30º Número de la revista literaria Nevando en la Guinea.pdf

Fragmentos sobre Roger Wolfe

Buscando a Cervantes

Artículo sobre la obra pictórica de José Roberto Teixeira Leite- por Clemente Magalhäes Bastos

En la carrera del carioca Teixeira Leite Junior la pintura no surgió, como por arte de birlibirloque, de la noche a la mañana: fue, por el contrario, el desdoblamiento, una consecuencia natural de su formación profesional de designer. Pintor, pertenece a la familia de quienes, fieles a la lección de Cézanne, entienden la pintura como construcción, como un compromiso formal entre espacios positivos y negativos que dialogan, se complementan y se integran para generar, en la bidimensionalidad del cuadro, una estructura en la que nada se deja a la casualidad –o asume la apariencia de una forma orgánica, de un objeto o lo que sea. Para compensar ese rigor constructivo, que podría redundar, si se llevara al extremo, en una pintura demasiado cerebral, emplea una paleta multicolorida y de tonalidades vivísimas, gracias a la cual consigue realzar aquí un trecho de paisaje, allí una botella, más allá un instrumento musical. Pero no se engañen: los temas, para Teixeire Leite Junior, sólo sirven para disimular un trabajo antojadizo, responsable de la creación de puzles visuales capaces de seducir o fascinar al espectador más exigente, invitándolo a rehacer con los ojos laberintos de líneas que no obedecen a una única perspectiva, sino que, por el contrario, parten en todas las direcciones para generar espacios ambiguos en los que se funden y se confunden los planos, esto porque Teixeira Leite Junior sabe, al igual que Maurice Denis, que un cuadro, antes que ser un caballo de batalla, una mujer desnuda o cualquier otra anécdota, es esencialmente una superficie plana recubierta de colores dispuestos en un cierto orden. Incluso así, se puede detectar en el repertorio formal de Teixeira LeiteJunior la permanencia, en sus mesas de músico, en las figuras expuestas al aire libre o en interiores, así como en cualquier otra de sus composiciones, de ciertas constantes que en la práctica equivalen a una firma. Obsérvese, entre estas constantes que asumen casi la condición de símbolos, el florero, los suelos de ajedrez, capaces de crear en el espacio pictórico alternancias de fuerte impacto visual, y el perfil, al fondo, del Pão de Açucar, cuya forma, por evocar un seno de mujer, llevó al pintor y teórico francés AmedéeOzenfant a declarar Río de Janeiro una de las ciudades más femeninas del mundo.

Analicemos sin embargo de más cerca tres pinturas de Teixeira Leite Junior. En la primera, una mesa de músico (de hecho uno de sus temas favoritos), es posible detectar muy nítidas algunas de las principales cualidades de su hacer artístico. Se trata de una composición en que los diferentes planos, resueltos en áreas de color delimitados por líneas rectas, forman un suelo recubierto parcialmente por una alfombra de la que se eleva una mesa, viéndose sobre la misma una botella, algunos sobres y otros objetos; hacia la izquierda, el espacio pictórico se interrumpe súbitamente por una franja de ajedrez, de la que emerge un jarrón con cinco o seis flores escuálidas. Más al fondo –estilizados, descompuestos casi hasta la abstracción– se hallan una guitarra y un teclado de sintetizador, y en el último plano, como coronando toda la escena, el perfil inconfundible del Pão de Açucar. Es una obra que revela en su compleja estructuración hasta qué punto Teixeira Leite Junior privilegia los esquemas formales derivados del Cubismo y, en última instancia, del antes citado Paul Cezanne.

En la segunda pintura el personaje es una mujer que, en medio de una miríada de colores y de formas, a las cuales ni siquiera les falta el fondo, poco perceptible, del dorso del Pão de Açucar, está sentada a la mesa y busca equilibrar, con semblante melancólico o aburrido, las cinco o seis esferas pequeñas que va lanzando de manera alternada al aire, observada de lejos por lo que puede ser un sol. En cuanto a la tercera pintura, nos muestra igualmente un personaje femenino que, contra un fondo geométrico formado por rombos, y teniendo a su lado el inquebrantable florero y ante sí una botella, rasguea concentrada una guitarra.

Reflexiones de una ondjundju-Los colores no son el problema-Juliana Mbengono

Hay verdades y realidades que solo aceptamos y entendemos al vivirlas. Lo de ponerse en los zapatos de otro sólo es un dicho para despertar la empatía. Me quedé con las ganas de reírme cuando una afroamericana soltó no le gustan los africanos porque “nosotros vendimos a sus antepasados a los esclavistas”; vamos, que en África seguimos siendo los mismos que hace doscientos años y ninguno de nosotros sufrió la pérdida de sus seres queridos por la colonización. Quería reírme para no soltar un comentario grosero u ofensivo.

Durante todos los años que viví en mi país que, a pesar de todo, era mi hogar y mi lugar de confort, nunca fui realmente consciente de la discriminación, pese a que mucha gente vivía marginada y esclavizada a mi alrededor. Los colores de la piel no son el problema, las diferentes lenguas tampoco lo son, ni los territorios ni las costumbres. El problema está en nosotros, en nuestros miedos más absurdos, en la ambición más salvaje y en el odio nacido de la envidia.

En los libros de historia y las revistas leemos como la gente negra fue esclavizada durante siglos o cómo los judíos fueron asesinados cruelmente por los nazis. Estas lecciones necesarias en las escuelas que, a veces, acaban despertando sentimientos de odio e impotencia hacia la gente blanca, quizás debería quedarse en eso: lecciones de la historia para no repetir esas atrocidades. Por desgracia, las heridas del colonialismo en África siguen tan abiertas como las del holocausto judío. Pero lo más triste de todo es que el racismo, la discriminación y los prejuicios siguen encontrado justificaciones y espacio en nuestras sociedades por el egoísmo y la ambición de algunos.

Si a nivel mundial una persona negra se siente en desventaja frente a una blanca, en un país como Los Estados Unidos de América o Francia un ciudadano de origen africano se sentirá en desventaja frente a otro negro nativo. Este rechazo de un negro a otro negro ya no se puede llamar racismo, afortunadamente alguien ya lo describió como discriminación interseccional y esta confirma lo que pienso: el problema no son los colores de la piel.

Dos africanos en el extranjero se llaman hermanos, lo que en realidad les une es la miseria por la que temen pasar; porque si estuvieran en el país de uno este llamaría al otro extranjero, le robaría y trataría de abusar de él: ya no serían hermanos.

Dentro de una familia con las puertas de la casa abiertas para los primos y sus hijos, pese a que todos somos hermanos, también encontraremos la diferencia en el trato que les damos a los que nacieron del mismo vientre que nosotros. Incluso golpearemos y marginaremos a los primos sin una excusa razonable.

Las diferencias siempre existirán. Yo ya no creo que alguien me discrimina porque soy negra africana, la discriminación, desde mi punto de vista, es síntoma de algún problema mental propio de quienes también sufren de ignorancia forzada.

Reflexiones de una ondjundju-El bol de ensalada- Juliana Mbengono

El mundo es como un bol de ensalada con una diversidad de vegetales que forman un todo delicioso. A veces trato de imaginarme un mundo sin razas, sin variedades, colores, ni países: sería tan aburrido y simple… No podría hacerme una buena ensalada y, seguramente, existiríamos con unas sensaciones de tedio y carencia insaciables. La libertad de la que disfrutamos inconscientemente al elegir entre una manzana roja y una verde o amarilla, debería ser la misma que cuando hablamos de nuestras preferencias sexoafectivas o de las características físicas e intelectuales que nos gustaría que tenga nuestra pareja, o cuando comparamos varias ciudades y nos identificamos más con la vida en una determinada.

La diversidad nos permite organizarnos y clasificar las cosas, ideas, personas o animales por grupos, ¿si no? ¿cómo le indicaríamos a alguien que necesitamos teñirnos el pelo de rubio y rizarlo, en vez de teñirlo de rojo y alisarlo?

Tras visitar África, un europeo puede llevarse un traje estampado o hacerse unas trenzas para mostrar “lo exótico” que “descubrió en África” o porque, simplemente, disfrutó de lo diferente con lo que se encontró. De igual manera, constantemente, las chicas negras nos alisamos el pelo y lo teñimos con químicos o usamos pelucas para vernos diferentes, “cambiamos de look” de cada mes.

Tristemente, la diversidad se convierte en un gato con una quinta pata cuando empezamos a usar etiquetas como blanco o amarillo cómo únicas herramientas para definir a otros. Quizás no tengamos una mala intención, que mi madre me llame negra no me molesta, recuerdo haber tenido una amiga llamada Negra y otra llamada Llorona, esta última hacía llorar a otras niñas con tanta frecuencia que muchas preferían alejarse de ella.  Mi amigo Marques se llama Blanco y tiene la piel aún más achocolatada que yo.

Las diferencias entre unos y otros han sido utilizadas para hacer tanto daño que a veces creo que habría sido mejor que todos fuésemos iguales; pero estoy segura de que, igualmente, habríamos encontrado otras diferencias. Y, en el peor de los casos, quizás no sería tan sencillo encontrar a una persona desaparecida.

Que unos sean alto y otros bajos; unos negros y otros menos negros o blancos; nunca debería haber sido motivo de discriminación, miedo, rechazo u odio. Al contrario, esas diferencias deberían habernos ayudado a vivir extasiados, plenos de felicidad porque son muestra de la abundancia con la que nos bendice la madre naturaleza; son una prueba de que el mundo está diseñado para que disfrutemos de él mientras vivamos.

Veo a mis hermanas quejándose porque una mujer blanca presumió de unas rastas en Instagram o una negra se dejó tocar el pelo; la verdad es que es realmente incómodo que te toquen el pelo así sin más, como si alguien se tocara la libertad de tocar cualquier parte de cuerpo porque sí, porque le llamó la atención. Que alguien nos haya ofendido en algún momento, ya sea por odio o ignorancia, no debería privarnos de compartir y disfrutar la riqueza y diversidad de la naturaleza.

Para terminar, el egoísmo y la ambición seguirán alimentando el racismo y la xenofobia mientras las cele bridades se apropian de otras culturas para “crear tendencias”. Pero no debemos pagarlo con otros inocentes que simplemente amaron algo diferente a lo que ya conocían. Creo que ayudaría mucho que compartiéramos positivamente en vez de criticar y atacar pensando que estamos defendiendo lo nuestro.

Reflexiones de una ondjundju-Empatía 2.0-Juliana Mbengono

Empatía 2.0

Hace poco, leí el cuento de uno de los ganadores del certamen “Guinea Escribe”, el cuento de tres hojas habla de unos aldeanos que descubrieron una mota que, al consumirla les hacía muy felices; pero cada vez que la tocaban se extendía y acabó por invadir la aldea y el planeta. Creo que la mota es internet, pero el cuento no lo dice.

Por lo menos en África, todavía tenemos la certeza de que en caso de peligro los vecinos o quien quiera que esté cerca acudirá a socorrernos. Pero en muchas partes, parece que la empatía se ha limitado a los comentarios que hacemos en las redes por miedo, indiferencia y desconfianza.

Muchas veces hemos visto noticias sobre personas que acabaron muertas o gravemente heridas al intentar socorrer a otras que estaban en peligro. Creo que esto influye tanto en la gente que muchos prefieren mirar hacia otro lado cuando se encuentran con alguien que está en peligro. Recuerdo que, cuando estaba en Houston, un perro enorme salió de la nada y empezó a seguirme. Me asusté tanto que me puse nerviosa intentado alejarme. La gente que pasaba miraba hacía el otro lado y fingía no entenderme. Por desgracia, el perro fue atropellado por un Toyota y entonces algunos se molestaron en mirarlo con lástima. Si aquello hubiera sido grabado, seguro que muchos habrían hecho comentarios como “¿Dónde estaba el dueño del perro y por qué nadie la ayudó?”.

Por otra parte, la gente está tan centrada en sí misma que sólo se detiene a mirar la velocidad a la que va el mundo cuando les detiene una enfermedad o una desgracia. Mientras estamos sanos, los problemas de los demás son sus problemas, nosotros ya tenemos bastante como para preocuparnos por otros. En América echo mucho de menos a mis amigos y conocidos en Guinea, tantas actividades desinteresadas y tantos jóvenes valientes comprometidos con mejorar su comunidad. Durante la primera semana de febrero tuve que empezar a levantarme de mi cama a las cuatro de la mañana para poder llegar menos tarde a la escuela, una vez me quedé dormida y en el bus y al despertarme, estaba en la estación de los autobuses con las puertas del auto cerradas. ¡Menos mal que no me robaron el móvil o la mochila! El chico que limpiaba la marquesina evitó mirarme mientras golpeaba la ventana intentando llamar su atención. En Instagram, seguro que él habría sido el primero en preguntar si nadie tuvo cinco segundos para despertarme.

Por último, en un mundo donde la gente se aprovecha de la buena voluntad de otros para robarles o herirles, no es de esperar que nadie se crea que realmente estamos en peligro, a menos que hayamos tenido un accidente grave como que un terremoto sacude nuestro país o nos atropella un auto.

Es triste, pero real. Cuando leo los comentarios que hace la gente en las redes sociales, me da la impresión de que el mundo está lleno de empatía. Pero, al salir a la calle y ver las noticias, confirmo que estamos en la era de la empatía 2.0.

Reflexiones de una ondjundju-¿y los euroamericanos?-Juliana Mbengono

En los Estados Unidos, me he encontrado con carteles que describen a la gente como “african american”, “indio americano”, african-native american”, “latino”, “nativo de Alaska” … pero hasta ahora no he escuchado a alguien hablar del grupo de los euroamericanos: estos, simplemente pueden llamarse americanos o blancos americanos, a veces se habla de su ascendencia inglesa, alemana…

Me parece “impresionante” que, precisamente, los que llegaron a invadir y a ocupar un territorio que no era suyo sean los americanos propiamente dichos; y los que por derecho vivían en esos territorios desde tiempos remotos sean los que deben explicar su condición como americanos. Los hay incluso que no terminan de ubicarse, un ejemplo sería Dwayne Johnson, este señor es considerado por muchos como afroamericano, para otros es un samoano-americano y para otros tantos es un americano-multicultural.

Mi breve estancia en los Estados Unidos de América ha estado llena de cosas sorprendentes y sé que habrá muchas más. Quizás ahora mismo esté cuestionando el hecho de que no se use el término “europeo americano” pero “africano americano” sí. Sin embargo, estos mismos afroamericanos que reclaman su pasado negro y lamentan lo mucho que perdieron al ser arrancados de la “tierra madre”, a menudo nos miran por encima del hombre o incluso con cierta aversión por venir a su país. También he tenido el placer de encontrarme con afroamericanos que me han tratado con una amabilidad extremada en los aeropuertos y otros lugares por ser su hermana africana. ¡ojalá tratasen a todo el mundo así en todas partes!

Volviendo al tema, la primera potencia mundial podría estar construida sobre un territorio invadido que nunca se descolonizó. Y es aún más delirante que los blancos sean los supremacistas en América; por supuesto que nadie debería padecer este mal en pleno siglo XXI, en la era de Internet y el conocimiento libre. Pero ya que el mal existe, los que menos podrían justificarlo son las personas blancas que llegan al extremo de quitarle la vida a otros con la excusa de que los Estados Unidos de América son un país blanco.

La diversidad es riqueza y las etiquetas necesarias para el orden y el control. Pero que unos sean indio americanos o africanos americanos, mientras otros simplemente son blancos americanos o americanos y ya; podría ayudar a que un cerebro con menos neuronas crea que todos los demás están invadiendo su casa, quitándole el empleo o ensuciando sus calles con su color, sus costumbres o su olor.

En conclusión, si vamos a decirles a repetirle a un grupo que viene de África o de América latina, recordémosles a los otros también que vienen de Europa; quizás esto ayude en algo a que todos sean conscientes de que la tierra sobre la que caminan no es de ninguno de ellos, no es más de unos que de otros.

Reseña Literaria- Juliana Mbengono

El Poemario Verdinegro (iBookStore, 2023) es un trabajo conmovedor y valiente de Cecilio Olivero Muñoz en el que, con sus hemorragias de propósitos/ unidos a los amaneceres rojos, el autor vuelve a ser su propio muso presentando temas como la teoría del “luser o loser” con la que el sistema capitalista intenta convencer a sus víctimas de que son culpables de su desgracia. Olivero Muñoz llega a preguntarse si ¿Acaso no hay águilas que padezcan/ la crisis en sus picos y garras?

Otros temas que cuestiona y aborda el artista son: el amor, la inmigración, la importancia del éxito ante los demás, la felicidad, la necesidad de aceptación, el autodominio, la valentía, la salud mental, el nacionalismo, la justicia, la amistad, la familia, la discriminación, la inmigración y la maternidad, entre otros. Los 60 poemas del libro, algunos escritos en prosa, se leen en un momento y algunos lectores como yo se quedan sin palabras.

Pese a que la mayoría de los poemas son breves y sencillos, requieren un poco de concentración de parte del lector, ya que no difieren mucho de los que en “El necio” el autor menciona como poesía hermética [que se escapa de las manos del lector como un pájaro].

Uno de los poemas más conmovedores y tiernos de los tantos que hay en el libro es “El perdedor”, en estos versos donde Cecilio se define como presencia inútil/ como una jaula donde mueren pájaros y no se camufla al decir: a las mujeres les resulto repelente/ a los suegros les parezco un perdedor; se lee a un hombre que no pierde la esperanza en el amor ni se vuelve mezquino por no coincidir con lo que la sociedad define como hombre exitoso y qué es precisamente aquel al que cualquier mujer desearía presentar a sus padres.

En su intento de averiguar el secreto de la amistad, Cecilio Olivero entiende que se trata de un jardín /que debes cuidar con mimo y esmero; sin embargo, es una persona solitaria buscando su destino.

Otro poema que para mí no podría pasar desapercibido es “Hacia otra tierra con más oportunidades” en el que el poeta habla de la inmigración que lleva a cientos de jóvenes africanos a perder la vida en el mar y nos recuerda que cualquiera podría verse en esa situación algún día. La muerte de estos hijos, hermanos y padres que iban en busca de una vida mejor donde nadie les prometió nada acaba siendo, como lo dice el poeta “relleno televisivo” para Europa y el mundo mientras es una noticia amarga y dolorosa para los familiares que se quedaron quizás dudando o quizá esperando a que todo salga bien.

En varios poemas como “La revolución no será televisada” o “Nueva York” el autor invita al lector a ver lo sobrevalorados que están los Estados Unidos de América donde él no encuentra nada realmente interesante, sino injusticia, absurdos y vidas vacías atrapadas en las rutinas.

Cecilio Olivero es todo un poeta, es tan poeta que, incluso, cuando quiso hacer novela le salió una novela en poemas. La lectura de Poemario Verdinegro es para todos los que puedan leer; la variedad de temas, la brevedad de los poemas y el estilo usado en los versos libres pueden arrastrar al lector hasta el final del libro sin que este se dé cuenta.

Reflexiones de una ondjundju-Todo se desmorona y Cuando los combes luchaban-Juliana Mbengono

Leoncio Evita Enoy (1929-1996) y Chinua Achebe (1930-2013) tienen algo muy bonito en común para mí: que los conozco a los dos, es decir, les he leído. Uno es conocido por ser el autor de la primera novela en Guinea Ecuatorial y el otro lo es como uno de los mejores escritores a nivel mundial. Ambos escribieron unas novelas de lectura obligatoria en sus países y algunos extranjeros: Cuando los combes luchaban y Todo se desmorona. En el caso del nigeriano Chinua Achebe, todo se desmorona no es su única obra relevante, sino todas las que se conocen. Ambas novelas, Cuando los combes luchaban y Todo se desmorona, tienen varios aspectos en común, el primero es que los protagonistas son guerreros, la segunda es la llegada de los europeos en forma de misioneros que luego les secuestran en sus propias tierras, y la tercera es la recepción o las opiniones que tuvieron estos trabajos. Estos mismos aspectos hacen que ambas novelas resulten diferentes.

Okonkwo es el protagonista de “Todo se desmorona”, una novela de más de doscientas páginas que forma una saga junto con otras tres que, a mi parecer, son muy independientes. En cuando a la novela de Evita Enoy, muchos estudios que se pueden encontrar por internet afirman que el protagonista de la historia es el misionero cristiano desde cuyo punto de vista se narra la historia; para mí, el protagonista es Upolo. Okonwo y Upolo son dos guerreros o luchadores. El primero lucha y pelea para ser respetado por su clan y ostentar los títulos más altos, defiende los valores de su pueblo y se diría que al final se mata al ver que ya no queda nada que hacer por salvarlos ante el enemigo europeo. Por su parte, Upolo es como el hijo de Okonkwo u otro joven que se pone del lado del hombre blanco y lucha para combatir las absurdas practicas dañinas que existen en su clan con la ayuda del hombre blanco.

En ambas novelas, el primer contacto con el hombre blanco en las aldeas es a través de los misioneros. Estos llegan hablando de un nuevo dios que a veces encuentra a su homólogo entre los dioses locales; al mismo tiempo desprecian las costumbres y creencias locales que incluso definen como oscuras o muy malignas. En la novela del nigeriano, la acción civilizadora del misionero se retrata como un plan astuto que evoluciona hasta la absorción de la vida de los anfitriones llegando a despreciar su cultura, creencias y practicas hasta prohibirlas y clasificar a la gente por buena o mala según su inclinación religiosa. Evita por su parte, muestra la llegada del colono como una oportunidad de librarse de la aflicción.

Ambas novelas han sido leídas más allá de sus fronteras y ambas son dos historias que vale la pena conocer. Mientras que el trabajo de Achebe se percibe como revolucionario y tremendamente bueno, la de Evita Enoy, a pesar de todos los aplausos, se ha quedado enmarcada en la categoría de cobarde: literatura de consentimiento.