aymara y otras muchas de origen americano o que los antiguos emigrantes han llevado y sus descendientes, en muchos casos, han mantenido- y varias religiones -católicos, luteranos, presbiterianos, menonitas, judíos, musulmanes o ateos y agnósticos declarados-. Se da en América y se da también en los otros continentes.

La diferencia es un hecho, aunque vista la historia no podemos afirmar que sea un fenómeno pacífico. Sea porque las diferentes comunidades no han sabido y no saben convivir, sea porque el poder y el centralismo que caracteriza todo Estado busca la homogeneización de su población para controlarla mejor, podíamos analizar el pasado en función de las guerras, de las persecuciones o de las opresiones que algunas comunidades raciales, lingüísticas o religiosas han ejercido -y por desgracia ejercen- sobre otras.

La toma de conciencia de esta diversidad humana, su incorporación como paradigma en el análisis político y social, la asunción en la forma del Estado y en las leyes de los países de la pluralidad como elemento de convivencia y no de enfrentamiento han conducido a los países a procurar sistemas abiertos, donde el verdadero valor de la democracia se mida no sólo por el respeto de la opinión mayoritaria, sino por el tratamiento que se da a las minorías, sociedades que se dotan de normas de convivencia comunes a todas las comunidades religiosas, culturales o lingüísticas, siendo el propósito que ninguna se impusiera. De momento, no podemos alardear mucho de éxito.

Raza, lengua y religión intervienen, de un modo u otro en la cultura, salta a la vista que son en buena medida elementos que conforman nuestras identidades. Las razas se dividen en etnias, tribus, naciones, formas de clasificación de los seres humanos según vínculos de sangre y que se mezclan sin que podamos afirmar que haya existido nunca o exista hoy alguna raza “pura”, idea esta que nos resulta execrable en los casos extremos cuyos intentos de imposición, por desgracia, hemos conocido. ¿Qué decir del valor cultural de las lenguas, nosotros que escribimos en una de las muchas lenguas existentes en el mundo? Resulta obvio.

Las Religiones son más controvertidas, suponen diversos corpus de creencias que se pueden compartir o no, pero más allá de lo más inmediato que es la cuestión de la fe, algo personal, una vivencia que le pertenece a cada individuo, es innegable que han incidido en la cultura de la humanidad y han sido en muchos casos la materia de homogeneización de muchas sociedades. Un análisis sin duda interesantísimo fue el que llevó a cabo el poeta y pensador mexicano Octavio Paz en los primeros capítulos de su libro “Sor Juan Inés de la Cruz o las Trampas de la Fe”.

En este contexto de pluralidad religiosa mundial, este mes de Agosto el  Papa de Roma viajaba a Madrid para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud, un acto universal que la Iglesia Católica organiza cada dos años en diferentes ciudades del mundo y que este año le ha correspondido a la capital de España. De hecho, España es un buen ejemplo de Estado que se ha ido construyendo a base de un largo proceso de homogenización que ha conllevado no pocas y sangrientas campañas de rechazo al otro, al diferente, al minoritario, al disidente, proceso en el que Lengua, Etnia y Religión han sido instrumentos de(l) poder. A veces, por desgracia, demasiados afilados como instrumentos.

El actual Estado Español se empieza a construir en el siglo XV, con la culminación de ese largo periodo histórico que durante mucho tiempo se llamó Reconquista, un término nada inocente y que denota una mentalidad de rechazo a un pretendido ocupante musulmán que perduró en la península durante siete siglos. El proceso de unificación de los distintos reinos existentes en la Península Ibérica dio lugar a un Estado, España, del que sólo uno quedó excluido salvo por un pequeño periodo de tiempo, Portugal. En este largo proceso que podemos iniciar en 1492, la religión católica tuvo su importancia como conformador ideológico del Estado y ya en su mismo año de inicio se impuso con un acto que perseguía al diferente: la expulsión de los hebreos que no renunciaran a su fe para convertirse al cristianismo. Le siguió la expulsión de los moriscos -musulmanes que continuaron viviendo por un tiempo en el Reino de España-, la unificación del rito católico romano -que excluía los restos mozárabes que pudieran perdurar en Castilla o Aragón y al influyente erasmismo muy extendido en España, por ejemplo en Alcalá de Henares- y la persecución de los círculos protestantes -tan importantes en Sevilla o Valladolid-. España se conformaba como país católico y de lengua castellana.

El Catolicismo influyó en la cultura del país, es evidente e innegable, como innegable resulta la honestidad de muchos creyentes en su fe católica, aun cuando la religión católica haya sido una herramienta ideológica de unificación y de opresión. Pero también es cierto que España, como todos los países del mundo, ha conocido y conoce un proceso de aceptación de las minorías, que las tiene, algunas fruto de la migración, y de construcción de un modelo de Estado aconfesional en lo religioso, esto es, un Estado que no se decanta por ninguna religión oficial, como ocurrió en otros momentos de su historia, cuando España se declaraba Católica, Apostólica y Romana, y prohibía la manifestación de las otras religiones o del agnosticismo. Este proceso no ha sido fácil y no han sido pocos los enfrentamientos entre el Estado y la jerarquía Católica.

La visita del Papa esta vez se ha visto salpicada por una enorme protesta de sectores laicos que exigían una radical separación Estado-Iglesias y en la que han participado, además, no pocos católicos de base que criticaban abiertamente el acto de la Jornada Mundial de la Juventud por su carácter de espectáculo, muy al uso, por cierto, de esa cultura posmoderna y superficial que tanto critica la Iglesia. Por primera vez dichas protestas han sido importantes, dejando bien a las claras que algo se mueve en la sociedad.

Como decíamos al principio, a estas alturas de la historia debería quedar claro que existe una pluralidad que no ha de convertirse en motivo de enfrentamiento, sino de convivencia. La cultura precisa de variedad para prosperar, del intercambio de ideas, de valores, de debates. Para ello resulta imprescindible también que la sociedad se dote de normas y principios que no relativice las ideas, pero sí que respete a las personas que las defiendan, aun cuando podamos pensar que están equivocadas.

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UN BREVE HOMENAJE

Y UNA BREVE REFLEXIÓN

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

TREMOL, TRÉMOLO,

TREMOLINA

 

A Manuel Molina Cortés, maestro y amigo.

 

No comprendo el porqué me dueles,

me dueles como un sol que derrotado

se rinde en la tierra sin previo aviso,

porque desde un tiempo hasta acá

te has rendido en tu soledad reseca,

en tu soledad de cáscara resuelta ya.

Tremol, trémolo, tremolina,

tu bonito recuerdo se me arremolina,

también tu vergel inconcluso de endrina,

y tu alto anaquel junto a mi esquina.

Eres exiliado, emigrante y andariego,

eres consejo y mano fraterna estrechada,

eres andaluz como la eterna salamandra,

eres mi amigo tardío entre el fragmento.

Tremol, trémolo, tremolina,

río quieto de mis presagios de sombra,

dulce nostalgia del tiempo volcado,

los consejos son dignos de quien los da,

y en tu cuaderno retienes Alejandrías,

fibra, ángulo y músculo precisado,

donde se acurrucan los otros tesoros.

Donde se desandan las teorías sin cabeza,

donde dormitan los porqués sin qué,

donde reposan las espigas recién segadas,

donde reside a un lado el grano necesario

y en otro lado la paja superflua y volátil.

¿Qué montón nos pesará más adentro?

¿Quién desgranará el trigo cuando sea oro?

Tremol, trémolo, tremolina.

***

UNA RAYA EN EL AMBIENTE

 

Existe una raya metafísica en el ambiente

que a todos nos amarra junto a la bondad,

una bondad obligada, pues cruzar la raya

aviva un abismo que retiene toda locura,

la locura excluyente de aquellos apartados,

la locura apartada germinando en lo extraño,

ya sé que te preguntas ¿porqué no cruzarla?

Y yo te digo ahora mismo que si así fuera

veríamos el caos saludando por las calles,

veríamos por ejemplo perros paseando al amo,

veríamos ancianas cortejando a prietos mozos,

veríamos los nudos atando el gesto desatado,

veríamos huellas tropezando al caminante,

veríamos suspiros desde fuera para adentro,

veríamos lágrimas que caen desde la alegría,

y eso no es malo, no, serían lágrimas obscenas

y sulfúreas en la cloaca del yo no siento nada.

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Sobre negros y blancos

 

Tendríais que haberlo visto: nos rebotamos todos. Se quedaron de una pieza cuando empezamos a salir de todas partes y les rodeamos y les preguntamos si no les daba vergüenza perseguir así a esa pobre gente que al fin y al cabo no hacían nada malo, que se buscaban la vida, como cualquiera de nosotros nos la habíamos buscado, incluido ellos mismos, que trabajaban en lo que trabajaban para ganarse los garbanzos y no había que avergonzarse por ello, todo lo contrario, había que tener la frente bien alta por ganarse la vida sin necesidad de abusar de nadie o de explotar a quien tiene necesidad de trabajar. Se lo dijimos así, tal cual, en plan bien, sabéis, sin insultarles ni decirles torturadores ni asesinos ni lo que se solía decir en situaciones parecidas y ellos, los policías, nos miraban atónitos por eso mismo, porque no los insultábamos, sino que hablábamos con ellos, intentábamos exponerles el motivo de nuestro enfado y nos explicábamos como podíamos para hacernos entender y ellos se miraban unos a otros preguntándose qué hacer, porque los mandos no decían nada y los agentes no sabían cómo reaccionar, no estaban preparados para tomar decisiones, ni siquiera para pensar por sí mismos y discernir situaciones, y hasta los negros, creo yo, se quedaron atónitos sin entender muy bien qué pasaba, viendo a los blancos discutir entre sí por razón de ellos, que de eso ya se daban cuenta, y además cada vez había más gente en la plaza, sobre todo alrededor del metro, y a cada persona que llegaba y se incorporaba a la discusión alguien le contaba lo que estaba pasando, que habían parado a los cuatro negros porque vendían gafas, pañuelos, bolsos o no sé qué más, todos de imitación, y los recién llegados entonces repetían argumentos, que vamos a ver, que al fin y al cabo los negros no hacían nada malo y que las marcas imitadas pues ni siquiera perdían nada de dinero, ni un solo duro, porque quienes les compraban a los negros no es que dejaran de comprar en las tiendas caras porque allí no iban a entrar nunca y porque los que compraban a los negros nunca podrían comprar unas gafas, pañuelos, bolsos o no sé qué más a precios desorbitados, que era el precio de las tiendas de lujo, absolutamente desorbitado, ni entrar podían, y que no era cierto por tanto que la prohibición fuera por un tema de competencia, más bien, imaginábamos, de impuestos, pues ya sabíamos que aquí no se podía comprar y vender sin la obligación de pagar los correspondientes impuestos, y vale, que visto así sí que había una parte de razón, pero al tiempo estaba el tema de que qué iban a hacer los negros si no podían pagar impuestos porque no tenían papeles, que ésta es otra, y los policías cada vez estaban más desubicados, que sí, que vale, que comprendían todo eso, no les quedó más remedio que dialogar con nosotros, y añadían que había una norma que cumplir y ellos tenían que hacerla cumplir y que no es que tuvieran nada contra los negros, que nada en absoluto, ni por negros ni por nada, pero que estábamos todos bajo las mismas leyes, que en eso estábamos todos de acuerdo, y que por eso mismo no se podía vender material de imitación y además sin permiso para vender y ya puestos sin permiso de trabajo o de residencia, y, cierto, ellos también tenían algo de razón, los policías, digo, pero lo importante era ser persona, como dijo la señora del moño, y tener consideración, y piedad y no sé qué más, y mientras tanto iba llegando más y más gente, hasta que la plaza se llenó del todo y empezaron a llenarse las calles adyacentes. Entonces los policías, porque se dieran cuenta de que llevaban las de perder o porque entendían lo que se les decía o vete a saber por qué, pues que se dirigieron a los negros y les dijeron que se podían marchar, y todos empezamos a aplaudir y aquello se volvió una fiesta, que teníais que haberlo visto, y los negros se marcharon entre la gente, sin acabar de entender nada, y todos les dábamos la mano y les felicitábamos y les animábamos y deseábamos suerte, y al final se marcharon por una calle, y salieron de aquella nube formaba por tantos blancos que habíamos salido de debajo de las piedras, y se alejaron y todos les vimos alejarse por la calle, y cuando desaparecieron por una esquina nos disolvimos y entonces los policías se quedaron solos en medio de la plaza, mirándose los unos a los otros desconcertados, mientras que los negros, ya lejos de la plaza, les vimos que avanzaban cejijuntos, reflexivos, como ajenos a todo, tal vez con la firme convicción de que realmente estos blancos estaban todos, pero absolutamente todos, locos de atar. Aunque eso sí, nos debían una.

Juan A. Herrero Díez

 

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por José Icaria

(De su poemario Malestar en el paraíso)

LA PICADORA

-¡Oh, qué máquina tan prodigiosa: por un lado, arrojamos el mundo; por otro, sale éste –casi instantáneamente– cortado en porciones y fajado en flamantes billetes de 100 dólares.

***

 

Arranqué de mi pecho el corazón y lo ofrecí al mundo

Con un postrer esfuerzo,

arranqué de mi pecho el corazón

y lo ofrecí al mundo.

Y el mundo era un pez globo
que,

con indecible indolencia,

lo tomó, ajustó convenientemente

su lente
de joyero y, sin gran interés,

lo examinó desde diversos ángulos.

Después, meneando negativamente la cabeza,

volvió a depositarlo sobre mi pecho sangrante;

y se alejó de allí,

pensando tal vez en la familia,

en el trabajo, o quizá, en esos viajes,

esas fiestas, que no están al alcance de cualquiera.

***

 

 Ausente perforado

Ausente perforado

en tantos y tantos lugares mudo

recorrido

por sombras de antiguos pesares

Callada la noche

viene y gobierna

la vastedad de una sombra sin tregua

Cano el día

restalla

y rasga las telas sucesivas

(burdo escenario en la cruel tragicomedia)

donde pululan espectrales formas vivas

Cómo puede la ausencia volverse espacio,

volverse materia?

Yo camino y paso

a través de calles, a través de humanos

cuando mis miembros (insoportable lepra)

se separan y alzan y estallan

unos metros más arriba

hasta volverme puramente nada.

Pero, al día siguiente, despierto en mi cama intacto,

y con el alma vacía.

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POEMA DE BÁRBARA WALL De la O

(Entrevista a esta autora publicada en NELG)

 

Otra vez

 

Vil esqueleto de entrañas zurcidas.
Remiendo de alimañas desvestidas.
Desperdicios, vastos… inocuos.
Cuánto he llorado por ti.
Cómo vilmente he desfallecido por ti.
y CÓMO es que he logrado vivir por ti
Y así sobrevivir a ti.
No logro concebir la fuerza elocuente
que todavía te une a mí.
Dolor angustiante, aléjate de mí.
Penumbras en sombras cómo quisiera exorcizarlas de aquí.
¡Fuera! Mendigas, quédense con lo que merecen.
En la calle podridas y aléjense de la belleza,

del fruto, de la flor.
Y tú misericordia, desvanécete en un aroma,

 en un suspiro pero NO, que ya no contenga

 lágrimas ni más dolor.

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EL PESO DEL HUMO

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

FACTURA TELEFÓNICA

 

Me ha venido hoy la factura del teléfono,

factura con un importe a pagar de 118€.

118€ que arañan tu presencia

buscando la compañía más insípida.

Te llamo pateando a mi orgullo

y recibo en tus respuestas impertinencias

e inmundicia afectiva,

limosnas desde otra sola soledad.

Otra sola soledad como esta, esta, la mía,

un solo entre otros solos,

entre millones de solos, que perdidos,

se buscan y se olisquean las verdades.

Verdades que son heridas

avivadas en puñados de sal gorda.

Puñados de sal gorda que dan en los portales,

mejor llamar al interfono de tu portal

y decirte: ¾¿Estás sola o en compañía?

Compañía distinta, quizá algo mejor

que me doblega con esta raquítica verdad.

Verdad como una sola mancha

en nuestros rostros incomprendidos.

Ya no te llamaré más,

así tendré esos 118€

para gastarlos en lo que sea,

ese lo que sea

del cual los otros solos están enamorados

como deseosos ante un sol de invierno

 que se hace frío.

Un lo que sea para que sea,

sea yo o no sea.

***

 

LETRADOS (DES)CIFRADOS

(VAMPIROS CON DECÁLOGO)

 

Malos Abogados: con tanto afecto al dinero

que ven su oportunidad en el ojo

dando cabriolas de la paloma confiada,

que aprovechan cualquier sonrojo

para matarlo con ilustre y mordaz aliento,

que aprovechan la inocente culpa

para asesinarla con su dentellada fría,

ellos tajan la espiga rasante en la tierra

y la pisotean sin reparo,

se beben el magma de los enamorados,

ellos son mortaja del mundo necesario,

son la asquerosa cátedra de argucias,

se empapan de demagogia y fachada,

interpretan con liturgia y mero artificio

hasta que den frutos las estatuas,

 engullen la ciega alegría del perro faldero,

se tragan la prisa vegetal del pedregal,

en el mundo que prenden no hay mañana dócil

y si grito en la tormenta de las sobremesas,

se reparten la bonita ilusión del adolescente

y se la guardan en sus carpetas necias,

se reparten el rastro podrido del dinero

y lo plantan en el hormigón para siempre,

ellos son la corriente podrida del azar

y en su gangrena escarba la matriz del rezo,

ellos son el desengaño inmundo

de los bonsáis suspirantes de aurora,

escogen la flor primera y la marchitan tosca

de hueca mentira y simulacro obsceno,

lapidan el te quiero de la humilde humanidad

y lo hacen aburrido museo de disecación,

son toxinas las que pudren su sangre

y corren por la entraña de esta tierra infame,

olfatean ellos el oropel en las trastiendas

y reparan que hay otra vida

en los empastes de anciana fallecida,

son la litigada promesa siniestra

que resucita infiernos con su sobreactuación,

son estrategia tomada del buitre carroñero

y esperan a que la muerte acuda.

Son susurro en la pared con pared contigua

en las cárceles del mundo putrefacto,

ellos se disfrazan de cretinos ilustrados

con decálogos prostituidos de terca falsedad,

decálogos como fulanas sucias de maquillaje

que roban una perra chica a los adictos al sexo,

a los incautos, a los bobos, a los dormidos.

Se mean en la sopa de los pobres del mundo

y escupen en la fiambrera de los obreros,

se esconden tras la larva viscosa del asco

y entre todos los eriales destinados al futuro,

en el asco dormita su excusa del todo impía,

ya que no saben que el dinero huele a esfuerzo,

a sangre, a sudor, a temida muerte,

y todos ellos lo edulcoran de estratagema

con los brazos abiertos de par en par,

con los brazos extendidos simulando deber.

Arrancan inocencia en el diente de leche,

siembran patraña en la simiente más joven,

son la agonía de los pobres exhaustos

que desconocen una alegría entera,

son la mentira disfrazada de leguleya

y con su reusada infamia ahogan lo divino.

Son la respuesta del cielo que nos llueve

cuando la cínica excusa a todos nos mea,

cuando encontremos todas las respuestas

a todos nos cambiarán otra vez las preguntas.

Nos mean en la cara y creemos que llueve.

 

***

 

TERMINAR UN DÍA

 

Llegas a casa vacío, con un tedio plomizo,

llegas a casa y volteas la cerradura

y entonces entiendes que la rutina de este día a día

no terminará, te dejas caer al sofá,

mientras caes entiendes que nada cambiará,

es el yugo existencial de cada hombre,

es la carta marcada que termina en tongo,

tramposo juego de traiciones,

tongo en el que no repica ninguna campana;

caes derrotado en el hogar a media luz,

la jornada resulta devastadora, agobiante,

todos los días la misma guerra chica,

todas las tardes bajo las mismas nubes negras,

todas las noches el mismo tropiezo absurdo,

ellos también terminan así,

ellos también se cansan de los fantasmas

que resucitan, de las llagas que avivan,

pero lamentable es pisar donde ellos pisan,

No siento en el mundo más.

***

PATEAR UN AVISPERO

 

Porque no me quieres ni blanco ni en botella,

porque no me quieres ni contigo ni sin ti,

porque no me quieres ni entre épica ni epopeya,

porque no me quieres ni aposta ni de postín,

porque no quieres que me vaya ni que quede,

porque no me quieres ni triste ni feliz,

porque no me quieres si mi alma ya no puede,

porque no me quieres ni asá ni así,

porque no me quieres ni libre ni atado,

porque no me quieres ni en contra ni afín,

porque no me quieres ni con pera ni con pero,

porque no me quieres alcoholizado o sin,

porque no me quieres ni con cola de pescado,

porque no me quieres ni aquí ni allí,

porque no me quieres ni con gorra ni sombrero,

porque no me quieres ni listo ni visto ni gil,

porque no debiste patear al avispero

para que no te picaran ni la una ni las mil.

***

ARRASADO JARDÍN

 

La verdad oculta tras el tiempo expectante

ha arrasado con todo,

la marea se ha llevado mi pliegue

de dos mitades planchadas,

mi pantalón doblado y usado,

mi careta de disfraces,

porque al fin he comprendido

que la realidad se ha llevado consigo

mi mirada de niño bueno,

mis zapatillas puestas en par

al borde de la cama,

mis cromos biselados con cariño;

todo ha sido un naufragio en silencio,

toda la ilusión de mis paredes

puestas como una camisa al aire,

suave y ligera como sin ella,

se la ha llevado esta verdad patética,

esta verdad corrupta desde hace siglos.

La gente huye de la lluvia,

se protege como puede,

yo dejo que caiga volcada

como un vaso de deseo licuado.

Todo se lo ha llevado este ciclón,

este temporal de angustias

presentidas por la noche bruja,

que me dejen al menos

el sueño primero, ese nada más,

que me dejen ese sueño para odiarlo,

raíz de mis futuros esperándome,

principio de mis derrotas y fracasos,

que me dejen la derrota ya librada

en mis párpados cerrados,

sangradme con un punto hacia mi boca

y marchaos por donde habéis venido.

***

LOS AÑOS QUE ME RESTAN

 

Como todos los años

empiezo el año engullendo las uvas,

aterrizo en la cuesta de enero,

se restan lo restado, se suman las dudas,

cotizan las deudas,

me pagan en negro

el pinchar en el hueso de esta vida huesuda,

como todos los años, febrero,

desfile de disfraces,

carnaval que estornuda,

me disfrazo de cero y de razón testaruda,

aniversario del padre

y doy las migas de hartazgo,

lo que no me ha matado seguro me cura,

como todos los años, marzo ha llegado,

testimonio y presagio,

tu tardío cumpleaños madruga,

frágil nuestro oportuno simulacro

de esta vida cruda,

como todos los años mi abril,

se riega el campo agro,

se pone en celo la oruga,

semana de Madrugá y en batín,

con mi dinero pago y repago,

le agarro al largo mes la crin,

de entusiasmo me empacho,

también de mundo hostil,

como todos los años llega el agua de mayo,

me acorto y me alargo,

la primavera está pulcra de plagio y festín,

me voy al mar sin tu barco,

ayuna mi mirada anhelando tamiz,

como todos los años florece junio,

mes que mira el soslayo,

solsticio, desfogue y desliz,

me quito resignado el sayo,

pero me quedo mil veces aquí,

como todos los años el calor de julio,

tedio que pisa sudado,

ventilador y frenético columpio,

desatasco lo encomendado,

a tus puertas me aúpo en mayúsculo,

como todos los años viene agosto,

jazz en Donostia televisado,

ahorro que nunca llega apronto,

sofoco a treintaicinco grados,

sin camiseta y con pantalón corto,

mes de sequía y bochorno deshuesado,

me hago y me deshago como tonto,

con sumo cuidado llega septiembre,

a lo lejos viene ciego el otoño,

antes que piojo fui liendre,

debo dormir ya un tanto arropado,

al frío le pongo apodo,

me hago y me deshago entre la gente,

como todos los años octubre ha llegado,

me meto más y más en el lodo,

me empapo y me seco de lo frecuente,

no me hallaré acostumbrado,

por fin llega noviembre,

noviembre llega muy rezagado,

feliz de que se aclare lo corriente,

me sangra la esclavitud poro a poro,

así me pasa la vida año tras año,

soy pobre que muere dos veces,

llega diciembre enfriado,

después enero a que el clima arrecie,

y así este año tras año porfiado,

y este tedio de plomo que se retuerce,

rutinas de paella y tinglado,

 con pies cruzados atardece,

otro año más y aún no ha pasado.

¿El qué? Aquello que tengo pendiente.

 

 

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OPINIÓN

 

REFLEXIONES SOBRE NUESTRO PROTAGONISMO

COMO ESPECIE EN EL PLANETA TIERRA

POR ANA MARÍA MANCEDA.

No soy New Age, solo busco reflexionar sobre nuestra conducta y el destino que como especie tenemos en nuestro planeta. La Tierra es una pequeña roca sin luz propia que gira alrededor de una estrella llamada “ Sol”, que se encuentra en la cola de una galaxia en espiral “LA VÍA LÁCTEA” compuesta por cien mil millones de estrellas. A su vez viaja en un espacio en expansión con mil millones de galaxias hacia no sabemos donde. Todavía nuestro cerebro “tan inteligente” no ha podido descifrar.

Reflexiono basada en estudios básicos de cinco años en la disciplina  “ECOLOGÍA” en la década de los setenta. En esa época de mi juventud me he encontrado sorprendida, admirada, estudiando sobre “Evolución del hombre y las especies”; ”Antropología”; “Geología”; “Etología”; “Fitogeografía”; ”Zoogeografía”; “Química biológica”; “Biodiversidad”; “Oceanografía”, ”Origen y evolución del Universo” etc..etc. Recuerdo la impresión que me causó la práctica que hicimos en la facultad en una cápsula de Petri                       ( cápsula de vidrio conteniendo alimentos específicos) con la evolución de una colonia de bacterias Escherichia Coli. Esta colonia se desarrolló exitosamente en el alimento de la cápsula, pasados los días llegó un momento que las bacterias se  reprodujeron de tal manera que la cápsula comenzó a contaminarse con los propios desechos de la colonia, no tenían manera de buscar salida y la colonia se auto-exterminó. Desde ese momento no pude dejar de hacer un paralelismo ( no nos olvidemos que somos seres pensantes pero al fin y al cabo parte de la cadena de vida en la Tierra)entre la cápsula y nuestra TIERRA, este planeta azul, privilegiado de alimentos con agua, este planeta que nos contiene como especie “Homo sapiens”. Somos una especie prolífica, dominamos a los otras especies, deforestamos, explotamos el medio ambiente, cambiamos el clima y nos estamos ahogando en nuestros propios desechos.

Como tantos otros humanos me siento impotente ya que los políticos (la mayoría) que gobiernan el mundo son incompetentes, no están preparados para guiarnos. Cualquiera quiere ser Concejal, Intendente, Gobernador, Presidente y ni hablar de los depredadores dueños de las comunicaciones nacionales e internacionales, de los dueños de las tierras que para explotarlas siembran plaguicidas y enfermedades.

Vamos a extinguirnos, no sabemos en cuanto tiempo por eso trato de serenarme cuando escucho a tanto idiota ventajista sea político, periodista, productor agropecuario etc. con tanta impunidad y desconocimiento. Humildemente creo que podríamos darnos un plazo más de vida en la Tierra con una educación global de medioambiente, de cultura y conocimientos para todos pues las enfermedades llegan de inmediato a los más pobres y explotados pero de manera inexorable llegará al último hombre o mujer que habita este maravilloso planeta que en algún tiempo geológico fue el privilegiado del Sistema Solar.

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TEXTOS CURIOSOS

Por Daniel Cullá

 

SURREALISMO CON BEMOLES

 

… y lo del Pepino viene de antaño

 

Un colega de fatigas literarias y políticas me dijo  un día, ya hace tiempo:

 

 -Eh, tronco, Plaf ¡, no te puedes imaginar lo maravilloso que es hacerse una paja con una manzana de reineta.

 – No me digas, le respondí, prosiguiendo el colega:

 – Sí; le haces un orificio por la parte carnosa hasta cerca del tronquito y la metes una vez erecta, y la giras y  giras como exprimiendo un limón, y ay, que delicia, tronco, hasta reventarla. Luego te la comes como manzana asada. Es el mejor manjar que puedes llevarte a la boca.

Le contesté:

–       Qué surrealista eres, macho. Qué asníflua mística.

 

 

 Esto me recuerda lo que dijo un mozo estudiante, natural de Ávila, llamado Ortiz que no tenía barbas en la cara y que predicaba que no se ha de mirar tanto por el ornato exterior como por el interior de entendimiento y virtud , que tubo llamamientos para la religión, y disgustándole tener que cortar la buena barba y bigotes que tenía, se mortificó cortándoselos, lo que le costó muchos sustos y trasudores, disponiéndose a cortarlos él mismo con unas tijeras, como dicen que hacen los místicos al cortarse la picha y poder llegar a  presencia del Amado.

 Cortó el pelo del bigote de uno a uno entre gana y arrepentimiento, y le decían los amigos:

-¿Qué ha sido de los bigotes?

El sinceramente dijo:

-En el alma tengamos bigotes y barba, que basta.

 Finalmente entró en la Compañía de Jesús y, siendo enviado al Japón con otros, fue martirizado en la mar por los holandeses, que le dieron por donde amargan los pepinos (para quien no lo sepa: por el culo), preso el navío en que iban, y capitán de los otros en el  gozoso martirio.

 

 Que más o menos, según el cristal por donde se mire, les pasó lo mismo a los surrealistas que amo y con los que me fui amistando cuando iba camino de Zaragoza a Huesca y hacía parada entre Almudévar y Zuera, leyendo el manifiesto  Sons and Daughters of the Blood Red Revelation, al estilo de Hakim Bey; el Quest for Dr. U, de Hans Carl Artmann, fundador del grupo de Viena; Artaud- The Screaming Body, de Stephen Barber, Y a la sombra de un pesebre limpio comprobar la Ausencia de Mito- Escritos sobre Surrealismo, de George Bataille, y, ante todas las cosas ,el Rebuzno surrealista del escritor ,poeta y teórico del dadaísmo, André Breton, y su  Break of Day.

 

 Los surrealistas ataron el diablo al mar de Sicilia y le dijeron  que estuviese allí hasta que ellos volviesen, y como se tardan, cuando pasa por allí algún navío, pregunta el diablo si viene allí François Caradec, extraordinario poeta francés, novelista, músico, homosexual, adicto a las drogas, y que cuenta la leyenda que se suicidó, como los grandes; que si viene Robert Desnos que murió en el campo de concentración de Terezin, detractor de la alianza de Bretón con el Comunismo, y con su hermosa novela, alta y baja, de dientes blancos, puros, limpios ,tersos, Libertad o Amor, un trabajo magistral con sombras de Sade y Lautreamont sobre la disoluta, misteriosa y bizarra vida del corsario Sanglot; que si viene el “indignado” François Dupuis ( Raoul Vaneigem), de la Internacional Situacionista, con su La Revolución de Todos los Días. Y no extrañe la diabólica osadía. Si hay alguien que en Rebuznos gane al diablo, que Rebuzne.

 

 El viento nos trae resonantes en pavorosos ecos a Alfred Jarry, Caesar Antichrist, Ubu Rey,  precursor del surrealismo, del dadaísmo y del teatro del absurdo. Y a Claude Cahun , Masks and Metamorphoses, poeta, actriz, traductora, polemista, y sobre todo  fotógrafa.

A Richard Huelsenbeck, Dada Almanac, fundador del grupo dadaísta de Berlín, quien nos dejó escrito: “Hacer literatura con una pistola en la mano ha sido durante algún tiempo mi sueño”. A Mary Low, Voice in Three Mirror. Poesía, Libertad y Amor era su  vitola. Luchó en la Revolución Española de 1936, y después contra el dictador Batista en Cuba.  A Bernard Noel, uno de los más grandes poetas franceses, con su  Castle of Communion. A Benjamín Peret, uno de los fundadores del Surrealismo, quien luchó en la guerra civil española con la columna de Durruti; y su Death to the Pigs. El error de la República fue el no poner a los puercos fascistas un aro de hierro en las narices para que no hocen los sembrados .A Erik Satie, Cuadernos de un Mamífero, compositor y guionista incalificable, anticipó el serialismo y minimalismo. Y, entre todos, a la esencial y propia de este objeto, a Unica Zurn y su Hombre Jazmín, que fue  el pintor y escultor Hans Bellmer, su segundo marido,  fascinado por el fetichismo sexual, que le hizo posar desnuda y encadenada para la revista Surrealisme, desgarradora descripción  de una vida turbulenta acabada en suicidio.   Admirada por los grandes artistas del surrealismo Henri Michaux, André Breton, Man Ray, Hans Arp, Marcel Duchamp y Max Ernst,

de los oficios de los surrealistas sale un gato miando, para recordar de buen modo que le diesen su ración, diciéndole al gato:

-¡Zape allá¡ Aun no nos han dado la carne y ya me pides los güesos.

***

 

 

VALLEJO, AQUÍ BUEN PAN

 

“Entonces todos los hombres de la tierra

Le rodearon; les vio el cadáver triste emocionado;

Incorporose lentamente,

Abrazo al primer hombre;

Echose a andar…”

 

César Vallejo. XII Masa

 

 

Los panaderos de Santa Coloma

Buen lugar en la Rioja

Y de muy buen pan

Cuando salen a venderlo

A otros lugares, dicen:

-“Hete aquí buen pan.

Igual con César Vallejo

Buen Poeta

Romero con un gran zurrón de Poesía

Que le hacía cantar

Como llevándoles dentro

A Vicente Huidobro y Juan Gris

A De Cruje, Artaud y W. Frank

A Juan Larrea, su amigo

A J. L. Barrault  y George Philippart.

 

Poeta para ser amado

Cual Ciro Alegría le conoció

Humano y eterno

Como su pueblo:

“ los habitantes de los Andes”

sufren un dolor que tiene

una dimensión de siglos

y parece confundirse

con la eternidad”

Como Juan Larrea le amó

Compartiendo su vida

Entre inquietudes políticas

Y personal

Andando a caza de grillos

Y desconfiando de monjes prietos.

 

Y como en Castilla

El caballo lleva su silla

Así Vallejo

Una vez dadas las doce

Tuvo que escapar

Sin ser visto

En busca de un buen morir

( España, me voy a España”

Le susurró a  André Loyré)

Y su amor a España compartido en Trilce

Con José Bergamín

Y Gerardo Diego

De la mano de Henriette Maisse

Y ese quedar y partir

Le hizo caer en el valle de Mortera

En la provincia de Burgos

Donde cenas, olés y magdalenas

Tienen las sepulturas llenas.

 

Henriette le pregunta:

–      ¿Cuál es tu tierra, Vallejo?

–      Y responde el Poeta:

–      La de mi mujer.

 

Daniel de Cullá

 

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SELECCIÓN DE POEMAS

Por Francisco Jesús Muñoz Soler (Digno)

 

DESDE  MI  HUMILDE  ANONIMATO

 

Desde mi humilde anonimato lanzo mis cantos,

dulce esencia con la cual se satisfacen calmos

individuos inteligentes, receptivos y hospitalarios,

en mis poemas aderezados de sabores y texturas

propios de la cosecha de mi imaginación y entendimiento

deseo germinar la simbiosis en sus comprensiones

para que se alce en ellos tremendas y magnificas evidencias

aberturas de canales de conocimientos hasta sus conciencias

y estas enternecidas y asombradas se dejen llevar

por hermosos senderos plenos de humano sentido común.

***

 

CERTEZA

 

A mi hijo se le murieron los abuelos,

a uno no lo conoció, al otro casi por fotos,

ha asimilado que los abuelos se mueren

y da por bueno y lógico que moriré cuando sea abuelo,

en su conforme seguridad yo le pregunto, mirándole a los ojos,

¿tendrás hijos?, por supuesto me dijo íntimamente convencido.

… y seguimos en lo nuestro, en lo incierto.

***

 

ENSUEÑOS  EN  PRIMAVERA

 

En estos días me puede la somnolencia y el cansancio

se me agolpa la pesadez de los ojos en el centro del pecho,

mientras me pasan las auroras enlazadas en sutiles hilos

de livianas esencias, exquisitas y fugaces, pura ambrosía

que deleita el paladar de mi memoria y mi olvido.

En estos días ya lucen plenas y hermosas las tardes

de mi amable primavera, corpóreas de serena quietud,

su luz transparente y suave sosiega mis inquietudes,

adereza y nutre los espacios insondables de mi consciencia

esa especie de vigilia interior que sostiene mi vida.

En estos días se arremolinan en los umbrales de mis sueños

huidizas historias que fluyen de insospechados destellos

de mis hombres pretéritos, de afluentes de etérea y cálida ternura,

la misma que está cimentando el que ahora sostengo

en los entramados del hombre que se perderá en lo oscuro.

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10º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

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10º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

DIGITAL MENSUAL

NEVANDO EN LA GUINEA

LIVº de la segunda etapa/02-04-2011

 

EDITORIAL LIV

Josefina Aldecoa y la historia de la literatura española

 

Este mes de Marzo murió la escritora Josefina Aldecoa, novelista y compañera de viaje de Ignacio Aldecoa, su marido, Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, entre otros, una generación de escritores que pobló los años sesenta y que comienza a ser puente a un nuevo estilo literario.

La memoria se mantuvo muy presente en esta autora cuyas historias, en las que estaba muy presente su otra pasión, la pedagogía, poseen una enorme sensibilidad social, sin caer en lo meramente descriptivo, y el lenguaje toma de nuevo una importancia central.

Josefina Aldecoa y el resto de los escritores contemporáneos suponen además la firmeza de una literatura del interior que fue apareciendo tras la guerra (in)civil como tradición paralela a esa otra literatura del exilio que, por su dispersión, pareció en algún momento carente de continuidad y por tanto de tradición. Apreciación esta que, por fortuna, se fue corrigiendo con el tiempo y merece hoy el reconocimiento de los lectores, dos tradiciones literarias tras la guerra y se integra en los planes de estudio de las universidades y de los institutos (en el pequeño espacio que se brinda hoy, por desgracia, a la literatura en los planes de estudio de España).

Coincide este fallecimiento con la aparición de un ensayo de los profesores Jordi Gracia y Domingo Ródenas que forma parte de la colección que publica la Editorial Crítica sobre la Historia de la Literatura Española y que se centra en un largo periodo de tiempo que va de 1939 a 2010. En concreto, se trata del tomo 7 que toma por título, bastante esclarecedor, de «Derrota y restitución de la Modernidad». Porque resulta evidente que en la larga noche posbélica se produce, a pesar del desconcierto y las circunstancias, una lucha por recobrar esa modernidad perdida con la guerra y la desaparición del ambiente cultural y literario de la España de principios y mediados del siglo XX.

Poco a poco surgió en el interior una nueva literatura que procuró imponerse a la sequía de los primeros años y que poco a poco estableció un diálogo normalizado con los lectores. Muy grande fue la ayuda, y la influencia, desde luego, de los escritores latinoamericanos que, con el fenómeno denominado como Boom, descubrió al mundo la variedad del idioma y de la literatura en español y resultó para España toda una lección de humildad, ya que de pronto el castellano dejó de ser monopolio de la metrópoli. En este sentido, Josefina Aldecoa cita, aunque sea de pasada, en una de sus novelas la vida en otra colonia, Guinea Ecuatorial, que si bien de un modo periférico ha comenzado también a dar sus escritores en español.

Se trata sin duda de una gran aporte al estudio de los escritores y en el que, a todas luces, la generación de Josefina Aldecoa tiene un lugar importante. 

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MONÓLOGO SOBRE EL DURO ARTE

CON EL QUE CONVIVEN LOS POETAS

 

¿Para qué soy poeta si no gano dinero con ello?

¿Me aporta algo ser poeta?

Calentamientos y dolores de cabeza.

Reflexiono en soliloquios y poemas

para un público que tiene

otro concepto distinto de esta historia.

Les recito uno de mis versos onomatopéyicos

y se parten de la risa.

Hasta me graban en móvil y lo cuelgan en YOUTUBE.

¿Para qué soy un poeta?

¿Me compensa ser poeta? ¿Vale la pena tanta tinta?

¿Lo hago por aquello del amor al arte?

¡Gilipolleces!

Algunos poetas piensan que van a cambiar el mundo

con unos poemas, cosa imposible,

pero de ilusiones se vive.

Miren como se ríen aquel grupo de la esquina.

¿Para qué soy poeta?

¿Quiero demostrar algo a alguien?

Lo único que consigues es demostrarte a ti mismo

que ese no es el camino que te aconsejó tu padre seguir,

si hombre, aquel de que nunca se debe mentir en la vida.

   Cada cual va a lo suyo

y el mundo no hay quien lo cambie ya.

Lleva demasiado tiempo rodando sobre sí mismo.

Tú vas a un conflicto armado y recitas algún poema

y te fusilan con un maestro cojo y dos banderilleros fijo,

o quizá te pudras en una cárcel sombría.

Entonces, ¿para qué soy poeta?

Un amigo mío dice

que soy poeta para ligar más,

pero en realidad, ¿ligo más?

Para nada, las tías pasan de mí igual

o aún más que antes,

si les digo que escribo poesía

me toman por un cursi, un meapilas,

 un gilipollas o un inadaptado social,

o un blando que solamente sabe llorar.

Yo al principio presumía de poeta,

¡qué fracasos y qué meadas en la cara me daban!

Les decía a las chicas que les había escrito un poema

y que le había puesto al poema su nombre,

el de la susodicha, ¿estamos?

Cuando se lo recitaba me decían: −qué bonito,

después se iban con mi mejor amigo, que era albañil,

con más bíceps, con más oblicuos; con más pasta,

 por que está claro que ahora un albañil

gana más dinero que un poeta.

Pero trabajan más.

 Yo alego aquello de: Mi poesía es diferente.

Pero nadie se para a leer mis poemas,

prefieren otras cosas, prefieren la métrica del albañil,

o los videojuegos, hay algunos que prefieren el Parchís.

¿Para qué soy un poeta?

Odio hablar bucólicamente,

oníricamente, metafóricamente,

galácticamente, helénicamente,

herméticamente, estúpidamente.

Existen muchos tipos de poesía.

Tantos o más que poetas.

Existe el barroco, el romanticismo,

el surrealismo, el creacionismo, el realismo,

pero el mío es el masoquismo, puro y duro.

A veces se inventan otra manera

de llamar a un movimiento de poetas

aburridos, ególatras y exhibicionistas

con un nombre exótico o esdrújulo.

Con lo fácil que es llamarse Pombo, los ultraistas,

Generación Nocilla, la Gauche Divine,

La generación Beat, los del 36, los del 27, los del 98.

POETAS: pobrecillos los poetas.

¿Qué tratan de arrancarle al hombre?

¿Qué quieren extraer de donde no lo hay?

¿VEN? Ya me he puesto poético,

si es que lo llevo en la sangre.

La poesía, lo dicen hasta los editores

de poesía, No sirve para nada,

solamente para que ellos vivan de ella,

solo ellos y nadie más, claro está.

Por que con lo que cobra un poeta en su vida

no me dejan ni chupar la sal de los cacahuetes. 

Algunos se empeñan en demostrarnos

que sí sirve para algo ser poeta.

Logran imágenes maravillosas,

logran artefactos poéticos,

logran hacernos ver la magia, el milagro,

logran con palabras evocarnos,

ilusionarnos, emocionarnos, sorprendernos,

nos hacen meternos en lugares donde sólo cabe

el dedo meñique,

pero, ¿quién quiere a un poeta?

Quizá como animal de compañía sea

algo cansino teniéndolo ahí pensando

y traspapelando o digitalizando su poesía,

quizá como guardaespaldas no sirva,

demasiado sensibles para ir de tipos duros;

estos se van del esfínter deprisa y corriendo,

¿Qué tal como conversador?

Eso es justo lo que es un poeta, un conversador,

quizá hasta llegue a cansar

de lo que el jodido habla, y siempre de lo mismo,

¿y que de qué habla? ¿De qué va a ser?

De todo lo que tenga que ver con la literatura,

con el hecho de unir sílabas (contarlas a veces),

con el hecho de unir sujeto, verbo, predicado.

Artículo o pronombre, conjugar verbo,

y la labor laboriosa de buscar adjetivo,

a veces un adverbio, y otras un sustantivo,

y otras un montón de palabras que vienen también

en las sopas de letras y se tragan que da gusto.

Osea, un rollazo del que huyen hasta los filólogos.

¿Y las tertulias de poetas? ¡Ay! Las tertulias,

¡qué peligro tienen los poetas en las tertulias!

En las tertulias exhiben su culturalismo.

Presumen de que han leído a fulano,

a mengano, parafrasean a zutano,

e imitan a algún perengano que otro.

¿Para qué sirve ser poeta?

Mi padre por ejemplo, mi padre cree

que ser poeta es algo así como ser Jesús.

Si hombre, Jesucristo, el Mesías;

tiene a los poetas mitificados.

Cree que los poetas son como santos.

El hombre tiene el concepto de que el poeta

debe ser buena persona,

vamos, mi padre se cree que un poeta es algo

así como un testigo de Jehová.

De puerta en puerta dando el sermón

y vestidos con la ropa obsoleta del Corte Inglés del 82.

Mi madre no, mi madre piensa

que los poetas son maricones, directamente,

que es otra mitificación o tópico injusto,

según se mire.

Un poeta tiene una vida doble.

Ningún poeta vive de la poesía,

ni siquiera muertos, que es cuando más venden.

A mí me dice mi hijo que quiere ser poeta

y le digo: −Vas camino de que te crucifiquen.

O −Hijo, las personas a veces follamos.

O le puedo decir: −Chaval, dedícate a la banca,

que contarás billetes, en vez de sílabas y versos,

y luego encima reciben subvenciones del estado.

(Continuará)

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

 

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El regreso

         Se colocaron en medio de la plaza. Comenzaron a cantar el Eusko Gudariak, puño en alto, mirando a la fachada del ayuntamiento. Me quedé en un lado, bajo los arcos, observándoles a cierta distancia. Quince años fuera y al segundo día de vuelta me encontraba con aquella manifestación. Nadie me conocía, ni los de la concentración ni la gente que cruzaba indiferente o a lo sumo con un ojo puesto en los congregados. Nadie se acordaba de mí, ni ganas por mi parte. Prefería pasar desapercibido, como un viajero, un turista, uno de fuera que se queda un par de días en una pensión y se dispone a visitar el pueblo. La chica de la pensión me lo preguntó: ¿turismo? Dije que sí. Mi nombre, con toda lógica, no le dijo nada. El que usé no era el mío, el real, sino otro cualquiera elegido al tuntún: Mario Hoz Germán, pero sin duda tampoco le diría nada el real. Era demasiado joven para que mi cara le sonara. Me sonrió amable. Este es un pueblo bonito, me dijo. Ya lo he notado, respondí.

         Los concentrados dejaron de cantar el himno. Charlaron un momento y desaparecieron de la plaza, dejándola de pronto desolada, vacía, algo sombría. Me di cuenta de que no había policía. Al menos policía uniformada. Los tiempos han cambiado, pensé, en otro momento habría furgonas y agentes con sus escopetas al hombro, miradas nerviosas y silencios que se cortaban con cuchillo. Yo había corrido por las callejas adyacentes y me había protegido de las balas de goma en soportales y esquinas. Había pasado mucho tiempo de todo aquello, tanto que ahora sólo era olvido.

         Salí de la plaza y avancé hacia el puerto por una calle que había cambiado de nombre. Dos mujeres me cortaban el paso a un pasaje que debía seguir. Hablaban en vasco y no me costó nada entender lo que decían. Quince años me habrán hecho olvidar el idioma, había pensado antes de llegar, pero la memoria es más competente de lo que creemos. Perdón, les dije en castellano. A punto estuve de decírselo en el idioma, pero mejor era no llamar la atención, se suponía que era extranjero, es lo que indicaba el documento que había mostrado en la pensión, había que tener cuidado, el pueblo era pequeño y todos se conocían y debía ser puntilloso pasar inadvertido.

         Salí al otro lado del callejón y enseguida reconocí el portal. Pulsé el botón. Segundo primera. Tardaron un montón en responder, una voz de mujer rompió mi espera: Bai?

¿Está el Señor Tomás Arretche?

         La mujer guardó silencio apenas unos segundos.  

– Sí, está. ¿Quién le llama?

-¿Podría hablar con él?

– Suba.

         La mujer no había insistido. Debía de estar acostumbrada a visitas repentinas, personas que aparecían de pronto, que preguntaban por Tomás Arretche, que hablaban con él en su despacho de médico, que se iban tan sigilosamente como habían llegado. A la mujer, la hija sin duda -la esposa, supe, había muerto hacía unos años-, no le resultarían extrañas esas visitas.

         Abrió la puerta cuando llegué al rellano. Era una mujer cercana a los treinta años. La hija, en efecto, pensé, aunque apenas recordaba su cara, tenía quince años cuando la ví la última vez. Me miró con curiosidad.

– ¿Su padre está en casa?

– Sí.

         Me llevó hasta el despacho. Recordaba la casa a la perfección, nada había cambiado, sólo nosotros. La mujer abrió la puerta y me dejó pasar. Se retiró. Había comprendido que yo era una de esas visitas. Tomás Arretche se levantó para recibirme. Había envejecido, pero los rasgos eran los mismos, duros, serios, reflexivos, aunque la leve sonrisa que se dibujó suavizó bastante la severidad del rostro.

– ¿En qué le puedo ayudar?

– Veo que no me reconoce.

         Me miró entonces con más detenimiento. Le costó. Puso al fin cara de incredulidad. No puede ser, murmuró. Un gesto de sorpresa, tal vez de miedo o de espanto, se le dibujó unos segundos.

– Se supone que moriste …

– Ya ve que no.

         Le toqué el brazo para que se cerciorara de que estaba vivo, de que yo no era un fantasma. Comprendí su sorpresa. Le conté que aproveché las circunstancias para escapar de nuevo a Francia. Pasé escondido en un camión. Nadie lo sabía, tampoco los míos, y en Bayona supe por los diarios que me daban por muerto, no me encontraron en la barcaza que quedó atrancada en Pasajes, supusieron que había caído al mar, hacía frío, era de noche, lo lógico era morir. En Bayona nadie me había visto. Me fui tras recoger en mi piso algunas cosas, dinero, uno de los documentos falsos, algo de ropa, poca, para que nadie se diera cuenta de que había pasado por allí. Me fui a Holanda y desde allí, tras trabajar algunas semanas para ahorrar dinero, me marché a México. Me dio más miedo el viaje que todos aquellos años en la clandestinidad.

– ¿Has vuelto para algo en concreto?

– No lo sé todavía. De momento, sólo le quería ver a Vd., creo.

– Aquí las cosas han cambiado mucho.

– Lo sé.

         Pensé por un momento que fue un error haber vuelto. Lo cierto es que no sabía el motivo por el que de pronto compré un billete y me planté en el País Vasco. Me había esforzado en olvidar, en ser otra persona, pero no lo había logrado. No es que padeciera nostalgia o que sufriera el arrepentimiento de otros, pero de pronto eché de menos al Doctor Arretche, las horas que pasamos hablando, los consejos que me dio entonces. Nunca me juzgó. Yo era más duro conmigo mismo.

– ¿Qué sabe de la familia Landaburu?

– Están bien -me miró como si intentara aprehender mi interior-, todo quedó superado.

– ¿Han hablado de ello con Vd.?

– No de un modo profundo, sólo con Mari, saben por lo demás lo que yo pensaba entonces, en qué lado estaba, aunque me dolió aquella muerte, me tocó bastante. Además, saben que te conocía.

– ¿Hablaron de mí?

– No.

         Se calló de golpe, como si hubiera dejado en el tintero una afirmación. Quise preguntarle si me odiaban o si me habían perdonado. Pero no sabía si iba a ser capaz de preguntarlo. Tal vez por eso mismo había regresado. Necesitaba algunas certezas, cerrar algunos capítulos. Había intentado cambiar el pasado, crearme otra biografía, ser otro hombre.

         No hablamos de ello, sólo de un modo general, el silencio es lo que caracteriza a nuestro país, un inmenso silencio, imponente, sempiterno. Se lo comenté. Dónde vives, me preguntó para escapar del tema. En México, respondí, estoy bien allá. Respeté su deseo de no entrar en el tema. Nos despedimos una hora después. Al salir, pensé en ir a aquella taberna. Me acerqué de hecho. Pero di la vuelta cuando estaba a pocos metros. Era yo quien no me había perdonado. La imagen de Mikel Landaburu muerto en el suelo se me presentó más firme que nunca. Ocurrió todo muy rápido, mi entrada en el bar, dos personas junto a mí, los tres cumplíamos con la misión histórica, fue todo visto y no visto, salimos corriendo, la fuga hasta el puerto, apenas unos segundos, había sido mi primera acción dura, mi prueba de fuego.

         Caminé hasta la pensión. La chica me abrió la puerta. Me sonrió al entrar yo. Le gusta el pueblo, me preguntó atenta en la recepción. Es muy hermoso, le contesté. Ella sonrió dichosa.

Juan A. Herrero Díez

 

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Por Olaya Mac-Chure

POEMA

Esculpamos las ideas con las plumas
que se incrusten para siempre en la memoria
y limemos las asperezas en las lenguas que descifran nuestros vocablos
entonces,las ideas transportan el ir y venir
de todo lo que queremos pronunciar
descubriendo a través del movimiento de las hojas
el suave murmullo con que nos quiere hablar la tierra
como música de aves aleteando al fondo de un cielo fresco
movido por el viento que surca intrépido en el aire que levanta el vuelo
por la vertiginosidad del tiempo y del espacio magistral.

 

 

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Por Cristian Claudio Casadey Jarai

LEYENDAS

 

 

La leyenda del Puente de Piedra (II)

        Hace muchos años, en la Isla Uvita, frente a las costas de Puerto Limón, vivía una extraña tribu. El hijo del Jefe de aquellos indígenas tenía una grave y extraña parálisis que no le permitía ni siquiera pestañear. La gente, preocupada por la salud del niño, después de probar todo tipo de curas sin resultado, recurrió desesperadamente a varios brujos. Ya preocupados, llamaron al chamán más viejo de Talamanca, quien aconsejó al Cacique llevar a la criatura hacia una vertiente situada en una distante región en el continente, para que pudiera curarse con éxito de tal enfermedad. Era sabido que algunos forasteros relataban que esas aguas eran realmente milagrosas.

        De esta manera se organizó una escuadrilla con los más valientes y fuertes guerreros. Así,  partieron en caravana en busca de tan preciado líquido.

        Después de muchos meses de ardua travesía por selvas, ríos y montañas llegaron hasta un cálido valle, en donde una quebrada les impedía el paso.

        Los hombres, para que su cacique y su frágil hijo pudieran cruzar el río, decidieron abrazarse entre ellos de manera que crearon un puente humano. El jefe cargó al niño entre sus brazos y caminó sobre sus fieles protectores. De repente el cielo bramó con furia y grandes destellos iluminaron el río. Cuando el Cacique se dio vuelta observó que los guerreros se habían convertido en piedra, en un puente de piedra. El demonio quiso jugarles una mala pasada a los indígenas, pero los dioses, apiadados al ver semejante injusticia, enviaron a un ave de plumas multicolores, quien aconsejó al jefe que hiciera beber a su hijo del agua de aquel río. El niño bebió lentamente, y toda su enfermedad fue sanada. Sin embargo, debido a la lejanía, nunca pudieron regresar a sus tierras, por lo que ambos vivieron bajo ese puente durante el resto de sus vidas, agradeciendo a sus guerreros el noble sacrificio que habían hecho.

***

La leyenda de las gemelas de Barrio Latino

 

        Hace muchos años atrás, había una familia que tenía dos niñas gemelas que vivía cerca de la ruta que conecta Grecia con el pueblo de Sarchí. Ambas eran idénticas como gotas de agua, de largas cabelleras rubias y ojitos verdes saltones. Las chiquillas eran muy juguetonas y un poco traviesas, lo que hizo que una tarde muy calurosa salieran a la calle a divertirse con otros niños del barrio. Quiso el cruel destino que en medio de aquellas risas y corridas las gemelas fueran embestidas por un enorme camión, el cual les arrebató de un golpe certero sus frágiles vidas.

        Tanto la madre como el padre habían quedado destrozados luego de tan macabro accidente. La señora se culpaba día a día por el descuido. Pasaron los años, y dio la casualidad que nuevamente quedó encinta. Ella y su marido estaban muy felices por el embarazo, y fue grande su sorpresa cuando nuevamente nacieron otras gemelas, muy similares a sus hermanas fallecidas. Las niñas crecieron alegremente, sin embargo tenían las mismas costumbres que las anteriores. Otra tarde calurosa, salieron a jugar cerca de la ruta. La madre, preocupada, recordaba la tragedia anterior, por lo que salió velozmente de su casa para alertar a sus hijas. No las veía por ninguna parte, por lo que empezó a llamarlas a los gritos.

–      Mamá, no te preocupes – contestaron las niñas.

–      No vamos a cruzar la ruta, no queremos que nos pase lo mismo dos veces…

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SELECCIÓN DE POEMAS

POR FRANCISCO JESÚS MUÑOZ SOLER

 

JUNGLA  TROPICAL  LLUVIOSA

Pura vida

Nos adentramos por el camino de las Ranas,

después de dejar atrás el puente

donde dos chiquillos saltaban gozosos el Sarapiquí

y hermosísimos sotacaballos y bromélias,

desde ahí, desde ese ancestral punto,

dispusimos nuestros pasos en la jungla

bajo una intensa lluvia que sacudía

nuestros hombros ansiosos de recibir

savia de telúricos impulsos de semillas

para nuestros espíritus, vacilantes bajo la espesura

caminamos con nuestras zapatillas ligeras,

llegamos a un breve claro, encrucijada

de destinos quien sabe si de almas

y entre la senda de las intensas arlequines

y una empinada intrincada a la izquierda

optamos por la intrépida que nos giraba

aún no brotaban corrientes de lágrimas

formando surcos entre raíces y lianas,

el agua, el agua, resbalaba sobre las caras,

ya nuestros cuerpos empapados de gracia

brincaban entre vainas depositadas en los márgenes

del abrupto sendero, donde enamoradores labios

de un magnífico rojo seductor nos llamaba

y entre graciosos comentarios divisamos

un bello claro donde nos inmortalizamos

con entrañables fotos, bañados de brumosa luz

y sostenidos sonidos de majestuosos cantos

que siguen envolviendo con su circular manto

la esencia de ese lluvioso espacio de armonía,

con gozadoras miradas iniciamos el regreso

más ágiles, con un áurea más liviana

pero atrapados por invisibles ficus estranguladores

que siempre nos reclamaran encantados

cuando nuestras emociones estén embargadas

por retorcidas impresiones, entonces siempre nos quedara

la atmósfera de la selva, allí donde nuestras áureas

retozaron bajo intensa lluvia con pies diestros.

***

MIS  OJOS

 

Te envío mis ojos a través de las ondas

de los queridos corazones que nos dejaron

y velan por nosotros en el permanente intangible,

en mis ojos tienes toda la dulzura y serenidad

que mis córneas y mi alma sostienen.

***

CAMILLE   CLAUDEL

Desde la incógnita y desamparada tumba

Donde se pierde el tiempo y el espacio

De la consciencia vertebradora de memoria

Desde la innominada fría reclusión

Donde los huesos forjaron cenizas

Y germinará alimento cárdenos labios

Desde cielos de arrojes invisibles

De imaginados días sin escenarios

De moldeadas tallas sin cincelado

Desde la lejana cercanía de la sangre

Páramos de colmillos inclementes

Desgarrada Gaia de eclipse lunar

Desde los vitrales de su lumínica gloria

Cenit de emociones de hermosas formas

Plácet de sensuales curvaturas en el arte

Desde los vértices de un tiempo excluyente

De la consustancial libertad inmanente

Del carácter apresador de movimiento

Desde el plenilunio del agudo detalle

Atalaya trasmisora del proporcionado énfasis

Que ilumina la cara oculta de los seres

Desde la certeza del sendero de búsqueda

Fragante melodía de un tiempo futuro

Alejado de las huellas de sus valientes pasos

Desde la paterna y desbordada alegría

La decidida complicidad de sueños e ideales

A partir de la pila de agua bendita: Camille

A Orlando Ferrand

***

ENFRENTADO AL VACÍO DEL INEXPRESIVO PAPEL

Enfrentado al vacío del inexpresivo papel

como ante la vida misma,

palpando la textura blanquecina

como quién ausculta las nubes,

ante el infinito inmaculado

desnudo, descarnado de lumbres

generadoras de bellezas originales

ricas en verbos y sustantivos,

finas eclosiones de ideas y emociones

corpus de espacios fructíferos

que nos diferencia de seres simples

firmes de hermosuras intangibles

repletas de intrínsecas sensaciones

alma esencial del acto creativo.

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PERFUMES LEJANOS”

CUENTO

AUTOR: ANA MARÍA MANCEDA

 

MENCIÓN DE HONOR POR CERTÁMEN INTERNACIONAL “ JUNÍN PAÍS” BUENOS AIRES

ARGENTINA Y SELECCIONADO PARA ANTOLOGÍA 2007.

 

 

 

 

 

      ….Tú tienes la forma de una fuente  no de agua sino de tiempo                                                                     

            En lo alto del chorro de la fuente  saltan mis pedazos

                  el fui, el soy, el no soy todavía, mi vida no pesa.

    El pasado se adelgaza. El futuro es un poco de agua en tus ojos.       

                                                “ Trowbridge Street” Octavio Paz.

                     No sentí que fracasé, pero debía hurgar, buscar en mi mente el origen de esa explosión que no me permitió seguir con la lectura del poema. El público aplaudió cálido, como apoyando esa emoción… Y sí, siempre me perseguirá la nostalgia, sello justificado, es la vida que me tocó. Más de una vez, mientras cae la nieve y sopla el viento desde el Pacífico, me he preguntado ¿Qué hago acá, en la Patagonia?

                Le contaba que salimos temprano de la escuela por el eclipse de sol, todos nos asustamos, hasta los pájaros, porque el día se hizo de noche. La abuela Rosario, con su mirada de tierra oscura de musgos, velada por el desarraigo, me miraba, mientras revolvía en la olla de hierro, traída desde su tierra subtropical, los chicharrones de la pella de grasa vacuna. Su amor brotaba en la gran cocina de la casa platense, desde sus manos mágicas, mientras esculpía esas comidas de sabor profundo, misterioso del noroeste. Habían comenzado los preparativos para la fiesta de mi “Primera Comunión” y no faltaría nadie, las empanadas de la abuela eran famosas desde el Bosque hasta la entrada de La Plata. Era la época en la que en una cuadra habitaban italianos, españoles, brasileños, norteños como nosotros y aún una familia japonesa. Era una época en las que los aromas de comidas exóticas y criollas se mezclaban con el olor  a pasto recién cortado, el perfume de los jazmines del cabo y el olor al  Río De La Plata que traía el viento del este. Era una época en la cual los viejos vivían con sus familias y las bibliotecas de los clubes de barrio eran santuarios para los pibes y leer era un escudo de nobleza. En las fiestas patrias se escuchaban zambas, pasodobles y a todo los inmigrantes nos unía el mate y el asado. Pero las empanadas de la abuela son inolvidables. Los preparativos hasta el momento de hincarles el diente duraban tres días.

               Al día siguiente se colaban los chicharrones para separarlos de la grasa caliente, cuyo futuro serían las tortillas de grasa – Comé hijita, comé, estás muy delgada- se persignaba- cuando venís se te ven solo los ojos. Y así una se volvía gordita y saludable. Luego preparaba la masa, una vez lista se formaban los “pupos”, tarea en la que yo ayudaba- Así Nóe , deben quedar bien redonditas. Me encantaba  darle esa forma redonda a la suave pasta y luego hundirle un dedo en el medio. Estirados con el palo serían las tapas para el relleno. Mientras tanto en una gran olla, mi madre hervía en la cocina la gallina elegida por la abuela del superpoblado gallinero. Una vez cocida se picaba la gallina y carne vacuna cruda, a mano y con un cuchillo afilado para el caso. El caldo que quedaba  era tomado como una ceremonia, debíamos estar bien alimentados, según la abuela  los pueblos antiguos lo valoraban por las ricas sustancias que hacían más fuertes a su gente, yo no entendía mucho, pero me gustaba, la prefería al horrible hígado de bacalao que me daban cuando empezaban las clases.

               En esos días yo había suspendido mis correrías habituales, tenía una sensación de santidad, mis amigos me extrañaban pero estaba convencida que debía estar en un estado de pureza inmaculada, pronto recibiría a Dios y debía confesarme de manera  asidua, no podía jugar a la mancha venenosa ni al médico, aunque en los atardeceres sentía el griterío de los chicos en la plaza de enfrente de la casa, ahí me corría un cosquilleo por el cuerpo y sentía el impulso de salir corriendo a jugar. Por la noche espiaba por la ventana de la pieza de mi madre las actividades de los nuevos inmigrantes, sufridas familias de la posguerra, que llegaron en esos días. Vivían por el momento en carpas, en un sitio del amplio espacio  de la plaza, que les había provisto el gobierno hasta que se hicieran sus casas en terrenos adjudicados. Se veían luces de faroles en la oscuridad de la noche y miles de luciérnagas acompañando los juegos de los chicos, sus voces resaltaban con tonos europeos y las ranas y los grillos parecían burlarse haciendo coro desde las acequias, entonces yo buscaba en el cielo las constelaciones que marcaban el Hemisferio Sur y mi lugar en el mundo; Las Tres Marías; La Cruz Del sur, pensando que extraños se sentirían los vecinos, esas no eran sus estrellas. Los días pasaron volando, entre mis viajes hacia la Iglesia donde tomaría la comunión, el estudio del catecismo, las últimas jornadas de clases y las pruebas del vestido que luciría. Mi tía, famosa modista, era la encargada de su confección. No sé porque capricho, ni de donde sacó la idea, pero se le ocurrió que quería innovar, mi vestido no sería largo, sí blanco, bordado, pero la falda a media pierna. El modelo imitaba a los clásicos vestidos de las ¡Holandesas! Hasta me hizo el casco con alitas para arriba que lucían esas extrañas mujeres y bueno, en las fotos aparezco con mi cara de santa, mi piel trigueña, mis grandes ojos negros asombrados y en las manos, juntas como rezando, el libro blanco de nácar y el rosario. ¡Flash…flash..! La noche anterior no pude dormir, por suerte toda la familia descansaba, excepto la abuela, pensativa quedó en la cocina fumando su cigarro de chala de caña de azúcar, ella misma lo armaba, el tabaco y la chala se lo mandaban sus parientes del norte. Me acerqué a ella y la abracé, era feliz al sentir su olor a naranjos y a caramelos de menta.

               Y llegó el día. Desde muy temprano toda la familia entró en acción, mis hermanos menores me miraban como si fuera una princesa, en cierta manera todo giraba en función de homenajearme, pero desde la distancia del tiempo y el espacio estoy convencida que la fiesta era para ellos. Todo debía estar listo para cuando regresemos y lleguen los invitados. Con la abuela Rosario se quedaba  una prima que le ayudaría a armar las empanadas. El aroma inundaba toda la cocina, aún hoy los vientos del recuerdo me lo acercan, es un aroma donde se refugian todos los sabores: el dorado de las cebollas verdeo, ají morrones, las carnes de la gallina y vacuna picadas, mezclados con el aditamento de las especies; pizca de pimienta, ají molido, pimentón y el toque esencial del comino. Las blancas papas cortadas en dados, previamente cocidas, resaltaban el colorido de la olla. En platos hondos , los huevos duros picados, las pasas de uvas remojadas en agua y las aceitunas , esperaban como toque final, coronando el relleno antes de hacer el repulgue de las empanadas.               

               Y aparecí, vestida de holandesa, reluciente, la casa brillaba, estaba feliz. Era un día maravilloso, una tregua. Los conflictos provenían de cierta anarquía con que mi padre llevaba la economía del hogar y los celos de mi madre. Él  fue contratado por un club de fútbol de La Plata, era arquero, de ahí la migración de mis padres y luego la de la abuela y tía desde Tucumán. En pocos años su carrera fue exitosa pero la frecuencia a fiestas en su homenaje y nuevas amistades,  algunas poco confiables, provocaban los celos de mi madre y las terribles discusiones. Al ser la mayor de mis hermanos, pronto cumpliría los diez años, yo estaba siempre alerta ante estas situaciones, cuando las cosas se ponían difíciles me refugiaba en los juegos con los chicos del barrio, en mis libros o en esos días con los preparativos de la “Primera Comunión”

                Tomamos el micro que nos llevaba a todos, ocupamos gran parte del mismo. Iba quieta, rígida, no quería que se arrugue el vestido, ya había planificado guardarlo en una caja especial. Durante el viaje, mirando por la ventanilla, creí ver en las nubes las siluetas de la Virgen, Dios y los Santos. Mi abuela me había enseñado a buscar imágenes en ellas así como en la luna. En las “Noche de Reyes”, sentadas en la vereda, agobiadas por el calor, ella en el sillón hamaca dándose aire con su abanico tornasolado, yo sentada en el brazo del sillón,  me mostraba como se veía que la Virgen traía al niño Jesús sentado en un burro y José al lado, los Reyes Magos los acompañaban en una estrella trayendo los regalos. Nunca perdí la curiosidad de buscar misterios en el cosmos.

                 Al entrar por la nave principal de la antigua Iglesia, sentí una emoción que me desbordaba, la luminosidad que entraba por los vitrales y el canto de los coros acompaño el momento mágico en el que recibí la comunión. Todo quedaría en un cofre dorado, los pasos de mi vida fueron muy disímiles a ese momento.

               De regreso entré corriendo a la casa, ya estaba llena de gente, amigos de mis padres y vecinos. Al costado de la cintura del vestido colgaba una  pequeña bolsa con puntillas, ahí todos depositaban algunas monedas o billetes, eran los regalos. Fui hacia el fondo  cerca de la huerta, sobre el piso de tierra, estaban haciendo un asado. El patio era inmenso y con los chicos hacíamos un barullo que competía con el ruido de la música de la radio y la charla de los adultos. Al aviso – ¡Ya están las empanadas! Todo fue una estampida. Sobre la mesa de la cocina, en una inmensa  fuente enlozada, brillaban, doradas por la fritura en la olla de hierro, las famosas empanadas tucumanas. Tomé una, de manera atropellada le hinqué los dientes, sentí el calor en el pecho. Un chorro de jugo grasoso, colorado, se derramó sobre las puntillas y bordados  del blanco vestido de holandesa. Casi me pongo a llorar, pero no, era mi fiesta, me fui a cambiar, no iba a arruinar un día tan especial. Entré en mi habitación, cuando me estaba cambiando sentí  risitas y murmullos, me acerqué a la puerta, seguí por el corto pasillo que daba al living, todo estaba oscuro para evitar la entrada de la luz y  de las moscas, los días eran calurosos. Espié tras las cortinas de brocado, en un rincón de la sala, entre penumbras, divisé la silueta de mi padre jugando con los cabellos de una mujer, ella se agachaba y movía como tratando de esquivarlo pero se quedaba. No quise ver más, huí en busca de mis amigos, pero en ese día ya nada tenía sentido.

                    Ahora, sabiendo de mi llanto, no me importa que el pasado se adelgace, ni que mis pedazos salten en lo alto del chorro de la fuente, ni este viento que sopla del Pacífico y trae la nieve, todo ocurre bajo las mismas estrellas. Sí querría volver a mirarme en tus ojos de tierra oscura de musgos, mientras te cuento abuela, sobre el eclipse de sol y el miedo que tengo y cómo los pájaros también se asustan, mientras revuelves los chicharrones en tu olla norteña.

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TEXTOS DE MAXIMILIANO SPREAF

Ira

 

Renegar de las sombras siempre me convirtió en un cobarde.

Arrojas tus palabras como en un duelo feroz, furiosas.

Mal que nos pese, llegamos a esto por nuestra ira,

Esa que no podemos resolver ni aplacar en nuestra cama.

***

LIS

 

Lírica azul desnuda ante tu ausencia

Una sola vez podría esperar tanto,

Cada cosa en su sitio, aguardando,

Inertes, tu llegada, tu presencia.

Ausencia que dibuja la tortura,

Noche gris perlada, incandescente,

Arrobada de tu luz indiferente,

Imagino mi dolor y mi locura.

Río, lloro, me espanto de mi mismo,

Entre lágrimas te miro obnubilado,

Nostálgico, furioso, arrebatado,

En tus brazos caigo, ensombrecido

Solo quiero quedarme así dormido,

Ante tanta soledad que se avecina.

Sin querer mis manos ya lo afirman

Tiemblan al saber de esa agonía,

Rozan el sudor que hay en tu frente,

Enmiendan indulgentes tu osadía.

***

Don

 

Abre cielos y abre tierras,

Quema las huestes cristianas

Azuza con latigazos,

A la moral de las damas.

Que pierdan sus amuletos!

Sus cruces y sus estampas

Que se revuelquen en tierras

De misiones y de escarchas.

Prueben el maíz punzante

En sus rodillas desnudas

Y los castigos más crueles

Y las palabras más rudas.

Orgías con bataclanas

Tendremos ahora, …cientos!

Nos beberemos sus almas.

Y morderemos su aliento.

***

Ya no

 

Coróname de espinas, puta, lastímame, corrómpeme.

No tengo paz sin tu odio, sin tu áspera piel.

Corta mis brazos y chupa mi sangre gélida y mortal

Embriágate de mis venas y mis tendones.

Grita de bronca al ver que disfruto mirarte flagelarme

Ahógate en el asco que te da mi satisfacción.

Ya no te odio.

***

Agujas

 

Calientes putas de finos brillos

Marcan la tierra con parsimonia

Llenan los cubos de la memoria

De historias negras rojas y verdes.

Suenan a gritos de mariposas

A llanto de león flagelado

Queman las naves de sus pasados

No necesitan limosnas.

Clavos de hierro, llueven a mares

Sus cráneos vuelan de sus cogotes

Gimen sus lenguas distorsionadas

Lloran las madres y las pavotas.

Te vas quedando sin su alegría

Te vas sufriendo sus decepciones

Clavas la aguja que merecías…

(La merecías, perfecto idiota?) 

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BOCETOS Y ACUARELAS

POR CECILIO OLIVERO MUÑOZ

 

HOMBRE COMIENDO UN CROISSANT

 

Me estoy comiendo un croissant

en la barra de un bar y me observas,

me miras insistentemente y yo me incomodo,

me miro en tus ojos y me siento ridículo,

masticando y humedeciendo el croissant

me siento totalmente desnudo,

evaporizado por tus lindes observatorios,

me siento débil como chocolate derritiéndose.

Cierro mis ojos y te veo mirándome,

cierro mis ojos para no verte,

cierro mis ojos y me escuecen mis párpados,

mis párpados calientes me escuecen,

fragmento de libertad en la ceguera,

cómoda estupidez de ojos tapados,

ambigüedad de los sentidos que palpo,

me estoy comiendo un croissant

y me siento tan estúpido desde tus ojos

que el acto de comer parece inusitado.

Como costumbre que no aprende a vivir. 

***

UNA MUJER ADULTA

ESPERA SOLAMENTE UN BESO

 

Mamá, ese beso eterno que esperas siempre

sentada en el portal, ingenua, frágil, anhelante,

insomne, acorazada, abierta, voluntariosa y paciente,

viene a ti como un latido que busca corazón,

se hace también de rogar por que las madres ausentes

se endulzan en la promesa, y son pasto del vacío.

Te asemejo a Marilyn Monroe, niña dulce,

Niña con costras en las rodillas, bucle al aire,

¿Qué más da, Marilyn o María del Carmen?

¿Qué más da, si una madre siempre es una madre?

¿Dónde está tu Gladis? ¿Dónde está su adiós?

Niña que espera y espera a que venga ella,

cualquier tarde si dios quiere, que venga, por favor,

¿Y dios por qué no iba a querer? ¿Por qué no?

Si el reloj busca los parentescos en la noche,

el témpano busca el calor en unas décimas de más,

 el termómetro, inerte objeto frío, cristal amoldado,

custodia de mercurio, heraldo de mil calenturas,

busca entre tus ingles el confort del hogar encendido,

ha encontrado fiebre en el corcho de tu almohada,

susurros te hacen cosquillas y te ríes, ríes inusitada,

ríes inusitada por que estás triste, siempre triste,

niña dulce de piel blanca, niña triste y sonriente,

niña de mis ojos tristes, de mis ojos, tus ojos,

ellos vuelan y buscan un abrazo inesperado.

Buscan el regazo, buscan la nana, buscan calor,

Niña dulce, blanca y friolera, niña, balada nostálgica,

poema de escarcha, Niña, madre y esposa fiel,

que todo lo das y nada pides, niña de mis ojos,

reparte tus juguetes perdidos, halla tu otra mitad,

lucero de ángel sostenido, baba de dulce neonato.

Niña, mujer hecha dureza, mujer esquiva y tierna,

te escribo esta lágrima, te doy mi última culpa,

Madre para siempre, te quiero y te beso, te amo,

No te sientas vacía nunca jamás, Madre, mi culpa.

Te espero en el edén fracturado, niña dulce,

ven ahora.

Ven a este reino imperfecto e improvisado.   

***

UN POETA JOVEN ABRAZA

EL TESTIGO DE UN POETA VIEJO

 

¡Ey! Poeta, toda tu vida junto al proyecto de poesía,

poeta con la muerte en los sobacos, con la voz

entre tus sienes, con la paz de un niño escuálido,

Ahora que el ayer ya casi ha cicatrizado,

no se han cumplido aquellas promesas de coágulo

que más se dieron entre culpas y adoquines,

y el dolor ya respira solo sin el olvido

 como paredes que limitan a la noche infinita.

Fuiste melancolía y fuiste alegría,

todo como dinero robado malgastaste.

Acepto y abrazo con mi mano tu testigo,

suplirá mi voz lo vivido en la conciencia

y haremos poesía del cuento rutilante,

para contradecir al tiempo y su silencio.

 El tiempo que cansado sorbe sopa en el reencuentro

 ya pellizca en la conciencia sí ha devenir.

Que se encienda en la mirada

lo no sabido, que se ondulen en el aire

los trayectos de flaca rutina y camino recto,

que palpiten locas las auroras

como besos que se dan en los rellanos, que se abracen

las deshoras entre prisas,

que crucen la calle chillando de ciegas su alegría,

que se apilen a un rincón

los tristes cloroformos

con que tocan con el pincho un triste hueso,

Zero contra zero es razón de guerra del guerrero,

y la nada contra la nada

es el hecho de un mundo imperfecto

que diminuto y patético rueda en la desesperanza.

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9º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

9º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

9º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

DIGITAL MENSUAL

NEVANDO EN LA GUINEA

NºLIII de la 2ª Etapa/02-03-2011

 

EDITORIAL LIII

Renovarse o Morir

 

El universo 2.0 está muy convulso últimamente. Decimos esto por una información filtrada en la Revista Quimera  (en la sección Wireless de Germán Sierra) donde se nos informa del nuevo paso (otro avance más) que ha dado la Cultura 2.0 en temas de complementación en lo que a método informativo, e innovación para con la forma en que leemos literatura, como también, en lo que a adelanto tecnológico se refiere. Esta información de Quimera nos ha llevado al blog de Vicente Luis Mora, y este, a un post (post completo en link): http://vicenteluismora.blogspot.com/2010/11/la-critica-por-las-nubes-si-ya-no-todos.html

En este post se nos dice esto:

Qué es la nube 

Según la sabia Wikipedia, “La computación en nube, del inglés Cloud computing, es un paradigma que permite ofrecer servicios de computación a través de Internet. La nube es una metáfora de Internet”.

Desde hace varios años, muchos expertos en computación se dieron cuenta de que, por mucha capacidad y/o velocidad que mostrasen los ordenadores personales, Internet tenía una potencia y unos recursos que permitían que muchas operaciones complejas fueran resueltas extrayéndolas de los PC o Macs personales y solucionadas mediante computación en nube. Primero fueron las empresas, por obvias necesidades de agilización y reducción de presupuestos, quienes aprovecharon esta posibilidad. Luego se ha extendido y también hay aplicaciones sociales o comunitarias que se han desarrollado gracias a la cloud computing.

En un fundador artículo publicado en Wired en 2006, George Gilder exponía que lo bueno de las tecnologías de nube es que su estructura y funcionamiento es muy similar a la del cerebro humano y que tienen la ventaja de que lo sucede en el exterior, en el borde de la nube, dota de inteligencia al centro y lo mejora, realimentando todo el sistema en aras del perfeccionamiento progresivo.

 

Nubes literarias

 

En nuestro país hay varias personas que llevan tiempo examinando este tema en cuanto a sus posibilidades para la lectura. Una de las más activas es Javier Celaya, experto en nuevas tecnologías y responsable del portal www.dosdoce.com. El otro día Celaya colgaba un post en su blog sobre la plataforma estadounidense Copia (http://www.thecopia.com/home/index.html), que me pareció muy interesante. Copia no sólo permite descargar y compartir libros en todo tipo de formatos (Internet, teléfonos, lectores digitales, iPads, etc.), sino también compartir sus lecturas. Planteada como una aplicación social, gracias a Copia los usuarios leen un libro determinado, pero también los comentarios, subrayados o anotaciones al margen hechos por otros lectores de la misma plataforma, a los que pueden responder y a los que pueden añadir los suyos propios. El resultado es una especie de comunidad de lectura, donde la valoración y puntuación de otros usuarios de Copia ayuda a elegir libros; los gustos de los lectores con los que uno sienta mayor afinidad o sintonía, a la luz de sus comentarios, pueden orientar a la siguiente compra. El global de comentarios de lectura sobre un libro le da una nueva dimensión a este, al formar una enorme glosa interactiva sobre algunas de sus partes o sobre el texto entendido como un conjunto. De momento Copia no funciona más que en Estados Unidos, lo que no es casual puesto que es el país con un mercado más activo de venta y lectura de libros digitales. Pero esta y otras experiencias pueden permitirnos ya comenzar a pensar en las puertas que pueden abrir a potencialidades insospechadas para la lectura y la crítica literaria.

 

Posibilidades para la crítica literaria

 

A la luz de Copia se me ocurren al menos dos posibilidades en las que ésta u otras plataformas similares pueden utilizarse para expandir nuestro viejo concepto de crítica literaria y aprovecharlo en beneficio de una hermeneusis más actual, la edición en nube y la crítica en nube.

 

1) La edición crítica

 

Las ediciones de libros, como saben, consisten en tomar un libro clásico o canónico y volver a publicarlo con un prólogo erudito o un epílogo crítico, y poblar el texto de notas que lo expandan

o completen, como la interpretación de algunas palabras oscuras o términos tomados de otros idiomas, o insertando notas aclaratorias al pie. Es un mundo editorial muy protocolizado y cuyos procedimientos, con escasas excepciones, siguen siendo prácticamente los mismos desde hace decenios o incluso siglos, pues no varían demasiado de los comentarios del Brocense a Garcilaso o de los primeros hermeneutas de Góngora. La edición electrónica ha mejorado las cosas, por supuesto, y de este modo existen proyectos como la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, el Centro Virtual Cervantes (aquí, un ejemplo de una Rima de Bécquer editada) o el Proyecto Cervantes de la Texas A&M University, que están elaborando una edición del Quijote en estos términos:

 

Por lo tanto, concebimos ahora nuestro proyecto en términos no de una edición variorum, sino de un archivo hipertextual capaz de producir y visualizar un sinnúmero de ediciones individualizadas a partir de diferentes textos base, con incorporación dinámica de diversos tipos de variantes, múltiples categorías de anotación y niveles de comentario crítico.[1]

 

Estos recursos han supuesto un gran avance para investigadores y lectores interesados, pero no hay por qué detenerse, sino seguir buscando fórmulas de trabajo. Ahora imaginemos cómo sería una edición crítica en nube. El lector iría leyendo, en su ordenador, su móvil o su ebook el texto de cualquier libro en su pantalla y podría decidir sobre la marcha qué acotaciones o notas desea leer o contrastar y cuáles no. Estas notas se marcarían con colores o signos pequeños, para no entorpecer la lectura, y una vez abiertas pueden tener un espacio libre, que iría desde la mera referencia etimológica de una línea hasta un ensayo entero sobre la importancia que esa palabra o ese párrafo tienen para la interpretación del autor. Pueden incluirse enlaces a otroas ediciones, así como las variaciones y demás glosas ecdóticas como posibilidad.

 

La edición puede ser unipersonal, de un comentarista, o de varios a la vez, que vuelcan cada uno su visión sobre el mismo pasaje, por ejemplo. Una edición de las Soledades de Góngora puede hipotéticamente salir en versión digital comentada a la vez por Dámaso Alonso, Robert Jammes, John Beverley, etc., cada uno con sus marcas o notas distinguidas por colores. El lector elige si quiere consultar una nota, todas, o ninguna. Puede además añadir a las presentadas las suyas o las aportadas por miembros (profesionales o no) de la comunidad lectora, que es lo que diferenciaría estas ediciones de la mayoría de hipertextos y ediciones electrónicas existentes, que no son sociales al no permitir la interactividad de modo instantáneo (o la impiden en absoluto). Los trabajos de doctorado de las universidades pueden consistir en la edición colectiva y en nube de un mismo texto, donde el corpus original se enriquece con los debates y las aportaciones de todos. Un coloquio sobre la narrativa de Borges puede acabar siendo una edición digital de uno de los libros (si es que se logra el permiso de los agentes) completada y expandida por todos los participantes del coloquio con sus ponencias, más las intervenciones en los debates. Eso renovaría el conservador formato de las “actas” de los congresos y seminarios. Yendo más allá, las ediciones pueden consistir en la superposición de dos libros. Pienso en el Ulysses de Joyce y en el James Joyce’s Ulysses de Stuart Gilbert, que podrían publicarse juntos mediante una edición en nube, y a su vez perfeccionarse con la publicación conjunta e íntegra del Ulysses anotated de Don Gifford. Estas metaediciones pueden llevarse a todo lo lejos que uno quiera. Con la ventaja de que, al ser comunitarias, son siempre ediciones en marcha, susceptibles de ser ensanchadas y mejoradas por sucesiva oleadas de lectores y críticos, lo que revelaría en tiempo real la relevancia y pujanza de un libro clásico o su pérdida de vigor pasado un tiempo. Frente a todas las ediciones críticas tradicionales, y creo que la inmensa mayoría de las electrónicas (sé que la UOC y otras universidades tienen ediciones electrónicas, pero no puedo acceder a ellas), estas ediciones en nube pueden ser refutadas y a su vez criticadas al estar puestas en comunidad. De la misma forma, los lectores pueden compartir sus anotaciones o las de otras personas en las redes sociales a las que pertenezcan, y pueden establecerse sistemas de avisos automáticos cada vez que se produzca un nuevo comentario o actualización.

 

2) Cloud criticism: la crítica como edición, como reedición, como versión y como retorsión.

 

peinar el viento, fatigar la selva

Luis de Góngora

 

Mientras que lo ya expuesto me parece bastante obvio y predecible, creo que tenemos que usar la imaginación para ver hasta qué punto la crítica literaria puede ser reactivada, actualizada, revivida e incentivada por estas posibilidades tecnológicas. La crítica ha estado asociada desde su nacimiento no tanto a posibilidades de escritura como de lectura. De hecho, su nacimiento histórico como “género” propio suele asociarse a la difusión estable y generalizada del periódico a muy finales del siglo XVIII y principios del XIX[2]. De modo que estos tremendos cambios que se están produciendo en la forma actual de leer necesariamente acabarán teniendo su influencia en el modo de analizar los libros, puesto que la crítica no es más que una lectura de segundo grado, o una lectura profesional de los mismos textos que leen los lectores.

 

Por supuesto, todo lo anterior referido a la edición crítica apela también a la crítica, puesto que la edición es uno de sus medios. Pero pueden crearse otras formas de conexión entre texto y crítica a través de la nube.

 

A diferencia de la crítica tradicional, que crea un texto nuevo o diferente frente al texto originario, la crítica nube podría significar una novedosa intervención sobre un texto ya existente. Tenemos, curiosamente, un ejemplo narrativo de cómo podría funcionar la crítica en nube: la novela ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007), de Isaac Rosa. En ella Rosa lleva a cabo una valiente retorsión sobre una novela suya anterior, La malamemoria (1999), a la que critica sin reparos con excursos intercalados dentro del propio libro. El mecanismo me parece de una singular potencia para explicar qué sea la autocrítica, pero también la crítica y aun la cloud review: imagínense que además del propio Rosa pudieran usted intervenir el texto, comentar los párrafos de La malamemoria, pero también comentar los comentarios de Rosa, así como los comentarios de otros lectores, e incluso los potenciales comentarios de Rosa a los comentarios de sus comentarios. Sería una selva, sí, pero el resultado es justo lo que toda crítica intenta: ver más, esclarecer sentidos, establecer vínculos, contextualizar, discurrir sobre lo ya escrito, sea para dirimir su alcance o para ensanchar su horizonte de entendimiento. Y ahora, imaginen que todo ese material creado a partir de la novela-origen pueden editarlo, compartirlo, comentarlo, valorarlo, discutirlo o seguir ampliándolo hasta el infinito en una pequeña, grande o inmensa comunidad de lectores interesados. Esa locura, esa imposibilidad, esa maravilla, esas escritura desatada, será la crítica en nube.

 

Pero podemos seguir pensando otras vías de expansión del terreno crítico. Una de ellas, a través también de las opciones en nube, permitiría a los editores ofrecer versiones enriquecidas de sus libros, como segunda edición especial, donde el propio volumen en su versión electrónica incorpore reseñas consideradas especialmente valiosas sobre el texto. En los últimos tiempos se han editado versiones expandidas de textos como El año que viene en Tánger, de Ramón Buenaventura (edición electrónica), o El viajero del siglo, de Andrés Neuman (edición de bolsillo en papel), que venían completadas por textos de los propios autores y de otras personas, referentes a las ediciones originales. En el caso de la de Buenaventura se incluyen incluso ensayos y entrevistas con el autor sobre la novela. Este enriquecimiento textual contribuye a crear un horizonte de sentido sobre los textos que, en principio, en la crítica en nube, debería agrandarse también a las reseñas o críticas negativas, no sólo a las favorables, siempre que ambas fueran interesantes. Habría diversas formas de editar la crítica dentro de la edición electrónica, pero sería interesante que cuando la reseña se refiera a párrafos o pasajes puntuales del libro, pueda accederse a ella desde éstos. Por ejemplo, cuando hubiese una influencia, cita o intertexto no aclarado por el autor de la obra original, se podría hacer una marca en el lugar y aclararlo en nota marginal. La intervención crítica podría ampliarse también a enlazar determinados contenidos digitales que aclaren o amplíen lo escrito. Del mismo modo que en este blog colgamos el vídeo de Dan Graham a que DeLillo hace referencia en su novela Point Omega en nuestra reseña de la obra, esto puede hacerse en los lectores digitales de tercera generación y el lector puede tener una idea clara de a qué se está refiriendo el autor con la alusión. Si en la obra se habla de un óleo famoso, puede insertarse como cita la imagen del mismo (si los gestores de derechos lo permiten, claro, como siempre). De nuevo aquí los lectores podrían subrayar, seleccionar, comentar y compartir todos y cada uno de los materiales incorporados.

 

La crítica en nube admite más posibilidades. Otra es la edición de un libro comentado por un crítico. De la misma forma que los deuvedés admiten desde hace tiempo una versión de la película con los comentarios del director o los actores, no es imposible una edición electrónica crítica de la obra que vaya explicando o comentando el libro. La segunda lectura, supuestamente autorizada, está ahí en segundo plano, sin entorpecer la primera. Sólo cuando el lector quisiera aparecería, quizá al margen o subimpresionada, la lectura crítica, que estaría especialmente indicada para las relecturas del libro o para lecturas de investigación.

 

Cuando se habla de la autoedición (esto es, de la posibilidad de editar el propio libro sin intermediarios) a través de la Web, siempre se apela a un gran problema: al desaparecer el editor, no sólo desaparece el “impresor”, sino que también y de forma fundamental se esfuma la persona que cuida la edición, que revisa el texto, que detecta contradicciones no atisbadas por el escritor, que procura el equilibrio y elimina errores de todo tipo, desde la estructura de la obra a la sintaxis. Un buen editor es el mejor aliado posible de un escritor, como bien saben todos los que han tenido la suerte de tener uno o varios buenos. La autoedición, por el contrario, confía el acabado final a la persona que hace el primer acabado, lo que siempre es peligroso, sea porque los autores no tienen la necesaria autocrítica o porque no tienen el necesario conocimiento de su propio idioma (lo que sucede más de lo deseable, por increíble que parezca). La figura de un crítico podría ser una solución a este problema, ya que en cierta forma un buen editor es el primer crítico de la misma. Si un escritor publica en su web su propia obra sin intermediarios nos hará sospechar, pero si esa edición viene avalada por el comentario en nube de un crítico reconocido, podrá restaurar la confianza del lector, ya que entonces es el crítico quien pone en juego su prestigio, al lado del autor.

 

Otra posibilidad serían las ediciones de crítico, en que sin el rigor académico esperable en una edición crítica, un crítico elabora un comentario constante a una obra o a una figura que conoce a fondo. Pienso en una edición de Bolaño hecha por Echevarría, o una de Julián Ríos hecha por Julio Ortega, en la que comentarios incluso personales y no literarios se sumaran al texto, ampliando de forma extraordinaria el horizonte de recepción y comprensión. Muchos críticos o escritores han escrito páginas memorables recordando cómo tal o cual amigo escribió determinado párrafo o motivo o personaje de sus obras. Esos textos u otros similares, encargados al efecto, podrían suponer otro modo de reeditar clásicos o de publicar textos inéditos con un mayor aliciente para posibles compradores. Una edición de Rayuela donde veinte o treinta escritores conocidos relatasen cómo vivieron el primer encuentro con ciertas frases, párrafos o personajes, en glosas anotadas sobre el propio libro, constituiría una maravillosa forma de releer la novela de Cortázar.

 

Estas son algunas de las posibilidades que se me han ocurrido a vuelapluma, pero seguro que hay más. Tantas como lectores o como libros. La crítica en nube nos pone a las puertas de posibilidades con las que antes no habíamos ni siquiera soñado. A las aquí defendidas crítica-red y crítica-blog se une ahora esta desmesura en nube que tiene la ventaja de ser democrática y horizontal, eliminando las jerarquías o dando al menos los instrumentos discursivos y técnicos para ponerlas en cuestión. Nunca los libros habían podido ser tan libres, y tampoco la crítica literaria. Si, como decía el gran Cyril Conolly, “el objetivo del crítico es vengarse del creador”, ahora tiene este instrumentos para resarcirse de la venganza de aquél, y aquél de acrecentar la suya a cada párrafo, a cada frase, de cada obra de cada escritor. Y nosotros, como lectores, medios para vengarnos de unos y otros. O de aplaudirles, claro.

 

 

 

[1][1] Cf. Eduardo Urbina, Richard Furuta, Rajiv Kochumman y Eréndira Melgado, “La edición electrónica variorum del Quijote: avances y estado actual”, Proyecto Cervantes, Center for the Study of Digital Libraries Texas A&M University, accesible en http://cervantes.tamu.edu/pubs/AC-Roma1.pdf.

2[2] T. W. Adorno, “Sobre la crisis de la crítica literaria”, Notas sobre literatura. Obra completa, 11; Akal, Madrid, 2003, p. 642

 

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También queremos hacernos eco del Remake de la obra de Borges (El Hacedor) escrita por Agustín Fernández Mallo. Hacía bastante tiempo que este autor no publicaba nada, y ahora nos sorprende con este Remake; sobre el cual nos advierte que no es necesario haber leído la obra de Borges para empezar a leerlo. El Remake saldrá publicado en Alfaguara y saldrá a la venta el próximo mes.

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BALADA NOCTURNA

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

El sueño del amor sufre de miedo

al mostrar su fruto más podrido,

por eso es sueño, por ello es No.

El sueño del amor es ruido,

es vestigio de sueños a todo color,

es suspiro, es olor presentido,

el sueño del amor es dolor,

es latido fingido y sometido,

es compromiso, es salvaje rol.

El sueño del amor sabe

que todo se pudre al lado

del fermento del amor,

el sueño del amor termina

cuando la cáscara se seca al sol.

El sueño del amor se despierta

cuando la mar le dice No,

el sueño del amor abre su Sí

en la promesa nocturna sin voz,

El sueño del amor sueña

en su invierno, y en su primavera

abre el caparazón en flor,

el sueño del amor es locura,

es orgasmo, es repetida canción,

el sueño del amor

destapa pupilas, descifra teoremas,

se pone disfraces, regala poemas,

se queda a solas con dios,

se doblan fatales las certezas,

se duplican veraces los problemas,

es lo dicho por nosotros dos,

El sueño del amor a nadie

le abre completas sus venas,

ni al amor sin dueño,

ni tampoco yo.

 

 

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El aniversario

         Era un hombre de aspecto anodino, de aquellos con los que te cruzas y te olvidas al momento, si es que por un casual te fijaste en él. Delgado, algo curvado de espalda, con un bigote que no sabrías decir si era discreto o espeso y gafas que apenas disimulaban una mirada triste, trabajaba desde los veinte años en una inmobiliaria, se casó a los veinticinco con la muchacha que le cayó en gracia a su madre, tuvo dos hijos, niño y niña, la parejita ideal de la clase media, poseía un apartamento relativamente amplio en un barrio de trabajadores y pequeños comerciantes, el cual consiguió con ciertas facilidades de su propia empresa, de vacaciones aprovechaban la casa familiar en un pueblo del interior del país, y su vida transcurrió sin grandes sobresaltos ni aspavientos, más allá de los incidentes cotidianos de la existencia, la muerte de alguien próximo, amigo o pariente, alguna gamberrada de los hijos, no excesivas pues por fortuna, valoró, habían heredado su carácter calmo y algo temeroso, porque él se consideraba temeroso, aunque no miedoso en sentido estricto, le asustaban, eso sí, las eventualidades de la política o del orden público, el peligro de la violencia inusitada, desconfiaba de sus semejantes, creía que en cada persona había un engendro de ira que podría desatarse de pronto y de un modo irracional, ira que podía brotar en cualquier momento, aunque no tuvo que sufrir muchos trances a lo largo de los años pasados, consideraba como la gran contrariedad de su existencia el robo del apartamento familiar, lo que descubrió a la vuelta de las vacaciones de primavera y llegó a agobiarse por los trámites que hubo que realizar, denuncia en comisaría -le angustió la mucha gente afectada por el desorden público y que esperaba turno para la correspondiente denuncia, lo que le mostró bien a las claras lo peligroso que era el mundo-, luego estaban las gestiones ante el seguro, las visitas tanto de agentes policiales para encontrar huellas como de los peritos de la compañía de seguro para valorar los pocos daños en el mobiliario, los muchos impresos que hubo que rellenar, pero sobre todo el temor que se le quedó en el cuerpo durante semanas cada vez que abría la puerta y se imaginaba que iba a encontrar su hogar de nuevo destartalado y dañado.

         No obstante, siempre consideró que su vida iba a transcurrir tranquila, una línea recta en la que todo era predecible. Y así fue, sin duda, hasta su cincuenta y un aniversario, que celebró durante sus horas centrales como siempre, discretamente, sin ninguna novedad, como correspondía a un día de trabajo, recibió los regalos correspondientes, de su esposa y de sus hijos por la mañana, con el desayuno, de su hermano por la noche, cuando fue a la cena en su casa, invitado junto a su esposa y su hija, de sus compañeros de despacho nada más llegar a la oficina. Catorce años para jubilarte, comentó alguien ese día, y todos rieron el comentario, sin saber muy bien dónde estaba la gracia, porque al fin y al cabo, pensaron todos, en efecto transcurrirían catorce años y se jubilaría, y sus hijos habrían acabado sus estudios, se colocarían y tal vez ellos, su esposa y él, pasarían más tiempo en su pueblo del interior, pasearían, pero sobre todo disfrutarían con tranquilidad la vida que llevasen. Esa será mi vida, en efecto, aparentemente era lo que pensó, aunque le sobresaltó sentir no poco desapego, un sentimiento de extrañeza, eso ha sido mi existir, se dijo, sin saber muy bien si era bueno o malo que las cosas hubieran transcurrido como transcurrieron, y si en el fondo se sentía bien o mal, frustrado o feliz por todo.

         Se fue acrecentando a lo largo del día esa sensación de absoluta extrañeza, se mantuvo más taciturno, más reconcentrado, más discreto, disimulándolo con la concentración en el trabajo. Algo se cuajó en su interior, no sabemos muy bien qué. Salió del trabajo a la misma hora de siempre. Tomó el autobús y se mantuvo pensativo, sin que sepamos que era lo que esa tarde le tenía tan reconcentrado. Había algo que decidir, algo importante, al menos ese es el aspecto que poseía, el de quien ha de tomar una decisión importante. Llegó a casa y se encerró un rato en su cuarto, mientras su esposa preparaba todo para la cena. Por la noche, en la mesa con su mujer, con sus hijos, con su hermano, su cuñada y su sobrina, lo anunció: dejo el trabajo, me marcho, solo querida, añadió dirigiéndose a su esposa, a sus hijos, lo siento, tuvo que afirmar cabizbajo tras un tenso silencio. Ninguno de la mesa pudo reaccionar mientras él se levantaba y con la misma parsimonia de siempre se colocaba la chaqueta gris y se marchaba de pronto de la casa tras agarrar la bolsa de viaje que estaba junto al sofá y en la que nadie, hasta ese momento, había recaído.

Juan A. Herrero Díez

 

 

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LEYENDAS DE LA MANO

DE

CRISTIAN CLAUDIO CASADEY JARAI

 

La Leyenda del Puente de Piedra

 

El clima del pueblo era realmente caliente. Ese día en especial había sido demasiado sofocante, tanto que no había agua alguna capaz de calmar la sed de Pedro, el jornalero.

El trabajo en el cafetal había sido especialmente duro esa vez. Las alimañas picaban sin cesar su sufrido cuerpo. Las gotas de sudor que se deslizaban por su frente nublaban su fatigada vista. Por suerte sus labores ya habían concluido. La noche se acercaba sigilosamente.

El patrón, satisfecho con las tareas realizadas por Pedro, resolvió obsequiarle un gallo muy obediente y fortachón. Pedro estaba muy feliz con semejante regalo, por lo que agradeció mucho a su jefe y emprendió su recorrido.

El camino hacia su hogar era largo y sinuoso. Las montañas parecían burlarse del hombre, quien en su pesar no hacía caso alguno de las bromas de la naturaleza indómita.

El manto oscuro y estrellado le jugó una mala pasada. La falta de luz hizo que Pedro equivocara su trayecto, por lo que llegó hasta un río cuando se dio cuenta de su error.

–      ¡Qué me lleve el diablo! ¡Maldita sea mi suerte! – Gritó lastimosamente Pedro.

Un repugnante olor a azufre impregnó todo el ambiente. El Demonio en persona había acudido ante el llamado de Pedro, quien transpiraba todavía mucho más que antes.

–      Ayúdame Satán – Dijo Pedro.

-Aquí estoy a tu servicio – Contestó educadamente el Diablo. Pedro nunca imaginó que el famoso Príncipe de las Tinieblas era un tipo fino y educado, con buen porte y muy elegante.

– Conozco tu problema y sé que te has perdido. Puedo ayudarte a llegar a tu casa a cambio de un favorcito – Habló con cierta malicia el Maligno.

– ¿Y qué quieres de mí? Sólo soy un pobre jornalero que no tiene fortuna, mi único deseo es retornar a mi ranchito con mi esposa y mis queridos hijitos – Replicó con pesar Pedro.

– Construiré un puente de piedra sobre este río a cambio de tu primogénito.

Pedro lo pensó detenidamente. Necesitaba aquel servicio, pero el amor a su hijo no le permitía realizar semejante sacrificio cruel.

-Está Bien Satán, pero con una condición –Sentenció Pedro – Debes terminar el puente antes de que cante mi gallo al amanecer.

– Muy bien, que así sea entonces – Exclamó impaciente Lucifer.

Con todas sus fuerzas el demonio sacó y sacó piedras desde las profundidades de su Reino. La velocidad de Belcebú era verdaderamente escalofriante. Pedro estaba anonadado con el espectáculo infrahumano que transcurría ante su vista. El gallo se había despertado y miraba como el Diablo trabajaba sin cesar.

Ya casi estaba por amanecer. El Demonio sonreía placenteramente al instante en que sólo le faltaba colocar la última roca en el puente. Pedro, ni lento ni perezoso, hizo cantar de un puntapié al pobre gallo, quien lanzó su quiquiriquí como si fuera el último. Lucifer, engañado, se refugiaba en el abismo del Averno, mientras Pedro soltaba grandes carcajadas.

-No debí de ser tan confiado. Me has ganado en verdad, hay gente más deshonesta que yo – Pronunció Satán.

Y así fue como el famoso Puente de Piedra fue creado hace muchos, pero muchos años.

***

La Leyenda de la Iglesia Metálica

        Hace mucho tiempo atrás, un barco holandés naufragó en las costas caribeñas de Limón. Lo extraño es que no había un solo tripulante, solamente un gato negro que maullaba desconsoladamente sobre la proa de la nave.

        Las autoridades limonenses inspeccionaron la embarcación tratando de hallar la bitácora o alguna otra documentación, lo cual fue completamente inútil. No había ningún indicio. Lo que todavía era más llamativo era la carga que transportaba el navío: Enormes piezas de metal y un plano correspondiente a una singular iglesia metálica, edificación por entonces desconocida en la zona.

        Los limonenses se miraban unos a otros confundidos: ¿Qué hacer con semejante cosa? Estaban en ese dilema cuando llegó un forastero, quien pidió que le vendiesen el metal. Al no haber más pistas que una bandera holandesa y el plano, los limonenses resolvieron realizar la transacción. El feliz comprador emprendió un duro viaje hasta el Valle Central, en donde levantaría tal Iglesia en honor a la Virgen de las Mercedes. Lo curioso fue que el gato nunca se separó de la edificación hasta su misteriosa muerte, pues pueden observarse las manchas dejadas por sus patitas por el altar, como esfumadas en el aire. Por más que se limpien o se cambie la madera nunca desaparecen.

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EFEMÉRIDE Y CONCLUSIÓN

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

RECORDATORIO-11

 

Hoy es 11 de febrero de 2011.

Hoy es el día en el que el terrorismo

dicta sus sentencias más crueles

sobre una parte de la humanidad.

Aniversario del exterminio.

Hoy es día 11 y no ha habido

ningún atentado contra inocentes.

¿Ningún atentado contra inocentes?

Todos los días se atenta

contra los inocentes del Mundo.

¡¡TODOS!!

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LLEGADO A ESTE PUNTO

 

Llegado a este punto

también he comprendido,

que a todos nos duele

nuestra propia verdad.

Es difícil entenderlo

para quien inusitado alberga

la profanada duda

en pos de su contrariedad.

Llegado a este punto

nadie debe ser culpable,

cada hombre encuentra

su lugar en el que estar.

Llegado a este punto

cada cual con su verdad.

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LA DANZA DE LAS PALOMAS

Por Ana María Manceda

Cuento SELECCIONADO POR CERTAMEN INTERNACIONAL PARA ANTOLOGÍA “POETAS Y NARRADORES CONTEMPORÁNEOS 2007” EDITORIAL “ DE LOS CUATRO VIENTOS”. Buenos Aires 2007.

 

 

 

       Lily gira, su falda se ondula como las alas de las palomas que siguen su vertiginoso bailoteo. De sus manos caen  sembrando  de  luz las semillas que alimentarán a las más sagaces y apresuradas. Esos  momentos eran los más felices del día, luego venían las obligaciones del orfanato, el aseo, los estudios, la rígida disciplina. Lo único que la perturba en su vuelo de libertad era la mirada de un mendigo que solía acurrucarse en la entrada de coches que daba al patio del convento y la miraba conmocionado. La imagen de Lily dando de comer a las palomas mientras ejecutaba su danza desde una música inasible y misteriosa lo fascinaba, pero ella seguía con su ritual, sabía  que era inofensivo. Cuando las campanas de la iglesia sonaban a mediodía terminaba la magia del  juego. El padre Jaime bajaba desde la torre, donde tenía sus habitaciones, la tomaba de la mano y juntos se iban al encuentro de las otras huérfanas, era la hora del almuerzo. El mendigo sentía que el sol se opacaba, la jornada perdía su brillo, las palomas ya no danzaban, deambulaban sin dirección, emitiendo sonidos irritantes para luego cobijarse en los techos del orfanato y la cúpula de la iglesia.

          Los años pasaron, el mendigo vio el máximo esplendor de la niña en su juventud, sus juegos con las palomas parecían una bella pintura de la primavera. Pero había algo discordante en esa serie de imágenes que él había observado durante años, cuando el padre Jaime venía a buscarla ya no la tomaba de la mano y  ella transmitía la rigidez de una estatua, sumisa iba junto a él,  la oscuridad del día comenzaba en ese instante. Con el tiempo sintió que el brillo se ensombrecía  cada vez más hasta que dejó de verla. Pero él seguía allí, esperando la misericordia de los transeúntes.  Con el tiempo las palomas se fueron apoderando de todos los techos del edificio, hacían insoportable la vida de los habitantes del orfanato y de la iglesia que se situaba en su interior, durante el día cubrían todo el patio de piedra en el que otrora la niña jugara feliz. Lo que no cambiaba en ese paisaje denso y agobiado eran las campanadas de la iglesia, como ignorando los hechos sucedidos en esos años.

          Una noche de tormenta se sintió  crujir el techo de la habitación de Lily, carcomido por el tiempo y las palomas, asustada bajó a pedir ayuda al padre Jaime cuyas habitaciones  se encontraban en el piso anterior al suyo, el sacerdote corrió por las escaleras, temiendo que cayera parte de la techumbre. La joven subió tras él, cuando entró en la habitación vio al hombre asomado a la ventana, el estruendo de los rayos y el estrépito causado por el desprendimiento del alero de la ventana en su choque contra el patio de piedra la aterrorizó, en un instante intuyó el infierno que tanto le habían inculcado en los años de orfandad,  años que sesgaron su inocencia, su libertad. Ese hombre vestido de negro, inclinado hacia el lugar donde ella creyó atisbar un mundo de esperanzas, iluminado por la luz de los relámpagos, se le asemejó al demonio. Resuelta, inmutable, serena, se acercó y con toda la fuerza  que le daba el odio almacenado en su cuerpo, lo empujó.

          El viejo mendigo, contraído, resguardado bajo el pórtico, vio  la figura  de un ave gigante, encendida su negrura por las luces de la tormenta, volar de manera  azarosa y frenética,  hasta verla horrorizado  estrellarse contra las piedras. Sintió un intenso frío interior, como el frío vacío de una época que huía. El ruido del cuerpo al caer quedó mitigado por las campanas de la iglesia que comenzaron a tañer, anunciando las doce de la noche. Las palomas, obcecadas en sus sombras, estaban quietas y en silencio.

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                                   NADA MAS LEJOS

                               

Por Rosy Paláu

 (México)

 

De quièn tus manos,

los libros,

la vieja silla,

de quièn el amor

que te ha guardado

en ese cuarto de cosas simples

donde la sombra de todo

se vuelve un patio

y la ventana

un vestidor de nubes sencillas.

De quièn los pàjaros

que atraviesan el sitio

repetido de tu sueño

cuando cierras los ojos

y estàs descalzo

esperando el aguacero.

Te veo jugar

con un juguete de palo

en la tierra de un retrato,

ha cambiado tu silencio,

hoy es màs hondo,

como si se hubiera soltado

la barca

de la orilla del rìo

de tu deseo

y sòlo pudieras cruzarlo

imaginando.

El payaso de trapo,

el dibujo casi borrado

de una sandìa.

Guardas quizà demasiado poco,

guardas lo que es de nadie

y tienes un àrbol

del que cae el sol

como una fruta.

De quièn la luz que enciendes

y cae sombrìa

sobre un papel donde el silencio

se pone viejo

de tanto cruzar el camino

de las palabras.

No hay nada màs lejos

que estar solo,

detràs de la puerta,

a la deriva de un espejo,

nada màs lejos

que quedarse en la remota

habitación de un beso.

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POEMA

FRANCISCO JESÚS MUÑOZ SOLER

 

 

 

 

EL  AMOR  NO  ES  PARAÍSO

El amor no es un paraíso, es la perdida

de conciencia de la personalidad.

ANTONIO  GALA

 

El amor no es paraíso, sólo

en el platónico mundo es edén

donde los dioses disfrutan deleites,

en nuestro árido mundo

es despojo de conciencias, se desgajan

trocito a trocito cual Pulgarcito

depositando en el transitado camino

gajos de nuestra disminuida personalidad,

para cuando el primigenio fuego disminuya o desaparezca

tener norte de regreso al origen.

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TEXTOS DE MAXIMILIANO SPREAF

(Entrevista de este autor publicada en la revista)

Rebaños

 

Nublas el sol del mediodía, pariendo estrellas,

Sin bocas, sin ojos, sin manos, que astucia la tuya!!

Dejarnos mudos, ciegos y profanos!

Roja sangre en los canales, acueductos, manantiales,

Víboras negras, amarillas, azules, rojas y verdes,

Casas muertas de tanta mierda suelta, de hijos de padres,

De lectores, de rebaños que corren para el mismo lado siempre.

Mangas cortas, pechos helados, puntiagudos, icebergs

Quebrados, mustios, quemados, cortados, manchados.

 

***

 

Jeringas

 

Me diste la nada para que la envuelva en celofán

Y te la reenvíe por mail a tu cuenta inexistente.

Mi chica, eras, dijiste. Cerremos esta historia de la peor forma.

Odiándonos.

Caliento motores ahora.

Traigan jeringas que venas sobran.

Las venas que admirabas.

De las que bebiste mis palabras, que boyan en mi sangre, por

ellas.

No me gusta la gente tranquila. No me gustan los cobardes.

Ni los que dedican 20 años a ser alguien que no serán nunca.

Y se pierden lo mejor de pasar por este lugar de tristeza oral.

Yo así te suelto los dedos, no sos nada. Ni corres ni flotas.

Traigan jeringas que Belfast me queda a la vuelta de mi casa.

Vos podes seguir de snob en Leiden, perdiendo.

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1492 (Las despedidas)

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

COMPRENDÍ LA TRAGEDIA

 

Cuando te vi por vez primera

comprendí el hallazgo eterno de los conquistadores,

también el de los conquistados,

comprendí un hemisferio con sueño, ensueño y vigilia,

comprendí que tu sonrisa de collares

era un cielo de brillantes mañanas por devenir,

los te quieros nos esperan en la calle

pero los desoímos porque no necesitamos exhibirnos,

las locuras nos esperan en los umbrales,

en los quicios y en los resquicios,

los desquiciados que un día fueron, ya se extinguieron,

las palabras son dudas, pero las dudas

se desarman de flojas porque adonde no hay sí o no

no hay mundo de futuro y realidad.

***

EN EL CEMENTERIO

A mi abuela, María R. Fuentes Bonillo

In Memoriam

 

Y no digas nada, silencio. ¡Silencio! ¡Silencio!

El silencio de los cementerios viene perpetrado

por el sanguíneo respeto que los vivos le guardan.

Y le deben su silencio como plegaria de vida.

No digas nada o despertarás al alma ciega

entre el gas del fantasma y la música del vacío.

Despertarás su alma ciega y todo será rutina,

todo será fingida lacrimosa ante tus ojos puros.

 

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8º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA

8º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

8º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

DIGITAL MENSUAL

NEVANDO EN LA GUINEA

LII de la 2ª Etapa/01-02-2011

 

EDITORIAL LII
Jaime Salinas

 

Ha muerto Jaime Salinas. Ante todo fue un transformador en el mundo editorial, consiguió que en España se introdujera el libro de bolsillo y de este modo logró que se expandiera mejor la literatura y la cultura en general en un momento, además, en que la población había comenzado a gozar de altos niveles de alfabetización y por tanto aumentaba el número de lectores. Podemos comparar este avance de los libros de bolsillo con las posibilidades que dan hoy las nuevas tecnologías -el libro electrónico, Internet, la difusión potencial en el sinfín de canales televisivos-, aunque nos tememos que, si bien el libro de bolsillo fue una mejora que permitió una mejor difusión de la lectura harto palpable, no vemos el mismo fenómeno en lo que a las nueves tecnologías se refiere.

Jaime Salinas era hombre culto y bien comunicado con la cultura de su tiempo. No sólo fue un animador literario en España, también intervino vehementemente en fortalecer los lazos entre la literatura de las dos orillas, la de España y la de América Latina. No en vano, estuvo vinculado a Alianza Editorial y Alfaguara, dos editoriales españolas que han incluido a numerosos escritores americanos y colaboró con Carlos Barral, otro de los grandes nombres españoles relacionados con aquel continente y comprometido con la difusión de su literatura. 

Ya hemos comentado alguna que otra vez que somos conscientes de que una editorial precisa, como cualquier otra empresa, contar con un balance de beneficios que permita vivir decentemente a sus trabajadores y colaboradores, pero también que una editorial ha de estar comprometida con la cultura de un país, de una lengua. Precisamos buenas editoriales, del tamaño que sea, pero que ofrezcan calidad, mimen a los autores y a los lectores, sepan contribuir al fortalecimiento cultural del país en el que se desarrolle su actividad. Poco nos importa el tamaño en realidad: hay editoriales pequeñas cuya labor es más que encomiable; hay grandes editoriales que en vez de libros podrían producir churros o dedales y no se notaría mucho la diferencia.

Jaime Salinas era de los editores conscientes del material con que trabajaba y la importancia que tenían los libros más allá del beneficio que podían reportar. Introdujo el hábito de incluir el nombre del traductor cuando se trataba de obras en otro idioma y reforzó el diseño de los volúmenes, lo que demuestra hasta que punto le daba importancia a todas las personas que intervenían en el proceso de producción material del libro.

Aunque era hijo del poeta Pedro Salinas, no escribía, fue ante todo un animador cultural de primer orden, alguien que forma parte de la cultura de otro modo, no en la creación, pero sí en la difusión, algo que es realmente importante y cuyo recuerdo hemos de mantener siempre muy vivo. En un momento en el que al conglomerado de empresas del sector industrial se le llama “industrias culturales” es importante tener en cuenta la aportación de hombres como él, que poseían una perspectiva netamente humanista.

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UNA TARDE CUALQUIERA

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

Íbamos a comprar caballo, íbamos casi de rodillas

como dos gorriones de extrarradio

hacia el extrarradio del mismo extrarradio,

como dos ángeles tontos a comer basura,

como dos peces secos en el interior,

cruzábamos las manos y rezábamos falsa plegaria,

íbamos en coche sin pensar en más nadie,

queríamos nuestra dosis como un pan caliente,

teníamos la sed de islas con agua en la cuchara,

dotábamos la vena de minucias y gangrena.

Estábamos al límite de sueños trasnochados,

íbamos como dos ciegos niños al pozo de Can Tunis,

presagiábamos la aurora al empezar la tarde,

nuestra tarde en una plaza con el tedio a nuestro lado,

era invierno y el cielo tenía tanto gris en su cima

que no paraban los felices en la calle ni un ratito,

lleguemos y vimos desde la autopista

a la policía montada y vimos que el patio

era una custodia en el plomo, no existía el color rosa,

decidimos rodear para entrar por puerta trasera,

andemos y andemos, nerviosos como pájaros,

yo con la mirada en las intenciones futuras,

tú indicándome el camino, nuestro camino helado,

al entrar nos vendían chutas, cundas, pipas y camelos,

 el oropel del cementerio ondeaba sibilino

como una bandera izada por todos y por nadie,

las gaviotas a lo lejos asustaban las palomas,

los escalofríos rodeaban la redada de hielo,

trastienda negra de la droga, romería y pesadilla.

Compremos el material, el culo se hizo agua,

ganas que son ganas adentro de la desgana,

al volver al coche otra vez la misma vuelta,

el atajo más largo, otra vez te diste callo,

subimos la rampa atada a un barranco de poca monta,

resbalemos por la cuesta del vicio y la barbarie,

al llegar a la vía de raíles y empedrado,

piedras sobre piedras, seudo-esguinces en los tobillos,

andar por una mala vía es desandar lo consabido,

al pasar la curva decidimos el veneno

y quitarnos la máscara rota y plena de contradicción,

yonquis, maderos y camellos, la misma rueda,

se protege tanto la vida que cuidarse es ya mentira:

vimos un tipo tumbado en mitad de la vía,

yo te dije: saquémoslo de aquí, o lo cogerá un tren.

Tú dijiste: -déjalo ahí, no te metas en marrones.

Lo saqué a rastras como pude, arrastré su pobre paz,

parecía estar el tipo ajeno a cualquier muerte.

Lo juro por los cascabeles vacíos de mi corazón.

Encontremos esquina donde poder darnos droga.

Yo temblaba, le había visto la quijada al diablo.

Era yo quien lo buscaba, pares o nones es el juego,

 flashes de los que acostumbrarse, destellos de linterna.

Era mi compañero de chuta y me dijo fríamente:

-Tranquilízate, pues algo habrá hecho,

yo ingenuamente le decía: algún ajuste de cuentas,

tú asentías mientras el mundo ya no te importaba,

estabas absorto otra vez en el útero de tu madre.

Callo que es el callo, lluvia sobre mojado.

Yo me agujereé la vena sin olvidar al tipo.

Me eché todo el pico en el descansillo.

Tú dijiste: ¡¡Te diste mala vía!!

¡¡Qué Sangría!! ¡¡Qué sacrilegio!!

(Morado vía crucis de senderos por mi piel),

un pico fuera de vía es un desperdicio, te dije yo.

Plastificadas bocanadas y monos en el rellano,

amoratados escondites, altares que son falsarios,

el futuro son espejos en los yonquis que te profanan,

Así son los precipicios, Así son estos parajes,

páramos olvidados, eran las horas del dulce exterminio.

Te los recuerdo esta tarde, por sí los olvidaste.

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El error

 

– No pudimos hacer otra cosa.

– Pero lo dejasteis tirado.

– ¿Qué otra cosa podíamos hacer? Nos sorprendió tanto lo que sucedió que no tuvimos capacidad de respuesta.

         Nadie añadió nada más. Me volví a preguntar en mi interior cómo hubiéramos podido evitarlo, aturdido aún como estaba y con no poca culpabilidad por lo sucedido, pero ¿acaso cabía la posibilidad de otra reacción, otra forma de planteárnoslo, otro modo de asumir entonces lo que estaba sucediendo y después lo que ocurrió?, nos los preguntábamos una y otra vez mientras salíamos de allí y sin necesidad de que ahora Oscar nos viniera con monsergas y nos plantara cara sin haber estado él en el banco, que ya veríamos cómo hubiera reaccionado él, me dije, porque una cosa es haberlo vivido, como nosotros, y otra muy distinta verlo desde la distancia. No era desde luego una cuestión cómoda. Quizá habría que preguntarse cómo fue que algo saliera mal cuando todo estaba, a nuestro entender, perfectamente planificado, todo preparado al dedillo sin que ningún detalle se nos escapara. Pero nunca se prepara todo a la perfección, siempre surge algo repentino, incontrolable, como en la vida misma, en un instante apenas.

– Volvédmelo a contar -La voz de Oscar sonó ruda, seca-. No os olvidéis de nada, hasta el detalle más nimio.

         Sonaba a que alguien habría de hacer una autocrítica bien pronto. Todos sabíamos cómo funcionaban esas cosas, una asamblea en algún lugar, nunca se sabía de antemano dónde, siempre se indicaba en el último momento, y luego alguien tenía que autoinculparse, fue culpa mía, no presté atención, me equivoqué.

         Claro que aquello era grave. Habíamos perdido a un compañero. Lo habíamos visto tirado en el suelo, ensangrentado.

– Pero de dónde porras salió ese fulano. -exclamó Tino.

– Era un policía. -dije yo.

– Cómo lo sabes.

– Lo supongo,  en el barrio hay muchos.

– Qué hacía en el banco.

– No lo sé.

– No debía de haber estado allí, tú lo sabes. -aquí Oscar parecía realmente entre enfurecido y decepcionado.

         No pude responder. Lo sabía, Oscar y yo lo sabíamos, él no debería de haber estado allí si es que era un policía. Pero tampoco estaba seguro. La policía está siempre en todas partes, pensé. Pero no lo dije. Claro que está en todas partes, me hubiera respondido Oscar, por eso preparamos los golpes al dedillo.

         Vaya guerrilla estábamos hechos, murmuró Oscar lo bastante alto como para que le escucháramos, el ejército de Sancho Villa. Con esto no derribamos la dictadura, pensé, no pude menos que darle la razón, ni mucho menos hacemos la revolución. Mucha teoría, muchos contactos, pero luego no vamos a ningún lado. Ni siquiera salíamos en los diarios. Ahora sí, claro, íbamos a salir, seguro, había tema, perdimos a un compañero y la prensa no tardaría en decir que no éramos operativos, no sólo éramos pocos y alejados de la población, además no sabíamos hacer nada, ni un atraco en una sucursal de barrio, hasta los choros más colgados eran capaces de proezas superiores.

         Oscar tiró el cigarrillo al suelo. Estaba realmente irritado. No le gustaba que las cosas salieran mal, pero aquello había sido además un desastre. Me miró. Noté el reproche en su mirada.

– No tienes nada que decir. -me preguntó.

         Los otros no me miraron. No entendieron el trasfondo de la pregunta. Pensaban que se estaba desahogando conmigo.

– Él no tiene la culpa. -Dijo alguien, creo que Tino.

– Ya lo sé. -replicó Oscar.

         De nuevo se hizo un silencio hosco. Me levanté. Me sentía mal y era verdad, consideré, yo debía haber tenido el asunto cerrado: me sentía culpable. Es cierto que no desde un punto de vista técnico, pero había cosas que debía haber previsto. Me puse la chaqueta y miré a Oscar.

– Marchas. -me preguntó.

– Necesito tomar el aire.

– Nos iremos pronto, nos vemos mañana.

– Vale.

         Salí a la calle. Como era costumbre, miré hacia ambos lados para asegurarme de que nadie acechaba. Esta vez, además, podían habernos localizado. Quizá no estuviera muerto, sólo herido, y a esta hora la policía le había sacado toda la información posible. Aunque Tino aseguraba que estaba muerto, absolutamente. Pero podían asociarlo a nosotros, pese a todo, yo no lo tenía tan seguro.

         Hacía frío. Decidí bajar al barrio portuario. Allí localizaría a Murgaín. Era eso lo que Oscar me estaba diciendo: localiza a tu contacto, que te diga qué porras pasó. Yo era el que lo conocía, el que hablaba con él. Los demás no sabían nada, sólo Oscar y yo. A Oscar le gustaría conocerlo, pero era peligroso, ya estaba muy fichado, resultaba arriesgado que se les viera juntos.

         Mientras caminaba por las calles estrechas del barrio portuario, pensé que todo aquello no tenía sentido, ninguno. La gente, además, no se levantaba. Qué porras pasaba en este país, pensé con desánimo. Cualquier sacrificio resultaba nulo. Llegué a la cafetería. Inmenso el local, como siempre lleno, busqué con la mirada. Lo vi en una mesa apartada, leyendo el periódico. Me acerqué.

– Qué pasó. -me preguntó sin mirarme.

– Perdimos a uno. -dije al sentarme frente a él.

– Ya lo sé, me lo dijeron en comisaría. Pero cómo ocurrió.

– Salió un tipo, creo que policía.

– No lo creo, lo hubiera sabido.

– Entonces quién era, tal vez un guardia privado.

– No, tampoco.

– No sé, sea lo que fuere estaba armado.

– Disparó contra vosotros.

– Sí, por sorpresa y le dio al Indio.

         Murgaín lanzó una palabrota. Debía de estar enfadado, nunca soltaba tacos, su lengua era siempre pulcra.

– Yo me ocupé de todo -me dijo-, no debía de haber ningún policía y no lo hubo, te lo aseguro, pero algo salió mal, ni una palabra malsonante, mucho menos un juramento sacrílego.

– Nadie te echa la culpa.

– Lo sé, pero es una debilidad, un fallo enorme.

– Supongo que la próxima vez no nos fiaremos tanto.

– Pero es una pérdida terrible.

         Pensé en el Indio, tan silencioso, tan discreto. Lamenté no haberle conocido más. Murgaín me miró apenado.

– Estas cosas ocurren.

– Lo sé. Es la vida.

– La próxima vez saldrá bien.

         Miré por la ventana. Estaba anocheciendo.

Juan A. Herrero Díez

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SELECCIÓN DE RELATOS BREVES

POR MAXIMILIANO SPREAF

 

Solemnes

 

Los viejos que estaban pateando al pibe habían bajado

sonoramente por las escaleras.

Tenían palos, escobas, hasta había uno con un pequeño cuchillo

en su mano derecha.

Eran tres, pequeños, una mujer y dos hombres.

La mujer tenía un porro de marihuana en sus labios, ardiendo.

Tendría unos setenta años, ropa de turista y borceguíes azul

Francia. Era la más violenta, no paraba de sacudir su escoba sobre

la espalda del niño que se retorcía en el piso.

Uno de los hombres tenía un vestido negro, de esos de fiesta

familiar de sábado por la tarde, y una vincha en su pelo gris que

lucia como un trapo de piso que hacia años estaba tirado sobre su

cabeza. Era el del cuchillito, con el escindía la frente del joven

con inscripciones tales como “truhán” y “veneno”. El que

quedaba miraba toda la escena y se babeaba, era el mas anciano,

parecía eterno, un Matusalén suburbano, enloquecido y vil.

Relojeaba por entre unos gruesos lentes la situación y parecía

calentar motores para dar el golpe de gracia con un madero

redondo y negro que tenia entre sus añejas manos. La vereda de

esa calle era un infierno bello, dantesco a más no poder y elevado

a los cielos de la ultraviolencia senil. El pibito no paraba de

recibir golpes, se tomaba la cabeza, la espalda y las piernas, todo

en una veloz y repetitiva acción. Gritaba. Escupía sangre. Lloraba.

Tenia una camisa verde agua que se estaba convirtiendo de a poco

en un harapo grisáceo, entre la mugre de la vereda y su sangre.

La vieja del porro ardiente se estaba quedando sin escoba ya, se

deshacía en sus manos, convirtiéndose en astillas que quedaban

en el piso y el cuerpo del pobre niño. De pronto el mas anciano, el

que se babeaba, que ya se había orinado encima también, pego un

grito tremendo, como un relámpago: “Basta ya!!! Salgan!!!

……..Que ahora es solo mío !!!!!”

Su voz era nueva, jovial, fuertísima, hacia dudar de la realidad

horrible que mostraba.

Elevo el madero redondo por sobre su cabeza, se arrodillo junto al

joven, que aun era golpeado ya débilmente por la vieja de los

borceguíes azul Francia y con un golpe certero, seco y

endiablado, le partió la cabeza al pequeño. Se escucho un ruido

como de un pomelo estrellado contra una pared, y un

pequeñísimo quejido de muerte. El ancianisimo se levanto a duras

penas, contemplando la masacre, sudado, meado y aturdido. Sin

decir una palabra, los tres viejos subieron las escaleras,

ayudándose entre ellos, a duras penas, con una sonrisa radiante en

sus caras. El viejo del cuchillito dijo: “Solemne será tu madre,

pendejo desubicado…….” Y escupió el piso mientras se

acomodaba el vestido. 

 

***

 

Enamorado

 

Entre todos llevaron el pedazo de madera adentro de la casa y lo

pusieron en el piso del comedor. Los hermanos lo miraban ahora

con curiosidad. El viejo les había dicho que se los regalaba solo si

lo iban a cuidar bien, porque dentro del leño vivían las mariposas

que el había rescatado de su estomago cuando era joven y estaba

enamorado. Ellos accedieron y se quedaron con el madero. El

viejo pronto se fue, rápido, dando saltitos y riendo despacio.

Ahora querían ver las dichosas mariposas. Pero el pedazo de

tronco era un solo bloque macizo. Era imposible que algo

sobreviviera ahí dentro. Lo observaron unos minutos y se dieron

cuenta que el viejo los había engañado. Nunca pudo sacar las

mariposas de su panza y meterlas ahí dentro. Lo que si pudo hacer

fue dejar de sentir, y crear un misterio envuelto para regalo en un

pedazo de madera. Nunca iban a saber si alguna vez en verdad

estuvo enamorado.

***

El Perro

 

Se levanto temprano porque le pedían a gritos que abra la puerta.

Alguien golpeaba y gritaba en su puerta esa mañana.

No entendía, estaba aturdida de sueño todavía, con la resaca de la

noche anterior. Tanteo con su mano derecha el celular, que se

había convertido hacia unos años ya en su reloj despertador, eran

las siete y media de la mañana. Generalmente a esa hora ella era

nadie. No existía.

Habían pasado meses desde el día que se quedo sin trabajo.

Mirando el celular, y escuchando los golpes y los gritos,

recordaba la caminata de regreso a su casa en la mañana que la

despidieron diciéndole que había finalizado su contrato con la

empresa. Se lo venia venir, hacia unas semanas varias de sus

compañeras de trabajo le decían que estaban cerca de los tres

meses de contrato y que en cualquier momento quedaban

afuera.,sin posibilidades de seguir trabajando ya que la empresa

tenia planes de reducir personal porque las cosas no andaban del

todo bien.

Los gritos y los golpes seguían. Era una mujer la del otro lado de

la puerta. Se la notaba desesperada, no paraba de dar fortísimos

golpes en la chapa de la puerta, como si quisiera derribarla. Ella

no alcanzaba a distinguir si era una voz conocida, ni siquiera

podía distinguir lo que gritaba. Trato de levantarse, busco con los

ojos casi cerrados algo de ropa. No veía nada. Los golpes se

hacían cada vez más violentos. Se sumaron varias voces.

Hombres y mujeres que gritaban con desesperación. Logro

entender que lo que decían era su nombre. Martina. Pero nada

mas, las demás palabras se morían en el intento de ser descifradas

por su cerebro, que en ese momento solo atinaba a poner en

funcionamiento débilmente sus piernas. Intentaba abrir más los

ojos, en esa intentona alcanzo a distinguir un resplandor que lo

atribuyo rápidamente a la ventana que tenia al lado casi de su

cama y por la que se metía a diario el sol y el ruido de los pibes

que jugaban en la calle, como era costumbre en su barrio.

Se recostó de nuevo, viendo que no había reacción en su cuerpo

para hacer nada.

Empezó a divagar, a recordar el barrio de cuando era una nena.

Todo había cambiado ahora. Desde la arquitectura hasta la misma

gente del barrio. La gente era distinta. Cuando era una niña había

jugado mucho en una especie de bosque de eucaliptos que había a

unas cuadras de su casa. Era todo un misterio entrar ahí y

descubrir las cosas que pasaban. Se acordaba de haber escuchado

las historias más escabrosas y más inverosímiles que

supuestamente habían pasado allí.

Desde hombres lobos, hasta suicidas frustrados que se colgaban

de los añosos árboles, haciendo una muy mala elección para

terminar con su vida. Porque es sabido que las ramas de los

eucaliptos son de las que más fácil se quiebran cuando el árbol ya

tiene varios años, y era así que en su intento lo único que lograban

era partirse en dos una pierna o la cadera.

Recordó que una vez caminando por los senderos que la misma

gente de tanto pasar una y otra vez habían dibujado entre los

árboles, encontró, no ya un suicida tratando de acabar con su

sufrimiento, sino un perro de gran tamaño, un doberman, atado

por el cuello con un grueso alambre y oscilando de un lado al otro

colgado de una gruesa rama. Se quedo paralizada de miedo ante la

escena. El perro aun estaba vivo y agonizaba lentamente. Se

pregunto quien le había hecho eso, y automáticamente le vino a la

cabeza la imagen de Vilma, su vecina, que odiaba a los perros y

mas de una vez la había escuchado decir que habría que matarlos

a todos o llamar de una buena vez a la perrera para que viniera

con sus lazos a llevárselos del barrio. Se quedo mirando el perro

colgado, aterrada. Sabía que no podía hacer nada. No tenia el

valor siquiera de acercarse un poco mas al animal. Hasta tenía

miedo de que al tratar de liberarlo o con solo acercarse, el perro se

soltara de golpe y la atacara. Comenzó a correr, alejándose

velozmente de ahí, mientras las lágrimas se agolpaban en sus

ojos.

Los golpes en la puerta se trasladaron también a la ventana.

Estallo el vidrio y la saco de sus recuerdos.

La casa se quemaba. Como su niñez.

***

Lunes

 

Nublado, aburrido, malpensado día el de hoy. No va a haber sol

que saque a relucir las carnes grises de los viejos y los psicópatas.

El se canso de su propia culpa y colgó una soga al amparo de su

inconciencia.

Ella no quiere que la lastimen más diciéndole narigona de mierda.

El despisto en una relación demasiado fuerte para su destino de

cartonero.

Ella ve que acostarse con su padre no fue la solución a ninguno de

sus problemas.

El se acuerda de la nena que dejo caer al vacío.

Ella se arranco la cabeza una noche y mato de veintidós puñaladas

su dignidad.

El corre sin mirar a los costados.

Ella se tropezó con su propio abrazo y se lo llevo de parranda.

El no la quiere ni cruzar porque no sabría que decirle.

Somos todos.

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SELECCIÓN DE POEMAS

POR FRANCISCO JESÚS MUÑOZ SOLER*

*Próxima entrevista en Nevando en la Guinea

 

DESDE  LA  MÁGICA  UNIDAD  DE  MI  VIDA

Desde la mágica unidad de mi vida

rebosante de la fragilidad que le es propia

me aglutino e intento conocer el sentido

de mi efímera existencia,

la que he preñado de principios y objetivos

para intentar no deberme nada

cuando la gran hacedora de la naturaleza

me reclame para ejecutar su causa

dar fin a todo lo nacido,

pero mientras esa inevitable cita no me alcance

sigo construyendo el camino de mi destino

drenándolo con amor, afirmándolo con razones

y despejando su libertad de salteadores,

en esa tarea estoy, que esa capaz de lograrlo

se sabrá en el menos esperado de los momentos,

ahora sigo abierto al camino del conocimiento

y al de la vida con todos mis mejores afectos.

***

 

VENTEAR  DESDE  LA  PRIVILEGIADA  POSICIÓN

 

Ventear desde la privilegiada posición

que su sensibilidad le otorga

y observar con cuidado detalle

los acontecimientos que en el mundo se desarrollan,

para lanzarse sobre ellos

y destriparlos hasta diseccionar todos sus miembros

es la misión del auténtico poeta

debe ser perro de su tiempo.

***

 

VIVIR  EN  MARES  DE  ZOZOBRA

 

Vivir en mares de zozobra,

tormentas y tribulaciones

no es el único destino

que lleva a los hombres

al puerto de la creatividad

ni siquiera es única la senda

de la azarosa y dulce ventura,

pues el talento, la sensibilidad y la emoción

al margen de los caminos que oyen los humanos

debe ser intensamente canalizado

para bucear en las inquietudes del alma humana,

en esa búsqueda llena de dedicación y esfuerzo

debe lograrse la satisfacción en el hallazgo,

ser poeta es ser notario de las emociones de su tiempo,

enfrentándose a la vida

empapándose y absorbiendo el elixir

de la creatividad poética.

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DESDE SAN MARTÍN DE LOS ANDES

PATAGONIA (ARGENTINA)

ANA MARÍA MANCEDA

 

LA DUEÑA DEL MUNDO

 

Es irónico, al menos risueño, ir en un bus hacia el trabajo

una mañana de primavera y sentirse la dueña del mundo

porque sí, porque los ojos inmensos brillan , el cerebro bulle de proyectos y las hormonas esclavizan el cuerpo.

Soy la dueña del mundo.  Vivo al límite, por eso he llorado y he escrito un poema esta mañana, tan solo esta mañana por la guerra de Viet-Nam.

 El otro día, la semana pasada fue por lo de la FAO.¡ Hay hambre en el mundo! Mientras la lluvia cae insobornable sobre la historia, arrasando las espigas y las esperanzas. La sequía acecha, el desierto acecha. Y los pájaros  cantan sobre la tierra.

Soy la dueña del mundo, no me alcanza el tiempo, aún a los dueños del mundo no les alcanza el tiempo.

Por la tarde, mientras el sol se cuelga e insiste empujando los vitrales del subsuelo , ayudado por los aromas de las flores del bosque que abraza  a la Facultad, me sorprende extasiada mirando por el microscopio ; una célula vegetal o la espora de un hongo o el perfecto cristal de una roca.

 Yo extasiada, y no me alcanza el tiempo.

Por la noche el azar me lleva , el tiempo tampoco alcanza

las estrellas se alejan, mis manos, mi cuerpo no pueden seguirlas

quizás mi cerebro. sí mi cerebro, sí mi cerebro.

Amanece. La dueña del mundo comienza su ebullición.

Ocurren tantas cosas en el planeta y la familia sigue la estúpida, nociva

tarea de autodestruirse, mientras ocurren tantas cosas en el planeta.

La lluvia cae y el desierto acecha. Los pájaros siempre cantan.

Olores, jazmines, río , noche húmeda. sabores, panchos, pizzas, asados.

Crepúsculo y cerveza. Amores. Libros, libros, libros. Música, amigos,

se juega a ser hippie, bellos, comprometidos. Recitamos poemas en francés.

Es irónico, al menos risueño ir en un bus y sentirse, porque sí,

la dueña del mundo. Hace mucho, mucho tiempo. Ahora es más irónico aún.

Amanece,  caen copos de nieve en mi jardín

 en la cama, un cuaderno,  una lapicera y mi cerebro

sí , mi cerebro ¡ Flasch! Y soy la dueña del mundo.******

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SELECCIÓN DE POEMAS (2011)

POR PABLO VOLUMEN

 

El de Alabama 

Lo teníamos preparado,
lo habíamos ensayado
no sé cuántas veces.

Era tan fácil como tocar
esa canción de los Simon y Garfunkel,
como quedarte en la cama por la mañana,
como decirle que sí a la rubia,
como decirle que sí a la morena,
como decir que sí
al trago que te ofrece tu colega.

Era tan fácil
como no decir nada,
como decir
que nos lo había enseñado
el de Alabama.

***

Ya sabes… 

tenía lo poco
de los que se quedan
hasta las tantas,
que eran demasiados.

tenía el sonido
de las paredes
que atraviesan voces,
cuadros caídos.

tenía la pregunta
que me gustaba
cuando se mesaba el pelo,
cuando se cruzaba
en viajes cortos.

tenía algunas palabras,
no sé cuántos años
y muchos escritos.

Ella tenía algo,
y yo,
algo que decir.

***

El círculo 

Annabel Lee se levantaba sin rechistar
e iba directa al centro de la ciudad
para celebrar la meada matinal
en el agujero vertical de la Luna.

Después se frotaba los ojos
con sus manos de cuarzo
para rayar la piedra de esos párpados
que sufren sobrepeso.

La flor de lis nos llamaba la atención
aunque no éramos Boy Scouts,
y el reloj de la torre pasaba las horas
cerca de la puerta de la Cámara Municipal.

La bandera de la unión se enarbolaba,
se mecía en lo alto de la torre,
ondeaba sus cruces.

El oxígeno se sentía fatigado
y se apoyaba en la barandilla
para bajar las escaleras,
acercándose al círculo,
donde una multitud de críos
hacía un corro con la manos sueltas.

Disfrutaban de la fuente sin memoria,
riendo, persiguiéndose,
mojándose el uno al otro,
echando agua a las palomas.

Los padres hacían la tangente,
con la toalla preparada,
orgullosos de sus hijos.

Los que iban a la par
eran independientes,
eran individuos,
iban a su bola,
estaban en otro plano,
mintiéndose al oído,
tapándose la boca.

Cerca de mí
una familia Pakistaní
en la base de un banco,
comiendo helado,
helados,
pensando sólo en el helado,
empezando a la vez,
terminando a la vez,
totalmente sincronizados.

Los indigentes me miraban,
paseaban a mi lado,
tosiendo para disimular,
ofreciéndome limosna.

Pero el lápiz no escribía,
se lo gastaba todo en bebida,
lejos,
muy cerca del círculo,
bebiendo vino,
tomando nota.

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MARÍA ISABEL BUGNON

(ESCRITOS)

 

Palabras

 

El amanecer  se llena,

De colores y sonidos.

Tus palabras me hechizan,

a través de tu música.

Tus pensamientos  de poeta  tienen,

la magia de hacer pensar,

me invitan a soñar.

Solo me tengo que animar a volar,

subida en un murmullo de palabras,

palabras que forman rondas,

enredan a mi corazón,

lo hacen sentir

reír, soñar, amar,

palabras transformadas,

en poesías.

***

SUEÑOS DE AMOR

(MICRORELATO)

Los pensamientos hilvanan sueños, su corazón henchido de felicidad añorando el

momento de desplegar sus alas ,emprender su vuelo hacia la libertad total, empezar

una nueva vida, soñar con un amanecer rojizo, noches tranquilas  en las cuales, el toro

del Paraná sale a buscar su sustento diario.

Allí  en las riberas  construirá su morada .

En el taller, mientras modela cada pieza de madera, lo acompañara  un mate ,

amigo fiel que sabe de sus alegrías ,tristezas , penas del corazón .

El susurro del río que se duerme recostado en las barrancas,

el vuelo de las  garzas dejara una estela, en el infinito azul.

La flor del Irupé, danzara en el espejo de cristal deslizándose  suavemente, el lapacho

en flor tendera una alfombra  blanca ,sobre ella depositara  su cuerpo,  se entregara

al descanso  después de una larga jornada.

Cerraras los ojos, vendrá a tu mente la figura esbelta ,vestida con una túnica blanca,

Iluminada  por la suave  luz de las estrellas, en su pelo  lleva  una bincha   de flores de

Ceibo, en la cintura un cinto de caracoles.

Sus pies descalzos ,se hunden en la arena, que los acaricia suavemente ,la brisa juega

Con sus cabellos ,los rayos de luz de la luna ,besan  dulcemente su piel, se acerca hasta

su lecho, siente  el aroma de su piel, la alza  en sus brazos ,depositándola  suavemente

sobre la alfombra de flores del lapacho blanco.

Allí muy despacito  bebe el néctar de sus labios ,aspira el perfume de su cuerpo,

Sus  dedos se  deleitan en cada pliegue,  acariciándolo  como si

Tensara las cuerdas de su guitarra, sus gemidos  son melodías hecha zamba  que se

Pierden en la noche estrellada.

Sus cuerpos unidos, acunados  por el murmullo  del río Paraná que corre mansamente,

Llevándose el  perfume de una noche  de sueño y amor.

Ganador a la excelencia del poeta, en el concurso del poeta virtual en la pagina, poetas iberoamericanos.

***

QUISPE Y UKARA

Se despertó muy temprano ,se sentó en la cama ,cepillo su larga cabellera color azabache, tomo su desaville rosa ,cubrió su cuerpo desnudo, se acercó a la ventana ,abrió lentamente  sus postigos para dejar pasar la claridad de tan bella mañana , observo su jardín un poco opacado por   el frío del invierno, saludo a sus plantas

Con un ¡buenos días hermosas! como lo hacia todas las mañanas .

Se sentía rara , como que ese día seria especial, que marcaría a fuego su vida, uña nueva etapa estaba por empezar para ella .

Prendió su ordenador ,mientras se hacia un café, cuando entro a su correo personal ,algo le llamo la atención , en You Tube un tema de los nocheros ,”cae una lagrima” su grupo musical folklórico que mas le gustaba por el romanticismo de sus canciones.

Se lo mandaba  alguien  que no tenia nombre ,algo un poco misterioso,  le siguió  el juego ,pero  ella sentía  que en su estomago danzaban mariposas, debajo de su desavillé rosa, su piel se erizaba , transpiraba ,cuando al abrir su ordenador  y encontrarlo allí en un murmullo de palabras llenas de ternura y erotismo.

Una mañana al entrar grande fue su sorpresa  al no encontrar ningún mensaje ,pero si allí estaba el, ese hombre misterioso que le llenaba el alma  de poemas ,su corazón se abalanzaba  dentro de su pecho.

El le dijo buenos días ,¿Cómo estas? ella respondió ,bien .¿quien eres? El le dijo, un admirador ,te sigo desde hace mucho tiempo ,por casualidad logre averiguar tu correo y acá estoy  tratando de entablar una bella amistad  con una mujer como tu ,inteligente ,educada simpática  y muy interesante.

A ella no le pareció mal ,llegaban las seis de la mañana y  estaba allí esperándolo, se fue convirtiendo en la cita diaria , era como  un brebaje ,que tenia que tomar para estar todo el día feliz.

Pasaba el tiempo  y empezaban a conocerse  cada día mas ,ella quería saber como se llamaba ,el le dijo ,¿Por qué no me pones tu un nombre? ella acepto con gran alegría y lo bautizo  QUISPE  (brillo, esplendor, espíritu solidario)le causo gracia ,pero lo acepto  con cariño, también el quería saber su nombre ,le contesto lo mismo ,puedes ponerme el que mas te guste y así  nació UKARA (rocío de la mañana)porque el la imaginaba  como si fuera una reina, frágil, transparente, una cabellera  azabache, larga cayendo  sobre los hombros  como una cascada  ,deslizándose  hasta la cintura, una túnica blanca  larga ,con los pies descalzos  caminando sobre las barrancas del Paraná.

Ukara fue tejiendo esa hermosa historia de amor  sobre ese ser misterioso ,el cual ella  le llamaba QUISPE.

Cuando hablaba con Quispe ,el la colmada de palabras dulces de momentos simples,

Pero inolvidables.

Un día UKARA  le declaro su amor  a ese ser especial , a su QUISPE, grande fue su sorpresa  cuando QUISPE le dijo  que solo la quería como una amiga ,que ella era especial  para  el,  pero no la amaba ,no quería verla sufrir .

Por días  y noches UKARA, deambulo  por la  orilla  del río, sus aguas cristalinas le devolvían una imagen triste ,abatida  por el sufrimiento.

Una mañana encontró en su ordenador  una carta de QUISPE que le decía que se iba de viaje  a disfrutar de unas merecidas vacaciones, UKARA  sintió que su corazón  se rompía en pedazos , las astillas  de ese amor  se desintegraban en el espacio, sus ojos no podían evitar  que las lagrimas  brotaran a mares ,se deslizaran y bañaran ese rostro angelical.

Se sentía tan desganada ,su alma  oscura y fría ,no encontraba sentido a su vida ,la soledad le robaba la cordura, cuando  mas sola  su alma estaba ,mas débil la razón.

Imaginaba  el mar ,sus olas elevarse ,envolver ese barco de sueños  que esperaba  con tantas ansias ,el sol se va escondiendo  muy despacito  sobre un horizonte rojizo, el  cielo oscureciendo  lentamente ,la noche empieza a deslizar  su manto oscuro  sobre la tierra, la oscuridad parecía cubrir su mente  en tristeza, soledad, desazón, dolor ,angustia.

QUISPE se había marchado  con una despedida  fría ,inclusive le decía que no sabia si regresaría  porque no quería que UKARA sufriera.

UKARA lo esperaba día y noche  en su ordenador ,era la única  cosa que acortaba  esa distancia  que la separaba de ese amor  no correspondido.

UKARA  paseaba su tristeza ,por las noches  caminaba  por las barrancas del Paraná  imaginando amaneceres junto  a  QUISPE,  pensándolo ,preguntándose  en donde estaría ,si pensaría el ella ,si otra mujer calentaría su cama, besaría sus labios ,bebería el sudor de su cuerpo ,dibujaría   ese cuerpo moreno con sus dedos .

QUISPE volvió de su viaje ,la busco para contarle  lo que había  disfrutado  de sus vacaciones ,pero no la encontró allí, UKARA  ya no entraba a su ordenador , no revisaba sus correos, porque sabia que el ya no le escribía

Ese amor a la distancia  le robaba el sueño por la noches, la llenaba de alegría con solo pensarlo ,imaginaba que quizás algún día  lograrían conocerse  y  QUISPE llegar a amarla .

En el  invierno Argentino el llegaba  a  visitar a sus familiares ,le había prometido a UKARA  que la llamaría por teléfono  ,concertarían una cita ,buscarían un lugar paradisíaco y cenarían a la luz de las velas ,UKARA lo amaba tanto que creía en todo lo que QUISPE le decía ,espero esa llamada ,todo fue en vano ,el llego visito su familia ,sus amores que tenia a montones ,mujeres que el ilusionaba con sus palabras hermosas.

UKARA, era tan grande el amor que sentía por QUISPE  que no se daba cuenta  que el jugaba con sus sentimientos  sinceros ,puros,  verdaderos.

QUISPE regreso a su país  sin avisarle  nada ,desde allí  le escribió un mensaje  diciéndole  que no había tenido tiempo de llamarla ,que volvería en primavera y se encontrarían, que lo espere, pero UKARA  sentía que la vida  se le iba, que no tenia sentido seguir esperándolo.

Empezó a decaer ,de su rostro  se fue borrando  esa hermosa sonrisa  que tenia ,de sus ojos  negros el brillo de felicidad  se fue opacando  por la tristeza, su corazón ya no quería seguir  mas.

QUISPE le había dejado  una herida  que sangraba  día y noche  debilitando su alma , inmersa en esa soledad  que sentía  la encontró la parka ,dormida en las barrancas del río Paraná.

El cielo recibió un ángel ,esa reina que murió de  amor por  QUISPE, ese hombre  que no supo  o no pudo amarla  como ella lo amaba .

KAMALI

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SELECCIÓN DE POEMAS

POR CRISTIAN CLAUDIO CASADEY JARAI

Pensamientos

 

Piensas en palabras vacías

Que de alguna manera

Intentan llenar tus pensamientos

Pero no lo consiguen

Siempre siguen vacías

No hay nada

No hay nada

Solo frustración

Frustración e impotencia

Impotencia y frustración

Pues es la cruel realidad

Y no se puede escapar de ella.

***

Vendedores de mentiras

Vendedores de promesas

Que ninguna se respetará

Que ninguna se cumplirá

Más palabras vacías

Más frases sin sentido

Solo armonía

Desprovista de centros tonales

Solo ritmo

Sin pulso firme

Solo melodías

Puramente atonales.

***

Mi perro es fascista

Se despierta y entona Faccetta Nera

Se pone su camisa negra

Y sueña con conquistar Abisinia

Mi perro es fascista

Se acuesta y canta Giovinezza

Acomoda su fascio

Y sueña con revivir el Imperio Romano

Mi perro es fascista

Ante los problemas silba Me ne fregó

Organiza su corporación

Y lee a Evola…

Es un perro extraño…

***

Escucho por Internet la radio

Radio 10

Y el negro Oro sigue haciendo apología del pornoperonismo

Él mismo es un pornoperonista

Peronismo prostituido

Desnudo de ideología

Vendido al dinero

Pornoperonismo

Cuyo máximo exponente

Es una gran meretriz

Que lleva el destino de la nación

Hacia el Apocalipsis.

***

Cualquier juez sucio

Corrupto e infame

Puede llegar alto

Muy alto

Pues con dinero todo se puede

Sin dinero solo hay cárcel

Y censura

Y silencio

Nada peor que un abogado

Nada peor que un notario

Inmundicias que corroen al mundo

Con sus excrementos filosóficos

Con su ambición desmedida

Con su amoralidad soberana.

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CÁBALAS Y OCULTACIONES

 

Por Cecilio Olivero Muñoz

 

CONCLUSIÓN

 

A mi padre.

 

La tranquilidad de la vida es fragmentada,

la ilusión de la vida es un breve momento,

un breve momento es la soledad buscada

y la soledad hallada es un largo fragmento,

la verdad buscada es hallazgo y descontento,

descontento y fragmento es la dicha hallada,

la reencontrada se guarda en el sentimiento,

la felicidad y la libertad son cima igualada,

caducidad fechada en continuo detrimento,

la muerte es la última compañera asegurada,

es lo único perpetuo entre tanto fragmento.

***

LA BICICLETA

 

Veo a mi bicicleta gastada

como se la come el tiempo,

allí en su rincón sin usarse,

el tiempo se la traga

y yo la miro y me canso

de mirarla quieta y polvorienta,

parece un hombre olvidado,

olvidado por la vida. 

***

SOPA DE LETRAS

 

Si ser normal es ser mediocre

Si ser mediocre no es normal

Si ser subnormal es ser mediocre

Si llamamos al mediocre anormal

Si ser anormal ahora es óbice

Si hacer óbice es mediocridad

Si ser mediocre también es óbice

Hacemos óbice por la superioridad

Si la superioridad no es óbice

¿¿La supremacía no es divinidad??

¿¿Lo divino es mera deidad??

¿¿Nombrar Verdad??¿¿Hombre o ProNombre??

¿¿Qué es lo normal?? ¿¿Cuál es el nombre??

-Hombre Banal-

Si ser banal es ser mediocre

¿¿¿También es óbice la banalidad???

Si la banalidad es vana mediocridad

¿¿Es vano el hombre y su vanidad??

La vanidad resume al hombre

Lo peculiar omite el nombre

Y hace óbice en la peculiaridad

Yo me conformo con ser peculiar

Si tienes la peculiaridad de ser mediocre

Yo quiero ser mediocridad

Si la mediocridad es también óbice

¿¿¿Por qué no puedo ser normal???

Ser sin nombrar, Ser sin nombre

Ser un hombre, Ser sin más

***

EL HOMBRE MECÁNICO

 

La noche del primer Sábado de Mayo,

A las 23.16 -¿cómo es posible?-

Aparecerás entre humo y mediana luz,

Aparecerás como el polvo azul en un ladrillo,

Como una aurora que presume de inalcanzable,

Como el esperma de una ballena penetrada.

Aparecerás transeúnte y silencioso,

Meridional y transitorio,

Circunstancial e insultante.

Querrás acaparar toda nuestra atención.

Nos enseñarás a ver lo que no queremos ver.

Conseguirás aburrirnos como siempre.

Verás nacer una estrella entre adalides

de bohemia, plagados ellos de vacuidad,

Creerás pertenecer a no sé qué causa

ejemplar y alucinante, temporal e improvisada,

con no sé qué éticas harás honores cegados

entre no sé qué destino abanderado,

de no sé qué moral creerás tener la norma

domesticada bajo tu compañía edulcorada,

pero serás el mismo hombre pelmazo,

el mismo plasta de todos mis Sábados nocturnos,

aquel que sin conocer el trayecto

lo sigue con suma perfección,

aquel que se deja llevar por la mística

del hay que probarlo todo,

aquel hombre mecánico

que vino por estos lugares hace doce años

y lo echemos a la calle a patadas

y se fue tan inercialmente como antes vino. 

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